8 febrero 2018
La luna en que nos reflejábamos
Griselda Sánchez
Desinformémonos
Han pasado 18 años desde que salimos una mañana fría de la delegación metropolitana de la PGR. Durante tres días fuimos detenidos y fichados: foto de perfil y de frente, asignación de un número, toma de nuestras huellas dactilares. Los cargos eran: terrorismo, motín, sabotaje y peligrosidad social. Obviamente los separos no eran suficientes y nos ingresaron en el estacionamiento de la PGR, ahí colocaron improvisadas máquinas de escribir y secretarias nerviosas por tomarnos lo más rápido posible nuestra declaración. Más tarde, con listas en mano, fueron realizando un filtro de los estudiantes que serían trasladados al reclusorio. Pasamos noches sin cobijas, durmiendo en el frío piso, comiendo tortas de jamón asqueroso, vigilados todo el tiempo, vigilados. Antes de salir de esa agencia, firmamos un papel en blanco… de eso nada dijeron los medios.
Nos detuvo la Policía Federal Preventiva la madrugada del 6 de febrero del año 2000 en el Auditorio Che Guevara de la Facultad de Filosofía y Letras. Después de 9 meses de huelga en la UNAM el presidente Ernesto Zedillo y el rector Juan Ramón de la Fuente decidirían violar la autonomía universitaria para romper el movimiento estudiantil. Obviamente esta opción de fuerza fue tomada luego de instrumentar múltiples estrategias, incluyendo agentes infiltrados, porros, secuestros de estudiantes, una gran campaña mediática de desprestigio y un plebiscito que “legitimaría” esta toma militar.
La Huelga inició el 20 de abril de 1999 en contra de la modificación del Reglamento General de Pagos (RGP) que, en el fondo, era la punta de lanza del proyecto de reconvención neoliberal de las universidades promovido por el Banco Mundial. Ese día, la bandera rojinegra se alzó al vuelo en la explanada de la torre de Rectoría de Ciudad Universitaria, dando inicio a uno de los movimientos estudiantiles más importantes en las últimas décadas ya que “sentó un importante precedente para las luchas por el acceso al conocimiento y la cultura en el contexto de la actual revolución informacional. Y experimentó novedosas y efectivas redes horizontales de organización ante la crisis generalizada de las formas políticas tradicionales” (Guillotina. 2011:10). Son múltiples las aristas de este movimiento al que podríamos poner atención, pero quiero referirme tan sólo a estos dos puntos, ya que un eje de la ofensiva contra la huelga fue la gigantesca campaña de desinformación para crear una percepción negativa de los estudiantes, y la creación de líderes, en un movimiento esencialmente horizontal. Haciendo ejercicio de memoria colectiva, voy en un ir y venir de esta historia.
No, la campaña de desinformación no comenzó en abril, inició meses antes, cuando los estudiantes discutían la pertinencia de lanzarse a huelga. Los medios trataron de reducir la discusión al alza de cuotas con afirmaciones como esta: “Es más barato comprar cigarros que pagar la universidad”. “Para la generación actual no tendrá consecuencias, los cambios serán para los de nuevo ingreso”. Y ni bien se había cumplido un mes y los medios se volcaron en una campaña difamatoria contra los estudiantes. Apelativos como vándalos, huevones, drogadictos, mantenidos, etc, fue la manera de desviar la atención a la problemática de fondo: la privatización de la educación. Por ello, para el Consejo General de Huelga, no sólo era importante la transmisión en directo de los diálogos, era una exigencia: “los encuentros serán públicos con la presencia de los medios de comunicación, transmitidos por Radio UNAM, y grabados por la televisora universitaria”.
Pasaron las semanas y el trabajo nada ético de los medios no se modificaría, sino al contrario, se intensificaría, ante eso, el 25 de abril la postura decidida en asamblea sería la siguiente: “Se reafirmó en esta asamblea el veto a los medios de comunicación T.V. Azteca, Televisa y Radio Red que no tendrán acceso a las asambleas del CGH, sin embargo, no se precisaron las condiciones respecto a la participación de todos los medios fuera de la asamblea del CGH. Se propuso llevar a discusión de las asambleas la propuesta anterior.
Asimismo, se propuso la creación de un espacio de pronunciamiento, es decir, crear una sala de prensa del CGH en la cual haya voceros rotativos para evitar protagonismos con la finalidad de proporcionar información sobre los resolutivos del CGH a los medios de información (prensa, radio, televisión) que así lo soliciten”.
