¿Una nueva Nicaragua?

Hubo hace poco la promesa de un diálogo para salir de esta crisis. En la primera sesión sentimos una mezcla de júbilo y catarsis al ver a un joven de 20 años interpelar a Daniel Ortega con bravura y oratoria. Pero en la segunda y tercera sesiones el diálogo se estancó en promesa; politiquería, demagogia, figureo.



¿Una nueva Nicaragua?

Son pocos los momentos a rescatar de nuestra historia en que haya habido Gobierno sin corrupción o paz sin opresión

Carlos F Grigsby
26 de mayo 2018
CONFIDENCIAL

Ahora que Nicaragua nos reventó en la conciencia a todos los que estábamos adormilados, hoy es más importante que nunca saber bien qué momento atravesamos. Si no, las descripciones que se han venido repitiendo para explicar los últimos eventos —que esto era una olla de presión, que desde el 19 de abril este país es otro, etc.— solo servirán para describir algo sepultado en el pasado.

Hubo hace poco la promesa de un diálogo para salir de esta crisis. En la primera sesión sentimos una mezcla de júbilo y catarsis al ver a un joven de 20 años interpelar a Daniel Ortega con bravura y oratoria. Pero en la segunda y tercera sesiones el diálogo se estancó en promesa; politiquería, demagogia, figureo. De hecho, hacia el final de la tercera, turbas parapoliciales del gobierno atacaron un tranque en León mientras sus representantes oficiales pontificaban sobre la paz. ¿Qué hacía el gobierno en la mesa? Con una mano jocosa nos mostraba la zanahoria a colgar, y con la otra mano furtiva preparaba el garrote.

No hay duda de que han sido varios los méritos de este gobierno a lo largo de los últimos once años, y debemos reconocerlos. Pero son más sus crímenes. En el diálogo se prometía trabajar por la democratización del país. Al haberse suspendido, ¿perdimos la oportunidad de que el país vuelva a ser una República? ¿Y cuándo ha sido realmente Nicaragua una República?

Si vemos hacia atrás, son pocos los momentos a rescatar de nuestra historia en que haya habido gobierno sin corrupción o paz sin opresión. Si no se estaban matando liberales y conservadores, estaba el ejército estadounidense ocupando el territorio. A mediados del siglo XIX, hubo tres décadas en que un gobierno conservador sucedió a otro de forma más o menos democrática, a pesar de que todo quedaba en manos de las élites criollas de entonces. Luego Zelaya hizo reformas loables, defendió los intereses nacionales ante Estados Unidos, y abogó por la unión centroamericana; pero Zelaya también fue un dictador que invadió Honduras y se perpetuó en el poder durante 17 años.

Jorge Torres/EFE
Realmente, no fue sino hasta 1979 que Nicaragua pudo empezar a ser una República totalmente libre de intervenciones extranjeras —hasta que en 1982 empezó el mandato de Reagan en Estados Unidos—. Lo que pasó después todos y todas lo sabemos. Sin embargo, ahora tenemos otra oportunidad para que el país vuelva a democratizarse.

¿Qué va a pasar ahora? La pareja presidencial cree que el descontento que existe es controlable, debido a que según su creencia la mayoría de la población todavía los apoya. Apuestan por disolver los grupos de resistencia que quedan. Intentarán deshacer los tranques para que todo vuelva a la normalidad. Apretará la represión. Y así, poco a poco, hasta que la gente pase página. El mundial de fútbol empieza el 14 de junio, y eso la mantendrá ocupada. Luego viene la conmemoración del 19 de julio, para cuya fecha se planifica que las cosas estén como siempre han estado.

Por eso, las protestas tienen que multiplicarse y pulular, mejorando su organización. El término técnico es «correlación de fuerzas», que en la Nicaragua actual quiere decir que no pueden manifestarse campesinos por un lado, estudiantes por otro, y el resto de la población uniéndose de vez en cuando. Todos al unísono. Además, hay que despolarizar las protestas; el antisandinismo visceral que en los 90 llevó a que se desmantelara todo lo bueno de la revolución hoy vuelve a rezumar. Democratizar también significa existir en la diferencia, y esto debe empezar en las filas de las protestas. Cierto, nunca una marea azul y blanca había desbordado las calles como en las protestas masivas del último mes. Pero todavía no es suficiente. Se ha abierto una oportunidad para corregir el curso que lleva el país, para que surjan nuevos líderes ajenos a la mediocre oligarquía conservadora y para que el sandinismo mismo —antes de que le sea demasiado tarde— reflexione sobre su proceder al margen de sus dirigentes dictatoriales. Pero si no se resiste la estrategia de intimidación y desgaste del gobierno, esa oportunidad se cerrará y seguiremos igual que antes. Más tarde vendrá el verdadero estallido.