Horizontes comunitario-populares. Producción de lo común más allá de las políticas estado-céntricas
Raquel Gutiérrez Aguilar
traficantes de sueños
mapas
A manera de introducción 13
1. Insubordinación, antagonismo y lucha en
América Latina 17
La noción de «movimiento social»:
breves reflexiones críticas 17
Conocer las luchas desde las luchas mismas 21
Horizontes políticos que brotan desde las luchas
contemporáneas: aproximaciones esquemáticas 34
2. Los ritmos del Pachakuti. Breves reflexiones en torno
a cómo conocemos las luchas emancipatorias y a su
relación con la política de la autonomía 41
3. Políticas en femenino: transformaciones y
subversiones no centradas en el estado 67
Lógicas de producción de lo común: el contenido de
la política en femenino 73
Estados plurinacionales y heterogéneos esfuerzos de
producción-defensa-reproducción de lo común 80
Conclusión 84
4. ¿Puede ser fértil la noción de «(re)formismo desde
abajo»? Reflexiones desde algunas experiencias de
lucha en Venezuela 87
Algunos hilos de la historia venezolana reciente 91
A manera de conclusión 108
5. Más allá de la «capacidad de veto»: el difícil camino
de la producción y la reproducción de lo común 113
La capacidad de veto desplegada abrió paso a un
horizonte renovado de reapropiación
de la riqueza social 113
Índice
El horizonte de la reapropiación de la riqueza 118
Lógicas de producción de lo común más allá-contra
y más allá del capital y tensiones sistemáticas entre
dos formas políticas contradictorias: la liberal y
la comunitaria 122
Las políticas de lo común abren horizontes de
reapropiación colectiva de la riqueza social 127
6. Pachakuti, libertad y autogobierno 129
Algunas distinciones de Arendt sobre
los contenidos de la revolución 129
¿Podemos pensar la revolución y
lo político bajo otras claves? 133
¿Qué distinciones clásicas son pertinentes a la
hora de pensar, nuevamente, las posibilidades de
transformación política? 137
Bosquejando una conclusión 145
Bibliografía 151
(No hemos traído aquí la Bibliografía, que puede verse en: https://www.traficantes.net/sites/default/files/pdfs/Horizontes%20comunitario-populares_Traficantes%20de%20Sue%C3%B1os.pdf )
13
Horizontes comunitario-populares. Producción de lo común
más allá de las políticas estado-céntricas reúne diversos
artículos que escribí entre 2011 y 2015 sobre temáticas
enlazadas que comparten la preocupación por entender
las formas de la política y lo político que se practican y
piensan desde abajo, y que se visibilizan tanto en los momentos
más enérgicos de la lucha social como en los cotidianos
esfuerzos por sostener material y simbólicamente
la reproducción de la vida social. La problemática que
subyace a todos los textos es la interrogante sobre las potentes
posibilidades de transformación política, económica
y social bajo un horizonte comunitario-popular que se
insinuaron en América Latina a comienzos del siglo XXI y
que se han visto empantanadas por la sistemática política
de «construcción de Estado» impulsada por los gobiernos
progresistas. Estos han relanzado formas renovadas de
acumulación de capital en casi todo el continente.
Considero que es valiosa su publicación en un solo
volumen aunque casi todos los artículos han aparecido
en revistas y libros especializados porque, al integrarse
como capítulos de un solo trabajo, los argumentos desarrollados
no sólo se refuerzan entre sí sino que exhiben,
también, aspectos de las dificultades propias del trabajo
del investigador social comprometido con los esfuerzos
de lucha comunitaria y popular en nuestro continente.
se permite la copia ©
A manera de
introducción
Horizontes popular-comunitarios
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14
Tales dificultades son, cuando menos, de dos clases. En
primer lugar, están los problemas con los que se confronta
la propia práctica política desde abajo: límites legales y
procedimentales que se imponen sobre las propias luchas
y las debilitan y confunden, dificultades para formular y
expresar con claridad los contenidos y aspiraciones más
profundos que se despliegan durante la confrontación, etcétera.
Según la perspectiva teórica que sostengo en estas
páginas, es muy valioso registrar y analizar sistemáticamente
no sólo los alcances sino también las mencionadas
dificultades, pues a través de ellas se iluminan rasgos de
una política no estado-céntrica cuya clarificación actual
es hoy urgente. En segundo lugar, encontramos las complicaciones
del sentido común —académico y general—
que una y otra vez atrapan la mirada crítica, sujetándola
a perspectivas y a cánones argumentales que limitan la
comprensión de las más filosas impugnaciones al orden
liberal del capital lanzadas desde las experiencias de lucha
estudiadas. Es frecuente que importantes claves de
intelección de los más potentes y duros esfuerzos por
transformar las relaciones sociales, económicas y políticas
desde distintos flancos queden ocultos bajo capas de olvido
organizadas desde perspectivas estado-céntricas.
Ambos problemas, al combinarse, suelen reinstalar
un conjunto de disyunciones excluyentes que, a mi juicio,
esterilizan tanto el debate teórico y político como su eventual
contribución al despliegue de las luchas en marcha.
Una de tales disyunciones excluyentes es la que se abre
cuando aparece la polémica sobre el peligro de «participar»
en las instituciones políticas formales, esto es, cuando
las propias luchas han empujado hacia la apertura de
instancias políticas formales, el debate queda sesgado por
la disyunción entre incorporarse a ellas o no hacerlo o, en
términos esquemáticos de estrategia política, en la clave
«participar o no participar» en procesos electorales.
La posición que he sostenido tanto en mi propia práctica
política como en la reflexión teórica consiste en reivindicar,
una y otra vez, la importancia de que muchos de
quienes nos comprometemos en y con las luchas nos mantengamos
fuera de las instituciones de gobierno y, desde
Introducción 15
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ahí, hagamos un esfuerzo por pensar la ampliación de las
posibilidades de transformación radical de lo existente.
Sin embargo, me hago cargo, también, del hecho de que
casi siempre, cuando los flujos de insubordinación y lucha
social alcanzan cierta fuerza, por lo general surgen voces
que se deciden a ensayar la vía electoral y a participar en
la esclerótica madeja institucional. Es justo ahí donde se
suele instalar una contraposición excluyente entre unos
y otros que únicamente alimenta la distancia y con frecuencia
desdibuja la fuerza alcanzada: unos quedan atrapados
en elegantes jaulas legales e institucionales en las
cuales sus movimientos quedan constreñidos; los otros,
fuera de tales jaulas, quedamos con una amarga sensación
de expropiación de lo que había sido posible construir en
conjunto. Se vuelve cada vez más difícil, cuando no imposible,
cultivar la cercanía y, más bien, se pasa únicamente
a gestionar la distancia o a fijar la ruptura.
¿Es posible aportar a la reflexión y al debate, haciéndose
simultáneamente cargo del lugar autónomo que se
reivindica, se autoproduce y se cuida, sin dejarse atrapar
por la trampa de la contraposición excluyente con otros
que deciden hacer otra cosa? ¿Les interesará a esos otros
escuchar? En todo caso, indagar en tales posibilidades y
aprender de ellas todo lo posible es el afán que estructura
como eje analítico los artículos de este volumen. Presentarlo
y discutirlo en el Estado español es una apuesta.
