La maloca de Rubén
Por Alberto Chirif*
8 de febrero, 2018.- El 9 de diciembre del año pasado, a unos dos kilómetros del centro poblado El Estrecho ubicado en la margen derecha del río Putumayo, se celebró el día central de la fiesta de inauguración de la maloca edificada por Rubén Medina, un joven de origen huitoto que trabaja desde hace unos años en la recuperación de la memoria tradicional de su pueblo. Es una hermosa construcción, amplia y con el techo muy alto. Por sus dimensiones y buen acabado considero que es la mejor que he visto en los años que conozco la zona. Los preparativos de la fiesta habían comenzado hacía meses con la convocatoria a los invitados y la asignación de las tareas que cada quien debía cumplir para hacer posible su celebración. Durante los últimos tres días, Rubén Medina, como dueño de maloca, con un pequeño grupo de allegados reflexionaron en reuniones en el cocal sobre el significado de la fiesta que iba a realizarse.
Rubén Medina es una de esas personas que ha redescubierto su identidad en condiciones por demás complicadas. A las dificultades que implica asumirse como indígena en un país racista como el Perú, se ha sumado el hecho de sus orígenes multiétnicos
Rubén Medina es una de esas personas que ha redescubierto su identidad en condiciones por demás complicadas. A las dificultades que implica asumirse como indígena en un país racista como el Perú, se ha sumado el hecho de sus orígenes multiétnicos. Su padre es kukama y su madre, murui, una variante de la lengua huitoto. Por el lado materno, su abuelo era murui y su abuela maijuna, pueblo del tronco lingüístico Tucano Occidental. Actualmente, Rubén estudia la lengua y cultura murui para poder desempeñar a cabalidad su condición de jefe de maloca, la gran casa que para los Huitoto y otros pueblos representa el centro ceremonial de reflexión y transmisión de la palabra de los ancestros. Para este fin, Rubén se trasladó hace unos años de Iquitos a El Estrecho, capital del distrito de Putumayo, en la frontera norte del Perú.
Sin embargo, asumir el rol de dueño de maloca sin haber heredado la “palabra tradicional de su padre” (los conocimientos) le quitaría legitimidad, por ser algo que no se ajusta a las normas de su cultura. Al igual que muchos huitotos y personas de sociedades que siguen patrones culturales similares para la construcción de malocas y celebración de fiestas, se ha visto obligado a apelar a mecanismos que transgreden las normas tradicionales. Es una paradoja que las personas deban infringir las normas para recuperar su propia cultura.
Sobre este y otros temas he conversado con mi colega Jorge Gasché quien desde hace 50 años está dedicado al estudio de la lengua y la cultura de los Huitoto y a la devolución de esos conocimientos a jóvenes de ese origen que, como Rubén Medina, los han perdido por los brutales trastornos generados en su sociedad desde la época de explotación del caucho. Él ha publicado un artículo sobre el hábitat huitoto, en el cual describe también la arquitectura, los valores simbólicos y los espacios de la maloca.
Señala Gasché: Es una iniciativa muy importante, sobre todo porque Rubén Medina sabe que no sabe. Para realizarla él ha traído un conocedor de Colombia que le va a enseñar, a fin de que él pueda cumplir cabalmente con todas las tareas, palabras, cantos, etc. que pertenecen a la inauguración de la maloca.
Sobre esto y el significado de la maloca regreso más adelante.
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El Estrecho ha sido siempre el centro urbano más poblado del Putumayo peruano, el rio que marca la frontera noreste del Perú con Colombia desde 1922, cuando ambos países suscribieron el Tratado Salomón-Lozano. Hasta el 5 de mayo de 2014, El Estrecho fue uno de los distritos de la provincia de Maynas. En esa fecha fue declarado capital de la nueva provincia de Putumayo. Desde entonces, la asignación de mayores fondos por parte del gobierno ha generado algunos cambios, a mi juicio no todos positivos. Entre los que sí lo son está la creación de una oficina de migraciones, lo que hace que viajeros procedentes de Colombia o Ecuador puedan legalizar de inmediato su ingreso al país.
