Kurdistán: un pueblo que no quieren que exista. Retazos de una visita a Bakur

Viaje de una delegación vasca que recoge antecedentes, datos y sensaciones de ese pueblo que construye el confederalismo democrático



Kurdistan: un pueblo que no quieren que exista.
Retazos de una visita a Bakur

Iñaki Etaio (miembro de la delegación vasca a Bakur, primavera 2018)

Aunque muchas y muchos de nosotros hayamos escuchado el término
kurdo/a, y dicho pueblo sea conocido a nivel mundial mucho más que otros pueblos
sin Estado, el kurdo es un pueblo negado en gran parte de los territorios en los que
lleva siglos viviendo. Como es bien sabido, este pueblo de más de 40 millones de
personas (no existe un censo exacto, y muchas personas kurdas no tienen tampoco
conciencia de serlo) se distribuye entre cuatro estados que lo niega como pueblo:
Turquía, Siria, Irak e Irán. Si se puede hablar de elementos comunes a todos ellos
habría que referirse a la histórica negación y la represión del pueblo kurdo, si bien
con sus particularidades, que varían en función del gobierno de turno y de la
correlación de fuerzas en cada lugar y en cada momento. Hoy en día existen
situaciones muy dispares entre las zonas liberadas de Rojava (Oeste de Kurdistan),
el Bashur (Kurdistan sur) bajo administración iraquí gobernado con gran autonomía
por el clan Barzani, y las otras dos zonas bajo la férrea administración de los
estados turco e iraní, denominadas en kurdo Bakur (norte) y Rojhilat (este),
respectivamente. En cualquier caso, la resistencia y la lucha que históricamente ha
desarrollado este pueblo por su reconocimiento y liberación es otra constante de los
cuatro territorios citados que llega hasta nuestros días.
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Visitar Bakur y hablar con multitud de personas y organizaciones políticas y
sociales permite acercarse a esa realidad. Y la primera sensación que se tiene
nada más llegar a Amed (en turco Diyarbakir), y que se reafirma constantemente
con el transcurso de los días y de las conversaciones, formales e informales, es
que el pueblo kurdo es un pueblo que no quieren que exista. Tal afirmación puede
resultar obvia y sabida de antemano, más viajando desde Euskal Herria, otro
pueblo cuya identidad y derechos continúan negados muchos siglos después.
Precisamente este hecho hace que los intentos de invisibilización del pueblo kurdo
no nos llamen tanto la atención, al menos en comparación con un/a, pongamos por
caso, ciudadano/a solidario/a europeo/a tipo que se sorprende de la represión en
Kurdistan y desconoce la práctica de la tortura y la existencia de centenares de
presas/os políticas/os en varios estados de la UE. El hecho de ser vascas/os
permite también encontrar gran número de similitudes en la situación de ambos
pueblos, sin pretensión de comparar miméticamente dos pueblos con procesos
diferentes y con una complejidad interna tan grande. Siendo conscientes de las
diferencias entre la situación en la CAV, Nafarroa e Ipar Euskal Herria, podremos
entender fácilmente la complejidad que supone estar divididas/os entre cuatro
estados. En cualquier caso, “it´s very similar” e “it´s the same” son expresiones que
hemos escuchado en reiteradas ocasiones al intercambiar descripciones de
numerosos aspectos de ambos pueblos y, sobre todo, al describir las estrategias
represivas utilizadas por los estados.
El estado de
excepción que se mantiene
desde julio de 2016,
decretado tras el confuso
intento de golpe militar,
disminuye aún más las
garantías de poder
desarrollar actividades de
tipo político o incluso
cultural, si son críticas con
el gobierno. Si bien la
mayoría de las personas
detenidas y procesadas en
un primer momento
(policías, académicos/as,
periodistas, jueces…)
supuestamente
pertenecían al entorno de
Fethullah Gülen, el
contragolpe represivo ha
sido aprovechado para
aumentar aún más la
presión sobre el
movimiento kurdo, el
verdadero enemigo de las
ansias autócratas y
centralistas de Erdogan.
Control policial en la entrada al distrito Sur de Amed
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Invisibilizadas/os en su territorio. Tras la cortina turca
En el Estado turco el término Kurdistan es un término tabú, que proyecta esa
idea de tabú al pueblo mismo. Para referirse a este territorio hay que hablar del
Este de Turquía, o del Este de Anatolia, para que no resulte sospechoso. Utilizar el
término Kurdistan en el aeropuerto o en una instancia administrativa con un/a
funcionario/a puede dar lugar a preguntas y recelos. Y qué decir si el/la
interpelado/a es policía (el número de policías de paisano en calles y
establecimientos probablemente sea mucho mayor que el de policías
uniformados/as). Las preguntas sobre destino y objetivo de la visita pueden derivar
en solicitar el pasaporte, fotografiarlo, y en el registro de bolsas y mochilas.
Circular en taxi por Şanliurfa boulevard según se llega del aeropuerto de
Amed aporta el primer “golpe de realidad”: de todas las farolas de esta vía de varios
kilómetros penden banderas turcas e imágenes de Erdogan. Lo primero que se
viene a la cabeza frente a esta marea de banderas rojas con la media luna y la
imagen de su particular caudillo en calles, edificios oficiales, escuelas… es lo
hiriente que debe resultar para la mayor parte de la ciudadana kurda tener presente
a cada paso el mensaje constante de “esto es Turquía”. Sin embargo, la
propaganda del régimen turco que inunda todas las esquinas, la permanente
presencia de policías con armas largas, vehículos blindados, cámaras y puntos de
control, las cinco comisarías, el cuartes militar y las cinco cárceles dentro del
perímetro urbano de Amed dan a entender que no debe estar tan claro que los y las
habitantes de la capital de Bakur tengan tan asumida su nacionalidad turca…
Los intentos por barrer y/o asimilar los demás pueblos que habitan la
península de Anatolia desde tiempos ancestrales han sido reiterados durante el
Imperio otómano y, más recientemente, desde la constitución en 1923 del Estado
Retratos de Erdogan en Şanliurfa boulevard (Amed)
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turco por Mustafa Kemal, Atatürk. El genocidio perpetrado contra la población
armenia entre 1915 y 1923, en el que murieron asesinadas o por hambre y
enfermedades más de un millón de personas, es probablemente el hito más cruel
de dicha política (genocidio, por cierto, negado todavía hoy por el Estado turco).