En este trabajo, para alcanzar el propósito expuesto,
pensando siempre desde las luchas contemporáneas más
enérgicas de América Latina realizo dos ejercicios: indago
en variados y heterogéneos esfuerzos que desde diversos
entramados comunitarios se han hecho para transformar
las relaciones sociales de explotación y dominio colonial-capitalista
y, como parte de ello, critico categorías
analíticas y perspectivas políticas que opacan, cuando no
ocultan, los aspectos más interesantes de lo que, como novedad
e imaginación, brota desde estas experiencias de
lucha. Desde esta perspectiva, también repaso las dificultades
con las que se han confrontado las colectivas energías
vitales de transformación en marcha, en tanto la madeja
institucional suele restringir, boicotear o devaluar lo
Horizontes popular-comunitarios
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16
que desde abajo se empuja. Es en dicha tensión donde me
sitúo para volver a preguntarme sobre las posibilidades
de transformación desde una mirada no estado-céntrica,
con la ambición de, quizá, contribuir a nutrir diálogos que
iluminen las contradicciones desde ángulos renovados.
Al comienzo de cada uno de los capítulos se indica el
lugar donde fue publicado con anterioridad. Únicamente
el último, «Pachakuti, libertad y autogobierno», ha sido redactado
específicamente para este volumen y se consigna
en él un conjunto más o menos ordenado de problemas filosóficos
y teóricos que ha sido el eje de mi proyecto de investigación.
Respecto a la edición mexicana de este texto,
se eliminó el tercer capítulo y se ha incluido «¿Puede ser
fértil la noción de “(re)formismo desde abajo”? Reflexiones
desde algunas experiencias de lucha en Venezuela».
Confío en que este trabajo pueda resultar útil para
quienes no cesan de indagar sobre las más importantes,
urgentes y estimulantes preguntas que nos lanza el presente:
¿Cómo contribuir a limitar y superar un orden de
explotación y de dominio cada vez más agresivo y violento?
¿Con qué acervo de nociones e ideas resulta mejor
aventurarse en ese trabajo? ¿Qué asuntos han dejado en
el tintero experiencias pasadas y qué tanto atravesamos
una época que nos exige la experimentación y producción
de novedades políticas mediante ejercicios, también, de
imaginación y esperanza? Espero, pues, contribuir a la
discusión que se desarrolla en la Península Ibérica desde
la vasta conversación que sobre tales temas mantenemos,
también, en este lado del Atlántico.
Puebla (México), febrero de 2017
17
¿Es fértil todavía la noción de «movimiento social» para
comprender la lucha social en América Latina?1 Este término,
sobre cuyo contenido se ha desarrollado un intenso debate
durante los últimos años, contiene a mi juicio algunos
problemas estructurales. En la primera parte de este trabajo
esbozaré brevemente algunas de tales dificultades, sobre
todo las que surgen del uso de la noción dentro de teorías
no críticas del sujeto. Posteriormente, en la segunda parte,
presentaré de manera panorámica los ejes del acercamiento
teórico y metodológico a la cuestión del polimorfo despliegue
del antagonismo social en América Latina.
La noción de «movimiento social»: breves reflexiones críticas
A la hora de acercarse críticamente a una noción o concepto
conviene, casi siempre, entender lo que podemos
denominar su «contexto de surgimiento», es decir, dotar a
tal noción de densidad histórica y, por lo mismo, política.
Un camino para ello es analizar tanto las cuestiones o problemas
específicos que la noción o concepto en discusión
1 Versiones anteriores de este artículo fueron publicadas en la revista
Acta Sociológica, número 62, 2013, y en el libro Movimentos Socais na
América Latina, Red internacional CASLA, 2014.
1.
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Insubordinación,
antagonismo y lucha
en América Latina
Horizontes popular-comunitarios
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18
busca clarificar, como mantener a la vista el tipo de acercamiento
conceptual o la específica noción a la cual el nuevo
término pretende sustituir o completar. Comencemos
entonces repasando el contexto de surgimiento de la noción
«movimiento social», así como su posterior generalización
tanto en el uso cotidiano y mediático de quienes
luchan, como en el debate académico.
Cuando a comienzos del siglo XXI en varios países de
América Latina resurgió vigorosa la capacidad colectiva de
intervenir en asuntos públicos2
a partir de la movilización
social caótica y enérgica que impugnaba y desbordaba
el aparato institucional de la democracia procedimental
neoliberal, el término «movimiento social», más allá de la
manera en la que diversos teóricos principalmente anglosajones
lo habían pensado, se volvió de uso común justamente
para nombrar esa multiforme capacidad colectiva
de insubordinación a lo que se iba imponiendo, de manera
diversa, como sistemático despojo de la riqueza social
y de la posibilidad de intervenir en la decisión sobre cuestiones
públicas. Así, lo que también podemos nombrar
como protagonismo social3
reconstruido, que impugnaba y
vetaba ciertas decisiones y planes del capital confrontándose
de manera belicosa contra los distintos gobiernos
nacionales se denominó «movimientos sociales» o incluso
«nuevos movimientos sociales».
2 Mediante la expresión «capacidad colectiva de intervenir en asuntos
públicos» designo la ola de luchas, movilizaciones y levantamientos, locales,
regionales y, a veces, nacionales que sacudió el continente entero a
comienzos del siglo XXI. Entiendo pues, que acciones tan significativas
como la Guerra del Agua en Cochabamba en 2000, los levantamientos
urbanos en Argentina a finales de 2001, las reiteradas movilizaciones
y levantamientos de tramas comunitarias indígenas en Bolivia y en
Ecuador durante varios años, las movilizaciones y marchas en torno a
la Minga en Colombia, etcétera, son básicamente acciones colectivas de
lucha donde heterogéneos contingentes sociales recuperan, antes que
cualquier otra cosa, la capacidad colectiva de intervención en asuntos
públicos a partir de la impugnación de lo que se impone como decisión
política ajena, perjudicial y dañina para la vida colectiva.
3 Protagonismo social es la manera en la cual el Colectivo Situaciones,
en 2002, convocó a entender el levantamiento del 19 y 20 de diciembre
de 2001 en Buenos Aires.
Insubordinación, antagonismo y lucha en América Latina 19
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Esta manera de nombrar resultaba pertinente para confrontar,
en primer lugar, al abstracto y vacío sujeto liberal
que designa únicamente a un consumidor que vota o
a un votante que consume: el ciudadano/a. A partir de tal
crítica, cuestionaba y desordenaba el dispositivo político
liberal de la llamada «ciudadanía» volviendo a poner en
el centro del debate, no los ajustes al régimen de acumulación
de capital transnacional que administran las instituciones
políticas democráticas procedimentales, sino
las disputas y antagonismos de fondo que continúan
desgarrando la reproducción de la vida a lo largo y ancho
del continente.
Hablar de «movimientos sociales», entonces, a principios
del siglo XXI, en medio del remolino de luchas que
agitaba la vida cotidiana en diversos países, restituía con
palabras la presencia pública y política de sujetos colectivos
de lucha que impugnaban los recurrentes y múltiples
despojos de que eran objeto. A mi juicio, esa fue la gran
potencia que tuvo el término «movimiento social» por lo
cual adquirió notable relevancia durante unos años.
