38 a 31 rechazada la despenalización. Nadie puede parar el viento. La marea verde movilizó millones de personas

El cambio cultural que dejó el debate, y la multitud comprometida, prefiguran que la aprobación es sólo cuestión de tiempo.
La pregunta en el Senado era qué hacer ante una sociedad que ya cambió.
Ya nada es lo mismo que ayer.
Sin importar si estaban a favor o en contra del proyecto, las dudas se referían a la clara noción de que la sociedad se encuentra un paso por delante y que requiere de alternativas a las que se ofrecen hoy.



EL PAÍS
09 de agosto de 2018
Página12

Nadie puede parar el viento
El Senado rechazó por 38 votos a 31 el proyecto de legalización del aborto en medio de una marea verde que movilizó a millones de personas en todo el país. El cambio cultural que dejó claro el debate, y la multitud comprometida, prefiguran que la aprobación es solo cuestión de tiempo
Por Sebastian Abrevaya

Imagen: Joaquín Salguero
Tras casi 17 horas de debate y mientras en la calle millones de mujeres reclamaban bajo la lluvia por el fin del aborto clandestino y la ampliación de sus derechos, el Senado rechazó el proyecto de legalización de la interrupción voluntaria del embarazo que contaba con media sanción de Diputados. En las afueras del Congreso festejaban los pocos “celestes” que quedaban al momento de la votación, cerca de las 3 de la mañana, que no llegaban ni a la quinta parte del sector nucleado en torno a la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto. El resultado no arrojó demasiadas sorpresas: el rechazo contabilizó 38 votos y el sí, 31. Hubo una ausente por licencia por embarazo (Eugenia Catalfamo) y dos abstenciones. La jornada, que había comenzado tensa pero fría, fue tomando temperatura con el correr de las horas. La vicepresidenta Gabriela Michetti, fuera de micrófono, llamó “pelotudo” al presidente del interbloque Cambiemos, Luis Naidenoff, que le pedía ser flexible con los tiempos de las exposiciones. El salteño Rodolfo Urtubey debió aclarar sus dichos sobre los abortos realizados en caso violación luego de que la mendocina Anabel Fernández Sagasti los calificara como “una bestialidad de la época de las cavernas”. Hubo discursos vehementes como los de Beatriz Mirkin, Pino Solanas y Miguel Pichetto. Otros fueron más emotivos como el de Gladys González, que llegó hasta las lágrimas.

Cuatro meses duró el histórico tratamiento de la legalización del aborto en el Congreso. Después de 13 años de su primera presentación, el 14 de junio, luego de 700 exposiciones en comisión y una sesión maratónica de 23 horas, una coalición transversal de diputados y diputadas, acompañadas por una multitud en las calles, le dio media sanción y el tema pasó a la Cámara Alta con un impulso sorprendente. La presión de sectores conservadores políticos y religiosos logró primero imprimirle al tratamiento un ritmo más lento y luego ir sumando voluntades al rechazo con el correr de las semanas.

El radicalismo se terminó posicionando como el bloque que, proporcionalmente, más votos sumó al rechazo: 9 sobre 12. El PRO aportó otros 5 en contra y 4 a favor. Contando a todos sus integrantes, Cambiemos sumó 17 votos en contra y sólo 8 a favor. El Interbloque Argentina Federal, que conduce Pichetto, acumuló 12 votos a favor, 11 en contra y una abstención, del santafesino Omar Perotti. El Frente para la Victoria-PJ fue el que más votos sumó a favor: 8 sobre 9, incluida la ex presidenta Cristina Fernández. La única que votó en contra fue la rionegrina Silvina García Larraburu, que se dio vuelta en los últimos días pese a que su bloque había anunciado hace meses que todos sus integrantes acompañarían la media sanción. El Interbloque Federal aportó 3 votos en contra, 1 a favor y una abstención, de la neuquina Lucila Crexell. El resto de los bloques, más pequeños, se inclinaron mayoritariamente por el rechazo. La excepción fueron Solanas y Magdalena Odarda, fervientes impulsores de la legalización.

Hacia la tarde noche, la vicepresidenta Gabriela Michetti intentó acelerar el horario de la votación con la excusa de que era una recomendación del Ministerio de Seguridad para evitar eventuales incidentes afuera. Pasada la medianoche, la diputada kirchnerista Mayra Mendoza denunció que fue obligada a retirarse del recinto de la Cámara Alta, “escoltada y empujada por personal de seguridad del Senado. “Orden de la Presidenta (Michetti)”, le dijeron.