los criterios del Estado para establecer los valores de una obra ignoran las áreas verdes o las construcciones que no se hagan con “materiales nobles”
Los cambios que considero negativos son lamentablemente los más visibles. Uno de ellos es la expansión irracional de obras de ingeniería que solo valorizan el cemento y no dejan ni una maceta de área verde. Es el caso de varias calles de El Estrecho que han sido pavimentadas sin dejar espacio para árboles ni plantas; o de la Plaza de Armas, en la cual unas inútiles columnas se levantan hasta cuatro metros del suelo, al parecer con la única intención de aumentar la superficie de cemento más allá de los límites impuestos por el perímetro de la explanada. Y esto tiene una explicación: los criterios del Estado para establecer los valores de una obra ignoran las áreas verdes o las construcciones que no se hagan con “materiales nobles”, por ejemplo, madera. Solo el fierro, el cemento y los ladrillos están valorizados. En realidad hay otra razón más: la dificultad de efectuar sisas bajo la mesa en la valorización de plantas y árboles y la facilidad de hacerlo con los citados materiales.
Una manera silenciosa que tiene la población de castigar a las autoridades que han prescindido de las áreas verdes al construir las plazas es no asistir a ellas. Sospecho, sin embargo, que la soledad que luce la plaza de El Estrecho durante el día es una forma de repudio demasiado sutil que las necias autoridades municipales no logran entender. En estos tiempos de alteraciones climáticas globales, debería hacerse estudios específicos sobre esos cambios en espacios locales debidos a medidas como la que comento.
No todos los cambios que ocurren en El Estrecho son debidos a la mayor inversión pública. En la cuenca del Putumayo impera la ilegalidad: extracción de madera, dragas que lavan oro en el cauce del río y tráfico de drogas. En esto, en verdad no se diferencia mucho a lo que ocurre en el resto del país, pero dado que el escenario es pequeño estas cosas se puede ver con mayor facilidad. A fines de 2007 escribí un artículo que fue publicado en boletines virtuales (www.viajerosperu.com y www.servindi.org) En el texto señalaba que la verdadera razón de la caída de Fujimori no habían sido los famosos videos de su compinche Montesinos sino el abastecimiento de armas a las Fuerzas Armadas Revolucionaria de Colombia (FARC), utilizando para ello aviones de la Fuerza Aérea Peruana. Dado que las finanzas de esa agrupación se basaban en el tráfico de drogas, era fácil colegir -seguía mi reflexión- que el pago se hizo en especies o con dinero proveniente de esa actividad ilícita. La afirmación me costó la incursión de actores anónimos –aunque imaginables- que sustrajeron (es decir, robaron) el CPU de mi computadora de mesa y el maletín que contenía una pequeña portátil. Diez años después del escrito y unos 17 desde el hecho central que relato, pienso que los ardores de los visitantes nocturnos deben haberse aplacado y no buscarán repetirse el episodio. Espero no equivocarme.
Para volver a El Estrecho debo decir que la inversión privada se siente en la presencia de tres discotecas que, según los lugareños, son, una, de un colombiano, otra de un oficial del Ejército y la tercera de un morador local. Poca cosa por el momento, aunque los efectos auditivos son devastadores, en especial los de la primera. De domingo a viernes emite bulla hasta las12 de la noche, y los sábados hasta las 3 am, que son las horas en que funciona la electricidad pública. Los pobladores, afirman que “ya se han acostumbrado al ruido”. El jefe de la Comisaría me cuenta que él está atado de manos porque se trata de una responsabilidad municipal, pero que el alcalde no hace nada por solucionar el problema: “ni siquiera vive acá”, acota. Muchachos y muchachas deambulan por los alrededores buscando alguna oportunidad que, por el momento, no son muchas: una explosión eufórica producida por el alcohol o una venta sexual al paso. Si las cosas avanzan ya vendrán otras, como prostitución a tiempo completo y dedicación exclusiva; engrosar las filas de los ocupados en actividades ilegales conocidas o iniciarse en algunas nuevas, tal vez en el sicariato.