En segundo lugar, dado que el término en cuestión habilitaba
la designación de sujetos colectivos de lucha, permitía
la recuperación de añejas tradiciones marxistas de
pensamiento y enunciación que durante la década de los
años noventa —sobre todo tras el colapso del llamado socialismo
real— se habían quedado prácticamente mudas,
desarmadas en medio del vendaval liberal. En algunas de
las teorías de los «movimientos sociales» —por ejemplo,
en la de Touraine en los años ochenta— existían algunos
temas que, desde la izquierda, ya habían comenzado a ser
discutidos, como por ejemplo, la cuestión de la «no-centralidad»
del sujeto obrero en la conformación de las sociedades
de fin de siglo. Por otra parte, no únicamente
estos argumentos, sino sobre todo el conjunto de luchas
protagonizadas por hombres y mujeres indígenas que organizan
aspectos relevantes de su reproducción social de
una manera no plenamente capitalista, que se desplegaron
en diversos países durante los años noventa (en Mé-
xico, Ecuador, Perú, Bolivia, Colombia, Guatemala, entre
otros) contribuyeron a que la noción de clase, entendida
Horizontes popular-comunitarios
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20
groseramente como estrato asalariado formal, se retirara
paulatinamente del escenario.
En este sentido, el término de «movimiento social»
contribuyó hasta cierto punto a recuperar la posibilidad
de entender la historia ya no desde la «lucha de clases»,
sino a partir de la lucha desplegada por los movimientos
sociales.
El punto fuerte de mi crítica a la noción —sobre todo
académica— de «movimientos sociales» es que si bien
permitió reinstalar la idea de lucha como central para la
comprensión del suceso político e histórico, de inmediato
sintió la tentación de clausurar la fuerza expresiva del término
colapsándola en un concepto cerrado.
El peligro principal de esta clausura conceptual es que
vuelve a expulsar la lucha como clave para la intelección
del asunto social, colocándola en un lugar secundario.4
A
partir de ello, en diversos países ha ocurrido lo que podemos
llamar la «paradoja de la teoría de los movimientos
sociales»: lo que pretendía ser una ampliación renovada
de la comprensión de la lucha social y de sus potencialidades
transformativas —más allá del corsé clasista ortodoxo
de corte obrerista que entiende lo político y la política
como la conformación de un gran sujeto colectivo centralizado
y jerarquizado que disputa el poder del capital mediante
la ocupación o toma del estado5
—, paulatinamente
4 Percibiendo este problema, Raúl Zibechi, en su libro Genealogía de
la revuelta. Argentina: la sociedad en movimiento (2004), comenzó a hablar
de «sociedades en movimiento» y ya no tanto de «movimientos
sociales».
5 La autora de este trabajo insistió en que el término «estado» fuera
escrito con minúscula: «Como un guiño que convoca a la desfetichización
de aquello a lo que se suele aludir con el vocablo “Estado”
con mayúscula. A lo largo del texto no se presenta una discusión sistemática
sobre la temática, sin embargo, hay un esfuerzo sostenido
por entender al “estado” como una madeja situada y concreta de relaciones
sociales para el encauzamiento y control de la vida colectiva.
Madeja cristalizada de relaciones de poder que sujetan el despliegue
de la “capacidad de forma” (Bolivar Echeverría, 1995 y 1998) por parte
de las diversas tramas y articulaciones que componen el cuerpo
social». [N. de E.]
Insubordinación, antagonismo y lucha en América Latina 21
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ha reinstalado un calco del esquema argumental anterior,
sobre todo en el uso político del término, por la vía de
la sustitución de «clase obrera» por la más polisémica
noción de «movimiento social». De esta forma, se reinstalaba
con otras palabras la lógica argumental que limita
la comprensión mucho más amplia de lo político, abierta
por las luchas sociales, a una perspectiva estado-céntrica
que únicamente recompone ciertas formas de acumulación
del capital.
Partiendo de lo anterior, mi intención en las siguientes
páginas es exponer brevemente una propuesta teórico-metodológica
para la comprensión de las luchas sociales
que, a mi juicio, resulta más fértil; en tanto insiste en
poner la atención en los rasgos, cualidades y potencialidades
que quedan ocultos u opacos mediante el uso del
término «movimiento social» (sobre todo en su versión de
concepto clausurado).
Conocer las luchas desde las luchas mismas
En esta sección, expondré los rasgos generales de la
perspectiva metodológica para comprender los sucesos
sociales que he desarrollado desde hace más de una dé-
cada bebiendo de dos fuentes. Por un lado, adscribo mis
reflexiones a la tradición del marxismo crítico o abierto;
6
6 Por marxismo crítico se entiende la reflexión que recupera las posturas
teóricas desarrolladas especialmente por Adorno, Bloch y Horckheimer
en el marco de la llamada Escuela de Franckfurt. Algunas
veces se incluye también a Walter Benjamin en esta escuela. Para mi
trabajo recupero dos cuestiones centrales de esta tradición de pensamiento.
En primer término, la sistemática crítica de Adorno al programa
científico positivista —basado en la identificación exhaustiva
de los objetos a estudiar— así como su compromiso por abordar las
dificultades de una teoría, comprometida con la no-identificación, con
la no-identidad. En segundo, la propuesta de Bloch —y también de
Benjamin— por desanudar el estudio de lo social —y en especial de
las luchas sociales— de la noción de tiempo homogénea y lineal típica
de la modernidad capitalista dominante. En México, la tradición del
marxismo crítico se cultiva en el Posgrado en Sociología del Instituto
Horizontes popular-comunitarios
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22
por otro, se nutren de casi tres décadas de militancia en
esfuerzos variados de transformación social y política en
Bolivia y México.
Organizo la exposición de mi plataforma teórica en
tres acápites. En el primero exhibo mi punto de partida
presentando mis supuestos, esto es, las claves primeras
que utilizo para la comprensión de los fenómenos sociales
y políticos más relevantes. En el segundo, esbozo la
específica manera en la cual he abordado el seguimiento
y comprensión del despliegue concreto de los antagonismos
que desgarran el cuerpo social en múltiples
niveles —locales, regionales, nacionales, más allá de las
naciones, etc.— argumentando, además, que es desde ahí
desde donde se pueden percibir-entender los caminos o
vías de transformación política que se ensayan colectivamente
desde la lucha. Y, finalmente, en la tercera sección,
presento una sinóptica reflexión sobre los horizontes políticos
que distingo a partir del seguimiento de las luchas
que se desplegaron en América Latina a comienzos del
siglo, cuya confrontación se hace evidente, sobre todo, en
los momentos más álgidos de movilización y lucha social.
En esa sección también argumento que las condiciones de
posibilidad de otras formas de lo político —no ceñidas ni
plenamente concordantes con los cánones liberales contemporáneos—
hunden sus raíces en múltiples y plurales
entramados comunitarios de reproducción de la vida.
de Ciencias Sociales y Humanidades de la Benemérita Universidad
Autónoma de Puebla (BUAP), del cual formo parte junto a profesores
como John Holloway, Sergio Tischler, Francisco Gómez Carpinteiro,
etc. Si bien la responsabilidad por las afirmaciones y reflexiones aquí
presentadas es únicamente mía, debo reconocer la profunda influencia
que todos estos autores han tenido en mi trabajo y también agradecer
el clima de diálogo y discusión del que me nutro en el Posgrado:
son quizá los aportes de todos mis colegas los que me permiten ahora
presentar mis puntos de vista de manera sistemática. Una primera
versión del argumento que sigue se expuso en el Curso de Estudios de
Acción Colectiva y Movimientos Sociales organizado por el Centro de
Estudios Sociológicos de la Universidad Nacional Autónoma de Mé-
xico (UNAM) y una parte de él fue publicada en Acta Sociológica, núm.
