Diada de Catalunya: la fuerza republicana que no cesa

La Diada ha demostrado que sigue intacta la fuerza de la gente. La rebelión catalana ascendió a una montaña alta y no explorada y logró superar enormes dificultades y peligros, pero no llegó a la cumbre. Ahora, con la misma fuerza y determinación, tiene que encontrar otros caminos, quizás más largos o tortuosos, para finalmente llegar a alcanzarla. En los próximos meses el juicio contra los presos exigirá otro esfuerzo de movilización y protesta. Se necesita aclarar la estrategia y sumar y compartir propuestas y proyectos republicanos, tanto en Cataluña como en el resto del Reino de España.



Diada de Catalunya: La fuerza republicana que no cesa
Miguel Salas
16/09/2018
Sin Permiso

No porque lleve años sucediendo deja de ser extraordinario. La Diada de este 2018 ha vuelto a congregar a cientos de miles de personas, hasta la Guardia Urbana de Barcelona ha reconocido que podían ser un millón. Después de los acontecimientos del pasado octubre y la proclamación fallida de la república, tras la aplicación del 155 y con buena parte de los dirigentes políticos independentistas en prisión o en el exilio, algunos comentaristas fabulaban con la idea de una respuesta inferior. Error. Llegadas de toda Cataluña, familias enteras, mayores y jóvenes, en un ambiente festivo, sin incidentes y sin que apenas quedara un papel en el suelo, reuniendo a independentistas, soberanistas y demócratas, han pedido la libertad de los presos y la vuelta de los exiliados y exigido un derecho que consideran les corresponde: el derecho a decidir sobre su país. Además, le han dado un contenido concreto y claro: quieren una república.

Desde un punto de vista puramente democrático el conflicto podría tener una fácil salida: dejar que el pueblo vote y decida. Pero esta simple y democrática solución pone en riesgo al régimen monárquico y por eso oponen todas sus resistencias las fuerzas políticas y económicas que no quieren ningún cambio. ¿Hay que repetir otra vez que la persistente rebelión catalana representa un empuje democrático para el conjunto de los pueblos del Reino de España? Se puede tener una opinión u otra sobre los actuales dirigentes del proceso catalán (y la nuestra no es nada benevolente) pero es una miopía política, y a algunos ya les dura demasiado tiempo, no entender que el pueblo movilizado es la fuerza motriz y el aliado imprescindible para todo cambio político, en Cataluña y en el Reino de España.

Al analizar los contenidos de las convocatorias de la Diada se comprueba su evolución republicana. En 2012, se convocó bajo el lema “Cataluña, nuevo estado de Europa”. En 2013, una inmensa cadena humana de 400 kilómetros, desde la frontera francesa hasta la Comunidad Valenciana, defendió una “Vía catalana hacia la independencia”. En 2014, una inmensa V llenó las dos arterias principales de Barcelona, la Gran Vía y la Diagonal, con la consigna de “Ahora es el momento. Unidos por un nuevo país”. 2015 representó un salto político y la manifestación tuvo como lema, “Vía libre a la república catalana”. En 2016, presionando para la convocatoria de un referéndum, el lema fue “A punto”, para votar y para construir un nuevo país. En 2017, semanas antes de la convocatoria del 1 de octubre, la concentración se definió como la “Diada del Si. Referéndum es democracia”, y este 2018, después de todo lo sucedido durante el año, alrededor de un millón de personas exigieron “Fem república” (Hagamos república) ¿Puede haber alguna duda sobre su carácter progresivo y democrático?

Diálogo

Algunas opiniones de las izquierdas analizaron que el movimiento democrático y republicano catalán despertaba al nacionalismo español y reforzaba a los partidos de la derecha. Error. Lo que la rebelión catalana desató, particularmente tras el 1 y el 3 de octubre, fue el temor de las clases dirigentes a una crisis política y social que pusiera en cuestión la Monarquía. Cierto que se hicieron bien visibles las banderas españolas, que C,s y el PP han girado aún más a la derecha y que la extrema derecha empieza a asomar, pero también es cierto que el empuje catalán agotó al PP, junto a la corrupción, y que gracias a una alianza entre las izquierdas y los partidos nacionalistas e independentistas fue posible echar a Rajoy. Que ha reaparecido el debate sobre monarquía o república, con la familia real otra vez en el ojo del huracán (¿o se dice corrupción y cuentas en el extranjero?) y sobre mantener los privilegios actuales de las clases dirigentes o abrir un periodo constituyente republicano.

Al exigir Fem república los asistentes a la Diada pedían hechos, decisiones, objetivos, y hasta ahora solo se les ofrece palabras. El gobierno Sánchez dice que quiere dialogar, siempre puede ser interesante el diálogo, pero hay que saber sobre qué y para qué. Si es para un nuevo estatuto, o algunas nuevas transferencias u ofrecer más dinero a la Generalitat… es un diálogo que, al menos de momento, no parece tener mucho recorrido. Repetir que la Constitución no permite un referéndum en Cataluña, aunque muchos juristas afirman lo contrario, indica la falta de arrojo político de Sánchez. Frente a la cerrazón de Rajoy, el diálogo de Sánchez podría ser un paso si se le da contenido, si es para repetir el no, que tanto utilizó el PP, tampoco servirá para encontrar una salida democrática al conflicto y debilitará al ya de por si débil gobierno Sánchez.

Reconocer, como el ministro Borrell, que los presos políticos debieran estar en libertad hasta el juicio pero ser incapaz de hacer nada (y la excusa de la separación de poderes no se aguanta) indica que el poder judicial puede determinar al gobierno e imponer al país su deseo de venganza. ¿Acaso puede llamarse de otra manera la acusación de rebelión?

