16-08-2018
La rebelión popular en Nicaragua y la izquierda en Brasil
William Héctor Gómez Soto
Rebelión
Es difícil calcular el impacto que la rebelión popular en un país pequeño, distante y con baja relevancia económica como Nicaragua, tendrá a medio y largo plazo en la “izquierda” brasileña, lo cierto es que, así como en el campo de la izquierda internacional, las posiciones de la izquierda en Brasil, oscilan, con algunas excepciones que mencionaré a continuación, entre el silencio y el apoyo abierto al gobierno de Ortega. Uno de los primeros en manifestarse fue el Partido de los Trabajadores (PT) con una posición ambigua, superada por la posición del Partido Comunista del Brasil (PC de B), de claro apoyo a Ortega.
El 26 de abril, en su sitio oficial, el PC de B, a través de su Secretaría de Política y Relaciones Internacionales, envió un “mensaje de solidaridad ante los últimos acontecimientos que sacudieron a Nicaragua, con la realización de violentas manifestaciones que intentan desestabilizar el gobierno sandinista “, al mismo tiempo, ese partido además de considerar erróneamente las manifestaciones populares como violentas, las compara con las manifestaciones de junio de 2013 en Brasil. Sacrificando el análisis concreto del proceso social en Nicaragua, el PC de B hace uso de sus esquemas rígidos y dualistas, hasta diría, simplistas para caracterizar las manifestaciones populares pacíficas como parte de un plan de conspiración contra el gobierno “revolucionario” de Ortega. Según el comunicado del partido, esas manifestaciones: “Obedecen a planes determinados, que manipulan legítimos sentimientos del pueblo para la consecución de objetivos que se vuelven, más temprano que tarde, contra el propio pueblo”.
En Nicaragua, del 18 de abril hasta la fecha de publicación del comunicado del PC de B, se contabilizaron más de 50 muertos y decenas de heridos, la mayoría de jóvenes manifestantes desarmados, pero el Partido guarda silencio ante una de las peores masacres en el país . Parece que esos muertos no importan, porque según el Partido forman parte del plan de conspiración contra un gobierno “democrático y revolucionario”.
La izquierda ha quedado desnuda, pero no parece percibir. Algunas cosas quedaron al desnudo ante la insurrección cívica en Nicaragua, una de ellas es la ausencia de una ética capaz de ser referencia para la práctica política; la otra, es la conflictiva relación que la izquierda mantiene con los valores democráticos. Parece que ella perdió la capacidad de denunciar la violación a los derechos humanos en cualquier parte o lo que es peor aún, que ha subordinado la denuncia de estas violaciones a quien las comete, si es un “gobierno amigo” de izquierda, predomina el silencio, la ocultación y hasta la tergiversación de los hechos. La actitud de esta izquierda ha sido muy diferente cuando quien viola los derechos humanos es un gobierno claramente de derecha.
La ambigüedad del PT en relación a la situación de Nicaragua, finalmente se deshizo de la peor manera. Lo que era previsible, al menos para mí, en contra de algunos que ansiaban una posición del PT de condena a la violación a los derechos humanos de parte del gobierno de Ortega. Tengo que admitir que mi pesimismo ya preveía esa postura de negación y de ocultación de la grave represión contra el pueblo nicaragüense. El 27 de abril, el PT había divulgado un comunicado sobre Nicaragua en su página web, apoyando las iniciativas al diálogo de Ortega. “Apoyamos las propuestas de diálogo de iniciativa del Gobierno de Daniel Ortega y que el gobierno y el pueblo nicaragüense busquen una solución pacífica a este problema con respecto a su soberanía e independencia”. En esa fecha el pueblo nicaragüense estaba siendo masacrado por la policía y los grupos paramilitares de Ortega, nada dijo el PT al respecto, no hay ninguna muestra de indignación. El 19 de julio, el PT divulga un nuevo comunicado que comienza con una nueva ambigüedad: “Defendemos el derecho de oposición política a cualquier gobierno, la libertad de expresión de la ciudadanía y procesos políticos pacíficos. Lamentamos profundamente las muertes y eventuales violaciones de derechos humanos ocurridas “. En primer lugar, no se trata de una oposición política, sino de una movilización popular y pacífica; en segundo lugar, no son eventuales violaciones a los derechos humanos, sino de una práctica sistemática y brutal del Gobierno de Ortega. Parece que la violación de los derechos humanos a la que se refiere el PT ocurre desde cualquier lado y dirección, el PT oculta y se resiste a denunciar que el gobierno de Ortega es el responsable de la violación a los derechos humanos. El PT considera erróneamente que Ortega representa el campo progresista de la izquierda. Pero, aunque el gobierno de Ortega fuera de “izquierda” como callar ante la violencia contra manifestantes desarmados, ¿cómo no denunciar los disparos de las armas de guerra contra jóvenes sin armas?