62, septiembre-diciembre de 2013.
Insubordinación, antagonismo y lucha en América Latina 23
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Entender la sociedad como mosaico dinámico de antagonismos
superpuestos y razonar desde la inestabilidad
Son dos las ideas que para el estudio de lo social considero
como fundamentales:
1. Estudiar los asuntos sociales a partir de sus
contradicciones.
2. Rastrear las contradicciones desde el punto de vista
de la inestabilidad.
Entender la sociedad como mosaico dinámico de antagonismos
superpuestos significa estudiar los asuntos sociales
a partir de sus contradicciones, lo cual es una de las
propuestas centrales del marxismo.7
El alcance y la amplitud
de las contradicciones a estudiar establece y delimita
las diversas corrientes y variantes dentro de tal perspectiva
teórica. La especificidad de las corrientes críticas —de
las cuales soy parte— es poner el centro de la atención en
la lucha, esto es, en la manera en la que el antagonismo
social, de manera polimorfa, se despliega en el cuerpo social
exhibiendo su calidad desgarrada y presentando sus
heterogéneos anhelos de transformación.
Algunas versiones influyentes —por lo general, «cerradas»—
de la perspectiva marxista suelen afirmar que
estudian los asuntos sociales, también, a partir de la lucha
de clases. Sin embargo, la propia expresión «lucha de clases»
está compuesta por dos términos: lucha y clases. Desde
ahí puede rastrearse un abanico amplio de distinciones
organizado en dos grandes bloques: hay una larga tradición
sociológica que enfatiza el estudio de las clases y, sólo
después, aborda la manera en la que tales clases «luchan».
Tal tradición sociológica de corte positivista —que prevalece,
entre otras, en la academia anglosajona—así como
ciertas escuelas francesas más cercanas al estructuralismo,
suelen concentrarse en la delimitación, primero, del
7 Recordemos la conocida formulación «La historia hasta nuestros
días es la historia de la lucha de clases», pieza clave de la comprensión
marxista de la historia. La dificultad, como veremos está en la
diversidad de interpretaciones que tal expresión puede entrañar.
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24
«concepto de clase» y, luego, de las «clases» realmente
existentes. Se entabla, partiendo desde ahí, una disputa en
dos niveles: en primer lugar por el contenido mismo del
concepto de «clase»; por otro, de los distintos y variados referentes
—realmente existentes— que han de quedar abarcados
por el «concepto de clase» una vez aclarado.
En contraposición con tal postura, la tradición crítica
coloca el énfasis de la reflexión en la lucha. Sólo desde la
lucha, desde su despliegue, desde lo que ésta ilumina y
devela, a partir de la sintaxis que exhibe y de la semántica
que inaugura,8
es posible entender y distinguir —en caso
de ser relevante— las clases que se confrontan. La contradicción
que sistemáticamente se rastrea desde la perspectiva
crítica, y en cuyo despliegue se indaga, es aquella
entre el hacer y el capital.9
Se parte desde ahí en tanto se
pretende enfatizar las dinámicas de la propia contradicción,
en particular las maneras en las que las diversas capacidades
de hacer, crear y pensar, anidadas en los cuerpos
y mentes de los hombres y las mujeres concretos, son
sujetadas por el trabajo objetivado convertido en capital,
capturadas por la dinámica de valorización y, a la larga,
enajenadas y convertidas en su contrario. Estos son eventos
que siempre están ocurriendo y nunca culminan, es
decir, nunca están plenamente concluidos, y una y otra
vez tales capacidades humanas de hacer y crear escapan,
erosionan, se confrontan y limitan los ámbitos de subordinación
y explotación en los que quedan sujetos.
Ahora bien, aún entre las posturas críticas que ponen
el acento en la comprensión de lo social a partir de la lucha
es posible introducir otra distinción que ilumina el
8 Apelo a las nociones de sintaxis y semántica para expresar la idea
de que en las luchas concretas subyacen una o varias gramáticas. La
sintaxis, que se refiere al conjunto de reglas que organizan la producción
del lenguaje, la recupero para comprender las formas del despliegue
de la lucha. La semántica, en cambio, que es el puente para
estudiar la relación entre el lenguaje y la realidad que se nombra, la
rescato pues casi siempre, durante las luchas hay una aguda disputa
por la manera en la que se expresan y designan los eventos.
9 John Holloway es quien con más profundidad ha trabajado sobre
estos asuntos. En particular en su libro Agrietar el capitalismo (2011).
Insubordinación, antagonismo y lucha en América Latina 25
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lugar específico desde el cual se razona. La lucha social,
el despliegue de múltiples confrontaciones que una y otra
vez sacuden y tensan el desgarrado cuerpo social —a diferentes
escalas espacio-temporales y con distintos alcances
de impugnación al orden general impuesto— pueden ser
abordados desde el punto de vista de la estabilidad o de
la inestabilidad; es decir, o bien desde la aspiración a la
tendencial reconstitución-reordenamiento de tal contradictorio
cuerpo social como unidad o totalidad pretendidamente
estable, a partir del encausamiento y/o gestión
de las contradicciones que lo desgarran; o desde la perspectiva
de la amplificación de tales contradicciones.
Hasta cierto punto, la perspectiva de la estabilidad subyace
a las luchas revolucionarias dirigidas a la «toma del poder»
entendido no única pero si principalmente como «ocupación»
de aparatos e instituciones del estado. Cabe hacer
notar que razonar desde el punto de vista de la estabilidad
establece una serie de dificultades al propio pensamiento
crítico. Por ejemplo, compromete casi inmediatamente la
clasificación de las luchas —por lo general distinguiendo
entre luchas sociales y luchas políticas— de acuerdo a la
ambición totalizante10 que, supuestamente, las luchas sociales
más generalizadas deben —acercamiento normativo— exhibir.
Esto es, en tanto se entiende la lucha y su generalización
como un proceso de inestabilidad de un cuerpo o complejo
social supuestamente estable y tendiente a alcanzar —o a llegar
a— otro estado estable, las propias acciones de lucha se
clasifican a partir de la manera y cantidad en la que se proponen
alcanzar el nuevo momento de estabilidad.
En contraste con lo anterior, mirando desde la perspectiva
de la inestabilidad, la cuestión central consiste
en la sistemática destotalización de lo que hay y en la
reconstrucción parcial de realidades nuevas que serán
permanentemente destotalizadas en una especie de
10 Diversos y fértiles acercamientos a la dinámica de la lucha social
como destotalización del orden del capital ha desarrollado Sergio Tischler
en múltiples trabajos. Para un acercamiento sintético a su postura
sobre este punto se puede revisar «Revolución y destotalización.
Una aproximación a Agrietar el capitalismo de John Holloway»,
2013; disponible online.
