Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo I

¿Cómo luchar contra el capitalismo depredador desde el Sur y desde el Norte?
- Maristella Svampa -



SALIDAS DEL LABERINTO CAPITALISTA
Decrecimiento y postextractivismo

2da edición: Fundación Rosa Luxemburg
Miravalle N24-728 y Zaldumbide
(La Floresta)
Telf.: (593-2) 255 3771
Quito - Ecuador
info.andina@rosalux.org
www.rosalux.org.ec
Autores: Alberto Acosta y Ulrich Brand
Corrección de textos: Sandra Ojeda Salvador y María del Pilar Cobo
Diseño de portada: Angie Vanessita
Diseño y diagramación: Freddy Coello
Coordinación técnica: Ana Robayo
Impresión: Artes Gráficas SILVA

ISBN: 978-9942-8539-3-6
Impreso en Ecuador, mayo de 2018
Esta publicación, de distribución gratuita, fue auspiciada por la
Fundación Rosa Luxemburg con fondos del Ministerio Alemán para la
Cooperación Económica y el Desarrollo (BMZ).

Presentación ………………………………………………
Karin Gabbert
Prólogo
La difícil tarea de pensar alternativas al capitalismo …………..
Maristella Svampa
Para empezar …………………………………………….
Alberto Acosta y Ulrich Brand
1. Un viejo debate en ciernes ………………………….
2. Contextos históricos comunes y divergentes ……
2.1. América Latina: el neoextractivismo como
expresión de una modalidad de acumulación
primario-exportadora ………………………………………………..
2.1.1. Las principales patologías del extractivismo …….
2.1.2. Del extractivismo colonial al neoextractivismo
contemporáneo …………………………………………………….
2.1.3. ¿Renacimiento tecnológico del extractivismo? …
2.2. Europa: crisis y política de austeridad, persistencia
del “modo de vida imperial” ………………………………………
2.2.1. Crisis múltiple y “desvalorización interna” ……..
2.2.2. Estabilización mediante el “modo de vida
imperial” ……………………………………………………………..
2.2.3. El desperdicio entre el negocio y la crisis
planetaria …………………………………………………………….
2.3. Alcances de la Cumbre de Cambio Climático,
COP 21 (París, 2015) ………………………………………………….
3. Elementos centrales de la perspectiva del
decrecimiento …………………………………………
3.1. Consideraciones acerca de la economía ecológica
y de la ecología política ……………………………………………….
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6 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
3.2. El decrecimiento como opción, movimiento
y horizonte político en construcción …………………………….
3.3. Ambivalencias de la perspectiva del decrecimiento …
3.4. Decrecimiento, ¿una perspectiva para el Sur global?
4. Postextractivismo como concepto nuevo
y condición para un Buen Vivir …………………….
4.1. Buen Vivir y postextractivismo ……………………………..
4.2. Elementos centrales del postextractivismo ……………..
4.3. Un paréntesis necesario: los límites de la Iniciativa
Yasuní-ITT, una propuesta revolucionaria ……………………
5. Postextractivismo y decrecimiento: hacia una
aproximación compartida ………………………….
5.1. Decrecimiento y postextractivismo: puntos
de encuentro …………………………………………………………….
5.2. Diálogos y experiencias transnacionales …………………
6. ¿Cómo salir del laberinto?
Perspectivas y preguntas abiertas …………………
Bibliografía ……………………………………………….
7. Comentarios a la publicación ………………………
7.1 No hay soluciones, solo hay intentos ………………………
Christa Müller
7.2 Hacia la conjugación de alternativas para el Norte
y Sur globales en pos de una sustentabilidad ecológica
planetaria …………………………………………………………………
Ivette Vallejo
7.3 Una salida al laberinto capitalista desde lo
local: el postextractivismo más allá del discurso ………………..
Carlos Larrea
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PRESENTACIÓN
Karin Gabbert*
Con este libro de Alberto Acosta y Ulrich Brand sobre decrecimiento
y postextractivismo, la Oficina Región Andina de la Fundación
Rosa Luxemburg busca aportar al pensamiento conjunto entre
el Norte global y el Sur global acerca de cómo salir del laberinto
capitalista. Nos parece una contribución valiosa para consolidar un
espacio de reflexión común. Estamos convencidos de que hoy la superación
del capitalismo solo es viable globalmente, considerando
las interdependencias y tomando en cuenta las múltiples posibilidades,
experiencias y propuestas locales, regionales y supranacionales
de las cuales dan cuenta los dos conceptos abordados aquí: postextractivismo,
desde América Latina, y decrecimiento, desde Europa.
Queremos aportar a superar las visiones que existen en el Norte
acerca de los gobiernos progresistas latinoamericanos como proyectos
de salida al capitalismo, que no consideran sus límites internacionales
ni los internos. Más bien, creemos que es necesario desarrollar
en el Norte mismo formas de debilitar la dominación capitalista y
cuestionar los privilegios que de allí resultan. Y, por otro lado, también
nos proponemos refutar las autopercepciones en el Sur de que
las salidas propias, gestadas desde este, siempre son mutiladas desde
el Norte global –sean los Estados Unidos, Europa o China– y que no
tienen más posibilidades que sobrevivir en nichos.
El dúo decrecimiento y postextractivismo, además de reunir conceptos
complementarios, se refiere a luchas y debates críticos concretos
del presente, radicales, muy distintos, pero que comparten la
búsqueda de otro mundo y la resistencia al despojo capitalista. Estos
conceptos nos pueden abrir perspectivas para pensar en posibles salidas
del modelo capitalista, tanto en relación con la economía como
con las formas de vida, en las que el Sur y el Norte global caminen
* Directora de la Oficina Región Andina de Fundación Rosa Luxemburg. Es PhD
en sociología de la Universidad de Bielefeld, investigadora y autora de textos
sobre género, decrecimiento y coyuntura política.
8 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
conjuntamente y no por separado, construyendo alternativas que
aseguren que ninguna nación o persona viva a costa de las otras.
Hemos apostado a tales salidas desde que empezamos a trabajar
las alternativas al desarrollo en el Grupo Permanente de Trabajo,
conformado en el año 2011 por la Oficina Región Andina de la
Fundación Rosa Luxemburg. Hemos intentado poner en diálogo al
Norte y al Sur, visibilizando resistencias y alternativas también en
el Norte. Estas nos muestran que también en las sociedades “industrializadas”
o supuestamente “desarrolladas” están aumentando el
malestar, la desigualdad y el despojo. Y, si bien hay una aspiración
en el Norte y en el Sur al modo de vida imperial (como se discute
en este libro), este modo de vida es imposible para las mayorías y
además desplaza otras formas de vida que podrían ser construidas o
recuperadas, y que no se basan en la explotación de otras personas
y de la naturaleza.
Está claro que el crecimiento capitalista –desde sus modos de
producción de vida hasta las subjetividades– sigue dependiendo de
las materias primas que venden las economías extractivistas en condiciones
de desventaja. Estas estructuras de dominación mundiales
son el obstáculo central para que las alternativas –el postextractivismo
y el decrecimiento– puedan prosperar. Eso nos remite a la
necesidad de debilitar las múltiples estructuras de dominación 1
desde
el Sur y el Norte simultáneamente, partiendo de las necesidades,
utopías y luchas de las comunidades afectadas.
En esta segunda edición de Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento
y postextractivismo, hemos incluido los comentarios que se hicieron
al libro durante sus presentaciones públicas en las ciudades
ecuatorianas de Cayambe y Quito, el 31 de enero y el 1 de febrero
de 2018, respectivamente.
Agradecemos mucho a Alberto Acosta y a Ulrich Brand por entrelazar
a cuatro manos estos dos horizontes alternativos –contrahegemónicos–,
y por poner en práctica esta búsqueda urgente, compartida
entre el Norte y el Sur globales.
1 Otros libros publicados por la Fundación Rosa Luxemburg Oficina Región Andina
y por el Grupo Permanente de Trabajo sobre Alternativas al Desarrollo donde
se aborda la relación Norte-Sur: Alternativas al Capitalismo/Colonialismo del siglo XXI,
2013, y ¿Cómo Transformar? Instituciones y cambio social en América Latina y Europa, 2015.
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PRÓLOGO
La difícil tarea de pensar alternativas al capitalismo
Maristella Svampa*
Decrecimiento y postextractivismo son dos conceptos contemporáneos
asociados con el campo contestatario, de carácter multidimensional,
que comparten diferentes rasgos o elementos críticos:
por ejemplo, ambos aportan un diagnóstico crítico sobre el capitalismo
actual, no solo en términos de crisis económica y cultural, sino
también desde un enfoque más global, entendida esta como “una
crisis socioecológica de alcance civilizatorio”. Ambos realizan una
crítica a los límites ecológicos del planeta, al tiempo que enfatizan en
la insustentabilidad de los modelos de consumo imperial, difundidos
a escala global, tanto en el Norte como en el Sur. Por último, son
nociones que constituyen el punto de partida para pensar nuevos
horizontes de cambio y alternativas civilizatorias, basadas en otra
racionalidad ambiental, diferente de la economicista, que impulsa
el proceso de mercantilización de la vida en sus diferentes aspectos.
En este libro, Alberto Acosta y Ulrich Brand, reconocidos intelectuales
críticos, nos invitan a explorar estos dos conceptos que, pese a
sus afinidades electivas, poseen orígenes políticos y geográficos diferentes.
El concepto de decrecimiento nació en Europa y tiene raíces
más académicas, aun si en la actualidad es retomado y recreado por
diferentes organizaciones sociales contestatarias; mientras el postextractivismo
es latinoamericano, y nació al calor de las luchas contra
el extractivismo de los últimos veinte años, paradójicamente durante
el ciclo progresista.
El texto cuenta con indudables méritos. En primer lugar, antes
de comenzar a tender puentes, los autores buscan profundizar
las características de los contextos divergentes que dieron origen a
* Maristella Svampa es socióloga, escritora e investigadora. Es licenciada en filosofía
por la Universidad Nacional de Córdoba y Doctora en Sociología (Escuela
de Altos Estudios en Ciencias Sociales, Francia). Investigadora Principal del
Conicet y Profesora Titular de la Universidad Nacional de La Plata (Argentina).
Forma parte del Grupo Permanente de Trabajo sobre Alternativas al Desarrollo.
10 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
estos conceptos. Así, en América Latina fueron, primero, las grandes
movilizaciones antineoliberales de principios del siglo XXI, y, posteriormente,
las patologías del extractivismo, visibles durante el ciclo
progresista, las que dieron origen a la necesidad de pensar en una
nueva gramática política acorde con las problemáticas enfrentadas.
Sin embargo, el progresismo instaló nuevos dilemas al pensamiento
emancipatorio en ciernes, sobre todo en países como Bolivia y Ecuador,
que concentraron una gran expectativa de cambio en términos
políticos, a través de la propuesta de creación de un Estado plurinacional,
la reivindicación de la autonomía y el Buen Vivir. En Europa,
en cambio, las múltiples dimensiones de la crisis entremezclan el
cuestionamiento y fracaso del neoliberalismo, visibles en la exclusión
de vastos sectores no contenidos por una globalización capitalista
cada vez más excluyente y desigual, con la estabilización de un modo
de vida imperial, que impulsa el aceleramiento de metabolismo social
del capital (la exigencia de materias primas y de energía). En
el marco de una crisis no solo política y económica, sino también
cultural, reaparece en Europa la noción de decrecimiento, la cual
había sido lanzada hacia los años setenta, y conoce, a partir de 2008,
lo que podemos denominar “una suerte de segunda vida”.
El segundo mérito del libro es que los autores indagan sobre el
decrecimiento y el postextractivismo sin dogmatismos, a través de un
diálogo abierto y frontal, que no teme eludir las dificultades ni las limitaciones
que presenta un pensamiento de transición. Por supuesto,
el texto nos habla de experiencias innovadoras en Europa, que dan
cuenta de una multiplicidad de enfoques económicos alternativos en
el ámbito comunitario (ciudades de transición), y que efectivamente
expresan una apuesta real y concreta por el decrecimiento. De igual
modo, en América Latina se advierte que tanto el giro ecoterritorial
de las luchas, como las experiencias ligadas con la economía social y
el conocimiento ancestral de los pueblos originarios pujan por dotar
de espesor al principio del Buen Vivir o la Buena Vida, aun si la opción
extractivista es claramente dominante en la región.
No obstante, también afloran las preocupaciones acerca de las
ambivalencias y limitaciones del concepto de decrecimiento, en
su cuestionamiento de la lógica de dominación o, incluso, en la
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persistencia de una visión antropocéntrica, que no cuestiona la división
sociedad-naturaleza. En la misma línea, se reconoce que en
América Latina las actuales propuestas del Buen Vivir no han sido
acompañadas de un decrecimiento (en el sentido de desmaterialización,
desmercantilización y descentralización); más aún, este es
un concepto-obús que además tiene dificultades para ser avizorado
como una salida a la crisis, en sociedades con altos niveles de
pobreza. A esto agregan los autores que “a diferencia del debate
europeo, en América Latina se habla muy poco de consumo o
conducta individual, aunque de cuando en cuando sí surgen críticas
respecto del marcado consumismo del nuevo estrato medio
urbano. Sin embargo, en general, los modos de vida alternativos
se conciben más a nivel social y colectivo global, y menos a escala
individual”.
Así, Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo está
lejos de ser un libro que plantee una crítica lineal a la modernidad
hegemónica o propicie nuevos dogmatismos; antes bien, nos conmina
a pensar en la incomodidad, adentrándonos en las ambivalencias
y la complejidad que nos proponen los dilemas aparentemente
irresolubles de la sociedad actual. Efectivamente, nada indica que
será fácil salir del extractivismo y de la sociedad del crecimiento y
del desperdicio sin un cambio cultural profundo de las estructuras
mentales y cognitivas, asociadas con los patrones consumistas del
modo de vida imperial, dominantes tanto en el Norte como en el Sur
global. Lejos estamos, sobre todo en América Latina, de la descolonización
del imaginario del consumo, tan vinculada con el éxito social
y la construcción de la subjetividad. Asimismo, este conjunto de
procesos exige una transformación ineludible de las estructuras de
dominación imperialista, que hoy imponen una nueva geografía de
la extracción e incrementan la deuda ecológica que el Norte global
tiene –históricamente– en relación con los países del Sur periféricos.
En suma, el objetivo de este libro breve, ameno y profundamente
rico en conceptos, es proveernos de herramientas críticas, pero también
ayudarnos a pensar en qué medida dichos conceptos pueden
constituirse en el punto de partida para pensar la salida del laberinto
capitalista. En esa línea, decrecimiento y postextractivismo son
La difícil tarea de pensar alternativas al capitalismo
12 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
considerados conceptos necesarios, pero no suficientes. Incluso, para
propiciar un diálogo común, hacia el final del libro los autores no dudan
en plantear si no debemos deshacernos de dichos conceptos, que
tienen un “escaso atractivo simbólico”, para retomar aquellos otros
que efectivamente presentan lo que podríamos denominar, siguiendo
a M. Bloch, “un principio esperanza”, como el de Buen Vivir o el de
Bien Común de la Humanidad.
En una época de crisis de las utopías, en la cual, según Fredric
Jameson, luego de la caída del muro de Berlín “es más fácil imaginar
el fin del mundo que el fin del capitalismo”, el objetivo de repensar
un horizonte emancipatorio, sin caer en las ciegas repeticiones
del pasado o en nuevos dogmatismos, ni tampoco quedar atrapado
en la figura del desencanto o en la melancolía paralizante de ciertas
izquierdas, esta apuesta abierta y relacional, en clave de diálogo
Norte-Sur, no es un desafío menor. Parafraseando a Mariátegui, el
pensador marxista más grande de América, este libro no nos proporciona
un itinerario, “sino una brújula en el viaje”, pues lo que
necesitamos a la hora actual es “pensar con libertad” y “la primera
condición es abandonar la preocupación de la libertad absoluta. El
pensamiento tiene la necesidad estricta de rumbo y objeto. Pensar
bien es, en gran parte, una cuestión de dirección o de órbita”.2
Buenos Aires, 31 de enero de 2017
2 Mariátegui, En defensa del marxismo.
13
Marx había dicho que las revoluciones son la locomotora de la historia mundial.
Pero tal vez las cosas se presenten de manera completamente diferente.
Es posible que las revoluciones sean, para la Humanidad que viaja en ese tren,
el acto de accionar los frenos de emergencia.
Walter Benjamin
14 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
15
PARA EMPEZAR
Alberto Acosta*
Ulrich Brand**
En la actualidad, varios debates critican, a grandes rasgos, las
tendencias dominantes –económicas, culturales y sociopolíticas–,
y plantean interesantes alternativas al capitalismo realmente existente.
Nos referimos, sobre todo, a dos de ellas: el debate europeo
del decrecimiento y la discusión latinoamericana del postextractivismo.
A pesar de sus semejanzas, ambas perspectivas no se han
sintonizado entre sí. Ese es el objetivo del presente libro: mostrar las
posibilidades de un debate conjunto entre estas dos opciones, para
comprender mejor el mundo contemporáneo y proponer alternativas
que, incluso, puedan tener elementos comunes. Tales posibilidades
dependen de cómo se aborden estas cuestiones y se tiendan
puentes para explorar y analizar cambios sociales reales, así como
para transformar interrelaciones y circunstancias políticas, socioeconómicas
y culturales internacionales.
Este ensayo esboza los diferentes contextos histórico-contemporáneos
de las regiones de donde provienen ambas propuestas (decrecimiento
y postextractivismo), para luego presentar, de manera sucinta,
sus elementos centrales. Un punto común entre decrecimiento
y postextractivismo es que tratan, fundamentalmente, de encontrar
nuevas comprensiones y nuevas prácticas para alcanzar una vida digna
para todos los humanos (y no humanos), más allá del crecimiento
económico, o sea, del decrecimiento capitalista accionado por la
competencia geoeconómica. A continuación, se entabla un diálogo
Nota: El texto, de aquí en adelante, corresponde a la última versión del libro revisada
por los autores a inicios de 2017.
* Alberto Acosta, economista ecuatoriano; exministro de Energía y Minas; expresidente
de la Asamblea Constituyente 2007. Autor de numerosas publicaciones.
** Ulrich Brand, profesor e investigador de la Universidad de Viena. Miembro
del comité de expertos del Parlamento alemán sobre Crecimiento, Bienestar y
Calidad de Vida (enero 2011 a junio 2013), de la Fundación Rosa Luxemburg,
Berlín, y del Consejo Asesor Científico de ATTAC, en Alemania.
16 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
entre estas perspectivas, se identifican fortalezas y debilidades, se incentivan
nuevos debates y precisiones, y se señalan sus temas abiertos.
En síntesis, con este esfuerzo se pretende ampliar la discusión y
generación de alternativas frente a los paradigmas económicos y políticos
dominantes, en particular los neoliberales y neoextractivistas.
El presente texto encontró su origen formal en los debates suscitados
durante la Conferencia sobre el Decrecimiento, celebrada en
la ciudad alemana de Leipzig, en 2014, en donde intervinieron Alberto
Acosta y Ulrich Brand. Por supuesto, este libro parte de varios
estudios anteriores de los autores. Ulrich Brand reconoce el aporte
del trabajo que ha efectuado con Kristina Dietz, Miriam Lang y
Markus Wissen, así como de las discusiones en el grupo de investigación
Sociedades Post-Crecimiento, de la Universidad de Jena,
financiado por la Asociación Alemana para la Investigación (DFG
siglas en alemán). En ese sentido, agradece a Klaus Dörre, Dennis
Eversberg, Michael Hofmann, Steffen Liebig, Christine Schickert y
Johanna Sittel, del grupo de trabajo en Jena, por sus comentarios a
una versión anterior del presente texto.
