Capitalismus versus vida

⦁ La crisis política del sistema-mundo político es crisis de legitimación y crisis de dominación.
⦁ La crisis económica del sistema-mundo capitalista es crisis de sobre-producción, diferida en crisis intermitentes financieras.
⦁ El entramado inter-burgués mundial se ha conformado como un bloque burgués mundial de dominación global. El bloque burgués mundial está conformado por la hiper-burguesía de la energía fósil, por la burguesía financiera mundial, por las burguesías nacionales subsumidas a la estructura del bloque, por la burguesía del lado oculto de la economía y por la burguesía rentista.
⦁ La forma de gubernamentalidad clientelar se ha convertido en un instrumento de la hiper-burguesía de la energía fósil.
⦁ El conflicto del TIPNIS puede resumirse al ataque, particularmente intenso, en este caso, del sistema-mundo capitalista, en su etapa decadente, de dominancia financiera y de compulsión extractivista.



13.09.2018
Capitalismus versus vida
Entramados y situaciones en torno a la defensa del TIPNIS

Raúl Prada Alcoreza

Índice:
Prólogo

Balance

Balance y autocrítica

Balance del análisis crítico a los gobiernos progresistas

Crítica integral

Teatro grotesco de la gubernamentalidad en crisis

Gobierno de las trasnacionales extractivistas y de la burguesía de la coca excedentaria

Defensa de la vida y de los territorios indígenas

Entramados de los conservadurismos sociales

Ataque frontal de los colonizadores al territorio indígena

Dedicado a los pueblos y comunidades indígenas que defienden la vida y los territorios, particularmente, en este caso, el TIPNIS; está dedicado a los colectivos activistas que defienden los ecosistemas y los derechos de las naciones y pueblos indígenas.

Prólogo
En Capitalismus versus vida comenzamos con dos balances; el primero, un balance de la crítica emprendida desde Acontecimiento político hasta Paradojas del sistema-mundo. El segundo, de manera más específica, un balance de la crítica efectuada a los llamados “gobiernos progresistas”. Ambos balances corresponden a autocriticas; el primero, más global; el segundo, más específico. Las autocriticas buscan encontrar los límites y los problemas no resueltos, detectar las herencias ateridas, todavía no de-construidas, que se mantienen como agazapadas. Esta tarea es indispensable para seguir avanzando en las incursiones de los horizontes abiertos por el pensamiento complejo.

Después vienen ensayos críticos de las formas y prácticas políticas remarcadas en la coyuntura. Se toca la situación de la crisis de la forma de gubernamentalidad clientelar en la República Bolivariana de Venezuela y se toca el reiterado conflicto del TIPNIS, renovado obsesivamente por el “gobierno progresista” de Bolivia. Estos ensayos críticos retoman las observaciones hechas en los balances y autocríticas mencionados.

En Capitalismus versus vida se trata de comprender, de manera integral, en el contexto mundial y en la coyuntura de la crisis del sistema-mundo capitalista, los comportamientos políticos de estos “gobiernos progresistas”. Comportamientos que son decodificados y descifrados en el entramado de tejidos sociales, que se hilan, en el abigarrado sistema-mundo capitalista. Encontrando el entramado del bloque histórico actual de la burguesía mundial, que articula estratos jerárquicos dominantes como la hiper-burguesía de la energía fósil, apoyada por la burguesía financiera mundial, merodeada por la burguesía del lado oculto de la economía y en concomitancias perversas con la burguesía rentista.

El libro está dedicado a los pueblos y comunidades indígenas que defienden la vida y los territorios, particularmente, en este caso, el TIPNIS; está dedicado a los colectivos activistas que defienden los ecosistemas y los derechos de las naciones y pueblos indígenas.

Balance
Balance y autocrítica
¿Cómo funciona el sistema-mundo capitalista, desde la perspectiva de la complejidad? La que concibe la complejidad desde la proliferación de las singularidades, en las distintas escalas, extensidades e intensidades. Sobre todo, cuando parte de la comprensión de la simultaneidad dinámica, que sitúa los acontecimientos en los tejidos del espacio-tiempo. Escribimos sobre el tema en El capitalismo desde una mirada de la complejidad; ahora queremos volver al asunto, empero, más imbuidos de enfoques de las singularidades. Pues la singularidad es única, irrepetible; es todo lo opuesto a la generalización y universalización. Se resiste a la homogeneización, incluso a las analogías. Es, si se quiere, la realidad realizada en lo concreto, en la especificidad, que parece es la única forma de realizarse, de ser real.

Como dijimos desde Episteme compleja, la singularidad supone una pluralidad, una asociación y composición. No se trata de la unidad última buscada por las ciencias de la episteme moderna. Desde la perspectiva de la complejidad, no hay tal unidad última e indivisible. Estamos ante el acontecimiento, que es pluralidad. En vez de unidad última e indivisible, lo que se percibe es la integración, por asociación, composición y combinación de composiciones. Entonces, lo que importa es comprender las dinámicas asociativas que se integran.

La capacidad de integración parece un atributo intrínseco de las singularidades. ¿Cómo explicar esta paradoja; lo único, lo singular, es capaz de asociarse? No deriva esta singularidad en lo que ha supuesto la filosofía moderna, en el egoísmo. Lo singular es singular precisamente porque no se aísla, sino porque se asocia. Este es el tema que hay que abordar.

Parece que las composiciones, desde infinitesimales, hasta las molares, pasando por las atómicas y moleculares, son posibles por asociación de singularidades. Por otra parte, parece que las singularidades existen precisamente por asociaciones, que son inherentes a su composición. Esto parece ocurrir desde las fuerzas fundamentales del universo hasta los acontecimientos molares del mismo, pasando por el acontecimiento de la vida en el planeta Tierra. Se trata, si se quiere, de una paradoja creativa.

Las composiciones existentes son asociaciones de singularidades y combinación de estas asociaciones; las singularidades mismas son, a la vez, asociaciones de otras singularidades. ¿Es de nunca acabar esta retrospección y esta prospección, además proyección? Para acercarse a la comprensión de esta singularidad proliferante, parece que no podemos hacerlo desde la perspectiva lineal, sino, mas bien, desde la perspectiva de topologías complejas.

La dificultad de la comprensión de la paradoja existencial parece encontrarse en que todavía, a pesar de incursionar en el pensamiento complejo, se mantienen algunos dualismos heredados; por ejemplo, éste de separar a la singularidad de las asociaciones. Lo que parece conveniente es entender que se trata de algo inseparable. Este algo inseparable no puede pensarse ni como espacio ni como tiempo, sino como espacio-tiempo, tal como propone la física relativista y cuántica. Desde nuestra interpretación, como movimiento dado tetra-dimensionalmente o en once dimensiones, como proponen la teoría de las cuerdas unificada.

Entonces, se trata de movimiento, por lo tanto, de desplazamiento de energía, en forma de ondas y de vibraciones; quizás tengan razón, aunque su razón sea matemática, los de las teorías de las cuerdas, por lo tanto, en forma de cuerdas. Cuando se habla de singularidad, de alguna manera, se sugiere algo, dada en una transversalidad o recortada en la misma; por lo tanto, se sugiere una estática instantánea, donde el fenómeno es lo que se capta en ese instante. Sin embargo, desde la perspectiva del movimiento, nada se detiene, todo transcurre, por así decirlo.

Retomando el lenguaje de la ontología, se tendría que decir que el movimiento no es, pues no se detiene, no presenta ni su estructura ni su composición en el instante. El problema es que este no es negaría la existencia tal como se da. Si bien las filosofías nihilistas, en sus expresiones más especulativas, en el buen sentido de la palabra, como meditación llevada al estado de suspensión, podrían estar de acuerdo con este enunciado, no se llega a interpretar la paradoja, pues se la entiende como suspensión, como nirvana; situación que lleva al extremo la estática que criticamos, que parece insostenible ante la paradoja del movimiento.

Volviendo al principio, el movimiento no es estática, sino todo lo diferente. Entonces, ¿cómo interpretar el movimiento? ¿De la misma manera que dijimos que no hay singularidad sin asociación de singularidades, podríamos decir que no hay materia sin energía? ¿Qué la materia es energía condensada? Pero, entonces, ¿qué es la energía? No interesa insistir en un presupuesto conocido y aceptado, que la materia es energía, sino en los problemas que planea este enunciado, que es corroborado por la física relativista. ¿Qué es la energía, que parece que es, por así decirlo, anterior a la materia?

La energía es captada por sus vibraciones y ondas, sus intensidades y formas de expansión. Incluso, ya especulando, por sus transformaciones o, si se quiere, en sus transformaciones. Pero, ¿qué es lo que vibra? En un texto especulativo dijimos que lo que vibra es el tejido espacio-tiempo, lo que se mueve es el tejido espacio-tiempo, siguiendo las interpretaciones de la física relativista y cuántica. Pero, ¿qué es lo que hace mover al tejido espacio-tiempo; qué es lo que genera las vibraciones y las ondas? ¿Se puede decir que lo que impacta en el tejido lo hace vibrar y moverse? Pero, esto sería suponer un afuera del tejido, lo que ya es muy difícil y complicado sostener. ¿O se trata de que el tejido es eso, tejido de vibraciones y ondas? Desde esta perspectiva, el tejido espacio-tiempo es tejido energético.

En griego antiguo energía es dinámica, también fuerza, así como potencia. Sin embargo, ¿cómo podemos comprender esta dinámica, eta fuerza y esta potencia? Que son como tres acepciones de la energía. Otra vez, la dinámica se remite al movimiento, la fuerza a la magnitud del empuje, la potencia a lo que puede, a la capacidad contenida que puede desplazarse. Pero, no terminan de responder a lo qué es la energía. Como tampoco terminan de responder las descripciones y definiciones que la conciben a partir de las vibraciones y ondas. No podemos quedar satisfechos con esto, pues no terminan de decirnos qué es aquello que nombramos como energía. Posiblemente el nombre, el concepto, la imagen, que connota, no sean apropiados para interpretar aquéllo que se nombra como energía. Entonces, ¿cómo nombrarla? Pregunta para los físicos.

¿Por qué esta introducción tan teórica? Que recoge nuestras hipótesis interpretativas, prospectivas y hasta especulativas, que hemos venido lanzando desde La explosión de la vida. Porque queremos hacer una evaluación de lo que hemos venido escribiendo, a propósito de la perspectiva compleja, del pensamiento complejo, de la episteme compleja, de la condición plural y singular, de la ecología compleja. También, en este trajín, queremos evaluar nuestros análisis de la coyuntura política, sobre todo, enfocada en el continente, aunque también nos referimos a la coyuntura mundial. Es menester hacerlo, pues requerimos evaluar la consistencia de estos desplazamientos e incursiones en los horizontes abiertos por el pensamiento complejo. Particularmente interesa ponderar su utilidad.

Balance

Las hipótesis interpretativas, prospectivas y especulativas, son todavía eso, hipótesis; no pueden dejar de serlo hasta contrastarse a través de investigaciones. Puede que, como se dice, los hechos, los sucesos, los eventos, corroboren las hipótesis, en la medida que el acontecer devele analogías materiales respecto a los bocetos interpretativos. Sin embargo, esta corroboración factual no deja de ser incierta, a pesar de todas las certidumbres que parezcan verificadas. De todas maneras, se requiere del control de la investigación. Por lo tanto, no podemos pasar a la corroboración investigativa, mientras no se den las investigaciones pertinentes. Sin embargo, podemos, provisionalmente pasar a la contrastación respecto de los hechos, sucesos, eventos, que se han dado, recientemente y se van dando en el presente.

Por el momento nos vamos a concentrar en los análisis e interpretaciones que hicimos de las genealogías de los “gobiernos progresistas”. Un primer paso crítico, de manera explícita, pronunciando enunciaciones teóricas y políticas, respecto a los llamados “gobiernos progresistas”, fue el de defensa crítica. La importancia de este posicionamiento radica en la certeza de que no puede darse una defensa, en pleno sentido de la palabra, sino es crítica. La “defensa” que hace apología, en realidad, es un desarme, un ocultamiento de los problemas y de los errores; por lo tanto, es como hacerse el harakiri.

A partir de este posicionamiento crítico, se enfocó a los “gobiernos progresistas”, a los procesos políticos en los que están insertos. En otras palabras, la mirada de la defensa critica pone en evidencia los errores y problemas, las contradicciones, las limitaciones de estos gobiernos. La pregunta subsecuente fue: ¿Por qué ocurre? Las hipótesis interpretativas tratan de responder esta pregunta, desplegándose en el análisis que se basa en estas hipótesis. Es aquí donde se hacen bocetos teóricos para intentar la explicación de los acontecimientos políticos.

El segundo paso es, después de la constatación, de que los “gobiernos progresistas” se embarcaron en un rumbo conocido, el del círculo vicioso del poder; conllevando la trama de los desenlaces dramáticos, se retoma la crítica de las genealogías del poder. Se sugiere llevar consecuentemente la crítica de la economía política; esto equivale, por así decirlo, a lo que dejó pendiente Karl Marx. No se trata solo de la economía política, en sentido restringido, sino de economía política generalizada; es decir, de los procesos de diferenciación en los múltiples campos sociales, donde se valoriza lo abstracto y se desvaloriza lo concreto. En consecuencia, se trata, radicalmente, de la crítica de la economía política generalizada.

Es cuando cambian las temporalidades, es decir, las épocas, los períodos, considerados por la historia. Se sugiere que la modernidad es una época inventada por la historia, que, en todo caso, ésta, que puede entenderse como civilización moderna, sobre todo, en lo que respecta a la economía política generalizada, comienza antes; con la economía política religiosa, que separa espíritu de cuerpo, valorizando el espíritu y desvalorizando e cuerpo. Por otra parte, apoyando esta tesis, se asume, desde la perspectiva de la complejidad, la concepción de la simultaneidad dinámica, sobre la base de la mirada física relativista y cuántica del tejido espacio-tiempo.

Estas tesis, la de la economía política generalizada y la de la simultaneidad dinámica, nos llevan a modificar la percepción del presente, que va ser concebido como espesores del presente. Sin embargo, se llega a este enunciado, no solo por este camino, sino, también por otro; el derivado de la reflexión sobre las tesis e investigaciones de la corriente denominada historia reciente. Reflexión que sugiere que el presente del que habla la historia reciente es presente diferido. Por ambos caminos se incursiona en lo que se denomina historia de Latinoamérica y el Caribe. En esta incursión se encuentran, si se quiere analogías, a pesar de las diferencias singulares de los contextos, en las estructuras de los Estado-nación. Se sugiere que lo que pasa en México se repite en la conformación de los Estado-nación en América Latina y el Caribe. Se da lugar, en efecto, al Estado corporativo; el de los pactos y acuerdos entre las clases dominantes; pero, también con las clases subalternas. La lectura del libro de Rhina Roux El príncipe mexicano, es aleccionadora, pues es donde se enuncia el concepto de Estado corporativo. Esta apreciación nos conduce a replantear la colonialidad no solo como colonialidad del poder y otras colonialidades anexas, sino como Estado-nación corporativo; producto de los acuerdos, pactos y alianzas entre las clases sociales involucradas, desde las dominantes hasta las subalternas.

