Los Minangkabau y la experiencia matriarcal
5 mayo, 2018
Por Franco Vanni
El Furgón –
Al oeste de la Isla de Sumatra, en Indonesia, tomó forma tras miles de años una forma de organización social que a nuestros ojos pareciera ficticia, o al menos, podríamos solo vislumbrarla en un lejano horizonte. Las relaciones sociales aquí se basan en el respeto mutuo, la empatía y la igualdad entre géneros. La piedra angular de su estructura se basa en lo que se llama, según ellos, un matriarcado.
Allí las mujeres son respetadas por su sabiduría y contribución a la comunidad. Desempeñan roles políticos, administran la economía, el desarrollo cultural de los más jóvenes, la distribución del alimento, la formación de las leyes, entre otras responsabilidades. A modo de ejemplo, la herencia de los bienes familiares se realiza de forma matrilineal, de madre a hija/s, y así sucesivamente. Sin embargo, esto no es tomado por la sociedad como una forma de poder, sino que se realiza como una forma de honrar a sus antepasados. Otra forma de ver sus diferencias con nuestra manera de organizarnos es que al casarse, los novios se mudan a la casa de los padres de la mujer.
Viaje a la sociedad matriarcal Minangkabau, de Sumatra
La población total de los Minangkabau asciende a los ocho millones en todo el mundo, mientras que la mayor parte de ellos, unos seis millones y medio, residen a lo largo de Indonesia; dentro del país, en la región del Oeste de Sumatra, habitan cuatro millones doscientos mil personas pertenecientes a esta etnia. Su peso en la vida política es importante, por solo citar tres casos populares, el co-fundador de lo que hoy se conoce como Republica de Indonesia era Minang (también se los conoce con este nombre), así como lo era el primer Presidente de Singapure, Yusof bin Ishak, y quien fue la cabeza del estado malayo entre 1957 y 1960, Tuanku Abdul Rahman.
Si bien desde el siglo XVI en la región se ha vuelto predominante la profesión del Islam, esta religión no logró quebrar la estructura creada bajo el Adat, la religión pre-islámica sobre la que se desarrolló la estructura de los Minang. En 1835, el poder político llevo a la etnia a una guerra civil con el fin de dominar finalmente el territorio, y si bien lograron hacerse con el control administrativo, en términos culturales, el Islam se fundió en el Adat y pervivió la esencia típicamente revolucionaria de su organización comunal.
Su religión histórica, el Adat, está conformada por las costumbres y hábitos locales transmitidos de generación en generación. Valoriza el conocimiento, relaciona la vida que propaga la naturaleza en todos sus aspectos, con la fecundidad de los campos y de la mujer, especialmente de esta última, debido a su capacidad de regenerar la prole. Sus “fieles”, por llamarlos de alguna manera, eligen tomar las enseñanzas positivas que deja el entorno natural, y desechar las malas. Hacen especial énfasis en el ser, y no en el tener, o en la mera posesión de los objetos, por eso mismo, su comunidad está cargada de amor y espiritualidad. Su forma de ver el poder se basa en los pactos a los que pueden llegar acordando el cómo proceder ante distintas situaciones con el otro género, los hombres; todas las decisiones, ya sean locales o familiares, se toman bajo la egida del acuerdo mutuo.
Su sistema de valores, es opuesto en varios sentidos al que predomina en Occidente, así como también lo es en su propio país. Por esta misma razón, el Estado musulmán que gobierna en Indonesia intenta sembrar el desacuerdo entre la comunidad para ir limando sus costumbres ancestrales a medida que pasa el tiempo. A su visión de la mujer como miembro activo de la población, que se manifiesta desde su trabajo en los campos hasta en su contribución a la organización de la vida social, oponen una figura femenina vista bajo la óptica patriarcal, en donde la mujer es ama de casa y atiende únicamente las necesidades del marido. Siguiendo esta línea de acción, el gobierno ha facilitado la especulación sobre los bienes matrilineales, que de ser injustamente administrados por varones, pueden venderlos o hacer negocios con ellos, ya que los objetos son heredados a las mujeres en el uso, y no hacen falta papeles que justifiquen la herencia del bien.
A pesar de este panorama desfavorable, el pueblo Minang resiste, aferrado a sus cimientos culturales, como ya lo han hecho. Los viajeros que visitaron el lugar coinciden en que el ambiente es pacífico, agradable y respetuoso. Los niños crecen rodeados de amor y respeto, y de esta forma se explica la duración en el tiempo del Adat, los jóvenes se desarrollan en un entorno ameno y están agradecidos por ello. La comunidad entera se preocupa de los problemas particulares y ninguno de sus integrantes queda librado a su suerte.
Minangkabau significa en nuestro idioma, búfalo victorioso. Esta palabra proviene de su leyenda fundadora en la cual se disputaron el terreno en una guerra contra sus adversarios javaneses. Como la contienda no llegaba a su fin, eligieron decidirla en una pelea de búfalos. Sus enemigos llevaron a un espécimen del animal cargado de ferocidad, agresivo y enorme. Los habitantes locales, en cambio, eligieron un búfalo hambriento, pequeño y débil, con unos cuernos bien afilados en su cabeza. Al iniciar la pelea, el primero se amansa al ver la condición física de su contrincante, y relajado, se echa sobre el pasto. Allí viene el animal debilitado, para mamar del otro, y es en ese momento lo atraviesa con sus enormes cuernos. De allí la enseñanza con que eligen luchar: la fuerza no gana las batallas.