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México: ¿Derrumbe del poder institucionalizado?


Raúl Prada Alcoreza :: 17.07.18

El cambio de actitud masivo en los comicios es ya una ruptura con el habitus. Pero no es revolución, en el sentido de transformación; mucho menos equivale a salir del círculo vicioso del poder. Se está todavía dentro de este círculo; Para salir del mismo hace falta deconstruir la ideología, desmantelar las máquinas de poder, diseminar las mallas institucionales.
Sobre la experiencia zapatista: el perfil de la tradición autónoma, auto-determinante, auto-convocativa de la interpelación social y de las luchas colectivas y comunitarias, no logra plasmarse en un estilo de vida que contenga un estilo político emancipatorio y libertario de incidencia transformativa en la sociedad.
Lo mejor de esta generación de luchas, que arrancan en 1994 con la insurrección armada indígena de la selva lacandona, llegando a la movilización prolongada de Bolivia, 2000-2005, es indudablemente el gesto, la elocuencia, la autonomía y auto-determinación de las comunidades zapatistas.
Que los zapatistas no hayan tomado el poder no es un criterio para devaluar, de una u otra manera, su propuesta política. Al contrario, es un claro ejemplo de que por ahí no hay que ir. Lo único que tenemos, entre otras experiencias, los y las que participamos en esta generación de luchas, es esta persistencia comunitaria y autonómica de la Selva Lacandona. La siguiente generación de luchas, que ya se ha manifestado, en la explosión joven por la educación pública, por el pasaje libre, contra la expropiación de la alegría del deporte, por la recuperación de lo común contra lo público y lo privado, tiene en el ejemplo zapatista el referente de lo posible. Se disponen con las poses transgresoras e irreverente como atentados a lo prohibido, impuesto por el realismo político.
Es cuestión de que los pueblos del mundo decidan no jugar el juego dominante, no seguir sus reglas; retirarse de un juego aburrido, dejando caer el castillo de naipes, optando por el juego lúdico de la creatividad, de alegría, de la espontaneidad de las asociaciones dúctiles, plásticas, dinámicas, que ayudan a complementarse.
Que sea una mayoría de gente que todavía cree en la narrativa del poder no debe desalentarnos. Si en algo ha vencido el poder, sus instituciones, su campo burocrático, su campo institucional, su campo político, su campo escolar, es en lograr convencer a la mayoría que la narrativa del poder es la “realidad”. Su dominio, entonces es imaginario; lo que no quiere decir que no es efectivo.
La tarea es liberar a la mayoría de esta ilusión; hablando en la tradición marxista, liberar de la “ideología”, liberar de los múltiples fetichismos; de la mercancía, del poder, de las instituciones, de los patriarcados.
ignoremos a esta narrativa aburrida del poder, ignoremos a estos paranoicos, enamorados del poder, dejemos que se hunda su ficción institucionalizada, hagamos lo que han hecho las comunidades zapatistas. Asumamos nuestras autonomías múltiples efectivamente.
La potencia social se ha manifestado, la responsabilidad es asumir las consecuencias de semejante cambio de actitud. No se trata, de ninguna manera, de dejar la iniciativa a la clase política, esta vez a la parte de la clase política progresista, por más buenas intensiones y honestidad que pueda transmitir; se trata de saber si el pueblo se hace cargo de sí mismo, asume la madurez, deja de ser dependiente, de delegar a los representantes la constelación de voluntades singulares que dijeron basta. Si el pueblo hace uso crítico de la razón, hace uso creativo de la constelación integrada de voluntades singulares, decide autogestionarse y autogobernarse.


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