Esto quiere decir que en la reproducción de la colonialidad no solamente están involucrados dominantes y dominados, que la colonialidad se ha inscrito en todos los cuerpos de la sociedad, sino que la colonialidad es promovida, de manera concomitante, por todos. Un síntoma elocuente de este fenómeno social, político y cultural, se da con la forma de gubernamentalidad clientelar y carismática. Donde la convocatoria del mito retoma los imaginarios mesiánicos y patriarcales, cumpliendo una labor paradójica; convoca al pueblo, lo cohesiona por intervención de la figura carismática del caudillo, forma parte esta ideología de la movilización social, en su etapa inicial; pero, por otra parte, subordina al pueblo al símbolo encarnado del mesías, reproduciendo los imaginarios religiosos que formaron parte de la colonización.

La colonialidad vendría a ser un deseo del amo, un deseo del patriarca, por lo tanto, de formas ancestrales de dominación, combinadas con formas de dominación modernas, como las relativas a la legitimación republicana. Cuando aparece este problema u obstáculo histórico-político, la pregunta es nuevamente: ¿Por qué ocurre esto? ¿Por qué se forjan las propias cadenas? Aquí la reflexión se vuelve nuevamente teórica; se pregunta: ¿por qué las sociedades humanas, que construyen instituciones para la sobrevivencia y el potenciamiento social, terminan convirtiendo sus criaturas en dioses? ¿Por qué se vuelven dependientes de estos instrumentos institucionales, convertidos en fetiches, como si tuvieran vida propia?

En este caso, las respuestas son problemáticas. Se pregunta sobre si los humanos son un proyecto fracasado del genoma ancestral común, genoma generador de la vida, en sentido biológico, en el planeta, de plantas y animales, para decirlo en lenguaje común. De manera menos lapidaria, también se pregunta en qué momento o momentos las sociedades humanas se han embarcado en esta ruta fetichista de las instituciones, que implica el círculo vicioso del poder. Las respuestas no son, sin embargo, lapidarias; se sugiere la tesis de la potencia social, que es la versión humana de la potencia de la vida. En este sentido, se abre la esperanza de que la potencia social corrija, para decirlo con esa simpleza llana, este desvarío histórico. Por otra parte, también se sugiere que la sociedad como tal, supone, lo que se ha institucionalizado, la sociedad institucionalizada; empero, que se sostiene en el substrato de la sociedad alterativa, que corresponde precisamente a la potencia social. Desde esta perspectiva, se sugiere la posibilidad de que la sociedad alterativa, el substrato, disemine la malla institucional, que atrapa fuerzas de la potencia social, las utiliza para su reproducción, que es la del poder.

La proyección de estas tesis se abre a una consideración global, por así decirlo, del mundo institucionalizado, como orden mundial, que corresponde a la malla institucional que legitima las formas polimorfas de las dominaciones en el sistema-mundo capitalista. Esta consideración tiene que ver con las tesis de la decadencia, de la anti-producción y de la diseminación, a las que habría llegado la “evolución” del sistema-mundo capitalista; mejor dicho, la civilización moderna.

Considerando el conjunto de estas hipótesis interpretativas, de los análisis subsecuentes, de los enunciados vertidos y las tesis construidas, además de los conceptos, se hace el balance de las historias del socialismo real, en tanto Estado, y de los “gobiernos progresistas”. Dicho de manera sucinta, se dice que el socialismo real no hace otra cosa que ofrecernos otra vía, burocrática, del capitalismo. Así mismo que los “gobiernos progresistas”, si bien, se inician con vocación antiimperialista, terminan moviéndose en los márgenes permitidos por la geopolítica del sistema-mundo capitalista; entonces, lo reproducen; forman parte del orden de la dominación mundial; es decir, del imperio.

No haríamos un resumen completo si es que no tocamos las tesis sobre la singularidad; aunque ya las mencionamos al principio, en la introducción teórica. Al respecto, lo que es menester remarcar es que la singularidad de los acontecimientos políticos responden a combinaciones y composiciones únicas de los espesores del presente. Esto las hace diferentes, pero, también, las hace sintonizables en lo que respecta a la integralidad de los acontecimientos en el mundo efectivo.

Autocrítica

Ahora bien, ¿cuáles son los problemas de esta interpretación integral del acontecimiento político? Primero, no se termina de resolver, es decir, explicar, el por qué los y las dominadas, son cómplices del poder, por lo tanto, de sus dominaciones. Es como encontrar un umbral, si se quiere epistemológico, para decirlo en términos de los saberes, que no es fácil de cruzar. Ciertamente, se puede decir que faltan las investigaciones para lograrlo. Sin embargo, se podría decir, que también se hallan los límites de la teoría. Los límites de estas incursiones en el pensamiento complejo; lo que no quiere decir que sean límites del pensamiento complejo, que se va conformando colectivamente, en el contexto de la crisis epistemológica de la civilización moderna.

Segundo, como se ha afirmado, el pensamiento complejo no se concibe como pensamiento, sino como acontecimiento; vale decir, como praxis y materialidades sociales y ecológicas, que integran al acontecimiento en las dinámicas vitales del planeta. En consecuencia, la interpretación hecha no llega a cuajar en un activismo integral, que es lo que se requiere, dada la crisis ecológica. Por más que se anhele que esto ocurra y se proclame, convocando a los colectivos activistas.

Tercero, que es algo que corresponde a lo que no mencionamos en el balance anterior, pues quisimos enfocar las connotaciones histórico-sociales-económicas-políticas-culturales, por el momento; hablamos de la concepción integral, dinámica y simultanea de la ecología compleja. Se puede decir, positivamente, que la tesis de la ecología compleja, retoma los avances del pensamiento complejo, sugiriendo continuidades y rutas aperturistas; incluso proponiendo revisiones integrales de las posiciones críticas y activistas, reconsiderando lo que se connota con el imaginario y conceptualidad de revolución; tiene un handicap, reconocido en la propia exposición; la falta de comunicación con los seres de las otras formas de sociedades orgánicas del planeta. Por otra parte, no se puede decir que se ha logrado la comunicación con los colectivos activistas, aunque en parte se haya dado una retroalimentación. En tercer lugar, sigue siendo una exposición discursiva y teórica; no es accesible al pueblo, para decirlo de esa manera, en leguaje del sentido común. Es decir, no se ha realizado una pedagogía política colectiva, que es lo que también se enuncia en las exposiciones.

Por el momento, nos quedaremos, en estas observaciones críticas, de una primera evaluación de la interpretación propuesta a lo largo de varios ensayos. ¿Qué sugerimos? Retomando aquello de que las teorías son instrumentos orientadores, que alumbran como linternas en la oscuridad, que son desechables cuando no sirven, para proponer y mejorar las interpretaciones, que deben ser operativas, para resolver problemas; proponemos una reflexión colectiva, pues somos conscientes no solo de que el intelecto es general, social, participativo, sino que forma parte de las realizaciones, en este terreno, de la potencia social. Los problemas pendientes tienen que ser abordados colectivamente, activistamente y responsablemente.

Balance del análisis crítico a los gobiernos progresistas
Vamos a hacer un balance de los análisis que hicimos de los “gobiernos progresistas” de Sud América; particularmente del gobierno bolivariano de Venezuela, más bien, de la varias gestiones de gobierno en la República Bolivariana de Venezuela. La mayoría de las gestiones bajo la conducción de Hugo Chávez; la reciente bajo la conducción de Nicolás Maduro. Queremos hacerlo, en contrastación con lo que ocurre políticamente, sobre todo, considerando las circunstancias del momento, en la coyuntura de la crisis política. No se trata de desenlaces, como lo hicimos notar, precisamente en un escrito que lleva este título, Desenlaces. Se trata de una metáfora, haciendo referencia a la conclusión de la trama narrativa. Pero, en este caso, tampoco se trata de esta metáfora, púes tampoco se parecen a desemboques o conclusiones de procesos políticos, sino simplemente de situaciones, mas bien, relativas a las correlaciones de fuerza.

De lo que se trata es de visualizar las falencias del análisis crítico en lo que respecta a abarcar, comprender y entender las dinámicas de la complejidad, sinónimo de realidad. El análisis crítico de la perspectiva de la complejidad, no pretender haber abarcado la complejidad, menos haberla comprendido plenamente, ni ostentar un entendimiento como la verdad de la complejidad. El análisis desde la perspectiva de la complejidad siempre va quedar corto respecto a la integralidad y simultaneidad dinámica de la complejidad misma, como devenir de los tejidos de la realidad. Siempre va requerir de la actualización de sus interpretaciones, aprovechando las acumulaciones de la experiencia social y los aprendizajes de la memoria social. En este sentido, el balance que iniciamos del análisis crítico de los “gobiernos progresistas”, busca su contrastación en las situaciones donde las correlaciones de fuerza parecen mantenerse equivalentes, sin modificar mayormente la composición de las situaciones; salvo lo relativo a los hechos circunstanciales, que cambian las formas de presentación de las circunstancias, sin modificar la estructura de las situaciones.

Hay un problema en las teorías de la crisis; la narrativa de la crisis supone desenlaces; estos corresponden a la conclusión de la crisis o su clausura; su convergencia en la culminación de la misma. El desenlace cobra varias figuras, dependiendo de la trama, sobre todo, de la manera cómo se concibe la crisis y cómo se estructura la narrativa. Un tipo de concepción que ve en la crisis la manifestación de la decadencia, del derrumbe y el desmoronamiento, tiende a vislumbrar el desenlace como apocalipsis. Otro tipo de concepción de la crisis es la que encuentra la realización intensa de las contradicciones inherentes a una estructura social y económica dada; en este caso el desenlace es la superación de una forma y estructura de contradicciones. Superación que inaugura otra forma y estructura de contradicciones. Un tercer tipo de concepción de la crisis es la que la concibe como desequilibrio; en este caso, el desenlace esperado es el retorno al equilibrio. Hay más tipos de concepciones de la crisis; sin embargo, nos quedaremos con estas tres, que son significativas por su incidencia en las ideologías; por este camino, en las prácticas.

¿Por qué son problema las teorías de la crisis? Pues, como hemos dicho, porque se suponen desenlaces. No hay una teoría que considere a la crisis como crónica, que sea la crisis crónica, más bien, la regularidad, no un desenlace. La cuestión es la siguiente: si bien se pueden encontrar corroboraciones históricas de las teorías de la crisis, incluso como realizándose sus concepciones; lo que también se encuentra es que el modo de producción capitalista evoluciona con la crisis congénita. Así también la forma Estado-liberal ha sobrellevado sus crisis y se ha rehecho en determinados contextos y ciclos más o menos largos. Así mismo se puede encontrar, contra todo pronóstico, que la tenacidad de una actitud persistente estatal, en su ejecución gubernamental, logra coexistir con la crisis, administrándola y controlándola. Por lo tanto, las teorías de las crisis no dan cuenta de estas realidades. ¿Cómo comprender estos otros procesos que no derivan ni en algo parecido al apocalipsis, tampoco a la superación, así como al equilibrio? Asumiendo que el juego de las fuerzas y la correlación de fuerzas definen las resultantes, la pregunta, dicha de otra manera, sería: ¿Cómo se logra la correlación de fuerzas que permite administrar y controlar la crisis? Incluso forma parte de la propia evolución del sistema, en un caso; en otro, la crisis, después de haber sido manejada de una manera, refuerza la estructura estatal liberal; en el tercer caso, sobre todo en estado de guerra permanente, se fortalece la estructura estatal inmersa en el conflicto, conviviendo con el conflicto.

Ciertamente estos casos no pueden generalizarse, precisamente por que corresponden a otros decursos históricos; así como tampoco es sostenible la generalización que suponen las teorías de la crisis, pues sus referentes también son casos singulares. Entonces, sin pretender ninguna generalización, tampoco buscarla, habría que preguntarse en qué condiciones de posibilidad se dan estas situaciones singulares sin desenlaces. De la misma manera, complementando, habría que preguntarse sobre las condiciones de posibilidad cuando se dan procesos singulares, que hacen de referente a las teorías de la crisis.

Si se trata de la correlación de fuerzas, en los campos de fuerzas donde se dan los juegos de fuerzas, entonces, en ambos casos, el de los desenlaces de la crisis y el de la crisis crónica, tienen que darse resultantes de concurrencia de las fuerzas que ocasionen ya sea los desenlaces o ya sea la persistencia crónica de la crisis. Como hemos venido tocando el primer caso, a lo largo de los ensayos que hemos venido publicando recientemente, ahora nos ocuparemos del segundo caso.

Convivencia estatal con la crisis crónica

Cuando ocurre la convivencia estatal con la crisis crónica, el Estado en cuestión, tiene que tener como la fortaleza como para hacerlo, sin que la crisis lo desmorone. Las condiciones de posibilidad para que pueda hacerlo parece que tienen que ver tanto con la firmeza, resistencia, constancia, tenacidad y eficacia de la maquinaria estatal; acompañadas con la preservación de determinados niveles de convocatoria, aunque no sea la convocatoria de legitimación. Hay como un mínimo de convocatoria, que permite maniobrar y ejercer el poder adecuadamente a la forma de gubernamentalidad que lo logra. Sin este mínimo, por más fortaleza institucional que se mantenga, se cierran las posibilidades de maniobrar y de gobernar.

Revisando la historia política moderna, sobre todo, contemporánea, se puede observar que son pocos los casos donde los estados logran la fortaleza requerida y mantener la convocatoria en las magnitudes requeridas para poder maniobrar y gobernar. La mayoría de las veces, mas bien, la gubernamentalidad que realiza al Estado no logra resistir la crisis y se desmorona. Entonces, como apreciamos en anteriores ensayos, se trata como de excepciones que confirman la regla. Así como los procesos políticos que llegan a desenlaces también son excepciones que confirman la regla. En ambas situaciones no se puede generalizar, salvo por ideología inherente a la metodología de la teoría interpretante. Por eso, dijimos también que hay que estudiar las excepciones, no tanto las regularidades, en el acontecimiento social y el acontecimiento político.

Tocaremos como ejemplo algunos casos donde se da lo que llamamos la convivencia estatal con la crisis crónica; uno de ellos es lo que ocurre con el Estado liberar de los Estados Unidos de Norte América. La crisis política, que puede manifestarse en los síntomas sociales y políticos, además de culturales, se puede detectar en las bajas asistencias electorales, que legitiman al régimen liberal. También aparecen otros síntomas, esta vez sociales, relacionados con los niveles de pobreza que se dan en la superpotencia económica. Se calcula 45 millones de personas viviendo en la pobreza en Estados Unidos. Es decir, entre un 14% y 15% de la población, como destaca un reporte de Alternet. Y uno de cada cinco niños pasa hambre.