Los dos autores dejan constancia también del valioso debate en
el marco del Grupo de Trabajo sobre Alternativas al Desarrollo de
la Fundación Rosa Luxemburg, en el que participan personas de
muchas regiones del planeta y que está activo desde el año 2011. El
texto, asimismo, se nutre de reflexiones en los espacios antes mencionados
y en otros muchos, e, indirectamente, a través de las redes
sociales. De igual manera, ambos autores reconocen los valiosos y
precisos aportes del economista Jürgen Schuldt, las contribuciones
y críticas de los economistas David Barkin y John Cajas-Guijarro,
así como las puntualizaciones del sociólogo José María Tortosa,
a quienes les expresamos nuestra complacencia. Gracias a Cordy
Thöny por la excelente traducción al castellano de algunos aportes
en alemán de Ulrich Brand, a Sandra Ojeda por su estupendo trabajo
editorial del manuscrito, y a Karin Gabbert y al equipo de la
Fundación Rosa Luxemburg en Quito, por el apoyo imprescindible
para cristalizar este libro y otras actividades relacionadas con los
temas que nos conmueven en estos tiempos apasionantes.
17
1. UN VIEJO DEBATE EN CIERNES
18 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
Un viejo debate en ciernes 19
El capitalismo, sobre todo durante sus crisis recurrentes, afecta
aún más a grandes grupos de la población, al no poder asegurarles
una “vida buena y atractiva”. Las clases subalternas ya no están cómodas
con la estructura social impuesta por las clases dominantes.
Esto genera que el carácter hegemónico del capitalismo se desgaste
y se vuelva más autoritario. En la actualidad, buena parte de Europa
y América Latina experimenta esta reacción.
Los escenarios en donde la crisis se muestra son diversos. En el
“viejo continente”, con la crisis iniciada en 2008, las políticas de
austeridad han pasado a predominar e, incluso, a imponerse sobre
países que intentaron salirse del libreto (p.e. Grecia). En la mayoría
de los países, se fortalece la ultraderecha, con su discurso xenófobo.
Esta es una tendencia que se mantiene e incluso se profundiza: el
triunfo de Donald Trump en los Estados Unidos ratifica esta aseveración.
Frente a la derechización de la política internacional, es
cada vez más urgente la necesidad de construir alternativas radicales,
cuya viabilidad deberá ser cristalizada por la lucha política.
Mientras tanto, en varios países latinoamericanos emergieron regímenes
“progresistas”, como alternativa al neoliberalismo (vigente
todavía, de manera explícita, en algunos países con gobiernos conservadores).
Sin embargo, hoy esa alternativa se ha transformado en
una suerte de “neoliberalismo transgénico”, en tanto se aplican políticas
propias del neoliberalismo duro, instrumentadas por el propio
“progresismo” latinoamericano. Y, para lograrlo, se utiliza la fortaleza
del Estado, reconstituida por los mismos “progresismos”. Basta
considerar cómo interviene el Estado en esos países para imponer
una ampliación y profundización de los extractivismos, que ha llegado
a niveles no alcanzados por los anteriores gobiernos neoliberales.
En particular, durante los períodos de crisis, el propio debilitamiento
de la hegemonía capitalista ha alimentado crecientemente
la discusión respecto de alternativas al sistema dominante. Desde la
20 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
crisis económica –en especial, financiera– de la primera década del
presente siglo, en Europa se intensificaron los debates sobre alternativas
al capitalismo, sobre todo en su versión neoliberal. En América
Latina, al menos en los países “progresistas”, esta discusión parecía
casi superada luego de la crisis neoliberal; pero hoy, nuevamente,
va tomando fuerza, ante el agotamiento del ciclo “progresista” y
la renovada arremetida conservadora, que fue alimentada por los
propios gobiernos “progresistas”. Las crisis, hay que reconocerlo, no
suceden de manera simultánea, sino que se expanden con diversas
velocidades, más que nada, desde los centros metropolitanos del capitalismo
hacia las periferias.
Para las clases dominantes, las propuestas del neoliberalismo siguen
gozando de buena salud, mientras que para las clases subalternas, los
problemas sociales, económicos, ambientales y políticos se agravan
en ambos continentes. Esto genera motivos más que suficientes para
seguir buscando alternativas de fondo, que no solo cuestionen la fase
neoliberal del capitalismo, sino que critiquen al propio capitalismo.
Entre esas alternativas de fondo, identificamos estos dos debates
prometedores:
• El decrecimiento (degrowth en inglés, décroissance en francés, decrecita
en italiano; no hay un concepto similar en alemán…) –también
denominado postcrecimiento– en varios países industrializados,
pero sobre todo en Europa.
• El postextractivismo en América Latina y también en otras regiones
del mal llamado “mundo subdesarrollado”. Esta discusión
viene de la mano de los debates sobre el postdesarrollo.
Hasta ahora son escasas las interrelaciones entre estas dos perspectivas,
así como insuficientes los intercambios de experiencias y
estrategias correspondientes. Ello, sin duda, resulta sorprendente,
pues decrecimiento y postextractivismo están estrechamente vinculados.
La sangre que fluye en las venas de los modos de producción y
de vida imperiales en el Norte global proviene, ni más ni menos, de
las lógicas extractivistas aplicadas en el Sur global, originadas hace
cientos de años. Dichos modos de producción y de vida imperiales
Un viejo debate en ciernes 21
están presentes entre las élites dominantes del Sur. Esta realidad en
el mundo empobrecido crea implicaciones socioestructurales muy
duras y complejas en sus sociedades. La conservación de estos modos
de producción y de vida es un obstáculo fundamental para transitar
a cualquier alternativa.
Empecemos, entonces, por anotar que, en la actualidad, el capitalismo
global vive una crisis múltiple (asimétrica como todas).3
En
realidad, desde tiempo atrás, se extiende por todos los continentes
esta crisis generalizada, multifacética e interrelacionada, además de
sistémica. Nunca antes afloraron tantas facetas críticas de manera
tan simultánea, que no se agotan solo en lo económico, particularmente
financiero e inmobiliario. Sus manifestaciones, influenciadas
por una suerte de “virus mutante” (Sapir, 2004), aparecen en otros
campos: político, ético, social, ambiental, energético, alimentario y,
por supuesto, cultural. También vivimos una crisis ideológica. Joseph
Stiglitz, premio Nobel de Economía 2001, ya la avizoró oportunamente
en los prolegómenos de la crisis de 2008, cuando afirmó
que “la verdad es que la mayoría de los errores individuales se reducen
a solo uno: la creencia en que los mercados se ajustan solos y
que el papel del gobierno debiera ser mínimo” (2008). En síntesis,
todo esto es una clara muestra de una profunda y prolongada crisis
del capitalismo, en tanto civilización dominante.
Varios indicios muestran que, en la terminología de la teoría de
la regulación, la crisis actual no es coyuntural o “pequeña”, es decir,
manejable con las instituciones y constelaciones existentes; al contrario,
es una “crisis grande”, que requiere una reestructuración profunda.
Ahora bien, ¿cuán profunda es esta crisis? ¿Nos encontramos
actualmente en una fase de transformación (o, como dice Antonio
Gramsci: en un interregno, en el que “no acaba de morir lo viejo y
lo nuevo aún no puede nacer”, 1981 [1930], p. 37)? ¿Estamos en
medio de una nueva crisis de sobreproducción y de burbujas financieras,
debido a la falta de oportunidades de invertir y valorizar al
capital; en una crisis final del neoliberalismo/postfordismo o, incluso,
en una crisis existencial del capitalismo?
3 Sobre el concepto de la crisis múltiple, véase Demirovic, Alex, Julia Dück,
Florian Becker, y Pauline Bader (2011).
22 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
Estas interrogantes son objeto de diversos debates altamente
controvertidos. Y, al ser una crisis demasiado compleja, las posibles
soluciones también lo son. Así las cosas, todavía no está claro hasta
qué punto la crisis económica se traduce en una crisis política, que
pone en entredicho la razón del mismo Estado. Lo que sí se observa
es una intensa discusión sobre las formas predominantes de gestión
coyuntural de la crisis, sobre su alcance en el corto plazo, con algunas
reflexiones respecto de su dimensión internacional (el papel de
China y de otros países recientemente industrializados, por ejemplo).
En este contexto, es fundamental entender la valoración de la
aceleración económica, política y cultural, como otra causa de la
crisis, y la forma en la que esta se maneja (Rosa, 2012).
Si aceptamos su carácter civilizatorio, para remontar la crisis hace
falta una “gran transformación”, como lo planteó, en 1944, Karl
Polanyi (2004), al analizar el surgimiento del capitalismo industrial.
Hoy en día, las referencias al paradigma de Polanyi se centran más
en un sentido político-estratégico: esa gran transformación deberá
ser polifacética. Esto significa que la transformación será económica,
política y social, ecológica, sin marginar para nada lo cultural. La
conciencia sobre esta necesidad crece en el planeta. Por un lado, la
cuestión radica en vincular los procesos existentes en el Norte y en el
Sur y, por otro lado, en definir dónde comenzar las transformaciones,
cuánto intervenir en las actuales estructuras sociales e institucionales,
y quién se supone que puede o debe hacerlo. El qué hacer y el cómo
hacer son claves, tanto como identificar quién lo haría, aunque no es
descartable que lo que suceda carezca de un actor consciente.
Estos esfuerzos requieren estrategias que viabilicen las transformaciones
indispensables. A pesar de eso, y sin minimizar la urgencia
que demandan estos empeños, es bueno reconocer que, de la noche
a la mañana, no cambiarán las sociedades, menos aún, el mundo.
Además, todos los cambios radicales tendrán lugar de maneras no
simultáneas respecto de regiones, temporalidades y ámbitos, como el
estatal, la economía, o más específicos aún, como la alimentación y
vivienda, la comunicación y la movilidad, el vestuario, etc.
Así, la solución de los problemas inmediatos –derivados de la
crisis múltiple– es apremiante y, a la vez, muy compleja. No basta
Un viejo debate en ciernes 23
poner parches; tampoco, reactivar la economía con mayor demanda
y creciente inversión pública, como ha ocurrido en otras crisis. Las
respuestas de corto plazo deben necesariamente pensarse y desplegarse
considerando los retos estructurales y las metas de mediano y
largo plazos. No es posible retomar la senda perdida y confiar en que
todo vuelva al anterior orden establecido.
Entonces, al atender la coyuntura hay que establecer bases estructurales
sólidas para enfrentar varios y diversos retos interrelacionados,
que amenazan a la Humanidad –de maneras muy desiguales
entre diferentes clases, géneros y regiones– y a la Tierra misma. Por
ejemplo, intentar recuperar el aparato productivo solo canalizando
ingentes sumas de dinero a grandes empresas, y esperar retomar
el camino del crecimiento económico perdido por los desajustes financieros,
sin cambiar los patrones de producción y consumo ni las
tecnologías utilizadas hasta ahora, agravarían otros problemas de
creciente significación, como los ambientales, los energéticos, los alimentarios,
incluso los sociales y los económicos, y se seguirían profundizando
las inequidades y las desigualdades.
En síntesis, no se puede reducir la atención a la coyuntura. Cada
vez urge más afrontar las estructuras, lo que exige una visión y períodos
de maduración de largo plazo. Y esa no es una tarea de unos
cuantos gobernantes, tampoco de algunos iluminados. En el mundo
habrá que multiplicar espacios heterogéneos para discutir ampliamente
estos problemas, así como para promover alternativas que
se han destacado por sus logros y buscar la concertación, a fin de
multiplicarlas, sin dejar de impulsar otras nuevas. Hay que cambiar
profundamente las bases del sistema, y superarlo. Esto se conseguiría
aprovechando, incluso, sus actuales dificultades coyunturales y, por
cierto, las debilidades relativas de los centros de poder mundiales, sobre
todo de aquellos enquistados en la cúspide de la financiarización
global, que sintetiza el meollo de la actual crisis y de la putrefacción
del capitalismo.
Este cambio no surgirá si se espera simplemente la acción de los
países “desarrollados”, con el concurso de algunas economías emergentes
(en especial, aquellas que conforman el bloque de los BRICS:
Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica), apoyadas en los organismos
24 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
multilaterales del ámbito económico y político a escala global (Banco
Mundial, Fondo Monetario Internacional, Organización Mundial de
Comercio, entre los principales).
Para impulsar y activar esas reflexiones, hay que enfrentar las tesis
de quienes esperan que, más pronto que tarde, las cosas retornarán
a su “normalidad” (¿el statu quo del capital?). Que viene el lobo,
se ha dicho repetidas veces sobre el fin de la normalidad capitalista.
Podría ser que tampoco esta vez se produzca y que haya fuerzas
para recuperar el sistema, aunque sea llevándolo a niveles cada vez
mayores de autoritarismo y fascismo.
En esta ocasión, aceptemos que estamos frente a una crisis civilizatoria
–hipótesis asumida anteriormente–. Ello implica que el sistema
empezaría a transitar por una senda sin retorno, lo que no necesariamente
significa que lo que viene no sea otra forma de barbarie.
Por lo tanto, para no caer en una nueva barbarie, se precisan soluciones
de fondo, hasta para evitar enormes colapsos especialmente
políticos, sociales y también ambientales, que ya empiezan a sentirse
en aquellas regiones más vulnerables del planeta.
Aun suponiendo que lo peor de la actual crisis financiera se superará
en poco tiempo (cosa que no sucede), hay que pensar en otro
mundo, pues solo “imaginando otros mundos, se acaba por cambiar
también éste” (Eco, 2010, p. 100).
En intención normativo-estratégica, parte del debate sobre el
cambio implica comprender cómo enfrentar la crisis global multifacética,
desde una perspectiva de transformación socioecológica,4
pues las sociedades actuales –capitalistas– son incapaces de manejar
adecuadamente las crisis del presente (en especial, la ecológica). Eso
se confirma cada vez más.
Sin embargo, recordemos, desde un enfoque crítico, que por
sus dinámicas inmanentes (p.e. competencia, lógica expansionista,
concentración y centralización del capital, externalización, explotación,
migraciones masivas, etc.), las contradicciones, los conflictos
y las crisis sociales son inherentes a las sociedades capitalistas, que
cambian y se reacomodan permanentemente según las demandas
4 Muraca (2013), Prada (2013), Deutscher Bundestag / Parlamento Alemán
(2013), Brie (2014), Lang, Cevallos, y López (2015), Brand (2016).
Un viejo debate en ciernes 25
de acumulación del capital. Estas situaciones críticas, por lo demás,
pueden fomentar estrategias progresistas.
La clave es entender estos cambios y brindar propuestas acotadas
al momento, pero –insistimos– sin perder de vista la estructura.
La pregunta no es tanto si habrá cambios fundamentales, sino si
estos se implementan de manera planificada o se producen en forma
de una crisis de shock, si son impuestos de manera autoritaria o socialmente
consensuados, si se guían por los intereses de ciertas élites
o de los de las masas sociales (Zelik y Tauss, 2013, p. 9).
Sin duda, esta perspectiva tiene amplias consecuencias para el
debate de las posibles alternativas. Y la respuesta se desconoce. Solo
se imagina.
Por otra parte, las “quijotadas” (Marx)5
no llevan a ninguna parte.
El idealismo analítico y el voluntarismo político suelen terminar
en callejones sin salida. Hacen falta las condiciones materiales; sin
embargo, no es fácil saber si estas se dan o no. Imaginarlas no es suficiente.
Pero es cierto que si los actores sociales definen una situación
como real, esta lo será en sus consecuencias –aunque en su origen no
fuese real–, en tanto se alienten procesos que terminen por transformar
lo anteriormente existente.
Vistas así las cosas, todo cambio alineado con el decrecimiento y el
postextractivismo debe partir de situaciones y experiencias existentes,
sobre las que habrá que trabajar para transformarlas, sin dejar
de visualizar ese otro mundo que se quiere construir.
En este sentido, parece adecuado entender el decrecimiento
también como un postcrecimiento, que plantea la discusión de las
estructuras productivas y enfrenta las experiencias del fordismo (no
afectadas, en el fondo, por el postfordismo), que para muchas personas
han sido positivas: producción y consumo de masas, ingresos
crecientes, consumismo, planificabilidad, incremento del bienestar,
Estado social. Estas experiencias han configurado un imaginario
5 “Si la sociedad tal cual es no contuviera, ocultas, las condiciones materiales de
producción y de circulación para una sociedad sin clases, todas las tentativas
de hacerla estallar serían otras tantas quijotadas”. (Marx, 1857-61, p. 87).
26 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
colectivo que constituye una base muy sólida del statu quo, con un
alcance cultural muy arraigado. Por lo tanto, las alternativas deberán
desafiar esta situación y proponer opciones transformadoras y
emancipadoras de dichas ataduras casi culturales.
Por su parte, el concepto del postextractivismo (no simplemente
el antiextractivismo) nos remite a situaciones concretas. Incluso
se vive una constelación ambivalente en América Latina. Se han
registrado experiencias exitosas, como los avances en la lucha contra
el hambre y la pobreza en todos los países de la región, sea
con gobiernos neoliberales o progresistas. En estos últimos, ello
también ha sido posible gracias al retroceso del neoliberalismo y
al fortalecimiento del Estado. Y en ambos tipos de gobiernos, los
logros en el campo de lo social se explican, en gran medida, debido
a los elevados precios de las materias primas que generaron
cuantiosos ingresos, provenientes de las exportaciones de ese tipo
de productos; fenómeno también conocido como Consenso de los
Commodities, al decir de Maristella Svampa (2015). Por cierto, si
el fordismo contribuyó a sentar las bases culturales de lo que se
podría definir como un modo imperial de vida, el extractivismo,
con raíces centenarias en América Latina, se ha enquistado de
tal manera que podríamos decir –figurativamente hablando– que
en sus sociedades, empezando por sus élites, existe una suerte de
“ADN extractivista”.
De todas maneras, los avances sociales registrados durante
el boom de los commodities, al no afectar las estructuras propias del
neoextractivismo de origen colonial6
y el capitalismo mismo, resultan
insuficientes y no sustentables. Lo sucedido en países con gobiernos
progresistas, como Venezuela, Ecuador, Brasil y Bolivia,
ratifica lo dicho. En ellos, a la postre, de la mano de los regímenes
progresistas, los extractivismos no solo se han fortalecido, sino
que se han ampliado.7
Por si fuera poco, incluso se ha retornado al
6 Entre los muchos textos existentes sobre este asunto, invitamos a leer un libro
que resulta imprescindible: Potosí, el origen. Genealogía de la minería contemporánea,
de Horacio Machado Aráoz (2014).
7 Ver el debate sobre postneoliberalismo en Brie (2009), Ceceña (2009), Gago y
Sztulwark (2009), Webber (2010), Grugel y Riggirozzi (2012), Yates y Bakker
(2014), Springer (2015), Andreucci y Radhuber (2015), Brand (2015).
Un viejo debate en ciernes 27
neoliberalismo, aprovechando –como anotamos anteriormente– la
recuperada fortaleza del Estado.8
En un primer momento, describiremos brevemente los contextos
históricos en donde los conceptos o debates se intensificaron. Luego,
analizaremos las claves de las dos líneas de debate. Para concluir,
identificaremos sus posibles impulsos y debilidades mutuas. En efecto,
dichas limitaciones se relacionan con experiencias históricas reales,
contextos de debate, valoración de críticas necesarias y exitosas, enfoques
políticos y momentos contingentes, y no tanto con imprecisiones
analíticas o de definición (como a veces se acota).
A nuestro criterio, adelantando algo de la discusión posterior, tal
como señalamos al inicio, un punto en común entre decrecimiento y
postextractivismo es que ambos tratan fundamentalmente de encontrar
nuevas comprensiones y nuevas prácticas para conseguir una
vida digna para todos los humanos (y no humanos). Así, la descripción
de ambas posiciones es, en primer lugar, determinante.
Las relaciones que estableceremos no son una comparación
metodológicamente respaldada. Por eso, tampoco se define algún
criterio de comparación. La intención es “crear resonancia” (Rosa,
2016) entre ambos enfoques, “entablar un diálogo amistoso”. Posteriormente,
se deberá precisar y potenciar los impulsos mutuos que
vayan surgiendo.
