¿Qué significa vivir? Apuntes del Encuentro de Mujeres que Luchan organizado por las zapatistas

Del sometimiento al autogobierno.
Habla la delegación de Mujeres del Kilombo, proyecto político comunitario en Carolina del Norte, EEUU, que se dedica a construir instituciones comunitarias para auto-organizar la sobreviviencia material, el estudio y el análisis, y una vida comunal digna. Contacto: elkilombo@riseup.net.



17-07-2018
Apuntes del Primer Encuentro Internacional Político, Artístico, Deportivo y Cultural de Mujeres que Luchan organizado por las zapatistas
¿Qué significa vivir?

Viewpoint Magazine

Delegación de Mujeres del Kilombo [i]

Lejos de la atención mediática, pero en el corazón de la organización autónoma de la lucha de las mujeres en el continente, el Primer Encuentro Internacional Político, Artístico, Deportivo y Cultural de Mujeres que Luchan se llevó a cabo en territorio zapatista, Chiapas, México, del 8 al 10 de marzo de 2018. Convocado por las mujeres del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), el encuentro fue de una magnitud inesperada y sin precedentes. Entre 5 y 8 mil mujeres, incluyendo personas trans, de más de 50 países viajaron al caracol zapatista (sede del gobierno autónomo) de Morelia, a las que se sumaron unas 2 mil mujeres zapatistas durante tres días de eventos. Por primera vez en cualquier encuentro zapatista, sólo las mujeres pudieron entrar al caracol, mientras los hombres acompañantes (y niños mayores de 12 años) acampaban en el estacionamiento hasta la clausura oficial del evento el tercer día.
El encuentro celebró el Día Internacional de la Mujer (8 de marzo) y señaló el contexto de creciente violencia contra la mujer, que se ha disparado en México a la par de la “guerra contra el narco”. Las víctimas de dicha “guerra” siguen en aumento: hasta 2015, la cifra oficial (probablemente muy conservadora) era de 200 mil muertos y más de 20 mil desaparecidos, a los que les debemos añadir unos 1.65 millones de desplazados internos, y el año de 2017 fue el más violento desde el inicio de la “guerra contra el narco”. México llegó a la lista de los 10 países con más asesinatos por arma de fuego caracterizados como feminicidios, con cifras que en algunos estados son 15 veces mayores que el promedio mundial. Como en el caso de otros crímenes violentos en México, la impunidad en los feminicidios es más del 95%, y muchos crímenes contra mujeres son desestimados como asuntos domésticos o se termina culpando a las propias mujeres [ii] . Es en este contexto que las mujeres zapatistas propusieron que el primer acuerdo derivado del encuentro fuera “seguir vivas y seguir luchando” [iii] .

Es difícil expresar la magnitud del esfuerzo organizativo que fue necesario para hacer posible el encuentro: infraestructura para hospedaje, baños, regaderas, comida y transporte para miles de mujeres en las montañas; seguridad proporcionada por cientos de milicianas zapatistas, sin armas pero impecablemente organizadas; equipos zapatistas de salud, médicas y una ambulancia lista para cualquier emergencia; la presencia infalible y atenta de una delegación de mujeres zapatistas en cada uno de los cientos de talleres y actividades ofrecidos por sus invitadas; y decenas de “tercias compas”, los equipos de medios de comunicación zapatistas –de nuevo, todas mujeres–, operando una sofisticada plataforma tecnológica en varios templetes y decenas de eventos simultáneos. Además de esta hazaña organizativa, las mujeres zapatistas nos dieron un marco teórico impactante para la lucha de las mujeres en términos de su profundidad histórica y analítica que, sin embargo, no necesariamente fue compartido por muchas de las mujeres no zapatistas presentes. Pero las zapatistas fueron claras sobre el propósito del encuentro: no se trató de un encuentro para mujeres en general, sino para mujeres que luchan. Como dijeron en los eventos de inauguración: “No hicimos este evento para que mujeres ricas nos vinieran a mandar”. Las lecciones que las mujeres zapatistas nos dieron durante el evento son demasiadas y demasiado profundas para intentar resumirlas, pero como delegadas del Kilombo para asistir al evento en nombre de nuestra comunidad, queremos resumir algunas cosas que aprendimos y que pensamos que pueden ser útiles para la lucha de las mujeres en el mundo.

