Bashar Al-Assad ganará la guerra, pero…¿conseguirá la paz?
Aleteia
Agnès Pinard Legry |
Sep 14, 2018
Más de siete años después del inicio del conflicto sirio y mientras la aviación rusa y las fuerzas del Gobierno sirio comienzan a bombardear Idlib, la última provincia en manos de los rebeldes yihadistas, Aleteia revisa la situación con Caroline Galactéros, doctora en ciencias políticas, antigua auditora del Instituto francés de altos estudios de defensa nacional (IHEDN) y coronel en la reserva operativa
Situada en el noroeste de Siria, Idlib es la última provincia controlada por los rebeldes. Desde hace varios días, a pesar de las advertencias y las protestas de los países occidentales y de la ONU, desde Damasco, Moscú y Teherán han procedido al bombardeo de la zona.
Mientras el Consejo de seguridad de la ONU se reunía de nuevo el 11 de septiembre a petición de Rusia, Caroline Galactéros, doctora en ciencias políticas, antigua auditora del IHEDN y coronel en la reserva operativa, analizaba para Aleteia la situación real del país.
Aleteia: A pesar de los focos de resistencia, especialmente en la provincia de Idlib, Bachar al Asad parece estar saliendo victorioso de este conflicto armado… ¿Cuál es la valoración que tiene usted sobre la situación real en el país?
Caroline Galactéros: En el plano militar, la reconquista del país está casi terminada. La provincia de Idlib es el lugar donde se han ido reagrupando progresivamente la mayoría de los yihadistas que aún operaban en territorio sirio después de la recuperación de Alepo.
Este “absceso” compuesto por combatientes islamistas no es, por lo tanto, ninguna novedad.
La alternativa para el Gobierno sirio es la siguiente: o bien logra someter a estos rebeldes yihadistas involucrándolos en el proceso político por venir o bien los neutraliza definitivamente.
El Gobierno sirio no puede conformarse con la presencia residual de islamistas que son para él enemigos mortales. Actualmente deben de estar negociando con los emisarios rusos su supervivencia y representación política, aceptando su integración y, sin duda, su obediencia a un diálogo político.
Es muy probable que tengan la siguiente opción: u os unís a un diálogo político y salváis la vida u os negáis y desaparecéis. Dicho esto, aunque Bachar al Asad está a punto de ganar la guerra, no ha ganado la paz en absoluto.
¿A qué se refiere?
La posición de Bachar al Asad es en general mucho mejor que en 2015, pero el resultado del conflicto depende ahora de la negociación que se desarrollará entre las principales potencias presentes en la zona. Por lo tanto, es demasiado pronto para decir simplemente que se trata del fin de la guerra en Siria, porque estas potencias probablemente no tienen interés en una paz rápida en la Siria de Bachar.
¿Turquía e Irán? Por supuesto que no. ¿Estados Unidos y Europa? No estoy segura. ¿Israel? Seguramente no.
PUTIN ERDOGAN ROHANI
Handout I TURKISH PRESIDENCY PRESS OFFICE I AFP
La reunión entre Putin, Rohani y Erdogan el 7 de septiembre en Teherán debía determinar el momento de la ofensiva contra Idlib. AFP PHOTO / Turkish Presidential Press service” - NO MARKETING NO ADVERTISING CAMPAIGNS - DISTRIBUTED AS A SERVICE TO CLIENTS
El viernes 7 de septiembre, los presidentes iraní, turco y ruso se reunieron en Teherán, pero no pudieron ponerse de acuerdo sobre la suerte reservada al bastión rebelde. ¿Es reflejo esto, en su opinión, de los intereses divergentes en la resolución de este conflicto?
La cumbre tripartita Irán-Rusia-Turquía en Teherán dedicada al destino de Idlib marcó profundas diferencias entre los países. Desde el comienzo del conflicto, Turquía ha apoyado a los islamistas que han luchado por la caída del régimen. Pero perdieron la mano y Turquía se posicionó en el lado ruso-catarí.
El país forma parte ahora del eje antioccidental ruso-iraní-turco y, al mismo tiempo, el Gobierno turco quiere hacerse con el control de una zona de influencia en Siria. Por eso Erdogan dijo que un ataque en la provincia resultaría en “una catástrofe, una masacre y una tragedia humanitaria”.
Al no haber obtenido lo que quería al principio del conflicto, el Gobierno turco juega cínicamente esta carta ambigua.
