29/07/2018 :: VENEZUELA
Protestas populares ¿fin del cheque en blanco?
x Lenin Brea
Uno de los rasgos de las protestas actuales es que no tienen un signo guarimbero e incluso algunas están protagonizadas por el chavismo
Uno de los hechos significativos de la coyuntura actual es la notoriedad que han adquirido las protestas populares. Estas no solo han aumentado en número, frecuencia y potencia sino que han alcanzado cierto protagonismo en la vida pública nacional.
Lo significativo, desde un punto de vista político, no está en que su incremento expresa la gravedad de la situación, el colapso del país, sino en que expresan la impotencia del gobierno y la oposición para representar las luchas de la gente.[i]
No es casualidad que las protestas cobren notoriedad en un momento en el cual las fuerzas políticas de la oposición, aquellas que una vez estuvieron agrupadas en la MUD, y las del gobierno, en particular el PSUV, se han declarado en crisis e iniciado un proceso de reconstitución.
El resultado del ciclo político de confrontación abierta que comenzó con las guarimbas del año pasado y culminó con la reelección del presidente Maduro fue el desprestigio de las organizaciones políticas, de sus liderazgos y, más preocupante, de la política. Tal resultado es, en parte, una consecuencia de la conducta política de las dirigencias.
La despolitización
De una parte, dentro de la oposición privó y sigue privando la línea injerencista. Primero bajo su forma inmediatista, expresada en la consigna “¡Fuera Maduro ya como sea!” y agenciada por las guarimbas. Derrotada la violencia mediante la convocatoria a la ANC se impuso a lo interno de la oposición, y en una suerte de postergación de la consigna en cuestión, el abstencionismo con sus correlatos, la desmovilización política y la victimización.
El injerencismo con rostro humanitario, en el cual se enmarcan las tácticas inmediatista y abstencionista, tiene como condición la desmovilización de las demandas populares y la despolitización en general.
Esta idea puede sorprender sobre todo en relación al inmediatismo, porque este se basa en un llamado a la acción violenta como medio para producir un cambio de gobierno. Pero este llamado no ofrece más que solución mágica: todo se arreglará por sí solo una vez que salga Maduro[ii]. Así, el sentido de la movilización y de la política es exclusivamente negativo o mejor dicho, negador, y supone la reducción y subsunción del amplio espectro de demandas populares al cambio de autoridades
Claro está que exigir un cambio de gobierno es opción política legítima y puede que hasta sea verdad que dicho cambio sea necesario, pero esto no resuelve la cuestión política fundamental del para qué y el cómo.
Además, el inmediatismo no se plantea solo como un llamado a la acción para cambiar el gobierno, sino de manera obscena, como un llamado a la violencia para acabar con el chavismo como parcialidad política. De allí el efecto unificador que tiene la violencia en este último. Una situación en la cual se trata de negar mediante la fuerza al otro no es propiamente política, sino de guerra y aun lo que tiene la situación bélica de política desaparece en la medida en que se trata de exterminar al contrario lo más completamente que se pueda. El resultado de una confrontación así es, por lo general, una forma de conflicto que sirve como excusa para pedir una intervención extranjera.
Por su parte, el abstencionismo no ha servido para otra cosa que para el desprestigio de la democracia y pérdida de expectativas en la política. Pero la despolitización no ha sido desaprovechada en particular por la mediática e intelectualidad injerencista. En el ínterin se han dedicado a construir la imagen de los venezolanos en general como víctimas impotentes para luchar por sus derechos y deseos. Un ejemplo paradigmático de esto es el cómic de Yorelis Acosta, Soy una profesora en Venezuela. La culminación abierta de la historieta da para pensar dos posibles finales: o Yorelis muere víctima irredenta de la situación o la salva una intervención extranjera que dé cuenta de Maduro. Aquella en que asume la lucha que le corresponde no tiene posibilidad alguna.
Pero a la violencia opositora respondió la astucia gubernamental. Si bien la convocatoria a la ANC, y en particular su momento electoral, logró detener en seco la violencia y abrió una puerta a la democracia, la forma en que se montó el proceso de elección de los constituyentes –para favorecer a los representantes del gobierno en los sectores y regiones– restó y sigue restando potencia política a la iniciativa.
