Nicaragua / La canallada del Foro de Sao Paulo

Una comparación sobre la izquierda latinoamericana.
De como el Foro de partidos fue transformado en Foro de estados.



Nicaragua / La canallada del Foro de Sao Paulo. Una comparación sobre la izquierda latinoamericana
Ernesto Herrera
26/08/2018
Aporrea

Julio 2018, La Habana. Podio de jefes de Estado. Miguel Díaz Canel, Raúl Castro, Nicolás Maduro, Evo Morales, Salvador Sánchez Cerén. Inaugurando las sesiones del XXIV Foro de San Pablo (FSP). Cumbre anual del progresismo latinoamericano.

Más de 400 delegados, invitados y observadores colman el Palacio de las Convenciones. Representantes de partidos y de frentes. Muchos parlamentarios, funcionarios, administradores, expertos. Imágenes de una “cultura de gobierno”.

Homenajes a Fidel y Chávez, “próceres de la independencia latinoamericana y guías para las corrientes progresistas de la región”.

Reclamos de libertad para el expresidente Lula, preso en Curitiba. Saludos a la victoria de Andrés Manuel López Obrador en México.

El presidente designado, Díaz Canel, advierte con tono enérgico: “el ascenso de la derecha hace necesario volver al ideario de Fidel”.

La presidenta derrocada por un golpe de Estado, Dilma Rousseff, resalta el legado: “Fidel cuidaba de su pueblo y al mismo tiempo se preocupaba por la suerte de otras naciones”[i].

El presidente sucesor, Nicolás Maduro, recita la partitura: “mientras haya imperialismo en Estados Unidos, aunque está en decadencia, habrá conspiración, habrá intriga contra los gobiernos progresistas”. Su colega, el presidente Evo Morales, señala el enemigo principal: Donald Trump.

El embajador saharahui en Nicaragua, Suliman Salem, declama: “aquí recabamos apoyos y canalizamos la solidaridad mundial de la izquierda”.

En tanto, lejos del cómodo Palacio, la insurrección popular persiste. Estudiantes, trabajadores, campesinos, intelectuales, médicos, periodistas, comunidades. Jugándose la vida, sin portar armas letales, en defensa de la libertad. Tranques, paros cívicos, masivas manifestaciones. Reafirmando el coraje democrático del pueblo de Sandino.

Enfrentan al régimen de Ortega-Murillo. No los doblega la siembra de terror. Escuadrones paramilitares. Centenares de asesinatos, desapariciones, presos políticos. Invasión de universidades y hospitales. Masacres en Managua, Masaya, León, y otras ciudades. Persecución a históricos luchadores antisomocistas y comandantes guerrilleros, fundadores del FSLN.

Los delegados foristas no se distraen. Es otra de las tantas operaciones reaccionarias. Siguen deliberando. Finalmente, aprueban por “consenso” la propuesta del Grupo Trabajo[ii]. Consienten la canallada. La Declaración de La Habana no admite matices:

“Rechazamos de forma enérgica la política intervencionista de los Estados Unidos en los asuntos internos de la Nicaragua sandinista, país en el que se está implementando la fórmula que viene siendo aplicada por el imperialismo norteamericano a los países que no responden a sus intereses hegemónicos, causando violencia, destrucción y muerte mediante la manipulación y la acción desestabilizadora de los grupos terroristas de la derecha golpista, que boicotean la búsqueda del diálogo, el cual constituye el mejor camino para superar la actual crisis y alcanzar la paz, lo que es indispensable para la continuación del proceso de transformaciones sociales impulsado por el FSLN desde el gobierno presidido por el Comandante Daniel Ortega y que ha reducido de manera notable la pobreza y la desigualdad social en ese hermano país”[iii].

En un parágrafo, las “razones de Estado” del campo progresista. Como blindaje del régimen amigo. Se trata de “asuntos internos”. No importan las causas políticas y económicas de “la crisis actual”. Mucho menos sus consecuencias: el avasallamiento de las libertades y la destrucción social.

Las “razones de Estado” como excusa indecente. Legitimando a los escuadrones criminales de la dictadura. Avalando, de hecho, la pena de muerte extrajudicial como método sistemático de represión social. Despreciando las múltiples razones democráticas de la rebelión popular.

En La Habana, el anillo de maridajes burocráticos y de oportunismos políticos, traspasó la línea infranqueable. Las “afinidades ideológicas” del lado contrarrevolucionario. Enterrando, nuevamente, el valor intercambiable del humanismo solidario, internacionalista, socialista.

Ninguna confusión. Como bisagra medular del FSP, como “referencia histórica del antiimperialismo”, la dirección castrista tiene una máxima responsabilidad. Volviendo a imponer su “autoridad revolucionaria” en el perímetro de “fuerzas compañeras”. Esta vez, para alinearlas en torno del terrorismo de Estado en Nicaragua.