Metodológicamente, el trabajo se apoya en el estudio de la literatura
especializada, pero –evidentemente en una presentación tan
amplia–, las diferenciaciones y los detalles siempre serán abordados
de manera insuficiente. Asimismo, cabe recalcar que no nos referiremos
a la pregunta de hasta qué punto los movimientos sociales y las
organizaciones políticas asumen posiciones coincidentes a nivel de la
acción concreta. Una pregunta fundamental, por lo demás.
8 El caso ecuatoriano es paradigmático. Ver, por ejemplo, el artículo de Acosta y
Cajas (2016) sobre el tema.
28 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
Un viejo debate en ciernes 29
2. CONTEXTOS HISTÓRICOS
COMUNES Y DIVERGENTES
30 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
Contextos históricos comunes y divergentes 31
Decrecimiento y postextractivismo son perspectivas para transformar
la sociedad y sus relaciones societales con la Naturaleza. Se
trata de visibilizar críticas, resistencias y alternativas; ponerlas en
un contexto amplio; condensarlas (no homogeneizarlas), y, según
se necesite, ofrecer orientación para reflexionar, especificar y expandir
nuevas ideas que surgirán de estas discusiones. De hecho,
desde este ejercicio se formará y consolidará concertadamente la
contrahegemonía.
Para actuar, es indispensable tener una visión de las actuales situaciones
sociales que se pretende transformar. Eso no significa que
los análisis coyunturales deban ser en extremo detallados. Recordemos
que muchas resistencias y alternativas no tienen una idea integral
de los contextos que atacan o critican y, pese a ello, tienen
impacto. Con todo, una comprensión integral será útil, en especial
cuando los actores sean bloqueados u obstaculizados en sus intentos
de acción contrahegemónica.
En un texto tan corto, es difícil explicar minuciosamente las tendencias
actuales. Por eso, aquí solo se presentan esbozos provisorios,
para fines de discusión. Para América Latina, el auge del pasado
reciente y la crisis actual de las constelaciones “neoextractivistas”
plantea remozados retos. Y, para Europa, si las respuestas a las crisis
–diversas en espacio y tiempo– se mantienen, o si surgen respuestas
alternativas más o menos estables, pueden desembocar en nuevos
paradigmas interpretativos y escenarios políticos, más aún en un ambiente
en donde “el terrorismo” y “los estados de sitio” plantean situaciones
cada vez más complejas.9
Al respecto, el cambio de gobierno
en Grecia (fines de enero de 2015) y el referendo en julio del mismo
año impulsaron un enorme debate sobre la política de crisis europea,
que se intensificó a partir de junio de 2016, con el voto a favor del
9 Podríamos calificar como capitalismo verde. Véase Wallis (2010), Koch (2012),
Tanuro (2013), Brand y Wissen (2015).
32 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
Brexit, en Gran Bretaña. Pero, a la postre, al menos hasta ahora, el
ajuste neoliberal sigue imponiéndose.
Asimismo, “la determinación de una nueva formación de sociedad
no depende tanto de la evolución “objetiva” de la situación real sino
de los diferentes enfoques teóricos, sus criterios más importantes y de
los instrumentos del análisis” (Candeias, 2004, p. 10), lo que no debe
hacernos perder de vista que la clave está en las movilizaciones sociales.
Sin duda, todos estos son temas interesantísimos para el diagnóstico de
la actualidad, pero van más allá de los objetivos del presente trabajo.
Queremos enfatizar un aspecto que nos parece esencial para
entender, después, las similitudes de los contextos y de las alternativas.
La dinámica capitalista transforma más y más aspectos de la
sociedad en mercancías comerciables, para así constituir poder y
dominación (Dörre, 2015; Luxemburg 1913,1951). Aparte de la
Naturaleza, esta dinámica afecta –lo sabemos desde hace mucho
tiempo– también a las personas, obligadas a vender su fuerza laboral,
ya sea en empresas capitalistas privadas o en empresas públicas.
En China y en la India, el fenómeno se celebra como el milagro
económico, sin cuestionar el contenido social y el enorme peso que
las personas sienten como un “poder ajeno, situado al margen de
ellas” (Marx & Engels, 1970, p. 36). Sin embargo, también este aspecto,
la cosificación de la fuerza laboral y de la Naturaleza, no es
abordado de manera sistemática en el debate del decrecimiento.
Klaus Dörre (2015) señala que a menos que se libere de su sello
capitalista, aún una economía de estado estacionario (steady-state economy)
puede mantener las tendencias de fomentar los procesos de
cosificación y mercantilización.
Relacionado con esta cuestión, el sistema económico y social
capitalista está ciego frente a las condiciones y consecuencias de la
dinámica económica. Aquí es conveniente mencionar el debate feminista
(Picchio, 2015), cuyo planteamiento señala que la economía
capitalista ahonda la separación de los procesos de mercado formales
de muchos elementos que los hacen posibles sin ser mercancías,
como el trabajo no remunerado, sobre todo el trabajo de cuidado.
Así, la externalización es un “principio” (Biesecker y Von Winterfeld,
2010), que contribuye decisivamente en el funcionamiento
Contextos históricos comunes y divergentes 33
del capitalismo. De hecho, la estructura capitalista de la externalización,
se entiende como la:
(…) desvalorización de lo separado (trabajo social no remunerado
realizado por mujeres y prestaciones ecológicas de la Naturaleza)
es la condición previa para su usurpación barata e incluso gratuita.
Por lo tanto, la globalización del capitalismo implica también
la globalización de este principio. Se expresa en nuevos procesos
de usurpación actuales relacionados con nuevos límites (Biesecker y
Von Winterfeld, 2010, p.1).
En este caso, a modo de ejemplo, se puede mencionar lo que
acontece cada vez con mayor frecuencia en el mundo empresarial, a
escala nacional e internacional, con la subcontratación, la externalización
o la tercerización, conocida también como outsourcing, por su
traducción en inglés. Un proceso en el que una empresa contrata a
otras empresas, para que se hagan cargo de parte de su actividad o
producción, con el propósito, normalmente, de abaratar los costos
por el lado del trabajo.
Asimismo, el crecimiento económico está muy vinculado con
un concepto occidental, racionalista, masculino en esencia que,
en primer lugar y como parte de las constelaciones de dominación
patriarcales, se orienta hacia la dominación de la Naturaleza (Von
Winterfeld, 2006).10
2.1. América Latina: el neoextractivismo como expresión
de una modalidad de acumulación primario-exportadora
Primero, cabe señalar que en Latinoamérica cambió la constelación
económica de crisis, para transformarse en una bonanza pocas veces
registrada con anterioridad: lo que Maristella Svampa (2015)
definió como el Consenso de los Commodities. La crisis socioeconómica
existente en el tornasiglo, para los países de esta región, concluyó
con el incremento sostenido de los precios de las materias primas,
10 Una perspectiva feminista (desde el Norte) a la economía política puede consultarse
en la obra de Gibson-Graham (2006).
34 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
particularmente por la vinculación de China con la economía mundial
(Moreno, 2015). Así, en estos años, hasta 2014, no se volvió a
hablar de crisis en esta región, contrario a lo que sucede en Europa
desde hace tiempo en donde hay una conciencia y un discurso de
crisis generalizados.11
Los motivos son evidentes: en los últimos 10 a 15 años –hasta
2014–, hubo cambios dramáticos en los mercados mundiales. En
muchos países latinoamericanos, el fuerte incremento de la demanda
por recursos naturales y la consiguiente alza de los precios de
recursos fósiles, minerales y agrícolas (en algunos casos, incluso, con
situaciones de escasez real o esperada), aumentaron notablemente
los ingresos por exportaciones y también de inversiones foráneas, lo
que proporcionó un margen de acción política más amplio.
Estos mayores ingresos beneficiaron a gobiernos, empresas públicas
y empresas privadas en toda la región. En algunos países, donde
las luchas antineoliberales de la población llevaron a elegir gobiernos
“progresistas”, se aprovechó el margen ampliado de acción para mejorar
la distribución de los ingresos y reducir la pobreza; situación
registrada también con los gobiernos conservadores. La legitimidad
de todos los gobiernos latinoamericanos, más aún de los “progresistas”,
estuvo estrechamente relacionada con las políticas redistributivas
que ampliaron el consumo de muchos segmentos de la población.
La enorme disponibilidad de ingresos financieros –exportaciones y
paulatinamente créditos baratos–, contribuyó a una prolongada estabilidad
económica, social y también política, facilitada por el abandono
de las socialmente duras políticas neoliberales de estabilización
y de “ajuste estructural” de los años ochenta y noventa.
Como resultado del mencionado incremento de los ingresos de
exportación, gracias al aumento de los precios de los productos primarios,
hubo enormes incentivos para ampliar el extractivismo en
América Latina. Los elevados precios de las materias primas desataron
inversiones masivas, sobre todo de empresas transnacionales, en
las diversas actividades extractivistas, en especial mineras y petroleras.
11 Cuán inestable es el esquema extractivista y cuán rápidamente vuelven los
discursos y las experiencias de crisis, se ha podido constatar con el desplome
de los precios del crudo en el año 2014, especialmente en Venezuela.
Contextos históricos comunes y divergentes 35
Es cierto que estructuralmente los márgenes de acción de los gobiernos
“progresistas” estaban constreñidos. Recuérdese, como pesado
punto de partida, la dependencia de las exportaciones al mercado
mundial capitalista, la limitada industrialización o la debilidad de la
agricultura para alimentar a sus respectivas poblaciones; es decir, la
vigencia de una modalidad de acumulación primario-exportadora
de origen colonial, con restringida orientación para satisfacer las demandas
domésticas, tanto de consumo, como de insumos y bienes de
capital. Sin embargo, muchas personas conocedoras coinciden en que
el margen de acción de una política económica y social progresista
independiente y autónoma, orientada a enfrentar el extractivismo, es
más amplio de lo que se piensa, y podría haberse aprovechado más.
En suma, en los años de la bonanza hasta 2014, en realidad, mediante
el extractivismo exacerbado, se profundizó la dependencia exterior,
incluyendo la orientación hacia la China. Pero vamos por partes.
Para entender esta peculiaridad, brindemos una definición comprensible.
El extractivismo, en general y a lo largo de la historia, se refiere
a actividades que remueven, la mayoría de veces de forma intensiva,
grandes volúmenes de recursos naturales, y cultivan de manera
agroindustrial con muchos insumos, sobre todo para exportar según
la demanda de los países centrales, sin mayor procesamiento (o de
manera limitada). Normalmente, requieren grandes montos de inversión
y provocan efectos macroeconómicos relevantes, así como graves
impactos sociales, ambientales y culturales en los territorios afectados
(Gudynas, 2011).12 El extractivismo no se limita a minerales o petróleo.
Hay también extractivismo agrario, forestal, pesquero, incluso turístico
(Machado, 2015).13 Así, en línea con Eduardo Gudynas (2016a)
–quien propone esta definición–, es mejor hablar de “extractivismos”.
El concepto “extractivismo”, junto con conceptos como “acumulación
originaria” (Carlos Marx), permiten explicar el saqueo,
acumulación, concentración, devastación colonial y neocolonial,
así como el origen del capitalismo moderno. Por otra parte, el
12 Por cierto, hay quienes sostienen, con buenos argumentos, que el extractivismo
se articula con el high-tech en diversos ámbitos, como el agrario, por ejemplo.
La megaminería es el sector con más capital y tecnología-intensiva.
13 Sobre el papel de América Latina en los flujos globales de recursos, véase
Schaffartzik et al., 2014.
36 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
“extractivismo”, sumado a conceptos como “acaparamiento de
tierras” (landnahme, en el sentido de Rosa Luxemburg),14 “acumulación
por desposesión” (David Harvey) o “extrahección” (Eduardo
Gudynas), ayudan a entender la evolución actual del capitalismo
moderno e, incluso, el “desarrollo” y “subdesarrollo”, como
dos caras del mismo proceso de expansión del sistema capitalista
mundial.
Si bien el extractivismo comenzó hace más de 500 años, ni este ni
la conquista y colonización (atados al extractivismo) concluyeron al
finalizar la dominación europea en América Latina. Estos procesos siguen
presentes en toda la región, sea en países con gobiernos neoliberales
o “progresistas”;15 basta observar cómo con estos últimos gobiernos
se expanden aceleradamente los extractivismos en la actualidad.
Con la conquista y colonización de América, África y Asia, empezó
a estructurarse la economía-mundo: el sistema capitalista fue consolidando,
como uno de sus elementos fundacionales, la modalidad de acumulación
primario-exportadora, determinada, desde entonces, por las
demandas de los nacientes centros capitalistas. Unas regiones –a partir
de las ventajas comparativas estáticas–, se especializaron en extraer y
producir principalmente materias primas, mientras que otras –sobre la
base de costos comparativos dinámicos y economías de escala crecientes–
pasaron a producir manufacturas y concentraron, desde entonces,
el capital, el poder, así como el conocimiento científico y tecnológico
(incluso usando los recursos naturales de los países empobrecidos por
esta misma forma de relacionamiento en el mercado mundial).
En resumen, los países “desarrollados”, en su mayoría, son importadores
netos de Naturaleza y los “subdesarrollados” son exportadores
netos de Naturaleza, tal como lo han demostrado varios textos
que se nutren de las reflexiones del “metabolismo social” (Vallejo,
Martínez Alier, y Samaniego, 2015; Schaffartzik, Mayer, Gingrich,
Eisenmenger, Loy, y Krausmann, 2014; Martínez Alier y Walter,
14 Biesecker y Von Winterfeld (2010), Mahnkopf (2013), Salleh (2013), y Dörre (2015),
con vistas a las formas dominantes de manejo de crisis ecológicas.
15 No se puede confundir izquierda con progresismo. Al respecto, vale la pena
recomendar la posición de Eduardo Gudynas en Izquierda y progresismo: la
gran divergencia (diciembre de 2013b). Disponible en http://www.alainet.
org/es/active/70074
Contextos históricos comunes y divergentes 37
2015). Como saldo, en estos últimos, persiste la vigencia inamovible
de modalidades de acumulación primario-exportadoras y del extractivismo,
como su principal manifestación.
Más allá del discurso emancipador articulado desde los gobiernos
“progresistas” de América Latina, la región sigue siendo estratégica
para el capitalismo global, al cumplir el papel histórico asignado
hace siglos, por la asimétrica división internacional del trabajo, que
desembocó en el “desarrollo del subdesarrollo”, para usar el célebre
eslogan de la llamada teoría de la dependencia (Frank, 1966). Basta
constatar cómo se ha incrementado su potencial como proveedora
de recursos enviados hacia países centrales y a las economías
“emergentes”, como China e India. Esto ha incidido también en
las infraestructuras, donde se han realizado importantes inversiones
que, particularmente, buscan reducir costos y tiempos de extracción
o transporte de materias primas para, con eso, acelerar la circulación
del capital. Un ejemplo son las grandes represas hidroeléctricas,
cuya energía está destinada, en su mayoría, a atender la demanda
de proyectos extractivistas, sobre todo mineros y petroleros, o los
mismos proyectos enmarcados en la neoliberal Iniciativa para la Integración
de la Infraestructura Regional Suramericana (Iirsa), que
buscan integrar subordinadamente a América Latina con el mercado
mundial (Ceceña, Aguilar, y Motto, 2007), y que se mantiene
incluso por parte de los gobiernos “progresistas”.
2.1.1. Las principales patologías del extractivismo
Para plantear respuestas postextractivistas, hay que identificar los problemas
por resolver y las capacidades disponibles para enfrentarlos.
Conozcamos, pues, las patologías propias de las economías, donde
gobernantes y élites dominantes apuestan por el extractivismo; aspectos
que se enriquecen con la lectura de “los derrames” propios de los
extractivismos, como los analiza Eduardo Gudynas (2016a).
Aquí se mencionan como puntos críticos, y asumiendo en particular
las reflexiones de Jürgen Schuldt (2005),16 varias patologías
16 Sobre esta cuestión ha trabajado Alberto Acosta, uno de los autores de este
ensayo, también junto con el propio Schuldt.
38 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
generadas por este esquema de acumulación, retroalimentado por
círculos viciosos cada vez más perniciosos:
• Es normal que estas economías experimenten varias “enfermedades”,
particularmente la “enfermedad holandesa”.17 El ingreso
abrupto y masivo de divisas sobrevalúa el tipo de cambio,
lo que resta competitividad y perjudica al sector manufacturero
y agropecuario exportador. Como el tipo de cambio real se
aprecia, los factores de producción migran de los sectores transables
perjudicados (agropecuario e industrial) a los segmentos
no transables (construcción, comercio importador, servicios), y
a aquellos donde influye la actividad primario-exportadora en
auge. Esto distorsiona la economía, al recortar los fondos de inversión
que pudieran ir precisamente a los sectores que generan
mayor valor agregado, más empleo, una mejor incorporación
del avance tecnológico y encadenamientos productivos. Incluso,
el ajuste posterior al boom, necesario para enfrentar la crisis, es
visto como parte de dicha “enfermedad”.
• La especialización en las exportaciones primarias –a largo plazo–
ha resultado muchas veces negativa, por el deterioro tendencial
de los términos de intercambio (Prebisch, 1950). Este
proceso favorece a los bienes industriales importados y perjudica
a los bienes primarios exportados. Las materias primas poseen
una baja elasticidad-ingreso, son sustituibles por sintéticos,
tienen un bajo aporte tecnológico y escasísimo desarrollo innovador;
hasta el contenido de materias primas en los productos
manufacturados es cada vez menor. Por todo eso, sus precios se
fijan, básicamente, por la lógica de la competencia en el mercado
(son commodities). Esto impide a los países especializados en
exportar mercancías altamente homogéneas (es decir, materias
primas), participar plenamente en las ganancias del crecimiento
económico y en el progreso técnico mundial.
• La elevada tasa de ganancia sostenida por rentas diferenciales o
17 Hay otros ingresos que pueden generar efectos similares; por ejemplo, remesas,
inversión extranjera, ayuda al desarrollo, ingreso masivo de capitales privados,
entre otros (Schuldt, 1994).
Contextos históricos comunes y divergentes 39
ricardianas (derivadas de la riqueza de la Naturaleza, más que
del esfuerzo humano), que contienen los bienes primarios, motiva
su sobreproducción, incluso cuando caen los precios de las
materias primas. Además, tales rentas –más aún cuando no se
cobran las regalías o impuestos correspondientes– crean sobreganancias
que distorsionan la asignación de recursos en el país.
De ahí la importancia de “nacionalizar los recursos naturales”
(p.e. petróleo), para, al menos, mejorar la distribución de las ganancias
extraordinarias y las rentas obtenidas por las empresas.
• La volatilidad propia de los precios de las materias primas en
el mercado mundial ha ocasionado que las economías primario-exportadoras
sufran problemas recurrentes en su balanza
de pagos y en sus cuentas fiscales. Esto ha generado una gran
dependencia financiera externa, y ha sometido a las actividades
económica y sociopolítica nacionales a erráticas fluctuaciones.
Todo esto se agrava con la caída de los precios en los mercados
internacionales, lo que consolida la crisis de la balanza de pagos
y la crisis fiscal. La situación se profundiza, muchas veces,
por la fuga masiva de los capitales que aterrizaron para lucrar
de los años de bonanza, acompañados por los –también huidizos–
capitales locales. Con ello, se agudiza la restricción externa
y la presión de recurrir al endeudamiento, que está presente
ya desde la época de la bonanza.18
• Curiosamente, en años recientes no registramos esta fuga de
capitales desde los países subdesarrollados en crisis, en la medida
que los centros del capitalismo metropolitano tradicional
también atraviesan situaciones muy críticas. Sus bancos,
sacudidos por la crisis, no son tan confiables como antes, a
pesar de los enormes salvatajes que se diseñaron a raíz de la
crisis del 2008. De todas maneras, hemos visto que no todos los
capitales fugan hacia dichos centros metropolitanos, pues hay
otras opciones en donde se los puede refugiar: el caso de los
papeles de Panamá es paradigmático; opciones que, no cabe
duda alguna, funcionan en estrecha vinculación con la lógica
de acumulación del capitalismo transnacionalizado.