Libertad de la mujer: Autoexpresión o autoorganización colectiva

Las montañas que circundan el caracol de Morelia empezaron a reverberar con las voces de las mujeres, la música y los sonidos de los juegos de basquetbol y futbol, y la emoción de ser parte de una enorme multitud con una extraordinaria diversidad de actividades coordinadas en todo el caracol se volvió palpable. En el contexto de dicha diversidad, lo que de inmediato llamó la atención a nuestra delegación fue que muchos de los talleres propuestos y coordinados por las participantes no zapatistas se enfocaban en la lucha entendida como un desafío a las limitaciones impuestas a la autoexpresión del cuerpo femenino individual. Estos talleres consistían, por un lado, en una gran variedad de formas de usar el movimiento, la voz y el arte para sanar, honrar o expresarse a una misma y, por otro, en temas relativos a lo que (las talleristas suponían ser) las realidades del cuerpo femenino, incluyendo los derechos y experiencias reproductivas y el autoconocimiento y autocuidado del cuerpo [iv] . Aunque muchos de esos temas sin duda deben ser centrales en cualquier lucha de las mujeres, nos preocupó el hecho de que el gran número de presentaciones en ese sentido opacaran la lucha entendida como una cuestión de trasformación social estructural. O sea, la expresión personal parecía plantearse a expensas de la autoorganización colectiva, la “realidad biológica” a expensas de la estrategia política. Es importante subrayar que no estamos diciendo que dichas posturas sean incompatibles; al contrario, lo que justamente queremos decir es que, en las presentaciones de muchas de las participantes, la expresión personal y el cuerpo parecían estar completamente divorciadas de la autoorganización colectiva y la transformación estructural.

Pensamos que el riesgo de enfocarse en formas de expresión individual es que nos pueden limitar a un desahogo catártico y efímero, y que esto puede reemplazar el largo y duro proceso de construir alternativas a un sistema capitalista que se ha mostrado muy apto para aceptar e incluso producir ese tipo de desahogos. Pensemos en la explosión de la industria del autocuidado: yoga, espiritualidad New Age y otras apropiaciones de las prácticas de meditación orientales que se enfocan en el cuerpo y el espíritu y que, en el contexto del capitalismo contemporáneo, sólo nos ayudan a recuperarnos para regresar a un día más de trabajo. En otras palabras, en este contexto, las prácticas que nos podrían preparar para la lucha y la liberación son fácilmente asimiladas, incrementando nuestra productividad y volviéndonos participantes más entusiastas y flexibles de nuestra propia explotación. Lo mismo se puede decir de formas de protesta que ofrecen una salida para la energía colectiva pero que dejan poco o nada al día siguiente, salvo quizás una nueva estética de la rebeldía.

En segundo lugar, pensamos que el riesgo inherente en enfocarse en el autoconocimiento corporal y el autocuidado es desvincular la necesidad del conocimiento y la defensa de nuestros cuerpos del entendimiento de que hay estructuras que nos imponen controles corporales, opacando las razones por las que la lucha por “el cuerpo” es justamente tan importante en un proyecto emancipatorio. Aquí quizás ayude recordar que el capitalismo ha hecho obligatorio el control sobre los cuerpos de las mujeres para reproducirse como quiera que el sistema lo necesite en determinado momento, ya sea por medio de la procreación obligatoria, la esterilización forzada, la reproducción presionada para producir trabajadores, reproducción diferida para poder trabajar o la cosificación sexual en general. Pero recuperar nuestros cuerpos en este contexto no se trata de obtener el control de nuestro propio cuerpo –pensar así sólo nos ha llevado a una realidad en la que algunas mujeres en algunos lugares han logrado un gran control sobre sus cuerpos y sus elecciones reproductivas, mientras los cuerpos de otras mujeres son devastados por la pobreza, la represión policial, el exceso de trabajo y la vulnerabilidad a la violencia que acompaña una vida con escasos recursos. Esto incluye a aquéllas que han tenido que renunciar a su propia vida reproductiva y doméstica para realizar un trabajo asalariado en una esfera doméstica ajena.