“No hay dos vidas, tres vidas, hay una sola vida y hay que defenderla siempre”, aseguró CFK pasada la 1 de la mañana, luego de recordar medidas de su gestión como la AUH o leyes como el matrimonio igualitario, la de identidad de género o la de educación sexual integral. La ex presidenta explicó que su cambio de postura respecto del aborto se debió “a las miles y miles de chicas que se volcaron a la calle y verlas abordar la cuestión feminista”.

El jefe de la bancada justicialista también fundamentó su voto a favor pero lo hizo con foco en la separación entre la religión y el Estado. “El siglo XXI es el siglo de la mujer. Y el que no comprenda esto va a quedar afuera de la historia. La religión no puede imponerle al conjunto del país las normas que son de naturaleza civil de un Estado laico”, aseguró Pichetto, quien le reprochó a Mauricio Macri no haberse puesto al frente del debate.

La sesión había comenzado inusualmente temprano. Los primeros en hablar fueron los presidentes de las comisiones de Salud, Mario Fiad; de Asuntos Constitucionales, Dalmacio Mera y de Justicia, Pedro Guastavino. Los primeros dos, en contra de la ley, arrancaron con los argumentos que los “celestes” repetirían durante el resto del día. Apelaron a la presunta inconstitucionalidad e inconvencionalidad del proyecto y a la necesidad de proteger el “derecho a la vida” del embrión. Guastavino, en cambio, apuntó contra la Iglesia y le reveló las agresiones sufridas: “He recibido gran cantidad de mensajes que en nombre de Dios me descalificaban. Me la pasé esquivando crucifijos. Un sector de la Iglesia que quizá cuando nos desaparecían, torturaban, daban vuelta la cara, o cuando torturaban y violaban a nuestras compañeras desaparecidas miraban para otro lado”.

Tres senadores tenían pañuelos en sus brazos o en sus bancas: Solanas, Sigrid Kunath y Norma Durango. Otros vestían corbatas verdes: Mario Pais y Julio Catalán Magni. “Este tema es un tema de igualdad y debemos tratarlo con perspectiva de género. Se trata del derecho de las mujeres a decidir sobre sus propios cuerpos porque la maternidad será deseada o no será”, expresó Durango, dando paso al primer discurso abiertamente feminista de la sesión.

Bullrich, un cruzado antiderechos, regaló varios pasajes que llamaron la atención: “Las convenciones nos diferencian a los seres humanos de los mamíferos placentarios. Nos llevaron, a pesar de compartir un 99 por ciento de nuestro ADN con los chimpancés, a no resolver las disputas como los chimpancés. No nos matamos ni los canibalizamos”, explicó. En la vereda opuesta, su compañera de bancada, Gladys González, dio un sentido discurso, visiblemente emocionada: “Queremos salvar las dos vidas y no estamos salvando ninguna. Todos sabemos que se trata de muertes evitables y no podemos esperar ni un minuto más”.

Por otro lado, el peronista salteño Urtubey defendió su rechazo al proyecto y lanzó una frase que despertó polémica: “Hay algunos casos en que la violación no tiene esa configuración clásica de la violencia sobre la mujer, sino que a veces la violación es un acto no voluntario con una persona que tiene una inferioridad absoluta de poder frente al abusador, por ejemplo en el abuso intrafamiliar, donde no se puede hablar de violencia, pero tampoco de consentimiento, sino de una subordinación”. Finalmente, aclaró sus expresiones: “Afirmé que toda forma de violación debe ser considerada un caso de aborto no punible. De ningún modo quise acotar el concepto de violación ni negar que lleva violencia. La idea es ser aún más duro en condenar la violación en todas sus formas”, dijo.

En las calles millones de mujeres seguían manifestándose a la espera de un resultado que parecía irreversible. A lo largo de toda la sesión distintos senadores se encargaron de dejar un mensaje alentador para ellas, similar al que utilizó Pichetto para concluir su discurso. “Más temprano que tarde, en un día más luminoso que este día gris y de lluvia, las mujeres van a tener la respuesta que necesitan”.
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EL PAÍS
09 de agosto de 2018
Página12

La pregunta en el Senado era qué hacer ante una sociedad que ya cambió
Ya nada es lo mismo que ayer
Sin importar si estaban a favor o en contra del proyecto, las dudas se referían a la clara noción de que la sociedad se encuentra un paso por delante y que requiere de alternativas a las que se ofrecen hoy.
Por Soledad Vallejos