18 Ver Acosta (1994 y 2001), por ejemplo.
40 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
• El auge de la exportación primaria también atrae a la siempre
bien alerta banca internacional, que en la bonanza desembolsa
préstamos a manos llenas, como si se tratara de un proceso sostenible;
financiamiento que, además, es recibido con los brazos
abiertos por gobernantes y empresarios creyentes en milagros
permanentes. En esta época, la China ha pasado a ser el principal
prestamista de la región. Así se acicatea aún más la sobreproducción
de recursos primarios (p.e. vía facilidades petroleras), lo
que aumenta las distorsiones sectoriales. Pero, a la postre, como
muestra la experiencia histórica, se hipoteca el futuro de la economía,
cuando llega el inevitable momento de servir la sobre-dimensionada
deuda externa, contraída durante la euforia exportadora
(en cantidades mayores y en condiciones muy onerosas,
sobre todo en las crisis); servicio que se recrudece, precisamente,
al caer los precios de exportación e incrementarse las tasas de
interés en las economías metropolitanas.19
• La dependencia de los mercados foráneos, aunque paradójico,
es todavía más marcada en épocas de crisis. Hay una suerte de
bloqueo mental generalizado, empezando por los gobernantes
de estos países. En este contexto, todas o casi todas las economías
atadas a exportar recursos primarios caen en la trampa
de forzar las tasas de extracción de sus recursos cuando los precios
se debilitan. Buscan, a como dé lugar, sostener los ingresos
provenientes de las exportaciones primarias. Esta realidad
beneficia a los países centrales, pues un mayor suministro de
materias primas –petróleo, minerales o alimentos–, en épocas
de precios deprimidos, crea una sobreoferta, lo que debilita
más sus precios. De esa manera, se produce un “crecimiento
empobrecedor” (Bhagwati, 1958) y la sobre-explotación de las
materias primas.
• La abundancia de recursos externos, alimentada por las exportaciones
de petróleo o minerales (tal como se ha experimentado
en los últimos años), crea un auge consumista que es cubierto,
sobre todo, con importaciones. Así se desperdician recursos,
19 Sobre este tema existe una amplia bibliografía. Se recomiendan los aportes de
Alberto Acosta (1994, 2001).
Contextos históricos comunes y divergentes 41
pues incluso se llega a sustituir productos nacionales por productos
externos. Esta situación es atizada por la sobrevaluación
cambiaria, ocasionada por el ingreso masivo de divisas. Una
mayor inversión y gasto público, sin las debidas providencias,
incentiva las importaciones y no necesariamente la producción
doméstica. La historia nos ha enseñado que, normalmente, no
hay un uso adecuado de los cuantiosos recursos disponibles,
y es muy común el aparecimiento de los conocidos “elefantes
blancos”: aquellas obras monumentales que muchas veces están
inutilizadas o muy poco aprovechadas.
• Esa experiencia también ilustra y confirma que el extractivismo
no permite una diversificación productiva y, menos aún, genera
encadenamientos dinámicos. No se aseguran enlaces productivos
integradores y sinérgicos ni hacia delante ni hacia atrás; tampoco
en la demanda final (enlaces de consumo, infraestructura
y fiscales). Mucho menos se facilita y garantiza la transferencia
tecnológica y la generación de externalidades a favor de otros
sectores. De allí se deriva una de las características clásicas de las
economías primario-exportadoras, presente desde la colonia: un
carácter de enclave, con territorios extractivistas normalmente
aislados del resto de la economía. Esta situación no ha cambiado
para nada en la actualidad, sea en los países con gobiernos
neoliberales o progresistas. Este fenómeno, no obstante, debe ser
revisado en la medida que estas regiones extractivistas no se circunscriben
exclusivamente a las zonas de donde se extraen los
recursos naturales, sino que, además, deben considerar su relacionamiento
con una suerte de regiones extractivistas virtuales,
en tanto dependen de las relaciones propias de estos recursos
con la financiarización de la economía mundial. Se requiere, entonces,
reflexionar sobre cómo los mercados futuros de las materias
primas están relacionados con las lógicas extractivistas, en
tanto mecanismos que las alientan permanentemente.
• En estrecha relación con lo anterior, las empresas que controlan
la explotación de recursos naturales no renovables, por su
ubicación y forma de explotación, se convierten con frecuencia
en poderosos grupos de poder empresarial frente a Estados
42 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
nacionales relativamente débiles. La experiencia nos cuenta
cómo algunas transnacionales se han aprovechado de su posición
dominante, por ejemplo, lograda por su contribución al
equilibrio de la balanza de pagos, para influir en el balance de
poder en el país, a través de la permanente amenaza a los gobiernos
que se atrevan a ir contracorriente. Una “nueva clase corporativa”
ha capturado no solo al Estado, sin mayores contrapesos,
sino también a importantes medios de comunicación, encuestadoras,
consultoras empresariales, universidades, fundaciones y
estudios de abogados. Esta clase corporativa transnacional –en
el caso de las inversiones chinas apoyadas directamente por su
Estado– se ha convertido en el “actor político privilegiado”, por
poseer “niveles de acceso e influencia de los cuales no goza ningún
otro grupo de interés, estrato o clase social” y, aún más, que
le permite “empujar la reconfiguración del resto de la pirámide
social”. “Se trata de una mano invisible (en ocasiones muy visible,
NdA) en el Estado que otorga favores y privilegios y que
luego, una vez obtenidos, tiende a mantenerlos a toda costa”, y
los asume como “derechos adquiridos” (Durand, 2006).
• Así se debilita la lógica del Estado-Nación, y se da paso a lo que
se conoce como la “desterritorialización” del propio Estado. De
esa manera, el Estado se desentiende del entorno de los enclaves
petroleros o mineros, y deja, por ejemplo, la atención de demandas
sociales a las empresas extractivistas. Esto conduce a un manejo
desorganizado y no planificado de esas regiones que, incluso,
están muchas veces de facto al margen de las leyes nacionales.
En ese contexto, el Estado extractivista viabiliza la vinculación
de los territorios mineros o petroleros con el mercado mundial,
sea a través de la correspondiente infraestructura o de las medidas
de seguridad policiales y hasta militares que hagan falta.
Esto no implica necesariamente su integración nacional y local.
Todo esto, sumado a muchos de los puntos anotados, conduce
a la desnacionalización de la economía, no solo por el control
directo de los recursos naturales, sino por la incidencia directa o
indirecta de las empresas transnacionales en la definición de las
políticas de los países extractivistas.
Contextos históricos comunes y divergentes 43
• Este extractivismo cada vez más desaforado consolida un ambiente
de violencia y marginalidad crecientes, que desemboca
en respuestas represivas, miopes y torpes de un Estado policial,
que no cumple sus obligaciones sociales y económicas. La criminalización
y la represión desplegadas para sostener y ampliar
el extractivismo caracterizan a todos los gobiernos de la región,
independientemente de su orientación ideológica.
• La desigual distribución del ingreso y de los activos genera un
callejón, en apariencia, sin salida por los dos lados: los sectores
marginales, con mayor productividad del capital que los modernos,
no acumulan, pues no tienen los recursos para ahorrar
e invertir; y los sectores modernos, con mayor productividad de
la mano de obra, no invierten, dado que no tienen mercados
internos que aseguren rentabilidades atractivas. Ello, a su vez,
agrava la indisponibilidad de recursos técnicos, de fuerza laboral
calificada, de infraestructura y de divisas, lo que desincentiva
la inversión, y así, sucesivamente. Es decir, una situación conocida
desde hace muchas décadas: se ahonda la heterogeneidad
estructural de estos aparatos productivos (ver Pinto, 1970).20
• A lo anterior se agrega el hecho obvio (y desgraciadamente
necesario, no solo por razones tecnológicas) de que, a diferencia
de los demás sectores, la actividad extractivista (sobre todo
minera y petrolera) absorbe poco –aunque bien remunerado–
trabajo directo e indirecto: contrata fuerza directiva y especializada
altamente calificada, muchas veces extranjera. En efecto,
la tecnología es mundial como las finanzas, mientras que la extracción
debe ser local y la producción puede ser local o haber
sido deslocalizada;21 es intensiva en capital y en importaciones:
20 Las patologías propias de las economías primario-exportadoras y los enclaves
extractivistas son largas y muy importantes. Se podría citar una selección de
los muchos trabajos de André Gunder Franck (1970, 1979), Ruy Mauro Marini
(1973, 1978), Celso Furtado (1974), Theotonio dos Santos (1978, 1998),
entre otros. También se puede consultar el texto de Alberto Acosta: Las dependencias
del extractivismo. Aporte para un debate incompleto (2016).
21 Por ejemplo, el refino del petróleo o del estaño fuera del país donde se ha extraído.
Lo del estaño fue claro en la nacionalización boliviana por parte del MNR de
1953: los Patiño, Aramayo y similares siguieron controlando el refino del mineral
extraído en Uncía, Llallagua, Siglo XX, Catavi, etc.
44 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
utiliza casi exclusivamente insumos y tecnología foráneos, etc.
Todo eso genera que el “valor interno de retorno” (equivalente
al valor agregado que se mantiene en el país) de la actividad
primario-exportadora resulte irrisorio.
• A su vez, se generan nuevas tensiones sociales en las regiones
donde se extraen dichos recursos naturales, pues, por lo general,
muy pocas personas de la región se integran a las plantillas
laborales de las empresas mineras y petroleras, o se benefician
indirectamente de ellas. Y esa mano de obra es casi siempre
sobreexplotada. En los monocultivos, donde aún se emplea
bastante mano de obra, las relaciones laborales son precarias;
incluso persisten prácticas de semiesclavitud. Basta mencionar
las plantaciones bananeras en Ecuador.
• Derivadas de la exportación de bienes primarios, se consolida
y profundiza la concentración y centralización del ingreso
y de la riqueza en pocas manos, así como del poder político.
Son grandes beneficiarias las empresas transnacionales –vistas
como promotoras de la modernidad–, a las que se les reconoce
el “mérito” de arriesgarse a explorar y explotar los recursos
en mención. Nada se dice de cómo crean una mayor “desnacionalización”
de la economía, en parte por el volumen de
financiamiento necesario para explotar los recursos, en parte
por la falta de empresariado nacional consolidado y, en no menor
medida, por la poca voluntad gubernamental para formar
alianzas estratégicas con empresarios locales.
• En estas economías primario-exportadoras, la estructura y la dinámica
políticas se caracterizan por el “rentismo”, la voracidad
y el autoritarismo con el que se manejan las decisiones. Dicha
voracidad dispara el gasto público más allá de toda proporción,
con un manejo fiscal desordenado, con el propósito de financiar
todo tipo de acciones clientelares destinadas a asegurar el poder,
sin una adecuada planificación, y sin mayor preocupación por la
calidad de la gestión y el control democrático. Este “efecto voracidad”
se refleja en la búsqueda desesperada y la apropiación
abusiva de una parte importante de los excedentes del sector primario-exportador.
Los políticamente poderosos exprimen esos
Contextos históricos comunes y divergentes 45
excedentes para perennizarse en el poder, o bien para lucrar de
él. Y en ese entorno, donde campea la corrupción, es obvio que
resulta muy difícil encontrar un aliciente real para desarrollar un
sistema tributario equitativo, más aún en medio de situaciones de
corrupción desbordantes.
• El extractivismo crea una concepción reduccionista de la Naturaleza,
pues minimiza la complejidad de las redes biofísicas
naturales y los procesos de reproducción naturales a meros
“recursos naturales”, que están disponibles para la prospección,
exploración y mercantilización; tampoco reconoce las
consecuencias negativas de los procesos de extracción que se
requieren. En el mejor de los casos, se procesan sus externalidades,
pero no como parte de un contexto integral propio de
las estructuras de la Naturaleza. Desde esa perspectiva, el extractivismo
lesiona el medioambiente natural y social en el que
interviene; sobre todo los megaproyectos extractivistas rompen
los ciclos vitales de la Naturaleza y destrozan los elementos sustanciales
de los ecosistemas, con lo que se impide su regeneración;
es decir, se afecta grave e irreversiblemente a los Derechos
de la Naturaleza.22 Este deterioro sucede a pesar de algunos esfuerzos
de las empresas para disminuir la contaminación, y de
las acciones sociales para establecer relaciones “amistosas” con
las comunidades. Todo esto explica por qué hay cada vez más
respuestas defensivas desde las comunidades afectadas, crecientemente
reprimidas por gobiernos y empresas extractivistas.
La represión y la criminalización de la protesta social se vuelven
una herramienta clave para profundizar el extractivismo.
22 Los Derechos de la Naturaleza se potenciaron con su aprobación en la Constitución
de Ecuador, el año 2008. La lista de personas que los estudian crece
diariamente: Esperanza Martínez (2009), Diana Murcia (2009), Raúl Eugenio
Zaffaroni (2011), Ramiro Ávila (2011), Alberto Acosta (2011, 2013), Eduardo
Gudynas (2016b). Existen valiosos aportes anteriores, no conocidos en el debate
constituyente, de Godofredo Stutzin (1984), Peter Saladin (1986), Georg
Leimbacher (1988), Christopher Stone (1996), Cormac Cullinam (2003), por
ejemplo. En este breve recuento de personas que han abordado el tema, no
pueden faltar Arne Naess, considerado el padre de la “ecología profunda”, y
Baruch Spinoza, de quien se nutre Naess explícitamente.
46 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
• A pesar de esta enorme carga de argumentos críticos de la acumulación
primario-exportadora, que ha dado lugar a la tesis
de la “maldición de la abundancia” (Acosta, 2009), hay un posicionamiento
casi indiscutible de esta en las sociedades de los
países con economías predominantemente extractivistas. Tanto
es así, que parecería que esa es la verdadera maldición: es decir,
la maldición, en este caso la patología, quizá radica en la
incapacidad para asumir el reto de construir alternativas a la
acumulación primario-exportadora, que parece eternizarse, no
obstante sus inocultables fracasos.
La apropiación masiva de la Naturaleza, o sea, de “recursos
naturales” extraídos mediante múltiples violencias, atropellando
Derechos Humanos y Derechos de la Naturaleza, “no es una
consecuencia de un tipo de extracción sino que es una condición
necesaria para poder llevar a cabo la apropiación de recursos naturales”,
como bien señala Eduardo Gudynas (2013, p. 11).23
No hay, en síntesis, un extractivismo bueno24 y un extractivismo
malo. El extractivismo es lo que es: en lo económico, un conjunto
de actividades de extracción masiva de recursos primarios para la
exportación que, dentro del capitalismo, se vuelve fundamental en
el contexto de la modalidad de acumulación primario-exportadora.
De este modo, el extractivismo es, en esencia, depredador como lo
es “el modo capitalista (que) vive de sofocar a la vida y al mundo de
la vida, ese proceso se ha llevado a tal extremo, que la reproducción
23 Marx ya nos mencionó, en su momento, que el propio origen del capitalismo
(es decir, la acumulación originaria de capital) proviene de la extracción
de recursos naturales, la explotación y la violencia: “El descubrimiento de las
comarcas auríferas y argentíferas en América, el exterminio, esclavización y
soterramiento en las minas de la población aborigen, la conquista y saqueo de
las Indias Orientales, la transformación de África en un coto reservado para la
caza comercial de pieles-negras, caracterizan los albores de la era de producción
capitalista. Estos procesos idílicos constituyen factores fundamentales de
la acumulación originaria” (Marx [1867] 2008, p. 939).
24 Como es el caso del uso del término extractivismo en portugués, cuando se
refiere a la extracción u obtención sostenible de recursos naturales del bosque,
por ejemplo, de castañas o de madera, sin llegar a afectar la existencia del
bosque mismo y de toda su rica biodiversidad.
Contextos históricos comunes y divergentes 47
del capital solo puede darse en la medida en que destruya igual a los
seres humanos que a la Naturaleza”,25 como afirmó el filósofo ecuatoriano
Bolívar Echeverría (El Comercio, 4.08.2007).
Todos los aspectos que se han expuesto sobre el extractivismo se
interrelacionan con los elementos típicos de lo que se conoce como
“subdesarrollo”:
• La debilidad de los mercados internos, provocada, sobre todo,
por los bajos ingresos y las enormes desigualdades en la distribución
de la riqueza.
• La creciente pobreza de las masas, confrontada con una mayor
concentración del ingreso y de los activos en pocas manos; algo
que explica especialmente el proceso de empobrecimiento.
• La presencia de sistemas productivos atrasados y modernos,
que caracterizan la heterogeneidad estructural y la informalidad
del aparato productivo.
• Los escasos encadenamientos productivos y sectoriales, así
como de demanda y fiscales, en particular de las actividades de
exportación con el resto de la economía.
• La concentración productiva en bienes no elaborados para surtir
el mercado externo, a pesar de los vaivenes de los precios internacionales
en esos sectores primarios, que, además, son intensivos
en capital y poco demandantes de fuerza de trabajo.
• La falta de una adecuada integración entre las diversas regiones
de cada país, sobre todo en infraestructura e intercambio
productivo.
• La absorción de ahorros de las regiones más pobres por las
más acomodadas, lo que crea una “causación circular acumulativa”
(Myrdal, 1957), que empobrece más y más a unos, en
beneficio de otros (acompañada, también, de “intercambio
desigual doméstico”).
• La ausencia de un sistema moderno de ciencia y tecnología,
base para el desarrollo de ventajas comparativas dinámicas;
acompañada de un solemne desprecio de los saberes ancestrales.
25 La mayúscula en Naturaleza es nuestra.
48 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
• El mal manejo administrativo del Estado y una marcada arbitrariedad
burocrática; el autoritarismo es una (casi) norma en
estos países extractivistas.
• Los siempre escasos gastos en políticas sociales, en especial en
salud y educación; muchas veces inadecuadamente invertidos
en propuestas que, además, no abordan la raíz de los problemas.
• La carencia de estrategias sustentadas en las soberanías: alimentaria,
energética, financiera y económica, en general.
• Las ineficiencias masivas del sector productivo.
• La corrupción generalizada en toda la sociedad, pero particularmente
en todos los círculos directa o indirectamente vinculados
con los extractivismos.
Uno de los mayores lastres, y que explica sustantivamente la situación
de subdesarrollo, radica en la colonialidad26 del poder, del
ser y del hacer, vigente hasta nuestros días. Esta colonialidad no
es solo un recuerdo del pasado; hasta explica la actual organización
del mundo en su conjunto, en tanto aspecto fundamental en la
agenda de la modernidad.27
A pesar de conocerse esta realidad y sus patologías, luego de
tantas décadas de dependencia en el extractivismo, hay muy pocas
respuestas efectivas, incluso dentro de algún posible “extractivismo
sensato”, que podría asumirse como un primer paso, en
un largo proceso de transición postextractivista, necesariamente
postcapitalista.
En los últimos años quizás lo más destacable son algunos fondos
de estabilización (no comparables con aquellos fondos utilizados
para garantizar simplemente el pago de deuda externa), cuya
26 Entre los críticos a la colonialidad destacamos, sobre todo, a Aníbal Quijano, además
de, por supuesto, Boaventura Souza Santos, Gayatri Chakravorty Spivak, Edward
W. Said, José de Souza Santos, Chandra Talpade Mohanty, Nikita Dhawan,
Enrique Dussel, Arturo Escobar, Fernando Coronil, Edgardo Lander, Anne McClintock,
Enrique Leff, Arif Dirklik, Breny Mendoza, Francisco López Segrera,
Alejandro Moreano, entre otros.