Y es que para entonces los medios habían inflado las figuras de compañeros que si bien es cierto destacaban por su participación, no eran los que tomaban las decisiones. Lo que buscaban en el fondo era encontrar un grupo de personas con quien negociar, como el caso del CEU en la huelga de 1986. Nombres y apodos como Mario Benítez, el Diablo, La Pita, el Mosh, fueron repetidos hasta el cansancio con harto grado de sensacionalismo. El caso de Alejandro Echavarría el Mosh fue particular porque en él encontraron la imagen que querían explotar: un joven con rastas, que por lo tanto fumaba mariguana y que interpelaba a la autoridad.
Parecerá de pronto irracional la postura de los huelguistas de no permitir el acceso al duopolio televisivo, pero era justificado, los reporteros sin ningún respeto hacían entrevistas que modificaban a su antojo, dando mayor peso a las declaraciones de académicos e investigadores que estaban en contra de la huelga, grupos de antiparistas, mujeres de blanco, etc. No, no hablemos de la diversidad de las fuentes y su objetividad, las opiniones estaban profundamente sesgadas y cargadas a una posición: la de las autoridades universitarias y el Estado. Fue ante esta campaña feroz que el jueves 29 de abril, el CGH en sesión plenaria acuerda: “Para contrarrestar la “campaña desinformativa y de calumnias” de algunos medios electrónicos, principalmente de Televisa y Televisión Azteca, el movimiento estudiantil acordó realizar este día a las nueve de la mañana un plantón frente a las instalaciones de la televisora del Ajusco, y también informó que tiene todo listo para echar a andar, en breve, la estación de radio ¡Ké huelga! por la banda FM”.
No hace falta explicar el nombre de esta radio, pero es una parodia a una radio comercial de música que suena en todo el país: “En ese contexto, las preguntas que se hicieron un grupo de estudiantes universitarios fueron: ¿por qué no hacer una radio donde se pueda escuchar la voz de los estudiantes, académicos, trabajadores de la universidad y la del pueblo? ¿por qué no construir un espacio que permitiera la difusión del movimiento estudiantil y las expresiones que no son aceptadas en la radio comercial? Con el apoyo de algunas asambleas estudiantiles dieron luz a una radio de alta intensidad para una guerra de baja intensidad. Así fue como surgió una semana después del 20 de abril de 1999, la Ké Huelga Radio, con transmisión en la frecuencia modulada de los 102.1 MHz. (Texto de la Ké huelga, publicado en la Revista Palabras Pendientes | “Comunicación y Organización Contra el Capital” número 12, Año 12, noviembre 2016)
Con la creación de esta radio en la ciudad de México germinaría la discusión sobre el uso libre de las frecuencias radioeléctricas y sobre todo la reivindicación de la libertad de expresión. Dando paso al origen de otras experiencias como Regeneración Radio que en ese entonces se llamaba Radio Pacheco y transmitía desde el CCH Vallejo.
Poner en funcionamiento una radio tan sólo fue una de las estrategias de comunicación popular que se desplegaron a lo largo de los 9 meses que persistió la huelga, se tuvo que echar mano de muchas otras como el brigadeo masivo en el metro, mercados y plazas de colonias populares para informar de viva voz los 6 puntos del pliego petitorio, obras de teatro, creación y proyección de documentales. Mientras que la comisión de difusión se fortalecía con una imprenta funcionando para imprimir volantes, carteles, folletos y un periódico. Pasaron los meses y el movimiento estudiantil fue capaz de aglutinar a estudiantes de las diversas escuelas y facultades, y contar el apoyo de colonos, colectivos, y el respaldo de sindicatos importantes como el Sindicato Mexicano de Electricistas que en más de una ocasión ofreció la impresión de cuatro mil volantes para difundir las razones del movimiento. Como estrategia, estos volantes serían entregados junto con los recibos del servicio eléctrico para así llegar a una mayor población y romper el cerco mediático que cada día se fortalecía con una campaña millonaria en los principales medios con inserciones pagadas y anuncios publicitarios donde intelectuales como Monsiváis, Poniatowska, jerarcas de la iglesia y empresarios exigían el retorno del “estado de derecho”.
