Proposiciones eco-políticas

Si las sociedades humanas quieren sobrevivir en el planeta Tierra, donde la potencia de la vida va a continuar sus proliferantes creaciones e invenciones, incluso sin el concurso de las sociedades humanas, que no han sido capaces de acoplarse y reinsertarse a las dinámicas integrales de los ciclos vitales, requieren cambiar radicalmente lo que denominan política; sobre todo requieren cambia radicalmente lo que podemos identificar como formas de gubernamentalidad. Requieren pasar a formas de gobernanza integral planetaria.



agosto 23, 2018

Proposiciones eco-políticas
Raúl Prada Alcoreza

Comencemos con un axioma, antes de las proposiciones. Un axioma que se propone como base, más que fundamento, como la primera proposición indiscutible. Este axioma dice:

El planeta Tierra es nuestro hogar.

A partir de esta proposición inicial, que se presenta como axioma, se puede deducir otras proposiciones, que aparecen como consecuencia de la primera proposición. Aquí tenemos varias opciones; la segunda proposición puede enunciarse como ética, pues puede deducir una responsabilidad humana respecto al hogar; como que la responsabilidad humana es de cuidar del hogar, en términos clásicos, del Oikos. La segunda proposición también puede enunciarse de manera descriptiva y decir que el Oikos sincroniza sus dinámicas ecológicas. Ambas segundas proposiciones no se excluyen, al contrario, se complementan; la responsabilidad respecto al Oikos, que forma parte de las dinámicas sociales humanas, forma parte de las dinámicas ecológicas planetarias, en la sincronización integral de los ciclos vitales.

Una tercera proposición puede expresarse, entonces, de la siguiente manera:

Lo que hagan las sociedades humanas incide en la re-sincronización planetaria.

Las consecuencias de esta proposición tienen que ver con la manera de la incidencia humana en los ciclos ecológicos planetarios. Esto tiene que ver con lo que si se responde o no a la responsabilidad para con el Oikos. Si se responde a esta responsabilidad, entonces, parece no haber problemas en las incidencias sociales humanas con respecto a las dinámicas planetarias. Empero, si el caso es que no se responde a esta responsabilidad, si las sociedades humanas se comportan irresponsablemente respecto al Oikos, entonces la incidencia es perturbadora. Para decirlo fácilmente y de una manera ilustrativa, el comportamiento irresponsable de las sociedades humanas trae como consecuencia la resincronización planetaria, en el sentido de la armonización integral de los ciclos vitales.

El “cambio climático” tiene que ver con esta resincronización planetaria. Entre las distintas causas, por así decirlo, del “cambio climático”, parece situarse como gravitante la depredación, la contaminación y la destrucción ecológica, ocasionadas por el modo de producción capitalista, que tiene dos versiones políticas, la liberal y la socialista. Tal como se anuncia, tomando en cuenta los informes científicos, si sigue así el ritmo de la contaminación, la depredación y la destrucción ecológica, el “cambio climático” amenaza con catástrofes sociales, tomando en cuenta que la amenaza se cierne sobre las sociedades humanas.

Una cuarta proposición puede enunciarse, entonces, respecto a la irresponsabilidad humana. Si las sociedades humanas quieren sobrevivir deben asumir la responsabilidad respecto del Oikos. En otras palabras, tienen la obligación de re-sincronizar sus prácticas y dinámicas sociales respecto a las dinámicas ecológicas planetarias. Este asumir la responsabilidad implica sugerir proposiciones políticas.

Proposiciones políticas

1. Las formas de gubernamentalidad, históricamente dadas, han formado parte de ejercicios del poder que han tomado la “naturaleza” como objeto, es más, como objeto de dominación. Estas formas de gubernamentalidad son pues disposiciones y dispositivos engranados que inciden en la destrucción planetaria, dejando, a su paso, las hendiduras de muerte de las huellas ecológicas.

2. Esta situación, que se ha vuelto catastrófica, exige un cambio radical en las formas de gubernamentalidad. Quizás pensar formas de eco-gobernanza, que tomen en cuenta al resto de las sociedades orgánicas, fuera de las sociedades humanas, con las que se encuentra en constante interrelación, aunque las sociedades humanas no tomen conciencia de ello.

3. Para comenzar es menester y urgente suspender todas las prácticas económicas y sociales que derivan en la contaminación, depredación y destrucción planetaria. No hay argumento, por más elaborado que sea, que pueda justificar continuar con estas prácticas. Hacerlo evidencia no solo que no se quiere hacerlo, no se quiere asumir la responsabilidad, sino también que no se tiene consciencia de lo que acaece, de las implicaciones amenazantes del “cambio climático”. También evidencia que no se tiene tampoco responsabilidad ante las sociedades humanas, su porvenir y su destino.