27 José María Tortosa, en sus comentarios a nuestro texto, observa que esa lista puede
aplicarse casi toda a España o a Grecia. El supuesto “desarrollo” y “subdesarrollo”
no formaría una dicotomía sino un continuo. Lo malo es que, entonces,
no hay “lucha final”.
Contextos históricos comunes y divergentes 49
eficacia depende de la duración de los precios bajos de las materias
primas en el mercado mundial.
Lo que sí queda absolutamente claro es que la dependencia del
extractivismo ha aumentado, tanto en países con gobiernos neoliberales
como “progresistas”. Todos estos gobiernos, de la mano del
extractivismo, se han embarcado en una nueva cruzada desarrollista:
sea para “salir del extractivismo con más extractivismo”, como ofrece
el Gobierno ecuatoriano, o para subirse a la “locomotora minera”,
como propone el Gobierno colombiano.
2.1.2. Del extractivismo colonial al neoextractivismo
contemporáneo
La actual situación del extractivismo en América Latina ha dado
paso a intensos debates. Es más, se ha acuñado el término neoextractivismo
para definirla. Por ejemplo, Eduardo Gudynas (2009,
2013b, 2016a) y uno de los autores de estas líneas (Acosta, 2009,
2014) optaron por definir como neoextractivismo al manejo extractivista
de los recursos naturales por parte de los países con gobiernos
“progresistas”, que presenta algunas diferencias con el extractivismo
de los regímenes neoliberales.
El otro autor de este libro (Ulrich Brand, coincidiendo con Jürgen
Schuldt) define como neoextractivista a la situación en toda la
región desde el año 2000. Por supuesto, hay diferencias (remarcables)
resaltantes o marcadas, y los gobiernos actúan de maneras distintas,
según la coyuntura económica y las movilizaciones sociales.
Sin embargo, estas diferencias se dan al nivel de sociedades concretas
y no tanto por la línea de gobiernos conservadores y progresistas
(sería muy interesante establecer semejanzas y diferencias entre
Bolivia, Brasil, Ecuador, Nicaragua, Perú o Venezuela, por ejemplo;
pero, por razones de espacio, no se ahonda este asunto). Esta perspectiva
enfatiza más las condiciones económicas internacionales y
su articulación con las relaciones sociales concretas dentro de las sociedades
particulares, para entender la fase actual del extractivismo
(Brand, Dietz, y Lang, 2016).28
28 Así se pueden diferenciar dos fases. La primera abarca aproximadamente los
50 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
Considerando tales distinciones en la definición de neoextractivismo,
creemos que es mejor volver al concepto de extractivismo en
términos generales, pero reconociendo que su última fase histórica
posee dimensiones particulares; se debe anotar, eso sí, las diferencias
entre gobiernos neoliberales y “progresistas”.
Entendemos, en cualquier caso, al neoextractivismo como una
versión contemporánea del extractivismo de viejo cuño y que, por
lo tanto, está afectado de las típicas patologías del extractivismo. Asimismo,
en esta nueva fase del extractivismo, más allá de que varios
países de la región posean regímenes “progresistas” que han levantado
la tesis de la transformación de la matriz productiva, y que incluso
han realizado algunos esfuerzos en esa dirección, tales gobiernos han
mantenido intacta la esencia de la matriz de acumulación primario-exportadora.
Por tanto, lejos de discursos y planes oficiales, en la
práctica, los extractivismos se han consolidado e, incluso, ampliado.
Recordemos que la constelación histórico-política, producto de
la lucha de los movimientos sociales, posibilitó la conformación
de gobiernos “progresistas” que fortalecieron el papel del Estado
en la economía, con una creciente presencia de control y acción
estatales en los ámbitos extractivistas. Desde allí se promovieron
políticas de distribución de los elevados ingresos provenientes de
las exportaciones de materias primas. Estas luchas sociales se enmarcaron,
sobre todo, en reclamos nacionalistas, que se nutrieron
paulatinamente con planteamientos ecologistas por la falta de agua
para el agro; por la deforestación y contaminación ocasionada por
la minería –formal e informal– y por la actividad petrolera; por
el agotamiento del recurso pesquero en los océanos, debido a su
años setenta hasta el año 2000. De cierto modo, durante esa treintena de años,
se había ido preparando el neoextractivismo como una posibilidad. La segunda
fase, que inició con el cambio del milenio y cuya dinámica comenzó a
acelerarse a partir del año 2003, continúa hasta hoy. El funcionamiento del
mercado capitalista, que reduce el tamaño del Estado, con el fin de flexibilizar
las relaciones laborales, reprimarizar los aparatos productivos, liberalizar las
economías, asegurar el pago de deudas y el desenvolvimiento de la competitividad,
convirtió a estas medidas en criterios dominantes de la política estatal.
En efecto, se generó lo que se conoce como desarrollismo orientado hacia el
mercado global (ver la síntesis de John Williamson [1990] sobre el así llamado
Consenso de Washington).
Contextos históricos comunes y divergentes 51
sobreexplotación; por la polución urbana; por la creciente erosión
de la biodiversidad silvestre y agrícola; la desaparición de suelos
agrícolas, la pérdida de calidad y disponibilidad del agua, etc.; en
definitiva, por los efectos del calentamiento global.
En sus análisis, Maristella Svampa y Eduardo Gudynas señalan
que el actual extractivismo parte de un dispositivo político-social nacional-popular,
y lo consolida justificando la explotación de la naturaleza
como proyecto promotor del “desarrollo nacional”.
Por lo tanto, desde una postura nacionalista, los gobiernos “progresistas”
procuraron principalmente un mayor acceso y control del
Estado sobre los recursos naturales y los beneficios de su extracción,
lo cual no es malo per se. Lo preocupante es que, desde esta postura,
se critica el control de los recursos naturales por parte de empresas
transnacionales, pero no la extracción en sí.
En este punto emerge la soberanía como factor explicativo de
muchas acciones orientadas al control estatal de la explotación de
los recursos naturales; una acción vista como necesaria para luchar
contra la pobreza y la desigualdad social.29 Este aspecto es medular
para comprender cómo algunos gobernantes “progresistas” se volvieron
fervientes propulsores de las actividades extractivistas, como
el presidente ecuatoriano Rafael Correa, quien se ha convertido en el
mayor promotor de la megaminería en su país.30
Es verdad que para combatir las inequidades y las desigualdades
faltan mayores recursos públicos. Por eso, aprovechando el momento
del mercado global con precios elevados de las materias primas,
estos gobiernos “progresistas” fomentaron el extractivismo. La coyuntura
permitió ver al extractivismo como una especie de oportunidad.
Es más, hubo gobiernos, particularmente el ecuatoriano, que
reconocieron en el creciente extractivismo una suerte de palanca
29 Eduardo Gudynas (2009, 2014), Catalina Toro Pérez (2012), Saturnino Borras
et al. (2012), Maristella Svampa (2012, pp. 48-56; 2015), Henry Veltmeyer
(2013), Anthony Bebbington y Jeffrey Bury (2013), Gian Delgado Ramos
(2013), Raúl Prada (2014), Hans Burchardt y Kristina Dietz (2014), Klaus
Meschkat (2015), Bettina Engels y Kristina Dietz (2016). Sobre el extractivismo
y la vida cotidiana, véase Verónica Gago (2015).
30 Sobre este tema se puede consultar el artículo de Alberto Acosta y Francisco
Hurtado Caicedo (2016).
52 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
para construir las condiciones que permitan superar el extractivismo.
Y, de facto, en todos los gobiernos latinoamericanos, se vio al
crecimiento económico como el motor para el “desarrollo” de otros
sectores productivos.
En efecto, existe un controvertido debate alrededor de las dinámicas
mencionadas. La esencia objetiva para valorar el modelo de
desarrollo neoextractivista, según los defensores de los gobiernos
“progresistas”, radica en sus éxitos económicos y de distribución
de los ingresos. Sostienen que, a nivel analítico y programático, el
concepto del extractivismo no aprecia debidamente algunas situaciones
significativas, como mejores salarios, el papel del Estado y
la transformación del poder. Desde esta vertiente, se destaca la intención
de los gobiernos “progresistas” de transformar, a mediano
plazo, el modelo primario-exportador y su fuerte dependencia de la
demanda y de los precios de los mercados mundiales, mediante una
reestructuración económica y social –que no logran y, en el fondo,
tampoco desean–. Para defenderse contra las críticas y las crecientes
resistencias sociales frente a su modelo económico, cada vez más atado
al extractivismo, los regímenes políticos se tornan cada vez más
centralistas y autoritarios.
Estos gobiernos “progresistas” manifiestan que conceptos como
el Buen Vivir no son generalizables y que no pasan de ser una especie
de “estrella guía lejana” de una sociedad postcapitalista.
Y no solo eso: al Buen Vivir lo han vaciado de contenido y lo han
transformado en un dispositivo de poder. Tengamos presente que
la visión del Buen Vivir o Sumak Kawsay constituye una referencia
importante, que deja entrever un horizonte civilizatorio emancipador.
Estas cosmovisiones, atadas a territorios específicos, plantean
opciones diferentes de la cosmovisión occidental, al surgir de raíces
comunitarias no capitalistas, armónicamente relacionadas con la
Naturaleza. Desde esa lectura, el Buen Vivir postula una transformación
de alcance civilizatorio al ser, al menos, biocéntrica; ya no
más antropocéntrica (en realidad, se trata de una trama de relaciones
armoniosas vacías de todo centro); comunitaria, no solo individualista;
sustentada en la pluralidad y la diversidad, no unidimensional
ni monocultural. Para entenderlo, se precisa, en particular, un
Contextos históricos comunes y divergentes 53
profundo proceso de descolonización31 intelectual en lo político, en
lo social, en lo económico y, por cierto, en lo cultural.
Como saldo, tenemos que el neoextractivismo, en la versión impulsada
por gobiernos “progresistas”, es parte de una versión contemporánea
del típico desarrollismo latinoamericano; opción que
fue duramente criticada en décadas anteriores por estructuralistas
y dependentistas.
Lo que está claro es que los gobiernos “progresistas” –y también
los neoliberales– mantienen el mito del “progreso” en su deriva
productivista, y el del “desarrollo” como dirección única, sobre todo
en su visión mecanicista de crecimiento económico, así como sus múltiples
sinónimos. Por cierto, este extractivismo del siglo XXI –neoliberal
o “progresista”– no pierde su carácter conquistador y colonizador.
En este punto, no se puede negar que en los países “progresistas”
la población tradicionalmente marginada ha vivido una relativa mejoría,
gracias a la mejor distribución de los crecientes ingresos del
extractivismo, como efecto de los elevados precios de las materias
primas. Esta situación, como ya lo anotamos, también se registró en
los países con gobiernos neoliberales. Sin embargo, más allá de sus
improntas discursivas revolucionarias y sus muchos logros en términos
sociales (algunos de ellos más parecen una mera recuperación
luego de la crisis neoliberal), no han impulsado una verdadera redistribución
de la riqueza ni del poder, menos aún un cambio de la
modalidad de acumulación.32
La situación se explica por lo relativamente fácil que resulta
obtener ventajas de la Naturaleza –atropellando a sus defensores–,33
sin entrar en complejos procesos sociales y políticos de
31 Entre los diferentes autores que han trabajado la colonialidad del poder, resalto
los aportes del brillante pensador peruano Aníbal Quijano (sobre esta cuestión
y otras muchas), cuyas obras más destacadas, en su gran mayoría, están recopiladas
en Cuestiones y Horizontes – Antología Esencial – De la dependencia histórica-estructural
a la colonialidad/decolonialidad del poder, Clacso, Buenos Aires (2014).
32 Entre los varios trabajos existentes, se puede recomendar la amplia y detallada
investigación dirigida por Francisco Muñoz (2015). https://redsosamazonas.
files.wordpress.com/2015/07/libro-balance-critico-compressed.pdf
33 Como ejemplo paradigmático, tenemos el caso de los Yasunidos en Ecuador,
cuya propuesta de consulta popular fue fraudulentamente anulada por el Consejo
Nacional Electoral, en contubernio con el gobierno de Rafael Correa.
54 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
redistribución. Esto permite comprender por qué los grupos más
acomodados de las viejas oligarquías, y también de las nuevas, muchas
vinculadas con el capital transnacional, han obtenido jugosas
ganancias, en un ambiente en donde las denuncias de corrupción
son cada vez más frecuentes en todos estos países. Faltaría, por
cierto, un análisis más pormenorizado respecto de la incidencia del
narcotráfico en la economía (y en la vida política) de varios países
de la región, en especial, en México, Colombia, Perú y Bolivia.
Ahora, cuando el ciclo de precios altos de las materias primas llegó
a su final, en estos países se retoma la lógica de los ajustes (es decir,
el recorte del gasto público y de las políticas sociales, la devaluación
del tipo de cambio, el alza de las tasas de interés, y en especial la denominada
“flexibilización laboral”) que, como todo indica, terminarán
por golpear más a los de siempre: los sectores populares y medios.
En síntesis, el extractivismo en el siglo XXI expresa una forma
sustancial de la modalidad de acumulación primario-exportadora,
resultado de un modelo de desarrollo capitalista periférico y
dependiente. La misma situación social está muy vinculada –pero
no exclusivamente– con la valorización de determinados recursos
naturales en el mercado mundial capitalista, como una extensión
particular de la lógica fetichista del capitalismo.
Tan fuerte es esta tendencia que hasta hay quienes creen que
ahora el “desarrollo” sí será posible por esta vía. Por ejemplo, en
algunas de sus publicaciones, la Comisión Económica para América
Latina y el Caribe (Cepal) plantea la reprimarización (el retorno a
la producción de bienes primarios), como una posible estrategia de
“desarrollo” para Latinoamérica (Cepal, 2011, p. 21).
Es claro que hoy la actualización del “modelo de desarrollo” ocurre
sobre la base de condiciones y dinámicas internas y globales en
pleno cambio. Algunas de estas dinámicas son derivadas de las cambiantes
situaciones del mercado mundial y de las transformaciones
geopolíticas, que están incidiendo en la fluctuación de los precios de
las materias primas.
Véase: Estrategias de represión y control social del Estado ecuatoriano – Informe
psicosocial en el caso de los Yasunidos (2015). Colectivo de Investigación
y Acción Psicosocial, Ecuador. Disponible en: https://accionpsicosocial.files.
wordpress.com/2015/01/informe-psicosocial-en-el-caso-yasunidos.pdf
Contextos históricos comunes y divergentes 55
También en otras regiones del mundo recobran (mayor) importancia
las estrategias de “desarrollo”, basadas en la explotación de
recursos naturales, la apropiación y la distribución condicionada
de los beneficios.34 En cierto modo, Rusia, Indonesia y, en el futuro,
Myanmar forman parte de este grupo de países. Lo importante
es destacar que dichas estrategias se relacionan directamente con
mantener los modos de producción y de vida del Norte global, sin
cuestionar que estos demandan un alto consumo de recursos y que,
además, han transformado a muchos recursos naturales, transados
en el mercado mundial, en factores de especulación financiera: la
perversa “financiarización de la Naturaleza”.35
Esta reciente reprimarización se inició alrededor del año 2000,
y se intensificó desde 2003, aunque no fue evidente al principio (en
realidad, los aumentos de precios de las commmodities empezaron a
principios de los noventa y ya, al galope, desde fines del año 2002). El
proceso vino de la mano de la transformación de muchas constelaciones
y dinámicas globales, todas interrelacionadas. Desde principios del
milenio, la demanda global de materia prima agrícola y mineral vivió
un auge continuo y, con ello, mejoraron los términos de intercambio
reales entre productos primarios e industrializados. En 2008, el precio
del crudo (para el petróleo del mar del Norte y su crudo Brent) alcanzó
más de USD 133 por barril, luego de haber fluctuado desde USD 23,
al final de 2001, y USD 70, a mediados de 2005. Al finalizar 2008, el
precio alcanzó USD 40 y volvió a subir hasta USD 125 a principios
de 2012. El precio del petróleo volvió a bajar considerablemente a
partir de mediados de 2014 hasta menos de USD 40 al final de 2015,
y a USD 30 en 2016. Los incrementos de precios fueron aún mayores
en los minerales, particularmente metales. Entre los años 2000 y 2011,
el índice de recursos naturales de la Agencia Alemana de Recursos
Naturales creció en 400 % (en USD nominales). El precio de algunos
metales no preciosos, como hierro y acero, y metales –considerados
“estratégicos”– se incrementó en más del 600 %.36 Esto muestra la
enorme volatilidad de los precios. Ahora, cuando todo indica que ha
34 Véase Fraser y Larmer (2010), Breininger y Reckordt (2012), Pichler (2015).
35 Tricarico y Löschmann (2012), Brand y Wissen (2014), Kill (2015).
36 Información disponible en http://www.bgr.bund.de/DE/Themen/Min_rohstoffe/Produkte/MPI/MPI_PDF.pdf
?blob=publicationFile&v=8
56 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
iniciado una nueva fase de precios deprimidos, es indispensable un
análisis detenido para comprender cuál puede ser su duración y los
efectos que provocará en las economías latinoamericanas.37 Y, simultáneamente,
hay que estar atentos a los cambios tecnológicos en marcha,
sin caer presos del fetiche de la tecnología.
2.1.3. ¿Renacimiento tecnológico del extractivismo?
Hay una creciente relación entre el extractivismo y los avances tecnológicos
impulsados por las demandas de acumulación del capital.38 Especialmente
en países como Argentina y Brasil, se continúa industrializando
la agricultura (p.e. se utiliza soya transgénica o abonos y pesticidas
industriales). También en la minería y en la actividad petrolera se trabaja
con métodos de explotación de alta tecnología que, por supuesto,
como sucede con este tipo de actividades extractivistas, requiere
cada vez más energía. Por esta razón, es importante vincular este extractivismo
masivo con la ampliación de las plantas de generación de
electricidad, sobre todo las hidroenergéticas que, a su vez, provocan
nuevas presiones sobre las comunidades y la Naturaleza. Es cada vez
más común hablar de proyectos mineroenergéticos, por ejemplo.
De allí que es necesario asumir los cambios tecnológicos en marcha,
tanto en el ámbito del mismo neoextractivismo, en donde se ha
abierto una etapa de explotación no convencional de los recursos
naturales, como en la forma de aprovechamiento y explotación del
trabajo humano. En esta línea, aparece el mencionado fracking y la
explotación de hidrocarburos a profundidades cada vez mayores; la
minería hidroquímica a gran escala; las megaplantaciones inteligentes;
la nanotecnología, la geoingeniería y la bioingeniería. A todos
estos “avances” tecnológicos hay que analizarlos a la luz de otras
37 Es posible que los precios y la demanda vuelvan a crecer. Sin embargo, sería
un error político y analítico esperarlo, sin tomar las medidas necesarias para
reducir la dependencia de este tipo de productos. La diversificación productiva
sería un componente para el cambio, especialmente la soberanía alimentaria y
el ecoturismo.
38 Cabe anotar que esta relación es de muy larga data. Horacio Machado Aráoz
(2014) nos recuerda cómo la minería colonial en América, hace cientos de
años, sirvió de terreno fértil para el desarrollo tecnológico de la época
Contextos históricos comunes y divergentes 57
formas de obtención de plusvalor, como las que se consiguen en los
mercados de carbono, así como a través de las diversas formas de
flexibilización laboral.
Tengamos presente que cada revolución tecnológica implica nuevas
técnicas de producción. Por cierto, muchas de estas reflexiones
son válidas también para Europa (aquí se desarrolla con creciente
intensidad una discusión sobre lo que se conoce como industria
4.0, o sea, se espera en los próximos años un incremento rapidísimo
de la productividad industrial por la digitalización; tema bastante
desconocido en América Latina). En la actualidad, surgen diversas
formas de combinar medios e instrumentos de producción con las
más modernas tecnologías; ello incluye avances hasta hace poco impensables,
como la impresión en tres dimensiones.