El intento por terminar con las nacionalidades minoritarias (si bien casi una
de cada tres personas en el Estado turco es de origen kurdo) dentro del territorio
estatal se extiende, al igual que sucede con otros muchos pueblos, a las
manifestaciones culturales, idiomáticas y a la toponimia. Los nombres de los
pueblos y lugares se muestran en idioma turco, y este es el idioma que se utiliza en
exclusiva en los centros oficiales, administrativos, educativos, de salud… Todas las
indicaciones están únicamente en turco, fácilmente reconocible por las abundantes
diéresis utilizadas, y la ausencia en su alfabeto de las letras Q, W y X. El idioma
kurdo también está excluido de la educación y de los medios de comunicación. Si
bien durante el proceso de conversaciones de 2012-2015 entre el Partido de las y
los trabajadores del Kurdistan (PKK) y el islamista partido gobernante AKP (Partido
Justicia y Desarrollo) la permisividad hacia el idioma kurdo fue mayor, la ruptura de
dicho proceso supuso que el kurdo fuera de nuevo un idioma proscrito. En muchos
hogares de Bakur se mantiene el nexo con el idioma y cultura kurda a través de la
señal digital de Sterk TV, con sede en Bruselas. Dicho canal supone una bocanada
de aire fresco en una
atmósfera asfixiante,
donde el idioma kurdo
queda restringido al
ámbito privado. La
imposibilidad de la
enseñanza del idioma
kurdo en la educación
pública o privada limita
su transmisión al
ámbito doméstico, lo
cual, tal y como nos
comentaron algunas
amigas kurdas,
dificulta enormemente
la transmisión de la
escritura y su
normalización. De
hecho, algunas de las
personas con quienes
compartimos
conversación nos
indicaron que
entienden y hablan
kurdo, pero que no
son capaces de
escribirlo.
Banderas turcas en las calles de Mardin.
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La persecución de la cultura kurda en el Estado turco ha llegado a
situaciones un tanto surrealistas. Así, al visitar un patio interno que funciona como
cafetería/tetería en el distrito de Sur, la parte más antigua de la ciudad, las chicas
kurdas que lo regentan nos indicaron que, tras la ruptura del proceso de
negociaciones citado, todos los centros culturales del distrito fueron cerrados por
órdenes del gobierno. Su establecimiento, aunque con ambientación y música
kurda, se libró de la clausura al no funcionar formalmente como un centro cultural.
Al preguntarles sobre la posibilidad de publicar libros en kurdo, nos indican que, si
bien no está recogido expresamente en la legislación no poder publicar en kurdo,
las trabas y presiones del gobierno sobre las propias editoriales y distribuidoras
hacen inviable dicha posibilidad.
Pero si algo resulta aún más llamativo en esta especie de paranoia antikurda
es la prohibición de combinar los tres colores nacionales kurdos: amarillo, rojo y
verde. En las abundantes tiendas de textiles presentes en los pueblos y ciudades
de Bakur se pueden encontrar gran cantidad de pañuelos con diferentes
combinaciones de colores. Sin embargo, ninguno combina los tres colores
“sospechosos”. Nuestra búsqueda por encontrar dichos pañuelos clandestinos en
algún establecimiento de Amed, Mardin, Tatvan o Van resultó, como cabía esperar,
infructuosa. El pañuelo con los colores kurdos que trajimos escondido entre la ropa
de vuelta a Euskal Herria, fue el regalado por las compañeras del movimiento de
mujeres kurdas TJA. Una compañera internacionalista colombiana no lo pudo llevar
de vuelta a su país, ya que varias policías se lo incautaron al dirigirse a la
celebración del Newroz en Amed. Aunque a primera vista pudiera sonar a broma, la
realidad es que mostrar juntos tres colores desata la ceguera represiva del régimen
turco.
Años de plomo. Bajo la maza turca
Un retrato en la pared del salón de la casa de la madre y el padre de Ceylan
muestra a un joven algo menor de cuarenta años sonriente, enfundado en traje de
guerrillero sobre un fondo cubierto de vegetación. Rápidamente llega la explicación
por parte de la madre de Ceylan. Su hermano fue combatiente del PKK y
desapareció en una misión en el monte allá por el año 2000. No han vuelto a saber
nada de él, y por mucho que han indagado y preguntado no han podido encontrar
ninguna información. Tampoco desde la propia insurgencia han podido facilitar
información a la familia, como suelen hacer en estos casos. Tal vez el dolor de no
poder encontrar ninguna información sobre su hermano desaparecido fue lo que le
llevó a participar junto a otras mujeres en labores de acompañamiento y apoyo a
las familias de combatientes caídos/as. Cuando fallece un/a combatiente del PKK,
llevan a cabo las duras gestiones de informar a la familia, recuperar el cuerpo,
lavarlo y entregárselo. Son incontables los retratos de guerrilleros/as y militantes
caídos/as presentes en multitud de hogares kurdos. Miles son también los
testimonios similares tras más de tres décadas, con algunas interrupciones, de
enfrentamiento armado abierto entre el PKK y el Estado turco; si bien la violencia y
represión contra dicho pueblo viene de mucho más atrás.
