Venezuela: Dominación y consentimiento

La Fuerza fundamental que mantiene el poder es el consentimiento que los dominados aportan a su dominación. Unos la aceptan porque les parece legítimo; otros, porque renuncian a enfrentarla; y otros, porque equivocan las formas de lucha.
La fuerza más fuerte del poder no es la violencia, prerrogativa del Estado, sino, el consentimiento de los dominados a su dominación, la cual comienza por el “pacto social” o Constitución Nacional. El poder verdadero es el que extrae su fuerza principal del consentimiento de quienes lo sufren. El Estado tiene entre sus prerrogativas el poder ejercer la violencia como alternativa al consentimiento.



León Moraria
Dominación y consentimiento.
Ruptura

La Fuerza fundamental que mantiene el poder es el consentimiento que los dominados aportan a su dominación. Unos la aceptan porque les parece legítimo; otros, porque renuncian a enfrentarla; y otros, porque equivocan las formas de lucha.

La fuerza más fuerte del poder no es la violencia, prerrogativa del Estado, sino, el consentimiento de los dominados a su dominación, la cual comienza por el “pacto social” o Constitución Nacional. El poder verdadero es el que extrae su fuerza principal del consentimiento de quienes lo sufren. El Estado tiene entre sus prerrogativas el poder ejercer la violencia como alternativa al consentimiento. Es la vieja fórmula del atracador – “la bolsa o la vida” – consentimiento o violencia (represión). Así funciona el Estado, sea cual fuere su origen, doctrina o ideología. El pacto social o Constitución Nacional es la perspectiva de desarrollo económico, social y político que se impone por el consentimiento de los dominados a su dominación, o por la violencia que ejerce el Gobierno como instrumento del Estado.

Valgan estas premisas para ubicar la situación de ruina económica, social e institucional que vivimos en Venezuela, fruto de una gran farsa política e ideológica. Una vez más en nuestra historia republicana – con el chavismo – la promesa de cambio culmina en más de lo mismo. En mis ochenta años de vida ¿Cuántas veces hemos oído el discurso del cambio, con idénticas palabras, sin quitar un acento ni cambiar una coma? Ya el discurso del cambio, para decirlo con vocablo ajeno al Papa, es “caca”, lo mismo que la madre le dice al niño travieso ¡Caca, no toque! Tal vez, el único cambio habido, ocurrió luego del fallecimiento de Juan Vicente Gómez, cuando hubo que desmontar 27 años de dictadura atroz, dificilísima misión realizada por López Contreras y Medina Angarita, al preservar el equilibrio entre la presión de las atrabiliarias fuerzas gomecistas (Eustoquio Gómez y el generalato), y las mayorías nacionales que luchaban por democracia y conquistas sociales. El pasado de oprobio enfrentado a la modernidad, la cual alcanza su mayor desarrollo y consolidación por el gobierno del Nuevo Ideal Nacional (Chalbaud, Flamerich y Pérez Jiménez). Luego vinieron los cuarenta terribles años de la dictadura adeco/católica/copeyana, que deja en pañales la violencia represiva de los gobiernos anteriores y tiene su máxima expresión en el “caracazo”. Durante esos cuarenta años hubo represión, cárceles, tortura, asesinato o desaparición del adversario político, bombardeo de zonas campesinas, cinco campos de concentración dirigidos por militares – Teatro de Operaciones (TO) – formados en la Escuela de Las Américas (la CIA. Chávez hizo el posgrado en Guatemala), en consecuencia, anticomunistas, pero luego, con el mayor caradurismo y desparpajo, sin pasar por GO (como en el juego de Monopolio), se presentan como revolucionarios y socialistas. Si esto no constituye “un gran sainete con ribetes de farsa” ¿Cómo denominarlo?

