Raúl Zibechi
9 abril 2018
Autogestionar la salud para salvar la vida
Desinformémonos
Puede establecerse un paralelismo entre los efectos del cambio climático y los graves problemas sanitarios que padece la humanidad, como la resistencia a los antibióticos que se resume en la aparición de superbacterias que provocan cientos de miles de muertos, en particular a través de infecciones intrahospitalarias.
Los datos disponibles no coinciden. Algunas fuentes aseguran que en Europa se producen cuatro millones de infecciones intrahospitalarias o nosocomiales, la mayoría urinarias, respiratorias y sanguíneas. En el viejo continente habría 37.000 muertos cada año por esta razón, mientras en Estados Unidos habría unos 70.000 muertos por la misma causa.
“La situación es tan grave que las autoridades del Reino Unido alertaron hace unos meses de que nos enfrentamos a un riesgo mayor que el terrorismo: si no se desarrollan nuevos bactericidas eficaces, los microbios podrían llevarnos de vuelta al siglo XIX, cuando las infecciones campaban a sus anchas” (goo.gl/ete5XP).
Sin embargo, otras fuentes hablan de 23.000 muertos en Estados Unidos y de 25.000 en Europa, diferencias que avalan la idea de incertidumbre ante la crisis sanitaria por los antibióticos.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) sostiene que durante décadas hubo un mal uso de los antibióticos para tratar enfermedades como gripes y resfriados, que realmente no los necesitan, pero que los médicos recetan porque forman parte del negocio de la industria farmacéutica. Según The New Times, “La tasa a la que han surgido nuevas cepas de bacterias resistentes a los medicamentos en años recientes, promovida por el uso excesivo de antibióticos tanto en humanos como en ganado, aterroriza a los expertos en salud pública”.
Más aún, la subdirectora de la OMS, Marie-Paule Kieny, “si lo dejamos solo a los dictados del mercado, los nuevos antibióticos que necesitamos con más urgencia no serán desarrollados a tiempo” (goo.gl/xcfBHR). La situación es tan crítica para los expertos, que Inglaterra ha propuesto dar “premios” de mil millones de dólares por cualquier nueva familia de antibióticos descubierta.
En este punto, es necesario considerar que los sistemas de salud están dominados por las multinacionales farmacéuticas, por lo que de ese ámbito es inútil esperar soluciones de fondo a problemas estructurales que afectan, en particular, a los sectores populares del mundo.
Una de las tareas que están abordando los movimientos antisistémicos es el cuidado de la salud, en los espacios y territorios propios, sin la necesidad de depender del sistema estatal o privado de salud. Además de estar profundamente mercantilizada, el sistema de salud resulta humillante para las mayorías negras, indias y mestizas, para los pobres de nuestro continente. Médicos, enfermeras y otros especialistas integran las clases medias o medio-altas, urbanas, consumistas, sólidamente integradas al sistema. ¿Porqué habría de preocuparles la salud de los pobres que, además, no les ofrecen ganancias ni se inclinan ante las jerarquías hospitalarias?
En casi todos los países de América Latina, los movimientos están recuperando los saberes curativos de las y los mayores. Así vemos cómo los negros de Colombia y de Brasil utilizan la herbolaria tradicional, las curaciones en base a masajes y cuidados integrales, del cuerpo y del espíritu, sin rechazar dogmáticamente los saberes occidentales.
Las comunidades zapatistas son seguramente el mejor ejemplo. En cada comunidad, por pequeña que sea, hay una sala de salud con cuatro saberes que se complementan: yuyeras, parteras, hueseras y las pastillas de la medicina de las pastillas. Las clínicas en los municipios y los hospitales en las regiones, completan un sistema de salud controlado por las comunidades.
Si no nos esforzamos por sostener nuestra salud, individual y colectivamente, en pocos años nuestros pueblos serán diezmados por enfermedades y plagas, como lo fueron los pueblos originarios ante la llegada de los virus que traían los conquistadores. Nadie lo va a hacer en nuestro lugar. Confiar en el sistema estatal de salud para curarnos, es tan ingenuo como esperar justicia de los jueces del sistema o esperar protección de militares y policías. Dicho de otro modo: la salud es demasiado importante como para dejarla en manos de los médicos del sistema y de sus farmacéuticas.