En sintonía con esta aproximación, hay que identificar las nuevas
fuentes de energía39 para estimular la producción de bienes y sostener
un creciente sistema de servicios, que –dicen– podrían tener
costos cada vez más bajos, y tender incluso a cero. Hay que reflexionar
en otros ámbitos: en la evolución de la misma extracción de los
recursos naturales, la utilización de insumos y materias primas, los
nuevos bienes de consumo final, los sistemas de comunicación, los
servicios financieros, los sistemas de transporte y almacenamiento.
No podemos marginar las nuevas fuentes de información, bases de
datos y de su transmisión. Asimismo, hay que considerar los nuevos
mercados geográficos (por ejemplo, recordemos lo que representó
el ingreso de China a la OMC), o asumidos por estratos de ingreso
(aquí se podría considerar esa masa enorme de clase media china,
también). Todo esto conduce a nuevas formas de organización empresarial,
así como a modificaciones de la institucionalidad del poder
global. Es clave conocer cuáles son los elementos tecnológicos del
momento y su futuro. Es indispensable entender que estos cambios
implican profundas decisiones políticas.
Las transformaciones en marcha son de tal magnitud que configuran
“nuevos regímenes de trabajo/tecnologías de extracción
39 Este es un asunto de suma importancia. La literatura al respecto es muy amplia.
Mencionemos los aportes de Herman Scheer (1999, 2005), o Jeremy Rifkin
(2002, 2014, 2011).
58 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
de plusvalía”, que transforman y consolidan las modalidades de
explotación y las formas de organización de las sociedades, como
anota Horacio Machado Aráoz:
Bajo esta dinámica, el capital avanza creando nuevos regímenes de
naturaleza (capital natural) y nuevos regímenes de subjetividad (capital
humano), cuyos procesos de (re)producción se hallan cada vez
más subsumidos bajo la ley del valor. Ese avance del capital supone
una fenomenal fuerza de expropiación/apropiación de las condiciones
materiales y simbólicas de la soberanía de los pueblos; de las
condiciones de autodeterminación de la propia vida. Y todo ello se
realiza a costa de la intensificación exponencial de la violencia como
medio de producción clave de la acumulación (2016, p. 462).
El uso de la técnica, en definitiva, ocupa un papel preponderante.
Esta –bien sabemos– no es neutra. Por lo tanto, es preciso aproximarse
a ella con cautela y sin dejar de analizar sus entretelones. No
se trata de una posición conservadora, que rechaza o minimiza el
progreso tecnológico, sino acerca de su sentido. Lo que interesa es
aceptar que la tecnología moderna está subsumida al proceso de
valorización del capital, y se desarrolla en función de sus demandas
de acumulación, lo cual puede volverla nociva en muchos aspectos.
Y, como tal, presiona masivamente sobre los recursos naturales (por
ejemplo, a través de la obsolescencia programada).
En la búsqueda de respuestas a esta ruptura de relaciones con la
Naturaleza, nos tropezamos con un patrón tecnocientífico40 que, en
lugar de construir comprensiones vitales del funcionamiento de la
Naturaleza, su metabolismo y sus procesos vitales, irrumpe en ella
para explotarla, dominarla y transformarla. Ese parece ser el mandato
de la modernidad. Como recordó Vandana Shiva (1996), en los
años noventa del siglo pasado,
(…) con el advenimiento del industrialismo y del colonialismo (…)
se produjo un quiebre conceptual. Los “recursos naturales” se trans40
Sobre esta cuestión, se cuenta con muchas y vigorosas investigaciones de Carlota
Pérez, disponibles en http://www.carlotaperez.org/?l=es
Contextos históricos comunes y divergentes 59
formaron en aquellas partes de la Naturaleza, que eran requeridas
como insumos para la producción industrial y el comercio colonial.
(…) La Naturaleza, cuya naturaleza es surgir nuevamente, rebrotar,
fue transformada por esta concepción del mundo originalmente occidental
en materia muerta y manejable. Su capacidad para renovarse
y crecer ha sido negada. Se ha convertido en dependiente de
los seres humanos (pp. 319-336).41
No olvidemos que en toda tecnología hay inscrita una “forma
social”, que implica una manera de relacionarnos unos con otros y
de construirnos a nosotros mismos. Basta con mirar la sociedad que
“produce” el automóvil y el tipo de energía que este demanda.
Sin negar la importancia de los avances tecnológicos, es necesario
considerar que no toda la Humanidad se beneficia de ellos. Por
ejemplo, segmentos enormes de la población mundial no acceden
por igual a la informática ni conocen el internet. Y muchos que lo
tienen son analfabetos tecnológicos: están presos de una tecnología
que no conocen ni pueden usar a plenitud.
Entonces, cabe pensar cuál es la “forma social” implícita en los
avances tecnológicos presuntamente democratizadores, a los que deberíamos
enrolarnos todos, cuando realmente muchas tecnologías,
tan promocionadas en la actualidad, generan renovadas formas de
desigualdad y explotación, así como de enajenación. En la cotidianidad,
muchos “avances tecnológicos”, como los que reemplazan
funciones del cerebro humano, ocasionan que ciertos trabajadores
se vuelvan caducos, y se excluyan o desplacen a quienes no pueden
acceder a la tecnología. Todo esto redefine el trabajo mismo, lo traslada
al ámbito cognitivo y contribuye a su flexibilización.
Los seres humanos, al parecer, nos volvemos simples herramientas
o “apéndices” de las máquinas, cuando la relación debería ser inversa.
Desde esa perspectiva, para que exista otro tipo de tecnología
(sobre todo tecnologías consideradas como intermedias y que permitan
innovaciones desde abajo), hay que transformar las condiciones
41 Aquí cabe rescatar las valiosas reflexiones de Vandana Shiva al respecto en el
Diccionario del desarrollo. Una guía del conocimiento como poder, editado por Wolfgang
Sachs en los años noventa del siglo pasado (ver edición en el Perú, 1996).
60 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
de su producción social (incluso caminando en sentido “inverso”, al
considerar que quizá, en realidad, son las “fuerzas productivas” las
que se van ajustando a las relaciones sociales de producción).
Este es otro punto a considerar en los procesos de transformación.
El reto consiste en asumir el control sobre las tecnologías, y
no que estas nos controlen a los seres humanos, como recomendaba
Ivan Illich (2015), uno de los autores que está recobrando renovada
fuerza en el marco de los debates sobre el decrecimiento y en la búsqueda
de alternativas profundamente transformadoras.42
Entonces, el prerrequisito ineludible radica en disponer de sistemas
para desarrollar y apropiarse de los avances de la ciencia y la
tecnología, que se nutran de manera activa y, por cierto, respetuosa
de los saberes y conocimientos ancestrales. Hay que recuperar
aquellas prácticas que han perdurado hasta ahora, o que pueden ser
aprehendidas conociendo su historia. Estos casos son especialmente
importantes, si se considera que muchas de esas experiencias han
sobrevivido centurias de colonización y marginación. En paralelo,
es pertinente aprender también de aquellas historias trágicas de culturas
desaparecidas por diversas razones. Tanto de esas historias fracasadas
(incluyendo sus errores, agresiones a la Naturaleza, desigualdad,
violencia), así como de los procesos abiertos todavía, es posible
obtener elementos para construir soluciones innovadoras frente a los
actuales desafíos sociales y ecológicos. Los conocimientos ancestrales
nos brindan innumerables lecciones. Muchos de esos conocimientos
son aprovechados y patentados por las empresas transnacionales, sobre
todo los productos agrícolas, medicinales, andinos o amazónicos
(¡o para producir cosméticos!).
A partir de las reflexiones anteriores, se advierte la necesidad
de reducir las diversas formas de dependencia existentes (en los
campos de la tecnología, los patrones de consumo, los métodos de
administración, los sistemas de educación de los valores, normas,
expectativas, etc.), para enfrentar los graves problemas acumulados
desde la época colonial hasta las actuales repúblicas. Una transformación
de la modalidad de acumulación primario-exportadora
42 Se recomienda revisar los valiosos y tan actuales escritos de Ivan IlIich (2015).
Obras reunidas. México: Fondo de Cultura Económica.
Contextos históricos comunes y divergentes 61
es indispensable. Para lograrlo, hay que desnudar las condiciones
intrínsecas en este tipo de economías dependientes, antes de diseñar
una estrategia que permita, incluso, aprovechar de manera inteligente
y sobre todo responsable los recursos naturales, como parte
de una adecuada planificación que posibilite arribar a un esquema
postextractivista.
Existen alternativas para salir del extractivismo, pero tengamos
claro que la salida no implica “más extractivismo” ni tampoco suspender
repentinamente todas las actividades extractivistas. Se precisan
estrategias claras y sólidas que prevean las transiciones para
superar paulatinamente el extractivismo.
2.2. Europa: crisis y política de austeridad, persistencia
del “modo de vida imperial”
A diferencia de América Latina, en Europa, bajo los augurios del
capitalismo financiero, se ha dado un amplio proceso de integración
política, y se han creado efectos de lock-in neoliberales (una manera
de institucionalización que es difícil cambiar), que se sienten ahora
en la crisis y que, aún antes de esta, han venido asegurando los
intereses y lógicas dominantes (Buckel y Fischer-Lescano, 2009).
Sin embargo, todo ello se viene convirtiendo paulatinamente en
un “constitucionalismo de crisis europeo”, cuyo objetivo principal
parecería ser conservar las constelaciones de poder, trasladándolo
hacia el capital industrial alemán y los actores de los mercados
financieros –también en la semiperiferia (Bieling, 2013; Konecny,
2012)–. La respuesta casi incuestionable a la crisis es crecimiento
económico. Su supuesta base es la competitividad a cualquier costo,
y todo mediante las políticas monetaristas, acompañadas por un
desmontaje del “estado de bienestar” socialdemócrata y por una
reforma laboral.
La forma político-social es una “revolución pasiva”, en el sentido
de Gramsci; o sea, cambios bajo el control de las fuerzas dominantes.
La justificación de esta revolución de austeridad señala que los
Estados y los consumidores gastan demasiado, y esto es visto como
el problema central.
62 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
2.2.1. Crisis múltiple y “desvalorización interna”
Mientras en América Latina existían tasas relativamente altas de
crecimiento –cuando los precios de las materias primas eran elevados–,
en Europa la crisis se impuso en varias fases, pero no con la
misma intensidad en todos los lugares.43 Inicialmente, hubo inseguridad
y búsqueda de respuestas político-económicas de inspiración
keynesiana, para salvar los bancos y conservar los empleos en los
sectores económicamente importantes y bien organizados (p.e. fabricación
de autos).
En países como Alemania y Austria, los intentos fueron exitosos
en relación con los objetivos políticos formulados: mantener los
sectores industriales e incrementar la competitividad de sus productos
de exportación (Institute of Social Analysis of Rosa Luxemburg
Foundation, 2009).
La economía política que inspira la gestión del Gobierno alemán
ha ampliado su predominio en Europa. Curiosamente –o por
esa misma razón–, los elementos más complejos de la crisis aún no
se manifiestan en ese país, sino que se trasladan a otras regiones.
El “merkelismo”, como gestión de crisis, configuró la imagen de la
canciller Angela Merkel como alguien por encima de la sociedad,
que fomenta en amplios sectores una actitud pasiva: cuando la sociedad
presenta demandas, el gobierno las retoma selectivamente y las
minimiza, para así asegurar su poder político; proceso que Sander
(2015) denomina “desmovilización asimétrica”.44
43 En el presente trabajo, utilizamos un concepto amplio de “crisis”, comprendiéndola
como una “crisis múltiple” (Demirovic et al., 2011; con miras a Europa y
América Latina, Peters, 2014). Sin embargo, en este subcapítulo, nos concentraremos
en las dimensiones económicas y financieras más propiamente dichas
que constituyen el centro de los debates y políticas actuales, porque afectan a las
condiciones y los modos de reproducción de actores que son capaces de articularse
políticamente (textos en Atzmüller et al., 2013). Así, bajo una perspectiva
económica, y de manera muy general, podemos considerar a las crisis como
momentos donde la acumulación capitalista sufre interrupciones temporales.
44 De alguna forma, se da también en América Latina, cuando se justifica más y
más extractivismo con el argumento de que se requiere recursos para políticas
sociales (que influyen clientelarmente en esas sociedades).
Contextos históricos comunes y divergentes 63
Más tarde, se impusieron las políticas de austeridad neoliberales
en los países altamente endeudados del sur de Europa. El Gobierno
alemán y la Comisión de la Unión Europea se transformaron en sus
principales promotores. En este contexto, surgió la llamada “troika”,
compuesta por el FMI, el Banco Central Europeo y la propia Comisión
de la UE.45
Vale recordar que en los años noventa se acordó el Pacto Europeo
de Estabilidad y Crecimiento. La introducción del Sistema Monetario
Europeo –con el euro en el centro– imposibilitó que las economías
más débiles en el sur del continente aumentara la competitividad (al
menos temporal) de sus exportaciones, a través de una devaluación
de su moneda. A partir de entonces, la estrategia principal era endeudarse
y fomentar una “devaluación interna” (Marterbauer y Oberndorfer,
2014); es decir, disminuir los costos de producción, mediante
bajos salarios y el desmantelamiento del seguro social.
No hay que olvidar que los países “más avanzados” del norte de Europa
prestaron a manos llenas a los “menos avanzados” (mediterráneos),
lo que sirvió para que estos les compraran mercancías en masa. La deuda
de los “sureños” aumentó exponencialmente hasta que reventó…
y ahora les culpan por su “exorbitante consumo”. Alemania, Austria,
Holanda y demás ganaron por los dos lados: préstamos otorgados a los
sureños (es cierto que las tasas de interés fueron relativamente bajas…
pero ahora, a la hora de cobrar, viene la gran ganancia), y demanda
fabulosa de bienes del norte por los del sur (ejemplo de una nueva modalidad
de intercambio desigual: Grecia es el caso más patético).
En el marco del mencionado Pacto Europeo de Estabilidad y
Crecimiento, en el 2011 se decidieron las medidas del “Sixpack” y
del “Pacto del Euro” (Konecny, 2012). Estas políticas no conducían
a regular ni a reducir o contraer el mercado financiero, sino a adquirir
más deudas públicas para salvar a los bancos, a más de bajas
salariales y una mayor desregulación de los mercados laborales; es
decir, para provocar los efectos deseados en competencia, crecimiento
y estabilización. En pocas palabras: mientras la crisis financiera y
bancaria se volvió una crisis de endeudamiento de los Estados, estos
propiciaron una resolución que cargaba el peso sobre los sectores
45 Bsirske (2012), Stützle (2013), Bieling (2013).
64 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
asalariados, jubilados y otros segmentos pobres de las sociedades europeas;
por supuesto, con impactos mucho más duros en los países
del sur de Europa, como Portugal, España y Grecia.
El motivo promotor de la gestión europea para enfrentar la crisis
fue garantizar, pero, además, profundizar la acumulación de capital,
con fuertes tendencias a liberalizar mercados, privatizar y desregular.
Sin embargo, también para fracciones importantes del capital,
especialmente para el capital financiero, la crisis no ha sido superada.
En la Unión Europea se observa la estructura centro-periferia
incluso en términos de poder: al centro se le perdonan cosas que
no se le perdonan a la periferia, en una “crisis de la deuda” que se
conoció bien en América Latina: el caso de Grecia, que es definitivamente
paradigmático.
Ahora bien, existen cambios políticos gubernamentales que han
impactado –en algo– a las instituciones políticas europeas y los debates
–p.e. en Grecia y Portugal, y a escala local y regional, en España–.
No obstante, hasta ahora –si dejamos de lado el Brexit y otras
intenciones de separación de la Unión Europea, como la latente en
Grecia y España–, no se cuestionan en profundidad las constelaciones
de poder de la troika ni las restricciones económicas y políticas
externas de cualquier alternativa (Schneider, 2016). Precisamente
este cuestionamiento de fondo sería la condición previa fundamental
para llegar a otras políticas orientadas a enfrentar la crisis, teniendo
un horizonte de largo plazo. Esto implica construir una concepción
estratégica en la que se inscriban mayores inversiones públicas y en
sectores socioecológicos, políticas de redistribución de arriba hacia
abajo, frenar la financiarización, introducir nuevas políticas de tiempo
de trabajo, y mucho más.
El problema en Europa no es la deuda ni solo el euro. Los problemas
tienen que ver, por un lado, con el libre movimiento del capital,
que permite a los actores financieros poderosos actuar en contra de
cualquier gobierno de izquierda; por el otro, con la desindustrialización
de ciertas regiones y la superindustrialización de otras, lo
que provoca desigualdad y dependencia, así como –relacionado con
eso– la incapacidad de superar las restricciones económicas externas,
para enfrentar el poder del capital transnacional, ligado con las
Contextos históricos comunes y divergentes 65
relaciones de poder nacionales existentes. Además, hasta ahora los
sindicatos de los países económicamente fuertes –como Alemania o
Austria– prefieren un “corporatismo de competitividad”, a costa de
otras regiones y de otros trabajadores.
En este sentido, las discusiones actuales dentro de la izquierda
acerca de un “plan A” (democratizar a la Unión Europea) o un “plan
B” (salir del euro46 o, incluso, de la Unión Europea) son insuficientes
si no consideran estas restricciones estructurales (Schneider, 2016).
Con el referéndum en Gran Bretaña por el Brexit, constatamos que
este tema está promovido por las fuerzas más conservadoras, aunque
no podemos desconocer propuestas de exit de algunas izquierdas.
Hasta ahora, en Europa, “estabilidad” significa estabilizar los
precios, pero también profundizar las políticas neoliberales. Si se
concreta el Acuer-do Transatlántico para el Comercio y la Inversión
(ATCI o TTIP, por sus siglas en inglés), estas pretensiones se consolidarían
aún más.
Pese a todo lo mencionado, podemos hablar de una crisis de hegemonía
del neoliberalismo, pues este
(…) está perdiendo su capacidad de convencer a amplios sectores
de la población. De hecho, los proyectos neoliberales impuestos en
el marco de la Unión Europea, el monetarismo de la Unión Económica
y Monetaria, la liberalización de los mercados (incluso el de
los productos financieros) y la integración periférica de Europa del
Este y del Sur han perdido gran parte de su atractivo (Marterbauer
y Oberndorfer, 2014).47
Un aspecto es fundamental para la temática que aquí tratamos:
aparte de la crisis financiera y económica en un sentido estrecho, en
términos más amplios –como ya anotamos antes– podemos perfectamente
hablar de una crisis múltiple (Demirović, Dück, Becker, &
46 Este tema representa una cuestión de mucha importancia en Europa y en países
como Ecuador que han perdido su moneda nacional. Al respecto, se puede
consultar la reflexión de Schuldt y Acosta (2016), que proponen una opción
para recuperar, al menos, espacios de soberanía monetaria, recogiendo valiosas
propuestas y discusiones europeas.
47 Véase también Buckel y Fischer-Lescano (2009), Candeias (2011), Sander (2015).
66 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
Bader, 2011). En efecto, no solo existe la crisis socioecológica, sino
también una crisis persistente de la reproducción (sobre todo relacionada
con la división de trabajo entre hombres y mujeres). Y, como
efecto de las tendencias a caer en políticas autoritarias y de debilitar
la representación de la población asalariada, también la democracia
parlamentaria atraviesa momentos en extremo difíciles.
Esta situación crítica de la representación política se manifiesta
en el auge de partidos políticos nacionalistas y de extrema derecha,
en varios países europeos. No obstante, se debe destacar que, con
ocasión de las elecciones europeas en 2014, “en aquellos países en
los que los partidos políticos se empeñan de manera creíble en trabajar
por una política económica progresista coherente, el aumento
de la extrema derecha fue mínimo” (Marterbauer y Oberndorfer,
2014). En efecto, las elecciones en Grecia, en enero de 2015, confirmaron
este fenómeno, aunque luego el Gobierno griego se alejó
de lo que podría considerarse una política “progresista coherente”.