Un diálogo efectivo, democrático, debería abordar, como temas esenciales, la situación de los presos y exiliados y poner encima de la mesa un referéndum pactado y vinculante cuyos resultados fueran reconocidos por el gobierno de España y por la comunidad internacional. Aceptamos que el 1 de octubre se celebró un referéndum y que los resultados fueron concluyentes a favor de “un estado independiente en forma de república”, y que el 3 de octubre un paro cívico avaló esos resultados y rechazó la represión del Estado. Pero, posteriormente, ni se pudo implementar la república ni están claros los pasos a dar para lograrlo. Exigir un referéndum no se opone a que desde el govern de la Generalitat se tomen decisiones para “hacer república”, que de momento no han tomado. Un referéndum, no como excusa para no hacer nada, sino como palanca para volver a concentrar los esfuerzos y la movilización de independentistas, soberanistas y demócratas y también como un medio para buscar alianzas en el conjunto del Estado.

Hay un debate en el movimiento independentista sobre si el objetivo del referéndum está ya superado, que ya se hizo el 1 de octubre y que lo que hace falta es cumplir la voluntad popular expresada entonces y reafirmada en las elecciones del 23 de diciembre. Pero los hechos son los hechos y la realidad es que por falta de fuerza, de decisión o de estrategia, no se ha avanzado en “construir república”. Para hacerlo hay que volver a coger carrerilla, ser más fuertes, tener dirigentes más decididos, forjar más alianzas y debilitar más al Estado.

Estrategia

Los cambios políticos no están definidos en el calendario, son el resultado de múltiples procesos, experiencias, acumulación de fuerzas y debilitamiento del enemigo. El 14 de abril de 1931 ha pasado a la historia pero nadie podía prever que ese día fuera el inicio de la II República. Lo mismo puede decirse de otros hechos históricos como la revolución francesa o la rusa. La rebelión catalana tuvo su punto álgido en octubre del año pasado. No se pudo, o no se quiso, ir más lejos y por eso se necesita madurar el balance y sacar conclusiones para poder seguir adelante.

Como se ha vuelto a demostrar en esta Diada el empuje de la gente sigue presente y, sin embargo, está poco clara la estrategia o, mejor dicho, hay estrategias diferenciadas, incluso contradictorias. El Estado y la derecha quieren magnificarlas para intentar dividirlas, pero, si hurgamos un poco, veremos que la presión popular exige y consigue sostener la unidad democrática y republicana. Si analizamos con más detalle las distintas estrategias, observamos una dura lucha en torno al liderazgo político que tiene que ver con las políticas sociales, económicas, municipalistas y democráticas que habría que implementar.

El govern Torra ni gobierna ni parece que tenga un plan, ni en el terreno político ni en el social y solo gesticula y se centra en aspectos simbólicos y en los presos. ¿No debiera lanzar un plan de choque social para afrontar la grave situación de muchos sectores trabajadores? ¿No debiera definir el contenido social y democrático de la república? Algunas iniciativas del PDCat muestran la contradicción entre las palabras y los hechos. Cuando en la negociación de los Presupuestos del Estado se ha planteado la subida del IRPF para las rentas altas, enseguida emergió el carácter de clase burgués del PDCat para pronunciarse en contra. Son ejemplos de que con esa dirección política será más que difícil establecer una estrategia de avance, y por eso es tan necesario un cambio hacia la izquierda de la hegemonía política del movimiento.

Existe también un debate en el independentismo y el soberanismo sobre si se necesita ampliar (“eixamplar”) la base social de apoyo a la república catalana, o mejor, compartir luchas, experiencias y objetivos con otros sectores o capas sociales no independentistas para realmente poder avanzar hacia una salida republicana.

Una estrategia no se improvisa, debe ser el resultado de un balance común de las experiencias, una claridad en los objetivos, la interrelación entre los distintos sectores implicados y el conocimiento de las fuerzas, evidentemente, también la de los contrarios. Una estrategia unitaria necesita también de una coordinación que vaya más allá de instituciones, entidades, partidos, sindicatos, etc. Durante la Transición existieron esos espacios de coordinación estatal, en cierto sentido también lo fue la Asamblea de Catalunya. Antes de la II República se firmó el Pacto de San Sebastián que orientó al movimiento republicano de la época.

Varios elementos deberían estar bien presentes en esa estrategia. Una posición activa y positiva hacia los movimientos sociales y sindicales y sus reivindicaciones. Un reconocimiento con propuestas prácticas y económicas del papel del municipalismo para la mejora de la vida de los ciudadanos y la búsqueda de alianzas republicanas y municipalistas de todo el Estado. Cuantos más aliados, cuanto mayor reconocimiento mutuo de que se trata de una lucha por derechos democráticos, más débil será el Estado y quienes lo apoyan.

La Diada ha demostrado que sigue intacta la fuerza de la gente. La rebelión catalana ascendió a una montaña alta y no explorada y logró superar enormes dificultades y peligros, pero no llegó a la cumbre. Ahora, con la misma fuerza y determinación, tiene que encontrar otros caminos, quizás más largos o tortuosos, para finalmente llegar a alcanzarla. En los próximos meses el juicio contra los presos exigirá otro esfuerzo de movilización y protesta. Se necesita aclarar la estrategia y sumar y compartir propuestas y proyectos republicanos, tanto en Cataluña como en el resto del Reino de España.