Para hacer posible este estado de derecho la mañana del 6 de febrero del 2000 casi un millar de estudiantes fuimos detenidos. Sólo recuerdo entre la somnolencia de ese día a una persona gritando: ¡Ya entró la policía! Acto seguido, una fila de uniformados de gris ingresando por la puerta delantera y trasera del auditorio. Nuestro colectivo se encontraba juntito, nos fueron orientando a la salida, ahí un grupo de élite con el rostro cubierto fue identificando a los que consideraban líderes y los apartaban, así fue como detuvieron a Alejandro el Mosh y lo subieron a una camioneta blanca.
Para romper la huelga, aunque ellos le llamaron Operativo UNAM, 2 mil 260 policías fueron asignados. A su cargo estuvo el titular de la Policía Federal Preventiva Wilfrido Robledo Madrid (el mismo que comandaría la incursión policiaca a Atenco en el 2006). Y así permaneceríamos por tres días en la PGR de Camarones, otros compañeros no los veríamos hasta pasando cuatro meses, entre ellos a Alejandro. Afortunadamente miles y miles de padres de familia, estudiantes de otras escuelas como la UAM, Chapingo, la UPN, el Politécnico, la ENAH, Sindicatos y Colectivos diversos, saldrían a marchar el 9 de febrero para exigir la libertad de los presos políticos. Y los medios aplaudieron: La huelga fue derrotada. Y se equivocaron, 18 años de gratuidad en la universidad más grande de México.
Apuntan diversos autores que la memoria colectiva se finca en fechas, lugares, espacios. Y así, cada 6 de febrero es ayer pero también es hoy. Han pasado 18 años y el papel de los medios no ha variado para nada. Más aún cuando los hechos recientes remarcan esta historia. La detención ilegal de Alejandro Echavarría, el Mosh, el martes 23 de enero de 2018 en Michoacán nos recuerdan el papel que jugaron y siguen jugando los medios de comunicación oficiales. Nos encontramos en otros tiempos y el uso de las redes sociales convirtió esta noticia en un trending topic tendencioso y ofensivo. El encabezado de medios dudosos como El Milenio, El Universal, El Economista, lo reseñan así: “Reaparece el Mosh en Michoacán; lo detienen junto a integrantes de la CENTE”. Una nota del Sol de Córdoba afirma mediante una ficha técnica de la Policía estatal: “Echavarría Zarco no ejerce frente a un grupo, su función es la de generar desestabilización al amparo del ala más radical de la CNTE, aliada a Morena”.
Pero déjeme contextualizarle amable lector, no vamos a ser como los medios que criticamos. Alejandro el joven que todos los medios tachaban en el 99 de ser el líder del CGH, un vándalo y demás, fue uno de los estudiantes más destacados de su generación, eso le hiso merecedor de la Medalla Gabino Barreda, presea que rechazó por venir de la rectoría, misma que nos encarceló; él es uno de los compañeros más solidarios y alegres de los que guardo memoria, uno de los más lúcidos en su análisis nacional y por supuesto uno de los más participativos. Entre las vueltas de la vida, se fue a residir a Michoacán, ahí da clases y sigue movilizándose por los derechos de los trabajadores. Y es que, desde noviembre del año pasado, el retraso del pago salarial de profesores de educación básica, bachillerato y nivel superior, personal de limpieza y servicios de salud convocó a movilizaciones y bloqueos en diversas dependencias en exigencia del pago de sus salarios. En ese contexto es que detienen a Alejandro y a una decena de maestros, en las instalaciones de la Secretaría de Educación en el Estado. Y como siempre, los medios hacen parecer a los trabajadores como vándalos que rompen vidrios y toman por asalto oficinas gubernamentales. Desviando el problema de fondo que es el ejercicio de sus derechos y ocultando la represión que en días pasados implementaron en Maravatio, Pátzcuaro, Morelia y Caltzontzin. Para los medios el problema es el Mosh, no el gobernador Silvano Aureoles con su política represiva.
A 18 años de la huelga estudiantil de la UNAM, las Reformas Estructurales siguen avanzando, en este caso, la Reforma Educativa se ha tratado de instalar a sangre y fuego como en el caso de la masacre de Nochixtlán, Oaxaca. Mientras que los periodistas que tienen un compromiso con su oficio son asesinados. Las tareas de seguridad en manos del ejercito no es nuevo, esa policía que entró a desalojarnos el 6 de febrero de 2000 es una policía militarizada, la nueva Ley de Seguridad Nacional sólo es un avance a esas estrategias de hace 18 años para contener la movilización social. Y los medios independientes siguen, también, porque es necesario.