Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo II Elementos centrales de la perspectiva del decrecimiento

«Decrecimiento y postextractivismo son dos conceptos contemporáneos asociados al campo contestatario, de carácter multidimensional, que comparten diferentes rasgos o elementos críticos: por ejemplo, ambos aportan un diagnóstico crítico sobre el capitalismo actual, no solo en términos de crisis económica y cultural, sino también en términos más globales, entendida ésta como «una crisis socioecológica de alcance civilizatorio». Ambos realizan una crítica a los límites ecológicos del planeta y enfatizan la insustentabilidad de los modelos de consumo imperial, difundidos a nivel global, tanto en el Norte como en el Sur. Por último, son nociones que constituyen el punto de partida para pensar nuevos horizontes de cambio y alternativas civilizatorias, basadas en otra racionalidad ambiental, diferente de la racionalidad economicista, que impulsa el proceso de mercantilización de la vida, en sus diferentes aspectos.
- Maristella Svampa -



3. ELEMENTOS CENTRALES DE LA PERSPECTIVA DEL DECRECIMIENTO

Después de haber esbozado el trasfondo histórico, así como algunos
elementos de la situación en Europa y América Latina (y el
mundo), a continuación nos referiremos a los elementos centrales del
debate sobre el decrecimiento y el postextractivismo.
3.1. Consideraciones acerca de la economía ecológica y de
la ecología política
Son muchas las personas estudiosas53 que han demostrado las limitaciones
del crecimiento económico. Incluso Amartya Sen, premio
Nobel de Economía, quien no cuestiona el mercado ni el capitalismo,
rompió lanzas en contra del crecimiento económico, visto como
sinónimo de “desarrollo”. Por eso no sorprende que aumenten los
reclamos de manera cada vez más acelerada, sobre todo en países
industrializados europeos, por una economía que no solo supere el
fetiche del crecimiento económico y se quede solo en el crecimiento
estacionario, sino que vaya más allá: que promueva el decrecimiento.
Estas reflexiones sobre el decrecimiento, de alguna forma, tienen
un antecedente en los trabajos de John Stuart Mill. Este economista
inglés, en 1848, año en que publicó sus Principios de Economía Política
(mismo año en que se publicó el Manifiesto del Partido Comunista de
Carlos Marx y Federico Engels), ya anticipó algunas ideas fundacionales
de lo que hoy se conoce como una “economía estacionaria”.
Mill (1848) decía lo siguiente:
53 Aquí destacamos algunos nombres, con las fechas de algunas de sus más destacadas
publicaciones en las que abordan directa o indirectamente el tema: Kenneth
Boulding (1966), Nicholas Georgescu-Roegen (1971), Mary Mellor (1993),
Enrique Leff (1994, 2004, 2008, 2010), Herman Daly (1999), Ester Boserup
(2007), Joan Martínez Alier (2008), Serge Latouche (2008, 2010), Tim Jackson
(2009), José Manuel Naredo (2009), Ariel Salleh (2009), Adelheid Biesecker
(2010), Clive Spash (2012), Niko Paech (2012), o Roefie Hueting, entre otros.
88 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
Mientras las inteligencias son groseras, necesitan estímulos groseros,
y es preferible dejárselos. Entretanto, debe excusarse a los que no
aceptan esta etapa muy primitiva del perfeccionamiento humano
como el tipo definitivo del mismo, por ser más escépticos con respecto
a la clase de progreso económico que excita las congratulaciones
de los políticos ordinarios: el aumento puro y simple de la
producción y de la acumulación. (…). No sé por qué haya motivo
para congratularse de que personas que son ya más ricas de lo que
nadie necesita ser, hayan doblado sus medios de consumir cosas que
producen poco o ningún placer excepto como representativas de
riqueza (…). Sólo en los países atrasados del mundo es todavía un
asunto importante el aumento de la producción; en los que están
más adelantados, lo que se necesita desde el punto de vista económico
es una mejor distribución, para lo cual es un medio indispensable
la restricción más severa de la población (…)
No puedo, pues, mirar al estado estacionario del capital y la riqueza
con el disgusto que por el mismo manifiestan sin ambages los economistas
de la vieja escuela. Me inclino a creer que, en conjunto,
sería un adelanto muy considerable sobre nuestra situación actual.
Confieso que no me agrada el ideal de vida que defienden aquellos
que creen que el estado normal de los seres humanos es una lucha
incesante por avanzar, y que el pisotear, empujar, dar codazos y pisarle
los talones al que va delante, que son característicos del tipo
actual de vida social, constituyen el género de vida más deseable
para la especie humana; para mí no son otra cosa que síntomas desagradables
de una de las fases del progreso industrial. (…) la mejor
situación para la naturaleza humana es aquella en la cual, mientras
nadie es pobre, nadie desea tampoco ser más rico ni tiene ningún
motivo para temer ser rechazado por los esfuerzos de otros que quieren
adelantarse.
Muchos años después, se incorporaron otro tipo de reflexiones
sobre todo ecológicas y también sociales, sin marginar algunas, incluso
económicas.
Herman Daly (1999), economista que trabajó en el Banco Mundial,
fue categórico en un punto medular, al introducir los aspectos
Elementos centrales de la perspectiva del decrecimiento 89
ecológicos en esta discusión: la economía debe entenderse como un
subconjunto del ecosistema. Esa fue su tesis central. Y, según él, tal
como están las cosas, la economía, por ahora, funciona como una
máquina idiota. Es decir, como una máquina que metaboliza los
recursos naturales; los procesa y agota; desecha y contamina, y debe
extraer cada vez más recursos para poder funcionar. Esa es la lógica
de acumulación del capitalismo. Si ya existen muchas personas,
sobre todo en el Norte global, que tienen saturada su satisfacción de
necesidades con cada vez más bienes materiales, ¿qué futuro tiene
este despropósito? Estas son cuestiones fundamentales.
Entonces, plantea Daly, hay dos límites bien identificados: el límite
ecológico y el punto absoluto de saturación. John Maynard Keynes,
otro economista notable, abordó este tema en 1930. Él aseguraba
que se llegaría al límite absoluto de saturación, en términos de
consumo, en el año 2030.54 Estas y otras reflexiones han planteado,
en especial en el Norte global, la urgencia de dar paso a una economía
de crecimiento estacionario y, lo antes posible, al decrecimiento.
Dicho debate es posible complementar desde la perspectiva de la
economía ecológica,55 en relación con la ecología política,56 a través
de los siguientes puntos:
Primero: De la mano de la ecología política, podemos superar la
dicotomía entre sociedad/economía, por un lado, y Naturaleza, por el
otro; separación que está presente en muchas contribuciones, incluso
de la economía ecológica. El concepto de las “relaciones societales con
la Naturaleza” (en alemán: gesellschaftliche Naturverhältnisse; concepto que
Marx usó una vez en El Capital y, después, Horkheimer y Adorno en
la Dialéctica del Iluminismo), indica que no es “la Naturaleza” en sí la
que está en crisis, sino las formas sociales; es decir, cómo las personas
54 A momentos dudamos que eso suceda, si consideramos el poder y la capacidad de
la propaganda y de la publicidad para hacernos creer que cada vez hay más necesidades,
que se derivan de las demandas de acumulación permanente del capital.
55 Se pueden encontrar buenos resúmenes en Spash (2012, 2016).
56 Ver Bryant y Baley (1997), Alimonda (2002, 2011), Forsyth (2003), Whitehead
et al. (2007), Robbins (2008), Mann (2009), Peet et al. (2011), Görg (2011),
Brand/Wissen (2012), Perreault et al. (2015); en su versión ecomarxista ver a
Altvater (1993), Foster (2000). Una perspectiva similar, pero más histórica es la
ecología social, ver Haberl et al. (2011).
90 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
se apropian de los elementos múltiples de la Naturaleza. El problema
radica en cómo están organizadas las sociedades en sus procesos de
producción y consumo; esto es, en sus vidas en las ciudades y en el
campo, sus viviendas, sus sistemas de agricultura y alimentación (p.e.
alimentación industrializada), su transporte (p.e. automóviles y vuelos
baratos), su comunicación (p.e. computadoras y celulares, con todas las
implicaciones medioambientales), su vestuario, su salud, etc.
En sociedades capitalistas, es normal apropiarse de la Naturaleza
y transformarla en mercancías; desarrollar una división de trabajo
entre clases, géneros, etnias, y, a escala internacional, sostener y estabilizar
relaciones de poder y dominación. Así, las formas sociales
de apropiarse de la Naturaleza presentan muchas dimensiones y, al
multiplicarse y ampliarse de una manera desenfrenada, están causando
la crisis ecológica.
Segundo: La ecología política insiste en la necesidad de que la
organización de la sociedad y sus relaciones societales con la Naturaleza
se estabilicen de alguna manera. Eso implica cuestionar valores
en apariencia fundamentales de la actual civilización; entre ellos, el
sistema de movilidad, vía automóviles, con toda su infraestructura
y poder económico, que sirve como fuente de empleo. Esta civilización
del automóvil requiere sus propias políticas estatales, explicables
porque en los imaginarios de una buena vida aparece casi siempre
“la necesidad de tener un coche”. Así se inscribe el imperativo
del crecimiento económico en la cotidianidad de mucha gente, en
los sistemas de producción, en la división internacional de trabajo,
incluyendo el extractivismo.
En muchos ámbitos se puede hablar de cierta colonización hegemónica.
Esta visión consumista es ampliamente aceptada en las relaciones
societales, pero invisibiliza sus impactos dañinos sobre la Naturaleza.
Sin embargo, es importante notar que estas formas de apropiación
de los elementos de la Naturaleza –muchas veces brutales– reciben
cada vez más reacciones, desde diversos ámbitos de las sociedades en
el planeta. Hacer visible esta conflictividad de las relaciones societales
con la Naturaleza, y la misma apropiación de elementos de la Naturaleza
–como “recursos”– es un asunto central de estas luchas de
resistencia social, que son analizadas por la ecología política.
Elementos centrales de la perspectiva del decrecimiento 91
Si bien amplios segmentos de la población mundial asumen el
estilo de vida consumista como algo irrenunciable –hasta lo consideran
como un gran logro civilizatorio–, hay ciertos grupos humanos
que se niegan a aceptar los principios de la “buena vida capitalista”.
Simplemente se resisten a ser las víctimas de tanta destrucción
y explotación, o tienen otros valores y otras prácticas. Ese es el caso
de muchos pueblos indígenas que enfrentan al extractivismo y defienden
sus visiones de Buen Vivir, sustentadas en las armonías, o
de gente con conciencia y prácticas ecológicas en las ciudades. También
podríamos encontrar cierta conciencia ecológica en determinadas
políticas públicas que tratan de promover el transporte público,
o la agricultura ecológica no industrializada, entre otros ejemplos.
Muchas veces, esta creciente conflictividad es la base para “alternativas
emancipadoras dentro del capitalismo” que, por cierto,
pueden servir como soporte para remontar al propio capitalismo.57
En este punto, podemos incorporar las reflexiones de Hartmut
Rosa (2012), emanadas desde la teoría crítica, quien nos invita a
caminar hacia un estado de “resonancia”:
Somos felices cuando sentimos que el mundo resuena con nosotros:
cuando responde y vibra a nuestro contacto. Tenemos este tipo de
experiencias cuando interactuamos con los demás, pero también
gracias al arte, la música, la naturaleza, el océano o las montañas, y
para mucha gente, también gracias a la religión. (…) Pero en cada
caso, la resonancia sólo puede desarrollarse cuando gozamos del
tiempo necesario para que cada uno pueda hacer suyos los lugares,
los libros, la gente. Así, al final, podemos re-conquistar el mundo, y
obtendremos una vida mejor para todos. Esa es, al menos, mi visión
(El Confidencial, 17.03.2012).
Tercero: Normalmente, la economía ecológica considera al Estado
como el actor que establece reglas y puede promover, mediante
políticas públicas, ciertos avances hacia la sustentabilidad. La ecología
política –si la pensamos en versión de Gramsci y Poulantzas–
57 Véase Environmental Justice Organisations, Liabilities and Trade. Mapping
Environmental Justice. Disponible en: http://www.ejolt.org
92 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
posee una perspectiva más escéptica frente al Estado. Este se considera
como una relación social que se entrelaza con las relaciones
sociales dominantes, o sea, capitalistas, patriarcales, racistas y neocoloniales;
además, tendencialmente, asegura y cambia de forma paulatina
esas relaciones, mediante conflictos múltiples y permanentes.
El Estado no se debe exclusiva y permanentemente al capital y a
las clases dominantes. En ciertos momentos históricos “se condensan”
las demandas de las fracciones sociales subalternas, sean de mujeres
o de luchas antirracistas, entre otras.58 No obstante, y según las
relaciones de fuerza y de los conflictos, el Estado trata de estabilizar
lo existente y, en muchos casos, lo hegemónico, o sea, un modo de
producción y vida no sustentables. Eso no implica que el Estado no
sea importante para las luchas emancipadoras y las alternativas; al
contrario, pero sin llegar a asumirlo como el único ámbito de acción
estratégica (Lang y Brand, 2015). Sin embargo, hay que analizar
bien, y en el contexto histórico específico, las estructuras y acciones
del Estado y sus aparatos, que no son homogéneos para nada, sino
llenos de tensiones y contradicciones.
Cuarto: Hay que considerar la cuestión de los “límites de la Naturaleza”,
en el sentido de que, a partir de ciertos momentos, la reproducción
biofísica local, regional o aun global no funciona más.
La acción de los seres humanos, organizados dentro de las relaciones
capitalistas de producción, causa sequías y/o inundaciones, reduce
aceleradamente la fertilidad, produce una serie de contaminaciones
cada vez más nocivas, da paso a la pérdida de biodiversidad, destroza
los ecosistemas… Todo esto nos está llevando a los famosos
“puntos de inflexión” (tipping points) del clima regional o global.
No obstante, desde nuestra perspectiva, no hay límites “objetivos”
que puedan determinarse físicamente. Hoy sabemos que el pronóstico
del anterior pico petrolero (peak oil) ha sido, por lo menos parcialmente,
superado por la explotación del petróleo “no convencional”;
o sea, de arena de alquitrán (fracking, a costos ecológicos desastrosos).
Esto no implica que estemos frente a recursos renovables.
58 Algunas contribuciones notables al desarrollo de la teoría crítica del Estado:
Poulantzas (1979), Hirsch (1997), Thwaites Rey (2007), Jessop (2007), Tapia
(2010, 2011), Demirović (2011), Sauer y Wöhl (2011), Gallas et al. (2011),
Brand (2012), Prada (2015).
Elementos centrales de la perspectiva del decrecimiento 93
La conclusión a la que se llega es que el crecimiento –para ponerlo
de manera más precisa: el imperativo capitalista de crecimiento, con
sus implicaciones de dominación múltiple, o sea de clase, de género,
racista, imperial– no puede ser el motor de la economía y, menos
aún, su fin último. Entonces, urge discutir de manera seria y responsable
sobre el decrecimiento económico, para empezar, en el Norte
global (no basta el crecimiento estacionario), que obligadamente deberá
venir de la mano del postextractivismo en el Sur global.