La crisis económica mundial de 1929 ha golpeado fuertemente la arquitectura y la estructura de la economía nacional y del Estado-nación norteamericano; tras la caída de la bolsa en octubre de 1929, la economía mundial se hundió en la Gran Depresión. La Reserva Federal empeoró las condiciones en Estados Unidos al permitir que la oferta de dinero se contrajera en un tercio. El incremento del proteccionismo que se puso de manifiesto en la Ley Hawley-Smoot, de 1930, incitó a represalias por parte de Canadá, Gran Bretaña, Alemania y otros socios comerciales. En 1932, el Congreso comenzó a inquietarse por el creciente déficit público y la deuda pública; elevó las tasas del impuesto sobre la renta. Los economistas generalmente están de acuerdo en que estas medidas profundizaron la crisis que ya era manifiestamente grave. En 1932, la tasa de desempleo llegó al orden del 25%. Las condiciones eran peores en la industria pesada, maderera, la agricultura de exportación del algodón, del trigo, del tabaco y de la minería. Las condiciones no eran tan malas en los sectores de cuello blanco y de manufactura ligera. Franklin Delano Roosevelt fue elegido presidente en 1932. Su política económica se basó en una propuesta de intervención estatal, al estilo de Keynes; propuesta, que al final, llegó a combinar programas; esta política fue denominada como la del New Deal. Mucho después, la crisis financiera de 2008 se desató de manera directa debido al colapso de la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos, en el año 2006; que provocó, aproximadamente en octubre de 2007, la llamada crisis de las hipotecas subprime. Las repercusiones de la crisis hipotecaria comenzaron a manifestarse de manera extremadamente grave desde inicios de 2008, contagiando, primero, al sistema financiero estadounidense y, después, al internacional. Teniendo como consecuencia una profunda crisis de liquidez; causando, indirectamente, otros fenómenos económicos, como una crisis alimentaria global, así como diferentes derrumbes bursátiles, como la crisis bursátil de enero de 2008 y la crisis bursátil mundial de octubre de 2008; en conjunto, una crisis económica a escala internacional.

No debemos olvidar que no se trata, en el fondo, de las crisis intermitentes financieras, sino de la crisis de sobreproducción, desatada entre la década de los setenta y ochenta del siglo pasado, como lo hace notar Robert Brenner.

Isabel Ordóñez hace el recuento de las 11 grandes crisis económicas en los Estados Unidos; dice:

Que nadie sabe a ciencia cierta cuando se pondrá fin a la actual crisis económica mundial, que tuvo su origen en las hipotecas subprime generadas en los Estados Unidos (EE.UU.) y repartidas por todo el mundo, y tampoco se conoce el alcance real de esa crisis sobre el bolsillo de los ciudadanos. Sin embargo, sí se sabe que en los últimos 245 años se han producido 11 grandes crisis en territorio estadounidense y que las inmobiliarias han estado presentes en cinco de ellas. Así lo confirman los datos procedentes a lo largo de ese tiempo de las siguientes fuentes: a partir de 1760, las cartas personales de Benjamín Franklin a otros colonizadores; los datos estadísticos del PIB per cápita real hasta 1790 del Measuring Worth; y desde 1857 los datos del National Bureau of Economic Research.

La más grave, la de 1764

Como se puede observar en la siguiente tabla, elaborada a partir de la información procedente de las citadas fuentes, la crisis económica más grave para los Estados Unidos en los últimos 245 años se produjo en 1764, con una caída del PIB per cápita del 50% (medida en libras esterlinas), cuando todavía el territorio estaba representado por las 13 colonias británicas secesionistas. La gestión de los bienes inmuebles fue la principal causa de grave situación económica, que se alargó entre 1764 y 1768 y que tuvo como efectos la crisis imperial que llevó a la Revolución Americana.

El crack del 29

La segunda crisis económica estadounidense más grave se produjo como consecuencia del llamado crack del 29, donde el PIB per cápita se redujo en un 29%. En esta ocasión fueron los mercados de valores y los bancos los principales causantes de una crisis que se mantuvo entre 1929 y 1933, y que obligó a una reestructuración del Partido Jacksoniano y a la destrucción del segundo banco de los Estados Unidos. Por detrás de esta crisis se sitúa la de 1893-95, con una caída del PIB per cápita del 14%, una duración de casi cinco años y con la construcción del ferrocarril y el mercado de valores como principales causantes. Los efectos fueron populismo, progresismo y un movimiento de grandes fusiones.

En 1907 se produjo la siguiente crisis en orden de importancia, al reducirse el PIB un 12,5% entre 1907 y 1908, a causa de problemas en el mercado de valores. Y, en magnitud de crisis, entramos de lleno en las de los ochenta, con una primera parte entre 1980 y 1982, con una bajada del PIB per cápita del 3%, cuyas causas tienen que ver con los ahorros, los préstamos y las inmobiliarias; y una segunda entre 1990 y 1991 con una bajada del PIB per cápita del 1,5% y las mismas causas. El resto de crisis en orden decreciente, las de 1837-39; 1873; 1857; 1818-19; y 2000-01, ya se sitúan en caídas del PIB per cápita del 4%, 3%,2%, 1%, y 0,03%, respectivamente, como se puede ver en el cuadro anterior.

Las crisis políticas se manifiestan en el monopolio rotativo de la representación “democrática” bipartidista; entre demócratas y republicanos. Este control del electorado de parte de la clase política muestra la forma de la crisis política, forma de monopolio, opuesto a la concurrencia y a la libertad, así como opuesto a la apertura de opciones. Entre las crisis políticas o de relaciones internacionales se menciona mediáticamente la crisis diplomática entre los Estados Unidos de América y los Estados Unidos Mexicanos, desatada en 2017, que corresponde a un estancamiento diplomático, que enfrasca en una controversia política y diplomática a ambos Estado-nación norteamericanos. La mentada crisis comenzó cuando Donald Trump amenazó a México con la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte; porque lo considera “muy poco beneficioso para su país”; por otra parte, dijo que ampliaría el muro fronterizo ya existente entre los dos países. Debido a estos impases, Donald Trump y Enrique Peña Nieto cancelaron una reunión que tenían en Washington D.C. Sin embargo, hay que hacer notar la llamada mediáticamente crisis diplomático supone la crisis de fondo, la crisis de hegemonía, así como también la crisis de dominación; la superpotencia del Norte habría perdido hegemonía, así como legitimidad, derivando estas pérdidas en problemas de dominación geopolítica.

Ampliando el panorama, observando las relaciones de Estados Unidos de Norte América y Europa, Ekaitz Cancela, en El Confidencial, escribe:

Un sistema está en crisis cuando sus contradicciones internas son tan manifiestas como visibles los defectos que pueden hacerlo explotar. Estados Unidos ha ostentando el papel de actor global desde 1945, en un periodo denominado como Pax Americana. No obstante, en los albores del nuevo siglo es incapaz ya de alzarse como tal. La dominación sin legitimidad se revela palmaria en cada apretón de manos de su nuevo presidente, en las falta de moderación de sus declaraciones y en la apelación a una fuerza que ya ha dejado de ser hegemónica. Los últimos en sufrirlo han sido sus socios en la Unión Europea, ese baluarte que ayudó a EE.UU a contener a la Unión Soviética y salir triunfante de la Guerra Fría. Las casualidades han querido, además, que estos sucesos coincidieran con la muerte de Zbigniew Brzezinski, precisamente el hombre clave de Jimmy Carter durante aquel conflicto. “El mundo hoy está tan despierto, tan activo políticamente, que ninguna potencia puede ser hegemónica. La responsabilidad de América en este caos debe ser compartida con cualquiera que participe en él. El caos no es producto de un solo país. El orden, tampoco”, advirtió en una entrevista no muy lejana. La patosa interpretación de esta palabras por parte de Donald Trump se evidenciaron durante la última semana de la última cumbre de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), cuando eligió humillar a los aliados recordándoles que no gastaba suficiente en sus ejércitos, al tiempo que se negó a expresar su compromiso con el artículo 5 - el principio de defensa colectiva que supone que ataque contra un aliado lo es contra el resto -. Las intenciones de Trump por evitar mostrarse como una potencia declinante, que permita a otras potencias ocupar el liderazgo que lleva ejerciendo desde la Segunda Guerra Mundial, también roza lo burdo en otros ámbitos estratégicos. En una acrobática filigrana de relaciones exteriores durante la cumbre del G7, en Italia, rechazó comprometerse con el acuerdo de París sobre el cambio climático. Trump también dio largas a la reanudación de las conversaciones comerciales transatlánticas y ambos bloques solo pactaron el establecimiento de un “grupo de trabajo” para acercar posturas tras la muerte del TTIP.

Como expresó Robert Cox, ex director general de la OIT, la crisis de hegemonía es también una crisis de representación en la que emergen las condiciones necesarias para el establecimiento del “cesarismo”. Sin embargo, Trump está muy lejos de Julio César, Napoleón u otros como Otto Von Bismarck. En una versión degradada y patética de éstos, solo conserva el culto a su personalidad. Es más, su populismo autoritario está basado en la pretensión de reforzar una postura gubernamental más dura con el fin de recuperar la legitimidad popular y desplegar un capitalismo que se integre en los aparatos del Estado, al estilo chino. De momento, con poco éxito.

Evidentemente, los problemas internos norteamericanos afectan a la plétora de los que recorren la espina dorsal europea. En este sentido, en un intento por superar la fragilidad comunitaria, Ángela Merkel trata de sacar partido de un contexto global caracterizado por la incertidumbre y la espontaneidad de lo aleatorio. “Los europeos tenemos que agarrar el destino con nuestras manos. Los tiempos en los que podíamos depender completamente de otros han terminado”, expresó a tan solo cuatro meses de las elecciones generales sobre sus últimos acercamientos con el líder estadounidense. El lenguaje de la política suele ser propenso al eufemismo, tratando de resistirse a la exposición de intenciones reales. El de la canciller alemana, rodeada de bretzel y cerveza de trigo, no lo es menos.

Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, el propósito de Estados Unidos ha sido asegurar la seguridad del mundo y promover los mercados abiertos. Hoy, el mensaje que traslada Merkel con su retórica es que Estados Unidos es simplemente un país, no el motor del orden mundial. También pone de manifiesto, resaltando la oposición de Trump a los acuerdos del clima y a los tratados de comercio, que la potencia norteamericana ha dejado de poseer ese poder adicional que caracteriza al grupo dominante. Cuando da a entender que las cuestiones universales que preocupan a la humanidad ya no son las que preocupan a Estados Unidos, Merkel pone de manifiesto que el proyecto estadounidense no es congruente con el proyecto liberal basado en normas globales comunes y ganancias recíprocas. De la misma forma deja claro que Estados Unidos ya no es un poder hegemónico tolerable ni benigno, sino un problema y refuerza la importancia de la Unión Europea que, pese a todo, sigue siendo uno de los conglomerados comerciales más importantes y fiables del planeta.

“El militarismo -decía de nuevo Robert Cox- es un síntoma de la regresión de la hegemonía global sobre la que descansa el orden económico mundial. Cuanto más se tiene que aumentar la fuerza militar y cuanto más se emplea, menos descansa el orden mundial sobre el consentimiento y menos es hegemónico”. Con sus movimientos, Merkel trata de anteponer las leyes universales del mercado, que es el artículo básico de fe del liberalismo, a las posiciones de poder expresadas por Trump y respaldadas únicamente por la fuerza. Es aquí donde radica el poder de la Unión Europea para ejercer influencia en el tablero global: en la garantía del mercado libre como vía para lograr un mundo pacífico y próspero. De tal manera, tampoco es un hecho casual el impulso a la agenda comercial comunitaria, reflejado en la culminación del acuerdo de libre comercio con Canadá (CETA) y en la reciente reunión bilateral entra Jean-Claude Juncker y Shinzo Abe para hacer lo propio con el tratado con Japón.

La imagen que Merkel traslada es que, a pesar de que la relación transatlántica se debilite, el equilibrio europeo se mantendrá incólume. Se dice que la demagogia populista ha sido sobrepuesta en Francia, Holanda y que de ningún modo florecerá en Alemania. Así es que las declaraciones de la canciller han sido cuidadosamente escogidas para posicionarse como la única líder del mundo libre, una imagen especialmente valiosa para legitimarse de cara a las próximas elecciones - que, casi inconscientemente, se plantean en clave europeísta -. Como si, en la acúneme Atlántica, Europa y Alemania encaran valores más elevados que Estados Unidos y su papel como guardianes de las democracias liberales fuera hoy más importante.

Es bien sabido, y la historia de Atenas o Jerusalén lo atestiguan, que los centros políticos necesitan tener un rol considerable en el imaginario colectivo. Quiera o no, ese papel es para Alemania, y el respeto es la imagen que trata de proyectar en un momento en el que Europa se enfrenta a varios desacuerdos internos. En el Este, estados como Polonia y Hungría encuentran sus posicionamientos más en órbita con los Estados Unidos de Trump que con Alemania. En el Sur, las dañinas políticas de austeridad siguen siendo identificadas con Merkel. Incluso el eje franco-alemán, epítome de la historia de la integración europea, se verá ligeramente alterado por las posibles concesiones en materia de gobernanza económica que exigirá Francia, lo que al mismo tiempo tendrá un coste político interno.

Huelga recordar que Merkel se mueve en un estrecho margen dentro de una relación marcada por la larga tradición transatlántica y no adoptará una línea de acción sumamente transgresora. Aunque sus últimas palabras parezcan demostrar lo contrario, no dejan de seguir la línea mantenida tras las elecciones del magnate. Guste o no, Estados Unidos es un socio fundamental e irremplazable tanto en términos de comercio internacional como de seguridad colectiva, un hecho que es difícil que cambie radicalmente en los próximos tiempos, a pesar de Donald Trump. La indómita estadista alemana sabe que necesita a su aliado norteamericano en todas estas cuestiones, y tratará de acercarle hacia sus posiciones. Su importancia como estadista será juzgada por la capacidad de actuar con éxito en el límite de dicho margen y moldear la posteridad europea.

Del artículo de Ekaitz Cancela tomaremos algunas anotaciones; primero, la relación entre hegemonía, dominación y crisis; es decir, que cuando se pierde la hegemonía se retorna a la descarnada dominación. Segundo, que la crisis de hegemonía, que también diremos es crisis de legitimación, que ocasiona el retorno a la descarnada dominación, aparece en la coyuntura mundial, en figuras banales y personajes burdos; lo que denota perdida de imaginación. Tercero, estamos ante un mundo multipolar, donde Estados Unidos de Norteamérica ha perdido su capacidad de influencia e irradiación, su facultad de orientación y conducción, en la geopolítica del sistema-mundo capitalista. Cuarto, el papel articulador y de cohesión del Estado-nación alemán en la Unión Europea y en la economía continental. Dejaremos de lado su inclinación apologética por el Estado liberal, que forma parte de su ideología; así como también su apreciación sobre el liderato de Ángela Merkel, la Canciller alemán; que es un tanto apresurado.

