Bolivia: Comienza audiencia del Tribunal Internacional de Derechos de la Naturaleza escuchando a los comuneros del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro-Secure (TIPNIS)

Vea detalles del evento y conozca la organización y forma de vida de los cientos de comunidades que viven, defienden y resisten en esta vasta región amazónica de Bolivia amenazada por Evo Morales que está construyendo la carretera para ampliar los territorios extractivistas de la coca excedentaria, la que va a la producción de cocaína, que se efectua en la región adyacente del Chapare, plaza fuerte del MAS, partido de Morales.



SUBCENTRAL TIPNIS CONVOCA A AUDIENCIA DEL TRIBUNAL INTERNACIONAL DE DERECHOS DE LA NATURALEZA
28 julio, 2018
La subcentral del TIPNIS y la Subcentral de la Organización de Mujeres del TIPNIS convocan a todas las comunidades indígenas del TIPNIS a participar en la audiencia de la Comisión del Tribunal Internacional de Derechos de la Naturaleza sobre el caso TIPNIS a realizarse en la comunidad indígena de Trinidadcito entre los días 15 al 18 de Agosto de 2018.

La mencionada comisión se hace presente en Bolivia en respuesta a la denuncia presentada por los dirigentes del TIPNIS durante la cuarta sesión del Tribunal Internacional de Derechos de la Naturaleza realizada en noviembre en Bonn, Alemania.

COMIENZAN A LLEGAR LAS COMISIONES A TRINIDACITO
15 agosto, 2018
La Paz, 15 de agosto de 2018

Representantes de las distintas comunidades de pueblos indígenas del TIPNIS llegan sin problemas al TIPNIS, para prepararse para llegada del Tribunal Internacional de Derechos de la Naturaleza.

Ya llegaron los representantes de: San Lorenzo de Mojos, Concepción del Ichoa, Gundonovia, San José Patrocinio y de San Vicente. Y, los vuelos en avioneta para el ingreso tuvieron lugar sin novedades. Los niños de las comunidades cercanas llegaron caminando. Una comisión de CIPCA Beni llegó en avioneta.

Fotos: Coordinadora por la Defensa de los Territorios

YURACARÉS QUE HABITAN EN EL TIPNIS
15 agosto, 2018
Santa Cruz, 15 de agosto de 2018

La población es de 6.042 indígenas y su lengua es el yuracaré. El hábitat tradicional de los yuracaré fue muy amplio: el río Isiboro, al unirse con la parte baja del río Sécure y el río Ichilo, en las nacientes del río Mamoré, comprendiendo los ríos Chimoré y Chapare (CochabambaBeni, Santa Cruz); comprendía también la zona montañosa de la Cordillera de Mosetenes (La Paz) y en el Bosque de Chimanes (provincia Ballivián, Beni).

En el siglo XX, los yuracaré también migraron hacia el norte, a las tierras bajas de la provincia Mojos. Con esa base ocupacional antigua, en la actualidad los yuracaré comparten algunas tierras en la TCO de T´simanes, en el Territorio Indígena Multiétnico (TIM), en la TCO Yuqui, e incluso hay asentamientos en la TCO Mosetenes (San Pedro de Cogotay y Covendo).

Los principales territorios de los yuracaré están en el Tipnis, en las provincias Mojos y Chapare, la TCO Yuracaré-Mojeño en la provincia Ichilo de Santa Cruz y la TCO Yuracaré en las provincias Chapare y Carrasco de Cochabamba. El Territorio Indígena del Parque Nacional Isiboro-Sécure (Tipnis) les fue otorgado a los yuracaré conjuntamente con los indígenas mojeño trinitario y tsimane, por Decreto Supremo 22610 en 1990, con título ejecutorial en 2009.