Quedó demostrado que, con el referéndum que se ganó y no se
cumplió, lo que cuenta no es la voluntad popular de la periferia sino
la de las élites del centro, simbolizadas en el Eurogrupo.
En general, el manejo de la crisis en Europa bloquea las posibilidades
de superarla. Las políticas de austeridad no son una forma
sólida de manejarla pues, de hecho, se ha generado una especie de
“estatismo autoritario de competencia” (Oberndorfer, 2015).48
Desde mediados de 2015, emerge una nueva dimensión en esta
compleja y crítica situación europea que domina, desde entonces,
todas las discusiones y prácticas políticas y sociales europeas: la llegada
de refugiados y desplazados del Oriente Medio y de África.
Sabemos que en ese año, 1,3 millones de refugiados pidieron asilo
político en países de la Unión Europea (480 000 en Alemania).
Casi un millón cruzó el mar Mediterráneo y 850 000 entraron por
48 Etienne Schnider (2016) ve una salida de la crisis actual en la cooperación
de posibles gobiernos de izquierda en el sur de Europa (incluyendo Francia y
Italia), en contra de la política de austeridad del Gobierno alemán, con la perspectiva
de una desintegración cooperativa del euro. Actualmente, esta estrategia
no es posible y puede implicar algunas desventajas para las poblaciones
de los países. No obstante, esta perspectiva sublima la dicotomía problemática
entre una “idea abstracta” de Europa y “volver al Estado nacional”.
Contextos históricos comunes y divergentes 67
Grecia. Para nuestro tema de la crisis del capitalismo neoliberal y la
búsqueda de alternativas, este fenómeno es importante.
Después de una ola enorme de solidaridad en muchos países, que
forzó a sus gobiernos a mantener una posición muy abierta (la famosa
“cultura de bienvenida”), la situación cambió a inicios de 2016.
Ya desde antes, la extrema derecha –posicionada en gobiernos como
el de Polonia y el de Hungría– trató de aprovecharse de la situación,
al crear “un otro” amenazante (los migrantes), para consolidar sus
bases. Ahora, esta tendencia xenófoba se fortalece también en países
más o menos abiertos, como Alemania, Austria y Suecia. Una de las
razones es el miedo generalizado –apalancado también por los resultados
de las políticas neoliberales de polarización, desempleo, precarización
y recelo a lo nuevo–, cuando se presenta a los refugiados
como posible competencia en los mercados laborales, o como una
carga para las finanzas públicas, viviendas y otras cuestiones, como
los servicios sociales. A lo anterior se suman las amenazas “terroristas”,
a las que se presenta normalmente como un problema exógeno
y que encuentra en los migrantes/refugiados sus actores directos.
El miedo es un elemento que complica el momento de pensar en
transformaciones sociales. Ese recelo a lo extraño, como se ha visto
a lo largo de la historia, puede ser el origen de renovados conservadurismos
o, incluso, fascismos.
Los gobiernos no solo restringen el derecho al asilo político y el
acceso a la infraestructura social y la satisfacción de las necesidades
básicas, sino que promueven recortes neoliberales en los sistemas sociales
(p.e. en Austria se produce un ataque abierto al sistema de pensiones,
desde la derecha conservadora neoliberal en coalición con la
extrema derecha). Eso va a agudizar aún más la tendencia xenófoba.
En suma, a propósito del movimiento de los refugiados, se está perdiendo
una oportunidad histórica para repensar las sociedades europeas
y sus modos de producción y vida. No se observan muestras claras
de que Europa esté preparada para integrar a personas que se vieron
forzadas a abandonarlo todo en sus países, por guerras y herencias coloniales,
de las cuales también los países europeos son responsables.
Otra dimensión de la crisis –aunque en muchos aspectos no es
tan visible en Europa, en comparación con otras partes del mundo,
68 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
por el uso de mecanismos de externalización– es la persistente crisis
ecológica. En este campo, asimismo, se evidencia una “crisis del
manejo de la crisis”; es decir, es obvio que las formas que se introdujeron
en la Conferencia sobre Medio Ambiente y Desarrollo, en
1992, no funcionan. La idea, en especial, del Convenio sobre Biodiversidad
y sobre Cambio Climático planteaba que los gobiernos
desarrollaran un marco en el cual los actores sociales y económicos
se orientaran hacia la sustentabilidad. Se esperaba que empresas y
consumidores, así como los pueblos indígenas, sintonizaran con los
conceptos fundamentales del Convenio sobre Biodiversidad.
Esas aspiraciones se vieron truncadas cuando el crecimiento y
las nuevas tecnologías aparecieron como los grandes temas para
enfrentar la crisis ecológica. El Protocolo de Kyoto de 1997, con
objetivos más concretos para reducir las emisiones de gases de efecto
invernadero, no estableció instrumentos de sanción en el caso de
incumplir sus acuerdos. Se subestimaron las dinámicas e intereses
no sustentables provenientes del modo de vida imperial, que analizaremos
más adelante, que desataron las lógicas neoliberales de
cosificar y mercantilizar cada vez más a la Naturaleza.
En 1992 no se podía advertir el auge espectacular de los países
“emergentes”, que empezó a mediados de los noventa, con sus implicaciones
para el uso de recursos naturales, ecosistemas y su capacidad
de resiliencia. La falla más grave de esta “gerencia de recursos
global” (global resource management, Brand y Görg, 2003) fue no intentar
transformar el modo de producción y de vida. Al contrario, se
espera que mediante su “modernización ecológica” los problemas se
puedan resolver. El capital y las dinámicas capitalistas no son vistos
como problema, sino como solución, en tanto motor de cambio.
Como analizaremos en el punto 2.3., en la 21ª Conferencia sobre
Cambio Climático (COP 21), en París, al final de 2015, esta posición
dominante de mercantilización y cosificación de la Naturaleza se
mantuvo vigente.
Vemos, pues, que la crisis efectivamente es múltiple; afecta a las
esferas económica, política, social y hasta cultural. Esto no debería
sorprendernos. ¿No es acaso la propia expansión ad infinitum del capitalismo
la que –incluso mediante guerras– ha generado esta crisis
Contextos históricos comunes y divergentes 69
civilizatoria? ¿No es el propio capitalismo el causante de sus crisis, y
lo será también de su muerte? ¿Y será que su muerte nos lleva a una
catástrofe planetaria: al fin de la especie humana?
Desde la perspectiva del decrecimiento, es totalmente pertinente
cuestionar la expansión capitalista ad infinitum. Pero cabe recalcar
que tal perspectiva no es ninguna novedad. Tiene historia, como veremos
más adelante, sin pretender agotar la multiplicidad de temas
que implicaría este cambio de alcance civilizatorio. En un pasado reciente,
surgieron enfoques similares, en particular, en épocas de crisis
(Markantonatou, 2013; Schmelzer & Passadakis, 2011). El debate
actual surge de una globalización capitalista eminentemente desigual
en espacio y tiempo, y de un modo de producción y de vida basado
en energías fósiles, industrialización y creciente acaparamiento
de tierras. El “debate del decrecimiento” adquiere más importancia
desde 2008, cuando esta forma de globalización capitalista desencadena
o acentúa una crisis profunda en muchas regiones del mundo.
La situación es tan difícil que puede, incluso, generar desplazamientos
entre diferentes dimensiones de la crisis; fenómeno que se
manifiesta con mayor claridad en el tema del enfoque en el crecimiento
sostenido tanto por neoliberales como por keynesianos, y que
prácticamente no se cuestiona. En su exposición en la Conferencia
sobre el Decrecimiento, en septiembre del 2014, Haris Konstantatos,
de Grecia, presentó tres posibles caminos para Europa:
1. El “business as usual”, o todo como siempre; es decir, una continuación
de la política de austeridad;
2. El “productivismo progresista”, que sería la variante favorecida
por visiones socialdemócratas; y,
3. La transformación socioecológica de alcance civilizatorio
(Brand y Wissen, 2015; Brand, 2016b).
2.2.2. Estabilización mediante el “modo de vida imperial”
La conservación y expansión global de modos de vida imperiales, es
decir, el sostenimiento del statu quo, resulta posible en un momento
–como el actual– de estabilización relativa y de consenso pasivo en
70 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
amplios sectores de la población (Brand y Wissen, 2012).49 En realidad,
los modos de vida imperiales ya eran parte de la colonización
desde el siglo XVI, y también del sistema capitalista mundial del siglo
XIX. Pero en aquellas épocas se limitaban a las clases superiores.
No alcanzaron un nivel hegemónico, pues no llegaron a determinar
la reproducción de la mayoría de la población y de sus prácticas cotidianas.
Fue recién a mediados del siglo XX que, mediante los modos
de vida imperiales, las constelaciones capitalistas se arraigaron en
la vida diaria de las personas en el Norte global: los automóviles, el
consumo de carne, los productos industriales, casas unifamiliares,
etc. (Altvater, 1993; Mitchell, 2009). Paulatinamente, esos modos de
vida también aparecieron en el Sur global, ya no solo entre las élites
dominantes. De hecho, el obvio atractivo del modo de vida imperial
para las clases medias es, también, una causa de la hegemonía del
neoextractivismo, en tanto implica obtener los recursos que permitan
financiar dichos estilos de vida.
El modo de vida del Norte global es “imperial”, pues –asegurado
por medios políticos, jurídicos y/o violentos, y empujado por los intereses
del capital en su acumulación– presupone el acceso ilimitado
a recursos naturales, espacio territorial, fuerza laboral y sumideros
de contaminación (pollution sinks), en otros lugares. Durante mucho
tiempo, el desarrollo productivo y del bienestar de las metrópolis
se basaba en un orden global de recursos altamente ventajoso para
ellas (Altvater, 1993); ello permitió su surgimiento como potencias,
incluso de alcance global.
El inmenso crecimiento económico accionado por el capitalismo
conllevó la explotación, a gran escala, de recursos naturales fósiles,
como carbón y, más tarde, petróleo, y también a la generación de
sumideros de contaminación globales, como los océanos. Lo importante
era que en los mercados globales de materias primas minerales
y de productos agrarios existiera un excedente permanente
de recursos naturales baratos. El dominio militar y político de los
diversos Estados imperiales de Occidente y la competencia entre
49 Utilizamos el concepto en un sentido amplio que incluye, también, la producción
y el trabajo asalariado como las formas de reproducción individual y
social, mediante trabajos no asalariados, y el consumo de bienes y servicios.
Contextos históricos comunes y divergentes 71
ellos provocaron una constelación de cambiante conflictividad y estabilidad
a nivel político mundial. Ello se manifestó, también, en el
conflictivo acceso a recursos naturales baratos (p.e. petróleo).
En el proceso de globalización, el modo de vida imperial se consolidó
en dos direcciones. Por un lado, se reestructuró e intensificó
la explotación de recursos naturales globales y de la fuerza laboral,
a través del mercado mundial. Así las cosas, los patrones de producción
y de consumo, basados en energías fósiles, no solo perduraron
más allá de la crisis económica de los años setenta, sino que se intensificaron.
Por otro lado, como consecuencia de su liberalización, el
tráfico aéreo creció dramáticamente. En ese contexto, la globalización
aumentó la disponibilidad de productos industriales baratos y
expandió la agricultura industrializada. De igual manera, en países
como China, Brasil o India se formó un amplio estrato medio y alto,
que copiaba modos de vida “occidentales”.
Ahora bien, al calificar los modos de vida fordista y postfordista
de “imperiales”, no negamos o menospreciamos las poderosas estructuras
de violencia abierta o estructural que volvieron a aflorar,
especialmente después del 11 de septiembre de 2001. Tampoco se
trata de moralizar y reprochar “en abstracto” las costumbres de consumo
y modo de vida de los sectores asalariados de las metrópolis
capitalistas, y de los estratos medios y altos en los países (semi)periféricos.
Las brechas entre Norte y Sur, entre arriba y abajo, entre explotadores
y explotados, entre hombres y mujeres, perduran y se reproducen
de manera particular en la extracción masiva de recursos.
De todas formas, consideramos adecuado el uso del término “modo
de vida imperial”, para establecer una relación entre las prácticas de
vida cotidianas comúnmente aceptadas, la crisis ecológica, las crecientes
brechas sociales y las progresivas tensiones abiertamente imperiales
a nivel político internacional, en el marco de una violencia
estructural múltiple y cada vez más explosiva.
El concepto “modo de vida imperial” requiere precisarse también
en otro sentido. Debemos analizar, por ejemplo, qué “proporciones
imperiales” tienen las formas de dominación en cuanto a
clases, género y etnias, y cuáles son las contradicciones que surgen
de estas formas. Asimismo, es importante no restringir la forma de
72 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
vida imperial al consumo, sino verla más ampliamente, para analizar
cómo las personas manejan las múltiples contradicciones que marcan
su vida. Con el concepto “modo de vida imperial”, de ninguna
manera se pretende obviar que, hoy en día, a través de las cadenas
de valor agregado y su enfoque en el beneficio económico, el capitalismo
prácticamente obliga a las personas a llevar determinados
estilos de vida y a aceptar determinados esquemas de producción y
distribución de bienes y servicios.
Lo que es necesario señalar es que ahora existen muchas alternativas
que buscan romper las exigencias de los modos de vida predominantes
en la actualidad. Y, finalmente, es indispensable estudiar,
con mayor detalle, la pregunta acerca de si las rupturas que la crisis
actual viene generando tal vez son más amplias de lo que hasta ahora
suponemos (Brand, 2015a).
Este aspecto es importante para la constelación actual, pues la
normalidad del modo de vida imperial actúa como filtro para la percepción
y el manejo de la crisis. Por ejemplo, al menos en el Norte
global, la crisis ecológica se ve mayoritariamente como un problema
medioambiental y no como una crisis social integral. Ello conduce a
que, en la gestión de la crisis, sigan predominando patrones de mercado
(p.e. todo lo que conforma la llamada “economía verde”, que
abre la puerta al comercio de derechos de emisión en la política climática,
para citar apenas un elemento). Las personas que defienden
una modernización integral o un green new deal o “economía verde”
tampoco cuestionan a fondo esta situación (Lander, 2011; Moreno,
2013; Salleh, 2012; Brand y Lang, 2015).
Así, el discurso reinante en el Norte global reconoce la existencia
de una crisis ecológica, pero de una manera que no cuestiona los patrones
productivos y de consumo que, precisamente, la han provocado;
al contrario, los conserva y eterniza, mediante su modernización
ecológica selectiva (Brand y Wissen, 2015).
2.2.3. El desperdicio entre el negocio y la crisis planetaria
Este es un punto que trasciende los espacios del extractivismo en el
Sur global y la misma crisis europea. Como resultado del proceso de
Contextos históricos comunes y divergentes 73
crecimiento y acumulación del capital, es cada vez más impactante
e inocultable la contaminación global, expresada, sobre todo, por el
creciente volumen de todo tipo de desechos y basura.
En el ámbito del extractivismo, los volúmenes de destrucción y
contaminación son ya monstruosos. Por ejemplo, en el año 2015,
para extraer en Chile 5,8 millones de toneladas de cobre, se sacaron
entre 700 y 800 millones de toneladas de residuos y desperdicios
(Sernageomin, 2015), altamente contaminados. Recordemos que se
“gana” el cobre mediante procesos químicos. Esta cantidad inimaginable
de residuos se deposita en grandes montañas de escombros
o enormes estanques de desechos contaminantes, muchos sin “propietario”;
o sea, sin responsabilidad para las empresas que pusieron
los residuos, y cuyo lastre pesa por decenas o cientos de años a los
países extractivistas.
Este desperdicio, en términos amplios, presente también en el
gasto excesivo o en el subconsumo de mercancías, constituye parte
del motor del capitalismo. Y aunque puede resultar paradójico, los
desechos y la basura son también objetos de acumulación del capital.
Las posibilidades de negocio en los procesos de reutilización o
reciclaje de materias primas o, incluso, en “el minado” de la basura
son enormes. Basta ver la multiplicidad de negocios en este ámbito,
que en su mayoría poco tienen que ver con el aprovechamiento
sostenido de dichos desperdicios. Es más, con mucha frecuencia,
estos negocios someten, directa o indirectamente, a seres humanos
y a territorios a condiciones de precariedad extrema. Son negocios
muchas veces ilegales, que han construido una suerte de economía
criminal, tanto por las condiciones de salud, como por el uso de la
violencia que la ilegalidad impone, por el tráfico de personas, el trabajo
infantil, las condiciones de trabajo inhumanas, etc.
El pivote de este proceso –no lo olvidemos– es la presión para
asegurar un crecimiento económico incesante, azuzado por las demandas
de acumulación sin fin del capital. Un ejemplo a una escala
planetaria sobre cómo el desperdicio se convierte en negocio es el
que tiene que ver con el procesamiento de combustibles fósiles. No
se puede seguir consumiéndolos si no se quiere seguir carbonizando
la atmósfera. Sin embargo, en lugar de reducir la producción y el
74 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
consumo, ha surgido un nuevo negocio alrededor de ese desperdicio:
“el mercado de carbono”.50
Para poder continuar con esta reflexión, preguntémonos sobre
lo que significa el desperdicio en el mundo en que vivimos. Jürgen
Schuldt (2013), en un trabajo notable, nos habla de “la civilización
del desperdicio”. Él llama la atención sobre el derroche y el desperdicio
de dinero y mercancías en los procesos de producción, consumo
y comercio. Es más, nos habla de “sus graves consecuencias económicas,
psicológicas, sociopolíticas, culturales, medioambientales y
éticas” (p. 9).
El planeta es visto como un reservorio de bienes materiales inagotable.
Ese es uno de los mensajes del extractivismo desbocado.
A esta conclusión también se puede llegar desde la lectura crítica de
las políticas de marketing y de publicidad masiva y alienante, analizadas
por la psicoeconomía, que de manera desembozada alientan
el consumismo y su contracara, el desperdicio. Parecería que no
hemos entendido que el mundo tiene límites biofísicos que ya están
siendo sobrepasados, y que es imposible imaginarnos una sociedad
mundial en la que todos sus miembros puedan consumir como las
élites del planeta.
Schuldt asume que gran parte de esos gastos exagerados y los
crecientes desperdicios puede ser evitable. Vivimos una situación
indignante, nos dice, en que “en un mundo globalizado, coexisten
la abundancia exagerada con la escasez extrema, la riqueza inconmensurable
con la pobreza abyecta” (2013, p. 9). Apenas el 1 % de la
población del planeta posee más riqueza que el 99 % restante, según
datos de Oxfam (2016). De acuerdo con esta misma fuente, en 2015,
apenas 62 personas poseían la misma riqueza que 3 600 millones (la
mitad más pobre de la humanidad). En solo cinco años, la riqueza
en manos de esas 62 personas más ricas del mundo se incrementó en
44 %, mientras que la riqueza en manos de la mitad más pobre del
planeta se desplomó en 41 %.
Las tensiones sobre los limitados recursos son un asunto aún más
indignante, si vemos cómo funciona la obsolescencia programada
50 Sobre este particular se puede consultar el trabajo de Larry Lohman (2012), y
de Moreno, Speich, y Fuhr (2015).
Contextos históricos comunes y divergentes 75
de muchos productos y la creciente inutilidad de algunos de ellos,
como sucede con los teléfonos “celulares inteligentes”: su vida útil
está predeterminada de antemano, para asegurar una creciente velocidad
en la circulación de su mercantilización, lo que demanda
cada vez más materiales; mientras tanto, las posibilidades de utilización
plena de la tecnología disponible en esos aparatos de comunicación
resulta una quimera.
