¿Qué está pasando en Bolivia? ¿Reelección contra viento y marea?

La marcha efectiva de los pasos que da el gobierno es ésta: la de la mutación de la forma de gubernamentalidad clientelar en la forma de tiranía, abierta o encubierta.
Al poder no le interesa quienes estén sentados en el trono, que es más bien simbólico, lo que le interesa es reproducirse constantemente, de una forma o de otra, de una manera o de otra, o con los que se autodenominan de “izquierda” o los que son calificados de “derecha”.



REELECCIÓN
Contra viento y marea
La marcha efectiva de los pasos que da el Gobierno es ésta, la de la mutación de la forma de gubernamentalidad clientelar en la forma de tiranía, abierta o encubierta.

domingo, 18 de febrero de 2018 · 00:00

Raúl Prada Alcoreza Docente de la UMSA

Contra viento y marea es una frase usual, que corresponde al sentido común, por lo tanto, al saber popular. Tiene una connotación positiva, aunque también, una negativa, dependiendo de lo que se quiere transmitir. En el primer caso, se aprecia la tenacidad, la persistencia, incluso la consecuencia; en el segundo, se señala la terquedad, la obsecuencia, incluso la imposición prepotente, sin haber aprendido nada de la experiencia.

El 21 de febrero, el MAS pretende re-postular nuevamente a Evo Morales Ayma, a pesar del voto popular que dijo NO a la reforma constitucional, que buscaba habilitar al Presidente a la reelección indefinida.

Lo que es abolir la democracia y desconocer la voluntad popular, a pesar de haber perdido dos elecciones consecutivas de magistrados; resultados que anulan taxativamente la posibilidad de elegir magistrados, menos ungirlos como tribunales.

El 21 de febrero es la fecha del referendo sobre la reforma constitucional, día en que pierde el MAS su pretendida modificación de la Constitución y legalizar la re-postulación del Presidente.

Procurando contrarrestar estos resultados y esta correlación de fuerzas adversa, el oficialismo, el ejecutivo y sus apéndices, los órganos de poder ocupados de una manera no institucional –por lo tanto, inconstitucional al no respetar la división de poderes, lo que en términos liberales se llama el equilibrio de poderes, a través del juego de compensaciones– han denominado al mismo día de su derrota como “el día de la mentira”.

Queriendo reducir todo el conflicto y la problemática constitucional a la telenovela a la que se han dedicado el oficialismo y la oposición sobre la comedia de Gabriela Zapata, la corrosión institucional y la corrupción que conlleva.

Ese no es el caso principal, el caso principal tiene que ver con delitos contra el Estado cometidos por el Presidente, al firmar los contratos con la CAMCE, secundados por el ejecutivo, el Congreso, el órgano judicial, la Contraloría y toda la masa elocuente de llunk’us.

El otro caso fundamental es que no se puede vulnerar la voluntad popular, desconociendo los resultados del referendo mencionado; esto es delito político.

¿Quién miente sobre los contratos inconstitucionales, donde es evidente la bola de nieve de la corrupción? ¿Quién miente sobre el valor y el alcance de cumplimiento obligatorio sobre los resultados del referendo? Dejemos la telenovela al oficialismo, a la “oposición” y a los medios de comunicación, que es de eso que se ocupan.

El ideólogo de la decadencia ha hecho gala del pensamiento estrambótico, al querer justificar la repostulación, acudiendo a la grotesca interpretación del Convenio de San José, por parte del anterior y actual Tribunal Constitucional, además de decir que no se ha tocado la Constitución, sino que se cumple con el Convenio mencionado; por eso, la repostulación es válida.

¿Quién entiende esta “retórica” torcida y “argumentación” forzada, donde la lógica brilla por su ausencia? Lo que queda claro es, como dice el refrán popular, contra viento y marea el MAS quiere imponer la repostulación del presidente, aunque implique la abolición de la democracia, la violencia estatal contra la voluntad popular, el ingreso ya al proceso político consolidado de la tiranía.

Hay que comprender entonces, no solo la decadencia a la que ha caído la forma de gubernamentalidad clientelar, sino el funcionamiento de la máquina del chantaje, que es la forma de poder conformada. Además de comprender esta obsecuencia por la reelección, contra viento y marea.

La forma de gubernamentalidad clientelar no puede gobernar sin clientelas, sin expandir las redes clientelares; no puede funcionar sino como máquina del chantaje.

Cuando esta estrategia tampoco funciona, que sustituye a la convocatoria perdida del primer periodo, no puede gobernar sin acudir al incremento de la represión, a la expansión intensiva de la violencia, a la conculcación de los derechos y la abolición de la democracia.

Cada vez más se hace visible su núcleo, el núcleo mismo constitutivo del Estado, el Estado de excepción. La marcha efectiva de los pasos que da el Gobierno es ésta, la de la mutación de la forma de gubernamentalidad clientelar en la forma de tiranía, abierta o encubierta.

Los discursos gubernamentales, sus argumentos incongruentes, su retórica torcida, para justificar, su pensamiento estrambótico, solo son el pronunciamiento discursivo de la inercia, que no convence, ni funciona para convencer, menos para argumentar, sino para guardar algo de las apariencias, completamente desnudadas ante comportamientos extravagantes de gobernantes y voceros.

Seguramente, esta gente que ha llegado al Gobierno y considera que lo ha hecho para quedarse eternamente –lo han dicho de distintas maneras, incluso dándole el alcance de 500 años–, se encuentra sorprendida y hasta preocupada cuando sus cimientos se derrumban, cuando ya no pueden, entonces sostenerlos, cuando su edificación política y gubernamental se desmorona, cuando sus ilusiones no tienen referentes que las sustenten.

Pero, les queda la terquedad, la obsecuencia, recurrir a la violencia para quedarse con el objeto oscuro del deseo, el poder; no es este comportamiento algo correspondiente a la voluntad de poder, ni hablar de lo que denominamos, distinguiéndola de la anterior voluntad, voluntad de potencia, sino más bien, es desesperación, pataleos y manotazos de ahogado.

Son los signos del derrumbamiento, así paga el poder a quienes se agazapan en su maquinaria chirriante e indiferente.

Por así decirlo, como si fuera un sujeto, que no lo es, metafóricamente para ilustrar, al poder no le interesa quienes estén sentados en el trono, que es más bien simbólico, lo que le interesa es reproducirse constantemente, de una forma o de otra, de una manera o de otra, o con los que se autodenominan de “izquierda” o los que son calificados de “derecha”.

Lo que importa es que la máquina abstracta de las dominaciones funcione y se reproduzca.