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La inauguración de la maloca siguió un protocolo definido por Rubén Medina y sus allegados. El primero en dirigir la palabra a los asistentes fue don Benjamín Rodríguez, presidente de la Federación de Comunidades Nativas Fronterizas del Putumayo (Feconafropu), fundada a finales de la década de 1980. Él destacó el mérito de Medina, “un joven que desconocía sus orígenes pro que emprendió una reflexión que le ha permitido reasumir su tradición. Considero que es un ejemplo para todos los jóvenes. Hoy día es para reflexionar.
Los estudiantes -dijo- tienen que conocer de dónde procedemos y cómo hemos sido calificados. Nosotros, los dirigentes, sabemos que hemos tenido muchos sufrimientos más que los que hemos visto hoy día –se refiere al documental “Memorias del caucho”, dirigido por Wilton Martínez-. Jóvenes, investiguen. Van a ver el gran sufrimiento que han tenido nuestros hermanos, nuestros antepasados. Quiero recalcara a cada uno de los estudiante hoy día que lean, investiguen, porque lo primero que tenemos que hacer nosotros, en vez de estar estudiando historias ajenas, es estudiar nuestra propia historia primero para saber. Es cierto que estamos en un mundo globalizado y por eso tenemos que saber también lo que pasa en otras culturas, pero primero está nuestra cultura.
Terminó su intervención expresando su felicitación “a los hermanos y hermanas que han colaborado con Rubén, por el enorme esfuerzo que han hecho”.
Le siguió la hermana Ana Filiberta Lavado, “hermana Lupita” como cariñosamente se la conoce en la zona, quien trabaja desde hace muchos años en la Misión de los Franciscanos Canadienses de EL Estrecho y es una incansable luchadora por los derechos de los pueblos indígenas de la cuenca. Ella se refirió a la fiesta y a la importancia de la maloca: Nuestro hermano Rubén Medina, ¡tan lindo tu corazón ha florecido! Se esforzó con alegría para poder tener la maloca. Todos con el cariño unidos hoy. Es una fiesta importante en nuestra historia. Después de tantas luchas que hemos hecho, nuevamente tenemos maloca. La cultura de nuestra historia.
Hemos trabajado en varios temas, en salud, en educación también, pero sin conocer mucho. Por eso, al comienzo no entendíamos tanto. Pero después poco a poco hemos ido organizando. Gracias a los antropólogos que han venido también, a Jorge Gasché, a Alberto Chirif, después Marushka Kokrhaneky, a Aidesep. Yo me he ido a buscarlos. ¡Vamos para que nos ayuden!, les he dicho.
Fueron luego invitados a hablar los cineastas que filmaban la inauguración, Liliana Galván y Wilton Martínez, y el antropólogo Alberto Chirif. Cerró las intervenciones el gestor de la iniciativa, Rubén Medina.
Reproduzco pasajes de su intervención: Estoy muy emocionado porque después de tantos años los pueblos indígenas nos volvemos a encontrar en este espacio preparado para andar hacia el desarrollo propio como pueblos indígenas
Hace un o dos años atrás esta iniciativa estaba en la mente, en el pensamiento, y hoy ya es una realidad. Hemos hecho tanto esfuerzo para poder tener este espacio, para poder recibir a nuestros hermanos murui, boras, ocainas, tanto del lado peruano y colombiano. Hemos aportado a este proyecto porque creemos que es el primer paso por donde tenemos que empezar si queremos hablar de desarrollo propio. Empezar por lo nuestro. Empezar a reconocer nuestra identidad cultural… de los niños y aportar por la juventud.
Desde aquí, desde la maloca estoy convencido, estoy seguro que con la ayuda de nuestros espíritus, nuestros ancestros, y de nuestros tíos y abuelos que aún están vamos juntos a poder construir una propuesta de desarrollo para nuestros pueblos.
Quiero agradecerle a las madres, a los padres a los hijos, a los hermanos que han podido colaborar de una u otra manera dando su tiempo, su esfuerzo. Quiero agradecerle también a Liliana, mi señora, por comprenderme, por ayudarme, por cada dia fortalecerme a pesar de las dificultades.
