La destrucción cultural que realiza el gobierno turco en su afán de someter al pueblo kurdo

El plan de Turquía es deshacerse del patrimonio kurdo al tiempo que inunda una zona habitada y dificulta la movilidad de las guerrillas. Esa ha sido la política de Turquía que entre 1993 y 1999 destruyó 3000 pueblos kurdos obligando a sus habitantes a desplazarse y perderlo todo. Ahora estos ya suman unos 4000. De la misma forma usó el fuego para deshacerse de bosque en el que se pudieran esconder, igual que ahora ha hecho en Rojava, quemando las cosechas también para que no puedan alimentarse.



Kurdistán
Hasankeyf reúne 9 de 10 criterios de Patrimonio Mundial de la Unesco

Martintxo Mantxo
Rebelión

El Estado turco ha intentado frenar al movimiento de liberación kurdo por todos los medios, como prohibiendo partidos o ahora encarcelando a sus representantes en las elecciones, pero siguen cosechando resultados inmejorables. Rojava, el Kurdistán bajo lo que era el Gobierno sirio y la zona siria liberada (FDNS) son también entendidas como una amenaza, por ser kurdas y por haber desarrollado grandes niveles de democracia real, democracia de base y revolucionaria (derechos de la mujer, cooperativas, control obrero, etc). Esa es la razón porque durante todo este tiempo el Estado turco ha atacado a Rojava/FDNS, ha cometido incendios para quemar sus bosques y cosechas, e incluso ha apoyado al IS en sus ataques, y por lo que ahora ha bombardeado Afrín.

De la misma forma ha destruido el distrito antiguo de Sûr en Amed (Diyarbakir). En Sûr se había desarrollado desde el 2007 un proceso de Autonomía Democrática similar al que se viene desarrollando en Rojava. Los intentos de detener este movimiento provocaron numerosos enfrentamientos hasta que estos cesaron en 2016, pero entonces el Gobierno turco procedió a su erradicación no sumergiendo Sûr sino destruyéndola casa a casa. Actualmente el 80% de Sûr ha sido ya destruido. De igual forma en los municipios de Cizre, Nisebîn (Nusaybin) y Şirnex (Şırnak) también se han desalojado a 175.000 personas. Las fuerzas de seguridad además han asesinado a 400.

En este contexto debemos entender el embalse de Ilisu también, como una herramienta de control ante sus vecinos próximos (Siria e Iraq) y de poder, porque Turquía no tiene petróleo y lo tiene que importar de esos países. Pero sobre todo de sojuzgamiento del pueblo kurdo. Ilisu se sitúa en zona de presencia del PKK. Pero sobre todo Ilisu sumergiría una basta zona de gran patrimonio cultural no sólo kurdo sino de muchas otras culturas y civilizaciones que en su larga historia la han poblado. Como pasa ahora en Sûr, donde el desalojo del barrio ha supuesto la destrucción de patrimonio arqueológico así pasará en Hasankief: su puente, las cuevas hasta hace poco habitadas y ahora dinamitadas, y 500 sitios arqueológicos desde la prehistoria al imperio otomano, como la ciudad asiria de Tušhan (882-611 a.c.), o como el mausoleo de Zeynel Be (dinastía Turkomana de la Oveja Blanca, 1378–1508) y, que han intentado trasladarlo a otra ubicación fallando en su objetivo.

El recientemente estrenado documental “Día de muerte del agua” del director Ali Ergül muestra este patrimonio inagotable ahora amenazado. Para ello el proyecto incluye también el Parque Cultural de Hasankeyf, pero todos sabemos que mucho se perderá bajo las aguas.

Hace dos años en pleno escándalo por la destrucción del ISIS de sitios arqueológicos de Níniv y monasterios cristianos denunciábamos la misma actitud por parte del Estado de Turquía, con la financiación del BBVA. El BBVA, que no es otro que el financiador del embalse de Ilisu a través de su subsidiaria Garanti Bank.

Así, el plan de Turquía es deshacerse del patrimonio kurdo al tiempo que inunda una zona habitada y dificulta la movilidad de las guerrillas. Esa ha sido la política de Turquía que entre 1993 y 1999 destruyó 3000 pueblos kurdos obligando a sus habitantes a desplazarse y perderlo todo. Ahora estos ya suman unos 4000. De la misma forma usó el fuego para deshacerse de bosque en el que se pudieran esconder, igual que ahora ha hecho en Rojava, quemando las cosechas también para que no puedan alimentarse.

El gran proyecto GAP de Turquía (Proyecto para el Sureste de Anatolia) incluye 22 presas y 19 centrales en la zona del Kurdistán, con 7490 MW de energía. De ellos a Ilisu le corresponden 1,200 MW. Toda esa energía no es necesaria, o se puede producir por otros medios que tengan menos impacto en la sociedad, la cultura y el medio ambiente. Pero viendo cual es el procedimiento del Gobierno kurdo, está claro que el objetivo además de energético es otro.