Las organizaciones sociales independientes frente a la candidatura presidencial de López Obrador

La coalición que sostiene el candidato y la idea de pueblo que abandera resultan demasiado ambiguas, contradictorias y no incluyen, ni convocan, importantes franjas organizadas de las clases subalternas.
Los tiempos electorales no marcan la construcción de nuestros sueños, no van a cambiar nuestras condiciones de vida, porque hay intereses que van más allá de nosotros que solamente la organización del pueblo puede realizar.



Massimo Modonesi
26 junio 2018 0

Las organizaciones sociales independientes frente a la candidatura presidencial de AMLO

Desinformémonos

Presento a continuación algunas consideraciones sobre los posicionamientos respecto de la candidatura presidencial de AMLO de diversas organizaciones sociales que han destacado en las últimas décadas por su independencia y combatividad y que podemos considerar representativas de las diversas actitudes y posturas que atraviesan el campo del movimiento popular organizado (ver aquí el estado actual del seguimiento de los pronunciamientos por sector).1 Por su relevancia coyuntural, tanto las consideraciones como el seguimiento ameritan ser presentados en forma provisoria y preliminar antes del día del voto.

La actual coyuntura está marcada por la posibilidad real de que culmine formalmente la transición a la democracia con la victoria de la oposición de centro-izquierda, encabezada, por tercera vez consecutiva, por Andrés Manuel López Obrador (AMLO), acompañado en esta ocasión por la coalición “Juntos Haremos Historia” que construyó alrededor del partido que fundó: el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena).

La amplia ventaja de intención de voto en su favor registrada en las encuestas y la asistencia masiva a sus actos de campaña, ocurren cuando AMLO operó un marcado giro programático y de alianzas hacia el centro: desdibujando el carácter antineoliberal de su propuesta, incorporando fracciones priistas y panistas, anunciando integrantes de su gabinete que presagian cambios puntuales y moderados en el marco de la continuidad de fondo del modelo económico y del régimen político.

Esta estrategia no corresponde sólo a una apuesta electoral de un candidato y una fuerza política particular, sino que, en buena medida, podría ser el reflejo de un proceso de más amplio y profundo alcance histórico-político de descomposición social y de derechización que vive el país. Un proceso que atañe tanto al origen y la orientación clasista de los gobiernos y de los principales partidos políticos como al desborde de fenómenos de corrupción de la clase política y de la violencia endémica que atraviesa a la sociedad mexicana.

En este contexto adverso, los movimientos populares, tanto los independientes como aquellos que se cobijan detrás de partidos como Morena o el Partido de la Revolución Democrática (PRD), se encuentran a la defensiva. En particular, el campo popular independiente y organizado, caracterizado por sus rasgos combativos, está más expuesto a la intemperie del actual clima social y político: suele ser perseguido, criminalizado y se encuentra en una etapa de dispersión y desmovilización relativa. Esta condición de debilidad se evidenció, en la actual coyuntura electoral, a través de las dificultades que encontró la propuesta de la candidatura de Marichuy Patricio del Concejo Indígena de Gobierno (CIG) -que podía ser un punto de articulación de las luchas antineoliberales y anticapitalistas- pero también se hace presente en la actitud de las principales organizaciones sociales independientes y combativas respecto de la candidatura de AMLO que estamos analizando aquí.

En efecto, y éste es el punto que vamos a desarrollar, se puede observar una relativa convergencia táctica de carácter defensivo. Una convergencia que se manifiesta de distintas maneras en función de la combinación desigual de dos elementos: la apreciación de la oportunidad política y de la coyuntura crítica junto con la simultánea constatación del giro conservador operado por AMLO y Morena. La predominancia de adhesiones activas, pasivas o silenciosas permite sostener la hipótesis que se está generando una convergencia en la medida en que, implícita o explícitamente, se difunde una disposición a propiciar el voto útil hacia el candidato progresista. En particular, es sintomático que esto ocurra en ámbitos que, a diferencia de otros, no tenían antecedentes de alianzas, acercamientos o simpatía en elecciones anteriores, en particular en 2006 y 2012 con el mismo candidato a la Presidencia.

El mismo candidato que, sin embargo, operó un marcado y evidente giro conservador y desplazamiento hacia el centro –profundizando una tendencia ya perceptible en la campaña de 2012. El Proyecto de Nación 2018-2024, que se basa en un libro publicado en 2017 por AMLO2, contiene un planteamiento que combina substanciales garantías de continuidad neoliberal con puntuales propuestas de políticas sociales y de intervención estatal en sectores económicos estratégicos. A lo largo del texto, se encuentran muy escasas y escuetas referencias a demandas o intereses específicos de las organizaciones sociales independientes que estamos contemplando en nuestro análisis.

