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Diseminación y extorsión


Raúl Prada Alcoreza :: 29.06.18

Estamos ante el acontecimiento de la diseminación, la diseminación institucional, la diseminación política, la diseminación económica, la diseminación cultural, la diseminación ética y moral. La diseminación es material, en cambio, la deconstrucción es hermenéutica. La deconstrucción desmantela los tejidos y las capas del discurso y la escritura; la diseminación diluye, desarma o destruye lo construido, lo edificado, las mallas institucionales. De manera esquemática, se puede decir que la deconstrucción es crítica y la diseminación es revolucionaria; sin embargo, hay que tener cuidado, hemos usado dos términos que connotan significaciones labradas socialmente y hundidas en los espesores imaginarios colectivos. Puede quedar mejor parada la crítica, por no haber perdido su aire exigente e interpeladora; en cambio la revolución habría perdido su halo romántico, convertida en excusa para cambiar élites y restaurar dominaciones. La diseminación política y cultural habría llegado a deteriorar el término de revolución, desgastándola, hasta dejar de la revolución, su sentido e imagen, solo la impresión de la violencia y la sensación de impostura.
La diseminación institucional se efectúa por desmantelamiento o por deterioro; en el primer caso se trata del efecto de acciones revolucionarias, para decirlo de esa manera acostumbrada; en el segundo caso se trata de efectos corrosivos en la maquinaria estatal. Vamos a hablar de lo segundo, pues lo primero no acontece en el llamado eufemísticamente “proceso de cambio”.


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