El modo de vida consumista y depredador –generalizado en las
élites del Norte y del Sur, y que guía el accionar de miles de millones
de personas– está poniendo en riesgo el equilibrio ecológico global,
y margina cada vez más masas de seres humanos de las (supuestas)
ventajas del ansiado progreso. Según la FAO (Schuldt, 2013, p. 10),
en un mundo donde la obesidad y el hambre conviven, al año se
desperdician más de 1,3 mil millones de toneladas de alimentos
perfectamente comestibles, que pueden nutrir a 3 mil millones de
personas. El desperdicio se distribuye sorprendentemente de manera
bastante equilibrada: 670 millones en el Norte global y 630 millones
en Sur global, incluyendo los países más pobres del planeta. El 70 %
de los cereales que se negocian en el mundo están determinados por
lógicas especulativas. Se producen alimentos para los autos y no para
los seres humanos, llámeselos agro o biocombustibles. La orientación
hacia la ganancia y la falta de infraestructuras, por malas políticas
públicas, ocasiona que, en la India, un tercio de los alimentos se
estropeen antes de llegar al consumidor.
Cada vez se destinan más y más extensiones de tierra para una
agricultura fundamentada en los monocultivos, lo que ocasiona la
pérdida acelerada de la biodiversidad. Los organismos genéticamente
modificados (OGM) y sus paquetes tecnológicos hacen también lo
suyo. Toda esta combinación de acciones ha conducido, desde inicios
del siglo XX, a la pérdida del 75 % de la diversidad genética de las
plantas. En la actualidad, de acuerdo con los datos del Ministerio de
Agricultura de Alemania, el 30 % de las semillas están en peligro de
extinción. Mientras el 75 % de la alimentación del mundo se asegura
con doce especies de plantas y cinco de animales; solo tres especies
–arroz, maíz y trigo– contribuyen con cerca del 60 % de las calorías
y proteínas obtenidas por los humanos de las plantas. Apenas el 4%
76 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
de las 250 mil o 300 mil especies de plantas conocidas son utilizadas
por los seres humanos. Según Maristella Svampa (Brand, 2016c), en
Argentina, 22 millones de las 33 millones hectáreas disponibles para
la agricultura fueron convertidas en cultivos de soja transgénica.
Y en este escenario, cuando el hambre azota a unos mil millones
de personas en el mundo, vemos cómo los grandes conglomerados
transnacionales de la alimentación, como Monsanto, siguen
concentrando su poder a través del control de las semillas.
El agua también es otro patrimonio en riesgo, además de presentar
niveles de una enorme desigualdad en su distribución y de
un uso cada vez menos justificable. Jürgen Schuldt (2013, p. 37) es
categórico a propósito del desperdicio del agua:
(…) el tristemente conocido uso exagerado del agua, en el que las
tuberías o los caños no solo gotean por desperfectos, sino que son
reflejo de la actitud de muchas personas que dejan correr el líquido
en demasía para regar el jardín y para lavar ropa, utensilios o su
propia persona. Es obvio que tiene que perderse necesariamente
una cierta parte, aunque hay casos en que se puede volver a utilizar.
(…) Se estima que el 85 % del agua de uso doméstico termina
malgastado en el mundo. En el Perú, mientras el 30 % no tiene
acceso al agua, el desperdicio sería del 40 % (con una norma «permisible»
a nivel mundial del 20 %), básicamente por falta de mantenimiento
de las redes; en donde el colmo es que los que viven en
zonas residenciales pagan 3,20 soles por metro cúbico, mientras
que en los barrios marginales el costo es de 33 soles (sin garantía
alguna de su «potabilidad»).
Sumemos a lo anterior otros usos realmente insostenibles e intolerables.
El sobreconsumo y desperdicio de agua, en especial, en actividades
industriales es gigantesco. Hay que considerar, asimismo,
el desperdicio generado por los precarios sistemas de distribución
de aguas. Las actividades extractivas –minería, petróleo, monocultivos–,
a su vez, son grandes responsables de las formas más perversas
de desperdicio sistemático del agua, por la contaminación a gran escala
de las aguas de superficie y subterráneas (a lo que cabría añadir
la contaminación masiva del aire y de los suelos).
Contextos históricos comunes y divergentes 77
Lo que sucede con los alimentos y el agua acontece con las medicinas,
la energía, la vestimenta, el papel, el plástico, productos electrónicos,
vehículos, construcciones de todo tipo, ollas… Toda esta
composición de desperdicios es provocada por el sobregasto y por la
“capacidad ociosa de consumo”, al decir de Jürgen Schuldt (2013).51
En esa línea, siguiendo a este mismo autor:
(…) para poder avizorar un panorama completo de la basura que
se vierte en el mundo, puede ser útil tener una idea de los montos
de que se trata. En el año 2007, según The Economist (2008a), se
generaron 2.120 millones de toneladas de basura a escala mundial
(Medina, 2008). Gran parte de ella (alrededor del 26 % en 2009)
responde a tres países: Estados Unidos, China e India. De ese total
de basura, generada en el año 2007, 566 millones corresponden a
los países de altos ingresos, 986 millones a países de ingresos medios
y 569 millones a los de bajos ingresos. En los países más desarrollados
es donde más residuos sólidos por habitante se generan. En
términos per cápita, tenemos que la basura que producen las personas
de los países de altos ingresos equivale a 1,4 kilos por día; los
de medianos ingresos, 800 gramos/día y los de bajos ingresos, 600
gramos/día (pp. 29-30).
Más allá de que la noción del desperdicio sea, en gran medida,
connatural al capitalismo, el concepto de la basura revela la ruptura
de las relaciones entre las sociedades humanas y la Naturaleza.
Esta ruptura se vuelve un problema mayor con la industrialización y,
peor aún, en la actualidad, con la era de la cibernética. Ahora, por
ejemplo, los aparatos electrónicos después de muy poco tiempo ya
resultan obsoletos:
51 Este autor diferencia el subconsumo microeconómico relativo, que se refiere
al desperdicio de bienes perecederos: alimentos, bebidas, medicamentos; de la
capacidad ociosa de consumo, que trata del desperdicio de bienes duraderos:
artefactos electrónicos, maquinaria, ropa, papel. Anota, asimismo, la existencia
de un subconsumo microeconómico absoluto, cuando el ser humano no
puede acceder a esos bienes por no poseer el poder de compra o porque le
está vedado conseguirlos (por la destrucción de su chacra, por ejemplo), lo que
provoca pobreza extrema, desnutrición, enfermedades, etc.
78 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
(…) la basura electrónica contiene metales pesados y sustancias químicas
tóxicas persistentes que no se degradan con facilidad en el
ambiente entre los cuales podemos identificar plomo, mercurio, berilio
y cadmio. Como estos aparatos han sido diseñados utilizando
tales sustancias, cuando son desechados, no pueden ser dispuestos o
reciclados de un modo ambientalmente seguro (Frers, 2010).
El problema radica en el imparable proceso de ruptura de los
procesos metabólicos. Los combustibles fósiles y toda la organización
socioeconómica-política-cultural a su alrededor juegan un papel
central, por la creciente generación de desechos no biodegradables.
La acumulación de basura está alterando no solo la química
del planeta, sino también sus formas: montañas de basura, islas de
basura; de hecho, ahora ya se habla del “Octavo Continente” o “Basural
del Pacífico Norte”.52
Schuldt (2013) plantea reflexiones para entender sus causas y muchas
propuestas urgentes para contribuir a su resolución, que abarcan
los ámbitos local, nacional y global; propuestas que no se explicita aquí,
porque superan los objetivos del presente ensayo. Schuldt, en sus trabajos,
detalla una larga lista de posibilidades de acción, en procura de
(…) encontrar nuevas formas de convivencia humana y con la Naturaleza
desde la perspectiva de la dinámica específica de la actual
civilización, que no cubre las necesidades axiológicas y existenciales
del ser humano, ni potencia sus capacidades y realizaciones, a la vez
que irrespeta los Derechos de la Naturaleza, en un planeta cada vez
más estrecho, sobreexplotado y contaminado (p. 9).
2.3. Alcances de la Cumbre de Cambio Climático, COP 21
(París, 2015)
Sin duda, hoy, la lucha en contra del cambio climático es crucial
para mucha gente y muchas regiones afectadas y, a mediano plazo,
52 Gigantesca mancha de basura que flota en el océano Pacífico, de la cual cuatro
quintas partes son de plástico, con una extensión de 700 mil kilómetros cuadrados,
casi tres veces el Ecuador.
Contextos históricos comunes y divergentes 79
para gran parte de la población global y para múltiples especies; tal
vez para toda la vida humana en el planeta. El cambio climático es
un efecto directo del capitalismo industrial (y del socialismo realmente
existente, que también intentó dominar y explotar a la Naturaleza),
que se basa en la combustión de materia prima fósil, como
en el modo de vida imperial.
En 1992, un paso político importante era firmar la Convención
Marco de las Naciones Unidas contra el Cambio Climático, que –
después de ser ratificada por una cantidad mínima de países– entró
en vigor en 1994. Según el Protocolo de Kyoto, de 1997, los gobiernos
acordaron reducir las emisiones globales, entre 1990 y el período
2008-2012, en 5,2 %. Las reducciones –de seis gases de efecto
invernadero– debían efectivizarse en los 41 países industrializados,
considerando que los países “en vías desarrollo” podían aumentar
sus emisiones.
Lo que interesa es saber si las últimas negociaciones están a la altura
de los problemas. Preguntemos cuál es el estado de las resoluciones
globales para enfrentar los retos del cambio climático, en especial lo
que se avanzó en la COP 21. ¿Qué es lo que se logró en esa cumbre?
¿Cuánto se avanzó? ¿Es justificado el entusiasmo con el que se recibieron
sus resultados?, pueden ser algunas de las interrogantes iniciales.
A primera vista, es importante lo que se consiguió en París. Hay
avances. El Acuerdo de París formula un objetivo potente:
Mantener el aumento de la temperatura media mundial muy por
debajo de 2 ºC con respecto a los niveles preindustriales, y proseguir
los esfuerzos para limitar ese aumento de la temperatura a 1,5ºC
con respecto a los niveles preindustriales, reconociendo que ello reduciría
considerablemente los riesgos y los efectos del cambio climático
(…) (Artículo 2 del Acuerdo de París).
Los gobiernos convinieron establecer objetivos y medidas individuales:
la famosa “contribución determinada a nivel nacional”, que
fue previamente anunciada.
No obstante, la suma de las contribuciones por país no fue suficiente
para lograr ni los 2 ºC. Con los compromisos voluntarios de
80 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
reducción de emisiones de efecto invernadero, que han presentado los
diferentes países en París, la temperatura llegó a sobrepasar los 3 ºC.
De hecho, y a un nivel más concreto, para alcanzar los 1,5 ºC en
2011, las emisiones netas de gases invernaderos deben ser reducidas hasta
los años 2045 y 2060 a cero (Rogelj, McCollum, Neill & Riahi, 2015);
es decir, dejar la gran mayoría de los combustibles fósiles en el subsuelo.
Además, la atención política global a la reunión de París abrió
una puerta muy necesaria al discutir las políticas dominantes, como
el extractivismo o la industrialización a cualquier costo, en países
como Alemania o China. París era una oportunidad de cuestionar
la orientación general de políticas para superar la crisis económica y
financiera: crecimiento, crecimiento, crecimiento.
Pero ¿eso podría justificar tantas y tan intensas reacciones de alegría
e, incluso, las lágrimas con las que recibieron las conclusiones
de dicha cumbre? Recordemos que los esfuerzos desplegados desde
la aprobación del Protocolo de Kyoto, en 1997, no han cristalizado
las respuestas que demandan los graves problemas ambientales que
aquejan a la humanidad. Más aún, el fracaso de la COP 15, realizada
en el año 2009, en Copenhague, sentó un duro precedente.
La desazón y desesperanza coparon el ámbito de acción en Naciones
Unidas. Y, desde esa perspectiva, cuando era poco lo que se esperaba,
emergió como un logro el acuerdo global conseguido en la COP 21 en
París, en diciembre de 2015. En esa ciudad, sacudida poco antes por
un brutal atentado terrorista, 195 países miembros de la Convención
contra el Cambio Climático, y la Unión Europea, a la que se considera
un Estado más, alcanzaron un acuerdo contra el calentamiento
global que involucraba, en la práctica, a la totalidad del planeta.
¿Era eso suficiente para estallar en vítores? Sin pretender ser
aguafiestas, recomendamos conocer mejor algunos detalles de los
acuerdos parisinos, antes de asumirlos con un gran avance político.
Como una primera gran conclusión, podemos señalar que si bien
lo logrado es significativo, comparado con los fracasos anteriores, resulta
muy poco lo que este reto global demanda. Las “contribuciones”
de los países no son suficientes ni existen mecanismos de sanción. Toda
la esperanza política –ingenuamente– espera ahora que los gobiernos
actúen, que las élites de los países entiendan los problemas y también
Contextos históricos comunes y divergentes 81
reaccionen y respeten reglas, para salir del uso de los combustibles
fósiles. Se espera que esos ofrecimientos se transformen en compromisos
aún más audaces, a través de revisiones cada quinquenio.
Pero, al contrario, el Acuerdo de París genera dudas, por la procedencia
de muchos de los aplausos que elogiaron el acuerdo. ¿Por
qué los grandes exportadores de petróleo y muchas empresas transnacionales
terminaron aplaudiendo el acuerdo parisino? Si esos actores
celebraron el convenio, significa que, sin duda, en París no se
pusieron límites a la civilización petrolera, una de las mayores causantes
de la debacle ambiental. Igual cosa podríamos decir frente a
la aceptación de China y Estados Unidos, los mayores responsables
por las emisiones de gases de efecto invernadero, que también se
hallaban en el coro de aplaudidores. Reconozcamos, eso sí, que estos
dos países por fin se pusieron de acuerdo en algunos puntos relativos
al clima global. Y, a diferencia del Protocolo de Kyoto, hoy en día
todos los países tienen la responsabilidad de tomar medidas.
¿Qué otras limitaciones se advierten en el Acuerdo? Este convenio
presenta muchas falencias y debilidades, además de marginaciones
imperdonables. Allí se suprimieron las referencias a los Derechos
Humanos y de las poblaciones indígenas. Dichas referencias fueron
trasladadas al preámbulo. Tampoco aparecen siquiera nombrados
conceptos claves como “combustibles fósiles”, “petróleo” y “carbón”.
Los debates no abordaron de manera profunda otros puntos
sensibles. Los negociadores se esmeraron en evitar los verdaderos
problemas. Si eso fue así, menos aún se preocuparon por encontrar
soluciones de fondo. Los países poderosos y las grandes corporaciones
transnacionales consiguieron que ningún documento o decisión
afectara sus intereses y se convirtiera en un obstáculo en la lógica de
acumulación del capital.
El artículo 10 del Acuerdo de París dice: “Para dar una respuesta
eficaz y a largo plazo al cambio climático y promover el crecimiento
económico y el desarrollo sostenible es indispensable posibilitar,
alentar y acelerar la innovación”. No se cuestionó para nada la perversidad
del crecimiento ilimitado, cuando ya son evidentes y feroces
sus consecuencias socioambientales sobre la Naturaleza, y no se
asegura la vigencia de la justicia social. Tampoco se reconoció la
82 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
deuda climática (mejor hablemos de deuda ecológica), que tienen
históricamente los países industrializados con el mundo subdesarrollado.
Más aún, las grandes potencias, Estados Unidos y la Unión
Europea, no solo desconocieron esa deuda, sino que hicieron todo lo
posible para no aceptar sus responsabilidades pasadas y actuales en
la desaparición de glaciares, la subida del nivel marino y los eventos
climáticos extremos.
Al no haberse adoptado medidas drásticas que limiten y hasta
reduzcan la oferta de combustibles fósiles, así como medidas que
detengan la deforestación, la temperatura continuará subiendo, contrariamente
a lo proclamado en París. De hecho, no hay compromisos
vinculantes para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.
En consecuencia, estas emisiones seguirán aumentando.
Adicionalmente, no todo el contenido del Acuerdo tiene el mismo
grado de compromisos. Si los países no están obligados a cumplir
los acuerdos de reducción de emisiones que presentaron voluntariamente,
no habrá sanciones.
El Acuerdo no fija metas claras en lo referente al límite de emisiones.
Tampoco establece medidas a adoptar, con el fin de descarbonizar
la economía. No hay planteamientos concretos tendientes a
combatir los subsidios que alientan el uso de los combustibles fósiles,
o para dejar en el subsuelo el 80 % de todas las reservas conocidas
de dichos combustibles, como recomienda la ciencia e, incluso, la
Agencia Internacional de la Energía, entidad para nada ecologista.
Si, como ya anotamos, no se cuestiona “la religión” del crecimiento
económico, en ningún punto se pone en entredicho el sistema
del comercio mundial, que esconde y, además, fomenta una
multiplicidad de causas de los graves problemas socioambientales
que estamos sufriendo. Tanto es así que “el comercio internacional
podrá proseguir sin obstáculos, incluso en un planeta muerto”,
al decir del francés Maxime Combes, poco luego de concluida la
Cumbre de París. Sectores altamente contaminantes, como la aviación
civil y el transporte marítimo, que acumulan cerca del 10 % de
las emisiones mundiales, quedan exentos de todo compromiso. Los
negociadores no quieren cuestionar el dogma del comercio libre. No
se afectan las sacrosantas leyes del mercado financiero internacional
Contextos históricos comunes y divergentes 83
que, sobre todo mediante la especulación, constituyen un motor de
aceleración inmisericorde de todos los flujos económicos, más allá
de la capacidad de resistencia y de resiliencia de la Tierra. No hay
compromisos orientados a facilitar la transferencia de tecnologías,
destinadas a favorecer la mitigación y la adaptación a los cambios
climáticos, en beneficio de los países empobrecidos.
Para financiar todos estos esfuerzos, se establece un fondo de 100
mil millones de dólares anuales a partir de 2020; una cantidad minúscula
frente al monto global de los subsidios a los combustibles que, a
escala mundial, supera los 800 mil millones de dólares. Dicho fondo
tendría una cantidad de recursos que, con seguridad, serán menores
que los recibidos por los bancos en sus crisis recientes. Sabemos
que este fondo, tal como está concebido, carece de previsibilidad y
transparencia. Por cierto, el rigor de los compromisos cambia según
la situación de los países: desarrollados, emergentes y “en vías de desarrollo”,
eufemismo con el que se conoce a los países empobrecidos
por el propio sistema capitalista y su inviable propuesta de desarrollo.
Con este tan promocionado Acuerdo, se abren aún más las puertas
para impulsar las que se conocen como falsas soluciones en el
marco de la “economía verde”, que se sustenta en la continua e incluso
amplia mercantilización de la Naturaleza. Así, con el fin de
lograr un equilibrio de las emisiones antropogénicas, los países podrán
compensar sus emisiones a través de mecanismos de mercado
que involucren bosques u océanos, o alentando la geoingeniería, los
métodos de captura y almacenaje de carbono, entre otros.
Como colofón, pasará un tiempo para que este Acuerdo entre en
vigor: las distintas partes tenían plazo hasta mayo de 2017 para ratificar
el Acuerdo, que entraría en vigencia en el año 2020. Una primera
revisión de resultados estaría prevista para 2023. Y, para colmo,
los resultados de la COP 22, celebrada en noviembre de 2016,
en Marrakech (Marruecos), resultaron insatisfactorios. Esta era la
cumbre que debía cristalizar las de por sí limitadas resoluciones de
la COP 21 de París.
Si gran parte de los resultados de la COP 21 se inclinan por el
lado de las opciones más conservadoras y menos ambiciosas, ¿cuáles
son los retos para las fuerzas progresistas en el planeta? Además,
84 Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento y postextractivismo
debemos entender que si no se cumplieron los acuerdos anteriores,
nada nos asegura que se cumplirá este. El capitalismo realmente
existente solo ve el corto plazo (la siguiente junta de accionistas, las
siguientes elecciones).
El ¿qué hacer?, una vez más, exige nuevas y más profundas reflexiones.
Pero debe quedar absolutamente claro que no hay una
real contradicción entre lo social y lo ecológico. Entendamos que sin
justicia ecológica no hay justicia social, y que sin justicia social no
ay justicia ecológica.