Las aproximadamente 40.000 víctimas mortales del conflicto entre el pueblo
kurdo de Bakur y el Estado turco nos da una idea de la magnitud del mismo. En
cualquier caso, la mayor parte de esas víctimas son kurdas/os no combatientes
asesinados por las Fuerzas Armadas Turcas, tal y como está sucediendo en Afrin.
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En efecto, el Estado turco, para afrontar la guerra contra el PKK adoptó en los años
90 la táctica de “quitar el agua al pez”, también utilizada en otros lugares como
Guatemala, Chechenia, Colombia o Perú. Para aislar y debilitar al pez (la
insurgencia) se le quita el agua (el pueblo que nutre sus filas y le da apoyo). En
resultado es conocido: masacres, ejecuciones sumarias, desapariciones y
desplazamientos masivos de población. En el caso kurdo, según organizaciones
defensoras de los derechos humanos, alrededor de 17.000 kurdos/as fueron
desaparecidos/as, alrededor de 4.000 pueblos fueron vaciados de sus habitantes y
unos 3 millones de kurdas/os desplazadas/os, empujadas/os a las ciudades
alejadas de las montañas con presencia guerrillera. De estas/os últimas/os,
alrededor de un millón permanecerían aún como desplazadas/os internas/os. De
esta forma llegaron varios miles de expulsados a Amed, teniendo que ubicarse
como pudieron en casas de familiares y conocidos, tal como algunos de ellos no
describieron.
Pintada con referencias a Kobane y al PKK en Midyat.
El estado de excepción que rige el país desde hace casi dos años otorga
mayor poder a la policía y fuerzas armadas y disminuye las ya tenues garantías
frente a los abusos policiales y militares. Si ya de por sí la policía turca no tenía
excesivos problemas para apretar el gatillo en situaciones consideradas
problemáticas, la ley marcial le faculta para disparar sin tener que justificarlo. La
protesta social asociada a las reivindicaciones kurdas es, en estos momentos, poco
menos que una quimera. Cuando, de forma un tanto ingenua, preguntamos a
algunas de nuestras interlocutoras kurdas, si se habían realizado protestas por la
invasión turca de Afrín, la respuesta fue que no es posible, que Erdogan había
amenazado públicamente con actuar con todos los medios contra quienes osasen
cuestionar la operación militar. Como hemos podido comprobar in situ, en el Estado
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turco no se obvia ni se oculta la operación de Afrín. Se publicita hasta la saciedad
en todos los informativos como una gesta heroica, en la que un ejército desaloja a
unos terroristas y devuelve la paz a una población que los recibe con los brazos
abiertos (aunque, a tenor de las imágenes proyectadas por televisión, no han
debido encontrar multitudes esperándoles al entrar en Afrín y se han tenido que
conformar con mostrar imágenes de algún soldado sosteniendo entrañablemente a
un niño pequeño en brazos). En este contexto militarista y ultranacionalista, que
recuerda mucho al espíritu legionario, justificar la muerte de manifestantes
“terroristas” que cuestionan las operaciones del gran ejército turco no resulta
excesivamente embarazoso.
Los blindados de la policía son parte del paisaje urbano. Van.
Entretanto, también en medio de estas ciudades donde la protesta está
prohibida, miles de presos y presas políticas, muchos/as de ellos/as en prisión
preventiva, malviven hacinados/as en cárceles insalubres, dispersados/as por el
extenso territorio del Estado turco. La política de dispersión como política de
Estado. Una vez más, es inevitable la comparación con la dispersión de los/as
presos/as políticos/as vascos por las cárceles españolas y francesas, y la ruleta
rusa de los viajes de las/os familiares.
Al mismo tiempo, el Estado turco sigue construyendo nuevas prisiones,
vaticinio de un futuro igual o más duro, sabedor de que las tibias críticas de
gobiernos e instituciones europeas a las múltiples y comprobadas violaciones de
derechos humanos quedan en un segundo plano frente a los intercambios
comerciales entre Turquía y esos mismos estados.
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Las camaras de vigilancia también están muy presentes. Amed.
Ingeniería urbanística y poblacional. La ley de la excavadora
El desplazamiento de poblaciones con el objetivo de asegurar la ocupación
de territorios no es un invento del régimen turco. Muchos otros proyectos
expansionistas lo han practicado y lo siguen practicando, siendo probablemente la
batustanización sionista de Palestina el ejemplo más evidente. El Estado turco lo
aplicó a sangre y fuego en la década de los 90 con la política de aldeas arrasadas,
y lo sigue aplicando bajo una apariencia algo diferente en la actualidad. En esta
ocasión, dentro mismo de algunas ciudades kurdas.
Aunque el acceso está bloqueado, desde diversos puntos del distrito de Sur
(núcleo antiguo de Amed, rodeado por una muralla datada de antes del siglo IV) se
pueden observar todavía algunas casas a medio derruir y los vestigios de la brutal
ofensiva desarrollada por el ejército turco contra el barrio entre diciembre de 2015 y
marzo de 2016. A los intentos por resistir en la zona por parte de las milicias del
PKK le siguió la destrucción del barrio por las fuerzas armadas y su posterior
demolición. A las muertes de unos 65 milicianos/as, 65 soldados y 321 personas no
armadas contabilizadas por diversos organismos, hay que sumar el desplazamiento
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forzado de más de 24.000 residentes. En marzo de 2016, apenas tres semanas tras
el fin de los enfrentamientos, el gobierno expropió por la vía urgente la mayor parte
del terreno de Sur, pasando a ser el Ministerio de Medio ambiente y Planificación
urbana el nuevo propietario. Con la prácticamente única excepción de las
mezquitas, todas las edificaciones fueron demolidas posteriormente. Algunas
familias han recibido una compensación ridícula por la pérdida de su hogar y todos
sus enseres, bajo el lapidario ofrecimiento de “o esto o nada”. Otras familias no
fueron siquiera informadas de dicha posibilidad mientras que otras las rechazaron
al verse obligadas a firmar un documento por el que se responsabilizaba al PKK de
la destrucción de su hogar.