Aun si prescinda de todas esas “fuerzas compañeras” a la hora de tomar decisiones estratégicas (políticas, económicas, diplomáticas), acordes con los particulares intereses “geopolíticos” del Partido-Estado.

Curioso. Mejor dicho: indecente. Porque la mayoría de los partidos y frentes del FSP reivindican, en sus países, el pluripartidismo, la alternancia electoral, la separación de poderes, la gobernabilidad instituida, la libertad de prensa, el respeto a los derechos humanos. Es decir, suscriben, estrictamente, las reglas básicas de la “democracia formal” burguesa.

Una pintura nítida del doble rasero progresista. Indefendible.

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Julio 1992, Managua. III Encuentro del Foro de San Pablo. El FSLN en la oposición. Gobierna Violeta Chamorro.

Entre los principales invitados, Ernest Mandel. La prensa sandinista (El Nuevo Diario, Managua, 19-7-92) comenta a propósito de su intervención: “Mandel, ante los representantes de los diversos partidos políticos latinoamericanos y de Europa, exhibió recursos que al parecer no estaban en la agenda. Ello motivó a sentarse a reflexionar sobre las cuestiones que planteaba”. Recomendando “desamarrar los nudos políticos que atascan las ideas, el testimonio de uno de los más destacados marxistas del siglo XX”, sirvió “para descorrer un poco las cortinas de la incertidumbre para que el sol entrara, quizás por primera vez, en la izquierda latinoamericana”.

En dos párrafos, los principios revolucionarios, las ideas socialistas, el “programa” de lucha:

“La tarea principal de los socialistas-comunistas, es la de restaurar la credibilidad del socialismo en la conciencia y en la sensibilidad de millones de hombres y mujeres. Esto será irrealizable si no tiene como punto de partida las principales preocupaciones de esas masas. Todo modelo alternativo de política económica, debe incluir esas propuestas, deben ser aquellas que ayuden en el modo más concreto y más eficaz a las masas a luchar de manera exitosa por sus necesidades.

Podemos formularlas de un modo casi bíblico; eliminar el hambre, vestir a los desnudos, dar vivienda digna a todos, salvar la vida de los que mueren por falta de protección médica posible, generalizar el acceso gratuito a la cultura por la eliminación del analfabetismo, universalizar las libertades democráticas, los derechos humanos, eliminar la violencia represiva en todas sus formas”[iv].

Evidente. Los “recursos” expuestos por Mandel, no estaban “fuera de agenda”. Planteaban acciones desde una perspectiva anticapitalista. Lo que era no era preocupación de la izquierda allí reunida. Las cortinas siguieron plegadas, y el sol sin entrar. La incertidumbre estratégica dio paso al “realismo político”.

Diez años más tarde, Roberto Regalado, miembro del Grupo de Trabajo, dirigente del Partido Comunista de Cuba, describía el encuentro de Managua en 1992, como la máxima expresión de una “crisis de infancia”. El punto de inflexión, a partir del cual se impondrían las definiciones de “antiimperialista” y “antineoliberal”. Sin las pretensiones de una nueva Internacional con programa socialista. Al contrario, un Foro plural, con la cabeza puesta en la gestión de Estado[v].

Para 1997, los partidos foristas ya tenían el 30% de los parlamentarios de América Latina y gobernaban importantes alcaldías. La “estrategia de aproximación al poder” se reciclaba por la vía electoral.

En 2001, cuando el Partido de los Trabajadores y el Frente Amplio se acercaban imparables al poder, el “antiimperialismo” y el “antineoliberalismo” se diluían en el programa neo-desarrollista. Entendido, según Aloizio Mercadante, como “proyecto estratégico” de la izquierda. Como “una etapa de transición del modelo liberal hacia el mercado de consumo de masas”, en el “cambio del dispositivo de redistribución en el seno del mercado interno”[vi].

El progresismo iniciaba su camino de “cultura de gobierno”. La crisis neoliberal y la insurgencia de masas de los años 2000-2003 en América del Sur, lo encontraron preparado: como restaurador del orden del capital y garante de la “normalización” institucional.

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Julio 1990, San Pablo. Encuentro fundacional del Foro de San Pablo. Organizado por el Partido de los Trabajadores.

Sin jefes de Estado. Un Lula barbado recibe a los invitados. Con estampa de sindicalista. Ningún Palacio. Apenas el discreto Hotel Danubio, desaparecido hace mucho tiempo. Carteles pintados a mano. Fotos en blanco y negro.

Representantes de 48 partidos y frentes de izquierda de 13 países. Dirigentes políticos y luchadores sociales en su mayoría. Pocos parlamentarios o funcionarios.

Los “niños perdidos”, al decir de Eduardo Galeano, se reencuentran. Fidel Castro apoya la iniciativa. La “retaguardia estratégica” se derrumba en la URSS y Europa del Este. En América Latina el neoliberalismo ataca y destruye derechos sociales. Las privatizaciones se expanden. El Consenso de Washington como paradigma de fundamentalismo de mercado.