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26
camino sin fin, donde el porvenir no habita un hipotético
futuro sino que se construye paso a paso disputando el
hoy y el ahora en múltiples niveles. Así, la maraña de
contradicciones sociales, de flujos de antagonismo y luchas,
aun dificultosamente, puede pensarse a partir de
la inestabilidad; esto es, desde el conjunto de polimorfas
aspiraciones y prácticas políticas que habitan incómodamente
el cuerpo social, ocultas y constreñidas por el
orden dominante, que se resisten a ser nuevamente contenidas
en formas políticas anteriores y que, más bien, se
orientan a erosionar y desbordar sistemáticamente tanto
los límites morales y políticos inscritos en el imaginario
social, como las relaciones mando/obediencia conexas
con aquellas fijadas, por lo general, mediante procedimientos
particulares con algún nivel de coherencia interna
entre sí. Por lo general, mirando lo que las luchas
emprenden desde el lugar de la inestabilidad, es decir,
desde la disposición a trastocar y subvertir lo que está
establecido como fijo e inamovible se puede distinguir
cómo lo que casi siempre está en disputa es la reapropiación
colectiva —parcial y tendencialmente general— de
lo que existe, comenzando por el tiempo y los medios
de existencia11 hasta los llamados «recursos naturales» y
todo tipo de riqueza social objetivada.
Pensar las luchas desde la contradicción y desde la
estabilidad las suele colocar dentro de la clásica posición
estado-céntrica de izquierda; en contraste, entender las luchas
como despliegue sistemático de las contradicciones y
razonar sobre ellas desde el punto de vista de la inestabilidad
sitúa la mirada en el punto exactamente contrapuesto:
en el del registro de la tendencial subversión y desborde
de los límites anteriormente impuestos que ilumina los
diversos, y a veces difusos e incluso contradictorios, horizontes
interiores que quienes luchan expresan, explican,
practican y promueven. Así, la noción de horizonte interior
es central en mi argumento.
11 Nótese que utilizo el término «modos de existencia» y no «modos
de producción». Recojo esta distinción de la lectura que Mina Navarro
hace del trabajo de Massimo De Angelis, «Marx and primitive accumulation:
The continuous carácter of capital´s enclosures» en The
Commoner, núm. 2; disponible online. Veáse Navarro, 2013.
Insubordinación, antagonismo y lucha en América Latina 27
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A partir de la revisión del trabajo de Bloch, en particular
de sus reflexiones sobre lo que él llama «horizonte
de deseo» a lo largo de la primera parte de El principio
esperanza, bosquejo la noción de horizonte interior de una
lucha como aquel conjunto de aspiraciones y anhelos, no
siempre lógicamente coherentes entre sí, que animan el
despliegue de una lucha colectiva y se expresan a través
de ella en un momento particular de la historia.12 Es un
término, pues, para referirme a los contenidos más íntimos
de las propuestas de quienes luchan, comprendiéndolos
en su dificultoso surgimiento. Enfatizo, además,
que tales contenidos, que en su reiterada expresión diagraman
y alumbran el horizonte interior de una lucha,
con frecuencia son a su vez contradictorios, se exhiben
sólo parcialmente, o pueden hallarse antes que en formulaciones
positivas, en el conjunto de desfases y rupturas
entre lo que se dice y lo que se hace, entre lo que
no se dice y se hace, en la manera cómo se expresan los
deseos y las capacidades sociales con que se cuenta, etc.
La dificultosa comprensión del horizonte interior de una
lucha o de un conjunto de luchas es, entonces, un punto
central de esta propuesta.
El acercamiento a la lucha como clave central de
comprensión no se concentra, como puede verse, en la
posibilidad de cierre del proceso de lucha y/o reorganización
del cuerpo social a partir del reacomodo de los
antagonismos que lo desgarran. Más bien, asumiendo el
curso de las luchas como flujos continuos aunque intermitentes
de tales antagonismos desplegados, pone atención
tanto en documentar y comprender lo alcanzado en
cada episodio específico de impugnación colectiva del
orden dominante —«triunfo parcial» suele llamarse—,
como también en percibir-entender las novedades polí-
ticas que se producen en cada ocasión de las más variadas
maneras, las aspiraciones colectivas explícitas y las
no plenamente formulables que se vuelven audibles en
los distintos episodios enérgicos de despliegue de la lucha
y en las variadas maneras en las que se batalla para
12 Para una discusión más profunda sobre esto véase Gutiérrez, 2009.
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mantener abiertas las posibilidades de reapropiación de
la riqueza existente13 en su diversidad, así como en los
heterogéneos ensayos que se ponen en juego para alcanzar
breves momentos de equilibrio inestable, a partir de
los cuales la historia continúa su camino.
Tales son, en un gran nivel de generalidad, mis puntos
de partida.
¿Cómo podemos estudiar-entender los polimorfos flujos de antagonismo
que desgarran la sociedad?
Afianzando la mirada en el despliegue polimorfo y generalizado
de los múltiples antagonismos que desgarran la
sociedad, la cuestión ahora es cómo podemos entender las
luchas y aprehender lo que en cada ocasión nos enseñan,
en particular, sobre las posibilidades, más ciertas o incluso
aquellas meramente insinuadas, de transformación social.
Una de las maneras tradicionales para hacer esto es la
identificación de sujetos sociales para, después de ello, escudriñar
la manera cómo tales sujetos, así clasificados, luchan;
estableciendo, además, formulaciones cerradas para
calificar lo que se proponen. Este camino ha mostrado una
y otra vez sus enormes dificultades para comprender los
más álgidos fenómenos sociales en tanto antepone los
13 Convoco al lector a que ensaye la comprensión de, por ejemplo, los
masivos sucesos de lucha que ocurrieron en las principales ciudades
de Brasil a finales de junio de 2013 con la perspectiva propuesta.
Las tumultuosas y gigantescas manifestaciones que, por supuesto,
también pueden entenderse como un «movimiento social contra el
aumento de los pasajes», a mi juicio expresaban de manera caótica y
enérgica en primer lugar, el rechazo belicoso a la manera en la cual,
el «negocio del fútbol» está imponiendo dinámicas de expropiación
y exclusión brutales sobre el conjunto de la sociedad; esto es, expresan
la voluntad de impugnar y subvertir los términos en los que está
ocurriendo la expropiación y monopolización de todas las actividades
conexas con un evento que localmente es altamente significativo: el
Mundial de Fútbol 2014. Al mismo tiempo, esas luchas, entendidas
de esta manera, abren caminos para ampliar el horizonte de lo político
y volver a establecer como central la reapropiación colectiva de lo
que existe como riqueza social.
Insubordinación, antagonismo y lucha en América Latina 29
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conceptos a la realidad, en momentos —los de la lucha—
en los cuales la insubordinación y la crítica práctica a las
relaciones imperantes desbordan los conceptos clasificatorios
previos y, muchas veces, los anulan.14
Ahora bien, las luchas necesitan sujetos de lucha;15 y,
más aún, la sintaxis profunda del castellano necesita para
expresar contenidos, sostenerse en formulaciones estructuradas
a partir de la tríada sujeto-verbo-complemento.
Sin embargo, vale la pena avanzar con cuidado para no
caer en una paradoja aparentemente sin solución. Nótese
que estoy hablando de «sujetos de lucha» y no de sujetos
sociales o sujetos políticos. Son las luchas las que constituyen
a los sujetos de lucha y no viceversa.
A lo largo del despliegue de las luchas se conforman,
transforman, consolidan y/o evaporan distintos sujetos de
lucha, que se distinguen y vuelven comprensibles justamente
al poner atención en el curso concreto de la lucha
particular: en cada ocasión se visibilizan y distinguen los
distintos conjuntos de varones y mujeres que se asocian,
discuten, acuerdan, se proponen fines, resisten y luchan.