Acceso impedido al espacio que ocupaba el barrio (Sur, Amed)
Apenas dos calles más allá de las vallas que limitan el acceso a la zona derruida
nos reunimos en una cafetería. Varias jóvenes miembros de una plataforma creada
para luchar contra el proceso de desplazamiento nos detallan la situación actual de
esas miles de personas personas así como las motivaciones y planes futuros de las
autoridades que, designadas por Ankara, gobiernan la ciudad. Unos hombres de
otra mesa que disimuladamente nos fotografían con sus móviles nos dan a
entender que no somos las únicas personas interesadas en este encuentro
informal. Sur no era un barrio más, ni siquiera un barrio en el que milicianos/as del
PKK se habían hecho fuertes. Sur era un barrio que había recogido parte de las
miles de personas a las que se había expulsado de pueblos y aldeas durante los
años 90. La propia situación de necesaria solidaridad de sus habitantes, sumada a
la militancia y/o apoyo al movimiento kurdo de gran parte de ellas/os, junto con una
configuración urbana caracterizada por estrechas callejuelas, permitió que
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Restos de viviendas en Sur, Amed.
Vista de parte del barrio demolido desde las murallas de Amed.
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florecieran y se desarrollasen múltiples relaciones de apoyo, amistad y organización
entre las vecinas y vecinos del barrio. Tal y como nos indican las compañeras
kurdas, la toma y destrucción del barrio iba más allá de acabar con la resistencia
armada urbana y buscaba deshacer todo ese tejido social autoorganizado así como
despejar el terreno para la transformación urbanística del barrio.
Dos años después, el gobierno aún no ha hecho público el proyecto para el
barrio. De momento, sólo se observa policía y excavadoras en esos terrenos
desolados. Aunque por ley, las nuevas edificaciones debieran respetar el diseño
arquitectónico kurdo original, sospechan, por lo comprobado en otras
rehabilitaciones, que esto no será así. Intuyen que la fisonomía del barrio se
asemejará a la de los barrios de la ciudad situados fuera de las murallas, con
bloques de muchas alturas, zonas cerradas en el entorno de cada bloque y
marcadas distancias entre bloques. Transitar los barrios de más reciente
construcción en Amed transporta inevitablemente a los barrios gasteiztarras de
Zabalgana o Salburua, donde el urbanismo de altos edificios y anchas calles
parecen diseñados para alejar las relaciones humanas. Y la posible transformación
urbanística de Sur hace volar la imaginación hasta Errekaleor.
Puesto policial en la zona demolida. Sur (Amed)
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Barrio periférico de Amed.
El riesgo de la actividad política pública. En el filo de la navaja turca
Los encuentros con representantes del partido HDP (Partido Democrático de
los Pueblos, que agrupa a partidos de izquierda de ámbito estatal y partidos kurdos,
y con un 10% de votos en las últimas elecciones) y del DBP (Partido de las
Regiones Democráticas, principal partido kurdo) nos trajeron a la memoria años
recientes de la historia vasca. Y no era algo casual. Una simple búsqueda en
google lleva a titulares como “La Justicia turca utiliza el ejemplo de Batasuna para
ilegalizar el partido kurdo DTP” (consultar ediciones de periódicos como El País, El
Mundo, ABC, Público… del 11-12 de diciembre de 2009). Las compañeras y
compañeros kurdos nos explicaron cómo el partido político DTP fue ilegalizado en
2009 por sus supuestos nexos, ¡cómo no!, con el PKK, y cómo tuvieron que crear el
DBP para concurrir a las siguientes elecciones. Posteriormente, en 2016, llegaría la
sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) condenando a
Turquía por dicha decisión. Demasiado tarde.
La actividad política en el Estado turco tiene un riesgo evidente si no se
alinea con las políticas ultranacionalistas e islamizantes del AKP. Y se le añade un
componente de inseguridad adicional si se mezcla con la “cuestión” kurda. El
aparato represivo turco, que atraviesa todos los poderes del Estado, pisó el
acelerador en 2015-2016, en un contexto marcado por la ruptura de las
conversaciones entre el PKK y el gobierno, por la pérdida de la mayoría absoluta
del AKP y por el éxito electoral del HDP, sobrepasando el 10% de los sufragios.
Paradójicamente, mientras los sectores progresistas del pueblo kurdo intentaban
llevar a la práctica el concepto de confederalismo democrático formulado por
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Abdullah Öcalan, con una fuerte base en la municipalidad, en la participación
directa y en el protagonismo de la mujer, la oferta del régimen turco fue la
intervención de alcaldías y el encarcelamiento de sus co-alcaldes y co-alcaldesas.
Los 28 ayuntamientos intervenidos por el gobierno de Ankara, los/as casi 200 coalcaldes
y co-alcaldesas y concejales/as encarcelados y los/as más de 300
dirigentes locales del HDP y DBP en prisión constituyen la muestra más palpable
del riesgo de la política a nivel local en el Estado turco. Varias de las ciudades que
hemos visitado, donde la vida urbana se desarrolla en aparente normalidad (la vida
entre cuarteles y policías es ya parte de la rutina diaria…), tienen sus
ayuntamientos gestionados por interventores designados por el gobierno turco. Tal
es el caso de la capital de Bakur, Amed (algo más de 900.000 habitantes), o de las
ciudades de Van (en torno a medio millón de habitantes) o Mardin (algo más de
200.000 habitantes, donde, además, la co-alcaldesa destituida, Februniye Akyol,
fue la primera cristiana siria en ser elegida co-alcaldesa en todo el Estado). Las
gigantescas banderas turcas que cuelgan de dichos ayuntamientos son la
constante manifestación de la usurpación de la voluntad popular. Situaciones que,
por un momento, nos trasladan de nuevo a Euskal Herria.