En el Tipnis habitan comunidades o familias yuracaré en los ríos Isinuta, Isese, Moleto, Ichoa y Chipiriri, asentadas en Puerto Aurora, San Jorgito, Santa Ana, Bolívar, San Pablo, Puerto San Francisco, Puerto Patiño, Sasama, Chimimita, Chajmita, Plantota, Tayota, Lojojota y otros. Algunos de estos puntos representan importantes asentamientos multiétnicos. El medioambiente y los recursos naturales del Isiboro-Sécure tienen características peculiares, por estar comprendidos entre las últimas estribaciones de la Cordillera Oriental y los llanos de Mojos y así abarca dos zonas geográficas: la de pie de monte boscoso y la de las llanuras, pero es en los bosques donde se desenvuelve la mayoría de la sociedad yuracaré. En el año 2000 los yuracaré lograron finalmente la titulación de su demanda étnica de la TCO Yuracaré (aunque en permanente conflicto con terceros).

Actualmente son 21 las comunidades yuracaré de la TCO titulada; entre las principales están: Boca del Chapare, Remanso, Limoncito, Santa Rosa, Nueva Cotoca, El Carmen, Barranquilla, Santa Ana, Nueva Esperanza, Trinidacito, Nueva Galilea, Misiones, Ibarecito, Puerto Cochabamba. La TCO se encuentra entre 167-234 msnm, con una temperatura promedio de 24° C y una precipitación anual de 2.513 mm.

En esta etnoregión se presentan dos épocas climáticas: la seca y la de lluvias. La época seca empieza en mayo y concluye en octubre, mientras que la época de lluvias se extiende desde noviembre hasta abril. En la época seca se realizan las actividades agrícolas de chaqueo y siembra, y por tanto hay un incremento de la demanda de mano de obra. Paralelamente se desarrollan las actividades de caza y pesca (la caza se realiza aún con arco y flecha, pero en las zonas colindantes con las de los colonizadores, los yuracaré ya usan rifle “salón” y escopetas); en la temporada de lluvias se realizan algunas cosechas (arroz, plátano, guineo, chocolate, etc.).

La base alimentaria fundamental de más del 90% de las familias yuracaré son los productos de la agricultura tradicional de subsistencia de los chacos (arroz, maíz, plátano, guineo, yuca), complementados con productos obtenidos del bosque y últimamente con la incorporación de cítricos, café, maní, frejol, zapallo.

Las actividades económicas de los yuracaré se están diversificando en los últimos tiempos, a partir de su creciente sedentarización como agricultores estables, habiendo introducido, por ejemplo, en las zonas media y baja, la recolección de cacao silvestre, recurso no maderable del que se benefician en la época lluviosa, cuando colapsan los cultivos y los platanales por las inundaciones: siendo que el cacao silvestre se autofertiliza.

El ingreso de los comerciantes a la TCO ha afectado de gran manera la alimentación de las familias yuracarés, introduciendo abarrotes y mercancías con comida suplementaria y sustituta de una alimentación sana. Además, el hábitat está siendo intensamente depredado en su fauna y en su flora por los empresarios madereros, con los que hay convenios, y los colonizadores, con quienes solo tienen conflictos.

La organización social de los yuracaré se da básicamente a través de los lazos de parentesco consanguíneo y de alianza endogámica, constituyéndose la familia nuclear en la base de una red de relaciones, que empieza agrupando de dos a cinco de ellas en un asentamiento, que tiene o tenía autosuficiencia para la producción y la subsistencia del grupo.

En la esfera de las expectativas productivas de mayor alcance de los yuracaré, su principal potencial lo constituyen las 60.000 hectáreas de bosque para su aprovechamiento bajo un plan de manejo forestal para 20 años. Cada año, la Autoridad de Bosques y Tierras (ABT) establece un Plan Operativo Anual Forestal de 1.600 hectáreas. Esta superficie es distribuida anualmente por zona, debiendo hacerse consiguientemente la distribución de beneficios económicos entra las familias que habitan cada zona; la explotación del 28% del conglomerado forestal se encuentra en una categoría comercial de maderas finas.