4. Tanto las formas de gubernamentalidad del centro como de la periferia del sistema-mundo capitalista son responsables de lo que ocurre, en lo que respecta a las repercusiones naturales y sociales del “cambio climático”. Es inocuo transferir la responsabilidad al centro o, en su caso, a la periferia; centro y periferia son parámetros de la geopolítica del sistema-mundo capitalista. Ambas referencias geopolíticas comparten las responsabilidades gubernamentales respecto a no resolver los problemas desatados por las incidencias de la modernidad en el “cambio climático”.

5. Se conoce el papel que han jugado y juegan los llamados “países desarrollados” en lo que respecta a su participación en la contaminación planetaria. Empero, no dejan de ser cómplices los “países en vías de desarrollo”, pues aceptan su papel en la economía-mundo, el de ser la geografía expansiva de las condiciones de posibilidad extractivista de la reproducción capitalista.

6. En la historia reciente, lo que se viene en llamar el proyecto neoliberal ha promovido los rasgos más marcados y estereotipados de la geopolítica del sistema-mundo capitalista. Al privatizar los recursos naturales, las empresas públicas, el ahorro de los trabajadores; al extender las consecuencias del libre mercado y de la libre empresa en su postulado de competencia; ha agravado las condiciones y circunstancias ya alarmantes de la depredación ambiental y la destrucción ecológica. La continuidad de los efectos ecológicos de los gobiernos neoliberales son los llamados “gobiernos progresistas”. A pesar del discurso que exalta la justicia social, la soberanía nacional, incluso los “derechos de la naturaleza”, los “gobiernos progresistas” han extendido e intensificado el modelo extractivista de la economía-mundo en sus países. En la historia reciente, ambas formas de gubernamentalidad, la neoliberal y la neo-populista, forman parte del mismo proceso de desarrollo del sistema-mundo capitalista. A pesar de sus discursos encontrados, que pretenden ser contrarios, ambos discursos son dispositivos de legitimación de sus prácticas de gobierno y de sus políticas económicas. A pesar de que sus formas de gobierno se presentan como distintas, sobre todo en lo que respecta al manejo del Estado, se trata de formas de gobierno que coadyuvan a la contaminación, depredación y destrucción planetaria.

7. Si se toma en cuenta la urgente necesidad de asumir la responsabilidad ecológica, obviamente, ninguna de estas formas de gubernamentalidad, la neoliberal y la neo-populista, es una salida a la crisis ecológica; al contrario, son formas complementarias, que se presentan como opuestas, del mismo ejercicio de poder que destruye el planeta.

8. En la historia anterior a la historia reciente, la forma de gubernamental socialista ha evidenciado también que formó parte de esa actitud destructiva de la “naturaleza” por parte de las sociedades modernas. El llamado socialismo real no fue otra cosa que la otra versión del modo de producción capitalista y otra forma de Estado del sistema-mundo capitalista. En consecuencia, el liberalismo y el socialismo son responsables de los efectos de la industrialización, basada y sostenida por la valorización del valor; efectos masivos que derivaron en dramáticas huellas ecológicas en el planeta.

9. Si las sociedades humanas quieren sobrevivir en el planeta Tierra, donde la potencia de la vida va a continuar sus proliferantes creaciones e invenciones, incluso sin el concurso de las sociedades humanas, que no han sido capaces de acoplarse y reinsertarse a las dinámicas integrales de los ciclos vitales, requieren cambiar radicalmente lo que denominan política; sobre todo requieren cambia radicalmente lo que podemos identificar como formas de gubernamentalidad. Requieren pasar a formas de gobernanza integral planetaria.

Análisis de coyuntura

La coyuntura mundial se caracteriza por la crisis orgánica y estructural del sistema-mundo capitalista, remarcándose esta crisis en la economía-mundo, la misma que ha adquirido, en el ciclo largo del capitalismo vigente, la característica de la dominancia del capitalismo financiero y especulativo. Las coyunturas regionales manifiestan la crisis del sistema-mundo en tonalidades propias, conllevando características propias a las regiones, que tienen que ver con las historias particulares regionales. Las coyunturas nacionales singularizan la crisis bajo las condiciones históricas-políticas-económicas-culturales de los países.