Luego, tras la victoria en las elecciones de gobernadores, el liderazgo chavista se aprovechó de la consolidación del abstencionismo opositor, uno que en las presidenciales se tradujo en una campaña activa contra Henri Falcon, para coronar la menuda victoria de mayo cuando los resultados electorales dejaron en claro que el gobierno nacional viene perdiendo apoyo, no ya de la población en general, sino incluso en las bases chavistas.
No es un hecho menor el que la campaña del gobierno hizo todo lo que estuvo a su alcance para despolitizar el voto y desprestigiar el sistema electoral venezolano llegando al extremo de ofrecer un bono a los electores, en lo que además es una expresión consecuente de la consigna que anima al gobierno nacional: “¡Continuidad de Maduro como sea!”.
Pero la despolitización promovida con el gobierno no se limita a la lucha electoral. En la medida en que se plantea como el “protector” de los venezolanos se vale de la victimización para reducir las luchas populares a la inacción. De esto resulta que el estado ideal de la militancia chavista es la obediencia pasiva y el sacrifico abnegado, exigencia que sin pudor se extiende a la población en general.
Si la oposición persigue la implantación de un estado de excepción humanitario y agenciado por gobiernos extranjeros, el gobierno nacional responde con la implantación de un estado de excepción basado en la vieja figura de la soberanía, en la cual el soberano decide por sí mismo qué es lo que hay que hacer y cómo debe hacerse.
Contra el “como sea”
El actual repunte y protagonismo de las protestas debe ser leído como una reacción de las clases populares frente a la despolitización planteada por las élites políticas.
En el presente contexto, por despolitización debe entenderse la reducción de la política a la alternativa: Salida de Maduro como sea / Continuidad de Maduro como sea.
El problema está, por supuesto, en el “como sea”, porque significa “a costa de lo que sea”, “sin importar las consecuencias”, “sacrificando lo que haya que sacrificar, incluso la propia vida y el mañana”, y no tanto “de cualquier forma”.
De hecho, el sector de la oposición que es hegemónico quiere adueñarse del poder de una forma particular: mediante la violencia y la injerencia extranjera. Los sectores del chavismo que gobiernan quieren mantenerse en el poder sin perturbar el actual esquema distributivo de riquezas y derechos efectivos y haciendo uso de la violencia siempre que lo consideran necesario.
Para usar un concepto de Maneiro se dirá que el hecho de que ambas dirigencias quieran lo que quieren “como sea” denota el envilecimiento de las organizaciones políticas que capitanean.
Al hablar de envilecimiento no se emite tanto un juicio moral como político. El envilecimiento denota la situación en la cual la conquista o mantenimiento del poder se instauran como fines últimos e incondicionales de la acción de una agrupación política. Dicho más a la letra: el envilecimiento político es cuando la actividad de un partido se centra en su eficacia política (su capacidad para tomar o conservar el poder) a costa de su calidad política (su capacidad para realizar los fines del partido: el reino de la libertad de mercado para uno liberal, un mundo verde para uno ecologista, el trastrocamiento de las relaciones sociales capitalistas para uno revolucionario. En este último caso Maneiro habla de calidad revolucionaria).
Así, las protestas actuales y su devenir son pensables como una reacción, siempre en alguna medida consciente, al envilecimiento de los partidos y actores políticos. Y si la situación creada por su protagonismo es significativa y fructífera para una política democrática, esto se debe a que se da en el marco de una eficacia política cero, de las que hasta ahora han sido los conductores de la política nacional.
Es importante que para Maneiro la eficacia y la calidad política están en una relación específica. Si bien la calidad política de una agrupación no es suficiente para que realice sus fines y es necesario afinar la eficacia política, una organización sin calidad política se verá imposibilitada para tomar el poder. No se trata de una relación de mutua dependencia entre ambas capacidades. La calidad política de un partido es incondicional frente a su eficacia política. Esta última debe ser un mero medio para la realización de los fines políticos de la organización. Este deber ser de puro medio para la conquista del poder no se funda solo en la ética sino que está basado en la economía política de una organización tal.
Las protestas y las posibilidades de la política democrática
Uno de los rasgos de las protestas actuales es que no tienen un signo guarimbero e incluso algunas están protagonizadas por el chavismo. Si pudiese hacerse un conjunto de ellas se diría que se presentan como la reivindicación de un derecho o promesa incumplida, antes que como una acción anti o progubernamental.