También hay que resaltar la existencia en el territorio de 22 lagunas naturales, aptas para la cría de peces y el manejo del lagarto yacaré (Caiman yacaré) que proporciona cuero y carne. Entre los aspectos negativos destaca el hecho que los yuracaré no han podido sustraerse a la venta de su fuerza de trabajo. La pobreza que los lleva a esta situación ya ha mostrado la existencia de relaciones de explotación viles por parte de empresarios madereros o propietarios colonizadores mediante el endeudamiento forzado.

Etnohistoria yuracaré

La primera noticia la encontramos en la relación del sacerdote dominico Tomás Chávez, de 1639. El padre José del Castillo, en 1676, da noticias más amplias sobre este grupo, al que encontró a orillas del río Yapacaní. La región descubierta entonces, que es el actual TIPNIS, era la ruta que buscaban posibilitar los misioneros españoles para dirigirse a Mojos desde Cochabamba y lograr comunicación directa con las misiones jesuíticas del río Mamoré.

Según Barragán (2000), los yuracaré ocupaban a finales del siglo XVI los territorios comprendidos entre Charcas y Santa Cruz; Murillo Mendoza (2014: 70) acota: “Durante el s. XVII yuracarés y chiriguanos al parecer tienen una alianza y atacan juntos la Doctrina de Yungas-Mizque”. Según estos historiadores, los documentos oficiales de la época muestran que, en 1626, 1641 o 1648 se levantaban serias quejas contra los yuracaré que –se decía– impedían el progreso de las comunicaciones entre Cochabamba y Santa Cruz.

En 1775, fray Marcos Menéndez, en la senda que siete años antes había abierto el obispo Herboso de Santa Cruz de la Sierra, toma el primer contacto pacífico con los yuracaré “en las inmediaciones del río Chapare, donde había ciento cincuenta indios, quienes lo recibieron con alegría” (Priewasser, citado por Murillo Mendoza, 2014: 51). Entonces siguieron las reducciones yuracarés de 1789 (San Carlos de Yapacaní), 1793 (San Francisco de Asís del Mamoré) –ya se habían fundado las misiones de Buena Vista y Santa Rosa del Sara– y en 1795 la de San Juan Bautista del Coni.

A partir del siglo XIX se pusieron varias misiones franciscanas como cabeceras para la cristianización de los yuracaré: las de Mamoré, Chimoré, Coni, Vista Alegre, Concepción, San Carlos y Bibosi. Desde la segunda mitad de ese siglo empezó la colonización republicana del Chapare, formándose varios pueblos. Los yuracaré fueron ya desde entonces empujados hacia las tierras más selváticas y difíciles de habitar, al norte. Varios yuracaré eran utilizados como peones en la apertura de caminos, construcción de puentes y como cazadores-pescadores para los colonizadores quechuas. Con la fundación de Todos Santos, en 1920, esta situación se recrudeció; en los años sesenta del siglo xx, los misioneros del intentaron entrar en sus pueblos, pero sin éxito, y los yuracaré volvieron a aislarse en el monte hasta hace unas pocas décadas.

Situación sociopolítica

Actualmente, la presión de los colonizadores aymaras y quechuas, así como de los sindicatos campesinos de cocaleros, altera gravemente la vida de los yuracaré. Ellos rehúyen el contacto y las consiguientes relaciones de intercambio desigual y asimétrico que imponen los collas (König, 1993). Cuando cobró vigencia la Ley de Participación Popular se llegaron a establecer dos distritos municipales indígenas yuracaré: uno en el municipio de Villa Tunari, provincia Chapare, y otro en el municipio de Puerto Villarroel, provincia Carrasco: algunos dirigentes consideran esa experiencia como una referencia para empezar a pensar sus estatutos autonómicos. Los yuracaré tomaron conciencia de la necesidad de protegerse ante las amenazas externas y así, primero se afiliaron a la Subcentral del TIPNIS, a la Subcentral del Bosque de Chimanes, a la Subcentral de San Ignacio de Mojos (TIM) y a la Cpemb.