Esos son los sujetos de lucha y es en ellos y en las acciones
que los constituyen como tales, en quienes hay que poner
atención a partir, justamente, de las luchas que despliegan.
Para ello, antes que anticiparnos en la acción de nombrar,
conviene rastrear las maneras cómo se expresa la nueva
distinción clasificatoria que los mismos protagonistas autoproducen
durante una lucha, casi siempre haciendo visible
algún tipo de trama común: «Nosotros, gente sencilla
y trabajadora», «Nosotros los aymaras que habitamos
14 Nótese cómo en cada acción significativa de lucha vuelve a presentarse
la dificultad de establecer quién es el sujeto de lucha, en tanto
se difuminan y se quiebran los anteriores conceptos que buscaban
identificar a tales sujetos. Se puede rastrear, entre otras, la clásica
dificultad para dotar de contenido al concepto «clase obrera» que
confrontan una y otra vez ciertas posturas de izquierda tradicional.
Similar dificultad confronta el concepto de «campesinado», «pueblo
indígena» o «movimiento social».
15 La expresión «sujeto de lucha» es utilizada por Francisco Gómez
Carpinteiro (2011) para dar cuenta del tipo de subjetividad insubordinada
y antagónica que se manifiesta en cada lucha concreta.
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estas tierras desde tiempos inmemoriales», «Nosotros,
los pueblos de Oaxaca articulados en una Asamblea Popular».
Cómo se autodesignan aquellos quienes luchan
constituye una pista central para la comprensión no sólo
de lo que está en disputa en esa lucha particular sino de
los alcances que tales acciones pueden tener, además de,
por supuesto, desvelarnos al sujeto de lucha.
Entonces, el asunto central que sostengo es que no es
fértil entender a los sujetos como constituidos previamente
a la lucha que son capaces de desplegar. Por el contrario,
la cuestión es atender a las luchas y hacerse una serie
de preguntas tan simples como difíciles, procurando responderlas
con el mayor cuidado. Tal serie de preguntas
consiste básicamente en indagar:
¿Quiénes son los que en un momento determinado
luchan? ¿A qué se dedican? ¿Cómo se asocian? ¿Qué tradiciones
colectivas los impulsan? ¿Qué persiguen? ¿Qué
fines los animan? ¿Cómo se movilizan, qué tipo de acciones
despliegan, cómo las deciden y cómo las evalúan? ¿De
qué manera gestionan, cuando aparecen, sus conflictos
internos? ¿Cómo se autorregulan? ¿Cómo equilibran la
tensión conservación/transformación?
Se trata de rastrear y documentar la manera en la que
las luchas brotan y se presentan, reconociendo a los hombres
y mujeres que o bien resisten y se oponen a alguna
nueva agresión, o se proponen conseguir algún propósito
acordado en común.
Registrar quiénes son las personas que se movilizan
e impugnan lo que hay es una actividad muy diferente
a aquella que consiste en «clasificar» a tales personas en
categorías previamente establecidas. Así, las luchas son,
en cada ocasión, protagonizadas por múltiples y heterogéneos
sujetos de lucha que, desde su particularidad, imprimen
a sus acciones rasgos distintivos y relevantes recuperando
lo que saben y construyendo novedades a partir
de ahí. Además, en cada lucha, aquellos hombres y mujeres
que la protagonizan ensayan formatos asociativos y
producen nuevas formas de cooperación; por lo demás,
las formas asociativas casi nunca consisten en novedades
Insubordinación, antagonismo y lucha en América Latina 31
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plenas sino que, por lo general, se suelen recuperar, conservando
y transformando, las tradiciones locales en las
cuales quienes luchan han sido formados y de donde casi
siempre brotan sus capacidades tanto de creación como
de insubordinación, adecuándolas, expandiéndolas o perfeccionándolas
para los propósitos que persiguen.
Finalmente, algo muy relevante de esta manera de ver
las cosas consiste en que, a partir del despliegue de las
luchas, de las múltiples acciones de insubordinación e
impugnación de lo que se impone, se abren caminos de
transformación social y política, los cuales, en muchas
ocasiones permiten ampliar las perspectivas de aquello a
lo que se aspira. Es decir, el horizonte interior, las diversas
aspiraciones políticas de las luchas, tampoco están contenidas
de antemano en lo que inicialmente se afirma o se
muestra al brotar una lucha. Más bien, es a partir del despliegue
de la propia lucha común que se aclaran los caminos
a seguir, se precisan los aspectos centrales a subvertir
y se construye, paulatinamente, la capacidad material y la
lucidez y precisión para ampliar los fines a alcanzar. Esto
quiere decir que las luchas no pueden ser calificadas de
antemano a partir de parámetros exteriores a sí mismas,
clasificándolas mediante las clásicas distinciones elaboradas
desde el poder (lucha democrática, lucha política, lucha
social, entre otras). Lo que sostengo es que las luchas,
sobre todo cuando son amplias y se generalizan, cuando
tendencialmente impugnan elementos centrales del orden
de cosas existente, cuando se masifican y fortalecen, ellas
mismas abren sus propias perspectivas, se reinventan a
cada momento y delinean horizontes de transformación
política posibles.
Las posiciones teóricas y políticas que desde una radicalidad
aparente se empecinan en catalogar las luchas y se
solazan en exhibir sus límites, lo único que hacen es contribuir
al empantanamiento de las posibilidades anidadas
en las propias luchas concretas. Entonces, no se trata de
considerar que atrás de cada lucha se esconde la «hidra
de la revolución», como se decía acerca de las huelgas en
el siglo pasado. Más bien, se trata de no perder de vista
que son las luchas a través de sus acciones, logros y
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deliberaciones —y no los programas políticos, las clasificaciones
ex ante o los diseños de lo posible exteriormente
pergeñados— las fuentes que iluminan y dan contenido a
las transformaciones posibles en cada ocasión.
Asentado lo anterior, presento el siguiente «artefacto»
práctico para comprender las luchas, para distinguirlas
entre sí, no a partir de colecciones exteriores de rasgos
que tales acciones colectivas exhiben o no, sino desde las
posibilidades de transformación y las novedades políticas
que ellas mismas despliegan.
El artefacto en cuestión consiste en la contrastación sistemática
del horizonte interior desplegado en las acciones
de impugnación del orden establecido con el alcance práctico
—material y simbólico— de tales acciones y luchas.
Veamos esto con cierto detalle pues es quizá el nudo
y/o la estrategia teórica de esta propuesta metodológica.
Para estudiar las luchas y aprender de ellas es necesaria
una manera de volverlas comprensibles, entender sus posibilidades
transformadoras y hacerlas comparables entre
sí, aun en su singularidad. Es decir, si bien cada lucha
dibuja y constituye un evento singular, al mismo tiempo
presenta elementos comunes con otras experiencias en la
medida en que en su despliegue desborda y/o niega tanto
el orden político del capital como las categorías que desde
cierta academia o desde el estado se construyen para fijarlas
y volverlas manejables. Conviene estar atentos a tales
elementos comunes entre luchas singulares y distintas, a
fin de habilitar posibles diálogos entre ellas que contribuyan
a su eventual reforzamiento. Para tal fin, el artefacto
propuesto propone la acción sistemática de contrastación
entre el alcance práctico de una lucha y su horizonte interior.
