Habla Julio López, ex comandante guerrillero y uno de los máximos dirigentes históricos sandinistas

“Daniel Ortega está en su charco”



Julio López Campos: “Daniel Ortega está en su charco”
Julio López Campos, histórico dirigente del FSLN reclutado por Carlos Fonseca y amigo de Ortega por 30 años, analiza la crisis humanitaria de Nicaragua

Fabrice Le Lous 10/06/2018

Julio López Campos fue reclutado para el Frente Sandinista por Carlos Fonseca Amador en 1966. Desde muy joven fue amigo de Daniel Ortega Saavedra e incluso lo apoyó en los noventa cuando el caudillo “gobernaba desde abajo”. Sus caminos políticos se separaron con el cambio de milenio, pero López Campos asegura que incluso hasta antes del 18 de abril de 2018, si lo miraba en un evento, lo saludaba tranquilamente.

La masacre gubernamental que ha sumergido a Nicaragua en una crisis desde abril pasado ha sido un parteaguas para muchos, y los cientos de miles de manifestantes pretenden que lo sea para la historia y el futuro del país. Julio López afirma antes de comenzar la entrevista que la suya es una opinión desde el sandinismo, y que no le gusta darla con frecuencia a medios de comunicación, pero dice a la vez que la coyuntura actual “lo amerita”.

El analista político, comunicador y graduado en Europa en Ciencias Políticas, analiza la actualidad de Nicaragua y alerta sobre un recrudecimiento de violencia por parte de Daniel Ortega. “Él está en su charco”, advierte, y exhorta al sector empresarial a “involucrarse con convicción en esta lucha”, llamando a un paro nacional.

Hace cuatro años usted dijo en LA PRENSA que la alianza Gobierno-empresa privada era el “nacatamal mejor amarrado de la historia”, pero con la actual crisis esos dos sectores están públicamente divididos. ¿Qué pasó con ese nacatamal?

Carlos Pellas dijo públicamente que el modelo se había agotado. Ese modelo que ellos, Arturito Cruz, el Incae, ficharon con el nombre del “populismo responsable”. Así lo llamaron a este modelo de alianza. Y que lograron venderlo a mucha gente afuera, incluso a los Estados Unidos. Obviamente ese modelo colapsó. No solo se agotó sino que ha colapsado en la sangre santa de los nicaragüenses caídos. Y con ello ha pringado de esa sangre al sector empresarial que durante 11 años vivió en concubinato con Daniel. Y esto es importantísimo señalarlo por la razón siguiente: el empresariado nicaragüense tiene que reconocer que tiene una deuda política y moral con el pueblo de Nicaragua en lucha. Y es más: tienen la oportunidad histórica ahora, hoy, de reivindicarse junto al pueblo.

¿No lo están haciendo, a su juicio?

No, no. No han querido. A eso voy. En una crisis de esta magnitud es absolutamente crucial tener una lectura correcta de la correlación de fuerzas. Y de los principales sujetos de conflicto. Y yo creo que la empresa privada se está equivocando de manera grave en la interpretación del rol y el papel de Daniel (Ortega) en esta crisis. Ellos creen que pueden conducir a Daniel a una negociación efectiva. Ellos seguramente conocen mejor que yo al Daniel de la conciliación y del consenso de los intereses compartidos con el sector privado que produjo tanta riqueza y tantas cosas buenas, se dice, durante los últimos 11 años. Pero hay algo que ellos no interpretan ni leen correctamente. Es un Daniel Ortega en tiempos de crisis. El Daniel Ortega al borde del precipicio. Y en eso ellos están totalmente equivocados. En esta situación de caos que tenemos en el país, caos creciente, Daniel Ortega no está sofocado. Daniel Ortega está en su charco. Enfrentarse a este tipo de circunstancias, que dicho sea de paso se parecen en algo a aquellas circunstancias cuando él decía “gobernar desde abajo”, es en estas donde Daniel cree que puede imponer a los demás sujetos de la vida política nacional su propósito. Está minando la capacidad de resistencia de la gente, de los sectores medios y del empresariado.

¿Cómo lo hace?

