María Teresa Blandón: “Ortega es emblemático de la cultura machista”
María Teresa Blandón, catedrática de máster de Género y directora de una ONG, analiza la “pandemia de femicidios” que azota a Nicaragua
Fabrice Le Lous 04/03/2018
La Prensa
Nicaragua vive una plaga de femicidios. Solo en los últimos días tres cadáveres de mujeres han sido encontrados en Estelí, el departamento al norte del país. El cuerpo de una de ellas, una niña de 12 años, fue descubierto al fondo de un pozo, amarrado y en estado de descomposición. La Policía reveló que antes de asesinada fue violada y macheteada por dos hombres veinteañeros.
Para María Teresa Blandón, socióloga y máster en Género y Desarrollo, esta ola de femicidios no se detendrá. “El abuso sexual en este país es una pandemia”, dice, y señala al Estado por no tomar en serio el problema, y a Daniel Ortega por ser un símbolo del “entramado machista, misógino, agresivo”.
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Blandón es profesora universitaria de dos másteres, directora de una oenegé feminista que busca la equidad de género y la construcción de una mejor sociedad nicaragüense, y es miembro del Movimiento Feminista del país. En esta entrevista, la experta analiza los femicidios, las razones por las que un hombre mata a una mujer y la aparente negligencia de los hacedores de leyes y las autoridades.
¿Son imparables los femicidios en Nicaragua?
Sí. En Nicaragua y en cualquier parte de mundo. Son imparables porque hay un caldo de cultivo que los fomenta. Y está en la cultura, en los medios de comunicación, en los discursos de los fanáticos religiosos, y está instalado en el Estado. Hay un discurso, unas ideas de lo masculino y lo femenino muy atrasadas, muy jerárquicas. El macho que se precia de tal tiene que hacer una exhibición de poderío. Eso está en todas partes y no es nuevo. Lo que pasa es que no hemos hecho nada o casi nada para erradicarlo. Se siguen repitiendo ad infinitum esas ideas del macho dominante, agresivo, bochinchero, vocinglero, piropeador, acosador. Y además porque estos comportamientos machistas han quedado en la impunidad, en el silencio. Cuando esto pasa no podemos prever que vamos a reducir ni el femicidio ni otras formas de violencia. El abuso sexual en este país es una pandemia.
¿Esto es algo propio de Nicaragua o es regional?
No, no, no. Si vos mirás el resto de Centroamérica, es igual. Y en algunos caso peor, tenemos que admitir. Acabo de regresar de Honduras, de un encuentro nacional. Cerraron el 2017 con casi 400 mujeres asesinadas. El Triángulo Norte, Guatemala-El Salvador-Honduras, son de los países que tienen las tasas de femicidio más altas del mundo. El tema de esta cultura machista está en las raíces de las sociedades latinoamericanas desde la Colonia hasta nuestros días.
¿Todos los hombres traen esa, digamos, mala semilla de la violencia machista?
No, porque no es como decía San Francisco de Asís, que los hombres tienen mala levadura. No. Es porque hay hombres que crecieron en estos ambientes. Hay hombres que fueron educados para ejercer un poder abusivo sin límites. Es decir, el ambiente familiar, las ideas religiosas, los ambientes de socialización fueron ambientes profundamente machistas y sexistas, entonces aprendieron una determinada manera de ser hombres, y aprendieron a ver a las mujeres de una manera grotesca. Internalizaron este desprecio por lo femenino. Un desprecio que es ambiguo, porque por el otro lado, son estos mismos hombres los que no pueden vivir sin una mujer, no pueden vivir solos, se deprimen cuando una mujer los deja, cuando ya no quiere estar con ellos. Son hombres que no saben bregar con su vulnerabilidad, con el reconocimiento de sus necesidades o de sus dependencias, y que se sienten avergonzados de ser así, entonces para tapar esa vergüenza, que desdice la imagen del macho poderoso, agreden a las mujeres. Es una especie de máscara que los hace sentirse poderosos. Pero no todos los hombres hacen eso. Por supuesto no todos los hombres llegan a ese nivel.