Se trata de una negociación política global en la que Ankara, que sigue siendo una importante potencia militar de la OTAN y, por tanto, valiosa para Washington, trata de sacar el máximo provecho de sus diversas bazas.
¿Hacia qué escenario, hacia qué realidad se encamina el proceso?
Creo que habrá dos procesos: uno militar y otro político. Para el primero, el régimen sirio no tiene intención de abandonar este enclave yihadista en medio de su territorio. Sin embargo, las fuerzas de que dispone Bachar al Asad hoy en día son insuficientes para permitirle controlar el país reconquistado, necesita la presencia militar rusa e iraní.
Los estadounidenses y los europeos tratarán de negociarlo todo, condicionando su apoyo humanitario y su participación en la reconstrucción del país a un proceso político que les permita salvar la cara y marginar, cuando no excluir, a Bachar al Asad (después de lo que sigue siendo un fiasco político-militar magistral de EE.UU. y Europa en su proyecto inicial de desestabilización del país).
¿Aceptará el presidente sirio o se verá obligado por sus padrinos (que tienen intereses mucho más amplios) a admitir su posible marginación política? Es todavía algo muy incierto y esta fase corre el riesgo de ser extremadamente larga, ya que las negociaciones se llevan a cabo simultáneamente en varias mesas, en relación con otras cuestiones (Ucrania, sanciones, Europa, OTAN, Irak, Libia, etc.). Las presiones occidentales sobre Irán, pero también sobre Rusia, aumentarán sin duda durante el otoño y el invierno. Lo que tenemos que entender es que las diferentes potencias se están repartiendo las zonas de influencia en Oriente Medio.
¿Ha cambiado la política de Francia en Siria?
El Gobierno francés está jugando al péndulo: un giro a la derecha y otro a la izquierda. Francia se ha posicionado claramente del lado de los Estados Unidos al tiempo que afirma hacer oír “su” propia voz y pide una redefinición de la relación ruso-europea… El movimiento de repolarización de las alianzas continúa.
Los rusos han lanzado sus redes hacia diferentes países de la región (Arabia Saudí, Israel, Egipto, pero también hacia varios países europeos como consecuencia de la crisis de los inmigrantes) y los estadounidenses intentan reforzar su control político y estratégico sobre los europeos a través de la OTAN.
Se trata de una matrioshka, un conjunto de muñecas rusas que empieza en Siria y llega hasta los problemas globales relacionados con el fortalecimiento de la extraterritorialidad del derecho estadounidense. Siria no es más que un terreno entre los muchos otros donde se manifiesta esta rivalidad global, que es mucho más amplia, compleja y aleatoria y en la cual la relación chino-estadounidense es el último desafío.
¿Francia todavía puede desempeñar una labor aquí?
Podría tener peso si tuviera una política coherente y pragmática. Si ese fuera el caso, se acercaría más a Moscú y buscaría las bases de un proceso político viable y sostenible. Alternamos entre declaraciones clarividentes y luego, rápidamente, a presiones internas y externas complacientes y a posturas moralizadoras atípicas que rompen el impulso iniciado y parecen reflejar vacilación, vaivenes y, sobre todo, la negativa a reconocer nuestros errores de juicio pasados con graves consecuencias para la seguridad. No nos atrevemos a decir que Bachar ha ganado y que es probable que, si no es él quien permanece en el poder, será o deberá ser uno de sus allegados, que ahora hace falta un acuerdo político, necesariamente imperfecto.
Francia se enfrenta a un patente fracaso de su política desde 2011 y está intentando desesperadamente que no sea una debacle mediática y política. Pero no funciona. Permanece en medio del vado y lo que aparenta en esencia es ser pusilánime e inútil.
Sería mucho mejor reconocer su error, tener en cuenta la nueva situación y adoptar un punto de vista constructivo. Y es que nuestra posición vacilante nos desacredita frente a todos aquellos que realmente influyen en el futuro de Siria y, además, prolonga el desasosiego del pueblo sirio (incluidos los refugiados), de todas las religiones y las comunidades, con quienes debemos comprometernos ahora a restablecer el equilibrio y la seguridad.
Nuestro regreso a la influencia en Oriente Medio requiere un cambio realista en la cuestión siria, así como en el tema libio, que restaure nuestro crédito regional y mundial y sirva a nuestros principios humanitarios con mucha más seguridad que las fórmulas mágicas sin fundamento.