¿Qué impulsó a los drusos de Israel a exigir igualdad ahora?

Eman Safady, como muchos ciudadanos drusos de Israel, se sintió personalmente traicionada por la Ley del Estado-nación judío. Periodista de la aldea de Abu Snan en Galilea y representante de la Unión de Periodistas en Israel, fue una de las decenas de miles de manifestantes que se desplazaron a la Plaza Rabin de Tel Aviv el fin de semana pasado para oponerse a la ley.



13-08-2018
¿Qué impulsó a los drusos de Israel a exigir igualdad ahora?

Henriette Chacar
+972mag

Traducido del inglés para Rebelión por J.M.

Eman Safady, como muchos ciudadanos drusos de Israel, se sintió personalmente traicionada por la Ley del Estado-nación judío. Periodista de la aldea de Abu Snan en Galilea y representante de la Unión de Periodistas en Israel, fue una de las decenas de miles de manifestantes que se desplazaron a la Plaza Rabin de Tel Aviv el fin de semana pasado para oponerse a la ley.

La Ley del Estado-nación judío no sorprendió a la mayoría de los grupos minoritarios de Israel. La ley es simplemente un reconocimiento simbólico de una realidad discriminatoria a la que se han acostumbrado desde hace tiempo, en la que Israel y sus instituciones favorecen a los ciudadanos judíos sobre los no judíos. La ley declaró explícitamente que Israel no pertenece a sus ciudadanos, sino al pueblo judío y despojó al árabe de su condición de idioma oficial.

En la comunidad drusa, que tradicionalmente se ha clasificado de manera diferente que otras minorías no judías de habla árabe en Israel, la ley provocó fuertes sentimientos de abandono.

“Intentan anclar en la ley nuestro estatus de segunda clase”, dijo Safady. “Antes me sentía discriminada, particularmente como mujer. Pero ahora hacen alarde de nuestra desigualdad en nuestros rostros”.

Últimamente, continuó Safady, parece que el Gobierno israelí ha pisoteado los derechos de todos, ya sea de la comunidad LGBTQ que lucha por la igualdad o los de los judíos israelíes seculares y no ortodoxos que abogan por una separación más fuerte de la religión y el Estado. Esta sensación de emergencia ha contribuido a la indignación, dijo. Pero también está ocurriendo otro cambio, uno que comenzó hace varias décadas.

Israel reconoció a la comunidad drusa como una minoría étnica y religiosa distinta, separada de los grupos árabes, en 1957. Según la Oficina Central de Estadísticas, a partir de 2017, había aproximadamente 141.000 drusos en Israel, o el 1,6 por ciento de los israelíes. La población creció cuando Israel se anexionó los Altos del Golán en 1981, aunque la gran mayoría de los drusos del Golán nunca tomó la ciudadanía israelí.

En la corriente principal de la narrativa israelí, los drusos son leales al Estado -una anomalía en las percepciones israelíes de sus poblaciones minoritarias- más visibles porque sirven en el ejército. En el léxico israelí, la relación, con la vista puesta en el servicio militar, se conoce comúnmente como un “pacto de sangre”. Esta tradición comenzó en 1956, cuando unos pocos líderes drusos pidieron que la conscripción obligatoria, que excluye a otros ciudadanos palestinos de Israel, se aplique también a los hombres de su comunidad. Desde entonces, las tasas de alistamiento han sido altas.

Pero la singular posición de los drusos en la sociedad israelí no ha mejorado su posición social o económica. “Los drusos tienen municipios débiles y relativamente pobres, menores logros educativos y brechas de acceso a la educación superior, altas tasas de desempleo y subempleo (especialmente entre las mujeres y debido en parte a su residencia en pequeñas aldeas en la periferia norte de Israel) y falta de tierra para el desarrollo y crecimiento urbano”, de acuerdo a un informe de 2018 del Inter Agency Task Force, una coalición de organizaciones judías norteamericanas que investiga a los ciudadanos árabes de Israel.

En las últimas dos décadas, la discriminación se ha vuelto más personal para los miembros de la comunidad drusa y ni siquiera el “pacto de sangre” les ha otorgado inmunidad.

“La protesta del sábado fue más que por la Ley del Estado-nación judío”, dijo Amir Khnifess, jefe del recién formado Foro contra la Ley del Estado-nación. “Expresamos nuestra ira contra las políticas discriminatorias [del Estado] hacia la comunidad drusa en materia de vivienda, trabajo, agricultura y educación”.