3.2. El decrecimiento como opción, movimiento y horizonte
político en construcción
A nuestro criterio, la perspectiva del decrecimiento es una posición
radical en el debate sobre formas razonables de manejar las crisis
y, a una escala mayor, en el debate sobre la transformación socioecológica.59
Asimismo, consideramos que las estrategias de la economía
verde o la de un green new deal, y también las ecokeynesianas,
no conllevan una transformación socioecológica. Los conceptos
ecokeynesianos plantean la necesidad del crecimiento económico
como “cualitativa” o “selectiva”. Es más, muchas aproximaciones
del ecosocialismo son limitadas, en la medida que no confrontan
el utilitarismo y las bases antropocéntricas de sus planteamientos
tradicionales.
Estas posiciones se oponen a las estrategias autoritarias o neoliberales
del “todo como siempre”, que en Europa, actualmente, se
acercan a un “estatismo de competencia autoritario”. En su exposición
ya mencionada, en el marco de la Conferencia sobre el Decrecimiento,
realizada en Leipzig, en septiembre de 2014, Haris
Konstantatos tildó a dichas posiciones de “neoliberalismo agresivo”,
que pretende lograr el crecimiento económico con la permanente y
creciente desvalorización de la mano de obra y del medioambiente;
una situación ampliamente conocida en América Latina, incluso en
regímenes no neoliberales.
59 Naturalmente existen diferencias no solo semánticas; sin embargo, para fines
del presente trabajo, utilizamos los términos decrecimiento y postcrecimiento
como sinónimos. De hecho, el término que más se acerca a la esencia de lo que
es el decrecimiento sería “desistimiento del crecimiento”.
94 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
En un primer momento, como vimos rápidamente, la perspectiva
del decrecimiento fue generada por académicos; pero en los
últimos años, diferentes movimientos la hicieron suya. Por lo general,
los movimientos no nacen como actores del decrecimiento;
más bien, con sus luchas y reivindicaciones entran al nivel político-conceptual
del decrecimiento de manera implícita y, cada vez
más, también explícita.
Tenemos, como ejemplo, los movimientos de resistencia contra
megaproyectos y la agricultura industrial, o los movimientos a favor
de las ciudades de transición (transition towns), y, de alguna manera,
también del “derecho a ciudad”. Aquí emergen, por igual, acciones
que propugnan la democracia energética, la soberanía alimentaria,
la justicia climática. Hay una multiplicidad de enfoques económicos
alternativos concretos en el ámbito comunitario e, incluso, en niveles
más amplios, también globales. Pero, sobre todo, en el marco del
Buen Vivir o Vivir Bien se plantean alternativas para una transformación
civilizatoria.
En realidad, el decrecimiento es una propuesta doble. Por un
lado, sugiere un cambio social integral e identifica como problema
fundamental el “imperativo del crecimiento económico capitalista”.
Por otro lado, busca contextualizar amplia e integralmente las diversas
y múltiples experiencias concretas. Tal vez en un par de años, el
término “decrecimiento” –en tanto concepto obús– desaparezca y
sea reemplazado por conceptos como Buen Vivir, por ejemplo. Sin
embargo, las problemáticas sociales y la búsqueda de nuevas respuestas
se mantendrán, pero ya con una noción aglutinadora mucho
más potente y convocante que “decrecimiento”.
Aceptémoslo: no hay una definición clara de decrecimiento, sino
reivindicaciones y demandas centrales. Dentro de estas, hay tendencias
relacionadas con diferentes intereses, posiciones políticas,
estrategias de acción, etc. No obstante, existe una esencia emancipadora
y transformativa, que puede variar o desplazarse con
el tiempo. En la Conferencia sobre el Decrecimiento de 2014, la
mayoría de participantes fue crítica con el capitalismo; es decir, se
manifestó bastante más radical, en comparación con un debate meramente
académico.
Elementos centrales de la perspectiva del decrecimiento 95
Ahora bien, desde las perspectivas del decrecimiento, ¿cuáles son los
diagnósticos fundamentales de los problemas de la sociedad actual?60
Lo que se critica en esencia es la “fijación escalativa de la modernidad
capitalista” (Eversberg y Schmelzer, 2016, p. 1), y las consiguientes
respuestas político-económicas a las crisis actuales. Independientemente
del origen de las crisis y de las respuestas para
enfrentarlas, sean políticas de austeridad neoclásica o políticas keynesianas
de demanda y redistribución, lo que se busca es que el “motor
del crecimiento” vuelva a arrancar –en vez de apagarse– y que,
por lo tanto, aumente la competitividad.
En cambio, el debate del decrecimiento (o postcrecimiento) sostiene
que en tiempos de crisis múltiple y, sobre todo, desde un capitalismo
dominado por mercados financieros, el crecimiento es desestabilizador
(Muraca, 2014, p. 11). A eso se suma la mayor producción
de bienes y servicios –en especial de bienes de consumo rápido, no
solo perecibles, sino de corta duración, por aquello de la obsolescencia
programada–, que también crea inestabilidad potencial y real.
En efecto, para asegurar esta producción, hacen falta recursos como
minerales, energía, algodón, productos de agricultura, que se obtienen
exclusivamente a través del mercado, en donde se vuelve cada
vez más conflictivo su acceso. Asimismo, el cambio climático genera
muchas inseguridades, incluyendo los mencionados “puntos de inflexión”
(tipping points) del clima local o regional.
Los efectos sociales del crecimiento son valorados de manera detallada
y muy diversa. Traen consigo riesgos y problemas a nivel de
la política en general y de la política de paz, riesgos ecológicos y socioeconómicos,
pero también individuales (psíquicos, para la vida).
Precisamente estos problemas y riesgos se consideran causantes de la
actual crisis múltiple (económico-financiera, ecológica, de la escalada
de la violencia en conflictos e, incluso, guerras –o invasiones, por
recursos naturales y materias primas).
60 Véase p.e. Jackson (2009), Latouche (2010), Schneider et al. (2010), Martínez Alier
et al. (2010), Schmelzer y Passadakis (2011), Kallis (2011), Biesecker, Wichterich, y
Von Winterfeld (2012), Paech (2012, 2014), Demaria et al. (2013), Gabbert (2013),
Muraca (2013b, 2014), Brand (2014), con una visión instructiva sobre el enfoque
de Georgescu-Roegen. Para una excelente perspectiva de la recepción del debate
sobre el decrecimiento en América Latina, véase Gustavo Endara (editor, 2014).
96 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
La creciente presión laboral y la polarización social son otras
consecuencias negativas de enfocar el “desarrollo” exclusivamente
en el crecimiento económico. Aquí queremos referirnos a la tesis de
Wilkinson y Pickett (2009), según la cual, en países con diferencias
grandes de ingresos, los problemas de salud y sociales son mucho
más notorios que en países con menores diferencias de ingresos:
“Los problemas de salud y sociales suelen manifestarse más en los
sectores pobres de las sociedades. Pero las más afectadas son las sociedades
con niveles de desigualdad altos” (pp. 35, 61). El crecimiento
económico agudiza los problemas sociales, pues en sociedades con
necesidades básicas generalmente satisfechas, genera presión, competencia
y consumismo. Así, para llegar a una comprensión y a un
concepto de calidad de vida más amplia e integral, justa y sustentable,
las personas necesitan ver sus sociedades desde otra perspectiva.
De igual manera, el creciente consumo de bienes de estatus y la
competencia desaforada, el despilfarro y el desperdicio crecientes,
incluso el empeoramiento de las condiciones de vida de las generaciones
venideras, aumentan las desigualdades y las inequidades.
Otra causa para los problemas actuales son los sujetos o las formas
de subjetivación predominantes. Al respecto, señalamos la posición
de Harald Welzer (2011). Usando el término “infraestructura
mental”, Welzer sostiene que los enfoques de consumo y orientación
están muy arraigados, y que los cambios sociales también tienen una
dimensión psicológico-social, cultural y de hábitus, en el sentido del
sociólogo francés Pierre Bourdieu. El (híper) consumo significa estatus,
ofrece sentido; sin embargo,
(…) la felicidad no crece, al contrario, hay sufrimiento –estrés por
el consumo, estrés en el tiempo libre, falta de tiempo, burn-out, obesidad.
Por consiguiente, la economía del crecimiento –que es el
trasfondo de todo ello– no solo asegura que las cantidades de productos
fabricados y vendidos crezcan de manera permanente, sino
que hace también que en la vida práctica, este crecimiento se vaya
convirtiendo en una carga. Mayor destrucción produce mayor desgracia
(Welzer & Sommer, 2014, p. 21 y ss.).
Elementos centrales de la perspectiva del decrecimiento 97
La capacidad de la política para dirigir estos procesos es muy
limitada. Sabemos que la transformación de una era expansiva en
una era de “modernidad reductiva” (Welzer y Sommer, 2014, p. 11)
sostenible es compleja y debe organizarse pertinentemente.
En la actualidad, uno de los más lúcidos pensadores latinoamericanos,
Enrique Leff (2008), recomienda transitar hacia otra forma
de organizar la producción y la misma sociedad, asumiendo estos
retos. Para lograrlo, pregunta y propone:
¿Cómo desactivar el crecimiento de un proceso que tiene instaurado
en su estructura originaria y en su código genético un motor que lo
impulsa a crecer o morir? ¿Cómo llevar a cabo tal propósito sin generar
como consecuencia una recesión económica con impactos socioambientales
de alcance global y planetario? (…) esto lleva a una
estrategia de deconstrucción y reconstrucción, no a hacer estallar el
sistema, sino a re-organizar la producción, a desengancharse de los
engranajes de los mecanismos de mercado, a restaurar la materia
desgranada para reciclarla y reordenarla en nuevos ciclos ecológicos.
En este sentido la construcción de una racionalidad ambiental
capaz de deconstruir la racionalidad económica, implica procesos
de reapropiación de la naturaleza y reterritorialización de las culturas
(párr. 9).61
Responder a este reto es una cuestión cada vez más presente en
los países industrializados, los mayores responsables de la debacle
ambiental global. No se trata de que los países subdesarrollados
mantengan su pobreza para no provocar un descalabro ecológico
global. Eso, de ninguna manera. Lo que sí debe motivar la atención
en el Sur es no intentar repetir modos de vida social y ecológicamente
insostenibles, por un lado, al tiempo que se desmontan esas estructuras
y esas prácticas consumistas y productivistas, sofocadoras de la
vida, en el Norte global. Y todo, dando paso a procesos de equidad
social, pues, como anotamos categóricamente, la justicia ecológica
no se conseguirá sin justicia social, y viceversa.
61 La apuesta por el decrecimiento. Disponible en: https://polis.revues.org/2862?lang=en
98 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
En consecuencia, en los países así llamados subdesarrollados es
igual de urgente abordar con responsabilidad el postextractivismo y el
crecimiento económico. En ese sentido, inicialmente resulta al menos
oportuno diferenciar el crecimiento “bueno” del “malo”; crecimiento
que, haciendo referencia a Manfred Max Neef (2001), se define por
las correspondientes historias naturales y sociales que quedan detrás,
tanto como por el futuro que este crecimiento pueda anticipar.
Por un lado, los países empobrecidos y estructuralmente excluidos
deberán buscar opciones de vida digna y sustentable, que no
sean la reedición caricaturizada del modo de vida occidental. Por
otro lado, los países considerados desarrollados tendrán que resolver
los crecientes problemas de inequidad internacional que ellos
han provocado y, en especial, deberán incorporar criterios de suficiencia
en sus sociedades antes que sostener, a costa del resto de la
Humanidad, la lógica de la eficiencia, entendida como acumulación
material permanente.
Los países materialmente ricos, en definitiva, deben cambiar
su modo de producción y de vida que arriesga el equilibrio ecológico
mundial, pues desde esta perspectiva también son, de alguna
manera, “subdesarrollados” o “mal desarrollados” (José María
Tortosa, 2011; Smith y Max-Neef, 2011: capítulo 11: The United
States and underdeveloping nation, pp. 155-162). Para esto tendrán
que desandar gran parte del camino recorrido, retroceder ese
crecimiento irrepetible a escala mundial. A la par, deben asumir su
corresponsabilidad en una restauración global de daños socioambientales
provocados. En otras palabras, los países “desarrollados”
deben pagar su deuda ecológica –e, incluso, su deuda histórica– a
los “subdesarrollados”.
No se trata simplemente de una deuda climática. Hablamos
de una deuda ecológica que encuentra sus primeros orígenes en la
expoliación colonial (la extracción de recursos minerales o la tala
masiva de los bosques naturales, por ejemplo). Esta deuda se proyecta
en el “intercambio ecológicamente desigual”, así como en la
“ocupación gratuita imperial del espacio ambiental” de los países
empobrecidos por efecto del estilo de vida depredador de los países
Elementos centrales de la perspectiva del decrecimiento 99
industrializados.62 Aquí cabe incorporar las presiones provocadas
sobre el medioambiente, a través de las exportaciones de recursos
naturales –normalmente mal pagadas y que tampoco asumen la pérdida
de nutrientes y de la biodiversidad, para mencionar otro ejemplo–,
provenientes de los países subdesarrollados, exacerbadas por
los crecientes requerimientos que se derivan del servicio de la deuda
externa y de la propuesta aperturista a ultranza. Asimismo, la deuda
ecológica crece desde otra vertiente interrelacionada con la anterior,
en la medida que los países más ricos han superado largamente sus
equilibrios ambientales nacionales, al transferir de manera directa o
indirecta contaminación (residuos o emisiones) a otras regiones, sin
asumir pago alguno. A todo lo anterior, habría que añadir la biopiratería
(Varios autores, 2015), impulsada por varias corporaciones
transnacionales que patentan en sus países de origen una serie de
plantas (sobre todo las medicinales, así como colorantes) y derivados
de animales (como la cochinilla), aparte de otros conocimientos indígenas.
Por eso, bien podríamos afirmar que no solo hay un intercambio
comercial y financieramente desigual, sino que también se registra
un intercambio ecológicamente desequilibrado y desequilibrador.
Revisar la esencia del crecimiento económico y los imperativos
capitalistas que lo impulsan es indispensable. Incluso nos preguntamos
si hay formas de “desarrollo de las fuerzas productivas” que
puedan tomar otra dirección. Esto es necesario, pues la destrucción
que genera el crecimiento económico en su forma de acumulación
capitalista conduce a un camino sin salida. La evolución alternativa
debería entrañar otras lógicas económicas. Esta nueva economía
deberá repensarse buscando y construyendo alternativas holísticas y
sistémicas, plasmadas desde la vigencia de los Derechos Humanos y
los Derechos de la Naturaleza.
La perspectiva del decrecimiento nos abre horizontes a otras formas
de producción y reproducción individual y colectiva. Por igual,
nos plantea la necesidad de redefinir otras formas políticas y sociales
62 La lista de autores y autoras de América Latina es muy larga. Además de los
trabajos de los latinoamericanos Eduardo Gudynas y Maristella Svampa, podemos
mencionar otros aportes de fuera de la región: Jorgenson et al. (2005),
Hornborg et al. (2007), Roberts et al. (2009), o las múltiples aportaciones de
Joan Martínez Alier.
100 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
que permitan viabilizar economías democráticas bastante diferentes
de las dominantes; por ejemplo, esto nos conmina a trabajar en un
esquema que asegure el empleo pleno y digno a todos los habitantes,
que nos sensibiliza, entre otras cosas, para enfrentar las tensiones existentes
entre los deseos de consumo y los requisitos de sustentabilidad.