Por lo tanto, aunque no desestimamos la importancia de las formas de expresión corporal mencionadas arriba, pensamos que es importante reconocer que, considerando la completa fragmentación social provocada por las relaciones y los valores capitalistas, hay muy poca esperanza de redimir el cuerpo individual sin construir un cuerpo colectivo que esté dispuesto a luchar por su libertad. Sin este largo proceso de organización colectiva, nos mantenemos atrincheradas en el ámbito de lo individual tal como lo produce el sistema, en vez de avanzar la lucha a un ámbito colectivo en el que podamos empezar a formar nuevas personas con deseos y necesidades mucho más ricos que los que existen en el sistema actual.

La libertad según las zapatistas: Del sometimiento al autogobierno

Fue justamente esta formación de nuevos individuos por medio del proceso de organización colectiva lo que fue recalcado en cada discurso, canción, obra de teatro y obra de arte presentada por las mujeres zapatistas de las cinco zonas del territorio rebelde. Comenzaron teorizando sobre la triple opresión que ellas viven bajo el sistema capitalista por ser pobres, indígenas y mujeres, relatando una historia de muchas generaciones de colonización indígena, esclavitud, violencia, violación sexual, trabajo forzado, matrimonio forzado, hostigamiento militar y muchas otras formas de violencia y represión. Fue este contexto lo que las llevó a enfatizar un punto en particular, expresado muy explícitamente por la Insurgenta Érika, quien habló en nombre de las mujeres zapatistas durante la ceremonia de inauguración: “La lucha por nuestra libertad como mujeres zapatistas que somos es nuestra. No es trabajo de los hombres ni del sistema darnos nuestra libertad. Al contrario, como que su trabajo del sistema capitalista patriarcal es mantenernos sometidas. Si queremos ser libres tenemos que conquistar la libertad nosotras mismas como mujeres que somos” [v] . Con esta declaración las zapatistas no están afirmando, como explicaremos abajo, que el patriarcado sólo le concierne a las mujeres. Lo que están enfatizando es su convicción de que sólo las acciones de los propios oprimidos han o podrán acercarnos a la liberación. Desarrollando este punto, cada una de las siguientes presentaciones relataron su lucha como EZLN, y como mujeres del EZLN, por organizarse y construir una serie de instituciones autónomas en tierras recuperadas que les permitirían tomar el control de sus vidas. Nos gustaría ahora dar un paso atrás para examinar la creación de ese ámbito colectivo politizado por medio de la historia de la lucha de las mujeres en el EZLN.

En 1993, en la víspera del levantamiento zapatista, cuando la Ley Revolucionaria de Mujeres fue divulgada en la primera publicación del EZLN, El despertador mexicano, [vi] dicha ley ya había sido aprobada y adoptada por consenso en todos los niveles del ejército zapatista y en todas las asambleas comunitarias. La ley enumeraba los derechos de las mujeres de participar en la lucha, de tener cargos como autoridades, de escoger sus parejas y controlar su salud reproductiva, de tener acceso a la salud y a la educación y de gozar de los mismos derechos y responsabilidades que los hombres bajo las leyes revolucionarias [vii] . Este marco de derechos de las mujeres y su papel en la lucha en el territorio zapatista refleja el inmenso trabajo organizativo llevado a cabo por las mujeres para crear, difundir y decidir llevar a cabo un cambio tan radical en una base social muy amplia.

Sólo 10 años después, en 2003, el EZLN anunció la creación de cinco caracoles, que serían las sedes políticas de las recién formadas Juntas de Buen Gobierno, que servirían como un tercer nivel de autogobierno, congregando comunidades zapatistas y municipios autónomos en cinco zonas. En aquel momento, aunque las mujeres aún no estaban plenamente integradas en esos órganos de gobierno [viii] , se volvió evidente que el EZLN ya había pasado por una revolución interna: la construcción e institución de una autoridad civil autogobernada y basada en las comunidades sobre el ejército rebelde y a lo largo del territorio zapatista, una victoria no de las mujeres sobre los hombres en el marco limitado del género, sino de los valores de la autoorganización comunitaria y del autogobierno colectivo sobre las formas tradicionalmente masculinas de dominio por medio de la fuerza y la jerarquía militar.