Un ejemplo de ello es la ausencia de un posicionamiento inequívoco respecto de las reformas de carácter neoliberal, sea para revertir las que se operaron, frenar las que están en curso o comprometerse a no promover otras. Se mencionan cuestiones como la recuperación del salario mínimo (dicho sea de paso, la primera medida social que aparece en el programa, p. 226 de 461) o la apuesta por el desarrollo sostenible, que son de interés general, pero tienen como destinatarios particulares a los trabajadores asalariados y a los ambientalistas. Entre las propuestas puntuales podemos registrar algunas relacionadas con el movimiento indígena (cumplimiento de los Acuerdos de San Andrés, el control y la gestión de sus territorios y sus recursos como modelo de buen vivir y de cuidado ambiental, consulta previa a los mega-proyectos), el movimiento campesino (la soberanía alimentaria, el rescate del campo y un programa para los jornaleros), el movimiento urbano popular (ampliación de política de vivienda) y la polémica suspensión de la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAICM). A pesar de proponer un vasto programa de becas para jóvenes, sorprendentemente no hay en el programa una postura clara de alternativa a la reforma educativa actualmente en curso, salvo la idea de revalorar el papel del maestro y la insistencia en el impacto de la educación en la movilidad social ascendente. 3

Al calor de la campaña y de encuentros con distintos sectores, la postura sobre estos y otros puntos ha variado y sido objeto de negociaciones y acuerdos. Es probable que los cálculos y las apuestas por parte de las organizaciones se hagan no sólo en relación con la posibilidad de demandar el cumplimiento de puntuales promesas electorales, sino en función del andamiaje general del proyecto, de los futuros equilibrios de gobierno así como de la futura capacidad de presión sobre cuestiones y demandas específicas.

Un dato de fondo que no puede soslayarse es que Morena, a diferencia del PRD -desde su fundación en 1989- no ha incorporado orgánicamente ni establecido una estrategia de alianzas con movimientos y organizaciones sindicales independientes, sino que han heredado del PRD las relaciones con organizaciones campesinas y buscado, o simplemente encontrado, vínculos puntuales como los de en esta coyuntura electoral con algunos dirigentes o figuras como Nestora Salgado, José Manuel Mireles o Napoleón Gómez Urrutia. Prueba de esta ausencia o desinterés por un planteamiento integral en esta dirección es el nombramiento del ultraconservador expanista Manuel Espino como “coordinador de organizaciones sociales y civiles” de la campaña. Es difícil establecer si esta actitud se debe solo a la orientación centrista de la campaña o a un rasgo constitutivo de Morena. Esta opción por no mantener vínculos orgánicos con otras entidades organizadas podría tener orígenes o propósitos diversos como evitar la lógica de las corrientes, las dobles afiliaciones y lealtades y sus posibles desviaciones corporativas o clientelares que primó en el PRD –y tendió a desvirtuarlo como partido-frente-, propiciar el centralismo, la afiliación estrictamente ciudadana o la constitución de una identidad primaria morenista en un partido de reciente creación.

En la opinión de Héctor de la Cueva, integrante de la Nueva Central de Trabajadores (NCT):

“Estamos frente a un partido que gira en torno a un personaje, y la postura que siempre ha tenido Obrador y en general toda esa corriente con la cual, algunos sectores de la izquierda hicieron alianzas es una postura en la que no hay una relación con movimientos sociales y organizaciones como tales. Hay una visión de movimiento ciudadano, es decir, de relaciones inorgánicas. Obrador tiene la postura de: somos el pueblo y yo. Y entre el pueblo y yo pues casi no hay nada. Si me relaciono con los movimientos sociales en tanto individuos, en tanto ciudadanos, en tanto componentes de la sociedad, pero no en tanto organizaciones o movimientos. Pero de aquel lado (Morena) siempre ha existido la intención de eludir los compromisos con los movimientos sociales. Porque pienso que en su estrategia dichos compromisos estorban. Puede tirar ganchos hacia los movimientos, como lo intentó con el movimiento magisterial. Que es incluso algo novedoso el acercamiento que intentó tener con la CNTE… Si hay organizaciones, sobre todos sociales y campesinas, más que sindicales, que han establecido abiertamente una postura de apoyo a López Obrador. Son organizaciones que incluso tenían acuerdo desde años atrás con el PRD.”4

Salvo en los contados casos en los cuales se dio una alianza orgánica, se percibe un difuso escepticismo respecto a las credenciales de izquierda de AMLO y de Morena. Tampoco se comparte el optimismo esperanzado y, parafraseando el lema de campaña de Morena, la posibilidad de “hacer historia” en el sentido profundo, es decir que se avecine un real cambio de régimen o una transición no solo formal a la democracia de la alternancia. Más aún, existe la duda fundada de que esta historia se hará realmente “juntos” cuando la coalición que sostiene el candidato y la idea de pueblo que abandera resultan demasiado ambiguas, contradictorias y no incluyen, ni convocan, importantes franjas organizadas de las clases subalternas.