Estos son algunos ejemplos, a vuelo de pájaro, y recurriendo a citas descriptivas, de la convivencia estatal con la crisis crónica. Por lo tanto, la crisis crónica es compartida por el mundo mismo, por todos los Estado-nación del mundo y sus bloques; es restrictivo y sesgado señalar que esto ocurre solo en la inmensa geografía de las periferias del sistema-mundo capitalista; así como es mucho más sesgado e intencional referirse solo a la crisis política y económica de los llamados “gobiernos progresistas”. En consecuencia, para comprender la crisis orgánica del sistema-mundo capitalista, incluso, para entender las crisis singulares, nacionales, regionales, de tipos o estilos políticos, de formas de gubernamentalidad singulares, tanto económicas como políticas, es menester de la mirada compleja a las dinámicas inherentes del mundo efectivo, del sistema-mundo en crisis.

La primera tesis, sobre el tema en cuestión, la de la crisis de hegemonía, legitimidad e, incluso de dominación, es que lo que pasa con respecto a las crisis de los llamados “gobiernos progresistas”, es parte de la crisis crónica del sistema-mundo capitalista y de la civilización moderna. Para tener un acercamiento adecuado al problema, hay que tener en cuenta el substrato de la crisis orgánica, estructural y crónica del sistema-mundo capitalista. Este substrato tiene que ver, en primer lugar, con la relación o estructura de relaciones diferenciadoras de las sociedades modernas respecto a lo que denomina la ciencia y filosofía moderna la naturaleza. Al considerarse superiores respecto a las sociedades orgánicas, donde pertenecen, las sociedades modernas ocasionan la separación institucional de estas sociedades de los ciclos vitales planetarios, de los ecosistemas y de las ecologías integradas del Oikos. Esta es una separación imaginaria y, a la vez, institucional, por lo tanto, material social, que es la fuente primordial de la crisis, en su forma existencial. Esta separación aísla a las sociedades modernas de sus condiciones de posibilidad existenciales, embarcándose las mismas en una aventura no sustentable.

La separación existencial, aunque sea imaginaria e institucional, ocasiona también una separación de las sociedades humanas con respecto a la vida misma, a los ciclos vitales y a los cuerpos vivientes. Al considerar que las mallas institucionales son superiores a las formas de organización biológicas y de las biodiversidad, de las otras sociedades orgánicas, la sociedades humanas se alejan de lo que son realmente, de la complejidad dinámica e integral vital del planeta; al ocurrir esto se quedan solo con los recursos logrados por la racionalidad instrumental; vulnerables ante contingencias mayores, sobre todo, a los desafíos y exigencias del multiverso, en sus distintas escalas.

Saltando pormenores importantes, correspondientes a las consecuencias de la separación, en la era moderna, las sociedades humanas conforman un sistema-mundo, basado en esta economía política generalizada, sistema-mundo, emergido de la diferenciación económica y política, que es como la condensación institucional de la crisis misma; es cuando se vuelve crisis crónica. La crisis consiste en que las sociedades humanas no pueden recurrir a su substrato ecológico, que han desechado, tampoco a las informaciones y saberes no evocativos contenidos; estas falencias desatan múltiples singulares crisis en los decursos de estas sociedades.

Entre estas crisis se encuentra la crisis económica y política derivada de la dependencia colonial del capitalismo extractivista, practicada por los Estado-nación subalternos de los países periféricos. Los Estado-nación subalternos, por más nacionalizaciones que hagan, por más soberanía jurídico-política que logren, no controlan la producción mundial del excedente; tampoco los mecanismos de su apropiación. Los “gobiernos progresistas”, que comienzan con las políticas de nacionalizaciones, no pueden continuar el camino, en lo que respecta a las consecuencias de las nacionalizaciones; el llevar adelante no solo la industrialización y la independencia económica, sino con la irradiación de la independización en toda la geografía de las periferias del sistema-mundo. Al contrario, después de las nacionalizaciones, que son como la condición material política de la constitución y consolidación del Estado-nación, derivan en un recorrido dramático de regresiones; volviendo a la subordinación respecto de la dominación y hegemonía del orden mundial.

Los “gobiernos progresistas” no controlan la producción del excedente, no controlan los mercados, no controlan las cadenas productivas, no controlan el sistema financiero internacional; en consecuencia, lo que les espera es la emergencia y desenvolvimiento de una crisis de sostenibilidad y sustentabilidad del proceso de cambio. Aunque sean factores o variables intervinientes, la “conspiración” de la “derecha” y del “imperialismo”, dicho desde la visión de un lado, o la “pésima administración” del Estado, la “corrupción” y a “corrosión institucional”, dicho desde la visión del otro lado, no son factores ni variables que explican la crisis de los “gobiernos progresistas”. La crisis es orgánica, es estructural y es crónica, como lo es la crisis crónica del sistema-mundo capitalista. No pueden realizar la promesa de independencia, de autodeterminación, de soberanía y la promesa de justicia social, pues no controlan los monopolios que dirigen los funcionamientos del sistema-mundo. No controlan el monopolio de los mercados, no controlan el monopolio de la ciencia y tecnología usada, no controlan el monopolio de procesos de producción mundiales, no controlan el monopolio financiero mundial, no controlan el monopolio de las máquinas de guerra, de los dispositivos militares. En el mejor de los casos, los “gobiernos progresistas”, en los casos de una buena administración pública, de la ausencia de corrupción y corrosión institucional, de un manejo adecuado de las políticas económicas y sociales, lo que puede pasar es que se difiera la llegada de la crisis en sus formas intensas; pero, no salir ni suspender la crisis.

Obviamente que no es ninguna salida a la crisis de los “gobiernos progresistas”, retornar a las formas de gubernamentalidad derrocadas, por ejemplo, a la gubernamentalidad neoliberal. Tampoco lograr la institucionalidad del Estado de Derecho, que sería como el logro de la utopía liberal. En el anterior caso, se vuelve a la causa de la crisis social y económica, que fue el substrato de donde emergieron las movilizaciones anti-neoliberales y se derivó en los “gobiernos progresistas”. En el segundo caso, que sería como una pax liberal, que puede incluso ser duradera, la crisis se puede mantener en condiciones latentes; empero, no es solucionada. La salida a la crisis crónica implica no otra cosa que salir del sistema-mundo, que funciona conviviendo con la crisis crónica.

Las formas de la crisis crónica del sistema-mundo capitalista son variadas; se dan en distintos lugares de la geopolítica del sistema-mundo capitalista, adquiriendo sus singularidades propias. La forma de la crisis en los “gobiernos progresistas” es crisis de convocatoria, por lo tanto, crisis de legitimidad; también crisis ideológica, pues la formación discursiva populista ya no convence. Así como es una crisis de poder, pues la reproducción del poder tiene dificultades. Las crisis en los centros del sistema-mundo capitalista no dejan de ser económicas, pues resulta difícil apropiarse del excedente producido mundialmente, en un mundo multipolar. No deja de ser crisis de legitimación, pues los discursos sobre la necesidad de pagar los costos sociales del equilibrio económico no convencen. Por lo tanto, también se trata de crisis de hegemonía y de dominación.

La crisis crónica es compartida por centros y periferias de la geografía compleja donde se desenvuelve la geopolítica del sistema-mundo capitalista. La interpelación de la llamada “oposición” a los “gobiernos progresistas” no hace otra cosa que proponer salir de una forma de crisis crónica para ingresar a otra forma de crisis crónica, además ya conocida. La petición de retornar al cauce institucional por parte de los organismos internacionales, donde se encuentran la ONU, la OEA, el MERCOSUR, no es más que salir de un perfil de la crisis crónica para ingresar en otro perfil de la misma crisis. El retorno a la institucionalidad republicana - que es, en realidad, una utopía, pues ningún Estado-nación, ninguna proclamada república lo ha logrado -, si se daría, hipotéticamente, lograría el diferimiento de la crisis crónica; empero, no su solución, ni suspensión.

No pidamos a los medios de comunicación, tampoco a las estructuras de poder, sean nacionales, regionales o internacionales, que atiendan esta situación mundial, estas condiciones y circunstancias, estos imponderables de la crisis. No lo van a comprender ni entender; están en otra cosa, en preservar precisamente el orden mundial de las dominaciones polimorfas. La interpelación y convocatoria es a los pueblos del mundo.

Límites de la crítica

Como dijimos al principio, es posible convivir con la crisis orgánica, de tal forma que la convivencia de la crisis fortalece las estructuras del Estado y la forma de gubernamentalidad en ejecución. No se trata, como dijimos también, de una generalidad, sino, mas bien, de las excepciones que confirman la regla. Lo lograron algunos Estado-nación, internalizando la crisis en las estructuras e instituciones del Estado; no como efecto demoledor, sino, mas bien, como insumo de la construcción misma del Estado. Lo asombroso de estos casos es que logran construir y hacer funcionar una maquinaria estatal adecuada e incluso motivada por la crisis orgánica.

Para que ocurra esto, parece que es menester el lograr, por así decirlo, una ingeniería estatal; lejos de los factores corrosivos, lejos de las prácticas paralelas del poder, relativas, entre otras, a la corrupción. Se requiere, como se dice, usualmente, aunque sea una metáfora, profesionalismo en el manejo de la administración pública. Además, por cierto, de vocación burocrática al servicio del Estado, así como vocación militar. Condiciones ausentes en la mayoría de los Estado-nación, tanto céntricos como periféricos.

Para dar dos ejemplos, en el extremo de las dificultades y desafíos; el Estado socialista cubano y el Estado Israelita, son como excepciones que confirman la regla. Ambos estados lograron la convivencia adecuada con la crisis crónica, en tiempos de guerra. En este ensayo no se consideran ni sus opciones ideológicas, ni sus relaciones con el sistema-mundo hegemónico y dominante; lo que se observa es el funcionamiento del aparato estatal respecto a la crisis crónica. Sobre todo, por lo que queremos remarcar; es posible que se den también situaciones de convivencia con la crisis crónica; no solamente desmoronamientos, como postulan las teorías de las crisis.

Uno de los límites de la crítica que expusimos, es que considera a la crisis como entropía, desequilibrio, descohesión, incluso diseminación; pero, no consideró las posibilidades de la administración de la crisis como convivencia estructural e institucional. Estas situaciones se han dado en la historia política de la modernidad y pueden seguir dándose.

Cuando atendemos el caso de la crisis política, de legitimación, de hegemonía e ideológica de la República Bolivariana de Venezuela; concretamente, de la forma de gubernamentalidad clientelar vigente, expusimos las tendencias hacia los desenlaces, desde la perspectiva de la crisis como sintomatología del desmoronamiento. Sin embargo, por lo menos, teóricamente, es posible una convivencia con la crisis crónica, una convivencia estatal de la crisis. Claro que hay diferencias entre el Estado socialista cubano y el Estado del “socialismo del siglo XXI” venezolano; estas diferencias hablan, mas bien, de las vulnerabilidades del proyecto gubernamental venezolano, que parece no cumplir con las condiciones necesarias y suficientes para lograr la convivencia estatal con la crisis orgánica. Sin embargo, de todas maneras, es indispensable tener en cuenta esta posibilidad hipotética y teórica.

Otro límite de nuestra crítica expuesta tiene que ver con lo que una vez me hizo notar Edgardo Lander; la concentración de la crítica a los “gobiernos progresistas”, descuidando un tanto, la crítica a las formas de gubernamentalidad neoliberales. Si bien, mi respuesta fue que ya lo hicimos eso; ahora toca atacar las problemáticas del presente, para continuar la revolución; es indispensable no volver a la crítica que ya hicimos, en su momento a esta formas de gubernamentalidad, sumisas al imperio y devastadoras de la economía nacional y de la sociedad misma, sino lograr una crítica integral de las genealogías del poder en los espesores del presente.

Si bien es cierto que hemos hecho hincapié en que las luchas actuales contra el capitalismo son ecológicas, ya no solo circunscritas a la demanda social y económica, también política, es indispensable concretizar y efectivizar la acción ecológica; sobre todo, como un movimiento mundial en defensa de la vida contra el sistema-mundo de la muerte. Este sería el tercer límite de la crítica expuesta.

El cuarto límite, aunque lo dijimos en ensayos anteriores y recientes, es que se trata de comunicarse con los pueblos; de comunicarse con la potencia social de los pueblos. Desafío que está todavía por atenderse.

Crítica integral
Teatro grotesco de la gubernamentalidad en crisis
La burguesía rentista de la forma de gubernamentalidad en crisis ha decidido la puesta en escena del teatro grotesco. Ya ni siquiera simulación, sino quitándole todo decoro, prefiere presentar la trama de manera descarnada, sin tapujos. La escena es la siguiente: La convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente, que no tiene nada de constituyente, sino, mas bien, se evidencia el carácter pleno de ser des-constituyente y de desmantelación de la Constitución lograda por el pueblo. Ante la evidencia de su falta de convocatoria y convencimiento, corroborada en las elecciones legislativas, donde el oficialismo perdió estrepitosamente, el gobierno clientelar propone una aritmética del poder, donde se pierde la lógica matemática, así como las condiciones necesarias y suficientes de la representación y de la igualdad; requisitos indispensables para la validez electoral. Cree la forma de gubernamentalidad clientelar en crisis que con esta maniobra, donde desaparece incluso la astucia, pues se presenta en toda la desmesura grotesca de su torpeza, logra cubrir las apariencias.

¿Cómo interpretar estos comportamientos políticos desesperados? Ya hemos hablado de los síntomas de la decadencia; lo que importa ahora es saber qué significan y qué implican, al momento de interpretarlos y descifrar el funcionamiento de la maquinaria del poder, chirriante y en evidente deterioro, alterada al desvencijarse.

Cuando ya no importa guardar las apariencias, cuando no importa ningún decoro, mucho menos simular legitimidad y pretender legalidad, cuando está a ojos vista la falta de ellas, cuando solo lo que importa es imponerse a como dé lugar, con la disponibilidad de fuerzas al alcance, estamos quizás ante el extremo y el colmo de la crisis política; esto es, jugar solo al Estado de excepción; en lo posible ocultándolo con estos procedimientos torpes, que solo hacen de barniz improvisado.

Lo anecdótico de todo esto es que se quiere imponer un Estado de excepción con el disfraz de “Asamblea Constituyente”; es más, lo más forzado del carnaval de mal gusto es investir a este Estado de excepción como si fuese la “defensa de la revolución bolivariana”, de la patria y, peor aún, de la “democracia”. ¿Cómo decodificar semejante prestidigitación?

Cuando se retorna a los orígenes mismos del Estado, que es este nacimiento violento, del Estado de excepción, es que se ha fracasado en todo. Se ha fracasado políticamente, además de económicamente; se ha fracasado con la conducción del proceso de cambio heredado. Se ha fracasado en la convocatoria, pues se la ha perdido; inclusive parece se empieza a constatar que se ha terminado fracasando en la preservación del clientelaje. El Estado de excepción es lo único que les queda a los detentadores de turno del poder; se autonombren como se autonombren.