Ahora bien, aparte de los problemas señalados, y que suelen
mencionarse con frecuencia, ¿cuáles son las perspectivas políticas y
sociales desde la visión del decrecimiento?
Podría decirse que el consenso derivado de los debates define al
decrecimiento como un
(…) proyecto multifacético que aspira a movilizar apoyo a favor de
un cambio de dirección, en el nivel macro de las instituciones económicas
y políticas y en el nivel micro de los valores y las aspiraciones
individuales. En este camino, muchas personas verán disminuir sus
ingresos y comodidades materiales, pero el objetivo es que no vean
esta reducción como una pérdida de bienestar (Kallis, 2011, p. 878).
En ello, los principios normativos, como la cooperación, la reciprocidad,
la solidaridad y la justicia social, son fundamentales. Tener como
horizonte el decrecimiento no es regocijarse con las crisis y sentirse
políticamente satisfecho por el momento de decadencia de la producción
industrial. El decrecimiento no es sinónimo de crisis, y tampoco es
tolerable que en su nombre se maquillen las crisis. El decrecimiento es
un proceso dirigido hacia formas de producción y de vida diferentes; es
decir, sostenibles a nivel social y ecológico, justas y solidarias.
Se requiere una perspectiva de cambio amplia que, a nivel normativo,63
implique un “bienestar que permita a las personas llevar
una vida buena, crear mayor cohesión social, experimentar
más prosperidad –todo ello reduciendo la carga material sobre el
medioambiente” (Jackson, 2009, p. 54).
Para ello, ya no podemos confiar en el crecimiento económico sin
fin ni en soluciones tecnológicas, pues son un autoengaño. El desarrollo
de la ciencia y la técnica, así como su aplicación tecnológica, parecerían
abrir infinitas posibilidades, pero también restringen aún más su acceso.
63 Véase Jackson (2009).
Elementos centrales de la perspectiva del decrecimiento 101
Para encontrar nuevos modos de vida, se debe revitalizar la discusión
política, ofuscada por la visión economicista-tecnicista sobre
fines y medios. Al endiosar la economía, particularmente al mercado,
así como al productivismo y al consumismo, se abandonan
muchos instrumentos no económicos indispensables para mejorar
la vida. Por ejemplo, creer que los problemas ambientales globales
se resolverán con medidas inspiradas en la lógica del mercado capitalista
es un error muy caro. Se ha demostrado que más efectivas
son las normas y regulaciones (aún insuficientes), que “las leyes” del
capitalismo, es decir, la oferta y la demanda, y detrás de estos, la acumulación
del capital. La resolución de los problemas exige, entonces,
una aproximación multidisciplinaria. Recordemos que vivimos una
situación de complejidades múltiples, que no pueden explicarse con
versiones lineales y monocausales.
Un sistema económico sostenible demanda, en suma, condiciones
políticas pertinentes: una reforma tributario-ecológica; la consideración
de límites máximos estrictos para consumir recursos naturales
y para emisiones; cambios culturales, como reducir el consumismo y
las desigualdades, reducir la edad laboral, fortalecer las capacidades
y el capital social de las personas; apoyar a los países del Sur en sus
esfuerzos por transformar sus economías (Jackson, 2009, p. 175 y ss;
similar en Martínez Alier et al., 2010; Muraca, 2013a).
Es indispensable notar que muchas visiones enfocadas en la
consecución de una vida buena (p.e. Buen Vivir) precisan revisar el
modo de vida vigente, en especial a nivel de élites, y sirven de marco
orientador (inalcanzable en la práctica) para la mayoría de la población
del planeta. Más temprano que tarde, tendrá que priorizarse
una situación de suficiencia y de plenitud (Schor, 2010), donde se
busque lo que realmente se necesita, antes que una siempre mayor
eficiencia sostenida sobre una incontrolada competitividad y un desbocado
consumismo, que ponen en riesgo las bases mismas de la
sociedad y de la sustentabilidad ambiental. Si decrecimiento no es
sinónimo de crisis, Buen Vivir64 no es sinónimo de opulencia. Mejor
64 La lista de textos que abordan este tema es cada vez más larga. Podríamos
mencionar los aportes de Eduardo Gudynas, a modo de ejemplo, en el artículo
“Buen Vivir: sobre secuestros, domesticaciones, rescates y alternativas”,
en el libro Bifurcación del Buen Vivir y el sumak kawsay, Ediciones Sumak, Quito,
102 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
con menos podría ser, incluso, la divisa.
Niko Paech (2012, p. 120 y ss.) aboga por patrones de abastecimiento
simples y autónomos y, en consecuencia, por una “subsistencia
creativa” mediante la autoproducción, y los usos comunes, y
con tiempos de uso más largos. En las empresas, podemos atenuar la
obligación de crecer, reduciendo los grados de especialización. Todo
esto debe conducir a que la producción consuma menos “capital” y,
por tanto, haya menos créditos que pagar.
Igualmente, como señala Paech (2013), se trata de producir local
y regionalmente, para acortar y desenredar las cadenas de producción,
y generar cercanía y confianza, “lo cual de por sí permite
conseguir capital con menos interés” (Paech, p. 108). A eso se
sumarán la reducción y redistribución del horario laboral. Como
consecuencia del cambio en el consumo, los bienes de consumo de
larga vida ganarán mayor importancia. Pero, sobre todo, las personas
necesitan “ejercitar su capacidad” de vivir diferente (Paech,
2013), y los países deben “aprender a vivir con lo nuestro, es decir,
por los nuestros y para los nuestros”, como atinadamente planteaba
Aldo Ferrer (2002).
En ocasiones, se entiende el decrecimiento como instrumento
contra el acorralamiento provocado por un consumismo desbocado
e insostenible, o la canalización de lo imaginario para superar las actuales
circunstancias reinantes. Por lo tanto, el decrecimiento, como
reto sociocultural y no simplemente económico, puede contribuir a
descolonizar lo imaginario (Muraca, 2013; Kallis y March, 2015;
D’Alisa, Demaria, y Kallis, 2015).
En correspondencia, las propuestas para cambiar la sociedad están
en el nivel estructural e institucional, en las relaciones de fuerza,
en el imaginario (imaginary) y también en las prácticas (Latouche,
2010; Muraca, 2014). La visión de Welzer y del Proyecto FuturoDos
2014; también en el mismo libro, el artículo de Josef Estermann denominado
Ecosofía andina – Un paradigma alternativo de convivencia cósmica y de
vida plena; Atawallpa Oviedo Freire (2011). Qué es el sumakawsay – Más allá del
socialismo y capitalismo, Quito. Otro libro recomendable es el de Omar Felipe
Giraldo (2014). Utopías en la era de la supervivencia – Una interpretación del Buen Vivir,
Editorial Itaca, México; o los textos del autor de estas líneas, como El Buen Vivir
Sumak Kawsay, una oportunidad para imaginar otros mundos, Icaria, 2013.
Elementos centrales de la perspectiva del decrecimiento 103
(FuturZwei) señala que se necesita un nuevo paradigma social: una
oferta emocional, portadora de identidad sobre cómo queremos vivir
en el futuro inmediato y mediato (Ibíd., p. 40; similar en Thie,
2013).65 Se trataría de una “educación para el deseo” (Muraca, 2014),
que permita encontrar respuestas a un malestar común y al anhelo
de una historia: un relato positivo.
Una fortaleza del debate sobre decrecimiento es que repolitiza
el margen –supuestamente estrecho– para manejar la crisis, que implica
no cuestionar el crecimiento ni la competitividad. Con ello, va
mucho más allá del enfoque de Thomas Piketty (2015), centrado en
la política distributiva de la riqueza material, y que en la actualidad
es ampliamente destacado.
Esta repolitización manifiesta la desazón general, en especial de
las generaciones jóvenes que han crecido bajo regímenes neoliberales,
o que en su vida política solo han conocido el tiempo de la crisis.
Existen o hay que construir nuevos horizontes, que con prácticas
alternativas son alcanzables. Por consiguiente, es factible e indispensable
criticar el supuesto “autogobierno neoliberal”, con todas las
experiencias de inseguridad y precariedad que este implica para las
personas. Crítica que no será transformadora si no se cuestiona simultáneamente
al capitalismo.
3.3. Ambivalencias de la perspectiva del decrecimiento
En este punto, cabe abordar algunas ambivalencias del decrecimiento:
el conflicto entre proyectos concretos y una visión social
más integral; la desatención de temas de dominación social y sobre
la Naturaleza; así como cuestiones de organización del trabajo remunerado
y de las necesidades en una sociedad del postcrecimiento.
Pese a que la visión del decrecimiento busca una perspectiva social
integral –que, en un sentido amplio, abarque los modos de producción
y de vida, en general–, se concentra en proyectos más bien
concretos: esta es una primera ambivalencia. Esta aproximación,
65 El proyecto plantea una pregunta interesante: ¿Cómo vamos a ver en el futuro,
por ejemplo en 2050, lo que hicimos hoy para empezar y promover ciertos
cambios?, o sea, ¿cómo vamos a ver a lo que pasó en la actualidad?
104 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
bajo las tendencias sociales predominantes, no nos puede sorprender.
Hans Thie (2014) da en el clavo al remarcar que:
(…) más allá de los pioneros y de los privilegiados que han entendido
el asunto, la economía del post-crecimiento solo puede convertirse
en una visión fuerte si la libertad de llevar una vida autónoma llega a
arraigarse en toda la sociedad. La traición individual del crecimiento
(es decir la renuncia consciente a una vida devoradora de recursos
naturales) puede fortalecerse y volverse más política, siempre y
cuando asimile lo que como demanda humana ya existe: eliminar la
necesidad existencial (p. 4).
A nuestro parecer, el malestar, por ejemplo, de los sindicatos66 y
de muchas personas frente al decrecimiento, es apoyado y fomentado,
sobre todo, por estratos medios cosmopolitas que sí podrían
renunciar a ciertas cosas e integrar esa renuncia a sus pretensiones y
prácticas. Por eso dicen que con el discurso sugestivo de la “liberación
de la abundancia” no se considera la pobreza, la marginación,
los temores y las humillaciones reales a los que muchas personas
están expuestas. Incluso se asevera que se congelaría en el atraso a
miles de millones de personas en el mundo empobrecido, que incorpora
cada vez a habitantes del propio Norte global. Además,
por mucho que el crecimiento genere inestabilidad, las aspiraciones
individuales de amplios sectores de la población están ligadas
precisamente con eso: “crecer”. “Crecer”, en esta civilización de la
desigualdad –la civilización capitalista–, es sinónimo de éxito. Hasta
se valora a determinados productos cuando son caros, como sucede
con los conocidos bienes Veblen (Leibenstein, 1950), que se emparentan
con el “consumo conspicuo”, de Thorstein Veblen (1899) y
John Maynard Keynes (1930). Recuérdese que el precio no siempre
refleja la escasez o abundancia de un producto, como –entre otros–
lo ha demostrado magistralmente Raj Patel (2009). Esto no es una
consecuencia de falta de información.
Atado a lo anterior, es importante notar que los debates sobre experiencias
y tendencias que deberíamos retomar sobre cómo lograr
66 Véase Bsirske (2012), Reuter (2014).
Elementos centrales de la perspectiva del decrecimiento 105
la necesaria coordinación social, son más implícitos que explícitos.
Muchas propuestas se concentran en nichos sociales y espacios de
experimentación.
Una segunda ambivalencia es el no tratamiento de cuestiones
relacionadas con la dominación (Brand, 2014). Ver los nichos y las
prácticas alternativas propias de cada quien puede ser políticamente
motivante, porque no considera el contexto –normalmente no favorable–
ni sus prácticas. Sin embargo, es fundamental cambiar el
papel de las condiciones macroestructurales socioeconómicas y políticas,
socioestructurales, culturales y subjetivas e, incluso, los conceptos
predominantes de las circunstancias naturales y de la Naturaleza.
El crecimiento económico exigido por el capitalismo configura
las estructuras de propiedad y de clases, y la consecuente dominación
y opresión de clase; también constituye las relaciones de género,
étnicas e internacionales, como la dominación de la Naturaleza.
Aquí aparece un punto crucial: la dominación como elemento fundamental
de una sociedad conformada en clases, sobre la base de la
sociedad privada. Cualquier alternativa debe considerar y cambiar
esta condición existente.
La política orientada en el Estado y los partidos políticos, con un
fuerte enfoque en crear constelaciones de crecimiento capitalistas políticamente
convenientes, se debe a estructuras de poder sociales y socioecológicas,
y es constituyente de ellas. Asimismo, el crecimiento capitalista
se basa en la competencia entre diferentes espacios sociales (llamados
“lugares de producción”). Bajo la globalización capitalista, los perfiles y
contornos de estos espacios sociales tienden a destacarse aún más.
En su calidad de personas asalariadas, las mayorías –impotentes–
reconocen y aceptan no solo el crecimiento capitalista, sino también
las constelaciones de propiedad y dominación que lo fundamentan.
Marx y Engels (1970) lo expresaron así:
El poder social, es decir, la fuerza de producción multiplicada, que
nace por obra de la cooperación de los diferentes individuos bajo
la acción de la división del trabajo, se les aparece a estos individuos,
por no tratarse de una cooperación voluntaria, sino natural,
no como un poder propio, asociado, sino como un poder ajeno,
106 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
situado al margen de ellos, que no saben de dónde procede ni adónde
se dirige y que, por tanto, no pueden ya dominar, sino que recorre,
por el contrario, una serie de fases y etapas de desarrollo peculiar
e independiente de la voluntad y de los actos de los hombres y
que incluso dirige esta voluntad y estos actos (p. 36).
Es ante este trasfondo que Antonio Gramsci elaboró su concepto
de hegemonía. Según él, los elementos de consenso tanto materiales
como ideológicos de la dominación se estabilizan mediante “el sentido
de la razón cotidiana” (Gramsci, 1996 [1930]), que acepta ciertas
dimensiones centrales del poder y de la dominación social como no
cuestionables. En este sentido, la hegemonía es una práctica material
integral, es decir, “las iniciativas cotidianas de muchos individuos y
grupos sociales, que –en forma de una auto-sumisión activa a las
costumbres comunes de grandes colectivos– muestran su aceptación
de la dominación” (Demirovic, 1997, p. 257).
Desde la teoría de la hegemonía, cabe considerar que los individuos
sometidos a tal dominación no conciben las constelaciones de
poder sociales como tales, sino como una fuerza muda de circunstancias
anónimas; como procesos de avance tecnológico, de mercados
globales, productivismo y globalización, que prácticamente están
fuera de su control. Estas constelaciones, al parecer, son asumidas
como parte de un orden natural. La mayoría de las personas tiene
poca capacidad de acción, menos aún de comprensión, lo que también
explica su inacción. Además del aseguramiento de sus ingresos,
uno de los motores de acción más importantes es el apuntalamiento
del estatus, y ambos, por su parte, respaldan el modo de vida imperial.
He ahí la base de la cultura capitalista.
Para enfrentar el reto, se requieren otros paradigmas, conceptos,
teorías, indicadores y herramientas, enfocados en concebir y realizar
esa nueva forma de vida solidaria, equilibrada y con sentido entre
individuos y colectividades, sociedad y Naturaleza. Vemos a diario, en
todo el planeta, muchísimas y múltiples prácticas alternativas, sustentadas
en otras visiones del mundo, que surgen de la cotidianidad social
y de la práctica política, más que de teoría alguna. Allí radica el gran
potencial transformador, más aún que en el mundo de las teorías.