Quiero dejar bien claro que este es un propósito desde la institución Curuinsi, una asociación que ha venido trabajando de granitos de arena. Muchos al iniciar no han creído en este tema. Pero ahora es una realidad y esta maloca queda para el servicio de los pueblos indígenas murui, bora y ocaina. Creo que esto ya se ha cumplido y de aquí para adelante hay un reto, más que todo: trabajar para recuperar nuestro idioma. En el Putumayo no encontramos jóvenes que estén hablando nuestro idioma. Mayormente encontramos jóvenes que han perdido su identidad pero no es porque así lo han querido, sino porque la sociedad nos oprime, nos discrimina, nos margina.
Pensando que esto es de lo pasado, de lo antiguo, por lo tanto nos avergonzábamos porque tampoco conocíamos. Para esto es este espacio, para fortalecer nuestra identidad como pueblos indígenas y juntos poder buscar un porvenir para el desarrollo de nuestra comunidad, para nuestro pueblo, para nuestro país, para el mundo. Si perdemos nuestro idioma estamos perdiendo muchísimos conocimientos, conocimientos que pueden contribuir al desarrollo y la solución de nuestros problemas sociales a nivel mundial. Pero estamos dando el primer paso hacia ese camino.
Finalmente quiero desear a Wilton [Martínez], a Iliana [Galván] que están presentes aquí filmando este acto que va a evidenciar este día histórico para los niños en el futuro. Quiero agradecer a Alberto Chirif por su tiempo de venir desde tan lejos hasta El Estrecho y compartir sus conocimientos con ustedes. También quiero agradecer a Jorge Gasché, un profesional que ha acompañado muy cerca los pueblos indígenas, muy comprometido, y ha trabajado mucho con nosotros. Más de 30, 40 años ha dedicado su vida en investigación, en el trabajo lingüístico con el pueblo murui, de lo cual nosotros estamos muy agradecidos porque nos permite estudiarlo con más facilidad. A la hermana Ana Filiberta Lavado, la hermana “Lupita”, también por su esfuerzo, por su dedicación de tantos años hacia los pueblos indígenas, hacia las organizaciones indígenas a fin de fortalecerlas.
Finalmente agradecer a todos los hermanos y hermanas que han venido de tan lejos, desde Chorrera, Paloma, Cabello, Arica, Nueva Unión, Cartagena, Reforma, y a los hermanos del Caraparaná, de San José, El Encanto, San Rafael, Puerto Belén que ahora se encuentran acá con un solo propósito. A todos ustedes mil gracias y estamos aquí para demostrar que aún los pueblos indígenas seguimos existiendo a pesar del horrendo y cruel y oscuro proceso de la época del caucho, aún seguimos siendo tan fuertes y reivindicamos en este momento nuestra identidad. Queremos seguir siendo pueblos con identidad, con nuestros valores sociales y por eso estamos acá. Creo que era muy importante que los jóvenes reaccionemos y recapacitemos frente a esto. Porque ya no vamos a esperar que otros vengan a hacer por nosotros. Nos toca a nosotros, y esto es lo que estamos haciendo.
La maloca y su significado
La maloca es comúnmente definida como “casa”, pero en verdad es mucho más que un lugar habitado por personas. Entrevisto a Jorge Gasché sobre el tema.
La maloca –me dice Gasché- representa dos universos huitoto. Uno es que es homóloga al cuerpo humano. El triángulo del techo es la cara, los costados son los hombros. La maloca presenta la imagen de una persona acurrucada con la cara hacia arriba. Hay algunos que dicen que es una combinación de hombre y mujer, el hombre encima de la mujer en la cópula. La otra visión es que la maloca representa también el universo. La maloca es iko, término que designa aquello que tiene forma de bóveda, que es igual que el cielo. La lengua huitoto establece la asociación. Maloca es ailloko, casa grande: aillo, casa, ko, bóveda. Cada parte de la maloca simboliza una parte del universo. El techo es la bóveda. Entonces la maloca es la representación en miniatura del Universo, y el dueño de la maloca y del baile, que está sentado en la parte del fondo, ocupa el sitio del creador del Universo que está ubicado en el este, donde se levanta el sol. Ahí está sentado el creador Mo Buinaima, el padre creador.