El comunicado continúa y aquí se deshace la ambigüedad: “Pero es necesario recordar que los enfrentamientos de hoy en Nicaragua a un gobierno legítimo y democráticamente elegido no son una novedad en las Américas y tampoco un fenómeno espontáneo. Ya hubo cuestionamientos violentos a gobiernos del campo progresista antes, como las situaciones similares en Venezuela en 2002, después en la Bolivia con amenazas de secesión en el país, en Honduras, Paraguay y más recientemente en Brasil, donde hubo un golpe parlamentario, jurídico y mediático. En todas ellas fue visible la presencia de intereses extraños a la mayoría de las poblaciones de estos países y características similares de la aplicación de los llamados “golpes blandos”. El PT defiende la tesis de la conspiración de la CIA, de agentes extraños, del imperialismo, desconoce el proceso histórico nicaragüense y el carácter neoliberal del gobierno de Ortega, reaccionario porque aliado con la iglesia prohibió el aborto terapéutico, a pesar de las protestas de las mujeres. Además del control totalitario de Ortega sobre los poderes del Estado, de los medios de comunicación y de su carácter represivo contra cualquier manifestación democrática. Hace cuatro años que Ortega reprime a los campesinos que luchan contra los impactos ambientales y sociales de la construcción de un canal interoceánico, proyecto del gobierno con un dudoso empresario chino. Pero el PT continúa diciendo en el comunicado que “En Nicaragua existe una institucionalidad democrática establecida y que debe ser respetada. Cabe a su gobierno y a los grupos de oposición preservarla para asegurar que la seguridad y los intereses de la población estén garantizados y que las divergencias se resuelvan políticamente.” Es increíble, pero nada dice el PT de los más de 400 muertos, de los dos mil heridos, de los cientos de presos, de los torturados, de la persecución implacable contra los nicaragüenses que ha estado en la calle contra la dictadura. El PT perdió su sensibilidad y su capacidad de indignarse contra cualquier injusticia, contra cualquiera en cualquier parte del mundo. Cabe resaltar que algunas personalidades en el campo progresista y democrático se manifestaron repudiando la cruenta represión del régimen de Ortega, o sea, no es desinformación que lleva al PT a una declaración tan desastrada sobre Nicaragua. Aunque tarde y después de que Ernesto Cardenal, poeta nicaragüense enviara una carta pidiendo una nota de repudio, José Mujica, se pronunció condenando la represión contra el pueblo nicaragüense. “El mundo debe saber y pronunciarse al respecto de lo que está ocurriendo en Nicaragua: una verdadera crisis de derechos humanos y terrorismo de Estado …. Necesitamos que usted junte su voz a nuestra causa que es digna y justa … Ortega y Ortega Murillo, no pueden continuar encontrando legitimidad en los movimientos de izquierda a los que con sus actos y sin escrúpulos ha traicionado. Los héroes y los mártires de la revolución sandinista no merecen que su memoria sea manchada por los actos genocidas de un dictador que los traicionó “, dijo el poeta de 93 años, en la carta enviada el 19 de junio. El ex presidente uruguayo respondió el 18 de julio diciendo que “”Recuerdo compañeros que dejaron la vida en Nicaragua peleando por un sueño (…) y siento que algo que fue un sueño se desvía y cae en la autocracia y entiendo que quienes ayer fueron revolucionarios perdieron el sentido de la vida. Hay momentos que hay que decir me voy” El 5 de julio, el sociólogo portugués Boaventura de Souza Santos expresó su indignación por la violencia de la policía y los paramilitares que Ortega ha lanzado contra de los manifestantes, “Parece que no habrá una solución pacífica sin la renuncia de la pareja presidencial Ortega-Murillo y la convocatoria de elecciones libres y transparentes “. Y aún se pregunta: ¿Por qué buena parte de la izquierda latinoamericana y mundial mantuvo (y continúa manteniendo) el mismo silencio cómplice? ¿Por cuánto tiempo la memoria de conquistas revolucionarias turba la capacidad de denunciar las perversidades que se les siguen a punto de que la denuncia llegue casi siempre demasiado tarde? En esa misma dirección otros intelectuales como Leonardo Boff y Noam Chomsky llaman a parar la represión de Ortega. “Nicaragua necesita diálogo, pero, ante todo, necesita que las fuerzas represivas dejen de matar, especialmente a los jóvenes, eso es inaceptable”, dice Boff en su pronunciamiento. El 16 de julio también Podemos de España condenó la violación de los derechos humanos y la masacre de la población de parte de las fuerzas policiales y paramilitares de Ortega, coincide en señalar que la salida a la crisis es la “renuncia incondicional del actual gobierno y del aparato estatal oreteguista.”
El Partido Socialismo y Libertad (Psol) , por fin rompe el silencio de la izquierda brasileña y denuncia la violencia y la impunidad del gobierno nicaragüense, de la misma forma El Trabajo, una fracción minoritaria del PT, denuncia la represión de Ortega y claramente distingue al FSLN actual, bajo el control de Ortega y el FSLN que encabezó la revolución sandinista de 1979.