Dirigentes del partido político kurdo DBP en su sede de Amed.
El cuadro de la represión de representantes populares y dirigentes políticos
locales debe ser completado con más de 500 procesos judiciales abiertos contra
diputados y otros dirigentes a nivel estatal, entre ellos Selahattin Demirtaş y Figen
Yüksekdağ, co-presidentes y co-presidenta del partido HDP, encarcelados desde
noviembre de 2016 bajo la socorrida acusación de colaboración con banda armada
y propaganda a favor de organización terrorista.
Encarceladas o no, muchas son las personas que, relacionadas de una
forma u otra con el movimiento político kurdo o con la izquierda turca, ven su vida
personal y profesional afectada por los zarpazos del régimen de Erdogan. Tal es el
caso de Feride, primera mujer en ejercer la abogacía en Amed, con la que pudimos
compartir cena y conversación sobre la situación política apenas tres días tras su
comparecencia en calidad de acusada en un juicio en Ankara. Una vez más, y ya
son varios años, la vista se pospuso. Mientras tanto, ella no puede salir del país y
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encontrarse con su compañero, quien tiene prohibida la entrada al Estado turco.
Una historia personal más entre tantas que recorren Kurdistan.

Acto del partido HDP en su sede en Amed.
Banderas del partido en las ventanas de su sede de Amed.
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Periodismo en Kurdistan. Saltando sobre la tijera turca
Si la actividad política desde la izquierda y a favor del pueblo kurdo es una
actividad de riesgo en el régimen turco, el desempeño como periodista crítico con el
poder de Ankara también lo es. En un estado donde, al igual que en el Estado
español, la mayor parte de los medios de comunicación no contrarían al gobierno
sino en lo superficial, el periodismo independiente y comprometido, más si se lleva
a cabo desde Kurdistan, lleva asociado una dosis de peligro.
La visita a la sede de Jin News en Diyarbakir nos proporcionó en apenas una
hora una idea de las condiciones en las que tienen que realizar su trabajo las/os
informadoras/es independientes. Jin News es un medio online creado en 2012 y
gestionado únicamente por mujeres donde la perspectiva de género y la denuncia
de la opresión contra las mujeres en sus diversas modalidades están
especialmente presentes. Ello las hace también blanco de un régimen conservador
y patriarcal que ve en la emancipación de la mujer un cuestionamiento evidente de
su reaccionario proyecto. La sede del medio es un apartamento en un edificio de
casi 20 plantas. Ninguna señal identificativa, indicaciones para que entrásemos y
saliésemos con premura, y una puerta blindada con varios cierres contextualizan su
trabajo diario. Según nos comentan, los años más duros fueron la década de los
noventa, cuando la represión del régimen turco fue implacable contra todo lo que
oliese a kurdo. Más de 20 periodistas fueron asesinados en ese período de
represión abierta. Hoy en día, si bien la eliminación física de periodistas no es tan
frecuente, la persecución a los medios, su ahogamiento económico o directamente
su cierre, así como el procesamiento y encarcelamiento de periodistas son los
procedimientos utilizados. No en vano eran 245 las/os periodistas encarcelados en
enero de 2018, según la organización Stockholm Center for Freedom. Todo ello
bajo una campaña de criminalización que cala en gran parte de la población turca.
Realizar propaganda del terrorismo, acción penada con penas de entre tres y doce
años de prisión, es la acusación más frecuente para intentar acallar el periodismo
kurdo. Cuando les mencionamos los cierres de Egin, Egunkaria y Ardi Beltza, así
como la persecución de periodistas y trabajadores/as de diversos medios vascos,
nos indican que tenían conocimiento de ello.
En una pequeña sala donde no había sitio para sentarse todas/os, las
compañeras periodistas también nos relataron cómo durante la ofensiva del ejército
turco y las fuerzas yihadistas contra Afrin, alrededor de 200 periodistas fueron
detenidos/as por informar sobre dichas operaciones. Se suele decir que en las
guerras la primera víctima es la verdad. En este caso, el Estado turco tampoco
quería testigos incómodos sobre el terreno arrasado. Sólo periodistas que
fotografíen balcones con la bandera turca y soldados con un niño en brazos.
Otro de los hándicaps a los que tienen que hacer frente las profesionales de
la información es la negación de credenciales como periodistas por parte de las
instancias gubernamentales, lo cual dificulta enormemente el trabajo de nuevas
personas que decidan incorporarse a la profesión. Según nos comentaron, el
realizar labores periodísticas sin dicha acreditación suele suponer terminar en
prisión, además de perder el material que se porte en ese momento. Junto a ello,
otra preocupación mezclada con crítica: la escasa solidaridad recibida desde sus
colegas de profesión europeas/os.
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La presión contra la información y la censura del régimen turco llegan en
ocasiones a límites que rayan lo ridículo. Cuando nos comentaron que el acceso a
Wikipedia estaba bloqueado tuvimos que comprobarlo para cerciorarnos de que,
efectivamente, era así. Si una web tan “peligrosa” como esa tenía el acceso
impedido, lo mismo tendría que ocurrir con otras webs con contenidos más
políticos. Ciertamente, el acceso a diversas web con contenidos sobre Kurdistan en
diferentes idiomas también estaba bloqueado.