De nuevo 10 años después, en 2013, el EZLN organizó la legendaria Escuelita Zapatista, en la que más de 7 mil estudiantes de todo el mundo participaron en un curso dado por las propias comunidades zapatistas, con el título de “La libertad según l@s zapatistas” [ix] . Uno de los cuatro cuadernos de texto publicados como parte del curso, Participación de las mujeres en el gobierno autónomo, documentó, en las propias palabras de las mujeres zapatistas, su amplia participación en los tres niveles de autogobierno y en los sistemas de educación y salud autónomas, su independencia económica por medio de las cooperativas de mujeres, la transformación de los ámbitos familiares y sociales para posibilitar estos cambios en el papel de las mujeres, y el crecimiento transformador de todas esas instituciones comunitarias para lograr que la buena salud, la alfabetización, la experiencia política y el liderazgo organizativo se volvieran aspectos habituales de la vida cotidiana de las mujeres.

Y entonces, sólo cinco años después y exactamente un cuarto de siglo después de la publicación de la Ley Revolucionaria de Mujeres, las mujeres zapatistas se coordinaron en las cinco zonas del territorio zapatista para organizar este histórico Encuentro Internacional de Mujeres que Luchan, demostrando no sólo el inigualable poder de convocatoria de las zapatistas, sino también una profunda capacidad analítica y organizativa a lo largo y ancho de la base social (y de la estructura militar) de las mujeres en el movimiento. Esto es algo, explicaron, que nadie más les puede dar o quitar, “ni Dios, ni el hombre, ni el partido político, ni un salvador, ni un líder, ni una líder, ni una jefa” [x] .

En efecto, las mujeres zapatistas pasaron prácticamente de la esclavitud bajo el control de señores coloniales y domésticos a los principios de su propia Ley Revolucionaria de Mujeres y a tener cargos en los más altos órganos de autoridad autónoma colectiva en sólo unas décadas. Esta historia demuestra que la lucha de las mujeres zapatistas (incluyendo la prohibición de las drogas y el alcohol en territorio zapatista) ha resultado en avances inmensos, aunque todavia disparejos, en términos de protección para las mujeres del abuso físico, la violación y otras formas de violencia. Pero pensamos que las mujeres zapatistas también han dejado claro que dichos avances fueron posibles no por medio de la expresión y la protección individuales, sino de la lucha por transformar sus condiciones materiales concretas –en el uso de la tierra, la producción de alimentos, la salud, la educación y la resolución de conflictos–, una transformación al mismo tiempo generada y generadora de un entendimiento de la autoorganización y el autogobierno tan profundamente socializado en las bases comunitarias y en la conciencia colectiva que da origen a prácticas unicas en constante evolución. Así, la integridad y la fuerza de cualquier mujer zapatista es un reflejo de la organización colectiva de todas las mujeres zapatistas en la lucha contra el orden social del capitalismo que estructura la violencia, la desigualdad y la falta de dignidad en cada aspecto de nuestras vidas, desde el ámbito más íntimo al más global.

¿El patriarcado es un asunto de mujeres?

Si por un lado las mujeres zapatistas insistieron en que la libertad de la mujer es algo que las mujeres tienen que conquistar colectivamente, también insistieron una y otra vez, en las presentaciones de las mujeres de cada zona, que su lucha no es contra los hombres sino contra el sistema. La Insurgenta Érika, de nuevo hablando en nombre del colectivo intergeneracional de mujeres zapatistas, explicó: “Y sépanlo bien que no siempre era hombre quien me explotaba, me robaba, me humillaba, me golpeaba, me despreciaba, me mataba. También muchas veces era mujer quien así me hacía. Y todavía así hacen” [xi] . En este sentido, aunque las mujeres zapatistas critican y se oponen a las prácticas sexistas y patriarcales en todos los niveles de su resistencia, sus pensamientos y acciones nos ayudan a entender las limitaciones de aquellas formas del feminismo en las que el imaginario de la lucha no va más allá del desplazamiento de los hombres y del deseo de ocupar su lugar. En otras palabras, ellas no confunden el librarse de su propia opresión con la movilidad ascendente en las relaciones de dominación existentes.