Según Salim Brake, un académico que se enfoca en la comunidad drusa, las autoridades israelíes están volviendo a las estrategias que usaron en la década de 1950, cuando Israel pensó que podría expulsar a los árabes reduciendo sus condiciones de vida. Cuando los jóvenes sienten que no tienen perspectivas se van, lo que a su vez debilita a los grupos minoritarios, explicó.

También fue en la década de 1950 cuando las autoridades israelíes aseguraron un sistema de clanes para los drusos mediante el nombramiento de la familia Tarif los elegidos para decidir sobre los asuntos drusos. “El Estado apoyaría financieramente a los Tarif, quienes, a cambio, promoverían las políticas del Gobierno”, explicó Brake. “La gente comenzó a darse cuenta de que las decisiones del liderazgo de la familia Tarif van en contra de los intereses de la comunidad”.

La falta de confianza se extiende a los miembros drusos del Parlamento, agregó Brake, quien alegó que no buscan representar o servir a la comunidad, sino más bien “actuar como empleados de los partidos sionistas y fascistas”, en referencia a Ayoub Kara (Likud) y Hamad Ammar (Israel Beiteinu), dos diputados drusos que promovieron y votaron a favor de la Ley del Estado-nación judío.

La ley es más peligrosa de lo que la mayoría de las personas entiende, continuó Brake. “Persigue a nuestros hijos, los derechos básicos de nuestros hijos y allana el camino para otras leyes racistas. Priva a los ciudadanos árabes de cualquier entidad política”.

El Alto Comité Árabe de Supervisión, una organización coordinadora que representa a los ciudadanos árabes de Israel, ha lanzado una campaña de los drusos separada.

“Nos dividieron [a los árabes] desde el principio y lo aceptamos. No nos importó hasta que también comenzó a afectarnos, hasta que sentimos el dolor nosotros mismos”, dijo Nadia Hamdan, directora de la rama norteña de Na’amat, el movimiento de mujeres más grande de Israel, que está afiliado a la Histadrut, la histórica federación sindical sionista de Israel.

Al crecer en Israel, a la mayoría de los drusos se les enseña que los militares son una parte integral de sus vidas y su posición en la sociedad, continuó Hamdan. “Fuimos criados con uniformes militares en nuestras cuerdas de secado de ropa limpia”.

El tema del servicio militar ha sido mencionado por algunos drusos, así como por judíos israelíes que se oponen a la ley. A diferencia del resto de los árabes en Israel, dice el argumento, los drusos tienen derecho a la igualdad total a través de un paradigma político que supone “ningún derecho sin responsabilidades”.

La misma idea es la base para un acuerdo que el Primer Ministro Netanyahu está intentando como parte de sus intentos de suavizar las cosas con la comunidad drusa. Hasta ahora, los líderes drusos han rechazado ese enfoque.

“Aquellos que dicen que merecemos más derechos porque servimos en el ejército están equivocados. El Estado nos discrimina a todos”, dijo Hamdan. “Quiero ejercer mi derecho a vivir con dignidad, al igual que las personas en los kibutz y lugares como Kfar Vradim, independientemente de si sirvo en el ejército o no”.

Ese sentimiento, de que la igualdad debe garantizarse independientemente del servicio militar, también emergió en la protesta del sábado por la noche, al menos por parte de los oradores y manifestantes drusos.

Y, sin embargo, incluso en el momento álgido de su indignación, los manifestantes drusos agitaron banderas israelíes y los organizadores cantaron el himno nacional, Hatikva, en el escenario. Tanto Brake como Hamdan están en desacuerdo con esa estrategia, pero Hamdan cree que en este punto en el tiempo, la unidad es el mayor imperativo.

“Tenemos que enfocarnos en hacer de esto un movimiento de masas”, concluyó Hamdan. “Despertamos un minuto demasiado tarde, pero ahora tenemos que subir al próximo tren”.

Henriette Chacar es editora en la revista +972 y se enfoca en noticias árabe-palestinas. Es ciudadana palestina de Israel, nacida y criada en Jaffa; graduada de Columbia Journalism School y ha trabajado para Mount Desert Islander, PBS Frontline y The Intercept.

Fuente: https://972mag.com/israels-druze-are-readying-for-a-long-battle-for-equality/137120/