Formaron el Consejo Indígena del Pueblo Yuracaré (Coniyura), que junto al Consejo Indígena Yuqui compone la Central de Pueblos Indígenas del Trópico de Cochabamba (Cpitco), organización regional de la Cidob.

Prácticas y creencias étnicas

Se los considera un pueblo indígena cristianizado; se ve también que sus formas organizativas autárquicas, el interés real de la conservación de la lengua materna entre los yuracarés mayores de 30 años, su conocimiento profundo del comportamiento de los ríos y de la selva como medio ambiente y otros factores de su etnicidad.

El chamán (hay varios entre los yuracaré) y los curanderos también tienen un cierto grado de influencia sobre la gente, aunque no de decisión. Aún está por conocerse cuánto han perdido los yuracaré en las últimas décadas de su trasfondo cultural cosmogónico, mitológico y de creencias ancestrales que organizaban su identidad étnica profunda, y cómo pueden recuperarse frente a la sistemática aculturación a la que han sido sometidos.

Fuente:

Compendio de etnias indígenas y ecoregiones de Bolivia Amazonía, Oriente y Chaco de Álvaro Díez Astete. 2018.

Más información

https://tipnisbolivia.org/
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T’SIMANES QUE HABITAN EN EL TIPNIS
15 agosto, 2018
Santa Cruz, 15 de agosto de 2018

Alrededor de 120 comunidades componen la etnia tsimane con una población de 16.958 personas que dominan la lengua Tsimane. La extensa área de ubicación tiene como centro de su hábitat originario la zona del pie de monte del subandino que se allana en la provincia Ballivián, a lo largo del río Maniqui; luego hacia las provincias Mojos y Yacuma.

La mayor densidad poblacional tsimane se encuentra en el municipio de San Borja, seguida por los municipios de Rurrenabaque (Pilón Lajas), Mojos (Tipnis) y Santa Ana del Yacuma.

Entre las comunidades tsimane, hay grupos casi nómadas que no sobrepasan las cinco familias cada uno. Se trata de asentamientos itinerantes que se mueven estacionalmente hacia las tierras altas en época de lluvias y hacia las bajas en época seca. El cambio de residencia también puede deberse a conflictos internos, muerte de familiares (según su costumbre queman la casa del finado con todas sus pertenencias y se van lejos), o porque se desplazan por su territorio buscando el sustento basado en la caza, la pesca, la recolección y la agricultura dedicada principalmente al autoconsumo. Tienen un profundo sentimiento de pertenencia al territorio de sus antepasados.

La familia

La organización social básica es la familia nuclear, que mantiene vínculos de parentesco extendido con otras familias nucleares. El matrimonio es monogámico desde hace unas décadas (creemos que más por razones económicas que de aculturación), pero no ha desaparecido la tendencia al matrimonio poligámico sororal, esto es que el hombre mantiene como esposas a dos hermanas, criándose juntos todos los hijos. El matrimonio tsimane se realiza apenas se ha alcanzado la pubertad; la primera residencia se fija en la casa de la madre de la mujer, pero luego de un tiempo la familia nueva se independiza.

La familia extensa es tan importante para los tsimane, que simbólica y afectivamente se llaman unos a otros “pariente”, aunque pertenezcan a comunidades extrapoladas y sin contacto en su territorio. La organización sociopolítica de los tsimane es sui géneris. Como no era una sociedad organizada jerárquicamente, en su pasado étnico no tenía una jefatura o cacicazgo. Hasta hoy, en los asentamientos tsimane el jefe (corregidor) es a la vez el jefe político, generalmente el hombre más viejo del grupo, que por su experiencia es considerado un Konsasiki o “Consejero”, encargado de velar por las buenas relaciones sociales.