Imponiendo el pánico, el miedo, el terror. Una de las características de esta extraordinaria sublevación del pueblo nicaragüense, es cómo los sectores medios han marchado y están junto al pueblo. Pero en la apreciación de Daniel estos sectores medios son temerosos. Y entre más les aprieta con el pánico, con el terror, piensa disminuir la capacidad de resistencia de esta gente. Y al sector privado, a los empresarios grandes, les comienza a tomar las tierras, a crear inestabilidad sobre la propiedad, les comienza a introducir inestabilidad sobre su seguridad. Ya la mayoría de los ricos mandaron a sus familias fuera de Nicaragua, de vacaciones temporales. Daniel con el caos le está diciendo al sector privado: “¿Ya ven cómo perdieron todo lo que tenían conmigo? Y esto es solo el comienzo. Las cosas van a ser peor desde que me dejaron”.

¿Daniel Ortega maneja mejor esta crisis que nadie más?

Si el sector privado cree que va a agotar a Daniel por el curso actual de su conducta, lo que va a ocurrir es una tragedia más grande para Nicaragua.

¿Qué cree que tiene que hacer el sector privado?

Te decía que es importante ver bien la correlación. O para usar el lenguaje del sector empresarial, los costos-beneficios de la acción que vos vas a tomar. El Cosep calcula muy bien los costos económicos que tiene la permanencia de la situación y lo que puede ocurrir más adelante en términos de su bolsillo. Pero en esos costos-beneficios hay dos cosas que no están tomando en cuenta y que son decisivas. La primera es que ya entramos en un proceso de disolución del Estado nicaragüense. Las instituciones del Estado comienzan a colapsar y a diluirse en la crisis. El ejemplo más notorio es la Policía Nacional. La Policía Nacional colapsó. Está en ruinas. Reconstruir la Policía va a ser una tarea extremadamente compleja y que va a necesitar tiempo y de mucho talento. Pero a su vez están colapsando las demás instituciones del Estado. Las alcaldías ya no son funcionales. Los entes de la administración pública que tienen que atender las necesidades de la gente están entrando en un proceso de debilitamiento creciente. ¿Qué va a pasar cuando ya el Estado esté colapsado y las instituciones totalmente fallidas? Ese costo no lo están midiendo bien desde el sector privado. En la Nicaragua en que vivimos hemos dependido del consenso que hemos decidido nosotros los nicaragüenses. Decidimos en un momento dado poner fin a la guerra. Y cada quien tuvo que poner su parte. Una contribución. Si aquí el Estado sigue colapsando, no solo vamos a tener un caos económico del que será difícil levantarse, sino que habrá perdido la sociedad el consenso. ¿Qué justicia hay en Nicaragua en este momento? ¡Absolutamente ninguna! Es la ley de la selva.

¿Pero qué puede hacer el Consejo Superior de la Empresa Privada (Cosep) entonces?

Lo que tiene que hacer el Cosep es entender que efectivamente una huelga no bota gobiernos. Pero una huelga con paro nacional consistente en conjunción con la multitudinaria participación del pueblo nicaragüense que grita: “¡Que se vaya!”, no hay manera de poder contenerla. En el cuerpo a cuerpo Daniel piensa que puede resistir por muchísimo tiempo.

¿Matando gente?

¡Matando gente! Y usando un abanico de medidas de presión, de chantajes y de muerte. Él lo puede hacer con un contingente pequeño de gente leal. Pero él sabe muy bien que si las masas se mueven, estas son indetenibles.

La última vez que una masa de nicaragüenses marchó pacíficamente Ortega mandó a matar. ¿Cómo analiza la masacre del Día de las Madres?

Hay dos cosas increíbles en esa marcha. No existe en Nicaragua otra marcha igual a esa en cantidad de gente. En ese trayecto, que ni fue trayecto porque había tanta gente, no se quebró un plato. No hubo ni un robo. Absolutamente nada ocurrió. Hasta que ellos creyeron que un grupo iba en dirección al estadio, donde ya ellos tienen situado su perímetro de seguridad. Y comenzaron a disparar. Hay que recordar que la explosión en Nicaragua se da, el verdadero detonante de la explosión fue la represión. Y toda la acumulación de resentimientos de un régimen autoritario.

¿Es comparable este estallido social con la insurrección sandinista?

Yo lo que puedo decir es que el pueblo de Nicaragua es el artífice de dos eventos absolutamente extraordinarios. La revolución popular sandinista fue realmente la primera revolución armada en el continente latinoamericano. Y esta revolución pacífica es el otro gran acontecimiento de la historia política en América Latina. Todo va a depender de cuál va ser el desenlace.