Elementos centrales de la perspectiva del decrecimiento 107
Punto clave: hay que deseconomizar muchos campos en donde el
fetichismo capitalista ha tergiversado valores y principios; por ejemplo,
toda esa trampa de conceptos como “capital humano” o “capital natural”,
que los asume intercambiables entre sí o con el capital financiero,
e, incluso, los entiende como objetos amortizables (Spash, 2012).
Otra ambivalencia que es pertinente mencionar se asocia con
el trabajo (remunerado), que hasta ahora no se vincula en forma
sustancial con el debate del decrecimiento (Reuter, 2010).67 Esto sorprende,
pues es un momento central de la socialización de las dinámicas
y los problemas relacionados. En sociedades con producción
capitalista, las mayorías no poseen medios de producción y no cuentan
con ahorros suficientes que los liberen de vender su fuerza laboral.
Así se reproduce el trabajo asalariado, que justamente produce
la mercancía capitalista. En todo ello, la reproducción del trabajo
asalariado y de las personas mismas en sus diferentes fases de vida
y en todas las capas sociales, no solo se basa en el salario sino en el
trabajo del hogar y de cuidado, que, por lo general, es realizado por
mujeres. Este fenómeno es el resultado de una asimetría en las relaciones
de género, con la distinción social entre trabajo “valioso” y
“no valioso” (Biesecker y Hofmeister, 2010; D’Alisa et al., 2015). Así,
consideramos que la visión del decrecimiento debería concentrarse
más en el “acaparamiento en el campo del trabajo de cuidado”
(Dörre, Ehrlich y Haubner, 2014).
En el campo político-estratégico, también extraña la poca importancia
que el debate del decrecimiento otorga al trabajo. Es sorprendente,
porque las perspectivas de vida y de empleo son fundamentales
para realizar y poner en práctica otras formas de vida digna.
No solo se trata de producir menos, sino de producir para vivir bien.
Puestas las cosas en orden, el trabajo contribuirá a la dignificación
de la persona.
Y en este contexto, habrá que pensar también en un proceso
de distribución del trabajo asalariado, que cada vez es más escaso.
Para lograrlo, la reducción del tiempo de trabajo y su redistribución
exigen redefinir colectivamente las necesidades axiológicas y
67 Sobre la importancia del debate del decrecimiento para la sociología del trabajo
en general, véase Mahnkopf (2012).
108 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
existenciales del ser humano (en función), con la mira puesta en la
cobertura de los satisfactores singulares y sinérgicos,68 ajustados a las
disponibilidades de la economía y la Naturaleza. Por lo tanto, resulta
indispensable construir alternativas transformadoras. Hay que
modificar aquella visión errada de que las necesidades son infinitas,
pues estas, como aclararon Manfred Max Neef, Antonio Elizalde
y Martín Hopenhayn (1986), son conocidas, siempre las mismas y
constantes en todo tiempo y cultura; lo que cambian son los satisfactores.
Esto será posible solo si se construyen sociedades afincadas
sobre las equidades y la igualdad, en las que se introduzcan, a través
de concertaciones democráticas, otros valores y prácticas en la sociedad;
este proceso estará vinculado, por cierto, con una nueva forma
de pensar y organizar la economía y la sociedad misma.
Todavía el debate no ha determinado qué formas de trabajo y
qué sectores deben fortalecerse. Norbert Reuter, economista del Sindicato
Unido del Sector Servicios alemán (Ver.di), aboga por expandir
los servicios, pues en países como Alemania suelen dañar menos
al medioambiente y su productividad aumenta lentamente, y porque,
además, en áreas como formación/capacitación, salud, educación
y atención de personas, urgen políticas, incentivos, instituciones
que propicien una acción diferente.
Nosotros consideramos pertinente mirar a las constelaciones actuales
específicas en el sector del trabajo, de la distribución del trabajo
y de la relación entre trabajo remunerado y otras formas laborales.
El trabajo concreto está profundamente arraigado en diversas
formas de dominación empresarial y social (de clase, de género, de
raza), en políticas estatales, formas y visiones de una vida atractiva,
y también en las diferentes subjetividades. En consecuencia, la reorganización
del trabajo (redistribuir el trabajo) está estrechamente
enlazada con la redistribución del poder, de la riqueza y de la participación,
así como con la capacidad de acción social y política.
La redistribución de la riqueza (p.e. de la tierra y el agua, de los
ingresos y la riqueza misma), y la distribución del ingreso, con criterios
68 Los satisfactores no son objetos materiales, sino construcciones culturales que
pueden o no involucrar bienes económicos; varían con el tiempo y la cultura;
aún más, permiten definirla. Los bienes cambian con los ciclos económicos,
la moda, y pueden ser coyunturales.
Elementos centrales de la perspectiva del decrecimiento 109
de equidad, así como la democratización en el acceso a recursos económicos
(como créditos), están en la base de alternativas económicas;
o sea, de una economía solidaria, incluyendo cooperativas, economías
comunitarias, autogestionarias y públicas.69 Las finanzas deben apoyar
al aparato productivo y ya no ser instrumentos de acumulación y
concentración de riqueza en pocas manos; menos aún, ser fuente que
alimente la especulación.
Una mirada a las estructuras de poder sociales también nos permitiría
comprender que si no son transformadas, una economía que
ya no crece podría fortalecer tendencias capitalistas monopólicas.
Este es un tema que debe analizarse con detenimiento. El decrecimiento
per se no cambia las estructuras y constelaciones de poder.
Como anota Barbara Muraca (2014), es posible que se reproduzcan
incluso estructuras de corte fascista y algún tipo de nacionalismo
exacerbado.
Una de las estrategias populares al interior del debate sobre el decrecimiento
es la desmonetarización de la economía. Sin embargo,
Exner (2014) explica que eso no será suficiente, y forzosamente hace
falta transformar las esferas y constelaciones sociopolíticas.
Entonces, la modificación del marco general,70 tal como propaga
la perspectiva del decrecimiento en términos amplios, probablemente
no sea suficiente para lograr los objetivos deseados.
Por último, permítasenos señalar que el decrecimiento es una
perspectiva de cambio fundamental de las constelaciones de producción
y de vida, de las estructuras y los dispositivos sociales
correspondientes, para llegar a una visión, como el Buen Vivir, o
más precisamente dicho: para crear las condiciones para un Buen
Vivir plural, puesto que las ideas sobre lo que es el Buen Vivir seguirán
difiriendo. Y no solo eso: sería un error tratar de definir y, más
aún, imponer un esquema único de Buen Vivir.
¿Cuáles son los caminos y formas institucionalizadas aceptables
y cómo consensuarlos en la sociedad? ¿Cómo negociar las necesidades
y las formas para satisfacerlas? ¿Cómo se trataría a personas
69 La discusión sobre esta cuestión es cada vez más amplia en todo el mundo. A
modo de ejemplo, recomendamos los aportes de José Luis Coraggio (2011) y
Franz Groll (2013), entre muchos otros.
70 Véase aportes en Seidl y Zahrnt (2010).
110 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
y grupos con otras visiones y cómo hacer para que los principios y
prácticas del decrecimiento y de nuevas formas de bienestar no se
vuelvan un paradigma represivo? (Graefe, 2016). Además, ¿cómo
manejar el hecho de que cuando de necesidades y su satisfacción
se trata, el disfrute esté precisamente en no (tener que) justificarlas?.
Y, con eso, llegamos a los procesos de negociación sociales y
a las estructuras y los procesos democráticos. En palabras menos
propias de los clásicos citados, ¿quién le pondrá el cascabel al gato?
Sin duda, en una sociedad donde el decrecimiento adquiere fuerza,
deben minimizarse la coacción y la violencia. Con seguridad
habrá tensiones y conflictos entre constelaciones de poder a escala
local, regional y nacional. El asunto es cómo manejarlos en cada uno
de esos espacios.
3.4. Decrecimiento, ¿una perspectiva para el Sur global?
Está claro que urge discutir de manera seria y responsable sobre
el decrecimiento económico en el Norte global (no basta el crecimiento
estacionario), que necesariamente deberá venir de la mano
del postextractivismo en el Sur global. Ahora, cuando los límites de
la sustentabilidad del mundo están siendo literalmente superados,
es indispensable, además, construir soluciones ambientales, vistas
como una asignatura universal. Por cierto, eso implica repensar, desde
sus raíces y peculiares dinámicas, la economía, la política y las
estructuras sociales.
Por un lado, los países actualmente empobrecidos y estructuralmente
excluidos tendrán que buscar opciones de vida digna y sustentable,
que no representen la reedición –en muchas ocasiones caricaturizada–
del modo de vida imperial. Mientras que, por otro lado,
los países “desarrollados” deberán resolver los crecientes problemas
de inequidad internacional que ellos han provocado; en especial, estarán
obligados a incorporar criterios de suficiencia en sus sociedades,
antes que intentar sostener, a costa del resto de la humanidad, la
lógica de la eficiencia, entendida como la acumulación material permanente.
Los países ricos, en definitiva, requieren cambiar su modo
de vida que pone en riesgo el equilibrio ecológico mundial, pues
Elementos centrales de la perspectiva del decrecimiento 111
desde esta perspectiva son, de alguna manera, también subdesarrollados
o “maldesarrollados” (Amin, 1990; Tortosa, 2011). En este
empeño, será necesario desandar gran parte del camino recorrido,
dar marcha atrás en un crecimiento cuyos resultados resultan irrepetibles
a escala mundial. A la par, deben asumir su corresponsabilidad
para posibilitar una restauración global de los daños provocados; en
otras palabras –como ya lo indicamos– no pueden evadir el pago de
su deuda ecológica, además de las deudas históricas (incluyendo las
culturales), que provienen de sus pasados imperiales.
De todas formas, este debate del decrecimiento en el Sur global
se encuentra en un nivel embrionario. Eso se constata en las diversas
discusiones sobre esta cuestión. La Conferencia sobre el Decrecimiento
de Leipzig, en 2014, por ejemplo, ofreció varios eventos y
talleres en donde se debatió si el concepto encajaba en la búsqueda
de alternativas en el Sur global. Las respuestas fueron diversas, pero
en su mayoría se asumió que esta es una asignatura solo para el
Norte global.
Si bien es evidente que el imperativo capitalista del crecimiento
y la orientación clásica en el “desarrollo” representan un problema
también en el Sur, el decrecimiento todavía no logra permear
conceptualmente la resistencia y las alternativas. Ashish Kothari, un
conocido intelectual de la India y cofundador de la ONG Kalparvriksh,
fue al grano, al señalar que “términos únicos no sirven para
todo el mundo”.
Para presentar en la mencionada Conferencia de Leipzig, Beatriz
Rodríguez-Labajos, de la Universidad Autónoma de Barcelona y del
grupo de investigación internacional Ejolt71 aplicó una encuesta en
la que indagó si el decrecimiento podría servir como perspectiva
para el Sur global, entre contrapartes del proyecto en Ecuador, Uruguay,
Kenia, Nigeria y Sudáfrica (Rodríguez-Labajos et al., 2016).
En correspondencia con los aspectos señalados, Rodríguez-Labajos
plantea otra terminología que la del decrecimiento y, sobre
todo, estrategias y tácticas más adecuadas que retomen otras luchas
y prácticas actuales. De manera similar, Gudynas observa:
71 Web del grupo de investigación internacional Ejolt: http://www.ejolt.org
112 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
Las posiciones sudamericanas coinciden [con la perspectiva del decrecimiento]
en tanto que dirigen la mirada hacia los aspectos negativos
del crecimiento. Sin embargo, optan por separar el concepto
del crecimiento de la esencia de los debates sobre el desarrollo. Su
perspectiva es la del no-crecimiento. Y efectivamente, en los modelos
alternativos que actualmente se barajan, no hay que entender el
decrecimiento de algunos sectores como la meta sino como la consecuencia
de la búsqueda de objetivos de calidad social y medioambiental
(2012b, p. 15).
Ashish Kothari piensa en la misma dirección. Él acota que para
las sociedades del Sur global el decrecimiento o postcrecimiento no
es una estrategia adecuada, y que lo fundamental son los debates
sobre el bienestar (estar bien o buen vivir o vivir bien). Al respecto,
propone el concepto de la democracia ecológica radical. Para comprenderlo,
hay que tomar en cuenta el contexto y las tendencias que
recientemente se observan en la India.
El crecimiento inducido por los mercados globales ha generado
muy pocos buenos empleos formales y ha empujado a más de cientos
de millones de personas hacia los sectores informales (Shrivastava
y Kothari, 2012). Es cierto que vienen construyéndose grandes infraestructuras,
grandes empresas industriales y centros comerciales,
(…) pero más de dos tercios de la población india siguen viviendo
privados de una o más necesidades básicas: alimentación sana,
agua y aire puros, acceso a una vivienda digna, saneamiento básico
y energía, oportunidades de formación, salud, sustento productivo
(Kothari, 2014a).
En estos resultados, el crecimiento económico carga con parte
de la responsabilidad. El fetiche del crecimiento y su supuesto de
que combate la pobreza –así señala Kothari– es una de las causas
de los enormes problemas que tenemos. Así, un estudio de la Cámara
de Comercio de la India, realizado en 2008, muestra que la
India consume el doble de recursos de los que tiene. En una de sus
estimaciones, el Banco Mundial (2013) conjuga ambas dimensiones:
Elementos centrales de la perspectiva del decrecimiento 113
aproximadamente el 5,7 % del crecimiento económico se pierde
por la destrucción del medioambiente, en donde el punto clave es
el crecimiento real de los gastos de salud, como consecuencia de
la destrucción medioambiental. Bien sabemos que si el cálculo del
crecimiento del PIB incluyera todos los problemas ambientales y sociales,
saldría negativo.
Asimismo, Kothari (2014b) señala que en la India la fijación en el
crecimiento económico no permite que las alternativas surjan, y que
les falta un marco coherente:
Lo que es importante conocer es la esencia de estas iniciativas y ver
si los valores que emergen de ellas pueden ofrecer un marco cohesivo
capaz de retar la visión y las prácticas que actualmente dominan
la mentalidad del desarrollo centrado en el crecimiento.
El nombre que Kothari le da a este marco es “democracia ecológica
radical”, y la dota de cinco elementos en extremo potentes, que deberíamos
asumirlos como referentes en la construcción de alternativas:

• Sostenibilidad ecológica,
• Bienestar social y justicia social,
• Democracia directa,
• Democracia económica y
• Conocimientos comunes.
También el concepto de la justicia ecológica podría servir como
punto de referencia para muchos debates. A estas alturas de la discusión,
es obvio que no puede haber justicia ecológica si no viene de
la mano de justicia social, y viceversa, como ya lo hemos anotado en
un par de ocasiones.
114 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
Elementos centrales de la perspectiva del decrecimiento 115
4. POSTEXTRACTIVISMO
COMO CONCEPTO NUEVO Y
CONDICIÓN PARA UN BUEN VIVIR
116 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
Postextractivismo como concepto nuevo y condición para un buen vivir 117
Debe quedar clara la urgencia de analizar la economía y la sociedad
misma del crecimiento. No basta propiciar un crecimiento
estacionario. Se requiere el “decrecimiento” en el sentido descrito:
desacelerar cambiando la economía y realizar una transformación socioecológica
que incluya cambios profundos de imaginarios y relaciones
de poder; prácticas económicas, políticas y culturales diferentes;
otras formas de procesar los conflictos a diferentes niveles, empezando
por limitar los intereses dominantes y su poder. Si la economía decrece,
la única forma posible de generar bienestar a más personas es un
cambio profundo en la distribución y en los patrones de consumo.
