Noviembre 22 de 2003
Veintidós de los 54 pueblos indígenas de la Amazonía, en alto riesgo por el conflicto armado
La revelación la hace la Asociación Latinoamericana de Derechos Humanos (Aldhu) en un informe que hará público el próximo miércoles en Bogotá.
Algunas de esas etnias cuentan menos de 1.000 personas (unas, incluso, menos de 100) y podrían correr la suerte de las 90 tribus que, por las enfermedades, los colonizadores y los caucheros, desaparecieron a lo largo del siglo XX; solo que ahora la culpa es de la guerra.
Esta información aparece en ‘La agonía del jaguar: Derechos humanos de los pueblos indígenas de la Amazonia colombiana’.
El informe es el resultado de un trabajo de un año y medio que se hace por primera vez en el país: el proyecto de Promoción y Protección de los Derechos Humanos de los Pueblos Indígenas de la Amazonia Colombiana, con auspicio de la Unión Europea.
Indígenas de las comunidades, capacitados por Aldhu, han recorrido la región compilando información sobre la situación de sus 98.580 habitantes, hablando en Arawak, Tukano, Makú-Puinabe, español y otra decena de lenguas con viejos capitanes y taitas, con mujeres y niños que les han permitido sistematizar los horrores traídos por los grupos armados y la coca en los últimos cinco años a los 403.000 kilómetros cuadrados más preciosos y abandonados del país.
Viajan contando una historia llamada ‘Un mundo de derechos para el pueblo Yaraoni, la gente ala de mariposa’. Es una cajita de cartón azul, primorosamente impresa, con un mapa de la aldea de este pueblo imaginario y varias cartillas y postales que son una aplicación a los indígenas y su situación de las normas del derecho internacional humanitario y de los derechos humanos. Con el material, promueven estos derechos y educan a las comunidades, a la vez que recolectan los datos que han servido de base para el estudio.
“La cosa es grave, muy grave -dice Darío Villamizar-. Si las violaciones a los derechos humanos lo son de por sí, las que se hacen contra pueblos, muchos de los cuales tienen menos de 1.000 personas, lo son mucho más”.
Villamizar es el director ejecutivo de Aldhu, una organización internacional creada a comienzos de los años ochenta por el entonces presidente del Ecuador Jaime Roldós y que funciona en Colombia desde hace cerca de tres años.
Entre 1999 y el 2003, cerca de 300 indígenas han sido asesinados. Según los cálculos de Aldhu, eso representa una tasa de de 276,9 por cien mil habitantes, más de cuatro veces y media la tasa nacional. Cerca de una quinta parte eran autoridades, mamos y capitanes.
Se ha certificado el desplazamiento por la violencia de 1.725 indígenas. Esto es, 1,74 por ciento de la población indígena amazónica, unas tres veces más que el promedio nacional del 2002.
Un total de 41 indígenas, de 12 pueblos, han sido desaparecidos. Dos médicos tradicionales y seis promotores de salud han sido asesinados. Minas antipersonales, como las que siembran la carretera entre Mitú y Monfort, en Vaupés, han cobrado varias víctimas.
Acciones militares en territorios de culto, ocupación del territorio tradicional, control al ingreso de alimentos y combustibles por parte de los grupos irregulares y del Ejército, reclutamiento forzoso de niños por parte de la guerrilla y regímenes de terror impuestos en algunos lugares por los paramilitares son el pan de cada día en no pocas zonas de la Amazonia.
Situación particularmente grave. No solo porque el subregistro es muy alto. Sino por las proporciones: entre las 54 etnias de la Amazonia hay pueblos como los Taiwamo, de solo 22 personas; los Makaguaje, Pisamira, Piaroa, Muinane y Jupda, cuentan 100 integrantes o menos, y los más numerosos (Tucano, Ticuna, Curripaco, Witoto) apenas pasan de los 7.000. Algunas etnias como los Embera o los Páez (Nasa) tienen números importantes por fuera de la Amazonia, y otras, como los Cocama, Ticuna y Piaroa, los tienen en Venezuela, Brasil y Perú, pero la gran mayoría son pueblos que solo viven en esa región de Colombia.
Los 490 Nukak tienen 40 desplazados registrados, con el drama de que, siendo nómadas, al desplazarse se ven obligados a asentarse (ver historia). Los Cofán, que son 1.271, han sufrido 26 asesinatos. Esto es como si en Bogotá el 2 por ciento de la población, unos 140.000 habitantes, hubiera sido asesinado en cinco años.
Hoy, a todas luces, la guerra asedia a la Amazonia. Si bien Putumayo, Caquetá y Guaviare son los departamentos más afectados, otros más tranquilos, como Vaupés y Amazonas, empiezan a sentir sus embates.