En términos de desplazamientos, se pasa del Estado policial al Estado de excepción. Dejemos los discursos en suspenso, también las ideologías, así como todos los esfuerzas semánticos de justificación. Miremos los hechos, los eventos y sucesos en su elocuencia material. Observemos la disposición de las fuerzas del Estado, de las que dispone la forma de gubernamentalidad clientelar, y nos encontraremos con el funcionamiento apresurado de la maquinaria del poder. Como hemos dicho varias veces, con otras palabras, el Estado de excepción no solamente implica y significa el termidor de la revolución, sino, sobre todo, la abierta evidencia demoledora del fracaso.

En plena crisis política y de la crisis múltiple del Estado-nación no se le puede pedir a la clase política, sobre todo, a la parte gobernante, que actúe racionalmente. No lo va a hacer; no puede hacerlo. La clase política está atrapada en los entramados densos de los juegos de poder. En estas circunstancias atiborradas el mundo de las representaciones, de la que forma parte la ideología, se reduce a eso, a que el mundo no es más que violencia de un lado y de otro; cuando los bloques de fuerza no suman sino demarcan y excluyen. Se trata de un mundo representado como guerra santa o guerra contra los infieles, que son señalados como “traidores” o como “servidores del imperialismo”. Se trata de una forma de representación sin reflexión ni raciocinio; se pone en ejecución el guion preformado; los buenos se enfrentan a los malos, en una epopeya banalizada hasta la caricatura de los dibujos animados sin espesores. Salvo la recurrencia heredada, de tiempos inmemoriales, de la lucha del bien contra el mal.

¿De qué depende no dejarse imponer el Estado de excepción? Nuevamente, de la correlación de fuerzas, pero, también, de la lucidez del pueblo. ¿Cómo se logran las ventajas de ambas condiciones de posibilidad política? Por un lado, está el llamado de la gubernamentalidad clientelar; por otro lado, el llamado de la “oposición”; ambas expresiones entrabadas en los juegos de poder y orbitando en el campo gravitatorio del círculo vicioso del poder. La que hemos denominado la tercera vía, que dice ni unos ni otros, sino el pueblo autoconvocado, abre las posibilidades alumbradoras de otros senderos; que salgan de los chantajes emocionales, políticos e ideológicos; que salgan del círculo vicioso del poder. Buscando en los consensos populares, transiciones a alternativas a la decadencia, que se manifiesta de una y otra forma, con su máscara de “izquierda” o es su máscara “institucional”. Estas salidas, la de la tercera vía, también asumen la herencia heroica del pueblo alzado en el caracazo. Pueblo que sostuvo el proceso de cambio, en sus variantes electorales, constituyentes, y de defensa popular del gobierno nacional-popular y social. La defensa de la Constitución de 1999, es la defensa de esta herencia.

La tercera vía llama a la abstención y al voto nulo ante la premura de las elecciones para la Asamblea Constituyente espuria. Esta convocatoria busca dejar al gobierno clientelar más solo que la propia soledad en la que se encuentra embargado. Dejar patente que el gobierno convocante a la Asamblea Constituyente no tiene legitimidad, no respeta la legalidad ni la institucionalidad, menos la Constitución bolivariana, tampoco tiene convocatoria. Es una buena estrategia; empero, para llevarla a cabo se requiere también de convocatoria efectiva.

Son escasos los días que quedan, antes del día de las elecciones para la Asamblea Nacional Constituyente, ¿se podrá lograr la convocatoria que se requiere? Ciertamente, también, en la coyuntura álgida, están presentes las movilizaciones que ya duran más de tres meses; además de la convocatoria de la “oposición”. Lo que virtualmente hacen una mayoría. Sin embargo, el tema es la convocatoria de la tercera vía, la del chavismo crítico, la de la izquierda crítica, la de los intelectuales críticos, la de la fiscal general.

Por otra parte, está la experiencia social política y la memoria social del pueblo. Las posibilidades de otros desenlaces, distintos a los que postulan tanto el “oficialismo” como la “oposición”, parece que dependen primordialmente de la decisión popular. La experiencia social y la memoria social son el substrato de lo que hemos nombrado como el acontecimiento de la lucidez popular. ¿Puede acaecer esto en los contados días venideros? Ciertamente ya los barrios populares, por lo menos en parte, se han desplazado a la protesta y a la movilización; sin embargo, todavía, parece que hay una significativa parte del pueblo que es leal a la memoria del caudillo, de Hugo Chávez. ¿Se puede llegar a la convicción colectiva que la defensa del legado de Chávez es la defensa de la Constitución de 1999, contra un gobierno que pretende sustituirla por una Constitución hecha a medida y figura del despotismo clientelar?

Estas son preguntas que solo podrán ser esclarecidas después de ese día de las elecciones para la Asamblea Constituyente, derivada del ejecutivo. Mientras tanto queda el tiempo para todo el esfuerzo que se pueda por el activismo en apoyo a la tercera vía.

Gobierno de las trasnacionales extractivistas y de la burguesía de la coca excedentaria

La burguesía rentista, conformada por los nuevos ricos, la nueva élite en el poder, los empresarios privados de la coca excedentaria, que ya tiene alianza con la burguesía tradicional, la burguesía agro-industrial y los terratenientes del Oriente boliviano, empuja compulsivamente su “desarrollismo” a ultranza. Aunque se trata de un “desarrollo” reducido a la expansión intensiva del modelo extractivista colonial del capitalismo dependiente. Esta versión del capitalismo salvaje y del capitalismo barroco, singularidades del abigarrado sistema-mundo capitalista, expresa fehacientemente la consciencia subalterna respecto a la hegemonía de la economía-mundo capitalista; a pesar de sus ataviados disfraces “revolucionarios” y discursos estridentes “antiimperialistas”.

La burguesía rentista es subsidiaria de la hiper-burguesía de la energía fósil, burguesía retardataria, atribulada y fosilizada en conservadurismos recalcitrantes; además de machista y patriarcal. Ambas burguesías, la élite del orden mundial de las dominaciones persistentes y la élite del Estado-nación subalterno, son los sujetos sociales, las clases dominantes, que se sustentan en la extracción y explotación de la energía fósil, además del extractivismo minero. Ambas burguesías emergen de la destrucción del planeta, destrucción de los ciclos vitales y de los ecosistemas; son los barones del apocalipsis.

El presidente boliviano, que dice ser “indígena”, aunque en los hechos hace todo contra los indígenas, entre sus políticas etnocidas y ecocidas se encuentra su compulsión por la carretera que atraviesa el bosque del TIPNIS. En la era de la simulación de la civilización moderna, estas incongruencias son, mas bien, concebibles. No importa lo que efectivamente ocurre, lo que importa es que se crea que ocurre lo que dice el discurso del poder. Lo que le importa al “gobierno progresista” y a su Congreso títere es abrir las compuertas a las concesiones petroleras y mineras; expandir la frontera agrícola, contra el bosque, contra la Amazonia, contra la biodiversidad. Expansión depredadora que beneficia tanto a la burguesía de la coca excedentaria como a la burguesía agroindustrial.

En estas circunstancias, las de la simulación elocuente, la de pretendidas astucias criollas, cada vez menos astutas y más torpes, la de las violencias proliferantes, tanto simbólicas, encubiertas, así como directas, físicas y desmesuradas; en este “siglo XX cambalache”, como decía Enrique Santos Discépolo, que parece más bien, el largo siglo XX, como concibe la estructura larga del ciclo Giovanni Arrighi; no importa ni el decoro, tampoco la coherencia, sino que el “cambalache” funcione; se dé lugar.

Para no caer en el sortilegio de las apariencias y deducir de ahí explicaciones, que, en este caso, no darían pie con bola, pues se dejan llevar por representaciones ateridas en discursos recurrentes y desgastados; es menester colocar, como se dice, los puntos sobre las íes o, mejor dicho, en expresión popular, las cosas en su lugar. En primer lugar, habría que anotar que estamos ante el dominio mundial de la hiper-burguesía de la energía fósil; hiper-burguesía articulada con el sistema financiero internacional, controlado tanto por esta hiper-burguesía, así como con lo que podemos identificar como burguesía financiera. Esta hiper-burguesía, como hemos dicho en anteriores ensayos, tiene una composición barroca, pues integra a distintos estratos de élites multimillonarias del mundo y élites de poder. En la hiper-burguesía aparecen familias y fragmentos poderosos, por así decirlo, de las burguesías nacionales. Pueden sus estados aparecer como si estuviesen encontrados, disputando geopolíticamente; sin embargo, esto es parte de las apariencias o, mejor dicho del mundo de las representaciones; no del mundo efectivo. Si se quiere, incluso se puede decir que se trata de reminiscencias del pasado, que no son fáciles de retirar en los imaginarios sociales; sobre todo, imaginarios institucionales, incluso estatales. Sin embargo, esto no es problema ni obstáculo para que las burguesías nacionales, sobre todo, sus élites poderosas, tomen decisiones pragmáticas. Por ejemplo, las empresas trasnacionales extractivistas de la energía fósil pueden concurrir y competir por el acceso a reservas de recursos naturales, a concesiones y explotación hidrocarburífera, en distintas regiones del mundo; empero, las burguesías que manejan las empresas por acciones, pueden pactar repartos de las reservas. Sobre todo, cuando están de acuerdo con lo principal; preservar la explotación y la producción de la energía fósil. Esta es la clave de la amistad entre Donald Trump y Vladímir Putin, de la que tanto escándalo se hace en los medios de comunicación y los círculos de los demócratas de los Estados Unidos de Norte América.

De la misma manera, se puede descifrar la “disputa” o si se quiere “contradicción” entre personajes políticos de la híper-potencia económica-militar-cibernética-tecnológica-científica y personajes políticos de “gobiernos progresistas” de Estado-nación subalternos. La burguesía rentista, de la que forman parte los gobernantes o la jerarquía de la forma de gubernamentalidad clientelar, a pesar de destilar discursos estridentes contra el “imperialismo”, pueden, mas bien, optar por el pragmatismo político y económico. Ambas burguesías, la hiper-burguesía y la burguesía rentista, forman parte de la geopolítica del sistema-mundo capitalista, sobre todo, de su característica crucial, la arquitectura del sistema-mundo extractivista; particularmente o preponderantemente, de la energía fósil. Tienen en común más intereses que diferencias ideológicas.

En el caso del conflicto del TIPNIS, la defensa del territorio indígena y parque nacional, de la región configurada por los ríos Isiboro y Sécure, no se trata, efectivamente, de una lucha contra “traidores”, “inconsecuentes”, “oportunistas”, incluso “impostores”, aunque lo sean; sino contra la burguesía rentista, contra la burguesía de la coca excedentaria, contra la burguesía agroindustrial y los latifundistas; por lo tanto, en el contexto mundial, contra la hiper-burguesía de la energía fósil.

Visto de esta manera, se puede entender mejor el conflicto del TIPNIS. La compulsiva y obsesiva persistencia por construir la carretera, que atraviesa el bosque, donde no hay más que dos comunidades; estando el grueso de las comunidades, en las zonas atravesadas y bañadas por los ríos Isiboro, Sécure e Ichoa. Lo que queremos decir es que lo que hace el “gobierno progresista” de Bolivia no es, desde esta perspectiva, incoherente; sino, mas bien, congruente con esta articulación e integración de las burguesías que apuestan por la energía fósil.

El territorio indígena es un incordio para el proyecto efectivo del “gobierno progresista”; proyecto que nada tiene que ver con la Constitución. Proyecto que tiene que ver, pragmáticamente, con la hegemonía de la economía-mundo, estructurada por la explotación de la energía fósil y su industrialización, acompañada por las formas alevosas del capitalismo especulativo. La interpretación mediática, también del “análisis político”, que consideran a estos gobiernos como “antiimperialistas”, en vehemente oposición al dominio imperial, enfoca en lugar incorrecto; se preocupa de las fantasmagorías ideológicas. La realidad, para decirlo de ese modo, es otra; es simple. Se trata del control mancomunado de las reservas de la energía fósil, de su extracción, explotación, industrialización y especulación; además de la preservación de estos procesos relativos a la acumulación originaria y a la acumulación ampliada de capital. La civilización moderna está estructurada a partir de esta explotación depredadora, contaminante y destructiva.

Una de las consecuencias política de esta interpretación es que no se trata solo de denunciar, incluso de demandar e interpelar al “gobierno progresista”, por incumplimiento de la Constitución; sino de tener claro que se pelea contra las formas perversas de las burguesías en la etapa del capitalismo tardío. El discurso estridente, que pretende ser “antiimperialista”, forma parte de las paradojas del poder, de sus contradicciones, de sus concomitancias y complicidades profundas. No se trata de engaño, como interpretan las teorías de la conspiración; pues, incluso, los voceros del discurso pueden creer lo que dicen. Sino del funcionamiento de las maquinarias económicas, de las máquinas de poder, de las máquinas de guerra, de las máquinas comunicacionales, del sistema-mundo capitalista.

La defensa del TIPNIS es una tarea ineludible de los activismos libertarios y ecologistas, también es una responsabilidad de los pueblos y sociedades. Se trata de la defensa de la vida, de los ciclos vitales, de la biodiversidad planetaria y de la sobrevivencia humana. Nadie es ajeno a esta defensa, nadie puede eludir su responsabilidad, nadie puede escapar ante la convocatoria de la vida. Que no lo haga quiere decir que es cómplice de la destrucción del planeta y del ecocidio, del etnocidio; es cómplice de los crímenes de lesa humanidad y de crímenes de lesa biodiversidad.

Después de la aprobación de la Asamblea Legislativa del levantamiento de la intangibilidad del TIPNIS, el pueblo boliviano, las naciones y pueblos indígenas, los colectivos activistas, están exigidos a actuar en consecuencia. Es una guerra declarada del “gobierno progresista” a la vida.

Reportaje de un ecocidio

A propósito de la insólita aprobación por parte del Congreso del levantamiento de la intangibilidad del TIPNIS, Ley 180; propuesta por el mismo presidente, cuando llegó la VIII marcha indígena a la sede de gobierno y fue apoyada por un millón de paceños, que salieron a las calles a recibirlos y a defender a los marchistas, los reporteros de Los Tiempos, Wilson Aguilar y Roger Medina, escriben:

Sin un estudio técnico, la Comisión de Región Amazónica, Tierra, Territorio de la Asamblea Legislativa Plurinacional (ALP), aprobó ayer el proyecto de ley de “Protección, Desarrollo Integral y Sustentable del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS)”, que abroga la Ley 180 de Intangibilidad del área protegida. La aprobación de la propuesta se realizó de manera acelerada por la mayoría de asambleístas del MAS y sin mayor explicación o fundamento técnico para justificar el “levantar la intangibilidad de esta reserva natural”, sólo se refirió al proceso de consulta que realizó la administración de Evo Morales en 2012. Sin embargo, la consulta para la construcción de la vía Villa Tunari-San Ignacio de Moxos, fue rechazada por una marcha de pobladores de la zona, que finalmente logró la aprobación de la Ley de Intangibilidad. En la consulta, los pobladores exigieron una ley de protección para evitar avasallamientos y atender otras 23 demandas de las comunidades. El presidente de la comisión, Avilio Vaca (MAS), afirmó que ratificar el documento planteado el 3 de julio “avala la construcción de una vía por este territorio reservado”, tal como establece el artículo 9 que se refiere a la “articulación e integración del Tipnis”. “Las actividades de articulación e integración que mejoren, establezcan o mantengan derechos de los pueblos indígenas como la libre circulación, a través de la apertura de caminos vecinales, carreteras, sistemas de navegación fluvial, área y otras, se diseñarán de manera participativa con los pueblos indígenas, debiendo cumplir la normativa ambiental vigente”, señala el artículo 9 del proyecto de ley. Por su parte, el presidente de la Subcentral TIPNIS, Fabián Gil, señaló que existen sectores afines al Gobierno que están interesados en apresurar la aprobación de ese proyecto de ley que no fue consensuado con los pueblos indígenas. Anunció que después de ponerse en contacto con las bases, emitirán un comunicado hoy en Beni. Respecto a la oposición de algunos sectores indígenas, Vaca dijo “son pobladores conocidos que siempre vienen oponiéndose para beneficiarse de sus comunidades”.