4.1. Buen Vivir y postextractivismo
Como lo vimos anteriormente, son ya muchos los pensadores en el
Norte global que han demostrado las limitaciones del crecimiento
económico. Pero, ¿cuál es su significación en el Sur global? En este
punto, las mencionadas preguntas formuladas por el notable pensador
mexicano Enrique Leff (2008) son cruciales. Para comenzar, él
plantea que
(…) no debemos pensar solamente en términos de decrecimiento,
sino de una transición hacia una economía sustentable. Esta no podría
ser una ecologización de la racionalidad económica existente,
sino Otra Economía, fundada en otros principios productivos. El
decrecimiento implica la deconstrucción de la economía, al tiempo
que se construye una nueva racionalidad productiva (p. 3).
Y de allí se pregunta:
• ¿Cómo desactivar el crecimiento de un proceso que tiene instaurado
en su estructura originaria y en su código genético un
motor que lo impulsa a crecer o morir?
118 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
• ¿Cómo llevar a cabo tal propósito sin generar como consecuencia
una recesión económica con impactos socioambientales de
alcance global y planetario? (p. 3)
De una u otra forma, se expande la construcción de alternativas
para generar una forma distinta de organización de la reproducción
y de la misma sociedad. Requerimos otra economía para otra civilización.
Ese es el reto que se acepta. Y aunque el decrecimiento no
está tan posicionado como en Europa, también es motivo de preocupación
en el Sur.
Esto demanda que los nuevos motores de la economía giren alrededor
de la solidaridad, reciprocidad, complementariedad y armonías,
y la relacionalidad. Así –siguiendo las reflexiones de Enrique
Leff– se debe deconstruir la racionalidad capitalista y reconstruir alternativas,
para superar al capitalismo. Al reconocer y valorar otros
saberes y prácticas, así como al reinterpretar socialmente la Naturaleza
desde imaginarios culturales, como los del Buen Vivir o Sumak
Kawsay, se podrá construir esa nueva racionalidad social, política,
económica, cultural, indispensable para la transformación.
Entonces, en lo económico se precisa reorganizar la producción,
desengancharse de la excesiva dominación de los mecanismos de
mercado (sobre todo mundial), restaurar la materia utilizada, para
reciclarla y reordenarla en nuevos ciclos ecológicos. El mundo necesita
también una racionalidad ambiental que deconstruya la (i)
racionalidad económica, a través de la reapropiación de la Naturaleza
y reterritorialización de las culturas. Las visiones utilitaristas
deben ceder paso a otras aproximaciones sustentadas en los Derechos
de la Naturaleza y siempre en los Derechos Humanos. Así, el
abastecimiento de las sociedades se transformará desde estas nuevas
y renovadas perspectivas de reproducción de la vida: las viviendas
y el transporte, las ciudades y el campo, el sistema de agricultura y
alimentación, la educación y la salud, la comunicación y el vestuario.
En América Latina hay muchos conceptos para alternativas
de fondo. Pero decrecimiento y postcrecimiento aún no son parte
sustantiva de ellas. Sin embargo, hay otras opciones que implican
potentes alternativas. Especialmente en los países andinos, el Buen
Postextractivismo como concepto nuevo y condición para un buen vivir 119
Vivir o Buenos Convivires adquiere cada vez más defensores.72 Tanto
en Ecuador (2008), como en Bolivia (2009), el Buen Vivir o el
Vivir Bien, respectivamente, llegaron a ser partes importantes de sus
Constituciones, que definen Estados plurinacionales,73 incrementan
la autonomía de los pueblos indígenas, los derechos colectivos, entre
otros avances fundamentales en esas direcciones. En el caso ecuatoriano
y —no así en el boliviano—, se llegó incluso a reconocer
constitucionalmente los Derechos de la Naturaleza.74
En cambio, en Brasil, por ejemplo, estas visiones alternativas no
han llegado a tener importancia, y la visión que mejor caracteriza la
diversidad de resistencias75 y alternativas es la justicia ecológica. En
muchos debates concretos, los temas centrales son la soberanía alimentaria,
el derecho a la ciudad, a la ciudadanía y otros; pero, poco
a poco, vienen relacionándose y acercándose con lo que entendemos
como el paradigma del Buen Vivir.
En ese contexto, emerge otro concepto que generará lazos y vínculos
sociopolíticos: el postextractivismo. Nace de una constelación
doble: la exitosa movilización contra el neoliberalismo y el cuestionamiento
del neoextractivismo, impulsado por gobiernos abiertamente
neoliberales o “progresistas”. El intento de fortalecer y perfilar el postextractivismo
se comprende como la tentativa de crear condiciones
necesarias para que enfoques como el Buen Vivir puedan cristalizarse,
y para aportar al debate con una posición radical.
72 Dejemos sentado en este libro que cuando se escribe Buen Vivir o Vivir Bien,
salvo que se anote expresamente lo contrario, se lo interpreta como sumak kawsay
(kichwa), suma qamaña (aymara), ñande reko (guaraní).
73 La discusión sobre la plurinacionalidad y los aportes del mundo indígena en
este sentido son sumamente amplios en Bolivia y, en menor medida, en Ecuador.
De una muy larga lista, se podría recomendar los textos en alemán de
Isabella Radhuber y Philipp Altmann, así como los aportes de Aníbal Quijano,
Boaventura de Sousa Santos y Raúl Prada Alcoreza, entre otros.
74 Para el debate del concepto, véase p.e. Gudynas (2012a), exposiciones en Lang
& Mokrani (2013), Acosta et al. (2013), Villalba (2013), Sistematización del
debate feminista por Vega Ugalde (2014).
75 La literatura sobre las resistencias a los extractivismos crece y se diversifica
continuamente, por lo que sería muy difícil hacer una selección de los textos
más destacados. Sin embargo, proponemos la lectura del libro editado por
Maristella Svampa y Mirta A. Antonelli: Minería transnacional, narrativas del desarrollo
y resistencias sociales (2009), o del libro coordinado por Tatiana Roa Abendaño
y Luisa María Navas: Extractivismo – Conflictos y resistencias (2014).
120 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
Ahora, hace falta especificar los contenidos del término Buen
Vivir, pues hablamos de un campo político y epistémico muy controvertido
(Gabbert, 2012). Todavía no se puede afirmar que las actuales
propuestas del Buen Vivir en América Latina vengan acompañadas
de un decrecimiento, en el sentido de desmaterialización,
descosificación y descentralización.76 Así, por ejemplo, el Plan Nacional
de Desarrollo de Ecuador cambió de nombre a Plan del Buen
Vivir y propaga la necesidad de superar el extractivismo, pero en la
práctica no se cumple este lema, ni siquiera en el propio plan. En
realidad, el gobierno de Correa ahondó el extractivismo –incluso
más que los anteriores regímenes neoliberales–, para supuestamente
“salir del extractivismo”.
Para quienes critican al extractivismo, las tendencias antes descritas
encierran el peligro de una mayor dependencia de la región respecto
del mercado mundial. Esto ocasionará una mayor destrucción
de las bases vitales ecológicas; la externalización de gastos sociales y
ecológicos que conlleva esta forma de economía, y, también, el riesgo
de un creciente menosprecio de los derechos de minorías sociales
y políticas, por parte de quienes sostienen el poder político.77
Los diferentes extractivismos (minería, monocultivos agroindustriales,
minas de carbón, explotación de hidrocarburos, etc.) conducen
a procesos de transformación territorial que desembocan en
un reordenamiento de paisajes, constelaciones sociales y relaciones
laborales, y que fragmentan el espacio. Algunas características de
estos procesos son la modificación de fronteras territoriales y los “encercamientos”
(enclosure), la formación de enclaves, la desdemocratización
del aprovechamiento de la Naturaleza y amplias destrucciones
medioambientales (Fairhead, Leach, y Scoones, 2012; Peluso y
Lund, 2011; Svampa, 2012; Unceta, 2014; Gudynas, 2016). Así, las
legislaciones fiscales y ambientales, así como las políticas infraestructurales
y de fomento, se enfocan en actividades extractivas –pero,
generalmente, sin participación de la población en las regiones afectadas
(Svampa, 2012, p. 56). Tanto en Bolivia como en Ecuador
76 Véase p.e. Unceta (2014, pp. 67-73), Acosta (2014); Moreno (2014, p. 265f)
subraya la necesidad de una desurbanización.
77 Véase p.e. Gudynas (2012a), Lander (2012) y Svampa (2012).
Postextractivismo como concepto nuevo y condición para un buen vivir 121
se han promulgado leyes de minería con una fuerte orientación en
los intereses de los inversionistas (para Bolivia, véase Andreucci y
Radhuber, 2015; Cedla, 2014; para Ecuador, los textos de Sacher y
Acosta, 2012; y Sacher, 2016).
Los modos de vida, de consumo y de producción devoradores
de Naturaleza en el Norte y en el Sur global podrían aumentar aún
más el extractivismo, en la medida que se fomenta un modelo social
y de “desarrollo” basado predominantemente en la explotación de
recursos y en el apoderamiento de rentas, por concepto de la exportación
de materias primas; una realidad patrocinadora de mayor
dependencia de la volatilidad de los precios y del poder oligopólico
de las empresas transnacionales.
Las críticas y las resistencias contra las prácticas extractivistas se
hacen sentir en todas partes, sobre todo en las regiones donde se desarrollan
este tipo de actividades. Sin embargo, muchas veces, en otras
regiones y a escala nacional, estas resistencias y críticas son duramente
reprimidas y también invisibilizadas. En los últimos años, esas protestas
y críticas suelen entenderse como parte de movimientos que
alientan el postextractivismo. Se trata, en primer lugar, de poner sobre
el tapete las controversias y el precio que pagamos con la actual
modalidad de acumulación primario-exportadora,78 para, desde allí,
ir construyendo las alternativas que permitan superar los extractivismos.
No obstante, aún existen vigorosas constelaciones o alianzas de
actores bien definidas que defienden a rajatabla el extractivismo.
4.2. Elementos centrales del postextractivismo
En forma análoga al decrecimiento, el postextractivismo no solo critica
la explotación de recursos naturales y los problemas socioeconómicos,
políticos y ecológicos que esta práctica conlleva; también
sostiene que los procesos actuales constituyen modelos, conceptos y
prácticas de “desarrollo” que deben ser cuestionados. Objeta la fe
inquebrantable de la era moderna en el progreso, en la técnica, en
el paradigma del crecimiento y en la comprensión de la Naturaleza
como recurso explotable. Cuestiona, asimismo, los patrones de
78 Véase Lang y Mokrani (2013).
122 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
dominio político autoritario y vertical, y la asimetría de la integración
al mercado mundial. Por otra parte, revela que la idea actual del desarrollo
y las prácticas correspondientes son totalmente imperiales.
Una perspectiva postextractivista rebate el dualismo entre “desarrollado”
y “subdesarrollado”, entre rico y pobre, avanzado y obsoleto,
civilizado y salvaje. Rompe con el concepto del “desarrollo”,
pensado de forma teleológica; es decir, en dirección a algún objetivo
supuestamente claro, que niega alternativas, sueños y luchas. De hecho,
estas categorías de progreso y desarrollo sintetizan la dominación
y la sumisión (Unceta, 2009).
Así, en cierto sentido, el postextractivismo coincide con el postdesarrollo
(Escobar, 1995; Esteva, 1995; Ziai, 2007). No es un rechazo
general de todo uso o apropiación social de recursos naturales, sino
de la dominación y destrucción de la Naturaleza, de la marginación
y la explotación de los seres humanos, así como de las estructuras
sociales locales y regionales que favorecen la apropiación, motivadas
por el mercado global capitalista.
A la crítica y rechazo de la lógica instrumental e imperial europea,
se suma la demanda de descolonizar el conocimiento y sus
sistemas. La “epistemología del Sur” (De Sousa Santos, 2014) trata
de mostrar que, implícitamente, el pensamiento europeo considera
que gran parte del mundo es “desordenado”, debe ser explotado,
reprimido y, finalmente, integrado a la misma visión europea. En
suma: civilizado. En cambio, desde una “ecología del conocimiento”
se reconocerían como iguales las diferentes formas de conocimiento,
para convertirlas en elementos de descolonización –o, en términos
de la ciencia y tecnología: para aspirar a una coproducción de conocimientos
(Jasanoff, 2004)–.
En general, el debate del postextractivismo parte indicando que
hoy vivimos una crisis universal de la civilización, y no solo una crisis
económica, financiera o múltiple. Esto coincide con nuestra hipótesis
inicial, que asume que vivimos ya una crisis civilizatoria. Sin embargo,
en América Latina no es fácil introducir esta idea al debate
público o al pensamiento cotidiano de la población. Hay una enorme
ilusión de los beneficios que ofrecen el “progreso” y el “desarrollo”
mismo, a pesar de que solo son entelequias que, en el fondo, ocultan
Postextractivismo como concepto nuevo y condición para un buen vivir 123
la real intención: la expansión capitalista. Por tanto, es crucial señalar
con el dedo las enormes implicaciones que trae consigo el neoextractivismo
y su significado cultural-simbólico: con este se recoloniza no
solo nuevos territorios, sino también culturas y mentes.
Al contrario de los debates europeos alrededor del decrecimiento
y la transformación, especialmente en los países andinos (Bolivia y
Ecuador), la experiencia es que los movimientos radicales trajeron
gobiernos “progresistas” y nuevas Constituciones. La sociedad vivió
cambios –tras importantes luchas, por cierto–, y todavía, aunque los
gobiernos de estos países han terminado por convertirse en simples
modernizadores del capitalismo, existe un potencial de cambio para
dejar atrás sociedades y constelaciones neoliberales, así como las
viejas construcciones sociopolíticas y culturales coloniales (aquí la
pregunta correcta es cómo dejar atrás al propio capitalismo). Con
todo, las movilizaciones sociales sí engendran cambios. Eso es lo que
cuenta. En cierta medida, esta experiencia es aplicable también a
Venezuela, Argentina, Brasil, Chile y Uruguay.
Con las propuestas del Buen Vivir no se quiere “regresar” al pasado
ni idealizar modos de vida indígena-comunitarios. Se busca reconocer
y respetar múltiples conocimientos y experiencias, así como
prácticas en todos los órdenes de la vida. Por ejemplo, en Bolivia, los
ayllus79 son unidades de organización social fundamentales para la
convivencia en las comunidades indígenas, y también para organizar
resistencias y alternativas (Vega Camacho, 2013).
El hecho de que los gobiernos “progresistas” promuevan un modelo
de crecimiento neoextractivista está generando nuevas movilizaciones.80
Los ejemplos más emblemáticos son el conflicto boliviano
del Tipnis (Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro-Secure);
las protestas contra el proyecto de la represa de Belo Monte, en el
noreste de Brasil, y el conflicto alrededor de la expansión minera en
Ecuador, en donde fracasó (por ahora) la Iniciativa Yasuní-ITT, en
especial, por la incapacidad del gobierno de Correa de elaborar y
cristalizar una adecuada estrategia política.
