Gobierno boliviano “defensor de la madre tierra” se ahoga más en el neoliberalismo: la “alternativa” extractivista del biocombustible

El “gobierno progresista” acaba de aprobar un proyecto de producción de biocombustibles, vinculado al etanol. Lo presenta de la manera como lo presentaron las grandes empresas trasnacionales extractivistas, que se desplazan desde el campo de la energía fósil al campo de los biocombustibles, sin dejar el campo de la energía fósil. Hasta el momento sus incursiones en uno como y en otro campo son complementarias, combinando sus inversiones de acuerdo con la obtención de rentabilidades acompasadas. Lo llamativo es que el gobierno clientelar, que apuesta por el modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente, nos presenta como novedad lo que es un viejo argumento de las empresas trasnacionales y de los gobiernos europeos y norteamericanos, relativos a los biocombustibles de primera generación. Estos argumentos usados, hace décadas, son, ahora, presentadas por el “gobierno progresista” como “ambientalistas”. No hay nada más anacrónico que esto ni más retorcido.
El “gobierno progresista” ha resultado el mejor dispositivo eficaz en la reproducción del sistema-mundo capitalista, en la etapa tardía de la dominación del capitalismo financiero y especulativo. Pues no solo presenta proyectos propios del capitalismo, en plena compulsión por la acumulación ampliada de capital, como referidos al “desarrollo nacional”, sino que desarma al pueblo de toda capacidad de defensa y resistencia, al presentarse como “gobierno revolucionario”. El proyecto de producción de etanol no solo es parte de las estrategias de reproducción de la economía-mundo capitalista, en pleno desborde de su crisis orgánica, que se manifiesta como crisis de sobreproducción, encubierta como intermitentes crisis financieras, sino que implica la ampliación extensiva de la huella ecológica, es decir, de la hendidura en los territorios de la destrucción planetaria. Hablamos entonces de un gobierno que es plenamente ecocida, de vocación.



septiembre 12, 2018
La “alternativa” extractivista del biocombustible

Raúl Prada Alcoreza

El “gobierno progresista” acaba de aprobar un proyecto de producción de biocombustibles, vinculado al etanol. Lo presenta de la manera como lo presentaron las grandes empresas trasnacionales extractivistas, que se desplazan desde el campo de la energía fósil al campo de los biocombustibles, sin dejar el campo de la energía fósil. Hasta el momento sus incursiones en uno como y en otro campo son complementarias, combinando sus inversiones de acuerdo con la obtención de rentabilidades acompasadas. Lo llamativo es que el gobierno clientelar, que apuesta por el modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente, nos presenta como novedad lo que es un viejo argumento de las empresas trasnacionales y de los gobiernos europeos y norteamericanos, relativos a los biocombustibles de primera generación. Estos argumentos usados, hace décadas, son, ahora, presentadas por el “gobierno progresista” como “ambientalistas”. No hay nada más anacrónico que esto ni más retorcido.

El “gobierno progresista” ha resultado el mejor dispositivo eficaz en la reproducción del sistema-mundo capitalista, en la etapa tardía de la dominación del capitalismo financiero y especulativo. Pues no solo presenta proyectos propios del capitalismo, en plena compulsión por la acumulación ampliada de capital, como referidos al “desarrollo nacional”, sino que desarma al pueblo de toda capacidad de defensa y resistencia, al presentarse como “gobierno revolucionario”. El proyecto de producción de etanol no solo es parte de las estrategias de reproducción de la economía-mundo capitalista, en pleno desborde de su crisis orgánica, que se manifiesta como crisis de sobreproducción, encubierta como intermitentes crisis financieras, sino que implica la ampliación extensiva de la huella ecológica, es decir, de la hendidura en los territorios de la destrucción planetaria. Hablamos entonces de un gobierno que es plenamente ecocida, de vocación.
Un gobierno que ha extendido intensivamente el modelo extractivista del capitalismo financiero y especulativo, que ha problematizado más aún las relaciones de dependencia, reforzando las relaciones de dominación de la geopolítica del sistema-mundo capitalista, ahora incursiona en lo que otros países ya han desechado, en la producción de biocombustibles de primera generación. Lo que muestra patentemente la articulación de los “gobiernos progresistas” con las dominaciones vigentes del imperio, del orden mundial del sistema-mundo. En este trajín se mueve toda la maquinaria del chantaje de la forma de gubernamentalidad clientelar. El gobierno clientelar recurre a sus aparatos ideológicos, a los órganos de poder del Estado-nación subalterno, mal llamado “Estado Plurinacional”, moviliza a la masa elocuente de llunk’us. Todos ellos cómplices, ya no solo de lo que se señalaba antes como saqueo de los recursos naturales, sino de la destrucción de los ecosistemas, que forman parte de la geografía política nacional. Al respecto, no tiene sentido acudir analizar estos procesos destructivos del capitalismo tardío remitiéndose a la diatriba ideológica entre “izquierda” y “derecha”, entre “progresistas” e “imperialistas”. Esto es caer en la misma ilusión ideológica. En todo caso, si mantuviéramos esquematismos tan trasnochados como éstos, “izquierda” y “derecha”, en el sentido efectivo, tomando en cuenta sus prácticas, no podrían definirse por lo que pretenden sus discursos ideológicos, sino, solo podrían definirse adecuadamente teniendo en cuenta sus prácticas y sus efectos en la realidad efectiva. Desde esta perspectiva, los “gobiernos progresistas” resultan ser la “derecha” más efectiva y útil para la continuidad de las dominaciones del imperio.

