Por qué se vino abajo la poderosa centro-izquierda italiana heredera de la democracia cristiana y del partido comunista

Italia siempre ha tenido una vida política ajetreada, con 64 gobiernos en 70 años de democracia. Durante un tiempo la inestabilidad transalpina fue sólo aparente: desde la Constitución de 1948 hasta el comienzo de los 90, en Roma pasaron muchísimos gobiernos, pero todos protagonizados por un solo gran partido de centro: la Democracia Cristiana. El escándalo político conocido como Tangentopoli acabó en 1992 con el sistema de la posguerra, abriendo una nueva temporada marcada por coaliciones contrapuestas que se alternaron en el Gobierno: el centroderecha de Silvio Berlusconi y el centroizquierda (de Romano Prodi y luego de Pierluigi Bersani y Matteo Renzi). Algo empezó a cambiar en 2013 cuando por primer vez entró en el Parlamento el Movimiento 5 Estrellas (M5S), formación nacida para luchar contra la “casta de los partidos” que por sorpresa cosechó el 25 por ciento en las generales.



El difícil puzzle de las elecciones italianas
GIOVANNI VEGEZZI (ROMA)
24/02/2018
El Economista

Tras dos décadas de alternancia, Roma se topa con un sistema ‘tripolar’ en el que ninguna de las tres coaliciones alcanza el 40% que depara una mayoría parlamentaria.

Italia siempre ha tenido una vida política ajetreada, con 64 gobiernos en 70 años de democracia. Durante un tiempo la inestabilidad transalpina fue sólo aparente: desde la Constitución de 1948 hasta el comienzo de los 90, en Roma pasaron muchísimos gobiernos, pero todos protagonizados por un solo gran partido de centro: la Democracia Cristiana. El escándalo político conocido como Tangentopoli acabó en 1992 con el sistema de la posguerra, abriendo una nueva temporada marcada por coaliciones contrapuestas que se alternaron en el Gobierno: el centroderecha de Silvio Berlusconi y el centroizquierda (de Romano Prodi y luego de Pierluigi Bersani y Matteo Renzi). Algo empezó a cambiar en 2013 cuando por primer vez entró en el Parlamento el Movimiento 5 Estrellas (M5S), formación nacida para luchar contra la “casta de los partidos” que por sorpresa cosechó el 25 por ciento en las generales.

El constante crecimiento de este movimiento antipartidos ha acabado con la alternancia entre las coaliciones consevadoras y progresistas. Ahora Italia ya no tiene un sistema político bipolar, sino tres grandes polos políticos, cada uno con alrededor del 30 por ciento de los votos. Uno de los responsables de esta situación es, sin duda, Matteo Renzi.

Renzi se impuso en la escena política prometiendo “enviar al desguace” la vieja clase dirigente de la izquierda. Tras la victoria a medias de la coalición de centroizquierda en las generales de 2013, el joven líder progresista consiguió arrebatar a Pierluigi Bersani la secretaría general del Partido Demócrata (PD) para luego echar, en 2014, al primer ministro Enrico Letta e instalarse en la Presidencia del Gobierno. Desde aquel entonces, Renzi persiguió el sueño de convertir el sistema italiano en un sistema bipartidista. Las elecciones europeas de 2014 reforzaron su determinación: el PD cosechó su máximo histórico, superando el 40 por ciento, mientras el M5S bajó hasta el 21 por ciento y Berlusconi pareció confirmar su ocaso político con apenas un 16 por ciento de los votos. Renzi así se puso manos a la obra, aprobando una reforma constitucional para reducir los poderes del Senado, entre otros, el de dar o quitar la confianza al Ejecutivo, y obtener más estabilidad de Gobierno. La reforma se acompañaba con una ley electoral mayoritaria: en el proyecto de Renzi el partido ganador, con más del 40 por ciento los votos, habría podido hacerse con la mayoría del Parlamento. El proyecto de un sistema político bipartidista quebró el 4 de diciembre de 2016. El no a la reforma constitucional de Renzi se impuso en el referéndum con más del 60 por ciento y el líder progresista tuvo que dimitir y dejar el puesto a Paolo Gentiloni. Desde entonces, Renzi no ha parado de caer en los sondeos y, de cara a las próximas generales, su partido cosecha en las encuestas una media del 23 por ciento. Además, tiene que competir con Libres e Iguales, la antigua ala socialdemocrata del PD que dejó el partido y roza el 5 por ciento en las encuestas.

Mientras tanto, el Movimiento 5 Estrellas ha afianzado su estrategia política, dejando en segundo plano al fundador, el cómico Beppe Grillo, y nombrando un líder joven y telegénico, aunque sin alguna experiencia política: Luigi Di Maio. Ahora, en las encuestas el M5S goza de una media del 28 por ciento y podría convertirse en el primer partido del Parlamento, aunque su decisión de no sellar alianzas le dejaría fuera del Gobierno.

Italia no se habría vuelto tripolar sin la inesperada resurrección de Silvio Berlusconi. El magnate conservador tuvo que abandonar el Parlamento en 2013, inhabilitado para ejercer cargos públicos tras una condena definitiva por fraude fiscal. Pero la derrota de Renzi en el referéndum constitucional le ha revitalizado y ahora Berlusconi está protagonizando su séptima campaña electoral como líder del centroderecha. El resultado de su partido, Forza Italia (un 18 por ciento en media) está lejos de los éxitos del pasado. Pero el magnate se impone igualmente como el amo de la próxima legislatura, gracias a una coalición con la derecha de Matteo Salvini (Liga Norte, 15 por ciento en las encuestas) y Giorgia Meloni (Hermanos de Italia, 5 por ciento) que lidera los sondeos, con un 38 por ciento.

La nueva ley electoral, aprobada tras la derrota del referéndum constitucional, beneficia a la coalición más votada: la alianza de partidos que alcanzará el 40 por ciento se hará con la mayoría de los escaños del Parlamento. Cuando falta una semana para las generales, la situación es muy incierta: los indecisos son el 30 por ciento y pueden cambiar los resultados en los últimos días.

Bloqueo postelectoral
Según las ultimas encuestas (que se publicaron dos semanas antes de los comicios, como prevé la ley transalpina) el centroderecha no conseguirá llegar al 40 por ciento. De esta manera el resultado de las elecciones será un Parlamento colgado. Según la mayoría de analistas, la hipótesis más probable es que tras las elecciones se forme un Gobierno de amplia coalición entre Forza Italia y el PD. Pero, ya que el partido de Renzi sigue cayendo en los sondeos, el acuerdo se extendería también a los pequeños partidos de centro como Noi con l’Italia (que se presenta en la coalición de centroderecha) y Civica Popolare (centroizquierda) además de otras pequeñas formaciones progresistas (Insieme, de ambientalistas y socialistas) y liberales (+Europa, de la excomisaria Emma Bonino). Un alianza amplia e inestable que recuerda mucho al sistema italiano de la posguerra. Es como si la Democracia Cristiana (DC) no se hubiera ido nunca: de hecho, mientras Berlusconi tiene el apoyo de los populares europeos, el progresista Renzi empezó su militancia política en el Partito Popolare Italiano, el heredero del ala progresista de la DC. Al fin y al cabo, Forza Italia y PD juntos podrían representar, tras las próximas elecciones, el centro de un sistema político complejo pero en el fondo estable, muy parecido al que gobernó Italia durante casi 50 años.