79 Se entiende como ayllu al conjunto de familias emparentadas por rasgos de
consanguinidad y afinidad.
80 Colectivo Voces de Alerta (2011), Svampa (2012), Acosta et al. (2013), Klein
(2013), Endara (2014), Lang et al. (2015).
124 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
El tipo de luchas actuales gira en torno de territorios concretos.
Maristella Svampa introdujo el término “giro ecoterritorial”, para
resaltar que en América Latina se trata, en primer lugar, de luchas
por tierra y territorios y, consecuentemente, por más autonomía y
autodeterminación, de luchas contra la marginación social, la destrucción
del medioambiente y a favor de la valorización del ser humano
y la Naturaleza. Las demandas más importantes se refieren a
moratorias en relación con megaproyectos y a la participación de la
población afectada en la planificación de proyectos. Kristina Dietz
amplía aún más la idea:
Un punto en común de las acciones colectivas en las luchas sociales
de la actualidad suele ser el “territorio”, comprendido en un sentido
amplio de la palabra. Las luchas territoriales tratan de quién ejerce
el poder político y económico en el territorio, con qué medios, con
qué legitimación y siguiendo qué conceptos de organización social
y cultural. Las áreas rurales en las que se vienen ampliando la actividad
minera o cultivos de soya transgénica y en las que la propiedad
de las tierras se concentra en muy pocas manos, o los barrios
urbanos (pobres) valorizados económicamente y controlados por el
Estado no sólo son unidades de administración territorial. Son espacios
en los que la población lucha por autonomía política, por participación
y reconocimiento, por derechos fundamentales como p.ej.
la soberanía alimentaria o el acceso a tierra y agua. Podríamos decir
que las luchas sociales actuales “por el territorio” en América Latina
aspiran a una práctica social y democrática diferente, pues al ocupar
tierras con el objetivo de asegurar el acceso o la redistribución, al
bloquear calles y carreteras con el objetivo de evitar la puesta en
marcha de una mina o al ocupar casas con el objetivo de asegurar
viviendas no se trata solamente de cuestiones materiales sino de la
creación de espacios que permitan la generación de nuevas alternativas
de desarrollo (2014, p. 21).
Al respecto, el debate latinoamericano distingue tres formas de
extractivismo: extractivismo “depredador”, actualmente practicado;
extractivismo “sensato”, que respeta ciertos estándares ecológicos y
Postextractivismo como concepto nuevo y condición para un buen vivir 125
sociales, a ser desplegado en la fase de transición postextractivista, y
el extractivismo “indispensable” para la sociedad, donde los criterios
de esta aproximación también son objeto de una negociación social
(Gudynas, 2011, pp. 67-69). En el caso de la tercera forma, ya no
se trata realmente de extractivismo, como una variante dominante
de una economía primario-exportadora, sino de formas razonables,
social y políticamente consensuadas de obtener recursos naturales.
En una primera fase, al introducir estándares sociales y medioambientales,
tecnologías modernas, pagos de compensación para la
población afectada y otras medidas, la transición hacia una economía
postextractivista superaría el extractivismo “depredador”, para
conducir a una versión “sensata” de este. Esto permitiría reducir
la dependencia de las actividades extractivas e, incluso, ampliar el
margen de acción del Estado hacia una política económica alternativa.
La segunda fase se caracterizaría por el tránsito hacia una
economía donde la explotación masiva de recursos naturales se reduzca
a un mínimo, se reconozca la economía plural (incluyendo
formas solidarias y comunitarias), se efectúen reformas agrarias,
se introduzcan tecnologías adaptadas, y se reestructuren tributos y
subsidios con criterios de equidad social y ecológica. En los países
andinos, se ampliarían, además, los Estados plurinacionales. De
igual manera, se intensificarían las cooperaciones e integraciones
sobre bases de solidaridad y mutuo respeto a escala latinoamericana,
en general.
El fomento y fortalecimiento de modos de vida alternativos, basados
en la justicia social y sostenibilidad ecológica, requieren apoyo
político e institucional, e implican un aprendizaje. No hay un plan
maestro, sino ideas, visiones y prácticas de un Buen Vivir, que deben
desarrollarse e instrumentarse en forma no autoritaria, y considerando
el contexto concreto. La no existencia de un plan maestro es una de las
mayores potencialidades, en tanto nos libera de aventuras dogmáticas
y autoritarias impuestas desde arriba o, también, desde afuera.
Es más, la crisis provocada por la superación de los límites de la
Naturaleza conlleva necesariamente a cuestionar la actual institucionalidad
y la organización sociopolítica, sin caer en las trampas de
sus razonamientos conceptuales y teóricos, que apenas permitirían
126 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
su modernización. Tengamos presente que,
(…) en la crisis ecológica no solo se sobrecargan, distorsionan, agotan
los recursos del ecosistema, sino también los “sistemas de funcionamiento
social”, o, dicho de otra manera: se exige demasiado
de las formas institucionalizadas de regulación social; la sociedad se
convierte en un riesgo ecológico (Becker, 2001, p. 8).
Ese riesgo amplifica las tendencias excluyentes y autoritarias, así
como las desigualdades e inequidades, tan propias del sistema capitalista:
“un sistema de valores, un modelo de existencia, una civilización:
la civilización de la desigualdad”, tal como lo entendía el
economista austríaco Joseph Schumpeter.
Ante estos retos, aflora con fuerza la necesidad de repensar la sustentabilidad,
en función de asegurar las condiciones biofísicas de toda
la vida y la resiliencia de la Naturaleza. En otras palabras, la tarea
radica en el conocimiento de las verdaderas dimensiones de la sustentabilidad
y en asumir la capacidad de la Naturaleza para soportar
perturbaciones, que no pueden subordinarse a demandas antropocéntricas.
Esta tarea demanda una nueva ética para organizar la
vida misma. Se precisa reconocer que el desarrollo convencional nos
conduce por un camino sin salida. Aceptemos que los límites de la
Naturaleza, aceleradamente desbordados por los estilos de vida antropocéntricos,
en particular exacerbados por las demandas de acumulación
del capital, son cada vez más notables e insostenibles. Reconocer
este punto es un primer paso para impulsar la gran transformación.
La tarea parece simple, pero es en extremo compleja. En lugar de
mantener el divorcio entre la Naturaleza y el ser humano, hay que
propiciar su reencuentro. Algo así como intentar atar el nudo gordiano,
roto por la fuerza de una concepción de vida depredadora y,
por cierto, intolerable. Bruno Latour (2007, p. 18) nos dice que “(…)
se trata de volver a atar el nudo gordiano atravesando, tantas veces
como haga falta, el corte que separa los conocimientos exactos y el
ejercicio del poder, digamos la Naturaleza y la cultura”.
El aporte de Latour plantea profundos debates en la antropología
sobre la división entre Naturaleza en singular y las culturas en plural.
Empalmando las dos, la política cobra una renovada actualidad.
Postextractivismo como concepto nuevo y condición para un buen vivir 127
Para lograr esta transformación civilizatoria, una de las tareas iniciales
radica en la desmercantilización de la Naturaleza, como parte
de un reencuentro consciente con ella. Los habitantes de las ciudades
deben entender y asumir que el agua, por ejemplo, no viene de
los supermercados o del sistema de suministro municipal del líquido
vital. Más que eso: los objetivos económicos deben respetar el funcionamiento
de los sistemas naturales, sin perder de vista el respeto
a la dignidad humana y procurando asegurar calidad en la vida de
las personas.
Entonces, desde la diversidad propia de la sociedad se irá construyendo
la libertad, la equidad y la felicidad para todos y todas.
La tarea, en concreto, consiste en crear instituciones y normas para
desarrollar y consolidar una democracia más prolífica y radical. Justamente
desde allí se debe construir una transición postextractivista,
como un proceso de democracia sin fin, en el que se conjuguen, por
igual reforma, transformación estructural y rebeldía.
La tarea es revertir el dominio capitalista actual y crear un poder
desde los intereses de toda la sociedad, así como repensar el Estado
desde lo comunitario, al democratizar la democracia. Esto demanda
una democracia directa en todos los ámbitos posibles de la sociedad;
la intervención directa de la propia sociedad organizada, sobre todo
desde los ámbitos comunitarios. Todo esto plantea la necesidad de
crear espacios de autogestión. En síntesis, la solución no está en el
Estado, aunque este, sin ser una herramienta de dominación, sí podría
contribuir a la construcción de una sociedad no jerarquizada ni
autoritaria, siempre que esté controlado desde lo comunitario. Ello
exige un gran esfuerzo y mucha creatividad.
A diferencia del debate europeo, en América Latina se habla
muy poco de consumo o conducta individual, aunque de cuando
en cuando sí surgen críticas respecto del marcado consumismo del
nuevo estrato medio urbano. Sin embargo, en general, los modos de
vida alternativos se conciben más a nivel social y colectivo global, y
menos a escala individual.
Al igual que la perspectiva del decrecimiento, la visión del postextractivismo
implica grandes y amplias transformaciones sociales.
El decrecimiento se arraiga más en el debate ecológico, con un enfoque
más antropocentrista (Escobar, 2015). En ambos debates, el
128 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
concepto de justicia ambiental es clave. A nuestro parecer, el postextractivismo
se concentra más en crear condiciones y formas sociales
de reproducción social integrales –incluyendo en lo “social” aspectos
económicos y medioambientales–. Aquí también coincide bastante
con las experiencias latinoamericanas y las perspectivas feministas
del debate sobre el decrecimiento.
Otros conceptos de Naturaleza, constelaciones naturales, Derechos
de la Naturaleza marcan el camino más allá del decrecimiento.
Se cuestiona radicalmente las visiones de la modernidad capitalista
con su dicotomía entre sociedad y Naturaleza. Asimismo, se objeta
el sometimiento al mercado mundial y la explotación de la Naturaleza
propia de los extractivismos, que implican su sobreexplotación
dramática y hasta su destrucción.
La visión latinoamericana critica como eurocentrista la perspectiva
de mercantilización de la Naturaleza, y abstrae sus calidades
concretas y sus condiciones de reproducción. La Naturaleza no es
externa a la sociedad, manipulable y divisible. Al contrario, se trata
de “comprender al ser humano como parte del tejido de la vida”
(Gudynas, 2012a, p. 26) y de valorizar la Naturaleza extrahumana.81
La perspectiva latinoamericana aprecia más las experiencias y
sentimientos que el debate del decrecimiento (que no lo desprecia
del todo, pero claramente lo valoriza menos). Esta diferencia se debe
a que los debates políticos, en América Latina, son mucho más elaborados
en relación con la historia de la explotación de los recursos,
y con el hecho de que muchas personas viven y experimentan en
carne propia las consecuencias negativas.
Influye también aquello de que en las Constituciones de Bolivia
y Ecuador se valora a la Naturaleza categóricamente, aunque solo
la ecuatoriana estipula los Derechos de la Naturaleza. De hecho, se
otorga derechos no solo a individuos, sino también derechos colectivos
a grupos y comunidades, así como a seres vivos no humanos, incluyendo
la Pacha Mama o Madre Tierra.
Incentivados por los movimientos de protesta indígenas, han surgido
importantes debates sobre la interculturalidad, sobre todo en los países
andinos. Contrariamente al concepto liberal del multiculturalismo,
81 Véanse las reflexiones sobre ecología política.
Postextractivismo como concepto nuevo y condición para un buen vivir 129
la interculturalidad propone un diálogo sobre alternativas al desarrollo
que valore, por igual, todos los diversos aportes culturales, sean saberes
o conocimientos, capaces de trascender la Modernidad occidental. Al
analizar las discusiones sobre Buen Vivir, postextractivismo o alternativas
al modelo de desarrollo actual, vemos que estas aproximaciones
insisten más en los temas de poder y dominación, que en el debate sobre
decrecimiento. Esto se debe a la historia real de la región, pues la violencia
abierta y estructural, la exclusión, la humillación, pero también las
diferentes combinaciones de poder, son mucho más marcadas en América
Latina que en muchas partes de Europa. En el mundo latinoamericano,
las personas sienten las violencias en carne propia, todos los días.
Ahora bien, los enfoques que acabamos de señalar nacen especialmente
de experiencias de vida indígenas y de conflictos territoriales.
La pregunta es si estos debates pueden ser aptos para un continente
como Europa, donde los procesos de urbanización están muy
avanzados y muchas personas ya perdieron el contacto con la tierra
y el campo. Reflexión por igual válida para el continente americano,
en donde el imparable proceso de urbanización ya ha provocado
que más de la mitad de habitantes vivan en las ciudades.
4.3 Un paréntesis necesario: los límites de la Iniciativa
Yasuní-ITT, una propuesta revolucionaria
La Amazonía ecuatoriana ha sido afectada por décadas, debido,
sobre todo, a las actividades petroleras. La biodiversidad, una de
las más ricas del planeta, se deteriora aceleradamente, y los pueblos
indígenas en aislamiento voluntario se ven obligados a vivir en
territorios cada vez más reducidos, en las últimas zonas de bosques
intocados. En una zona cada vez más reducida, que ha perdido aceleradamente
su verdadera riqueza, la biodiversidad, ha aumentado
y se ha concentrado la población indígena. Esto determina que cada
vez hay más oposición de parte de estos grupos humanos y también
de los colonos, por cierto, a estas actividades.
A partir de esta compleja realidad, desde diversos ámbitos, no
solo amazónicos, se enfrenta la explotación petrolera y recientemente
también la megaminería. A la resistencia, que encuentra un hito
130 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
de repercusiones internacionales en el juicio en contra de la transnacional
Texaco, ahora Chevron-Texaco, se sumó la construcción de
alternativas. Una de ellas, también conocida internacionalmente, es
la Iniciativa Yasuní-ITT.82
Vale señalar que el Yasuní –con una extensión de 982 000 hectáreas–,
en 1979 “fue declarado Parque Nacional. Y en 1989, fue
declarada Reserva de la Biósfera por la Unesco”.83 El Yasuní, hábitat
de pueblos indígenas en aislamiento, y una de las zonas más biodiversas
del planeta, representa múltiples principios y valores esenciales
para los seres humanos y no humanos del planeta, como destaca
el colectivo denominado Yasunidos:
• Es el símbolo del Buen Vivir.
• Es el emblema de resistencia de todas las luchas ambientalistas.
• Es la transición a un modelo socioeconómico amigable con la
Naturaleza y con todos los animales, incluyéndonos.
• Es la utopía de otros estilos de vida.
• Es el estandarte mundial para combatir el cambio climático, y
dejar los combustibles fósiles bajo tierra.84
Esta Iniciativa, surgida desde la sociedad civil, mucho antes de
que fuera asumida por el Gobierno, planteaba mantener el crudo
bajo tierra, basada en cuatro pilares:
1. Proteger el territorio y, con ello, la vida de pueblos indígenas
en aislamiento voluntario.
2. Conservar una biodiversidad inigualable en todo el planeta
–la mayor registrada por científicos hasta el momento–.
3. Cuidar el clima global manteniendo represada en el subsuelo
una significativa cantidad de petróleo, con lo que se evita la
emisión de 410 millones de toneladas de CO2
.
82 Esto desató un interesante debate incluso a escala internacional. De una lista
muy larga, destacamos algunos de los aportes de Martínez Alier (2007), Martínez
(2009), Acosta, Gudynas, Martínez, y Vogel (2009), Larrea (2009), Narváez
(2009), Martínez y Acosta (2010), Martin (2010),Vogel (2010), Acosta (2014).