El grupo puede escuchar o no sus consejos. Pero como respuesta a los seculares abusos y a la invasión de sus territorios por parte de madereros y colonizadores, los tsimane se organizaron al modo occidental y por primera vez en marzo de 1989 eligieron una autoridad política étnica.

Actividades

Aunque las actividades básicas para la subsistencia de los tsimane se realizan durante todo el año (caza, pesca, recolección, agricultura), puede señalarse una época particularizada en cada caso. Así, las principales actividades en la época de los surazos son la cacería y la pesca con barbasco 134 y atajados. En la época de sequía se realizan las labores de chaqueo: roza, tumba, picado y quema del monte destinado a la parcela que se va a sembrar; en la época de lluvias se procede a ciertas cosechas, a la pesca y en menor grado a la caza, actividad que llega a restringirse mucho en casos con grave riesgo de provocar hambrunas.

La pesca es la actividad básica para la alimentación de los tsimane, constituyéndose estacionalmente en la actividad más importante. Se pesca durante todo el año, aunque la época de pesca más intensiva es el “tiempo frío” o invierno. La pesca la practican hombres, mujeres y niños (éstos, aun los de corta edad, son verdaderos expertos en extraer sardinas de las orillas de los ríos utilizando machetes); los adolescentes generalmente proveen pescado para la primera comida del día, gracias a su habilidad en el uso del arco y la flecha.

Paralelamente, las actividades económicas de los tsimane están cada vez más concentradas en la agricultura de subsistencia. Se han contado muchísimas especies de cultivo diversificado en dos modalidades: 1) Huerta familiar, ubicada alrededor de la casa; de ella se ocupan mujeres, jóvenes y niños. 2) El chaco es el espacio donde se encuentra gran parte de la producción agrícola destinada al autoconsumo y algún excedente para la venta en las riberas del río Maniqui o en el pueblo de San Borja. Cada familia es ‘propietaria’ de un determinado terreno (de aproximadamente 3.000 metros cuadrados) para sus cultivos.

La caza es una actividad propia del hombre, aunque la mujer puede acompañarlo siempre que no esté embarazada. Si la caza es solo de un día, el hombre va solo; si la caza es prolongada, generalmente se va con parientes y hermanos. La caza complementa la base dietética del grupo.

La cría de animales domésticos y la domesticación de animales de la selva es también práctica frecuente entre los tsimane. Los animales domésticos más comunes son: perros (para la cacería), cerdos, gallinas, patos (para la alimentación), monos, loros, maticos, tordos (para recreación y mascota de los niños y la familia). Los tsimanes recolectan miel de abejas silvestres, frutos del monte, motacú. También se recolecta, según la época, huevos de peta (tortuga), aunque no en la forma y cantidad que otras etnias. La extracción y venta de jatata que es la hoja de palma tejida para construir hermosos techos de casas es otra fuente de recursos económicos, pues se vende por cantidades apreciables en San Borja, cuando se dispone de canoas para llevarla, o a los comerciantes. Los tsimanes también comercian con recursos forestales maderables, ahora bajo un plan de manejo con la ABT. Lastimosamente, la venta de su fuerza de trabajo se ha convertido en un recurso permanente de los tsimane para conseguir bienes de subsistencia: los madereros requieren de la mano de obra tsimane para que les abran “picadas” o sendas en busca de árboles de maderas finas; los colonos los contratan para que les hagan sus chaqueos.

Etnohistoria del pueblo chimán

Los tsimane ya habían sido señalados y visitados para ser reducidos en misiones por los jesuitas desde el siglo XVII, pero al no concretarse esa intención por la resistencia de estos indígenas a la reducción, posteriormente fueron invisibilizados como pueblo étnico, a lo que ellos mismos contribuyeron retirándose a zonas alejadas de la selva como estrategia de protección ante los carayanas.