Desde las 10.30 de la mañana, en el Senado, entre quienes respaldaban el proyecto, la pregunta era una: qué pasará después de terminada la sesión. Y sin embargo, impulsores del aborto legal y antiderechos compartían también –con alguna excepción– una reflexión: lo seguro es que hoy ya no será igual, porque, como dijeron senadoras y senadores, la sociedad no es la misma después de estos más de cinco meses de debate sobre la legalización. Tal vez por ese impulso, cuando habían pasado más de diez horas de sesión, el santafesino Omar Perotti intentaba impulsar su proyecto (una suerte fallo FAL traducido en ley) y decía que “no dejemos a Argentina en el mismo lugar que antes que el debate”; y un poco después, la neuquina Lucila Crexel acotaba: “No podemos dejar las cosas en el mismo estado que hace cinco meses. Alguna alternativa hay que brindar”. Para entonces, algunas senadoras y senadores –los menos– se animaron también a cuestionar el rol de la Iglesia en el tratamiento del proyecto. “No advertimos que estábamos ante apetencias de un sector insaciable”, señaló el cordobés Ernesto Martínez, que mencionó con nombre y apellido al arzobispo porteño Mario Poli. “Les pregunto a todos y me pregunto a mí: ¿qué vamos a hacer? ¿Qué vamos a hacer mañana? ¿Vamos s seguir penalizando a la mujer cuando llegará al hospital con un aborto provocado en situación de riesgo? ¿Vamos a surgir haciendo eso?”, había dicho horas antes, durante una intervención tan vehemente (“me da miedo que le haga mal”, observó la vicepresidenta Gabriela Michetti, que la interrumpió para decírselo) la tucumana Beatriz Mirkin. “Esto sale. Si no es hoy, será mañana”, advirtió en su cierre el neuquino Marcelo Fuentes, tras otra intervención también intensa. “Más temprano que tarde, va a ocurrir”, dijo en su cierre el misionero Maurice Closs. Pasadas las dos de la mañana, en uno de los últimos cierres de la sesión, lo ratificó el rionegrino Miguel Angel Pichetto: “El no seguramente va a ganar esta noche, pero el futuro no les pertenece”.

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El discurso de CFK
A las inmediaciones del recinto desde la calle llegaban sonidos de los escenarios verde y celeste, y en el Senado flotaba la convicción de que los números no alcanzarían para aprobar el texto respaldado por la Cámara de Diputados, pero que el paso había sido enorme.

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La sesión transcurrió en un Congreso vallado y con medidas de seguridad extremadamente rigurosas inclusive dentro del palacio. Tal inéditas resultaron que el ingreso de las diputadas del grupo de Las Sororas, que impulsaron el proyecto en la Cámara Baja, tuvieron un altercado con empleados de seguridad: la orden (luego fracasada) había sido no dejarlas pasar. Tan imperativa era la instrucción que uno de los empleados de seguridad terminó por poner su brazo a la altura del cuello de una de las diputadas, delante de toda la prensa acreditada que a esa hora ya se encontraba cubriendo la sesión desde el Salón de las Provincias, por donde las legisladoras buscaban entrar.

Los argumentos en contra transitaron los caminos ya repetidos durante las audiencias informativas del plenario: el debate por la constitucionalidad, la posibilidad de plantear “adopción de personas por nacer”, la presunta imposibilidad de reconocer la legalización sin entrar en colisión con tratados internacionales. De a ratos, la presidencia estuvo a cargo de Federico Pinedo; en otros momentos, presidió Michetti, quien terminó protagonizando algunos intercambios involuntariamente cómicos (como el de su preocupación por Mirkin) y otros indudablemente ríspidos, como cuando impidió que la mendocina Pamela Verasay terminara su intervención porque, dijo, se había excedido en tiempo, lo que provocó el reclamo del formoseño Luis Naidenoff porque a oradores contrarios a la ley no le había marcado el reloj de manera tan implacable. “Me toca a mí conducir, no a usted”, dijo Michetti. “Usted conduzca pero deje cerrar, presidente”, replicó el formoseño. Verasay no pudo cerrar.

Casi a las dos de la mañana, Pichetto recordó leyes sancionadas durante el kirchernismo y añadió que “la IVE debería haber sido previo, este tema se nos pasó. Tal vez le tuvimos miedo a posiciones dominantes, como la iglesia”. “Quiero rescatar a un hombre valiente, el doctor Ginés González García”, que “luchó contra la ignorancia, contra la brutalidad de algunas manifestaciones”. “Había un obispo castrense que lo quería tirar al rio. Frente al silencio de toda la conducción de toda la Argentina”, señaló y recordó que luego, durante el debate por matrimonio igualitario, se dijo que “el diablo andaba caminando por las calles de Buenos Aires”.

“La clandestinidad tiene la marca del negocio y el sello de la desigualdad”, dijo en el final Luis Naidenoff. Añadió: “¿cuál es el nivel de la diligencia política para soportar los pisos de indignidad?”.