Por alcance práctico de una lucha entiendo el conjunto
de rasgos y significados plenamente registrables a partir
del seguimiento de la propia acción de lucha: su carácter
local, regional, nacional o internacional; su capacidad
para trastocar y suspender la normalidad capitalista de
la vida cotidiana; la manera en la que rompe los tiempos
dados y preestablecidos de la acumulación del capital y
del mando político estatal, etc. El registro minucioso del
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despliegue de las luchas en sus alcances prácticos ilumina
y permite percibir, también, el horizonte interior que se
abre paso a través de ellas o las dificultades para que ciertos
rasgos broten o se expresen. Por ejemplo, las luchas
locales, centradas en una acción defensiva específica, en
ocasiones pueden carecer de un alcance práctico demasiado
ambicioso, pero su horizonte interior puede ir poco a
poco volviéndose profundamente subversivo. En contraste
con ello, algunas luchas cuyos alcances prácticos son de
gran relevancia, pueden incluir en su interior un confuso
conjunto de tensiones y competencias entre quienes protagonizan
las luchas, que en ocasiones inhiben la expresión
de sus posibilidades subversivas más enérgicas.
La contrastación sistemática de esta pareja de rasgos analíticos
—alcances prácticos de la lucha y horizonte interior
que se despliega en ella— permite una comprensión profunda
del suceso social, auspiciando el reconocimiento de las
novedades políticas que de ahí brotan y volviendo visible lo
que de común se manifiesta en diversas luchas singulares.
Para cerrar esta sección y haciéndome cargo de las dificultades
contenidas en la propuesta presentada, en particular
dado el conjunto de problemas que suscita su expresión
sistemática en el lenguaje —tal como ahora existe—,
al exigir la continua vigilancia del abuso de formulaciones
conceptuales ex ante para identificar y clasificar las luchas,
presento un sustantivo distintivo que quizá puede ser útil
para nombrar de manera directa algunos de los rasgos
más relevantes de la dinámica de despliegue de los antagonismos
que desgarran a la sociedad.
Nombro entramado comunitario a una heterogénea multiplicidad
de mundos de la vida que pueblan y generan
el mundo bajo pautas diversas de respeto, colaboración,
dignidad y reciprocidad no exentas de tensión, y acosadas,
sistemáticamente, por el capital. Al nombrar esta
trama de reproducción de la vida con una expresión lingüística
específica, pretendo no comprometerme con una
formulación conceptual, pero sí establecer un término
—que considero necesario— para designar ciertos saberes
y capacidades que, en el terreno de las luchas me parecen
relevantes: su carácter colectivo, la centralidad de
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aspectos inmediatos de la reproducción social —tramas
que generan mundo— así como algunos rasgos que tiñen
las relaciones, que tienden a ser de cooperación no exenta
de tensión, entre quienes son miembros de tales entramados.
Aclaro nuevamente: al hablar de entramado comunitario
mi intención no es establecer un nuevo concepto
que nos lleve al mismo punto de partida que fue criticado
al comienzo de este trabajo. Mi intención es brindar un
sustantivo común que permita aludir, es decir, que nombre
y designe lo que una y otra vez se nos hace visible en
aquellos momentos intensos de despliegue del antagonismo
social: que quienes se insubordinan y luchan, quienes
desbordan lo instituido y trastocan el orden, lo hacen con
mucha frecuencia, a partir de la generalización de múltiples
acciones y saberes cooperativos que anidan en las
más íntimas e inmediatas relaciones de producción de la
existencia cotidiana, sobre todo en aquellas relaciones no
plenamente subordinadas a las lógicas de valorización del
valor.16 La pertinencia semántica de la expresión que propongo
está, por supuesto, siempre en discusión pero su
uso nos permite reflexionar sobre un último elemento que
completa esta perspectiva: la existencia de formas de lo
político distintas e inconmensurables, carentes de medida
común, entre lo que desde los heterogéneos mundos de
la vida se rebela una y otra vez contra lo que se le impone
como presente inadmisible y las distintas propuestas
de reconstitución de órdenes de mando y acumulación
—«estados» se les suele llamar— que en los tiempos actuales
sólo se distinguen entre sí a partir de los matices,
sobre todo ideológicos, con que argumentan sus acciones.
Horizontes políticos que brotan desde las luchas contemporáneas:
aproximaciones esquemáticas
Para finalizar esta exposición introduzco esquemáticamente,
en primer lugar, una breve panorámica de los rasgos
más relevantes de dos horizontes políticos diferentes,
16 Para una reflexión más amplia sobre el tema en relación a las luchas
bolivianas de comienzos del siglo XXI véase Linsalata, 2012.
Insubordinación, antagonismo y lucha en América Latina 35
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que se han vuelto distinguibles a partir del conjunto de
luchas de los últimos veinte años17 protagonizadas principal,
aunque no únicamente, por diversos entramados
comunitarios tanto locales como más amplios, que se han
expresado bien como luchas de pueblos, ayllus, consejos,
bien constituyendo asambleas, frentes, coordinadoras,
confederaciones, etcétera.
A partir, sobre todo, del trabajo de indagar en las posibilidades
de transformación política, económica y social
desplegadas durante la ola de levantamientos y movilizaciones
en Bolivia entre 2000 y 2005, distinguí la existencia
de dos horizontes políticos confrontados y en competencia,
con posibilidades intermitentes pero siempre plagadas
de tensión y de colaboración entre sí. Los horizontes
que, desde mi perspectiva, se hicieron visibles en ese país
—y que hasta cierto punto pueden iluminar la reflexión
y abrir el diálogo sobre otras experiencias— son los siguientes.
En primer término, un horizonte nacional-popular
centrado en la ambición de reconstrucción estatal y orientado
por la voluntad beligerante, también expresada en
otras luchas de construir nuevos términos de inclusión en
la relación estatal, a partir, básicamente, de modificar la
relación entre sociedad y gobierno, esto es, de modificar
la relación de mando que organiza el vínculo estatal.18 En
17 Mis reflexiones sobre estos asuntos se nutren claramente de los aportes
zapatistas, cuyas posiciones comenzaron a dialogar con otros procesos
de lucha desde 1994. Sin embargo, la experiencia que más íntimamente
conozco es la de las rebeliones y levantamientos que sacudieron
Bolivia entre 2000 y 2005. En tal sentido, en esta sección planteo lo que
sobre estas luchas aprendí, a partir de reflexionar sobre ello utilizando
la herramienta teórica que expuse anteriormente. Una argumentación
mucho más larga sobre todo esto puede revisarse en Gutiérrez, 2009.
18 Una variante acotada, contradictoria y siempre tímida de este camino
es lo que llevó adelante el primer gobierno de Evo Morales y
el Movimiento al Socialismo (MAS) entre 2006 y 2009. A partir del
segundo periodo de gobierno —que comenzó en 2010— es evidente
que se está restringiendo la capacidad de participación política desde
la sociedad, limitando de todas las maneras posibles la autonomía
política de las organizaciones sociales a fin de consolidar, desde el estado,
un nuevo orden de mando. Esto último es un asunto totalmente
distinto a los problemas más difíciles de la transformación política y
social sobre los que versa mi argumentación.