En la década de los ochenta del siglo pasado “reviven” como protagonistas contestatarios, a partir de los debates promovidos por el Centro de Investigación y Documentación para el Desarrollo del Beni (Ciddebeni) en 1986, entre empresarios madereros, funcionarios del Estado y la sociedad civil sobre el estatuto legal que debía tener el Bosque de Chimanes. Fue entonces cuando los tsimane empezaron a ser reconocidos como un pueblo indígena amazónico importante que habitaba dichos territorios ambicionados por la explotación maderera mercantil. Al ser imposible seguir ignorando su existencia social, aparecieron acerca de ellos diversos estudios de distinto valor, con lo cual vinieron a ser una de las etnias más conocidas convencionalmente, aunque continuaban existiendo entre las más ignoradas políticamente de la Amazonía.

Prácticas y creencias

Se trata de una cultura chamánica, cuyos dioses tutelares están organizados en una malla de relaciones semejante a las del parentesco extendido, pero reconociendo determinadas funciones simbólicas jerarquizadas, por ejemplo, entre los Señores de los Cerros, los dueños o amos de los animales y los espíritus de los muertos.

La poesía en forma de canciones que se ha logrado recuperar (véase Riester, 1978 y Riester y Birk, 1993) expresa sentimientos e intuiciones profundamente humanos y de gran creatividad. Como lo han expresado los estudiosos de esta etnia, el conductor espiritual, el chamán aún hoy conductor espiritual itinerante entre muchas comunidades, llamado Kukuitzi, representa también la autoridad en los grupos, autoridad referida a su vinculación privilegiada y temida con el mundo sobrenatural de los espíritus del medio ambiente y de los muertos. El chamán está atento para velar por la identidad cultural, viendo siempre con cuidado la intervención de los extranjeros en cualquier acción hacia los tsimanes.

Fuente:

Compendio de etnias indígenas y ecoregiones de Bolivia Amazonía, Oriente y Chaco de Alvaro Díez Astete. 2018.
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MOJEÑOS TRINITARIOS E IGNACIANOS QUE HABITAN EL TIPNIS
15 agosto, 2018
Santa Cruz, 15 de agosto de 2018

La población empadronada como mojeña en el Censo 2012 por declaración de autopertenencia, es de 42.093 personas.

La población mojeña se encuentra concentrada en tres provincias benianas: Mojos, Cercado y Marbán (en cinco municipios); un 50% de ellos vive en la ciudad capital de Trinidad y un 9% en ciudades intermedias.

Los mojeños son el pueblo indígena principal de la Amazonía boliviana, tanto por el prestigio de su cultura hidráulica prehispánica, como por su idioma, que ha sido utilizado como lengua franca durante las misiones jesuíticas, imponiéndose sobre varias etnias menores. Además, actualmente es la etnia que cuenta con el mayor volumen poblacional entre las 24 existentes en toda la Amazonía boliviana.

La cultura de Mojos se asienta tradicionalmente en el centro y sur del departamento del Beni: geográficamente existen poblaciones mojeñas desde las nacientes del río Mamoré, en la confluencia del río Grande con el mismo Mamoré y el curso bajo del río Sécure al sur, hasta el río Machupo. Hay mojeños hacia el este del Mamoré y sur de Trinidad; hacia el oeste, pasando por San Ignacio de Moxos (TIM 1), prácticamente el centro tradicional de Mojos; en el Territorio Indígena Multiétnico (TIM) y en el Territorio Indígena del Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS).

Las provincias que corresponden a la región mojeña son: Cercado, Mojos, Marbán, Mamoré e Iténez y los municipios principales son Trinidad, San Ignacio de Moxos y San Javier. Existen más de 70 comunidades estables y muchos asentamientos eventuales y precarios, generalmente multifamiliares.