83 Información disponible en http://sitio.yasunidos.org/es/yasuni-itt.html
84 Ver web del colectivo Yasunidos.
Postextractivismo como concepto nuevo y condición para un buen vivir 131
4. Dar un primer paso en Ecuador para una transición postpetrolera,
lo que tendría un efecto demostración en otras latitudes.
Pero hay más. Como un quinto pilar, podríamos asumir la posibilidad
de encontrar colectivamente –como humanidad– respuestas
concretas a los graves problemas mundiales derivados de los cambios
climáticos provocados por el propio ser humano, exacerbados sobre
todo en esta última fase de expansión global del capital.
Inicialmente, el Gobierno ecuatoriano, como muestra de su interés
por cumplir con una de sus ofertas de campaña, buscó posicionar
el tema de la sustentabilidad y recogió esta iniciativa generada desde
la sociedad civil. Se planteó la no exploración de la zona. Como
contrapartida, el Ecuador esperaba la contribución financiera de
la comunidad internacional, que debía asumir su responsabilidad
compartida y diferenciada en función de los muchos niveles de
destrucción ambiental, provocada por las diversas sociedades en el
planeta, en particular por las más opulentas. No se trataba de una
vulgar compensación para seguir forzando el desarrollismo (como
entendió el Gobierno ecuatoriano). Esta iniciativa se enmarcaba en
la construcción del Buen Vivir o Sumak Kawsay, en tanto alternativa
al desarrollo, para, desde allí, ir construyendo un escenario que prevea
detener y también revertir los graves desequilibrios provocados
por el extractivismo, en términos amplios, y en concreto por el crecimiento
económico.
La idea recibió el apoyo e interés de múltiples actores nacionales
e internacionales, movimientos y gobiernos de diferentes continentes;
sin embargo, fracasó a mediados de 2013.85 El presidente
Correa cedió a las presiones de las petroleras y a la necesidad de
obtener recursos económicos, para tratar de sostener su política desarrollista.
En marzo de 2016, Petroamazonas inició “la primera
perforación de un pozo para explotar crudo en el eje de campos
Ishpingo-Tambococha y Tiputini (ITT) o bloque 43, parte de ellos
85 La campaña gubernamental pública en contra de la Chevron-Texaco recién empezó
luego de haber echado por la borda la propuesta de no explotar el Yasuní.
En Perú, específicamente en relación con la explotación minera de Cajamarca,
el presidente Humala prometió originalmente “Agua sí, oro no”; ofrecimiento
que no cumplió posteriormente.
132 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
ubicados en la zona intangible del Parque Nacional Yasuní (…) (El
Comercio, 30.03.2016). Así, este Gobierno posibilitó la entrega directa
a empresas transnacionales de los grandes campos petroleros
en explotación, conocidos como “los campos maduros” o, también,
como “las joyas de la corona”. El propio Rafael Correa, en 2006,
antes de ser presidente de la República, afirmaba con sólidos argumentos
que tales operaciones eran una “traición a la patria”; pero
hoy ese discurso es solo un recuerdo.86
De esta manera, el Gobierno echó por la borda una oportunidad
única, que recibió un amplio respaldo ciudadano: cientos
de miles de firmas, recolectadas por el colectivo Yasunidos y otros
actores sociales, que solicitaban una consulta popular a favor de
dejar el crudo bajo tierra, fueron desconocidas arbitrariamente
por el Consejo Nacional Electoral, que invalidó alrededor del 60
% de firmas.
Por lo pronto, esta Iniciativa aparece como fracasada, porque los
países ricos no asumieron su responsabilidad y, sobre todo, porque
el gobierno ecuatoriano no estuvo a la altura del reto revolucionario
propuesto desde la sociedad civil. Pero aquí está una gran lección:
no bastaba con que la sociedad civil, desde donde emergió esta propuesta,
dejara en manos del Estado continuar con esta Iniciativa. La
sociedad civil debió seguir impulsando directa y activamente esta
propuesta revolucionaria, tanto dentro como fuera del país. Esa tarea
fue reasumida por el colectivo Yasunidos, en agosto de 2013,
cuando el gobierno de Correa reconoció que le había quedado muy
grande esta Iniciativa.
Más allá de los discursos violentos y las amenazas autoritarias
características de un gobierno intolerante, el colectivo Yasunidos no
se ha detenido. Entre otras tareas, ahora, en vísperas de elecciones
para presidente y asambleístas en el Ecuador, este movimiento estableció
una agenda para comprometer a los futuros gobernantes, que
contiene los siguientes puntos básicos:
86 Es recomendable escuchar en su totalidad esas afirmaciones, disponibles en el
siguiente audio: https://www.youtube.com/watch?v=Gn3TmHMZVIk&feature=youtu.be&a
Postextractivismo como concepto nuevo y condición para un buen vivir 133
• Realizar una auditoría al proceso de recolección de firmas para
la consulta popular sobre la explotación del Yasuní y establecer
responsabilidades.
• Revisar concesiones petroleras y mineras, y realizar una auditoría
de los contratos petroleros y sus Estudios de Impacto Ambiental.
• Revisar elementos inconstitucionales de la ley minera, como
actividad en áreas protegidas y servidumbre en fuentes de agua.
• Proteger las fuentes de agua sobre cualquier interés extractivo.
• Respetar las áreas protegidas y zonas intangibles, sobre todo de
los Pueblos Indígenas en Aislamiento Voluntario, donde no se
desarrollarán proyectos petroleros ni mineros.
• Promover la participación, descentralización y procesos de
consultas populares en los territorios.
• Establecer la obligatoriedad de la participación ciudadana sobre
temas ambientales y a todos niveles de gobierno, impulsando
la “consulta previa, libre e informada”, y analizando la
posibilidad de que sus resultados se conviertan en vinculantes.
• Reformar el Código Orgánico Penal y suprimir artículos que
reprimen la protesta social y vulneran derechos constitucionales
como el derecho a la resistencia.
• Indultar o promover una amnistía, según el caso, para aquellas
personas que han sido perseguidas a través de procesos judiciales,
por defender sus ideas, Derechos Humanos o Derechos de
la Naturaleza.
• Impulsar proyectos de legislación completa y desarrollo de políticas
públicas para la protección de derechos de los animales.
• Elaborar una política agropecuaria que cumpla las normas
constitucionales contra el ingreso y cultivo de transgénicos.
• Incentivar la pequeña producción agrícola rompiendo excesivas
cadenas de intermediarios.87
A la postre, un gobierno “progresista” agudizó la dependencia
económica de las exportaciones primarias. En el camino quedaron
los discursos ecologistas e incluso nacionalistas.
87 Tomado de: http://sitio.yasunidos.org/es/comunicacion/blog/266-compromisos-de-los-candidatos-ante-los-siete-puntos-para-yasunizar-el-debate-2017.html
134 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
Por lo tanto, no se trata simplemente de acceder al poder del
Estado y tratar de cambiar la realidad desde allí. El Estado no es
el único y tampoco el principal actor para dar paso a los cambios
estructurales necesarios. Es más, el Estado, tal como está concebido,
reproduce y consolida las estructuras de dominación. Esto es
generalizable a prácticamente todos los Estados del planeta. La gran
transformación que demanda este tipo de propuestas revolucionarias
requiere el concurso amplio de organizaciones políticas y movimientos
sociales de todo el planeta. La lucha local y nacional es
fundamental, pero no tendrá mayor relevancia si no se comienza a
actuar también globalmente.
Postextractivismo como concepto nuevo y condición para un buen vivir 135
5. POSTEXTRACTIVISMO Y DECRECIMIENTO:
HACIA UNA APROXIMACIÓN COMPARTIDA
136 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
Postextractivismo y decrecimiento: hacia una aproximación compartida 137
En América Latina, la idea del “desarrollo” está muy arraigada.
Se da por sentada la necesidad de desarrollar, de crecer y sus respectivas
prácticas. Es interesante anotar, eso sí, que las críticas más recientes
no solo se limitan a rechazar el capitalismo neoliberal –cada
vez más autoritario–, sino que también expresan la frustración por la
incapacidad o falta de voluntad de los “progresismos” para romper
con el extractivismo (Zibechi, 2015; Machado y Zibechi, 2016). Pero
la crítica al crecimiento económico no está en la agenda del día. En
cambio, el debate actual acerca del decrecimiento, en especial en
Europa, surge sobre todo por la crisis múltiple en la que se encuentra
ese continente, y también se nutre de reflexiones muy anteriores,
que alientan una serie de discusiones que rebasan ampliamente los
aspectos coyunturales.
5.1. Decrecimiento y postextractivismo: puntos de encuentro
Lo que comparten las dos perspectivas es la profunda crítica al capitalismo,
en especial, su etapa neoliberal, que conlleva una mercantilización
cada vez mayor de las relaciones sociales y de la Naturaleza.
Asimismo, ambas perspectivas concuerdan en que el problema social
de fondo son las visiones y prácticas de “progreso”, “desarrollo” y
crecimiento, profundamente enraizadas. Manejan varios elementos
de crisis y ejes de conflicto, para desarrollar una perspectiva social
global. De igual manera, para ambas visiones, la desigualdad social
y los problemas ecológicos, con todas sus inequidades, son un aspecto
central de la crisis. Así, coinciden en que la mayoría de reservas
de energías fósiles actualmente conocidas deben permanecer donde
están: en el suelo, tal como recomienda la Agencia Internacional de
la Energía, que de ecologista no tiene un pelo.
Postextractivismo y decrecimiento actúan en un terreno donde
se enfrentan varias fuerzas progresistas (políticamente de izquierda
138 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
y analíticamente críticas), y donde se manejan también enfoques de
desarrollo y crecimiento diferentes: el crecimiento verde o el desarrollo
sostenible. Ambas subrayan la necesidad de distribuir no solo
la riqueza y los ingresos, sino también el poder y la capacidad de
actuar. Así, decrecimiento y postextractivismo buscan superar la
reducción de los debates económicos y sociales progresistas, situados
en la distribución de ingresos, para elevarlos a un nivel político
de profundo contenido estructural. En este sentido, se oponen a las
“falsas alternativas”: aquellas respuestas muy ajustadas a la política
real e inmediata, que se resignan a ver la realidad como algo dado y
difícil de cambiar.
La diversidad de imaginarios y sus orígenes son fundamentales
para entender estos debates, y también para propiciar una gran
transformación socioecológica, que incluye lo económico, lo político,
lo cultural y lo ético. Estas diversas visiones exigen fuerzas sociales
con intención y voluntad, sinceras para imaginar y promocionar
cambios trascendentales, que generen la masa crítica necesaria para
llevarlos a cabo. Habrá que aceptar la diversidad de objetivos y de
posibles caminos, pero siempre a partir de mínimos comunes, desde
donde construir los máximos acuerdos posibles y deseables.
En estos casos, como producto de la experiencia acumulada, se
acepta que no hay rutas predeterminadas e indiscutibles, así como
tampoco se pretende crear un plan maestro o una estratégica única.
Sí está claro que toda estrategia, iniciativa y alianza deben fundamentarse
y desarrollarse considerando el contexto concreto correspondiente,
con la participación de los múltiples sujetos políticos portadores
del cambio. No solo debe provenir desde el Estado, que bien
sabemos favorece precisamente “el orden establecido”.
Es importante este punto en particular. La confianza en las instituciones
sociales y políticas actualmente existentes, como el Estado,
incluso en el mercado o la opinión pública, es escasa. Pero ambas
perspectivas son muy conscientes de su importancia para los procesos
de cambio y transformación –especialmente del Estado. En algunos
enfoques progresistas, se considera todavía al Estado el motor
central para el cambio, aunque los dos conceptos que aquí tratamos
lo conciben como estrechamente vinculado con el gran problema
del modelo de desarrollo.
Postextractivismo y decrecimiento: hacia una aproximación compartida 139
Tanto decrecimiento como postextractivismo se refieren al concepto
de bienestar y a visiones futuras que deben apuntar a la participación
política, a formas de producción social y ecológicamente
compatibles, y a una vida atractiva para todos los seres humanos.
Para lograrlo, dicen, es necesario cambiar las formas desestabilizadoras
del crecimiento capitalista y los intereses consiguientes. Solo
así se conseguirá crear condiciones sociales que permitan a las personas
desarrollar y vivir su individualidad, en un contexto social solidario
y comunitario que es, precisamente, el prerrequisito para ello:
una tarea por demás compleja.
La visión de decrecimiento que postula Stephan Lorenz (2014, p.
72) se vincula directamente con la del postextractivismo, pues recalca
que lo importante del debate son los
(…) movimientos de búsqueda de modelos de vida y de bienestar alternativos
que necesiten menos cosas y que, sobre todo, desarrollen
otra relación con las cosas. El fin y el objetivo no son el mero ‘menos
es más’. (…) En los nuevos conceptos de abundancia y bienestar será
más difícil separar trabajo y consumo, producción y uso.
Y, finalmente, por muchas que sean las diferencias, ambas perspectivas
manejan una fuerte y contundente crítica del conocimiento
(postextractivismo), o de las ciencias actualmente predominantes
(decrecimiento), dirigida en particular a la economía ambiental neoclásica,
pero también a las teorías keynesianas y a las mismas teorías
del desarrollo, hijas de la colonialidad.
5.2. Diálogos y experiencias transnacionales
Cumpliendo con las características de un texto que invita al debate,
a continuación, señalaremos algunos aspectos que, ojalá, permitan
relacionar y motivar un diálogo entre las dos perspectivas. Aportamos,
asimismo, ciertas ideas novedosas y sugerencias.
El postextractivismo recalca, con mayor claridad que las visiones
del decrecimiento, los mecanismos destructores del capitalismo
postcolonial, patriarcal y jerarquizador. Tiene que ver con el hecho
de que las experiencias y vivencias del mercado global, de las
140 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
políticas de dominación, de las dinámicas de la mercantilización y
de la opresión están más presentes en países del Sur global. Y, en
efecto, el debate latinoamericano aclara mucho más aquellos problemas
que nos afectan, estrechamente relacionados con los modos
de vida y producción capitalistas hoy predominantes, cuyos orígenes
coloniales son inocultables. Estos modos no implican solo sistemas
de producción y de consumo específicos, sino también coincidentes
estructuras de poder (incluso sobre la Naturaleza). La visión del postextractivismo
parte de una comprensión más fundamental y holística
del capitalismo –de cuya fuente podría obtener mucho provecho
la perspectiva del decrecimiento–.
El debate sobre las “alternativas al desarrollo”, como marco central
del postextractivismo, constituye una crítica integral del concepto
de desarrollo y del progreso mismo, así como de sus prácticas
relacionadas. Nace en el Sur global y
(…) por lo tanto, tiene una posición especial al interior de la visión
del post-crecimiento, puesto que toma en cuenta aspectos como
pobreza, desigualdad y los problemas ambientales que aquejan las
sociedades del Sur. (…) El lente del desarrollo produce un análisis de
la expansión de la economía basada en el crecimiento (incl. modelos
extractivos actuales) desde el punto de vista del Sur global, cuyo encuentro
con la globalización económica moderna muchas veces ha
sido mediado por la política de desarrollo (Hollender, 2015, p. 74).