Horizontes popular-comunitarios
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muy diversas ocasiones, esta fue la manera de pensar e intentar
abrir los caminos de lucha contra el capital, en particular,
contra los múltiples despojos reiterados o nuevos;
y contra la negación de la posibilidad misma de reproducción
de la vida que la acumulación del capital impone.
En segundo término, durante los momentos más enérgicos
de la lucha indígena, comunitaria y popular en Bolivia,
también se volvió claramente visible un horizonte polí-
tico comunitario-popular centrado en la disposición colectiva
y sistemática a desbordar —alterando y tendencialmente
reconstruyendo— la trama de relaciones políticas liberales
así como los formatos legales e institucionales existentes.
El nudo central de este horizonte político al que denomino
comunitario-popular no fue —ni creo que pueda ser— la
reconstitución de ningún tipo de estado; más bien, la cuestión
central que desde este horizonte político se colocó en
el debate político durante varios años fue la reapropiación
colectiva de la riqueza material disponible, de la posibilidad de
decisión sobre ella, es decir, de su gestión y usufructo.
Aclarando lo anterior, de ninguna manera estoy afirmando
que el carácter principal de tales luchas haya sido
un anti-estatalismo extremo, más bien, lo que afirmo es
que en Bolivia, entre 2000 y 2005, se visibilizaron con
enorme claridad una clase de luchas no centradas en la
ocupación del estado sino orientadas, básicamente, por
la reapropiación social de la riqueza material disponible que,
además, pusieron en el centro de la discusión el carácter
común —no privado— que tales riquezas y su administración
debieran exhibir. Lo que se logró decir en torno a
esto fue expresado claramente a partir de lo que las luchas
hicieron una y otra vez, aunque no alcanzó a ser formulado
explícitamente en todas las ocasiones.19
19 Hay dos momentos en los que el nudo de la reapropiación social
de la riqueza material fue claramente expresado: durante la Guerra
del Agua en Cochabamba en 2000 y 2001 y también en la plataforma
política que los hombres y mujeres aymaras elaboraron entre 2001 y
2002 durante la ola de levantamientos en esa región. El asunto político
central que tales luchas pusieron en discusión fue la cuestión de la
llamada «soberanía social», es decir, el derecho a tomar directamente
decisiones colectivas sobre los asuntos que competen a todos. Sobre
este tema véase Gutiérrez, 2009.
Insubordinación, antagonismo y lucha en América Latina 37
se permite la copia ©
Sin embargo, de acuerdo a lo que he argumentado a lo largo
de estas páginas, rastreando los momentos más intensos
de las luchas encontré una y otra vez desfases y contradicciones
entre lo que hacían y lo que decían quienes luchaban;
entre lo que respondían a los funcionarios estatales
con quienes en ocasiones discutían y lo que inmediatamente
después volvían a echar a andar. Creo haber registrado
con cuidado las grandes dificultades para expresar la gran
radicalidad de las ambiciones transformadoras que se desplegaron,
sobre todo, durante los levantamientos y movilizaciones
ocurridos entre 2001 y 2003.
Tal horizonte de transformación social de raigambre
comunitaria-popular, que puso en el centro del debate la
cuestión de la reapropiación de la riqueza material comenzando
por el agua, siguiendo con los hidrocarburos y
continuando con la tierra-territorio y otra serie de bienes,
implicó una fuerte sacudida al orden político liberal-capitalista
que, entre otras cosas, centra la ambición de estabilización
de la vida social en la construcción de estado.
Los aspectos políticos más relevantes de este horizonte,
que se volvieron audibles y visibles durante los años más
fértiles de las luchas, pueden resumirse en una formulación
bastante simple aunque de gran densidad: las luchas
se esforzaron sistemáticamente en la desmonopolización del
derecho a decidir sobre aquellos asuntos generales que a todos
incumben porque a todos afectan. Podemos llamar a
esto, qué duda cabe, democratización polifónica y radical
de la sociedad;20 pero también podemos nombrarlo: inversión
del orden de mando que busca instituir el derecho a
decidir en común sobre la riqueza material de la que se
dispone, es decir, Pachakuti.21
20 La noción de «democratización polifónica y radical» no pretende
ser un concepto en esta argumentación. Lo que se afirma es que las
tendencias hacia la desmonopolización tanto del derecho a decidir (es
decir, a que los más intervengan en la decisión sobre los asuntos que
les incumben porque les afectan), como de la riqueza material son los
contenidos de una acción democratizadora que puede ser plural —por
tanto polifónica— y al mismo tiempo profunda, por eso radical.
21 La voz aymara Pachakuti está compuesta de dos partículas: Pacha
que significa tiempo-espacio, es decir, es un término que alude a las
Horizontes popular-comunitarios
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Así, con sus luchas, en las discusiones que abrieron y a
partir de los logros que tuvieron, una y otra vez, los y las
movilizadas empujaron a que se mantuviera abierta la deliberación
pública de fondo sobre los asuntos relevantes
de la conducción del país. Desde el espacio de la sociedad
o, con más precisión, desde los variados entramados comunitarios
en estado de rebelión, comenzaron a desorganizar
una añeja y colonial relación de mando político excluyente,
discrecional y monopolizadora de las decisiones
políticas. Con sus acciones reconstruyeron una específica
forma de lo político que no bebe ni directa ni únicamente de
la herencia política más persistente de la modernidad-capitalista:
la centralidad del estado en la organización de la
vida civil —y pública— que asume como punto de partida
la acumulación del capital. Más bien, alumbraron caminos
de transformación social y política no centrados en
la ocupación del aparato gubernamental, aun sin despreciar
la eventual fuerza que tal extremo podría brindar a
la propia empresa de transformación social. Entre lo más
relevante de esta forma de lo político está el protagonismo
de tales entramados comunitarios, dispuestos una y otra
vez a no ceder, mediante reiteradas luchas, la capacidad
de decidir y establecer los caminos a seguir.
El horizonte político comunitario-popular cuyos rasgos
principales he tratado de esbozar, insisto, no se expresó
en Bolivia ni en un programa ni en una figura única o
caudillo; más bien, se desplegó en el quehacer y en la deliberación
colectiva sobre múltiples temas, estableció vetos
colectivos a las decisiones inadmisibles que se trataron de
imponer, abriendo espacios-tiempos de rebelión múltiple
donde se sembraron nuevos criterios morales acerca de la
vida social. Es posible afirmar, entonces, que tal horizonte
comunitario-popular se desplegó enérgicamente, aunque
con importantes dificultades para expresar explícitamente
sus propuestas, desde la autonomía política y material
bases más íntimas y fundamentales de los supuestos cosmogónicos
en las culturas andinas. Por su parte, kuti quiere decir vuelta, giro.
Pachakuti, entonces, refiere a la transformación profunda del espacio-tiempo
que habitamos, a la subversión y alteración radical del
orden existente.
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lograda por heterogéneos entramados comunitarios, tanto
rurales como urbanos, durante varios años. Tales novedades
políticas que brotan en medio de las luchas tienen
la calidad de experiencias singulares, pero también contienen,
creo, la posibilidad del diálogo y la conversación
con otras luchas semejantes.
Tales son los rasgos epistemológicos principales de mi
manera de entender los asuntos sociales y lo relativo a la
transformación social, partiendo y siempre aprendiendo
de las luchas sociales que una y otra vez iluminan nuestras
vidas.
Puebla (México), otoño de 2013