La maloca tiene una orientación, generalmente este a oeste, y tiene dos puertas. La principal da al oeste, pero el asiento del creador está en el este. Las puertas se distinguen por su tamaño, la perfección de la cerradura, la puerta que se puede cerrar. Los bailarines entran por la puerta principal que es la del oeste.
Lo que sigue es también producto de la conversación con Gasché.
Las fiestas reviven actos primordiales de la creación, el gesto de la creación por el padre creador Moo Buinaima. El padre con su palabra ha creado el mundo, encarnándose en las cosas de este mundo. Cada fiesta retoma ese proceso. Cada maloca tiene su dueño y el dueño tiene una carrera que corresponde a la jerarquía que instauró el padre creador entre sus hijos. El primogénito es el sucesor del padre y al mismo tiempo representa al padre creador. Él es dueño del baile del lladiko que es la boa y el palo de baile. Es el símbolo del padre creador, de su palabra que es larga como la boa. El segundo es el sɨkɨi baile de marona o guadua, última fiesta del ciclo de inauguración de la casa nueva. Para los Huitoto, esta fiesta está asociada al manguaré, ya que en el transcurso de la carrera el dueño de la fiesta manda a su socio a traer troncos de madera de los que este fabrica el manguaré y, luego de terminarlo, celebra la fiesta de inauguración del manguaré.
Las carreras ceremoniales huitoto que incumben a los hijos menores cuando quieren hacer su propia fiesta en la maloca del padre o desean separarse para fundar su propia unidad doméstica son menisaɨ y lluakɨ. El atributo ritual de menisaɨ es un instrumento musical que consiste en una caparazón de tortuga ullomeniño (Phrynops rufipes), cuya abertura del cuello, untada con un tipo de brea, al ser frotada con la mano produce un chillido. El atributo de la carrera de lluakɨ es la pelota (uuikɨ), que representa el corazón del creador, con la cual se celebra la fiesta llamada uuikɨ.
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Quiero cerrar este texto citando un párrafo del artículo de Jorge Gasché “La Gente del Centro y los impactos del caucho” (publicado en Chirif, Alberto, Después del Caucho. Lluvia Editores, CAAAP, IWGIA e IBC. Lima, 2017, ver pp. 59-60) que pone en relieve la lógica de funcionamiento de las “sociedades del centro” (huitoto, bora, Ocaina y otras), donde lo más importante no es acumular productos sino distribuirlos en las fiestas, y con ello tejer una red de relaciones entre diferentes malocas.
Al inicio de una carrera ceremonial, la gente de un linaje hace su propia maloca y celebra en ella fiestas modestas. Si se trata de la carrera de lladiko, los habitantes de la maloca consiguen una viga de baile (llamada entonces HT [huitoto] neediko, BO [bora] tóóllíɨwa, OC [ocaina] ñijívica, RE [resígaro] dyúíshigú de madera ordinaria y hacen bailar a los invitados sobre ella. Recién cuando el joven dueño de baile tiene más experiencia y más mano de obra, manda a su socio a construir su maloca y, luego, a buscar el tronco de madera dura y duradera para tallar la viga de baile. Como en el caso del manguaré encargado al socio, la maloca hecha por el socio y la viga de baile traída por él dan al dueño de baile, a su maloca y a sus accesorios su pleno prestigio. Solo tiene valor social lo que “otro” ha hecho para uno y lo que se ha pagado públicamente en el intercambio ritual, es decir, lo que manifiesta la capacidad de un jefe de convocar y coordinar -mediante sus parientes, aliados matrimoniales y ceremoniales, sus prestaciones materiales y su conocimiento formalizado en discursos rituales- mayor cantidad de mano de obra y de invitados. Lo que uno mismo puede hacer y hace, en el ámbito de la sola unidad doméstica, no tiene peso social, no es lo propio o verdadero. Con eso comprendemos que “sociedad” para la Gente del Centro no es, en primera instancia y según los valores predominantes, lo que une a las personas dentro de una maloca, sino el conjunto de las relaciones sociales entre malocas que el dueño de una maloca puede movilizar en una fiesta, y que vinculan a todas las malocas del territorio en una red de alianzas linajeras, matrimoniales y ceremoniales.
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*Alberto Chirif es antropólogo peruano egresado de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM), experto en pueblos indígenas.