El chavismo se mantiene en el poder por el consentimiento de los dominados a su dominación. Basta revisar lo ocurrido en los últimos cinco años y de manera especial en los últimos meses. Está plenamente demostrado que la mayoría de la población rechaza al gobierno. Según las encuestas, el 89%. Según la elección de 2015 a la Asamblea Nacional, por la avalancha de votos que eligió 2/3 de diputados. Y según las protestas populares, por la masiva participación en ciudades y poblaciones del país. Pero, esa mayoría ha sido desvirtuada en sus anhelos, ha carecido de claridad de objetivos en la conducción de la lucha, con todo y presentársele a cada momento la ocasión para derribar al gobierno chavista:

Primero, por el Referendo Revocatorio, único objetivo político de 2016. Elemental acto constitucional empantanado por la estulticia de la MUD y por las zancadillas, triquiñuelas, subterfugios del gobierno tramposo.

Segundo, falta de claridad para adoptar una correcta posición de lucha. Había que escoger entre ser comparsa del gobierno en los procesos, sin garantías electorales de participación ciudadana; o enfrentar y negar dichos procesos por la abstención como instrumento de lucha de masas.

Tercero, el Carnet de la Patria. Si el 89% de la población -según las encuestas- rechaza el gobierno chavista ¿Por qué consentir en la carnetización? ¿Alguien en algún momento lanzó la consigna de rechazar la carnetización? Inequívoca expresión del consentimiento de los dominados a su dominación. La consigna ahora sería convocar en cada barrio de las ciudades y en cada población del país a realizar la quema pública de los Carnet de la patria: masiva reivindicación ante el consentimiento habido.

Cuarto, el censo automotor. ¿Por qué no se lanzó la consigna de no participación en dicho censo? Otra innegable expresión del consentimiento de los dominados a su dominación. Si el 70% del transporte urbano de autobuses está paralizado por falta de repuestos, que bajo ninguna circunstancia el gobierno puede solucionar ¿Por qué, en lugar de aceptar el censo automotor ¡Rechazarlo, como justa protesta!

Estamos ante una mayoría que habla de lucha, de cambio, pero, carece de voluntad para hacerlo y vende la primogenitura por un plato de lentejas: una caja de CLAP, falsos aumentos de salario, limosnas a diestra y siniestra o cualquier otra prebenda que el gobierno invente para mantener el minoritario grupo que lo apoya; pero, arrastra a la mayoría pusilánime que dice rechazar las políticas del gobierno, las cuales trajeron ruina económica, desastre social e institucional y, con sarcasmo, displicencia, desprecio, mira la migración de cientos de compatriotas, como parias, a otros países.

El caso del censo automotor es patético, por cuanto las mayorías nacionales no tienen vehículo. Es privilegio de la clase media con dos y tres vehículos que necesitan el subsidio de la gasolina ¿Para qué? ¿En qué beneficia a las mayorías nacionales el subsidio de la gasolina? Debería ser en prerrogativas a la actividad productiva y en ventajas competitivas para ir al mercado internacional. Pero resulta que Venezuela, como exportador de materias primas (hidrocarburos), es gran importador no sólo de bienes de consumo, sino, de materias primas para la industria de ensamblaje. Si el subsidio no es para tener ventajas en la actividad productiva y de exportación ¿Para qué otorgarlo? Los países vecinos con gasolina a precio internacional nos inundan con su producción. Debería ser al revés.

Las mayorías nacionales no tienen vehículo, se trasladan en el servicio urbano del Metro (que no consume gasolina) o en autobuses urbanos e interurbanos (en su mayoría diésel), igual ocurre con el transporte de carga. El servicio urbano e interurbano de transporte de pasajeros y de carga no representa ni la cuarta parte del parque automotor nacional. Se pretende aparentar lo contrario, mentira piadosa que se vende para mantener el subsidio de la gasolina que beneficia a la clase media parasitaria (burocracia oficialista).

Si esa clase media, beneficiaria del subsidio a la gasolina (10 o 12 mil millones de dólares anuales), adversa al gobierno ¿Por qué es tan pusilánime que acata el censo automotor, obtiene el Carnet de la Patria y anda limosneando el CLAP? Estos eventos, si hubieran sido utilizados para una clara y decidida consigna de lucha, han debido ser revertidos contra el gobierno y como se dice, cocinarlo en su propia salsa. En los eventos que hemos señalado, encontramos el consentimiento de los dominados a su dominación. No hay duda, somos un pueblo de masoquistas que nos encanta estar jodidos y que nos jodan. Valga el lenguaje soez para expresar indignación.

Solo el laicismo nos hará libres.