Claudicación y estropicio de la izquierda en Grecia

Tsipras se presentó como un autosistema, pero ahora es el mejor aliado de Merkel. Recorre Europa pidiendo dinero a los fondos de inversión



Iglesias, Tsipras y el estropicio de la izquierda en Grecia
La izquierda ha claudicado en Grecia. Tsipras se presentó como un autosistema, pero ahora es el mejor aliado de Merkel. Recorre Europa pidiendo dinero a los fondos de inversión

Confidencial
28/06/2018

En septiembre de 2015, hace menos de tres años, Pablo Iglesias se plantó en Atenas para cerrar la campaña electoral al lado de “mi amigo Alexis”, como él mismo lo calificó. Alexis (Tsipras), el primer ministro griego, era en aquel momento para el líder de Podemos, según recogen los testimonios periodísticos, “un león que ha defendido a su gente, un león que ha dado la cara por Grecia”.

Huelga decir que el león dejó de rugir hace mucho tiempo sin que el viejo capitalismo que el político griego aborrecía haya sufrido un miserable rasguño. Por el contrario, Tsipras ha sido un fiel compañero de viaje de eso que se llama despectivamente neoliberalismo. Han pasado sólo tres años, pero parece que ha transcurrido un siglo. Tanto tiempo que, incluso, Pablo Iglesias ha dejado de visitar a su amigo Alexis, quien ahora, por el contrario, tras el fin de los tres paquetes de rescate, recorre Europa pidiendo inversiones para su país a fondos buitre y a todo aquel que quiere jugarse unos euros en Grecia. Poco ha durado la Internacional de los antisistema.

Tsipras (43 años) ha estado recientemente en Londres antes del Consejo Europeo de hoy y mañana y ha dicho a Bloomberg que lo importante ahora es -tras el fin de los tres paquetes de rescate y el desembolso de 273.700 millones en préstamos- que el Gobierno griego está comprometido con los objetivos que en su día le impuso la troika.

El primer ministro griego ha ido más allá. Tsipras ha asumido su nuevo rol de forma tan sincera que ha recordado que la responsabilidad ahora recae “en nosotros mismos o en cualquier gobierno electo. Haré lo que pueda para que Grecia no regrese a ese periodo trágico”, aseguró a la agencia británica. Nada de volver a las andadas. Es decir, una especie de reconocimiento de culpa. O, como se prefiera, una confesión de parte de que fue un error plantar cara a la troika, y que llevó a que Grecia -aunque Tsipras no está en el origen de la tragedia griega- estuviera a punto de saltar en marcha del tren del euro camino del averno.

Grecia sufrió una pérdida en la autoestima de un país con un fuerte orgullo nacional fraguado en sus años de resistencia contra el imperio otomano

Atenas no saltó al vacío, pero las magulladuras aún se notan en la economía helena más allá del ensanchamiento de la desigualdad. Un recorte brutal de las pensiones -superior al 25%-, la venta de sectores estratégicos a multinacionales y una bajada de los salarios inédita en Europa desde 1945, además de pérdida de derechos laborales. Además, lo que es menos cuantificable, aunque más importante en términos políticos: una intensa pérdida en la autoestima de un país con un fuerte orgullo nacional fraguado durante sus años de resistencia contra el imperio otomano. Y lo que no es menos importante: el conflicto entre la democracia y los mercados. Entre lo que vota el pueblo (al Tsipras que quería romper con el sistema) y lo que ordena la troika para seguir recibiendo financiación.

Tsipras, a quien todas las encuestas le sitúan como claro perdedor en las elecciones de septiembre de 2019, al menos podrá contar a sus nietos que la economía griega no solo se ha estabilizado después de años en el corredor de la muerte, sino que crece de forma equilibrada. El PIB griego llegó a caer un 23% entre 2009 y 2016, lo que da idea de la dimensión de la ruina, equivalente a la que puede producirse en un país en guerra o arruinado por una catástrofe natural.

Un crecimiento equilibrado
Este año y el próximo, el PIB avanzará alrededor de un 2%; la inflación se mantendrá muy baja (en torno al 1%); el Estado habrá acumulado cuatro años de superávit presupuestario (entre un 0,2 % y un 0,8% del PIB), y, lo que es más relevante, el desempleo, seguirá siendo muy elevado, pero habrá caído hasta el 18,4% el año próximo después de haber estado muy cerca del 30%. Sólo hay un lunar desde el lado de la macroeconomía, al margen de la tasa de paro y la ingente deuda exterior: la inmensa deuda pública acumulada que deja al país empeñado hasta las cejas. El endeudamiento estatal representará nada menos que el 178% del PIB a finales de este año, lo que es algo más que un baldón para una economía poco productiva y que depende en buena medida de los flujos extranjeros.

¿Era necesario tanto sufrimiento para estabilizar una economía que apenas representa el 2,5% del PIB de la Unión Europea? Es probable que no. Desde luego, en términos estrictamente económicos. La estrategia de la troika con Grecia, de hecho, tenía más de escarmiento que de receta para salir de la crisis. Los tres rescates siempre han incorporado una enorme carga ideológica detrás. No eran neutrales. Se trataba de dejar bien claro que quien paga (los acreedores) manda. Sobre todo, en unos momentos especialmente complejos para el futuro de la moneda única. Algo que Rajoy entendió desde el primer día plegándose al ‘diktat’ de su amiga Merkel.

Se trataba de dejar bien claro que quien paga (los acreedores) manda. Sobre todo, en unos momentos complejos para el futuro de la moneda única

La llegada de Tsipras en pleno auge de los partidos populistas era una invitación a salir del euro, y eso era demasiado para Alemania, claramente el país más beneficiado por la moneda única y por la ampliación, ese caballo de Troya que se ha colado en la vieja Europa.

Grecia, en este sentido, ha pagado por su pequeño tamaño, al contrario que España, que siempre fue un país no rescatable por su dimensión. Pero Grecia sí era lo suficientemente grande para que la troika dejara bien claro que el euro no se toca. Que no es un camino de ida y vuelta, sino de una dirección única e irreversible. Lo mismo que la cultura de la austeridad y la coordinación de las políticas económicas, sin las que el euro es insostenible. El amigo Alexis es hoy uno de los mejores aliados de Merkel y recorre Europa pidiendo dinero a los fondos de inversión. Cosas veredes, querido Varufakis.