Tras la reunión mantenida con el grupo de periodistas fuimos testigos de
nuevo de ese intento por acallar cualquier testimonio que contraríe la versión oficial
o que, simplemente, quiera aportar una voz por la paz y el entendimiento. El
encuentro con una decena de integrantes de Dayîkên Aşîtîyê (Mujeres por la paz)
en casa de una de ellas fue realmente emotivo. Todas ellas habían perdido algún
familiar en el conflicto. Con su pañuelo en la cabeza y con la serenidad y fuerza de
su testimonio, recuerdan en gran medida a las madres y abuelas de la Plaza de
Mayo. No en vano, han coincidido con ellas participando con Nora Cortiñas en el
documental Pañuelos para la historia (2015). Tras una desesperada descripción de
la brutal ofensiva contra Afrin y las victimas que estaba causando, llegó el aviso:
una tanqueta de la policía junto con varios policías de paisano estaba apostados
debajo de la casa. Tras una despedida apresurada bajamos rápidamente con las
indicaciones de subir inmediatamente al minibús que nos estaba esperando. Pero
fue en vano. Los policías habían ido expresamente en nuestra búsqueda y según
nos acercamos al minibús comenzaron las preguntas cortas en inglés por parte de
uno de ellos. Tras la mediación de una de las compañeras kurdas y tras fotografiar
un policía con su móvil cada uno de los pasaportes, pudimos continuar. “Esto es
algo habitual” nos comentan las compañeras. Ya nos habíamos dado cuenta de
que era así. Tan habitual como la persecución y la censura.
Encuentro con Dayîkên Aşîtîyê, familiares de personas asesinadas por la represión estatal.
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La inhabilitación profesional. Otro engranaje para sacar de circulación voces
discordantes
La policía de paisano también estaba presente en la entrada del edificio que
alberga en una de sus plantas la sede en Amed de Eğitim Sen, el Sindicato de
trabajadoras/es de la educación y la ciencia. Este sindicato es de ámbito estatal y
se encuadra en el KESK, el principal sindicato de izquierda del Estado turco. Nada
más entrar al apartamento con funciones de sede nos encontramos con los retratos
de 20 profesores asesinados en la década de los 90. Según nos indican,
asesinados por el terrorismo de Estado, desconociéndose aún quienes fueron las
manos ejecutoras. Aunque la eliminación física de profesorado crítico no se práctica
hoy en día, otras formas de represión continúan y se han intensificado estos dos
últimos años.
Mientras tomábamos un té antes de comenzar la reunión, tuvimos ocasión
de hablar unos minutos con uno de los profesores universitarios despedidos por
haber firmado un manifiesto en enero de 2016. No sería el único que conoceríamos
en esa situación. Tras la ruptura de las conversaciones entre el PKK y el gobierno
turco, el ejército turco lanzó una ofensiva en todo Bakur que alcanzó de lleno a
varias ciudades (Amed, Nusaybin, Cizre…), donde milicianos/as del PKK decidieron
defender las zonas autogestionadas en dichos entornos urbanos. La salvaje
ofensiva del ejército con armamento pesado destruyó barrios enteros, provocando
la muerte de cientos de milicianos y otros/as habitantes de los mismos, en
ocasiones enterrados/as en su propia casa, tras resistir muchos días sin agua,
electricidad ni alimentos. Esta ofensiva motivó que más de 2.000 docentes e
investigadores/as, tanto de la universidad como de enseñanza primaria y
Recuerdo permanente de los profesores asesinados en la sede de Eğitim Sen en Amed.
Kurdistan: un pueblo que no quieren que exista. Retazos de una visita a Bakur
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secundaria, firmaran un manifiesto titulado “No seremos parte de este crimen” en el
que se criticaba la actuación del gobierno y el sufrimiento causado a la población
civil. La respuesta del gobierno de Erdogan fue rápida y especialmente virulenta.
Les acusó de traición y de ser cómplices del PKK, indicando que dichos
“pseudointelectuales” con doctorado no debían esperar trato distinto al de los
“terroristas” a los que enfrentaba el ejército. En las semanas siguientes llegarían las
primeras medidas punitivas: a los/as firmantes se les suspendió su contrato laboral.
En 380 casos se les inhabilitó por decreto ley para poder ejercer la docencia,
mientras que en otros centenares de casos “simplemente” se les despidió de su
puesto de trabajo, se les suspendió de empleo durante varios meses o, en el caso
de algunos/as investigadores/as, se canceló la financiación de sus proyectos. Tal
es el caso de Behcet, doctor en bellas artes e investigador en la Universidad de
Van (este de Bakur, muy cerca de Irán) que cometió el “error” de firmar el citado
manifiesto y ahora está suspendido y en espera de juicio. Preguntado por la actitud
de los rectorados de las universidades afectadas (más de 90 en todo el Estado
turco), la respuesta no es nada alentadora: el 99% de los rectores/as obedecen
servilmente al gobierno y el otro 1%, no alineado políticamente con él, actúa
mirándose al ombligo, aplicando también en la práctica los dictados del gobierno.
Asimismo, respecto a las perspectivas de continuar su carrera profesional al no
estar inhabilitado por ley, nos indica que, aún en el caso de poder optar a ocupar
otro puesto (los puestos vacantes tras las expulsiones han sido cubiertos ya por
otras personas), el hueco que deja en el currículum todo ese tiempo sin contrato sin
una razón académica convincente deja ver implícitamente las razones de ese parón
e imposibilita
reengancharse a la
actividad investigadora
en un Estado donde el
gobierno ejerce un
férreo control ideológico
sobre todos los
estamentos de la
administración. Además
de ello, las y los
firmantes del manifiesto
despedidas/os tienen
prohibido abandonar el
Estado turco (se les ha
retirado el pasaporte),
así como enviar a sus
hijas/os a estudiar al
extranjero.
La exclusión del
sistema público suele
hacerse extensiva al
sistema de educación
privado, que, además
de estar en gran medida
en manos de sectores
religiosos
Logo del sindicato de profesorado Eğitim Sen en su sede de Amed.
Kurdistan: un pueblo que no quieren que exista. Retazos de una visita a Bakur
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ultraconservadores, recibe presiones políticas y económicas para no contratar a
profesorado expulsado.
