“El invierno de Cambiemos”
Por Maristella Svampa
Un escalofrío y no precisamente producido por las bajas temperaturas de invierno recorre a los votantes de Cambiemos. Hasta hace poco algunos todavía apelaban a la tesis de la “herencia recibida”, o decían que había que “darle tiempo”, “dejarlo gobernar”. Dos años y medio después, ambas coartadas están desgastadas. Muchos votantes de Cambiemos hablan abiertamente de su decepción. Del lado de las clases medias, porque sienten que la política económica, marcada por la alta inflación, los tarifazos interminables, la caída del salario real, los despidos masivos, la apertura indiscriminada a la importación, está lejos de pensarlos con ellos adentro. Del lado de las clases populares, porque ven cómo aumenta el desempleo y la inseguridad, cómo se incrementan las demandas de alimentos en los comedores y escuelas, cómo se amplían las brechas de la desigualdad.
Ya no hay expectativas, pocos confían en la supuesta expertise de los “exitosos” CEO’s, provenientes del mundo empresarial. Todo lo contrario. La desconfianza y la desazón apunta sobre todo a ellos, que además de vivir en la burbuja de los súper ricos y perseverar con sus cuentas offshore, la única solución que ofrecen al desastre económico es volver al FMI y reactualizar recetas neoliberales que, es sabido, siempre condujeron al fracaso.
Muchos se dieron cuenta de que el antikirchnerismo militante no es condición suficiente para hacer una “buena gestión”, que las políticas sociales compensatorias no los convierte ipso facto en un “populismo conservador”, que la promesa de las indemnizaciones para los despedidos no basta para alegar “sensibilidad social”. El Gobierno, perdido en el laberinto del retroceso social y el agravamiento de la crisis, se revela cada vez más como un fraude, mientras consolida algo que quedará en la historia como su marca distintiva: la ceguera de clase.