El 26 de julio pasado, el presidente Morales en conferencia de prensa adelantó que “tarde o temprano va a haber ese camino”, que unirá Villa Tunari, Cochabamba y San Ignacio de Moxos, en Beni, a tiempo de indicar que “sólo resta un trecho para juntar estas vías”. Por su parte, asambleístas de la opositora Unidad Demócrata (UD) denunciaron que la intención del Primer Mandatario y del MAS es ampliar la zona cocalera y su producción ilegal, apropiarse de territorios indígenas con la construcción de la carretera. “La insistencia del MAS en anular la intangibilidad del TIPNIS es ampliar la zona cocalera del Chapare. Todos sabemos que el Polígono 7 que pertenecía al TIPNIS ahora pertenece al sector cocalero”, señaló el senador Yerko Núñez.

Coca en la región

De acuerdo con el último Monitoreo de Cultivos de coca 2016, en el área Isiboro Sécure se incrementó el cultivo ilegal de coca en 150 por ciento. En 2015, el área cultivada era de 12 hectáreas y en 2016 alcanzó a 30 hectáreas. En tanto, en el Polígono 7, también en Isiboro Sécure, considerada área saneada, los cultivos ilegales de coca se incrementaron en 43 por ciento. En 2015, la producción era de 861 hectáreas y en 2016 fue de 1.233 hectáreas, según reportes oficiales del Gobierno.

El reportaje descriptivo de la forma de aprobación legislativa del levantamiento de la intangibilidad del TIPNIS, patentiza palpablemente la premura y la torpeza del Congreso, que además, como ironía, se define como “plurinacional”. Estamos ante espectáculos crudos, descarnados, donde el poder se muestra en toda su desmesura pornográfica. No interesa ni guardar las apariencias. Se trata de brutales procedimientos de poder, donde no importa incluso el matiz de barniz que acompañaba a la argucia política. Se lo hace simplemente porque se tiene mayoría parlamentaria. Es una pérdida de tiempo argumentar técnica y jurídicamente; es preferible ahorrar tiempo, no esforzarse por justificar, hacerlo de manera directa, sin ninguna aproximación ni a la retórica ni al arte de la política.

Defensa de la vida y de los territorios indígenas

Una buena pregunta, que además la hicimos hace un tiempo, es quién gobierna; después, mejorando la pregunta, la cuestionante fue qué gobierna, sobre todo, atendiendo a las máquinas de poder. Suponiendo que es el poder el que funciona como heurísticas de las máquinas, que convierte a los gobernantes de turno en sus engranajes; a los que toman el poder, efectivamente los toma. Aunque unos y otros crean que controlan la maquinaria abstracta del poder y la malla institucional concreta, esta creencia es solo una ilusión. Ahora, en lo que respecta al conflicto del TIPNIS, reiterado y recurrente, debido a la compulsión obsesiva del “gobierno progresista” de construir la carretera que atraviesa el bosque, la pregunta o preguntas adquieren una tonalidad singular: ¿Quién gobierna en lo que respecta al conflicto del TIPNIS? También: ¿Qué gobierna en lo que respecta al conflicto mencionado?

Estas preguntas pueden suponer una suerte de dispersión o, si se quiere, distribución en lo que respecta a quién y qué gobierna, dependiendo de los objetos, materia, cuerpos y territorialidades de poder. En el caso de la firma del contrato y convenio del gas húmedo, que le costó el cargo o fue obligado a renunciar, a Andrés Solís Rada, por no firmar un convenio atentatorio contra los intereses del Estado y en contra la ley “héroes del Chaco” de la nacionalización de los hidrocarburos, dijimos, en aquél entonces, que el que gobernaba no era ni Evo Morales Ayma, tampoco Álvaro García Linera, sino Marco Aurelio García, el asesor de Luiz Inácio “Lula” da Silva, después de Dilma Vana da Silva Rousseff; era otro García el que gobernaba. En el caso del conflicto del TIPNIS, se sabe que en la construcción de la carretera mentada estaba involucrada OAS, la empresa brasilera tan cuestionada, no solo en Bolivia, sino internacionalmente y, sobre todo, en Brasil. El mismo expresidente Lula, además de los gobernantes bolivianos. El compromiso de financiamiento, de la parte gruesa del mismo, lo cubría el Banco de Desarrollo de Brasil (BNDES). Todo esto nos mostraba que se trataba de grandes intereses empresariales, de significativo capital comprometido, además de Estado-nación involucrados en el conflicto. Por otra parte, teniendo el antecedente del avasallamiento del “polígono siete” del TIPNIS, por parte de colonizadores cocaleros, afiliados a las Federaciones Campesinas del Trópico de Cochabamba, se evidenciaba que los productores excedentarios de la hoja de coca también estaban implicados. Cuando se denunciaron las concesiones del gobierno boliviano a empresas trasnacionales del petróleo para su exploración en el territorio indígena y área protegida mentada, también se supo de la injerencia de empresas trasnacionales extractivistas de los hidrocarburos; una era PETROBRAS, la otra PDVSA, y después la tercera, más tarde, GAZPROM‎.

Como se puede ver, se trata de juegos de intereses, de juegos poder, de juegos de control de reservas, de la ampliación de la frontera agrícola, particularmente de la frontera de la coca excedentaria; además de los juegos financieros implicados de gran calibre. Tomar en serio el argumento sostenido, por parte del “gobierno progresista”, de que se trata de llevar el “desarrollo”, escuelas e infraestructura de salud - como le gusta repetir al Vicepresidente -, nada más ni nada menos que al territorio indígena, al parque nacional y área protegida, geografía declarada intangible por la ley 180, donde conviven y habitan, por lo menos, tres pueblos indígenas amazónicos, es una muestra patética de ingenuidad supina. Peor aún, cuando somos testigos del lamentable montaje de una grotesca consulta, que incluso se efectuó secuestrando a, por lo menos, una familia y llevándola a un cuartel para que contesten el formulario de la consulta espuria. Lo que se juega es mucho mayor de lo que puede mostrarse, a pesar de los encubrimientos políticos y silenciamientos mediáticos. Esto queda claro cuando el gobierno insiste en el conflicto, a pesar de los costos políticos. La insólita llegada del Lula, para defender el proyecto de la carretera, cuando se dio la octava marcha indígena en defensa del TIPNIS y de los derechos de las naciones y pueblos indígenas, consagradas en la Constitución, llegada a Bolivia financiada por OAS, devela los alcances de este juego de poderes, de capital y de intereses.

El gobierno de Evo Morales y Álvaro García Linera vuelve al ataque con la aprobación en el Congreso de un ley que levanta la intangibilidad del TIPNIS, ley 180; propuesta y promulgada por el mismo presidente, en un momento de crisis política y diremos también crisis existencial del presidente. Esto muestra palpablemente que el conflicto está lejos de concluir; se alarga de manera persistente y peligrosa. ¿Por qué lo hacen cuando el “gobierno progresista” se debate en una nueva fase de crisis política y de legitimación, cuando se evidencia notoriamente su vulnerabilidad? Tienen que pesar más lo intereses en juego que la propia sobrevivencia política. ¿Cómo desentrañar esta maraña?

No se pueden responder a estas preguntas, si se sigue atendiendo a la representación o autorrepresentación de la ideología autocomplaciente populista, tampoco al otorgamiento magnánimo de la clasificación de “analistas políticos” de que se trata de un “gobierno progresista”; es más, de un “gobierno revolucionario” y “antiimperialista”. Incluso, tomando en cuenta las denuncias e interpelaciones de la “izquierda” no oficial; tampoco se trata de “traidores”, “inconsecuentes”, “desviados”; así mismo, no se trata solo de la corrosión y corrupción ligada al modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente. Si no se ve que estamos ante un sistema-mundo capitalista, cuyo sustento inicial es el extractivismo, sobre todo, de la energía fósil, no se pueden vislumbrar los entretelones del entramado político y económico. Los “gobernantes progresistas” forman parte de la burguesía rentista, subsidiaria de la hiper-burguesía de la energía fósil; burguesía dominante e impuesta en el orden mundial de las dominaciones y hegemónica en la economía-mundo.

No hay que distraerse, más de la cuenta, con situaciones bochornosas como las relativas a la corrosión institucional y la corrupción galopante. Sin llegar a decir, de ninguna manera, que estos tópicos alarmantes del derrumbe ético y moral no son importantes y dignos de tomar en cuenta; lo que hay que atender principalmente es la estratificación de la burguesía dominante mundialmente, conformada en la geopolítica del sistema-mundo capitalista. Lo hagan lícitamente o ilícitamente es un tema normativo, jurídico, incluso institucional; empero, esto es lo que menos le importa al despliegue y desenvolvimiento de las genealogías del poder. Lo que importa es lograr los objetivos, los relativos a la acumulación originaria y a la acumulación ampliada del capital; hablando específicamente, lo que importa es la apropiación privada del excedente producido mundialmente.

La cuestión de las normas, de las leyes, de la Constitución, incluso de la institucionalidad, es algo que tiene que ser atendido para guardar las apariencias; empero, no es lo que determina esencialmente los comportamientos gubernamentales. En la mentalidad gobernante, lo que tiene crucial importancia son los juegos de poder y juegos económicos, que se dan en el mundo; no las demandas sociales, las reivindicaciones de las naciones y pueblos indígenas, las interpelaciones políticas sobre las incongruencias respecto de la Constitución. Para la mentalidad gubernamental, estas son bagatelas, si se quiere, romanticismos; lo que cuenta es el realismo político y el pragmatismo económico.

El conflicto del TIPNIS, enfrenta a los pueblos indígenas, aunque hayan sido despojadas de sus organizaciones, sustituidas por imposturas e imposiciones gubernamentales, las llamadas organizaciones paralelas, contra un “gobierno progresista” que está en estos juegos de poder de alcance internacional. En la coyuntura de la VIII marcha indígena, parte del pueblo boliviano se volcó en apoyo de la marcha en defensa del TIPNIS. En la novena marcha estuvo prácticamente ausente. Ahora, este pueblo vuelve a ser reclamado ante el ataque alevoso de un gobierno de las trasnacionales y de la burguesía de la coca excedentaria. ¿El pueblo volverá a hacer la hazaña de la VIII marcha indígena, de apoyar masivamente a las naciones y pueblos indígenas y a la Madre Tierra? No lo sabemos, pero está convocado.

Lo que se juega en el TIPNIS no es solo la defensa de un territorio indígena y área protegida, no es solo la defensa de la biodiversidad de las zonas tipificadas en este territorio y parque, sino que se juega en las zonas de la territorialidad nombrada la defensa de la vida frente a una civilización moderna, depredadora, contaminante y destructiva. En el TIPNIS, como en otros lugares de gran intensidad de resistencias, se juega el destino de la humanidad; pues está en cuestión la sobrevivencia humana. La convocatoria de la Tierra, del planeta, del Oikos, es a todos los pueblos y las sociedades del mundo. Tienen la responsabilidad ante la vida, ante el porvenir de la humanidad, sobre todo, ante la biodiversidad y los ciclos vitales del planeta.

Esta responsabilidad no se la puede soslayar. Es nuestra, en las circunstancias y condiciones actuales, de los espesores de la coyuntura mundial y de los espesores del presente. No se puede escapar ni eludir esta responsabilidad. Si parte del pueblo y las sociedades no responden, esto quiere decir que ya están vencidas, dominadas de manera absoluta por un sistema que no les otorga ningún porvenir. Aceptaron, de antemano, su desvanecimiento, su derrota y su muerte. La cuestión primordial, en estas circunstancias álgidas de la crisis ecológica, es saber si la otra parte del pueblo, que intuye lo que pasa, incluso, en el mejor de los casos, que es consciente de las amenazas y los peligros, va a responder como corresponde.

No lo sabemos. Como no sabemos exactamente qué nos ha pasado; hablando de una manera no solamente universal, sino, si se quiere, humanista. ¿Qué nos ha pasado como humanidad? Obviamente, esta pregunta es pretensiosa; primero, por hablar desde una idea, la humanidad, que es como una esencia proclamada por el renacimiento; tanto europeo como mestizo, como lo define Serge Gruzinski. Sin embargo, es una buena idea. Como dice Emmanuel Kant, una idea de la razón. Sin meternos en los recovecos de la filosofía moderna, que son meandros encomiables de la filosofía, lo que interesa de este uso o abuso metafórico, sobre todo, representación universal, es la pregunta que se hace a la humanidad, como idea y utopía. Es como preguntarse ¿qué nos pasó? ¿Dónde nos perdimos? Aunque no tengamos respuestas claras, por el momento, lo que importa, a falta de respuestas, es la convocatoria. Que puede concluirse o pronunciarse como que nuestra responsabilidad es defender la vida.

La defensa de la vida es desde la vida misma. Desde la memoria sensible. Respecto a esta responsabilidad social y colectiva, por lo tanto, compartida entre todos y todas, penoso sería, caer en los juegos de poder de las vanguardias. ¿Cuál es la más “radical”? ¿Cuál es la que lleva la batuta? Volver a los protagonismos de la “izquierda radical”, es repetir, en otra versión, la del supuesto “radicalismo”, las formas y decurso del círculo vicioso del poder. Jugar a la vanguardia es también jugar al poder, aunque se lo haga como pretendido “contra-poder”. Puede que no sea fácil escapar a estos hábitos; sin embargo, no se trata de esto; ni del protagonismo, que es una puesta en escena, un espectáculo de epopeya moderna, así como una pretensión iluminista; por lo tanto, una airosa búsqueda de reconocimiento. Se trata de algo que debería ser simple y entendido sencillamente; se trata de la vida y del vivir. Esta poiesis es creación, no simulación; aunque las formas de la vida singulares también acudan a las mimesis. Pero, lo hacen como defensa o seducción; no como teatro político.