Ante esta situación, gran parte de estas/os trabajadoras tienen que
abandonar la actividad académica y/o investigadora y dedicarse a otras actividades
de iniciativa privada. Por ejemplo, Tuncay, profesor de educación primaria en Van
despedido por firmar el manifiesto, nos cuenta que trabaja en una academia privada
pero sin contrato. Las redes de solidaridad palian en cierta medida las
consecuencias de las medidas de castigo gubernamentales, aunque siempre bajo
la imprescindible discreción. Tal y como nos comentan, otras/os muchas/os
docentes han tenido que recurrir a abrir pequeños negocios, como teterías, etc.
Si bien se ha aplicado de forma masiva a raíz de la publicación del referido
manifiesto, la inhabilitación para ejercer en el sector público en el Estado turco por
razones políticas es algo de vieja data. Tal es el caso de Yilman, veterano militante
de Van despedido hace veinte años de su puesto de trabajo como profesor, que
nos cuenta su situación y la de su pueblo mientras cenamos en el restaurante
kebab de su primo. Éste abrió el negocio hace varios años tras ser despedido por
sus posicionamientos políticos del puesto de empleado municipal que ocupaba en
el ayuntamiento.
Según los datos que nos proporciona Abbas, responsable sindical de la
sección de Eğitim Sen en Amed, 11.300 profesoras/es han sido suspendidos de
empleo en algún momento mientras que 1.565 están inhabilitadas/os de forma
permanente para ejercer la enseñanza. El miedo a posicionarse de forma
divergente frente a los dictados del gobierno silencia parte de las posibles voces
críticas y la presión sobre los sindicatos independientes está causando mella.
Abbas nos indica que el número de profesores/as afiliados/as a su sindicato ha
disminuido un 40% fruto de la ofensiva autoritaria del gobernante AKP.
El Estado turco es consciente de la importancia de la educación en la
formación de las personas y el control ideológico de los y las docentes es un
aspecto en el que incide de forma más que evidente.
Islamización. Más minaretes para apuntalar un proyecto social retrógrado
En el campo de la educación también se libran otras luchas en Kurdistan.
Una de ellas, como no podía ser de otra forma, es la del idioma. Si bien el idioma
kurdo ha sido y es excluido de todas las esferas públicas y administrativas, durante
los aproximadamente dos años que se mantuvieron las conversaciones entre el
PKK y el gobierno, se disminuyó ligeramente la presión sobre la lengua kurda. La
del idioma fue una de las peticiones que el PKK puso encima de la mesa. En ese
momento se autorizó una muy limitada presencia de la enseñanza en idioma kurdo
en las escuelas de algunas localidades con mayoría kurda. La ruptura de las
conversaciones dejó en suspenso ese tímido avance. Sin embargo, no quedó
simplemente en eso. Muchas/os docentes que habían impartido clase en kurdo
recibieron la notificación de que serían trasladados a escuelas de otras localidades.
Se calcula que en torno a mil docentes fueron removidas/os al oeste del Estado
turco en 2017. Ceylan nos cuenta el caso de su hermano, destinado a una ciudad a
cientos de kilómetros de Amed, donde vivía y trabajaba. Abbas también nos habla
de esa situación a la que han tenido que hacer frente tantas y tantos docentes,
muchas/os de ellas/os afiliadas/os del sindicato. Hay casos incluso de parejas en
las que ambos/as ejercían de docente y han sido trasladados/as a diferentes
Kurdistan: un pueblo que no quieren que exista. Retazos de una visita a Bakur
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destinos. También se refiere Abbas a la hostilidad a la que deben hacer frente en
su nueva adscripción, poblaciones alejadas de Kurdistan con un fuerte sentimiento
anti-kurdo a donde llegan con la etiqueta de “terroristas”. En el caso de 14
profesoras/es destinadas a una localidad del oeste turco llegaron incluso a recibir
amenazas de muerte. El sindicato intenta atender y proteger a dichas/os
profesoras/es a través de sus secciones locales, tarea nada fácil bajo una feroz
estigmatización de lo kurdo.
Pero la educación turca es también un campo de batalla entre el laicismo y la
islamización como política de Estado. Si bien el laicismo fue una de las banderas
del proyecto kemalista, la oleada ultraconservadora, ultranacionalista y también
islamizante del AKP está inundando prácticamente todas las esferas de la vida,
incluida la educación. Si bien el Islam está presente en la región desde hace siglos
y es la religión mayoritaria entre la población turca y kurda, existe un intento
deliberado y no ocultado de que la religión musulmana tenga cada vez más
presencia en la sociedad. Al pasar por cualquier ciudad de Bakur llama realmente la
atención el gran número de mezquitas, muchas de ellas nuevas o en construcción,
en ocasiones distantes apenas unos centenares de metros. Incluso al viajar por
zonas rurales resultan llamativas las mezquitas en pequeños poblados en los que la
mezquita no se llenaría ni aunque acudiese todo el pueblo a ella. Los minaretes que
caracterizan el perfil urbano y los rezos por megafonía en varios momentos del día
hacen omnipresente el Islam en todo el territorio del Estado, convirtiéndolo en una
de sus señas de identidad. Esta instrumentalización de la religión por parte del
gobierno ha hecho que algunos/as musulmanes/as hayan dejado de acudir a las
mezquitas, como así nos lo reconocieron algunos/as compañeros/as kurdos
musulmanes/as.
Mezquita en poblado de la provincia de Adiyaman.
