Siria y las izquierdas

La guerra de Siria, como ya ocurrido en otras guerras anteriores, ha removido las aguas de analistas independientes y movimientos sociales a la hora de analizar y afrontar ese conflicto. Pues si bien todos están de acuerdo en que esa guerra es una catástrofe para el pueblo sirio. Unos sostienen que se trata de una revolución iniciada para derrocar un gobierno autoritario. Otros lo desmienten aduciendo que se trata de una más de las muchas agresiones imperialistas de Estados Unidos y sus aliados en Oriente Medio. Mientras que unos terceros sostienen que es una guerra civil que enfrenta a unos rebeldes sostenidos por las petromonarquías árabes frente a una dictadura sostenida por Rusia e Irán.



Siria y las izquierdas
Lunes.20 de agosto de 2018
Pere Ortega, en Crónicas Insumisas.
Pere Ortega, Centre Delàs d’Estudis per la Pau
Tortuga

La guerra de Siria, como ya ocurrido en otras guerras anteriores, ha removido las aguas de analistas independientes y movimientos sociales a la hora de analizar y afrontar ese conflicto. Pues si bien todos están de acuerdo en que esa guerra es una catástrofe para el pueblo sirio. Unos sostienen que se trata de una revolución iniciada para derrocar un gobierno autoritario. Otros lo desmienten aduciendo que se trata de una más de las muchas agresiones imperialistas de Estados Unidos y sus aliados en Oriente Medio. Mientras que unos terceros sostienen que es una guerra civil que enfrenta a unos rebeldes sostenidos por las petromonarquías árabes frente a una dictadura sostenida por Rusia e Irán.

En otros artículos he sostenido que la guerra de Siria hay que enclavarla entre las denominadas “guerras sucias”. Aquellas en las que es difícil situarse al lado de uno de los bandos, pues ninguno de ellos ofrece ninguna garantía de defender una causa justa, entendiendo como tal el derecho a la autodefensa o cuando mínimo unos valores democráticos Tal es el caso del conflicto de Ucrania, el de Colombia, hoy en vías de solución, el de Yemen o el de Siria. Conflictos muy diferentes a los casos de Chechenia, Bosnia, Kosovo, Palestina y otros muchos donde se distinguía muy claramente entre pueblos que resistían una agresión y unos agresores que pretendían doblegar los derechos de esos pueblos.

En unos y otros casos. La posición de cualquier analista independiente e incluyo entre estos a los movimientos sociales (entiendo por tales los no adscritos al pensamiento neoliberal que por supuesto incluye a Rusia) debería ser siempre colocarse al lado de los pueblos. Por una simple razón, porque son los que sufren las dolorosas consecuencias de la agresión.

Si bien en los pasados conflictos de la exYugoslavia (1991-2001), de la invasión de Afganistán (2001), de Irak (2003) o de Libia (2011), la posición de los analistas independientes y movimientos sociales fue de que se trataban de agresiones de los Estados. De Serbia y Croacia en el caso bosnio; de Serbia en el caso kosovar; de EEUU y sus socios en Afganistán, Irak y Libia. Ninguno de esos analistas se puso del lado de los talibanes en Afganistán, ni mucho menos al lado de los dictadores Sadam Husein o de Muamar el Gadafi que gobernaban en Irak y Libia. Sino que repudiaban aquellos regímenes a la vez que criticaban la agresión de EEUU y sus aliados, y de igual modo lo hacían con Milosevic y Tudjman de Serbia y Croacia.

Una segunda razón para analizar cualquier conflicto, debería partir del análisis de las causas que lo han motivado, sin apriorismos que conformen lecturas distorsionadas de la realidad. Es en este sentido, que me atrevo a hacer algunas conjeturas sobre el caso sirio.

En Siria, tras la muerte de Hafez al-Asad, lego el régimen a su hijo Bashar al-Asad. Es decir, una república autocrática dirigida por una familia que transmite el poder de padres a hijos. En 2011, en el inicio de la primavera árabe que recorrió todo el Norte de África y Oriente Medio, Al Asad, agredió sin piedad a quienes pedían democracia y libertad. Cierto es, que luego, tras meses de sufrir una fuerte represión de las fuerzas gubernamentales, algunos opositores, que no todos, con ayuda exterior armada, respondieron las agresiones de las fuerzas militares gubernamentales y empezó la guerra civil.

Si los rebeldes tenían la ayuda inicial de algunas petromonarquías árabes (Arabia Saudí, Catar, Emiratos Arabes Reunidos) de grupos armados suníes provenientes de Irak, y también de Turquía y EEUU, al que luego se añadieron Reino Unido, Francia e Israel. Al-Asad, tenía la ayuda de Rusia, Irán y de Hezbollah del Líbano. Convirtiendo la guerra de Siria en un conflicto internacional.

Ahí es donde enseñan la cara los analistas no independientes, que de una forma obscena se sitúan al lado de uno de los dos bandos enfrentados. Calificando, unos, de agresión imperialista la llevada a cabo por EEUU y sus aliados y defendiendo la dictadura del neoliberal Al-Asad. Afirmó lo de neoliberal, porqué Al-Asad, al contrario de su padre Hafez, es un firme defensor de la globalización capitalista. Mientras que otros, hacían lo mismo calificando a Rusia e Irán de no menos imperialistas para incrementar su parte de hegemonía en Oriente Medio. Resaltando unos los crímenes contra la humanidad cometidos por Al-Asad, los opositores, los crímenes no menos terribles de los grupos rebeldes entre los que se encuentra ISIS y otros de similar pelaje.

Una situación incoherente que divide a quienes deberían mantenerse unidos en la defensa del derecho de los pueblos empobrecidos a escoger su futuro. Que deberían estar unidos para acabar con las 33 guerras vigentes en el mundo. Guerras causantes del 80% de los 68,5 millones de personas desplazadas y refugiadas del mundo. Guerras que se perpetúan por el afán especulativo de las grandes Corporaciones que ostentan el poder económico mundial, que no dudan en recorrer a intervenciones militares y guerras cuando sus intereses se ven amenazados, y entre las que se encuentran tanto las de EEUU, como las de Rusia y los aliados de ambos bandos.