Hay que defender la vida porque somos seres vivos, formamos parte de la multiplicidad y pluralidad de los seres vivos; somos parte de las sociedades orgánicas del planeta. Hay que defender el TIPNIS porque se trata de defender los espesores territoriales y ecológicos, además de los espesores culturales, los derechos de las naciones y pueblos indígenas; pueblos que contienen información biodiversa y alternativas civilizatorias. Por más afectados que se encuentren por la presión de los mercados y los entornos de la formación social, sobre-determinada por el modo de producción capitalista. El hecho o conjuntos de hechos que los arraiga a la tierra y a los espesores territoriales, entre estos, a los ciclos vitales, desde la posibilidad de otros lenguajes e imaginarios, aunque sean insinuados, los hace parte de las alternativas posibles, frente al mundo dado como opuesto a la vida.

Al respecto, llama la atención, la pobreza argumentativa del “gobierno progresista”, que a lo único que recurre es a la trillada ideología del “desarrollo”. Solo esta forma de argumentar nos muestra el anacronismo que lo caracteriza. Está muy lejos de los desplazamientos, para no habar de rupturas, epistemológicas de la contemporaneidad. Sigue creyendo en el mito moderno o postulado de la racionalidad instrumental de que la tarea del hombre es dominar la naturaleza. Se podría hasta comprender la difusión de esta formación discursiva, basada en el mito de la superioridad humana, durante los primeros siglos de la vertiginosa civilización moderna. Sin embargo, ahora, después de la innegable experiencia social de los pueblos del mundo, esta forma de argumentar resulta una caricatura, una anécdota, que expresa fehacientemente la egología humana, por no decir miseria humana, que no es otra cosa que desconocimiento de lo que es en tanto ser y a lo que pertenece.

Fuera de entender o explicarse que se lo hace debido a los intereses que están en juego, el problema es ¿para qué lo hace?, considerando el largo plazo. En el largo plazo, el mundo que conocemos será un recuerdo, pues las consecuencias de la crisis ecológica lo habrían cambiado notoriamente. No tiene sentido acumular capital, si se quiere, “desarrollarse”, a costa de la destrucción del planeta. Este “desarrollo” no podrá seguir adelante en ausencia de todo lo que ha destruido. En pocas palabras, es un suicidio.

Ni los “gobiernos progresistas”, ni los gobiernos neoliberales, ni los gobiernos liberales, ni los gobiernos conservadores, ni el orden mundial, responden a la problemática de la crisis ecológica. Todos están atrapados, a su manera, en la marcha al abismo. No se crea que la lucha por la defensa del TIPNIS es solo contra un “gobierno progresista” o del mismo estilo, es decir, gobiernos extractivistas; sino contra todos los gobiernos que hemos conocidos en la historia de la modernidad. Gobiernos que gestionan formas de “desarrollo”, en contra de los ciclos vitales, en contra de la potencia creativa de la vida. Frente a estos gobiernos, formas de gubernamentalidad, correspondientes a formas de Estado, está la responsabilidad humana, la responsabilidad de las sociedades humanas, de reinsertarse a los ciclos ecológicos del planeta; compartir la complejidad dinámica de la vida, articularse e integrarse, a todas las sociedades orgánicas del Oikos.

Entramados de los conservadurismos sociales

La episteme moderna ha descuidado muchos entramados sociales, donde las concomitancias son, mas bien, efectivas y recurrentes, a pesar de manifestar algunos contrastes e incluso contradicciones. La llamada “izquierda” está más cerca de los conservadurismos recalcitrantes, compartiendo estos prejuicios con la “derecha”, que dice enfrentar. Aunque lo haga en el terreno ideológico e incluso político, en lo que respecta a las herencias culturales y maneras de pensar, más bien, comparten prácticas y paradigmas ateridos. Pero, esto no solo le pasa a la “izquierda”, sea moderada o se pretenda “radical”, sino incluso les pasa a las “vanguardias”, que no necesariamente se reclaman políticamente sino como gesto alterativo; las mismas que sorprendentemente comparten con los habitus tradicionales ciertas actitudes, que más bien, los aproximan. Por ejemplo, en lo que respecta a la demanda de reconocimiento y a la búsqueda de prestigio.

Es conocido el juego de prestigios en los cocteles; han sido tratados anecdóticamente en la literatura. Se trata de signos sociales, como destacaba Marcel Proust en su novela En busca del tiempo perdido. El prestigio, en las sociedades modernas, sobre todo, de la modernidad tardía, no solo tiene que ver con las antiguas pretensiones de nobleza, sino, después, con las ostentaciones de riqueza; así como de fama, se buena fama o mala fama. Cuando llega a ser prestigio el “radicalismo”, por su imagen transgresora, incluso con halos de bohemia, también entra en juego esta forma de prestigio. Ser de “izquierda”, después de la revolución francesa, forma parte de la gama de figuras del prestigio; entonces se concurre por el prestigio ya no solo en cocteles, como antes, sino en distintos escenarios sociales. Académicos, de círculos culturales o de confraternidades intelectuales; también se compite en los amplios escenarios de los medios de comunicación.

Obviamente, no se trata solo de una forma de figuras concurrentes de prestigio, como la que hemos señalado, haciendo hincapié en su paradójica situación; sino de una gama diversa de figuras de prestigio. La figura de intelectual es también otra de las figuras de prestigio. El halo del intelectual es la de sabio, mejor si es incomprendido en su tiempo. Pero, precisamente, es mejor aparecer como incomprendido, aunque diga cosas muy comprensibles y sabidas; pues aquí radica el juego de prestigio. Un cierto aire romántico y hasta aventurero. Ciertamente, no es tan simple este juego de prestigio, el del intelectual; debido que aquí aparecen distintos perfiles en concurrencia; el intelectual rebelde es disputado por el intelectual racional, de la edad de la razón. El intelectual radical es disputado por el intelectual realista, que tiene, por así decirlo, los pies sobre la tierra. El intelectual de “izquierda” es disputado por el intelectual libre, abierto a la crítica, incluso crítica de la “izquierda”. Sin embargo, la figura de intelectual, en todos sus perfiles, es indudablemente una de las figuras de los juegos de prestigio.

Hay no solo todo un despliegue de escenarios para estas concurrencias y concursos de prestigio; foros, conferencias, congresos, reuniones, sino también vienen acompañados por instituciones o puestas en escena institucionales, así como difusión mediática. Con todo esto, se considera que se logra definir la jerarquía de los prestigios. Hasta ahí, las tramas de las narrativas sociales, vinculadas a los signos sociales, que no dejan de ser juegos de poder. El problema es que algunos activismos se dejan llevar también por estas concurrencias; los intelectuales críticos y activistas, los dirigentes connotados, cuidan su puesto ganado con mucho celo. Como si se tratara del prestigio y no de la acción colectiva.

En el mostrarse como protagonistas, vanguardias, voceros o simplemente defensores notorios de las causas, está la manifestación de la concurrencia por el prestigio; no es pues un comportamiento distinto a lo que hacen otros en otros escenarios, esta vez, afincados en la institucionalidad tradicional. Lo que se juega es el valor del prestigio o lo que decía Pierre Bourdieu, el capital del prestigio o capital cultural.

Las sociedades tienen que ser comprendidas a partir de estos entramados sociales. No solo nos ayudan a entender a las sociedades desde otros ángulos y enfoques, descubriendo otras caras de su voluminosidad dinámica, sino también a comprender y entender la complejidad dinámica y paradójica de las sociedades. Salir de los mitos, de las epopeyas, incluso de la novela, que encumbra al antihéroe; todas estas herencias de la sociedades de clase, e ingresar a los desafíos del mundo efectivo en constate devenir.

Ahora bien, estas paradójicas situaciones no solo se dan en la concurrencia de prestigios, sino, como hicimos notar en ensayos anteriores, en los juegos de poder, en los juegos de intereses, en los juegos geopolíticos, en los juegos económicos. En la contemporaneidad del sistema-mundo capitalista, se ha aposentado el dominio de una hiper-burguesía de la energía fósil, acompañada por burguesías nacionales, que le siguen el juego de la acumulación de capital por la vía del extractivismo hidrocarburífero y minero. Apoyada por la burguesía mundial del sistema financiero internacional. Además, arrastrando consigo nuevas figuras de la burguesía en la etapa decadente del sistema-mundo capitalista; la burguesía rentista y las burguesías del lado oscuro del poder. En las paradójicas situaciones se dan las concurrencias por la apropiación del excedente producido mundialmente. Las burguesías rentistas quieren incrementar su cuota de participación; la hiper-burguesía de la energía fósil tolera estas pretensiones, mientras no se salgan de ciertos márgenes permitidos. La burguesía mundial financiera apoya la apropiación del excedente por parte de la hiper-burguesía, mientras ella, la burguesía financiera logra obtener super-ganancias del funcionamiento del capitalismo especulativo. Las burguesías del lado oscuro del poder no se hacen problema con la apropiación del excedente de las otras burguesías, mientras se le deje traficar y ganar en el lado oculto del mercado y de la economía. El conflicto se da cuando el lado oscuro invade expansivamente el lado luminoso del poder, cuando subsume y subordina a las mallas institucionales a las lógicas del lado oscuro del poder, cuando la economía política se convierte en una economía política de chantaje. Esto no es que amenaza al oren mundial instituido, pues el orden mundial funciona en complementariedad entre el lado oscuro y el lado luminoso de poder, el lado oscuro y el lado luminoso de la economía. Lo que ocurre es que se ponen en cuestión las cuotas de participación aceptables de la apropiación del excedente producido mundialmente.

Estas situaciones paradójicas no son observadas, es decir, visualizadas, por el “análisis político”, el “análisis económico”, la denuncia moralista institucional, por los medios de comunicación, ni por la “izquierda”, moderada o “radical”. Todos acostumbrados a pensar a la manera de los esquematismos dualistas de la episteme moderna. Los intelectuales de “izquierda” no quieren reconocer las concomitancias y complicidades entre la hiper-burguesía de la energía fósil y las burguesías rentistas nacionales, por lo tanto, entre el “imperialismo” y los “gobiernos progresistas”. Los intelectuales instituidos ya sea por la academia, por los medios de comunicación o por escenarios constituidos, que tienen la pose de criticar las incongruencias de los “gobiernos progresistas”, no quieren tocar los temas candentes, como los relacionados al modelo extractivista colonial del capitalismo dependiente. No quieren reconocer los juegos de poder, los juegos de intereses, que se juegan en la carretera que quiere atravesar el bosque del TIPNIS. Esta bien el ambientalismo, pero, de ahí a aceptar la incumbencia del sistema-mundo capitalista, de su geopolítica diferenciadora de centros y periferias, es demasiado. Esta intelectualidad es cómplice con su actitud condescendiente del avasallamiento a los territorios indígenas y a los ecosistemas, cómplice con las violaciones a los derechos de los pueblos y de los seres orgánicos, aunque no lo quiera. En la misma actitud, se encuentran los medios de comunicación; que tocan el tema como noticia o como mención a la protesta, empero, ocultan o no se inquietan por averiguar lo que ocurre.

No incluimos en esta lista a los “progresistas”, sean intelectuales o no, pues ellos están en otra lista. Ellos, de manera manifiesta, se han declarado partidarios del “desarrollo”, del “crecimiento económico”, del extractivismo como un mal necesario. Ellos consideran a los ecosistemas como “jardines”, como lo aseveró sin rubor, el ideólogo del “socialismo comunitario”, una versión del “socialismo del siglo XXI”.

El tema, en este ensayo, es otro. El bloque de defensa ambiental, mucho mas, de defensa ecológica, de defensa de los territorios y pueblos indígenas, es una amalgama de posiciones que no pueden articularse ni integrarse. Todavía los paradigmas ateridos pesan en las representaciones y en las prácticas; todavía los juegos de poder y de prestigio son preponderantes. Salvo en lo que acontece en el activismo ecologista y el activismo libertario, los demás asumen la defensa de la vida como un código moral o como una actitud filantrópica, pero, están lejos de comprender que la defensa de la vida es integral, es la responsabilidad innegable de las sociedades y los pueblos ante la vida, de la que forman parte.

Entramado inter-burgués

Habría que hacerse una pregunta sobre la conformación de las burguesías en la contemporaneidad de la modernidad tardía y del sistema-mundo capitalista bajo la dominancia de capitalismo financiero y especulativo, concretamente bajo la dominancia de la hiper-burguesía de la energía fósil, recurriendo al concepto configurativo de Antonio Gramsci de bloque histórico. La pregunta sería: ¿Cómo se conforma el bloque burgués de dominación mundial? Esta es la pregunta que vamos a tratar de responder.

Las burguesías nacionales de todos los países participan en el mercado mundial, si se quiere en la economía-mundo capitalista; así como forman parte, con todas sus empresas, mallas institucionales, dispositivos, agenciamientos, máquinas de poder, maquinas económicas, máquinas de guerra, máquinas comunicacionales, del sistema-mundo capitalista. Sistema abigarrado, conformado por economías nacionales, mercado mundial, flujos de capital, corporaciones y monopolios, Estado-nación, lenguas y culturas; complejidad barroca de este conglomerado, que garantiza la acumulación originaria y ampliada de capital. Entonces, una primera aproximación al intento de una primera respuesta, se encuentra en estos escenarios conectados, vinculados, por vasos comunicantes, también por flujos de mercancías y capital, así como por acuerdos, convenios y alianzas internacionales.

El bloque historio de la burguesía mundial tiene que partir de este substrato de encuentros. Substrato material, institucional, económico, cultural y estatal. Estas conexiones y bisagras no se dan, obviamente, como si fueran encuentros amorosos, sino que hay pues concurrencias y oposiciones, sobre todo, cuando se trata de pugna de intereses. Aunque el interés compartido sea el preservar el sistema-mundo y la economía-mundo, donde se realizan sus ganancias, ciertamente, también les interesa, particularmente, a cada una de ellas o fragmentos u estratos de ellas, de las burguesías diferenciadas, llevarse una buena parte del excedente producido mundialmente. O, si se quiere, en el caso de las burguesías intermediarias, mantener ciertas cuotas de participación más o menos respetables. Si se trata de la lumpenburguesía, se buscará perder lo menos posible.

Es en este campo de concurrencias donde el bloque mundial burgués se conforma. Puede persistir la concurrencia, como efectivamente ocurre; empero, la concurrencia es para definir la estructura jerárquica del bloque, su composición y sus distribuciones. La concurrencia puede llegar al extremo de la competencia salvaje, saltando las formas de competencias de “caballeros”, sin embargo, es muy difícil que se repitan situaciones como las dadas en la primer y segunda guerra mundial. Bueno, quien sabe, la irracionalidad de las burguesías en competencia puede volver a llevar a extremos su compulsión por la ganancia y su instinto de muerte.

Sin embargo, lo que importa, ahora, es atender la conformación del bloque burgués mundial, no tanto los extremos de su competencia salvaje. En esta perspectiva, entonces, además del mapa de escenarios, espacios, recorridos, circuitos, flujos, producciones, especulaciones, dispositivos y máquinas, un segundo nivel de la conformación del bloque, parece encontrarse en los acuerdos logrados. Los acuerdos logrados son como los pactos, sean provisionales, de mediano o largo alcance. Se trata, si se quiere, de las reglas efectivas que rigen los comportamientos y las conductas de las burguesías nacionales.