Usted fue amigo de Daniel Ortega y vivió la revolución armada desde el Frente Sandinista. ¿Cómo puede esta revolución pacífica tener un desenlace positivo para el país?

Tenemos que asumir y tenemos que explicarle a la gente que todos unidos podemos lograrlo. Y especialmente explicarle a la gente que es necesario plantearse una negociación real con Daniel Ortega. La fiera herida acorralada, necesitás abrirle un espacio para que pueda salirse. De otro modo la fiera herida y acorralada puede ser muchísimo más peligrosa. Hay que hacerle ver a Daniel Ortega que no le queda camino más que irse. Y que el pueblo de Nicaragua está dispuesto a negociar una salida con garantías para él y su gente. Pero que esa salida con garantías tiene que darse ahora. No dentro de dos años.

¿Hay que resignarse a que Ortega y su familia salgan y que no haya justicia para ellos, entonces?

Voy a tratar rápidamente de dar una idea del esquema: Señor, usted se va. Tiene, para decir algo, tres meses para irse. En esos tres meses vamos a determinar las condiciones de su salida. ¿Por qué? Porque necesitamos en Nicaragua hacer un montón de cosas. Decidir ya las elecciones adelantadas. Necesitamos reformar la Ley Electoral. Necesitamos cambiar todo el Consejo Supremo Electoral desde arriba hasta el nivel municipal. Necesitamos restablecer las condiciones de normalidad en la aplicación de justicia en Nicaragua, que está totalmente colapsada. Necesitamos tomar medidas que nos garanticen una rehabilitación temporal por lo menos de instrumentos como la Policía Nacional. Todo eso requiere un proceso de negociación. Necesitamos que Ortega ordene a sus subordinados en la Asamblea Nacional la aprobación de un conjunto de medidas inmediatas. Por eso es que necesitamos negociar en serio con él estas condiciones. Las otras variantes resultan mucho más peligrosas.

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¿La otra variante es la guerra?

Exacto. La otra variante es que continuemos socavando las capacidades de resistencia del país y de la gente, y que caigamos en una anarquía y caos total. Y la gente, yo creo, constatamos en los barrios lo que significa el potencial de violencia que se puede desencadenar en Nicaragua. Y Daniel juega también con ese temor. Pero yo creo que las puertas aquí están cerradas. Lo que necesitamos es abrir el espacio para una negociación realmente seria y verdaderamente responsable.

En la masacre del Día de las Madres y en otros eventos desde el 18 de abril se habló de francotiradores, de rifles Dragunov, de la participación del Ejército Nacional al menos abriéndole el Hospital Militar a turbas parapoliciales. ¿Qué tan implicado está el Ejército Nacional?

Aquí es importante que estemos clarísimos todos de que el Ejército representa el punto límite después del cual lo que vendría, si se mete, es el caos total en el país. Si el Ejército interviene, será para matar. Y eso desencadenaría una situación caótica de la que difícilmente podríamos salir. Esa es la razón por la cual tenemos que darle un voto de confianza al Ejército. Y al igual que los jefes anteriores del Ejército, han dicho a esta Comandancia que no se metan. Que su papel es preservar la institución. Si las cosas se ponen más de color de hormiga y el Ejército es conminado a actuar contra el pueblo, entre la disyuntiva de estar al lado del pueblo o al lado del presidente Ortega, el Ejército tiene necesariamente que coger el camino de estar al lado del pueblo.

¿Usted ve eso posible?

Tenemos que confiar en su alto mando y en el Consejo Militar. Estar totalmente persuadidos que ellos no pueden ni deben disparar contra el pueblo. Eso sería el fin de la institución armada Ejército Nacional.

En Masaya dijeron que capturaron a una sargento del Ejército y enseñaron su cédula. Tenemos los videos del Hospital Militar del Día de las Madres… ¿Usted asegura que el Ejército no ha intervenido en esta crisis humanitaria?

Es tal la multiplicidad de circunstancias y de hechos que cualquier cosa podría introducirnos un ruido. Yo estoy totalmente persuadido que hasta el día de hoy el Ejército cumple con la decisión de no disparar contra el pueblo. Y confío en que el Consejo Militar y en la Comandancia General estén acatando el consejo de todos los anteriores jefes del Ejército. No deben involucrarse en estas circunstancias.

Ya son más de 130 muertos. Superamos en víctimas mortales a la revolución de Ucrania de 2014 y a la masacre de Venezuela en 2017. ¿Por qué el Ejército no ha intervenido ya para apoyar al pueblo?