Volviendo al asunto, a lo que el gobierno y los empresarios privados de Santa Cruz sellaron pacto para producir el “combustible verde”, estamos ante la marcha irremediable de la reproducción ampliada de capital, articulada a la reproducción reiterativa de la acumulación originaria, por despojo y desposesión, mediante los mecanismos políticos más enmascarados. A la burguesía nacional y al “gobierno progresista” les importa un comino eso que eufemísticamente se llama “cambio climático”; para ellos es una invención de activistas ambientalistas que quieren “convertirnos en jardineros”. En resumidas cuentas, estamos ante perfiles locales de los jinetes del apocalipsis. Este gobierno no solamente es una de las formas concretas de manifestarse de la crisis múltiple del Estado-nación, sino que es uno, de entre muchos, dispositivos necesarios en la reproducción del sistema-mundo capitalista en crisis. Tanto mejor, si se presenta como “progresista”, incluso como “socialista”, pues así involucra a los condenados de la tierra en la concomitancia de avalar la destrucción planetaria, con la finalidad abstracta de la valorización del valor.

En un estudio de la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Azcapotzalco sobre los biocombustibles, se escribe:

Las ventajas de los biocombustibles de primera generación (1G)
En la actualidad a nivel mundial, empresas y gobiernos están haciendo una intensa campaña para presentar los biocombustibles y transgénicos como alternativas ambientalmente amigables, que ayudarían a combatir el cambio climático al sustituir una parte del consumo del petróleo dedicado a combustibles para transporte, originando una menor contaminación ambiental. En el caso de los biocombustibles, no tiene impacto neto en la cantidad de dióxido de carbono que hay en la atmósfera. Algunos la consideran energía renovable en la medida en que el ciclo de plantación y cosecha se podría repetir indefinidamente, teniendo en cuenta que no se agoten los suelos ni se contaminen los campos de cultivo. Un ejemplo en que los biocombustibles son benéficos para el medio ambiente es el uso del etanol en automóviles de Brasil. De acuerdo con la Unión Industrial de Caña de Azúcar (UNICA), en su estudio muestra que hasta fines de julio de 2008 deberían de sembrarse más de 120 millones de árboles para neutralizar la contaminación por veinte años; con el uso de etanol, la contaminación a partir de 2003 se habría reducido en 90%. El uso de biocombustibles se adapta con mayor flexibilidad a la tecnología ya existente; en cambio, si se toma otra fuente alternativa como es el hidrógeno, se requiere una tecnología diferente y llevaría a la necesidad de reemplazar toda la tecnología existente desarrollada por el uso de hidrocarburos. Las mezclas de etanol con gasolina permiten que los motores funcionen mejor (como es el caso de E85), no obstante que la distancia recorrida por litro sea menor.
Al empleo de biocombustibles de primera generación (1G) se le puede dar una aplicación que genere mayores beneficios a los productores del campo, particularmente a los productores campesinos pobres. Hay algunos organismos internacionales que sostienen que la producción de biocombustibles de primera generación (1G) no riñen con la seguridad alimentaria. La pasada administración del gobierno norteamericano insistió en esta situación, sin embargo, el tema ha resultado muy polémico y el impacto sí ha sido adverso en términos del encarecimiento de los alimentos a escala mundial. Por otra parte, la producción de biocombustibles requiere del empleo de tecnología para cultivarlos a gran escala, situación que está fuera del alcance de los pequeños productores y campesinos, y quienes pudieran hacerlo tendrían que emplear tierras adicionales para seguir produciendo sus propios alimentos.