En Bolivia, la coyuntura muestra la forma de una crisis múltiple del Estado-nación subalterno, en la versión de la forma de gubernamentalidad clientelar. Esta forma de gubernamentalidad, que convierte a la convocatoria popular inicial en una amplia red de circuitos clientelares, en expansión compulsiva, ha descubierto los funcionamientos del poder en las formas más patéticas de ejercerlo. Como heridas abiertas en las máquinas de poder, se presentan las incongruencias anecdóticas del gobierno clientelar, que se nombra mediáticamente o eufemísticamente como “gobierno progresista”; a través de estas heridas se puede ver el dramático funcionamiento del poder en crisis, no solo crisis de legitimidad, sino también de crisis de gubernamentalidad. Se trata de un gobierno que no gobierna; se trata de un gobierno atrapado en su propio laberinto. Un gobierno, además, atrapado en su ilusión delirante de que es un “gobierno de los movimientos sociales”. Un gobierno empujado por las gravitaciones del círculo vicioso del poder a hundirse más en los pantanos de dominaciones reiterativas, que no terminan de lograrse. De nada le sirve la demagogia, la propaganda y la publicidad compulsivas, pues, a pesar de los impactos mediáticos, sobre todo al principio, no son efectivos, ni pueden, con respecto a cambiar la realidad, sinónimo de complejidad.

Para decirlo fácilmente, la realidad política o los decursos del realismo político, han usado a esta forma de gubernamentalidad clientelar como máquina de la economía política del chantaje; es decir, como diagramas de poder que se inscriben en los cuerpos sociales como hendiduras del chantaje afectivo y de exigencias milenaristas de fidelidad al caudillo, que no es otra cosa que la convocatoria del mito. Digan lo que digan los gobernantes, desde la estridencia de un discurso “antimperialista” anacrónico hasta la artificialidad chabacana de un “indigenismo” desgarbado – no de un indianismo, que es la expresión radical de la descolonización -, el “gobierno progresista”, efectivamente, no es otra cosa que un dispositivo barroco en el despliegue de la dominación mundial de la hiper-burguesía de la energía fósil.

En la forma de gubernamentalidad clientelar se hace más evidente el fracaso del poder, el fracaso de las dominaciones. Este fracaso se hace elocuente en el sobresaliente anecdotario de lo grotesco político. No es que otras formas de gubernamentalidad, como la neoliberal, no contengan esta característica de lo grotesco político, si no que no se hace tan evidente, pues se oculta o matiza en la apariencia del cumplimiento de las normas institucionales. Como los gobiernos populistas son expresiones exaltadas y dramáticas de las relaciones afectivas entre el caudillo y el pueblo, tienden a develar descarnadamente las ocultas impotencias del ejercicio del poder.

La “crítica neoliberal”, que perdió el poder, ante la avalancha popular, ante el desborde de los movimientos sociales, estigmatiza a los “gobiernos progresistas”, convirtiéndolos en expresiones endemoniadas del mal. A su vez, la propaganda altisonante de los gobiernos neo-populistas señala la posesión endemoniada de la “oposición neoliberal”. Ambos discursos ideológicos, a pesar de sus contrastes, repiten anacrónicamente el prejuicio religioso del esquematismo moral del fiel e infiel. Ambos discursos son dispositivos de legitimación de las dominaciones polimorfas, que se efectúan en la modernidad tardía, aunque lo hagan de distinta forma y con evocaciones ideológicas disímiles.

Concentrémonos en los desbordes anecdóticos de lo grotesco político de la forma de gubernamentalidad clientelar. Llama la atención la elocuencia estridente de la desmesura de las conductas grotescas. Para decirlo ilustrativamente, nada coincide; los discursos no coinciden con los actos; las pretensiones distan muchísimo de lo que son los personajes gobernantes; la banalización extrema llega tan lejos que no queda nada de sentido ni contenido en las significaciones de los discursos emitidos. Por ejemplo, la “cuestión indígena” queda tan banalizada que pierde significación, en el discurso y la práctica neo-populista, que no queda nada del contenido anticolonial. La cuestión social queda tan banalizada que no queda nada de los referentes clásicos del discurso revolucionario de izquierda; el proletariado se convierte en la perversa figura de un descomunal dirigente obrero, que es parte de la burguesía sindical. La cuestión nacional queda tan banalizada que no queda nada del sentido de soberanía; la nación termina siendo el patrimonio del caudillo y su entorno. La cultura propia queda tan banalizada que no queda nada de la resistencia anti-colonial; la cultura deriva grotescamente en un folclore chillón, que usa amaneradamente los sones, los símbolos, los instrumentos musicales, vaciando de todo contenido a las “composiciones” y canciones difundidas mediáticamente. Con esto se ha perdido no solo el patrimonio cultural, sino se ha perdido la memoria cultural, la memoria cultural de un país indígena y mestizo.

Distanciándonos, por el momento, de la crítica, que ya hicimos, a sus vanas pretensiones de preservarse en el poder, queremos hacer hincapié en la forma de decadencia de los “gobiernos progresistas”. Sobresale el derrumbe ético y moral de los gobernantes, del entorno palaciego, de la jerarquía burocrática, de la dirigencia partidaria, incluso de la jerarquía sindical. Se hace patente el descomunal desborde descarnado del ejercicio de las formas paralelas del poder, no institucionalizadas; la corrosión institucional y la galopante corrupción.