28.02.2018 23:31
La cuestión marítima
Raúl Prada Alcoreza
La pérdida del Litoral ha afectado profundamente a lo que podemos considerar, a pesar de su generalización, la subjetividad de un pueblo, a lo largo de lo viene de lo que se nombra como historia nacional, desde la guerra del Pacífico. Claro que también se puede decir que ha afectado al desenvolvimiento de la economía nacional, así como a los despliegues sociales a lo largo de esas temporalidades agrupadas en la narrativa histórica. En el mismo marco de lo que fue la política de reivindicación marítima de los gobiernos bolivianos, es decir, partiendo del Tratado de 1904, el gobierno de Evo Morales Ayma ha logrado lo que otros gobiernos anteriores no pudieron, el reconocimiento del problema por parte del Tribunal de la Haya. Ciertamente, indiscutiblemente, esta es una victoria política diplomática nacional. También no se puede poner en cuestión la unidad del pueblo y de la sociedad boliviana en torno a este tema no resuelto, a pesar del Tratado de 1904, por cierto, discutible. En este tema no hay donde perderse. El expresidente Carlos Mesa diferencia entre política de Estado y problemas políticos internos; esta aseveración parece estar en lo correcto, mejor dicho, quizás, en lo adecuado. Sin embargo, de todas maneras, es indispensable reflexionar sobre la problemática, como pueblo y pueblos de Bolivia, también como pueblos del continente de Abya Yala; concretamente desde la perspectiva de la añorada Patria Grande. Vamos a intentar proponer algunos temas o ejes para una reflexión colectiva, recogiendo lo que planteamos en Geopolítica regional y en El presente aterido al pasado[1].
Parece que el primer punto de la reflexión tiene que ver con las circunstancias y condiciones histórico-políticas-económicas de la guerra del Pacífico; el segundo punto tiene que ver con el Tratado de 1904, firmado por el gobierno liberal de entonces. Y el tercer punto parece tener que ver con la recuperación territorial marítima, territorio perdido en la guerra mencionada. Este punto nos lleva al cuarto, que tiene que ver con la integración no solamente de los países, sino de los pueblos y las sociedades en aras de la Patria grande.
Empecemos con el primer punto. Para no hacerlo largo, recogiendo la interpretación de Geopolítica regional, mantenemos la hipótesis de que la guerra del Pacífico ya comenzó en la guerra de la Confederación boliviano-peruana, donde las burguesías porteñas de Santiago y Lima se opusieron al parcial proyecto de la Patria Grande, heredado desde las guerras de la independencia. Concretamente, se opusieron a un proyecto endógeno, el de la sierra boliviana y peruana, al que se le puede adjuntar el proyecto endógeno de la nación mapuche. Estas burguesías apostaron por el mercado mundial, incluyendo, después a la propia burguesía minera boliviana. Por eso ésta impulsó la firma del Tratado de 1904. Se ha nombrado a la guerra del Pacífico como guerra del guano y el salitre; enunciado que alumbra sobre la cuestión económica de estos recursos naturales, que requería el desarrollo del capitalismo mundial de entonces. Sin embargo, no se puede reducir la guerra a solo una cuestión económica; esto es caer en el determinismo economicista, criticado por nosotros. El caso de O’Higgins, un general cercano al mariscal Andrés de Santa Cruz, sobre todo, en lo que respecta a la herencia del proyecto de la Patria Grande, es aleccionador.
En Geopolítica regional dijimos que la guerra de la Confederación boliviana-peruana es parte de las guerras entre los proyectos del interior del continente y los proyectos de las burguesías portuarias, si se quiere entre las guerras de los proyectos endógenos y los proyectos exógenos. Todas estas guerras las ganaron las burguesías portuarias; entonces, el destino del continente, por así decirlo quedó sellado. La guerra del pacífico no corresponde a este enfrentamiento entre los proyectos del interior y los proyectos portuarios, sino parece tratarse de una guerra entre tres burguesías liberales que pugnaban por controlar la vinculación con el mercado internacional; por lo tanto, aceptando la condición subsidiaria a la hegemonía capitalista de entonces. Sin embargo, esta guerra no se puede entender sin los desenlaces de la guerra de la Confederación.
Se conocen los desenlaces de la guerra del Pacífico. Bolivia y Perú son derrotados por Chile. Empero, lo que llama la atención es la premura de las burguesías liberales por firmar los tratados de paz, en las condiciones que impone el Estado vencedor. Todo parece mostrar que las tres burguesías nacionales están más interesadas en garantizar la vinculación con el mercado internacional para la exportación de las materias primas. En otras palabras, para decirlo en lenguaje conocido, los pueblos de los tres países fueron empujados a la guerra por sus burguesías para disputar el control geopolítico de las materias primas y el control de la salida de las exportaciones al mercado mundial.