Sin duda, el apoyo del PT y del PC del B al gobierno de Ortega y su silencio ante el abuso de poder y la violencia contra los jóvenes desarmados es una brecha para que la represión gubernamental siga cobrando más vidas. Ortega rompió el orden constitucional al crear un ejército paralelo formado por paramilitares que, vestidos de civil, recorren los barrios y calles, en camionetas que se han convertido en símbolos del terror; al caer la tarde nadie se atreve a circular por las calles de Managua. Es difícil, pero es necesario responder por que una revolución victoriosa contra una dictadura como la de Somoza, llegó a producir otra dictadura igual o peor que la anterior. La revolución sandinista fue, después de la cubana, la última y única revolución exitosa del siglo XX. Surgida en 1961, el FSLN formó parte de la ola revolucionaria que se extendió en América Latina, bajo la influencia de la revolución cubana. Es el mismo período en que emergen diversos movimientos de liberación nacional en el continente. Los estudiantes universitarios fueron fundamentales para la formación de la organización que nace fuera de los partidos tradicionales de izquierda, principalmente del Partido Socialista Nicaragüense y del Partido Comunista de Nicaragua, ambos subordinados a la política de coexistencia pacífica de la Unión Soviética. Desde su fundación hasta 1974, los sandinistas eran un pequeño grupo armado en las montañas del Norte, y un grupo de militantes que se dedicaban a organizar las comunidades y barrios de las ciudades principales. Vale la pena destacar el papel fundamental que jugó la teología de la liberación para integrar los grupos cristianos a la lucha contra Somoza.
Entre 1974 y 1979, a pesar del aumento de la represión de la dictadura de Somoza, por diversos factores internos y externos, desde el asesinato del periodista Pedro Joaquín Chamorro en enero de 1978 y el creciente aislamiento internacional de Somoza, así como la flexibilidad de las alianzas políticas propuestas por el sandinismo con sectores empresariales de oposición al somocismo, permitieron la transformación de aquel pequeño grupo en un amplio movimiento de masas que armado, derribó en julio de 1979, una de las peores dictaduras de América Latina. El FSLN en el poder en los años 80 tuvo que enfrentarse a una guerra de agresión de Estados Unidos, quien financió a los contrarrevolucionarios, miembros del antiguo ejército de Somoza, pero que luego se convirtió en un enorme movimiento armado de origen campesino. En febrero de 1990, los sandinistas perdieron las elecciones, además de ser una derrota electoral fue una derrota ética, un grupo de dirigentes se apropió de bienes del Estado, antes de entregar el poder a Violeta Chamorro, candidata ganadora de los comicios electorales. Muchos piensan que fue una simple derrota electoral sin percibir el profundo significado de esta derrota. De 1990 a 2007, año en que Ortega volvió al poder, fue un período con el predominio de los gobiernos liberales: Violeta Chamorro (1990-1997), Arnoldo Alemán (1997-2002 y Enrique Bolaños (2002-2007), después de 1997, Ortega hizo pacto con Alemán del Partido Liberal Constitucionalista (PLC), en una especie de cogoverno o como el mismo Ortega denomina a esta estrategia: “gobernar desde abajo.” Así fue como Ortega logró reformar la constitución, distribuyendo entre los dos partidos, el FSLN de ” Ortega y el PLC de Alemán, los cargos de los poderes del Estado, pero la reforma más importante fue la que redujo al 35% el porcentaje mínimo para ganar las elecciones, evitando así la segunda vuelta. Al mismo tiempo, este pacto con Alemán, y protegido por inmunidad parlamentar, permitió que Ortega escapara de la acusaciones de estupro de su entenada Zoila América Narvaez, hija de Rosário Murillo. Esos pactos con la derecha y con la iglesia conservadora, además de la prohibición del aborto terapéutico y del control de los poderes del Estado fue consolidando el proyecto de poder, completando la metamorfosis del FSLN, de una organización revolucionaria en un partido subordinado a Ortega. Así, después de 16 años de haber perdido las elecciones, el FSLN de Ortega vuelve al gobierno, en enero de 2007, pero mucha agua había corrido bajo el puente, se había completado la metamorfosis. Se inicia un período neoliberal de colaboración con la empresa privada y la iglesia católica, además de la colaboración con el gobierno venezolano. La izquierda evita el análisis del proceso que en Nicaragua transformó una revolución popular (1979) en una dictadura, tal vez prisionera de la nostalgia y de la memoria de la última revolución triunfante en América Latina en el siglo XX. Para esta izquierda, Ortega representa aquella revolución victoriosa que derrotó a la dictadura de Somoza. El raciocinio de esa izquierda es reduccionista: si Ortega es de izquierda, representa la continuación de la revolución popular, por lo que las manifestaciones de la oposición contra el gobierno de Ortega son de derecha, de la CIA y conspiración de Estados Unidos. Ciertamente es un razonamiento simplista que sustituye a un análisis serio del proceso social y político nicaragüense.
William Héctor Gómez Soto. Doctor en Sociología y Profesor del Instituto de Filosofía, Sociología y Política de la Universidad Federal de Pelotas