Pensamos que el esquema conceptual zapatista contiene un entendimiento del patriarcado no como un asunto de las mujeres o de los hombres, ni siquiera como un asunto primordialmente de género, sino como una forma sistémica de dominación y desigualdad que estructura todas las relaciones sociales y que permite el dominio de los hombres sobre las mujeres, pero también de los hombres sobre otros hombres y de mujeres sobre otras mujeres. Pensamos que es importante aquí observar las similitudes entre la forma como las mujeres zapatistas entienden la lucha de las mujeres y la lucha de las mujeres kurdas al interior del movimiento de liberación kurdo [xii] . En ambos esquemas, vemos que reducir problemas sistémicos a asuntos de mujeres no es más que marginalizar las cuestiones que marginalizan a las mujeres. El hecho de que el patriarcado enseñe a los hombres que su autoestima tiene que ver con su capacidad de ejercer (e inevitablemente de experimentar) el dominio sin duda daña a las mujeres, pero también debilita a los hombres y a la sociedad en general, entorpeciendo desde el inicio la capacidad externa de todos de crear relaciones que no sean de dominación y la capacidad interna de participar en proyectos y de pensar y organizarse con otros. Las políticas de autoorganización colectiva de las que hablamos aquí son tan difíciles para muchos hombres (aunque no sólo para los hombres) que pueden percibirlas como autodestrucción y no como una reorganización social que nos forzaría a todos y todas a abandonar los papeles de dominador o dominado impuestos por el sistema capitalista. Necesitamos urgentemente una política que destruya dichos papeles y no sólo que los reacomode. Vemos aquí cómo la lucha de las mujeres zapatistas puede articular simultáneamente la triple opresión que ellas sufren bajo el patriarcado capitalista –como pobres, como indígenas y como mujeres– y al mismo tiempo reconocer que la liberación de dicha opresión no es algo exclusivo de las mujeres.

¿Cuál cuerpo?

Al final del encuentro, las mujeres zapatistas presentaron tres propuestas [xiii] . Primero, propusieron que como mujeres sigamos viviendo y luchando; esto fue recibido con aplausos y aprobación. Después propusieron que, puesto que no todas las mujeres presentes estaban de acuerdo en que la lucha de las mujeres es contra el sistema capitalista, todas regresaran a sus hogares y a sus colectivos y que estudiaran, analizaran, discutieran y determinaran si de hecho es este sistema el responsable por la opresión de las mujeres. Esta propuesta recibió un aplauso más solemne. Finalmente, las mujeres zapatistas propusieron otro encuentro de mujeres para el año entrante (aplauso entusiástico), añadiendo que dicho encuentro debería suceder no sólo en territorio zapatista (mucho menos aplausos), sino también en los lugares de origen de las mujeres presentes. Esta tercera propuesta no era sólo una sugerencia para multiplicar el evento, sino que estaba íntimamente relacionada con la segunda: la urgencia de que existan cuerpos colectivos organizados que discutan y determinen la causa y la forma de nuestro sometimiento y, a partir de esto, el camino y la estrategia de nuestra lucha. Las mujeres zapatistas nos acababan de compartir su propio proceso para lograrlo, algo que para ellas incluye un aspecto de analfabetismo técnico: la necesidad de aprender a leer, escribir y hablar español para poder participar en una lucha colectiva que abarca varios idiomas. Lo que le proponen a los demás es un desafío quizás mucho mayor, el de superar una suerte de analfabetismo social: la necesidad de aprender a pensar, analizar, discutir y decidir juntas sobre nuestras propias vidas.

Nosotros pensamos, y así lo han dicho los zapatistas [xiv] , que sólo por medio de esa posibilidad de construir una colectividad –y de construir un análisis colectivo– podremos adquirir un sentido de nosotros mismos y en consecuencia una orientación en un camino de lucha. Pero en el sistema actual se nos presentan sólo magros substitutos de ese sentido de nosotras mismas. Nos han vendido muchas formas de “liberarnos” de las condiciones de opresión que siempre pasan por el proceso de tornarnos alguien: de obtener reconocimientos o un lugar bajo los reflectores. Estas formas seducen justamente porque tantas mujeres y otros han sido silenciados o borrados de nuestra conciencia y memoria colectivas. Pero esos lugares y esos reflectores no sólo se han vuelto cada vez más efímeros sino también muy limitados y proscritos por el propio sistema. El capitalismo neoliberal ofrece una gran variedad de oportunidades de reconocimiento individual y de autopromoción disfrazadas de libertad, y en nuestro contexto actual el resultado es una multitud de “líderes” con presencia en las redes sociales pero sin una base comunitaria y de actos performativos de “oposición” sin consecuencias prácticas, que pueden llamar la atención a corto plazo pero que no conllevan el proceso serio, constante, no reconocido y con frecuencia enfadoso de organización colectiva y sacrificio personal que la lucha requiere. Pensamos que los zapatistas nos están mostrando un proceso de llegar a ser, todos juntos, nadie, de crear un poder social casi anónimo y casi invisible desde abajo, con una respuesta mucho más profunda ante la explotación, el despojo, la represión y la humillación que los pocos y simbólicos “álguienes” permitidos por las estructuras capitalistas. En palabras del EZLN, “cuando el poderoso se refiere a los otros, con desprecio los llama ‘nadie’. Y ‘nadie’ es la mayoría de este planeta” [xv] .