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¿Los que matan por sentirse humillados son hombres que no pueden manejar sus impulsos, como los animales?
Pueden. Son pobres hombres, eso sí, pero pueden. Todos los seres humanos tenemos la posibilidad de controlar los impulsos. El tema es que si no nos enseñaron a hacerlo, entonces no vamos a poder hacerlo. No es que a las mujeres no nos dé ganas de abofetear a más de un hombre en la vida. Te puedo asegurar que yo puedo pasar un día queriendo abofetear por lo menos a uno. Pero yo, en tanto mujer, nunca tuve el permiso social para golpear a un hombre. Los hombres sí han tenido permiso de la sociedad para golpear a las mujeres. Entonces no se sienten en la necesidad de controlarse. Desde el nivel más chiquito hasta el más grande. Si han tenido permiso de decirle a una mujer en la calle cualquier cosa sobre su cuerpo, ¿por qué se van a contener? Si tienen ganas de hacerlo lo hacen y punto. Si les dijeron que van a una discoteca y ven a una muchacha muy sexy, eso es suficiente permiso para abordarla, hostigarla, acosarla, ¿por qué se van a abstener? Si les dijeron que el “no” de una mujer no vale, que a las mujeres no hay que creerles, que ella dijo que no, pero en el fondo sí quería, ¿por qué se van a abstener de violarlas?
¿Y matarla?
Ese es el último nivel. Lo que yo llamo la condena final, el femicidio. Este ya es otro nivel, porque no ocurre de primas a primeras. Para que ocurra un femicidio antes tuvo que cruzarse un largo camino, en el que ese hombre fue perdiendo empatía, fue perdiendo sensibilidad, en el que ese hombre fue acentuando un desprecio por la vida de la otra. Para poder matarla tuvo que haberla deshumanizado. Esa mujer ya no era persona para ese hombre. Es un proceso largo, no es un impulso.
¿Se puede prevenir el femicidio?
¡Claro! Claro que se puede prevenir. Son imparables porque esta realidad que te estoy diagnosticando no ha cambiado. Hay que tener una mirada histórica. El problema de la violencia machista es un problema histórico, no es un problema nuevo. Las organizaciones de mujeres siempre hemos interpelado a los actores de la sociedad porque no lo han asumido con la gravedad que este problema tiene, que es un problema de toda la sociedad, no solo de las mujeres. Pero claro, resulta que en los últimos han ido aumentándose las formas más crueles, horrendas de violencia contra las mujeres: el femicidio. Entonces pareciera que antes la gente no se asustó, el Estado no se preocupó. La violencia contra las mujeres es un continuum. Sabemos cuáles son las señas por las que empieza, pero se van alimentando.
Identificar a un posible femicida
Para María Teresa Blandón no es sencillo crear un perfil de femicida en potencia, pero algunos rasgos, afirma, son propios de hombres abusadores y agresores. “Un agresor eventualmente se puede convertir en un femicida”, añade.
—Le grita por todo a su pareja
—Controla por todo a su pareja
—Le saca en cara cualquier situación
—Se pone iracundo por cualquier cosa
—Se pelea permanentemente con otros hombres
—Tiene cero capacidad de diálogo y negociación
—Quiere resolverlo todo rápido con gritos e insultos
María Teresa Blandón, socióloga, catedrática y directora de la oenegé Programa Feminista La Corriente. LA PRENSA / Óscar Navarrete
María Teresa Blandón, socióloga, catedrática y directora de la oenegé Programa Feminista La Corriente. LA PRENSA / Óscar Navarrete
¿El Gobierno ha hecho algo para parar esto o es indiferente?
En los últimos 11 años nos hemos indignado de manera particular porque lo poco que habíamos alcanzado durante los años 90 y los 2000, se ha desmontado. Comenzó el gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo, y lo que nos alarma es que el Estado, en vez de fortalecer lo que ya se había creado para la sanción… Sobre todo para la sanción, porque el Estado ha hecho muy poco para prevenir. Ha sido más una tarea que hemos asumido las organizaciones de mujeres. Pero el Estado, en su responsabilidad de sancionar a los agresores y así reducir la impunidad, ha fallado. Y en los últimos 11 años no solo ha fallado sino que ha retrocedido.