Por otra parte, un dato que no hay que olvidar es que el Estado de Chile comenzó antes la guerra contra la nación mapuche, reconocida por la Corona española, una vez que ésta perdió la guerra contra la Confederación de pueblos mapuches. El Estado de Chile no podía empezar la guerra del Pacífico sin antes resolver el problema de la nación mapuche al sur de Santiago. Otro dato, anexo al anterior, es que los tres Estado-nación se construyeron contra las naciones y pueblos indígenas. Era algo en lo que estaban de acuerdo sus burguesías liberales. En consecuencia, el desenlace de la guerra del Pacífico como que cerraba las puertas, por lo menos, perentoriamente, en un lapso de tiempo, a la cuestión indígena, en beneficio de las oligarquías criollas.
Al respecto, hay dos cosas que llaman la atención. El ejército boliviano pelea un año, en tanto que el ejército peruano se extiende tres años peleando, sobre todo, empujado por la aguerrida actitud de oficiales mestizos, que desataron en la sierra una guerra indígena contra el ejército invasor. Sin embargo, la burguesía portuaria limeña se apresuró a boicotear esta guerra popular, incluso impulsar la victoria del ejército invasor. En el caso boliviano llama la atención que ante una pérdida semejante no se continúe la guerra, pues se trataba de una cuestión crucial. Como en otros casos, se cedió territorio por ferrocarriles. Estos apuntes son importantes al momento de analizar esta guerra fratricida, sobre todo, ahora, cuando los pueblos de los tres países se debaten ante la imposición de proyectos económicos extractivistas, coloniales, del capitalismo dependiente.
Para un país como Bolivia, que ha perdido más de la mitad del territorio con el que nació, la cuestión marítima, por sus características, es una cuestión fundamental. No puede renunciar a una salida al mar, como se dice comúnmente. Es inocuo aceptar la tesis de la burguesía chilena o del ejército chileno, que dice que no se cede un milímetro del territorio soberano. En una larga y extensa costa, que ha sido cedida a trasnacionales, en contra de los pueblos portuarios y pescadores, no es sostenible que no se pueda resolver el diferendo con Bolivia. Eso lo sabe el pueblo chileno, sobre el pueblo que no ha renunciado a la Patria Grande. Si la guerra del Pacífico ha sido empujada por los intereses de las burguesías primario exportadoras y el imperialismo británico, ahora, en pleno inicio del siglo XXI, los tres pueblos involucrados no pueden dejarse manipular por sus gobiernos, que están interesados en seguir disputando el control geopolítico regional de las materias primas. Es menester encarar la cuestión como pueblos, en la perspectiva de la integración de la Patria Grande.
El último punto anotado es éste, el de la Patria Grande. Al respecto, no hay donde perderse. En plena crisis del sistema-mundo capitalista, cuyas transiciones de clausura pasan por la formación y concurrencia de bloques, es indispensable conformar un bloque continental de los pueblos y las sociedades del continente de Abya Yala. El objetivo primordial es este, en lo que respecta a las tareas histórico-políticas-geográficas de la coyuntura.
Conclusiones
Es indispensable que los pueblos se unan en lo que respecta a la resolución de problemas y diferendos pendientes. Que resuelvan como pueblos, incluso sobre las políticas de Estado, pues las políticas de los pueblos van más allá de las políticas de Estado; tienen que ver con proyecciones de la potencia social, es decir, con la potencia creativa de la vida.
Es conveniente una reflexión colectiva entre los pueblos y sociedades sobre los problemas pendientes, heredados por las historias dramáticas de los países.
No olvidar que los Estado-nación se construyeron sobre cementerios indígenas y en contra de las naciones y pueblos indígenas; en consecuencia, que no hay futuro o, mejor dicho, porvenir, sino se enmienda este origen colonial.
Las sociedades y pueblos del continente, que han abierto la caja de pandora, llamada modernidad, después de la conquista de Tenochtitlan, tienen que cerrar esta caja; convocar al mundo, ante la gravedad de la crisis ecológica desatada por el sistema-mundo capitalista y la civilización moderna, a la conformación de la Confederación de pueblos del mundo, cuya tarea primordial es reinsertar a las sociedades humanas a los ciclos vitales del planeta.
[1] Ver Geopolítica regional y El presente aterido al pasado.
https://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/geopol__tica_regional.
https://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/el_presente_aterido_al_pasado_2_a80013d4608129.
Leer más: https://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/la-cuestion-maritima/#.Wpd-q9dUvR8.facebook