Yo creo que el principal apoyo que nos pueden dar ahora es no meterse. Si llega el momento crítico en donde les den las órdenes de disparar contra el pueblo, ellos saben que esa orden no pueden cumplirla. Están en la obligación de rebelarse. Y este es un asunto que tenemos que decirlo con mucha claridad. Y el pueblo de Nicaragua debe respaldar la actitud actual del Ejército. Y persuadirlo de que solo tienen una alternativa: respaldar al pueblo.

¿Cómo toma Daniel Ortega todas estas muertes?

(Silencio)… Honestamente hay cosas que escapan a mi comprensión. Mandar a asesinar a esos muchachos, estudiantes, jóvenes, niños. Es un nivel de perversidad que yo no lo logro entender desde la perspectiva del sano juicio. Ni siquiera desde la obsesión de permanecer en el poder. Aquí estamos frente a un peligro aún mayor del que los nicaragüenses creemos. Por eso es necesario que todos nos unamos contra la dictadura. Es de primera importancia que el sector privado resuelva involucrarse con convicción en esta lucha. Se equivocan grandemente si creen que van a volver a un régimen de estabilidad como el que tenían antes con Daniel Ortega. Esa situación se rompió. Pero lo clave, la esencia, lo vital de este asunto, es que nos vayamos todos contra la dictadura. Si vamos todos contra la dictadura, nadie desde El Carmen podrá parar al pueblo. Esa es la encrucijada en la que estamos.

¿Qué es eso, ir a El Carmen?

A Daniel estas cosas no le dan miedo. Lo que sí tiene duda es que una multitud desencadenada marche sobre El Carmen. Y te digo, algunos querían en el Día de las Madres. Estaban con esa idea. El Carmen no podría detener una oleada masiva del pueblo que vaya multitudinariamente en busca de justicia y democracia. No podría ser detenido por ninguna medida de El Carmen.

Pero eso generaría un lago de sangre…

Sí. Él solo puede gobernar por la violencia. Y al final terminaría siendo víctima de esa violencia. Cuando ya perdiste vos la legitimidad, que fue lo que él perdió con estos crímenes, solo hay una manera en que vos podés seguir gobernando. Es con la fuerza. Él puede aguantar mucho. Él lo sabe. Él tiene poco respeto por las contrapartes en el terreno concreto de la lucha. Él no cree que los Pellas, los Sacasa, los estos, los otros, son interlocutores de él a la hora del conflicto. Él sabe que los sectores populares sí se le pueden parar. Si Managua despierta yo no sé si van a poder distribuir el periódico ustedes.

Daniel Ortega se reunió con los obispos de la Conferencia Episcopal de Nicaragua el jueves pasado y ante el clamor democrático pidió 48 horas de reflexión, según monseñor Báez.

Es innegable que Daniel Ortega procura deshacerse de la Conferencia Episcopal. El óptimo ideal para él como mediador en este proceso de negociación es el secretario general de la OEA (Organización de Estados Americanos) Luis Almagro. Pienso que nosotros tenemos que sostener el esfuerzo de la Conferencia Episcopal y aspirar a una combinación de apoyo internacional que esté conformada por Naciones Unidas, la Unión Europea y la OEA. Ya no hay prórroga para Daniel.

Usted conoció a Carlos Fonseca Amador. ¿Qué pensaría Carlos Fonseca de saber que en 2018 Daniel Ortega está causando una masacre contra el pueblo?

(Guarda silencio) Fijate que no me he hecho esa pregunta… No quiero imaginar lo que diría… Esa te la debo.

Plano personal
Julio López Campos, 72 años, es originario de Managua. Está casado con la comandante Mónica Baltodano y es padre de la activista Mónica López Baltodano.
Fue reclutado para el Frente Sandinista de Revolución Sandinista (FLSN) en 1966.
Estuvo un tiempo preso y fue enviado a Suiza a finales de los sesenta, donde se graduó de Ciencias Políticas con especialidad en Relaciones Internacionales.
Durante la insurrección popular sandinista fue dirigente del Movimiento Pueblo Unido, donde “preparaba a las masas para la insurrección final”, según cuenta. También fue parte del Comité Político del Frente Interno.
En el primer año de la Revolución Sandinista fue secretario nacional de Propaganda y Educación Política del FSLN.
Y del segundo año hasta que entregaron el poder en 1990, fue jefe de Relaciones Internacionales.