Entre las comunidades importantes mencionaremos Pueblo Nuevo, Retiro, San Antonio del Pallar, Carmen del Aperecito, Monte Grande, Santa Rosa del Apere, Mercedes del Cabito, San Miguel del Apere, Puerto San Borja, Mercedes del Apere, Santa Rosa de Aguas Negras, San José del Cavitu, San Pablo del Cuverene, Santa Ana del Moseruna, Río Chinsi, Río Chirisi, San Salvador, Rosario del Tacuaral, Río San Ambrosio, San Juan del Apere, Rosario, Trinidacito, Patrocinio, Bermeo, Nueva Brisa, Fátima, Limoquije.

En el Tipnis, las comunidades se asientan a lo largo de los ríos Isiboro: Sasama, Sécure, Ichoa, Chumimita, Chajmota, Plantota, Tayota, Lojojota, todos ellos con presencia yuracaré.

Las TCO en las que los mojeños tienen sus comunidades: TIM (Territorio Indígena Multiétnico I, con mojeños, movimas y tsimanes); el TIMI (Territorio Indígena Mojeño Ignaciano) y el Tipnis.

La organización social de los mojeños actuales se asienta sobre la familia nuclear, aunque antiguamente predominaba la composición de la familia extensa. Las comunidades están formadas generalmente por 10 a 30 unidades domésticas, si bien pueden agrupar excepcionalmente más familias. Cada comunidad está regida por un Cabildo (que suele tener mínimamente 12 miembros) y que es la forma de organización de la autoridad que instituyeron los jesuitas en todas las misiones.

La cultura mojeña se expande en un medio ambiente pródigo en biodiversidad con especies animales y vegetales de mucho valor. Una veintena de especies animales destaca por su carne para consumo humano; hay una inmensa diversidad de aves y hay más de 350 especies piscícolas, una treintena de las cuales es muy apreciada para la alimentación.

En la vegetación se encuentran muchas especies de árboles de maderas finas como la mara, el nogal, el cedro, el palo maría, el guayacán y otras como el ochoó, el curupaú, el laurel o el palo balsa. Hay grandes palmares de motacú, totaí y jatata que se utilizan en la construcción de casas; existe una enorme diversidad de plantas medicinales. Las actividades de caza, pesca y recolección son parte de la cultura mojeña y se practican a orilla de todos los ríos, arroyos y lagunas, allí donde se pueda, por los conflictos permanentes de los mojeños con madereros y ganaderos debido a la ocupación del espacio y los recursos naturales de su territorio, así como las incursiones sorpresivas y constantes de colonizadores collas.

Las comunidades mojeñas son básicamente agricultoras; el trabajo se realiza en unidades unifamiliares, cada unidad doméstica lo hace en su propio chaco, que no excede una hectárea de terreno, u ocasionalmente dos. Los productos nativos actuales son arroz, maíz, yuca, plátano, caña, frejol, zapallo, camote, cítricos, café, cacao, tabaco, que en algunos sitios mejor organizados y de mayor producción se destinan parcialmente a la comercialización; como la producción es, en general, de pequeña escala y mayormente destinada al autoconsumo, algunas veces se la entrega en trueque para obtener de los comerciantes ribereños (a precios muy aumentados respecto de las zonas urbanas) productos foráneos como fósforos, querosén, azúcar, ropa usada, herramientas, balas de rifle calibre 22 o de escopeta 16 mm y alcohol (cuyo tráfico ha aumentado mucho en los últimos años en toda la Amazonía).

Los mojeños también producen objetos de madera como ruedas de carretón o canoas para la venta, o gavetas para moler grano o lavar ropa, y otros utensilios de madera para diversos usos. También fabrican diversos elementos de alfarería y cerámica (tinajas). Desde hace décadas funciona en Trinidad el Centro Artesanal Mojos, donde artesanos elaboran tejidos de fibras vegetales, tejidos de hamacas en hilo de algodón, tallados en madera, cerámica, instrumentos musicales, sombreros, máscaras, juguetes y también muebles de carpintería, bajo una iniciativa del Cabildo Indigenal de Trinidad y organizaciones indígenas, que ha contado con apoyo de la cooperación internacional para su inicio y que se quiere replicar en las comunidades, como que ya existe otro centro similar en el Cabildo de San Ignacio de Moxos.