Sin embargo, si bien ya no se le reconoce como de izquierda, se le distingue de las derechas. En términos generales el discurso que emana de un gran número de organizaciones tiende a oscilar y buscar un difícil y precario equilibrio entre señalar los límites del proyecto -deslindándose o marcando una distancia- y reconocer que es el mal menor y que puede marcar una discontinuidad respecto de la situación actual y desplazar a las fuerzas políticas de derechas responsables de la misma, lo cual, ante las circunstancias consideradas particularmente dramáticas, resulta trascendente.

La atmosfera que se respira al interior de un gran número de organizaciones, colectivos y núcleos militantes es de perplejidad frente a una candidatura que no convence pero que puede vencer y, por ello, representa una oportunidad histórica y política. Si bien no genera entusiasmo e identificación entre estos sectores militantes, la sensación de que puedan derrotarse a las derechas genera un clima de expectativa e inclusive cierta efervescencia en vastas capas de la población. Queda la incertidumbre de si se trata del efecto-esperanza propio de una elección presidencial competida o el resultado de la capacidad persuasiva del lema de la esperanza obradorista de que “el pueblo salvará al pueblo”.

Esta paradoja entre la toma de distancia -el deslinde- y la sensación de oportunidad, aun en medio de las diferencias, puede apreciarse en la transcripción del debate convocado por la revista Memoria en el cual participaron integrantes de varias organizaciones, grupos y colectivos. Valgan, como significativos botones de muestra, las reflexiones de dos integrantes de organizaciones claramente no identificadas con el obradorismo:

América Del Valle (Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra): Y bueno, es mucho más fácil ubicar a la izquierda institucionalizada que, coincido plenamente en que es la izquierda de la derecha. Y, sin embargo, en este momento creo que distintos movimientos sociales, en estos momentos coyunturales, muchos definen participar como militantes o bien respaldar o bien estar sujetos a lo que va a pasar. En muchos otros casos nos mantenemos independientes al partido político, del que sea de izquierda, porque creemos que esta independencia nos permite mayor autonomía, mayor disposición y libertad incluso de construir y de retomar y de defender ideológicamente lo que creemos, con lo que vamos aprendiendo, con lo que vamos retomando de nuestra historia. Y una cosa aquí, en el caso de Atenco, por ejemplo, tenemos 17 años donde hemos tenido una resistencia con distintos momentos importantes, por un lado, una victoria importante que es lo que nos da una trascendencia a nivel nacional e internacional cuando se echa abajo el aeropuerto y, sin embargo, existe el PRI dentro del municipio y luego entonces hay una serie de contradicciones que los pueblos nos vemos obligados a revisar. ¿Vamos a permitir que continúe el PRI, vamos a permitir que continúe ese poder que nos ha despojado y que ha entregado nuestro patrimonio? Y entonces ahí viene un momento de contradicción para los pueblos.

Elia Silva (Organización Popular Francisco Villa de Izquierda Independiente): Estamos de acuerdo en que, tal vez sería muy terrorífico, a partir de ese rompimiento que hay, de este enojo de la gente, de todo esto que ha pasado con los últimos gobiernos, que no gane AMLO, pero tampoco vemos un cambio decisivo si gana. (…) La perspectiva es la organización. Más allá de los tiempos electorales, más allá de las campañas, nuestro proyecto no está determinado por lo electoral. Por supuesto que hay un impacto que nos afecta. Y seguramente en nuestras comunidades haya gente que vaya a votar por uno o por otro. Pero lo que hemos visto todos es que las cosas que hemos mejorado las hemos logrado organizadamente. Los tiempos electorales no marcan la construcción de nuestros sueños, no van a cambiar nuestras condiciones de vida, porque hay intereses que van más allá de nosotros que solamente la organización del pueblo puede realizar. 5

La consigna propia de la postura independiente es que hay que organizarse y disponerse a luchar sea cual sea el gobierno surgido de las urnas. Al mismo tiempo y a diferencia de 2006 nadie, ni siquiera veladamente, llamó a la abstención y parece primar de forma generalizada la tendencia tanto de las bases de ir a votar como de los dirigentes de permitirlo, tolerarlo o fomentarlo.