Desde luego debemos proteger y respetar los cuerpos individuales –de mujeres y hombres– que son violentados de tantas formas por medio de los horrores absurdos del sistema capitalista. Pero en ese esfuerzo el único cuerpo que nos puede liberar es el cuerpo social, constituido por actos no reconocidos de autoorganización capaces de dar a luz una nueva forma de vida. Por lo tanto, la lucha de las mujeres no es una lucha por el reconocimiento, el acceso o la inclusión en las estructuras existentes; es la insistencia en luchar por un mundo donde ni las relaciones sociales ni la producción material estén basadas en las falsas jerarquías e instituciones decadentes del sistema capitalista. En este sentido, como dice el cuento zapatista: “En el mundo que está por hacerse, a diferencia de éste y los anteriores, cuya hechura se adjudica a dioses varios, cuando alguien pregunte ‘¿quién hizo este mundo?’, la respuesta será: ‘Nadie’” [xvi] .

El día que será noche

Al caer la tarde el primer día de los eventos, observamos que las mujeres zapatistas se movían en filas organizadas en varias partes del caracol, aunque en la penumbra era difícil distinguir la formación general. En la noche, pidieron un minuto de silencio por Eloísa Vega Castro, miembro del grupo de apoyo al Concejo Indígena de Gobierno (CIG) de Baja California, quien falleció en un accidente automovilístico mientras acompañaba al CIG y a su vocera, María de Jesús Patricio Martínez, en una gira por ese estado el 14 de febrero de 2018. En el frío valle enmarcado por las montañas y bajo un cielo estrellado, se apagaron las luces y 2 mil velas se prendieron, sostenidas por cada una de las mujeres zapatistas que habían formado, desde hacía casi dos horas, un gran cinturón alrededor de la plaza central del caracol. Qué mejor expresión de solidaridad en la lucha que miles de mujeres zapatistas organizadas abrazando con su disciplina, ternura y tenacidad a los miles de mujeres que habían invitado a su territorio y sosteniendo sus pequeñas llamas en honor de otra. Al final del encuentro, nos compartieron otro mensaje, esta vez en la voz de la compañera zapatista Alejandra, que vale la pena citar por extenso:

“Este día 8 de marzo, al final de nuestra participación, encendimos una pequeña luz cada una de nosotras.

Esa pequeña luz es para ti

Llévala, hermana y compañera.

Cuando te sientas sola.

Cuando tengas miedo.

Cuando sientas que es muy dura la lucha, o sea la vida,

préndela de nuevo en tu corazón, en tu pensamiento, en tus tripas.

Y no la quedes, compañera y hermana.

Llévala a las desaparecidas.

Llévala a las asesinadas.

Llévala a las presas.

Llévala a las violadas.

Llévala a las golpeadas.

Llévala a las acosadas.

Llévala a las violentadas de todas las formas.

Llévala a las migrantes.

Llévala a las explotadas

Llévala a las muertas.

Llévala y dile a todas y cada una de ellas que no está sola, que vas a luchar por ella.

Que vas a luchar por la verdad y la justicia que merece su dolor.

Que vas a luchar porque el dolor que carga no se vuelva a repetir en otra mujer en cualquier mundo.

Llévala y conviértela en rabia, en coraje, en decisión.

Llévala y júntala con otras luces.

Llévala y, tal vez, luego llegue en tu pensamiento que no habrá ni verdad, ni justicia, ni libertad en el sistema capitalista patriarcal.

Entonces tal vez nos vamos a volver a ver para prenderle fuego al sistema.

Y tal vez vas a estar junto a nosotras cuidando que nadie apague ese fuego hasta que no queden más que cenizas.