Así, el gremio médico protesta por el estado del sistema de salud y lo propio hacen otros trabajadores de la administración pública; los pensionados por el monto en efectivo de la pensión; aquí y allá se reclama la falta de agua, luz y otros servicios, por la ineficacia en la entrega de los Claps[iii], por los abusos policiales y de las fuerzas de seguridad; un sector de las fuerzas organizadas del chavismo se moviliza a Caracas para denunciar la situación de violencia y desamparo a la que está sometido el campo mientras trabajadores tercerizados por el Estado nacional reclaman sus derechos en la Plaza Caracas.
Claro que, repetimos, no se pueden meter estas protestas en el mismo saco. Ellas se articulan a la alternativa política sobre la mesa, pero precisamente la cuestión es si lo hacen desde el “como sea” o contra él.
Las protestas chavistas se plantean de entrada como tales, “somos chavistas”, y es significativo que manifiestan su apoyo al presidente Maduro en específico. Si se trata con esto de un acto de sumisión es algo que no puede dirimirse de entrada, puesto que el reconocimiento de la autoridad presidencial viene condicionado por unas demandas. Continuidad de Maduro en el poder, pero no “como sea”.
En la medida en que las demandas contradigan o afecten el actual estado de distribución de las riquezas y los derechos y se planten de forma consecuente, estamos ante una protesta que pugna por forzar al poder a producir cambios en la forma de su ejercicio. De este modo el reconocimiento de la autoridad presidencial no solo es condicionado sino que busca oponerla al resto del gobierno nacional.
En el caso de la Marcha Campesina Admirable las demandas que defienden los marchistas no pasan por el cambio de orientación de la política agraria, sino por su verdadera implementación, lo que supone a su vez desmantelar el envilecimiento instalado en Agropatria y las otras instituciones públicas vinculadas a la producción en el campo. En tanto la protesta sea consecuente, opone la autoridad del presidente a la de los ministros y viceministros; funcionarios de las fuerzas públicas en general, y agentes privados implicados en los negocios agrarios. En la medida en que obligan a las autoridades a tomar posición –o con los campesinos organizados o con las mafias– la lucha por el mero cumplimiento de las leyes y las políticas públicas tiene en la actualidad un profundo sentido revolucionario.
Los campesinos que marchan y en general el chavismo que protesta puede estar equivocado e incluso puede que viva una ilusión, pero lo que confirmará una u otra será el desarrollo de la lucha. Lo importante es que las protestas se plantean como una demanda política que contradice al “como sea” de la permanencia en el poder del presidente. Dicho de otra manera, las protestas del chavismo permiten el desarrollo de la contradicción entre la izquierda chavista y su derecha que es en la actualidad la que gobierna. Por otra parte, las manifestaciones implican el posicionamiento de un liderazgo, de una vanguardia, propios y genuinos.
En las restantes protestas se evita la identificación directa con la oposición, pero también con el gobierno. Sus consignas de lucha son sencillamente la satisfacción de derechos o promesas incumplidas.
Lo particularmente interesante aquí, hacemos énfasis, es que estas protestas se desmarcan de la línea inmediatista guarimbera tanto como de la despolitización, aunque es más o menos evidente que se trata de protestas opositoras.
También el hecho de que se planteen como la reivindicación de un derecho particular en la esfera pública es significativo, porque dan un paso fuera de la victimización y en pro de la política. Las enfermeras protestan en la calle, pero también en sus lugares de trabajo mediante un paro activo, por la reivindicación de sus derechos laborales y el estado del sistema de salud. No luchan “como sea”.
Más importante aún son los casos en que las protestas se han cocinado recurriendo a cualquiera de las formas de organización legales, porque esto indica el posible surgimiento de una vanguardia, de un liderazgo propio.
Toda vez que estas protestas devengan en organizaciones con liderazgo reconocido y capacidad de movilizar las masas, estarán contribuyendo a la politización y necesariamente a la reivindicación de la democracia. El mismo hecho de que se planteen como acciones públicas y que interpelen a las autoridades nacionales, así no las consideren legítimas o no estén de acuerdo con su permanencia en el poder, implica un rescate y reactivación del tejido colectivo y de lo público.
La izquierda…
¿Izquierda y derecha? Muchos analistas de uno y otro bando del espectro político coinciden en que aquellas coordenadas no sirven para pensar el espectro político nacional. Aquí lo que habría es chavismo y oposición.
