Los de abajo
Desesperación en Morelos
Gloria Muñoz Ramírez
La Jornada
“¿Qué tiene que pasar para que la población de Morelos pueda recobrar la paz? Por lo pronto ellos, los de abajo, no están con los brazos cruzados y exigen ser escuchados”. Así terminé esta columna el sábado pasado. Tres días después, el 31 de julio, nadie pudo contener a la multitud enardecida que linchó a un hombre de origen colombiano acusado por la comunidad de Tetela del Volcán de ser parte de una banda de prestamistas y extorsionadores que amenaza a los pueblos de Los Altos de Morelos desde hace años, sin que ninguna autoridad solucione el problema.
Nada justifica la barbarie, y el linchamiento siempre será condenable. Nadie quiere llegar a eso, las comunidades no somos así, afirma Lilia González Cortés, comisionada para el diálogo de los pueblos de Los Altos con el gobierno de Graco Ramírez. El grupo de colombianos, como los nombra la entrevistada, opera desde hace años no sólo como prestamistas, como les dicen, sino que ofrecen dinero en empréstito a la población y luego les cobran intereses diarios. Por ejemplo, explica la comisionada, a una señora que vendía quesadillas le prestaron mil pesos. Ella les pagaba 60 pesos diarios, pero cuando no completó la cuota la amenazaron con incendiarle el puesto y mejor cerró, como han cerrado tortillerías, tlapalerías y otros pequeños negocios de la zona.
Las extorsiones, los asaltos, los secuestros y los asesinatos los llevaron a organizarse. Primero eran 11 comunidades, luego 20, y en dos días se unieron otros 20 poblados al reclamo de mayor seguridad, reconocimiento y equipamiento de las guardias tradicionales (100 radios de comunicación, por ejemplo), rechazo al mando único –por considerar que está coludido con los delincuentes– e instalación de puntos de revisión y patrullaje de la Marina. En demanda de estas exigencias, el lunes 23 de julio realizaron un bloqueo en la carretera a Cuautla e iniciaron así un proceso de diálogo con funcionarios del estado que, aseguran, sólo se han burlado de ellos. Justo el martes 31 de julio se reunieron más de 4 mil personas para esperar a las autoridades. Tenían una cita y nadie del gobierno llegó. Lo que llegó fue la desesperación.
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