Desventajas de los biocombustibles de primera generación (IG)

Ambiental

Crisis alimentaria
Podemos señalar que una desventaja observada sobre los biocombustibles de primera generación ha sido la llamada “crisis alimentaria”. El economista Don Mitchell, del Banco Mundial, estimó que el impacto del uso alternativo de alimentos por biocombustibles implicó un incremento de precios de los alimentos en 70%. La administración Bush insistió en emplear el maíz para generar biocombustibles y desestimó su impacto en el precio del cereal calculado en 5%; sin embargo, en otras estimaciones se habla de que el alza del precio del maíz ha sido de 54%. Para llenar el tanque de una camioneta con etanol se requiere el consumo de cereales de una persona al año. El gran incremento de la producción de biocombustibles en Estados Unidos y la Unión Europea fue apoyado por subsidios, mandatos y tarifas preferenciales de importaciones, razón por la cual hay un acelerado incremento de precios en los alimentos a partir de 2002. Sin estas políticas, la producción de biocombustibles sería menor y los costos de productos de alimentos serían más pequeños. Dado que los biocombustibles se producen a base de alimentos o bien compiten por la tierra que puede ser utilizada para producir alimentos, esta situación impacta el precio de los alimentos al alza de manera directa al restringir la oferta de cereales para la alimentación, o de manera indirecta si los alimentos son insumos de ganado; lo que se impacta es el precio de la carne y de los lácteos.

Agua
La producción de biocombustibles de primera generación (1G) implica un consumo elevado de agua dulce. El crecimiento de la producción de etanol está relacionado directamente con el aumento de la demanda de agua dulce para regar los campos. En el mundo, por cada kilogramo de cereal que se produce, se consume 1m³ de agua. Se ha estimado que el etanol empleado en un automóvil en un recorrido de 20 000 km. implica un consumo de agua equivalente al de 100 personas en Europa o 500 personas en África; al mismo tiempo el maíz empleado para obtener la cantidad de etanol para el recorrido mencionado le puede dar de comer a 7 personas durante todo un año.

Agroquímicos
La producción de biocombustibles es a la vez contaminante en la medida en que en su cultivo se emplean insumos provenientes de hidrocarburos, tanto en la fertilización como en la fumigación y en el uso de la maquinaria agrícola. Esto es tomado en cuenta porque se mira al etanol como un bien acabado, pero no analiza el impacto de su proceso. Las únicas fuentes de energía que pueden etiquetarse como totalmente ecológicas son la eólica y la solar.

Altos precios
Si no se hubiera dado el aumento en la producción de biocombustibles, las existencias globales de trigo y maíz no habrían declinado; los precios de las semillas de aceites no se habrían triplicado, y las alzas en los costos debido a otros factores como las sequías y tormentas no tendrían las consecuencias negativas en los países pobres en cuanto a la accesibilidad alimentaria.

Deforestación
El cultivo de biocombustibles ha generado un proceso de deforestación. Se estima que ha provocado 18% de la emisión de gases de efecto invernadero. La FAO responsabiliza a la ganadería de ser el principal responsable de la deforestación en toda Sudamérica. La extensión de superficies destinadas a biocombustibles emplea las mismas áreas de pastizales que bosques. El empleo de la palma para biocombustibles ha depredado en Malasia 20 millones de hectáreas (has.), y sigue su avance en África y Sudamérica. Para satisfacer su consumo energético, Brasil requeriría de 30% de su superficie agrícola, Estados Unidos andaría también por este rango, y Europa requeriría emplear 72% de su superficie agrícola. En México no hay tierras agrícolas disponibles para este uso en forma suficiente, además de la escasez de agua.

Costos sociales
Los costos sociales también son fuertes. Las áreas son bosques templados y húmedos, praderas y pastizales; buena parte de estas superficies han sido el hábitat de pueblos nativos ligados a su agricultura campesina. No sólo hay un proceso de depredación ecosistémica, sino también el desplazamiento de los aborígenes y su paso del atraso a la indigencia. Por un lado, dejan de producir sus bienes de autoconsumo, por otro pierden el uso de las reservas por la explotación empresarial a gran escala, reciben jornales magros y son expuestos a posibles hambrunas ante el encarecimiento o el desabasto de alimentos.