Queda claro que la dinámica nacional en lo adelante girará, al menos en parte, en la capacidad que tengan los liderazgos vigentes para apropiarse o en todo caso desarticular o vencer las luchas populares.
Dada la situación económica parece mucho más posible que sea la oposición quien logre tales objetivos. De hecho, algunas de sus instancias parecen estarse activando en el sentido de la apropiación de la conflictividad popular.
Del lado del gobierno la tarea es doble. Tiene que domesticar o desarticular las demandas de sus bases y hacer lo propio con las otras. Si con respecto a las primeras tiene la ventaja de representar la condición de posibilidad de satisfacción de esas demandas, tiene la gran desventaja de que su satisfacción supone una modificación real de su estructura de poder y por tanto conflictos internos. Con respecto a las otras, parte de un desprestigio mucho más grande del que puedan tener los personeros opositores y es aun más dudoso que esté dispuesto a realizar los sacrificios que un cambio en la situación demanda.
Pero el chavismo no es, como hemos sostenido aquí de forma implícita hasta ahora, una unidad monolítica y tampoco lo es la oposición. Un abigarrado juego de grupos, intereses, sectores, definen su existencia política. Y si es verdad que hasta ahora se hacía difícil hablar de tendencias políticas, también lo es que cada vez se hace más patente la contradicción entre su izquierda y su derecha.
En una situación en que la protesta toma la batuta frente a las opciones políticas hegemónicas es problema de la izquierda, chavista o no, cómo acompañar y agenciar las luchas populares. Lo contrario es perderse y desconocer el sentido de la propia existencia política.
El mayor problema que enfrenta la izquierda chavista, una vez que se ha decidido a llevar hasta las últimas consecuencias sus demandas, es cómo articularlas a las del conjunto de la sociedad. Dada la coyuntura actual y el desprestigio que sufre la política socialista al reconocerse como chavista, introduce de entrada una dificultad. Por supuesto que el problema no está en que se reconozca como lo que es, y en tal sentido no hay razón alguna para avergonzarse. El problema está en producir una apertura del chavismo de tal modo que pueda recuperar su capacidad articuladora de las demandas populares, para lo cual no hay por qué abandonar el nombre propio.
Por último, el peor error que puede cometer la izquierda es abandonar el terreno público o si se quiere el espacio de la lucha estatal. Al gobierno, a este o al que sea, hay que exigirle que cumpla su papel y que gobierne para el pueblo, porque para eso está allí.
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Notas
[i] Del lado de la oposición esta situación es patente notoria. panampost.com publicó en estos días una nota titulada “Venezuela estalla en protestas con la dirigencia opositora ausente”, y Luis Vicente León ha dedicado dos artículos al análisis de por qué los partidos de oposición no pueden cabalgar eficazmente la crisis ni menos la ola de protestas. Del lado del gobierno la situación es igualmente conocida. Se expresa en los artículos que han escrito varas figuras del chavismo.
[ii] En una entrevista reciente Maria Corina Machado afirma: “Es muy importante que los venezolanos sepamos que al día siguiente –y estoy siendo literal, a las 24 horas que Maduro salga del poder– comienzan a llegar a Venezuela alimentos, medicinas, insumos médicos, repuestos para el transporte. Está lista una operación”.
[iii] El caso de los Claps es particularmente relevante. En la actualidad son uno de los objetos de crítica predilectos dela oposición. La razón es sencilla, han terminado por funcionar como estrategia de contención. Sin embargo para llegar al momento presente no solo fue necesario que el gobierno creara la política. Fue necesario además que la gente luchara por su correcta implementación. La eficacia de los Claps se debe en lo fundamental a la vigilancia de la gente. Sin embargo aun adolecen de dos grandes deficiencias que se sintetizan en la voluntad gubernamental. De una parte no son una política universal y el gobierno la usa abiertamente como estrategia de captación. En segundo lugar la gente no tiene el poder real sobre la iniciativa y parlamente el gobierno no administra la política de forma transparente lo que da pie para los ataque en contra de la política. Sigue esperando de la gente pasividad y le gente no termina de dar el paso, que sería uno solo, de apropiarse de la política para administrarla y con esto darle la necesaria transparencia.
www.dariovive.org
Texto completo en: https://www.lahaine.org/protestas-populares-ifin-del-cheque