Hay una carretera ripiada desde San Ignacio de Moxos –que es el camino desde La Paz y San Borja a Trinidad, que queda interrumpido todos los años por las inundaciones en época de lluvias– y otra carretera asfaltada que llega a Trinidad desde Santa Cruz de la Sierra, en muy mal estado. La mayor parte del transporte entre ciudades pequeñas y pueblos en la Amazonía sur se realiza por vía fluvial, y en forma secundaria por caminos de herradura que eventualmente se pueden habilitar para el ingreso de pequeños motorizados.

La comunicación entre pueblos y comunidades mojeñas y con otras etnias de la Amazonía, se realiza desde hace ya muchos años a través de una red de radiotransmisores, que conecta a las principales comunidades nucleares de todo Mojos e inclusive con el resto del país. Esto significa un avance extraordinario para el movimiento indígena en un medio socioeconómico tan severamente deprimido como es, en definitiva, el mojeño. Los servicios de salud en las comunidades indígenas más alejadas son muy precarios o simplemente inexistentes. Las postas sanitarias, aunque estén construidas, por lo general carecen de un promotor de salud que las atienda y absolutamente de medicamentos.

Cosmovisión y espiritualidad

Hacia el año 1880 se introdujo la explotación del caucho, que muy pronto arrastró consigo poblaciones enteras, desestructurando los grupos sociales y familiares indígenas y desarmando también la cosmovisión de una sociedad unitaria en los mojeños. El fatídico método del “enganche” y el reclutamiento forzado de mano de obra indígena para el transporte (como remeros) y como siringueros hacia el noroeste, causó una honda depresión en la vida total de los pueblos indígenas de la Amazonía central. Esto desató movimientos milenaristas conocidos como las Guayocherías o la búsqueda de la Loma Santa (con líderes como Guayocho o José Santos Noco) que buscaban “la Tierra sin Mal”, estrategia política que tenía un doble efecto: huir de la opresión y recuperar la libertad de la selva, y reconstruir lazos de solidaridad social a través de la comunidad religiosa mesiánica para resistir a los abusos de los hacendados ganaderos y siringueros.

Los movimientos milenaristas (“en busca de la Loma Santa”), aunque formados por pequeños grupos, se han venido reproduciendo cada cierto tiempo desde el siglo XIX hasta el último tercio del siglo xx dirigiéndose a diversos lugares del TIPNIS.

Retrospectiva de la cultura mojeña

Sus orígenes están perdidos en el tiempo: la lengua –de la familia lingüística Arawak y originaria de un remoto Caribe– y los impresionantes restos arqueológicos que se han encontrado (véase Denevan, 1980; Lee, 1996; Jaimes y Prümers, 2015) nos hablan de una cultura que alcanzó un alto grado evolutivo para detenerse misteriosamente mucho antes de la llegada de los españoles. En 1675 los padres José Castillo, Pedro Marbán y Cipriano Barace entraron a Mojos desde Santa Cruz; se quedaron muchos años y fundaron las primeras misiones jesuíticas, empezando con la de Loreto en 1682 o 1684. Después de casi 150 años de exploraciones y de curiosidad nativa, se fundaba por fin un establecimiento hispano (Denevan, 1980: 63). Las misiones jesuíticas en la Amazonía central y sur tuvieron cien años de vida y actividad, hasta cuando salieron de Mojos en 1767, a raíz de su expulsión de toda América del Sur. Los jesuitas fundaron 21 misiones semipermanentes en Mojos, aparte las que también crearon en Chiquitos, Guarayos y Chapare.

Fuente:

Compendio de etnias indígenas y ecoregiones de Bolivia Amazonía, Oriente y Chaco de Alvaro Díez Astete. 2018.