Costos elevados de producción
La producción de biocombustibles aún cuesta considerablemente más que la de combustibles fósiles, incluso teniendo en cuenta el fuerte incremento en los precios del petróleo. Para la producción, almacenamiento y transporte de biocombustibles se requieren grandes cantidades de insumos (además de la tierra y el agua) cuya producción y transporte también demanda cantidades de energía. Se necesita energía para sembrar, producir fertilizantes o pesticidas, cosechar, transportar y procesar los granos o plantas hasta su forma final de biocombustible. Por ejemplo, la producción de petróleo actualmente cuesta un promedio de 30 centavos por litro. Para producir un litro de etanol con el mismo poder energético se necesitan 37 centavos en Brasil, 45 de Estados Unidos, y 75 en Europa[1].

Las conclusiones del estudio son claras, incluso incorporando los biocombustibles de segunda generación, que no competirían ni afectarían a la producción de alimentos, de acuerdo con las consideraciones de la investigación mencionada.

Conclusión
Los biocombustibles de 1G presentan mayores desventajas en relación con los biocombustibles de 2G; sin embargo, para los países en vías de desarrollo los biocombustibles de 2G representan un mayor reto, que es generar las tecnologías adecuadas para explotarlos racionalmente. Por lo pronto son los países desarrollados los que están impulsando en forma más consistente la producción de biocombustibles 2G. Para los países en vías de desarrollo resultaría más rentable producir biocombustibles de 1G, pero en la medida en que no tienen resuelto ni el problema alimentario ni el nivel de empleo suficiente, y con la globalización, la desintegración de la comunidad campesina y la migración, han hecho perder la autosuficiencia alimentaria. Es riesgoso socialmente sustituir alimentos por biocombustibles.

Hay que tener en cuenta que el etanol forma parte de los biocombustibles de primera generación. La pregunta es: ¿Por qué el “gobierno progresista” se apunta a un proyecto desechado en otras partes, como es la producción de biocombustible de primera generación? Las hipótesis interpretativas podrían ser:

1. El “progresismo” del gobierno clientelar se circunscribe en la ideología del “desarrollo”, que supone la conjetura insostenible del darwinismo social de la evolución histórica.

2. En la crisis orgánica y estructural del sistema-mundo capitalista, que comparten tanto los “gobiernos progresistas”, así como los gobiernos neoliberales, también los gobiernos centrales del imperio, las respuestas desesperadas, en el largo ciclo del capitalismo vigente, de los dispositivos de poder y las máquinas económicas y las máquinas de poder del sistema-mundo, implementan estrategias desesperadas para preservar la combinación perversa entre acumulación ampliada y originaria de capital.

3. El “gobierno progresista” no es otra cosa que un dispositivo indispensable en los decursos de las dominaciones polimorfas del sistema-mundo capitalista. La forma de gubernamentalidad clientelar es complementaria de la forma de gubernamentalidad neoliberal, aunque se presenten, ambas formas, como antagónicas.

4. Las crisis políticas de los “gobiernos progresistas”, que, además, se expresan en las crisis económicas nacionales, los empujan a tomar medidas económicas desesperadas, que extienden la irradiación de la crisis ecológica. Ya no importan los costos de producción, que son altos – seria mucho hablar de los costos ecológicos -, lo que importa es seguir presentando “alternativas” insostenibles al público, a la población votante, para dar continuidad a las dominaciones, aunque éstas ya no sean rentables.

5. La tecnología de la producción de biocombustibles la controlan, es monopolio, de las empresas trasnacionales extractivistas. En consecuencia, los “gobiernos progresistas”, que avalan e incursionan en esta “alternativa” del biocombustible, son socios de las empresas trasnacionales.

6. El gobierno de Bolivia, que se encuentra ante la reducción drástica de sus reservas hidrocarburíferas – una prueba es su misma confesión de que se tiene 10,7 TCFs -, ante la caída general de las materias primas, sobre todo minerales, a pesar de la relativa recuperación de los precios de los recursos hidrocarburíferos, requiere incorporarse a las estrategias de reproducción del capital en la etapa tardía de la civilización moderna.

7. La forma de presentar un proyecto obsoleto en el mundo como innovador habla de la crisis de legitimidad del gobierno clientelar.

8. Estamos asistiendo tanto ante la evidencia del fracaso del “gobierno progresista” respecto a la promesa incumplida, desde la segunda gestión de gobierno (2009), como a la evidencia de que la historia política efectiva juega a las paradojas. Las revoluciones cambian el mundo, pero se hunden en sus contradicciones; terminan restaurando las dominaciones y el ejercicio del poder por la vía de la promesa del cambio, apoyándose en la energía desatada por las esperanzas multitudinarias del pueblo.

[1] Leer de Edmar Salinas Callejas y Victor Gazca Quezada Los biocombustibles. El Cotidiano. Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Azcapotzalco; México.
http://www.redalyc.org/pdf/325/32512739009.pdf.