Poco antes, febrero de 1989, los sandinistas habían perdieron el poder.

Se debaten los métodos de lucha, las opciones institucionales, la estrategia de poder popular. La crítica al estalinismo en voz alta. Se reivindica un socialismo democrático. La Declaración de San Pablo resume las intenciones:

“Manifestamos, por ello, nuestra voluntad común de renovar el pensamiento de izquierda y el socialismo, de reafirmar su carácter emancipador, corregir concepciones erróneas, superar toda expresión de burocratismo y toda ausencia de una verdadera democracia social y de masas. Para nosotros, la sociedad libre, soberana y justa a la que aspiramos y el socialismo no pueden ser sino las más auténtica de las democracias y la más profunda de las justicias para los pueblos”.

Finalmente, “un compromiso activo con la vigencia de los derechos humanos” y “la primacía de valores sociales, basados en la solidaridad”[vii].

El contraste es chocante.

De por medio, las “razones de Estado”. El manejo venal de las arcas públicas. La institucionalización de la lucha social. El cerrojo del “cambio posible”.

Las “reformas estructurales” que pasaron al olvido; reforma agraria, reforma urbana, nacionalización del sistema bancario; salud y educación pública gratuita; transporte público y servicio públicos subsidiarios, re-estatización de las empresas privatizadas; congelación de precios de la canasta básica familiar; no pago de la fraudulenta deuda externa.

Es decir, un programa casi “bíblico” con dinámica de ruptura con la lógica de apropiación privada de la riqueza social. Nada, La brecha de desigualdad es un escándalo. La pobreza se disparó nuevamente. La precariedad salarial y laboral predomina en el “mercado de trabajo”. Los salarios mínimos de supervivencia. La especulación inmobiliaria que expulsa a millones de personas hacia las periferias urbanas. Los “asentamientos irregulares” que se amontonan. La matriz productiva basada en el extractivismo y la inversión extranjera directa…exonerada de tributaciones fiscales.

Las fotos, esta vez, desmoralizan

Lula está preso y el “modo petista de gobernar” en ruinas. Correa autoexiliado en Bélgica, con su “revolución ciudadana” en la maleta. Decenas de miles de venezolanos y cubanos huyen del hambre, la pobreza, el desempleo, la desilusión. El proyecto “nacional-popular del clan Kirchner, recorre los juzgados. El FMI y Wall Street Journal, elogian el modelo de “capitalismo andino” de Evo Morales. La “paz neoliberal” en Colombia sigue matando activistas sociales. En Uruguay, 40% de la población en riesgo de caer en la pobreza.

La lista es desoladora.

El Plan Colombia impuso sus planes contrainsurgentes. ¿La Unión de Naciones Suramericanas?

La Alianza del Pacífico[viii] como “poder de la integración”. ¿El Banco del Sur? ¿La Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América? ¿Y el “socialismo XXI”?

La derecha empresarial que vuelve a dirigir, sin intermediarios, los negocios de Estado.

Es el balance del “ciclo progresista”. La Declaración de La Habana 2018, su faceta macabra.

17/08/2018

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[i] “El Foro de San Pablo, con loas a Fidel”, nota de Página/12, Buenos Aires, 18-8-2018.

[ii] Grupo de Trabajo (GT). Instancia de coordinación que hace las veces de dirección del Foro. Es el ámbito donde se negocian los “consensos”. Prepara la agenda, decide los temas, redacta las declaraciones. Está integrado por dirigentes de principales partidos y frentes Creado luego del II Encuentro realizado en Ciudad de México, 1991.

[iii] Declaración de La Habana, julio de 2018: (http://forodesaopaulo.org/declaracion-final-del-xxiv-encuentro-del-foro-de-sao-paulo-15-al-17-de-julio-de-2018/)

[iv] “Hagamos renacer la esperanza”, texto íntegro: en: https://www.ernestmandel.org/es/escritos/txt/hagamos_renacer_la_esperanza.htm

[v] “Foro de San Pablo es un olmo, no podemos pedirle una pera”. http://alainet.org/active/57134

[vi] Aloizio Mercadante, por entonces secretario de relaciones internacionales del PT, y dirigente de Articulación, fracción mayoritaria del partido. Las citas son de su intervención en la reunión del Grupo de Trabajo del FSP realizada en Montevideo, 18-19 de agosto de 2002.

[vii] Declaración de San Pablo, 4 de julio de 1990, Inprecor/América Latina N°6, julio de 1990.

[viii] Alianza del Pacífico, creada el 28 de abril de 2011 por iniciativa del gobierno de Barack Obama. Conformada por Chile, Colombia, México y Perú. Otros países (Argentina, Brasil, Costa Rica, Paraguay, Uruguay) participan como observadores y eventuales candidatos a integrarla.