Y entonces, hermana y compañera, ese día que será noche, tal vez podremos decir contigo:

‘Bueno, pues ahora sí vamos a empezar a construir el mundo que merecemos y necesitamos’.” [xvii]

Notas:
[i] Asistimos al Encuentro de Mujeres como delegadas de El Kilombo, un proyecto político comunitario en Carolina del Norte, EEUU, que se dedica a construir instituciones comunitarias para auto-organizar la sobreviviencia material, el estudio y el análisis, y una vida comunal digna. Contacto: elkilombo@riseup.net.

[ii] Los datos aquí citados y otras estadísticas se pueden encontrar en: David Agren, “Mexico maelstrom: how the drug violence got so bad”, The Guardian, 26 de diciembre de 2017; Arturo Conde, “In Mexico, Grieving Parents Call for End to Drug Wars, Legalization”, NBC News, 26 de abril de 2016; BBC Monitoring, “Mexico’s war on drugs: Arrests fail to drive down violence”, 25 de enero de 2018; Agence France-Presse , “Officials: 2017 was Mexico’s most violent year in two decades”, 23 de diciembre de 2017; David James Cantor, “The New Wave: Forced Displacement Caused by Organized Crime in Central American and Mexico”, Refugee Survey Quarterly, Vol. 33, N. 3, pp. 34–68; The Geneva Declaration on Armed Violence and Development: “Global Burden of Armed Violence 2015: Every Body Counts”, 8 de mayo de 2015; informes del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) en reportaje de Telesur, “State of Mexico Issues Emergency Alert Over Gender Violence”, 9 de julio de 2015; e información del Instituto Nacional de las Mujeres y de la Agencia ONU Mujeres en reportaje de The Guardian, “Mexico: murders of women rise sharply as drug war intensifies”, 14 de diciembre de 2017.

[iii] EZLN. 8 de marzo de 2018. “Palabras a nombre de las mujeres al inicio del Primer Encuentro Internacional, Político, Artístico, Deportivo y Cultural de Mujeres que Luchan”.

[iv] Para una lista preliminar de los talleres propuestos por las participantes, ver este informe del equipo de apoyo para la organización del encuentro.

[v] EZLN. 8 de marzo de 2018. “Palabras a nombre de las mujeres al inicio del Primer Encuentro Internacional, Político, Artístico, Deportivo y Cultural de Mujeres que Luchan”.

[vi] Para una versión digital del contenido original de El Despertador Mexicano, ver el Archivo Histórico del EZLN.

[vii] EZLN. Ley Revolucionaria de Mujeres.

[viii] EZLN. 21 de agosto de 2004, “Leer un video Segunda parte: Dos fallas”.

[ix] Para información sobre la Escuelita Zapatista, ver el texto del EZLN de marzo de 2013, “Fechas y otras cosas para la escuelita zapatista”.

[x] EZLN. 8 de marzo de 2018. “Palabras a nombre de las mujeres al inicio del Primer Encuentro Internacional, Político, Artístico, Deportivo y Cultural de Mujeres que Luchan”.

[xi] EZLN. 8 de marzo de 2018. “Palabras a nombre de las mujeres al inicio del Primer Encuentro Internacional, Político, Artístico, Deportivo y Cultural de Mujeres que Luchan”.

[xii] Recomendamos, por ejemplo: Abdullah Öcalan, The Political Thought of Abdullah Öcalan: Kurdistan, Woman’s Revolution and Democratic Confederalism. Pluto Press 2017; y Brecht Neven y Marlene Schäfers , “Jineology: from women’s struggles to social liberation”, ROAR Magazine, 25 de noviembre de 2017.

[xiii] EZLN. 10 de marzo de 2018. “Palabras de las mujeres zapatistas en la clausura del Primer Encuentro Internacional, Político, Artístico, Deportivo y Cultural de Mujeres que Luchan en el caracol zapatista de la zona Tzotz Choj”.

[xiv] El Kilombo. 2009. Sin Referente: Una Entrevista con el Subcomandante Insurgente Marcos. PaperBoat Press, Durham, North Carolina.

[xv] EZLN. 1 de marzo de 2003. “Otra geografía”.

[xvi] EZLN. 1 de marzo de 2003. “Otra geografía”.

[xvii] EZLN. 10 de marzo de 2018. “Palabras de las mujeres zapatistas en la clausura del Primer Encuentro Internacional, Político, Artístico, Deportivo y Cultural de Mujeres que Luchan en el caracol zapatista de la zona Tzotz Choj”.(énfasis suplido).

Publicado originalmente en Viewpoint Magazine.

Traducción por Alejandro Reyes