Kurdistan: un pueblo que no quieren que exista. Retazos de una visita a Bakur
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En el sistema educativo, la religión está presente en el mismo momento del
acceso a la función docente. Abbas nos confirma los comentarios de días previos
de otras personas sobre las pruebas de acceso a la función docente. Anteriormente
se accedía mediante una prueba en la que se valoraban la formación y
conocimientos relativos al puesto. Con el gobierno del AKP se incluyó una segunda
prueba que consiste en una entrevista personal en la que el entrevistador incluye
preguntas sobre vida personal, familiar y, ¡cómo no!, religiosa. Además de ello, se
solicita información sobre la persona candidata en el entorno religioso
correspondiente a su lugar de residencia. Ser musulmán practicante y llevar una
vida en base a los preceptos conservadores propugnados por el gobierno facilita
enormemente poder acceder al puesto. Lo contrario puede traducirse
irremediablemente en la imposibilidad de conseguirlo. Por tanto, al proceso de
purgas de profesorado incómodo ya descrito hay que sumar un sistema de
selección basado en gran medida en criterios no académicos.
Como no podía ser de otra forma, otra de las víctimas de este sistema es la
educación basada en la ciencia, la cual va perdiendo peso de forma progresiva en
el sistema público frente a unos cada vez más presentes contenidos religiosos.
Ésta es también una de las principales preocupaciones entre los sectores
progresistas de la sociedad. En cualquier caso, tal y como nos comenta Abbas,
muchas madres y padres no tienen más remedio que enviar a sus hijas/os a
colegios religiosos al no disponer de escuelas públicas laicas en su zona. La
proporción de
centros religiosos en
relación a centros
laicos se incrementa
cada vez más.
Además, la inversión
en éstos últimos
puede verse
notablemente
afectada en caso de
mantener la dirección
del centro una
postura no sumisa
frente a los criterios
del Ministerio de
educación. Al igual
que en otros
estados, el
proselitismo religioso
está también muy
presente en el
Estado turco. Desde
movimientos
religiosos se ofrecen
facilidades a familias
con pocos recursos
Mezquita de reciente construcción en Amed. para que puedan
Kurdistan: un pueblo que no quieren que exista. Retazos de una visita a Bakur
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estudiar y recibir otros servicios (manutención, alojamiento…), con el resultado de
una captación progresiva de nuevos miembros para esa comunidad.
Abbas nos pregunta si nos importa que se encienda un cigarro. Nos explica
que se pone nervioso cuando tiene que explicarnos el tema de los abusos a niñas y
niños en algunas escuelas religiosas. A continuación, relata como el profesorado
progresista y el sindicato están cada vez más preocupados por el aumento de
abusos a menores en escuelas y residencias de estudiantes, así como por la cada
vez mayor permisividad frente a ello por parte de profesorado religioso y por parte
de diversos sectores sociales. En efecto, el mayor conservadurismo con base
religiosa que se está imponiendo en el Estado turco está permitiendo que sectores
ultraconservadores presenten estos casos (alrededor de 400 casos documentados
en 2017, muchos de ellos incluyendo violaciones y algunos asesinato) como algo
asumible y no sujeto a castigo. Son esos mismos sectores, incrustados en las
estructuras mismas del Estado (como es el caso de la Dirección de Asuntos
religiosos), los que propusieron recientemente disminuir la edad legal del
matrimonio.
Aunque las nubes tapen el Sol, no pueden ocultar su existencia
Recordar el pasado, escuchar el presente y prever el futuro de Kurdistan no
mueve precisamente al optimismo, aunque la lucha y resistencia de este pueblo
demuestra claramente que sigue vivo. Las experiencias que se están desarrollando
en los territorios liberados de Rojava alimentan en gran medida la esperanza del
pueblo kurdo y de otros muchos pueblos del mundo. Ellas/os mismas/os son
conscientes de la potencialidad de lo que en los cantones de Afrin, Kobane y Cizire
se está construyendo y defendiendo. El régimen turco también, y de ahí su furiosa
respuesta en forma de bombardeos, tanques y yihadistas. Con base en el
confederalismo democrático teorizado por Abdullah Öcalan, los territorios liberados
por las YPG/YPJ y otras agrupaciones armadas de izquierda se han organizado
ejerciendo un modelo de democracia directa que contrasta con los sistemas de
sometimiento de poblaciones impuestos a unos pocos kilómetros de allí, ya sea por
el Estado turco o por el ISIS y otros grupos islamistas. Los procesos de
organización y de participación de las diferentes comunidades (kurda, asiria, árabe,
yazidí, turcómana, …) puestos en marcha en Rojava apuestan por un modelo
multiétnico en esa convulsa zona del mundo. El papel cada vez más protagónico de
la mujer con base en la Jineologî, la ciencia de las mujeres, que coloca a éstas en
el centro de la lucha contra el patriarcado, el capitalismo y el Estado, rompe con el
papel al que tradicionalmente se las ha relegado. La inclusión de la ecología como
uno de los pilares del confederalismo cuestiona la explotación de recursos y el
desarrollismo que condena a los pueblos y la naturaleza. Las experiencias de
Rojava, con sus dificultades y su todavía precaria estabilidad, irradian su luz hacia
los demás territorios kurdos y muestran el potencial del pueblo cuando se libera del
aparato estatal centralista y se organiza en base a sus necesidades.
Desde Bakur miran con esperanza a Rojava, y con rabía a Afrin. Viven
también con rabía su día a día, en el que el rojo, verde y amarillo sólo se pueden
combinar en los espacios privados. A pesar de ello, los permanentes intentos de los
estados por tapar el resplandor del pueblo kurdo no pueden impedir que los
destellos del sol situado en el centro de la bandera kurda sigan iluminando el
Kurdistan: un pueblo que no quieren que exista. Retazos de una visita a Bakur
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camino. La sistemática represión y el profundo sufrimiento no han conseguido
doblegar la voluntad de este abnegado pueblo. La clave nos la aporto de forma muy
simple el veterano Yilman, al pedirle su opinión sobre la viabilidad de desarrollar el
confederalismo democrático en Bakur. Nos contestó que, en las actuales
circunstancias, no se puede implementar, ya que la participación política está
impedida. Pero recalcó que el pueblo está deseoso de participar en política. No han
conseguido apagar ese deseo. Y eso es una garantía de futuro.