Desafíos de la despatriarcalización en la historia reciente

el feminismo del siglo XXI no debe agotar su crítica política en la brecha salarial o en el mejoramiento de las condiciones de empleo de las mujeres, sino que debe reflexionar sobre la crítica profunda al sistema actual, a su hegemonía cultural, cuyos valores llevan a la exacerbación de la violencia contra los cuerpos y territorios.
El sentido de las luchas requieren expresarse en un marco de interculturalidad crítica, incluyendo la diversidad sexual, racial y de género, la prioridad en la sostenibilidad de la vida con un nuevo equilibrio entre el trabajo de producción y reproducción, y una nueva relación con la naturaleza, la tierra y el territorio. También recuperando la autonomía de los cuerpos que se resisten a ser normalizados, a ser usados como arma de guerra, a ser reducidos a ser sólo una fuerza de trabajo y objeto de consumo, negados al deseo y al goce.



Desafíos de la despatriarcalización en la historia reciente

Elizabeth Salguero Carrillo
Página Siete
viernes, 17 de agosto de 2018

Si la despatriarcalización es el proceso de deconstrucción y desestructuración del sistema patriarcal basado en relaciones de dominio de los hombres sobre las mujeres, el desafío actual es buscar respuestas a las múltiples dimensiones patriarcales que afectan a las mujeres. Rosa Cobo nos recuerda que todas las mujeres, salvo excepciones, tienen salarios más bajos y peores condiciones laborales que los hombres. Cualquier mujer, en cualquier lugar del mundo, puede ser violada o agredida por el sólo hecho de ser mujer. Las mujeres, en todas las culturas son objeto de prácticas culturales que las inferiorizan y las subordinan en nombre de su cultura.

Por ello el feminismo del siglo XXI no debe agotar su crítica política en la brecha salarial o en el mejoramiento de las condiciones de empleo de las mujeres, sino que debe reflexionar sobre la crítica profunda al sistema actual, a su hegemonía cultural, cuyos valores llevan a la exacerbación de la violencia contra los cuerpos y territorios.

El sentido de las luchas requieren expresarse en un marco de interculturalidad crítica, incluyendo la diversidad sexual, racial y de género, la prioridad en la sostenibilidad de la vida con un nuevo equilibrio entre el trabajo de producción y reproducción, y una nueva relación con la naturaleza, la tierra y el territorio. También recuperando la autonomía de los cuerpos que se resisten a ser normalizados, a ser usados como arma de guerra, a ser reducidos a ser sólo una fuerza de trabajo y objeto de consumo, negados al deseo y al goce.

En este panorama los cuerpos de las mujeres se han lanzado a una lucha contracultural produciendo teoría y conocimiento, dando un salto político, conceptual y de los imaginarios para transformar estos tiempos.

En cuanto a los nuevos horizontes de sentido, la interculturalidad crítica permite recuperar otras voces, conocimientos y formas de pensar, apreciar diversas cosmovisiones que hablan de la complejidad de la realidad y de las múltiples formas de vivir, y ser mujer. Exige reconocer lo incompleto de cualquier propuesta política que no dialogue con las otras múltiples formas de vivir, de construir identidades y producir conocimientos, y pide asumir como un compromiso ético-político la incorporación de la diversidad en las formas de vivir, de pensar, de convivir.

De la misma manera, Bezares Cóbar plantea que “la perspectiva de género es una noción occidental originada en una cultura hegemónica. Por consiguiente, es crucial desarrollar un enfoque de género que incorpore las diferencias étnicas y permita el análisis de los roles, relaciones e identidades de los hombres, y mujeres desde sus propias lógicas. Se vuelve necesario incentivar el diálogo interno e intercultural sobre los derechos de las mujeres, explorando las interconexiones entre los derechos individuales y colectivos.
Las respuestas a los problemas identificados no sólo requieren de la creación de nuevos mecanismos institucionales que garanticen la permanencia de las mujeres en los puestos para los cuales fueron elegidas en condiciones de igualdad, bienestar y dignidad.

Se requiere de transformaciones más profundas que afecten la cultura y los valores enraizados en gran parte de la sociedad boliviana. Lamentablemente, los procesos políticos tienen hoy en día horizontes muy limitados, son coyunturales por los resultados que buscan, resultados efectistas, y de muy corto plazo, en desmedro de la sostenibilidad necesaria para garantizar el ejercicio pleno, presente y futuro de los derechos humanos, particularmente en el caso de las mujeres.

Concretamente el análisis de la implementación del la Ley 243 contra el acoso y violencia política demuestra que la misma está aún lejos de ser implementada integralmente, y se han seguido presentando casos de violencia que han cegado la vida de varias mujeres que se atrevieron a incursionar en la arena de la política, a denunciar la vulneración de sus derechos y a resistir la injusticia.

Sin embargo, el proceso de despatriarcalización sigue adelante y va tomando fuerza en las agendas de las mujeres. Evidentemente nadie dijo que iba a ser fácil lograrlo, ni en tiempo, ni en esfuerzo colectivo, que se fortalece cada día más con la participación de las nuevas generaciones.

Elizabeth Salguero Carrillo es comunicadora social