¿Cómo ha retrocedido?
Desarmó las Comisarías de la Mujer, reformó la Ley 779. Primero la aprobó y después la reformó para debilitarla. Confrontarse con las organizaciones de mujeres y destruirlas…
¿Por qué reformó la Ley 779 y la debilitó después de aprobarla?
Yo creo que hay varias razones, pero la más importante es que para este gobierno la violencia contra las mujeres no es una prioridad. No ha sido una prioridad. Por alguna razón el señor Daniel Ortega… Bueno, por alguna razón que todos conocemos, el señor Ortega y la señora Murillo no han considerado en su agenda política el derecho de las niñas y las mujeres a vivir libres de violencia como una prioridad.
¿Cuál es esa razón?
Pues la razón es que ellos son personas que han estado vergonzosamente involucradas en situaciones graves de violencia contra niñas.
¿El caso de Zoilamérica?
El caso de Zoilamérica, el caso de otras dos muchachas que han denunciado a Daniel Ortega. Habla claramente de una persona que forma parte de ese entramado machista, misógino, agresivo, que es esta masculinidad dominante. Él sería un buen hijo de esta cultura o una persona emblemática de esta cultura machista. Eso es un tema personal. Pero no se puede distanciar de cómo hacemos política. Hacemos política desde lo que somos, desde lo que creemos. No somos padres, esposos, ciudadanos equis, y aquí somos presidentes; no. Somos la misma persona. Pero lo mismo podría decirse de doña Rosario. Ella está atrapada en esta maraña de los abusos masculinos sobre los cuerpos de las mujeres. Entonces no tienen una comprensión clara de este problema. Esta es una dimensión. Y la otra es la alianza entre poderes legales y poderes fácticos. Hubo sectores muy conservadores de la sociedad nicaragüense que se opusieron a la Ley 779. Y que incluso llegaron al colmo de acusar a la Ley 779 de estar dividiendo a la familia. Esto fue por ejemplo lo que dijo monseñor Abelardo Mata cuando incluso se atrevió a decir que la Ley 779 era el nuevo número de la bestia. Pero lo mismo dijo el presidente de la Asamblea de Dios. Declaraciones contrarias también dio Saturnino Cerrato. Los grupos religiosos más conservadores se opusieron a esta legislación que pretendía establecer claras definiciones sobre las causas de la violencia y claras responsabilidades por parte del Estado. El Gobierno frente a esa oposición retrocedió fácilmente colocando los cuerpos de las mujeres como un objeto de cambio, como una moneda de negociación política. Llegaron al extremo de reformar una ley seis meses después de haberla aprobado. Ahora en la Policía no les quieren recibir la denuncia a las víctimas, se han pervertido todas las estadísticas, las estadísticas de la Policía Nacional han perdido toda la credibilidad. Esto es un desastre total. La situación es alarmante.
¿Nicaragua no tiene esperanza para el problema de la violencia machista?
En el Estado no tenemos esperanza. No tenemos confianza ni podemos esperar nada diferente con el gobierno de Daniel Ortega. Tampoco creemos en la clase política que tiene representación en el parlamento. Sí tenemos esperanzas en las organizaciones de mujeres, en jóvenes que están tomando conciencia, en medios de comunicación independientes que sí están asumiendo la responsabilidad que les corresponde, en algunos líderes religiosos que han mostrado preocupación, aunque se salvan pocos, porque para las jerarquías católicas y evangélicas este problema no es abordado todavía con la seriedad que debería. Tenemos esperanza en que los ciudadanos comunes y corrientes y los ciudadanos que tenemos una grabadora y un lugar para expresarnos, sí podamos ser sensibles y hacer la tarea que nos corresponde.