A pesar de un clima que genera cierta convergencia en la lectura de la coyuntura y de la caracterización de la candidatura de López Obrador, a la hora de los pronunciamientos no es posible detectar una estrategia o un comportamiento en común entre los movimientos y organizaciones sociales.

Como lo reportamos en el documento anexo, no pocas organizaciones optaron por tejer un vínculo orgánico y llamar públicamente a votar, pero otras tantas decidieron no pronunciarse en este sentido. En este segundo grupo, algunas quisieron enviar algún tipo de mensaje sea asistiendo a reuniones o mítines, invitando a no votar por las derechas o votar por una “izquierda” mientras que otras simplemente se mantuvieron en silencio y sin contacto alguno con el candidato y sus alrededores. Un silencio difícil de interpretar y que no figura en el registro de los posicionamientos pero que hay que escuchar y que solo parcialmente puede interpretarse como quien calla otorga.

Entre los silencios, resuenan la valoración de la autonomía de muchas luchas socio-ambientales y obreras o la distancia que marcan, desde la sociedad civil, organizaciones de víctimas y de defensa de los derechos humanos. Hasta ahora no hemos registrado adhesiones de colectivos de jóvenes y estudiantes y de colectivos feministas, con lo cual parecen mantenerse voluntariamente al margen del proceso electoral y de la campaña de AMLO dos de los sectores más combativos y militantes que han protagonizado luchas y protestas en los últimos años. Este silencio no puede pasar inobservado porque se trata de actores que han tomado y usado la palabra para impugnar el mismo orden político-estatal que Morena aspira a ocupar.

En vista del 1 de julio, no sabemos si los vínculos que se gestaron y, más aún, los que no se dieron, serán decisivos para los equilibrios electorales, pero sabemos que nos hablan de una dimensión fundamental de la política, de tácticas y estrategias, de alianzas y de rupturas, de subordinación y de autonomía, de los vicios y las virtudes del entrelazamiento entre las luchas sociales y las disputas electorales para ocupar espacios en las instituciones de gobierno.

En este tenor, cabe señalar una hipótesis complementaria que afloró en el rastreo de los posicionamientos y que atañe el horizonte interior de las organizaciones y no su capacidad o voluntad de incidir en el contexto y la coyuntura que las rodea. Tanto las diversas formas de vinculación y de apoyo así como el distanciamiento y el deslinde, provocan tensiones internas y evidencian dilemas de fondo respecto de la política institucional. La coyuntura electoral genera una fuerte interferencia en la vida cotidiana de las organizaciones “independientes”, una interferencia que trastoca –temporal o de forma duradera- sus equilibrios internos y su lógica de reproducción discursiva y organizacional. De manera particular en organizaciones consolidadas, esta interferencia es procesada a través de mecanismos y formatos de autoconservación que se mantienen elección tras elección. Por ello, las organizaciones más antiguas y más grandes pueden o tienden a pronunciarse, mientras que las más jóvenes y más pequeñas prefieren optar por el silencio, posiblemente para evitar que las tensiones se vuelvan destructivas. Por otra parte, aun en las organizaciones más estables, las coyunturas específicas plantean desafíos que pueden generar rupturas o montarse sobre tensiones, divisiones y conflictos preexistentes.

Habrá que esperar los resultados de las elecciones del 1 de julio para poder precisar algunas de las hipótesis y las consideraciones preliminares vertidas aquí que ofrecemos como contribución al debate y a la comprensión de la coyuntura que estamos viviendo.

Al margen del resultado del voto -que no es indiferente- el futuro de México depende en gran medida del alcance del movimiento social y éste se retroalimenta de las organizaciones existentes, aunque tenga que trascenderlas para adquirir el tamaño y la fuerza que requieren las circunstancias históricas y políticas en las que nos encontramos.

1 Agradezco el apoyo en la recopilación de la información a Fernando Luna, Samuel González, Sergio Moissen y Enrique Pineda. La investigación se está realizando en el marco del Observatorio Electoral 2018 de la Red Mexicana de Estudios de los Movimientos Sociales y del Proyecto de Investigación PAPIIT-UNAM 302716 Movimientos antagonistas en México y América Latina.

2 Andrés Manuel López Obrador, 2018 La salida. Decadencia y renacimiento de México, Planeta, México, 2017.

3 Proyecto de Nación 2018-2024, disponible en: https://drive.google.com/file/d/11B0aNBuVpHB7GDVXhCKdYvVKw7D7Ta-x/view

4 Entrevista a Héctor de la Cueva, 10 de mayo de 2018.

5 “Elecciones y luchas social” en revista Memoria, CEMOS, México, núm. 266, 2018-2.