Asimismo, la crítica del neoextractivismo está estrechamente vinculada
con el cuestionamiento de las estructuras de poder y dominación
sociales, con las cuales se arraigan e imponen determinadas
formas de apropiación de la Naturaleza.
Aquí cabe rescatar lo que sostienen Schneider, Kallis, y Martínez
Alier (2010, p. 511), cuando afirman que el decrecimiento es una
“transición voluntaria, tersa y equitativa hacia un régimen de menor
producción y consumo”. Por consiguiente, se habla mucho de alternativas
y nichos concretos, en sociedades donde se han conseguido
ciertos niveles de bienestar. Sobre la base de la experiencia latinoamericana,
quienes defienden el postextractivismo responderían que
Postextractivismo y decrecimiento: hacia una aproximación compartida 141
lo de “voluntaria y tersa” quizá subestima las realidades del poder
establecido, de las estructuras sociales y de los dispositivos e intereses
opuestos. En efecto, en América Latina, los conflictos tienen
contornos y perfiles mucho más claros y, por tanto, se debaten más
explícitamente. Ahora bien, el decrecimiento también interviene
en las constelaciones de poder social y político, pero debería hacerlo
de manera más explícita y reconociendo que la disputa por el
poder no es “tersa”, y que los poderosos no cederán sus privilegios
de forma “voluntaria”.
Al igual que la crítica de la dominación, tampoco la perspectiva
de la emancipación se desarrolla lo suficiente. El decrecimiento más
parece advertir a las sociedades de mayores daños y desastres. Por
eso, Niko Paech señala que no hace más que indicar cómo “organizar
el colapso” (2013, p. 228). Pese a ello, cabe señalar que las perspectivas
liberadoras y críticas de la dominación también estuvieron
presentes en la Conferencia de Leipzig.88
Como manifestamos antes, en la alternativa al neoextractivismo,
el concepto de territorio, como estructura social altamente compleja,
tiene un papel más contundente –por no decir fundamental– en
los debates. La crítica del concepto racionalista y dicotomizante occidental
de la Naturaleza y de las constelaciones naturales separadas
de “la civilización” puede ser una inspiración importante para el
decrecimiento. De hecho, tal perspectiva no presenta una novedad
en la controversia; pero, hasta ahora, es poco común.
Ya lo vimos: es notorio que la disciplina científica de la economía
ecológica tiene mayor influencia en Europa. En general, considera
que la economía forma parte de la sociedad, y ambas son parte
de la Naturaleza. A pesar de ello, casi siempre parte de una visión
dicotómica entre sociedad y Naturaleza. Por tanto, el debate del
decrecimiento debe y puede integrar más el aspecto de los Derechos
de la Naturaleza.
Pero, si se plantea superar la explotación de la Naturaleza en
función de la acumulación del capital, con mayor razón habrá que
dejar atrás la explotación del ser humano. Al mismo tiempo, será
necesario reconocer que los seres humanos no somos individuos
88 Ver Eversberg y Schmelzer (2016).
142 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
aislados que formamos parte de una comunidad, sino que “somos
comunidad”, y que esas comunidades, pueblos, naciones y países
deberían relacionarse también de forma armónica. La realización,
reproducción y creación continua de lo comunal y de lo comunitario
configura un horizonte de pensamiento y de acción local, nacional,
regional e incluso global. Ese doble reencuentro, con la Naturaleza
y con la comunidad (sin negar los alcances emancipadores de la individualidad),
nos conmina a dar el paso civilizatorio que demanda
la vigencia plena de los Derechos Humanos, en estrecha comunión
con los Derechos de la Naturaleza.
El postextractivismo está altamente sensibilizado respecto de
las diferentes formas de conocimiento y racionalidades que puede
haber en muchas comunidades, a lo largo y ancho del planeta.
Esta diversidad se concreta también en el discurso, en el necesario
diálogo entre estas formas de conocimiento, así como sobre la correspondiente
democratización del conocimiento. Para ello, faltan
espacios para intercambiar experiencias. En América Latina, hay
más prácticas en vida comunitaria y presencia de diversos modos de
vida –situación que es un hecho, pero que no debe idealizarse–. Para
conceptualizar la interacción entre diversas formas de producción y
de vida, los pensadores bolivianos René Zavaleta y Luis Tapia han
usado el término “sociedad abigarrada”.89
Como revisamos anteriormente, el término “decrecimiento” es
poco atractivo para las sociedades del Sur global; hasta para las del
Norte, cabría añadir. Resultan más atrayentes conceptos como Buen
Vivir; Ubuntu (“Una persona es una persona solo a través de las otras
personas y de los otros seres vivos.”), en África; swaraj o democracia
ecológica radical en la India (Kothari, Demaria y Acosta, 2015).
No bastan los conceptos como postdesarrollo o postextractivismo.
Esos prefijos “post” son insuficientes, pues apenas dicen lo que no
se quiere más; no dan pautas hacia dónde caminar. El “post”, como
afirma Koldo Unceta (2014a y 2014b), configura un concepto obús,
en tanto visión destructora, no constructora y afirmativa.
Ya lo dijimos, la perspectiva del decrecimiento considera las formas
concretas de trabajo y de división social del trabajo; pero, aun
89 Véase Tapia (2010), Zavaleta (2009).
Postextractivismo y decrecimiento: hacia una aproximación compartida 143
así, no lo hace más que el debate sobre postextractivismo, donde se
manifiesta particularmente en forma de una crítica de la división
de trabajo internacional. Uno de los motivos puede ser que, por un
lado, a nivel de actores, el postextractivismo se concentra más en los
movimientos de resistencia y que, por el otro, está también marcado
por el enfoque del postdesarrollo, que critica, sobre todo, los discursos
dominantes, pero no cuestiona los sobreentendidos.
Un aspecto que el postextractivismo deja prácticamente de lado
es que para el estrato medio latinoamericano, el modo de vida imperial
es una aspiración que le motiva de manera permanente. Criticarlo
es complejo, pues es atractivo –incluso aunque sea inalcanzable–,
y porque su imaginario se expande más y más. Esta forma
de vida implica no solo determinadas formas de producción y de
consumo, sino también ciertas subjetividades y aspiraciones. Esto no
es solo una crítica del consumo: va bastante más allá.90 Lessenich
(2014) sostiene que la subjetivización y formas específicas del conocimiento
de actores que aseguran y respaldan las sociedades de
crecimiento actuales son precisamente las que crean los problemas
que hoy enfrentamos. El concepto de la “infraestructura mental” de
Welzer describe una situación similar.91
Aquí falta abrir la puerta al análisis y a propuestas más concretas
acerca de cómo abordar una transición desde las empresas de
todo tipo. Los trabajos de Paech (2012) o de Felber (2012, 2014)
analizan, de manera detallada, el sector empresarial y las posibles
formas de organización empresarial alternativas. El debate del postextractivismo
retoma las posiciones, las demandas y las experiencias
de una economía plural, pero todavía las concretiza muy poco, aunque
dispone de un amplísimo repertorio de formas de organizar la
economía. Para ello se cuenta con valores, experiencias y prácticas
civilizatorias alternativas, como las que ofrece el Buen Vivir o Sumak
Kawsay o Suma Qamaña de las comunidades indígenas andinas y amazónicas.
Las opciones socioeconómicas existentes, con un profundo
significado cultural, son múltiples (Acosta, 2013).
90 Lorenz (2014, p. 46) advierte que el debate actual que critica el crecimiento argumenta
desde el consumo y subestima los aspectos relacionados con la producción.
91 Ver tema 4.2 de esta publicación.
144 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
En lo económico, existen muchas prácticas de reciprocidad, de
solidaridad, de correspondencia en el saber andino y amazónico,
que se encuentran vivas de diversas formas en el desenvolvimiento
social. Sin pretender agotar el tema y sin tratar de insinuar que estas
formas productivas deben ser aplicables en todo tipo de situación
económica, menos aún de la noche a la mañana, podríamos mencionar
algunas formas de relacionamiento económico propias de las
comunidades indígenas:
• Minka (minga): Es una institución de ayuda recíproca en el
ámbito comunitario. Asegura el trabajo destinado para el bien
común de la población. Se realiza para satisfacer las necesidades
e intereses colectivos de la comunidad; por ejemplo, en la
ejecución de obras como la construcción y mantenimiento de
un canal de riego o de un camino. Es un mecanismo de trabajo
colectivo que ha permitido superar y enfrentar el olvido y la
exclusión del sistema colonial y republicano.
• Ranti-ranti: A diferencia del trueque puntual y único que se
desarrolla en algunas economías mestizas, el intercambio forma
parte de una cadena que desata una serie interminable de
transferencias de valores, productos y jornadas de trabajo. Se
sustenta en el principio de dar y recibir, sin determinar un rango
de tiempo, acción y espacio. Está relacionado con ciertos
valores de la comunidad relativos a la ética, la cultura y el contenido
histórico.
• Uyanza: Es un momento para llamar a la convivencia y unidad
de las comunidades. Es también una ocasión para agradecer
a la Pacha Mama, por su capacidad de regeneración;
es decir, por los productos que brinda a los seres humanos.
También representa una institución de ayuda social y de reconocimiento
a las familias que dieron su fuerza laboral en
préstamo.
• Uniguilla: Es una actividad destinada al intercambio para complementar
lo alimentario, utilitario. Permite mejorar la dieta
alimenticia con productos de otras zonas, sobre todo a partir de
diferentes pisos o nichos ecológicos.
Postextractivismo y decrecimiento: hacia una aproximación compartida 145
• Waki: Otorgamiento de tierras cultivables al partir, a otra comunidad
o familia que trabaja en el terreno. Involucra la repartición
de los productos cultivados entre ambas comunidades o
familias. Esta actividad también se da en el cuidado y crianza
de animales.
• Makikuna: Es un apoyo que involucra a toda la comunidad, familia
ampliada, amigos, vecinos. Es una especie de apoyo moral
en el momento que más requiere una familia. Esta ayuda
puede solicitarse en esas circunstancias. Sobre todo obedece a
situaciones imprevistas y emergencias.
Otro punto fundamental radica en el reconocimiento de que el
Buen Vivir no puede circunscribirse al mundo rural. Es cierto que
las propuestas básicas provienen, en especial, de esos ámbitos. Los
actuales espacios urbanos aparecen relativamente lejanos a prácticas
de vida solidarias y respetuosas del ambiente.
Este es uno de los grandes y más complejos desafíos: pensar el
Buen Vivir para y desde las ciudades, aprovechando, en algunos casos
en América Latina, por ejemplo, que gran parte de los inmigrantes
a las urbes aún mantienen lazos estrechos con sus comunidades
de origen. En ese sentido, a modo de botón de muestra, se han formado
grupos para construir/reconstruir formas de Vivir Bien en la
ciudad de El Alto, en Bolivia.92
Desde el campo de la política, concretamente en la toma de decisiones,
es interesante reconocer que a nivel comunitario y de los
ayllus, en muchas partes de la región andina y amazónica, el Buen
Vivir nos muestra un estilo y forma de gobierno diferente. El Buen
Vivir plantea la construcción de una sociedad fundamentada en la
horizontalidad. Ello demanda democracia directa, acción directa y
autogestión; no nuevas formas de imposición vertical y, menos aún,
liderazgos individuales e iluminados. Con discusiones amplias y participativas,
se avanza hacia consensos, que luego son sostenidos por
92 Ver las memorias del Encuentro de Movimientos y Organizaciones Urbanas
“Vivir Bien/Buen Vivir desde contextos urbanos” [versión pdf]. El Alto, La
Paz (Bolivia), del 28 de abril al 5 de mayo de 2013. Recuperado de: http://
www.rosalux.org.ec/attachments/article/738/FWT%20RD-Memoria%20
Encuentro%20Urbano%20Internacional2013Bolivia.pdf
146 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
la comunidad. Nuestras lógicas de democracia tienen mucho que
aprender de estas experiencias.
Esta concepción de vida, donde la relacionalidad juega un papel
preponderante, plantea un incesante y complejo flujo de interacciones
y de intercambios. El dar y el recibir, en un interminable proceso
de reciprocidades, complementariedades y solidaridades, constituye
la base del Buen Vivir. Es decir, se asume la postura ética que debe
regir la vida de un ser humano: cuidar de sí mismo y de los demás
seres vivos. Y en este mundo de armonías, la vida está sobre cualquier
otra consideración. Diríamos, en términos de confrontación
política, que en el Buen Vivir interesa la reproducción de la vida y
no la del capital.
Desde la lectura de los significados de la chakana, la cruz andina
o cruz sagrada, se podrían extraer valiosas lecciones para comprender
el significado de la unidad en la diversidad, que mantiene una
permanente tensión de reciprocidad, de complementariedad, de
relacionalidad, de correspondencia entre los distintos componentes
de la vida. En este libro, por falta de espacio, no se profundiza más
sobre las bases conceptuales y filosóficas de las culturas indígenas; sin
duda, uno de los elementos fundamentales del Buen Vivir.
En otras partes del mundo, hay muchas prácticas y propuestas
interesantes en este ámbito. A modo de una simple muestra de un
universo cada vez más grande, destacamos las conocidas como “comunidades
de transición” (transitions towns), que pretenden dotar de
control a las mismas comunidades, para soportar el desafío del cambio
climático y de la construcción de una economía postpetrolera.
Este movimiento está activo en varios países de todo el mundo.93
Un punto clave: la solución no está en el Estado (menos aún, en el
mercado). Se requiere otro tipo de Estado –un Estado plurinacional,
93 Los orígenes de la propia Energiewende pueden ser incorporados en este esfuerzo
de construcción de otro mundo desde las comunidades. Ver Tadzio Müller
(2015). “Alemania: La transición energética - Combinar escalas y estrategias
para el cambio”. En Lang M., Cevallos B. y López C. (Eds). ¿Cómo transformar?
Instituciones y cambio social en América Latina y Europa [versión pdf]. Grupo de
Trabajo Permanente de la Fundación Rosa Luxemburg, Quito. Disponible en:
http://www.rosalux.org.ec/producto/como-transformar/
Postextractivismo y decrecimiento: hacia una aproximación compartida 147
como proponen los movimientos indígenas de Bolivia y Ecuador–,94
que puede contribuir a la construcción de una sociedad no jerarquizada
ni autoritaria, siempre que esté controlado desde abajo, desde
lo comunitario. Cómo recuperar la política, en tanto espacio vivo de
la sociedad, es una gran pregunta.
Finalmente, un comentario que puede ayudar. Consideramos
que, dentro del movimiento del decrecimiento hay importantes
voces que insisten en conservar las “cualidades de la modernidad”
(Klein, 2013; Sommer y Welzer, 2014; Brie, 2014). No hay que malinterpretar:
no es que, a grosso modo, el mundo va en buen camino y
solo hay que “quitarle las malas costumbres” para que “la” modernidad
se cristalice positivamente. En realidad, aún vivimos y sufrimos
la dialéctica del Iluminismo y la misma Ilustración. A pesar de ello,
la crítica de la modernidad debe manejar con cautela algunos logros
(que se pueden discutir); por ejemplo, aspectos de la individualidad
más allá de la dominación, funciones facilitadoras de la organización
social, división del trabajo, algunas formas de anonimidad, etc.
94 Tampoco se ha avanzado mucho en este campo en Bolivia y, mucho menos, en
Ecuador.
148 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
Postextractivismo y decrecimiento: hacia una aproximación compartida 149