¿En cuanto a la comunicación y divulgación que hacen medios y oenegés, el mensaje está llegando donde debe llegar para ser efectivo y frenar el problema?
Mirá, no es suficiente. Nada de lo que hagamos es suficiente y nada de lo que hemos hecho es suficiente. En realidad quienes no hemos dejado de trabajar en la prevención de la violencia, somos las organizaciones de mujeres, pero nada de lo que hagamos es suficiente, porque el machismo está en las raíces de esta sociedad. Entonces mucho hay que hacer. El Estado no es el único responsable pero el Estado tiene la Ley. Tiene los recursos públicos. Tiene la enseñanza pública. Y el Estado no está haciendo nada para abordar esta problemática. ¿Entonces qué debemos hacer los ciudadanos y las ciudadanas conscientes? Es saber que no contamos con el Estado para enfrentar la violencia machista en sus distintas expresiones, entonces tenemos que hacer más. Los medios de comunicación tienen que hacer más, los líderes religiosos tienen que hacer más, las escuelas y colegios privados tienen que hacer muchísimos más para frenar esta ola de violencia. Los periodistas como vos tienen que hacer mucho más. Esto no puede ser una nota esporádica. Esto no puede ser un reportaje de un domingo por el 8 de marzo. Esto tiene que ser parte de una agenda permanente en todos los medios de comunicación.
Cambiando de tema, Nicaragua posee el segundo lugar en América Latina en embarazos adolescentes…
¡Esa es una barbaridad!
¿La mayoría de casos son violaciones?
¡Todos los casos! Todos los casos son violaciones. La Ley dice, el Código Penal, que no se puede presumir consentimiento cuando se trata de una menor de edad. Incluso recurriendo a las estadísticas del Minsa (Ministerio de Salud), cada año 1,600 niñas de entre 10 y 14 años son embarazadas. Esas niñas fueron víctimas de violación. Todas. Y esas son las niñas que llegan al sistema de salud. Porque sabemos que hay otras que no llegan al sistema. ¿Entonces de qué estamos hablando? De que el Estado es cómplice. Porque lo primero que tendría que hacer el Minsa cuando atiende a una niña embarazada es investigar quién la violó. Reportar inmediatamente a la Policía Nacional y la Policía tiene que investigar de oficio.
¿Y aquí qué se hace en vez de eso?
Se llevan a las niñas a las casas maternas, las tratan como si fueran madres normales, las tienen dos meses en las casas y se aseguran del buen desarrollo del feto como si fuera un embarazo normal. ¡Es una barbaridad! Estamos hablando de miles de hombres que están abusando de niñas, primero, y luego de un Estado que está naturalizando la violación y el embarazo producto de la violación y el embarazo después de esa violación. Después esas niñas regresan a su casa. Después esas niñas dejan de estudiar porque tienen que cuidar a su criatura. Después sufren otras formas de violencia y normalmente ya una vez con un hijo, teniendo 12, 13, 14 años, la única opción que les queda es esperar a un hombre para que se haga cargo de ellas y las vuelva a embarazar. Esto ya se ha denunciado a la Corte Interamericana de Justicia, pero el Estado es ciego a esta tragedia.
Plano personal
María Teresa Blandón Gadea, de 56 años, nació en Matagalpa.
Es socióloga y tiene una maestría en Género y Desarrollo.
Dirige una oenegé llamada Programa Feminista La Corriente, es miembro del Movimiento Feminista de Nicaragua, es catedrática de maestría en la Universidad Centroamericana de Nicaragua y también en una facultad de Barcelona.
Cuando tiene tiempo libre, que no es mucho, asegura, le encanta leer y ver películas.
En literatura sus ídolos son Herta Müller, George Orwell, Clarice Lispector y Marguerite Yourcenar.
En el cine le gustan particularmente las películas del director Steven Spielberg o las que tienen al actor Ricardo Darín.
Le encanta la producción musical de Joan Manuel Serrat, Paco Ibáñez, Silvio Rodríguez, Eugenia León y Chavela Vargas.