Teniendo en cuenta este panorama y los dos niveles mencionados en la conformación del bloque burgués mundial, además de tener como referencia la historia de las burguesías nacionales, regionales y mundiales, sabemos que ninguna burguesía está fijada y tiene garantizada su permanencia; por lo menos, en el ciclo largo, aunque lo esté en los ciclos medios y cortos. La competencia constante remueve a los estratos y capas de la burguesía. Así también, nacen nuevas burguesías; no solamente, como se conoce, en los ámbitos de la industria, donde la incorporación tecnológica y científica puede promover nuevas burguesías o las mismas renovadas. Sino en otros ámbitos, los comerciales, los financieros, incluso los circuitos y tráficos del lado oscuro de la economía y del lado oscuro del poder. En esta lista también entran las nuevas burguesías que se forman por el monopolio y el manejo del poder; burguesías que hemos llamado rentistas.

En consecuencia, no solamente la conformación del bloque burgués mundial se da en los mapas efectivos de los escenarios y dispositivos, que hemos mencionado; no solamente en la textura de los acuerdos y convenios, en las alianzas; sino se da en los tejidos que se tienden entre los estratos variados y diferenciados de las burguesías. A este tercer nivel de conformación del bloque burgués mundial lo denominaremos entramado barroco de las clases dominantes, vale decir, en sentido amplio, de las burguesías variadas y diferenciales.

Este tercer nivel de conformación del bloque burgués mundial o este entramado barroco de las clases dominantes no es claramente visible. Incluso, debido a su opacidad, puede dar lugar a interpretaciones equivocadas; como que, en vez de texturas o hilados, entre los estratos sociales mencionados, se dan como contradicciones, enfrentamientos, oposiciones y hasta antagonismos. Esta interpretación es recurrente en el “análisis económico”, en el “análisis político”, tanto de “izquierda” como de “derecha”, así como, de una manera chabacana, en los medios de comunicación. De una manera ceremonial, aunque reiterativa, en la academia.

Así como la competencia, incluso la competencia salvaje, inter-burguesa, no es óbice para que se conformen alianzas, pactos, acuerdos, convenios, es decir, el bloque burgués mundial; tampoco es óbice para que se conformen entramados, texturas y tejidos entre estratos sociales dominantes, a pesar de sus pugnas o sus celos.

No es sorprendente, entonces, encontrarse con hilados, entramados, tejidos complicados y perversos, entre la hiper-burguesía mundial de la energía fósil con las burguesías rentistas nacionales, sobre todo, las más celosas y devotas, discursivamente, por la soberanía nacional. Este es el entramado que explica la concomitancia entre la hiper-burguesía de la energía fósil, la burguesía financiera y especulativa, la burguesía del lado oscuro del poder y la burguesía rentista de los “gobiernos progresistas”. Ambas burguesías se desesperan por mantener, preservar y prolongar el uso de la energía fósil, expansivamente contaminante, irreversiblemente depredadora, y, sobre todo, destructiva. Ambas burguesías gesticulan, pues ya no discursean ni usan la retórica, para propagar e imponer el “desarrollo” a ultranza.

En el reiterado y renovado, por la compulsión gubernamental, del conflicto del TIPNIS, se tiene como cómplices, por un lado a la hiper-burguesía de la energía fósil, a la burguesía financiera y especulativa mundial, a la burguesía del lado oscuro de la economía y del poder, por otro lado, a la burguesía rentista, que funge de gobernante, y que destila un discurso chabacano “antiimperialista” e incluso pretendidamente “anticolonial”. Estas burguesías, diversas y diferenciadas, están de acuerdo en la construcción de la carretera que atraviesa el bosque del TIPNIS, otorgar concesiones a las empresas trasnacionales extractivistas petroleras, ampliar la frontera agrícola para la agroindustria y para el cultivo excedentario de coca, así como para la industrialización de la coca, aunque se lo haga por los circuitos y espacios del lado oscuro de la economía; del mismo modo, ampliar la frontera maderera, que deforesta los bosques. Esta es la fraternidad económico-política dominante que enfrentan las naciones y pueblos indígenas, las comunidades indígenas del TIPNIS, el entramado comunitario encarnado en las mujeres amazónicas, chimanes, moxeñas y yuracares, así como la parte de la reserva ética y moral del pueblo boliviano.

Ataque frontal de los colonizadores al territorio indígena

Se trata de un ataque frontal de los colonizadores al territorio indígena, amparados no solo por el apoyo del gobierno extractivista, sino también por el ataque frontal de la impostura de “Estado Plurinacional” contra el ideal y la estructura jurídico-política de la Constitución, que establece el Estado plurinacional Comunitario y Autonómico. Cuando retorna el conflicto del TIPNIS no solo con la agresividad que caracteriza al “gobierno progresista”, acompañada por los enredos argumentativos, que a nadie convencen, salvo a la masa elocuente de llunk’us, requeté-convencidos; salvo de dar evidencia clara y notoria de la brutal muestra de violencia desaforada. Los colonizadores no satisfechos con el avasallamiento del territorio indígena y parque protegido, arrebatando más 200 mil hectáreas, además legalizadas por Evo Morales, quien les entregó títulos de propiedad; queriendo compensar esta violación a los derechos de las naciones y pueblos indígenas, consagrados en la Constitución, con la entrega de título comunitario a los pueblos indígenas amazónicos que habitan el TIPNIS. Título tampoco respectado por el mismo gobierno otorgador, que se ha comprometido, en uno de sus más escabrosos proyectos, construir una carretera que atraviesa el bosque, donde no hay prácticamente comunidades, salvo dos. Para beneficiar a las empresas trasnacionales extractivistas hidrocarburíferas; para beneficiar a la burguesía maderera, a la burguesía agroindustrial y a la burguesía de la coca excedentaria. Es decir, continuando con el mismo proyecto “desarrollista”, que comparte con la burguesía tradicional de Bolivia, minera y agroindustrial, continuando con el mismo proyecto económico de los gobiernos neoliberales, liberales, conservadores, nacionalistas y de dictadura militar. La diferencia es que lo hace a nombre del “proceso de cambio”.

La otra diferencia es que cuenta, en la efectuación de sus tareas sucias, con las organizaciones de colonizadores, que como ironía grotesca, se autodenominan “plurinacionales”. Los sindicatos de colonizadores y los sindicatos campesinos de la Federación Campesina del Trópico de Cochabamba, que, a estas alturas de su “evolución”, ya no representan a ningún movimiento campesino sino a empresarios privados, a terratenientes y comerciantes, a la burguesía de la coca excedentaria, son las organizaciones ejecutoras de la violencia desatada contra las naciones y pueblos indígenas de la Amazonia.

Estas organizaciones sindicales burguesas son las aliadas actuales de la burguesía tradicional boliviana, la de minería mediana y la agroindustrial, además de los terratenientes del oriente. Fuera de sus ligazones con la burguesía del lado oculto de la economía. En tanto que el “gobierno progresista” se ocupa de la vinculación y el cumplimiento de sus compromisos con la hiper-burguesía de la energía fósil, dominante mundialmente y hegemónica en el ciclo largo del capitalismo vigente. Se entiende pues, en este contexto geopolítico mundial, regional, nacional y local, la recurrencia sistemática a la violencia de parte de un gobierno que forma parte del orden mundial de las dominaciones, a pesar de sus discursos anacrónicos “antiimperialistas”.

El cacique mayor de los colonos del Consejo Indígena del Sur (CONISUR), Eladio Roca, defendió el haber impedido el ingreso de asambleístas, cívicos y medios de comunicación de Cochabamba al Territorio Indígena Parque Isiboro-Sécure (TIPNIS). Argumentó que ellos, junto a las subcentrales, son “dueños” de aquel territorio y por lo tanto se debe pedir permiso para entrar. La Agencia de Noticias Fides Informa que:

La víspera, los asambleístas departamentales Lizeth Beramendi y Freddy Gonzales, el representante del Comité Cívico de Cochabamba, Juan Flores, y algunos medios de comunicación no pudieron concretar el trabajo de “inspección técnica” a la construcción de puentes en el TIPNIS debido a que un grupo de colonizadores, a la cabeza de Roca, les impidieron el paso en la localidad de Isinuta, indicando que no contaban con el permiso correspondiente y que si proseguían no garantizaban su seguridad en el lugar.

Este es el estado de situación del conflicto. No hay ley ni acatamiento a la Constitución, ni respeto a los derechos fundamentales consagrados por la Constitución. Es, de hecho, un Estado de excepción; por lo menos, local. Los medios de comunicación son cómplices, pues se remiten tibiamente a informar, como si se tratara de hechos anómalos circunstanciales; cuando se trata, desde hace un tiempo, de hechos, que no son aislados ni circunstanciales, sino que forman parte del ejercicio de poder de la forma de gubernamentalidad clientelar en crisis.

Es desatinado interpretar que lo que pasa es como la expresión de una “dictadura de izquierda”, otros dicen “socialista”, los que quieren aparecer como específicos, dicen al “estilo cubano” o, más actuales, al “estilo venezolano”. Es un desatino pues enfocan la crisis política desde los esquematismos dualistas heredados, lo hacen tanto “izquierdas” y “derechas”. Estos esquematismos dualistas son compartidos. El equívoco de este enfoque dualista es que cree encontrar una oposición y hasta antagonismo entre ideologías encontradas, entre proyectos políticos opuestos. Esto es discurso, esto es representación, esto es teatro político, aunque los actores no sean conscientes de la trama y el guion que representan. Las últimas revoluciones socialistas se dieron en el siglo XX, en Cuba, en Vietnam, en Nicaragua - la primera vez -, en Angola. Lo que viene después, los llamados “gobiernos progresistas”, antecedidos por movilizaciones sociales e indígenas, no corresponde ni al perfil, ni al contenido, ni al ejercicio de las revoluciones socialistas. Se trata, mas bien, en el antiguo lenguaje marxista, más claro que los discursos enrevesados, que pretenden, además de ser “marxistas”, de reformismos. Empero, reformismos que conllevan sus propias singularidades. A pesar de la variedad contextual, histórica, regional y nacional, además de local, comparten el barroquismo de las mezclas, de las saturaciones, discursivas e ideológicas; empero, sostenidos por algo que podemos llamar tradición latinoamericana, una forma peculiar de convocatoria populista y una forma clientelar de gobernar.

La crítica, si podemos hablar de ella, en este caso, de los sectores conservadores, a los llamados “gobiernos progresistas”, se equivoca el señalar a estos gobiernos como “socialistas”, cuando en realidad, estos gobiernos, a pesar de sus exacerbadas elocuencias populistas, tiene más en común con sus propios gobiernos derrocados. No se trata solo del clientelismo, ejercido en política y en gobierno, que neoliberales, líbrales y conservadores lo tienen, empero, de una manera restringida, a círculos familiares, de casta o corporativos elitistas. Sino en lo que respecta al proyecto “desarrollista”, que en la práctica no corresponde otra cosa que matices del modelo extractivista colonial del capitalismo dependiente. Por otra parte, tanto sus gobiernos como los “gobiernos progresistas” se encuentran en los entramados del bloque burgués mundial. Muy cerca de los acuerdos y convenios, compromisos y comercios, con la hiper-burguesía de la energía fósil, muy lejos de un enfrentamiento con el sujeto de dominación mundial, que es esta burguesía, no el fantasma “imperialista”, que mencionan los discursos, que corresponde a la forma y composición del imperialismo, vencido en la guerra del Vietnam.

La crítica de “izquierda” a los “gobiernos progresistas” también se equivoca. Cree encontrar en estos gobiernos la inconsecuencia política, calada, desde un principio, en los límites del reformismo, del populismo o del nacionalismo. Los más ingenuos, creen encontrar los vestigios de la “traición” a la “revolución”. Todo esto es imaginario, si se quiere, devaneo ideológico, que no tiene correspondencia con la realidad. La complejidad paradójica de las dinámicas de la realidad social efectiva nos muestra, mas bien, las formas políticas del ejercicio del poder de Estado-nación subalternos, que forman parte de la geopolítica del sistema-mundo capitalista. La tarea de estos Estado-nación es garantizar la transferencia de recursos naturales de las periferias a los centros del sistema-mundo.

Hay pues, si se quiere, una estructura estatal, que forma parte de la malla estructurante del orden mundial de las dominaciones, que condiciona los actos, las prácticas, los ejercicios de poder, de las distintas formas de gobierno, que concretizan al Estado o a la máquina abstracta de poder. Por otra parte, hay entramados que vinculan a las burguesías nacionales y las hacen partícipes de la dominación mundial y del funcionamiento del sistema-mundo capitalista. Ambos factores, por así decirlo, o, mejor dicho, ambas condiciones estructurantes, definen orientaciones de recorridos y decursos, además de márgenes de maniobra permitidos. Ambas condiciones estructurantes hacen de substratos de las mallas institucionales, del desenvolvimiento estatal, de las formas de gubernamentalidad, sean de “izquierda” o “derecha”. Por eso, la salida no se encuentra ni en un retorno a formas de gobierno neoliberales o liberales o alguna otra conformación política, de las características estipuladas; cualquier desemboque por este lado, es más de lo mismo. Su diferencia sería discursiva, también, si se quiere, en lo que respecta a las apariencias institucionales. La salida, en pleno sentido de la palabra, a la crisis política, se encuentra más allá del dualismo político, más allá del extractivismo, incluso matizado, disminuido o transitorio, como cree Eduardo Gudynas, más allá del “desarrollo”, más allá de la izquierda y derecha. Incluso más allá de la política, definida en el dualismo del amigo y enemigo. La salida a la crisis política, que además es crisis económica, más aún, crisis civilizatoria; de manera certera, crisis ecológica, es ecológica; es decir, se trata de reinsertar a las sociedades humanas a los ciclos vitales del planeta.

Conclusiones

⦁ Balances intermitentes de las interpretaciones efectuadas, desde la perspectiva de la complejidad, son necesarios. El aprendizaje es permanente; por lo tanto, la corrección es recurrente, la adecuación y la interacción entre interpretación y experiencia social debe mejorar constantemente.

⦁ La crítica integral exige del enfoque móvil, que examine el contexto del referente de la crítica; por lo tanto, requiere del panorama de referentes puestos en contexto, captando sus entramados.

⦁ La crisis política del sistema-mundo político es crisis de legitimación y crisis de dominación.

⦁ La crisis económica del sistema-mundo capitalista es crisis de sobre-producción, diferida en crisis intermitentes financieras.

⦁ El entramado inter-burgués mundial se ha conformado como un bloque burgués mundial de dominación global. El bloque burgués mundial está conformado por la hiper-burguesía de la energía fósil, por la burguesía financiera mundial, por las burguesías nacionales subsumidas a la estructura del bloque, por la burguesía del lado oculto de la economía y por la burguesía rentista.

⦁ La forma de gubernamentalidad clientelar se ha convertido en un instrumento de la hiper-burguesía de la energía fósil.

⦁ El conflicto del TIPNIS puede resumirse al ataque, particularmente intenso, en este caso, del sistema-mundo capitalista, en su etapa decadente, de dominancia financiera y de compulsión extractivista.