Argentina: relato de una toma universitaria

La mañana del jueves 30 de agosto, comenzó con las calles del país desbordadas de estudiantes, docentes, no docentes y ciudadanos que se movilizaron y pusieron el cuerpo por la Educación Pública, Libre, Gratuita e Inclusiva. Por las calles de Río Cuarto, marcharon más de 5 mil personas que confluyeron en la Plaza Central para escuchar a los diferentes oradores. Comerciantes, automovilistas y estudiantes de secundario se asomaban por sus puertas y ventanas para regalar alguna sonrisa o cartel de aliento. Nada volvió a ser lo mismo en el país desde que comenzó la concentración hasta que finalizó la marcha.



Relato de una toma
17 septiembre, 2018 por Redacción La Tinta

Por Esteban Viu para La tinta

La mañana del jueves 30 de agosto, comenzó con las calles del país desbordadas de estudiantes, docentes, no docentes y ciudadanos que se movilizaron y pusieron el cuerpo por la Educación Pública, Libre, Gratuita e Inclusiva. Por las calles de Río Cuarto, marcharon más de 5 mil personas que confluyeron en la Plaza Central para escuchar a los diferentes oradores. Comerciantes, automovilistas y estudiantes de secundario se asomaban por sus puertas y ventanas para regalar alguna sonrisa o cartel de aliento. Nada volvió a ser lo mismo en el país desde que comenzó la concentración hasta que finalizó la marcha.

Cada 30 o 40 minutos, alguien comentaba: “Sigue aumentando el dólar”, “está por encima de los $40”. A medida que avanzábamos, la moneda norteamericana escalaba incontrolable hasta tocar los $42 en su éxtasis financiero. Nuestros gritos y cánticos se intensificaban. Alguien comentaba de nuevo: “Dujovne salió a anunciar que va a renegociar con el FMI”. Otro agregaba: “El gabinete está poniendo sus renuncias a disposición”. Todo era bruma en el panorama político y social de nuestro país.

Para esa misma tarde, teníamos programada una asamblea de estudiantes, docentes y graduados donde se definiría el plan de lucha, que contemplaba la toma de la Universidad Nacional de Río Cuarto (UNRC) para el lunes siguiente. Sin embargo, después del descalabro del sistema financiero y la disparada del dólar, se rumoreaba que los diferentes sectores de la asamblea iban a proponer la toma del campus universitario y sus dependencias para esa misma noche. La coyuntura llamaba a la acción, nadie podía quedarse quieto. La historia reclamaba al movimiento estudiantil una vez más. Y, una vez más, estuvimos ahí.

Pasadas las 20:00 y por unanimidad, la asamblea decidió la toma inmediata del campus universitario y de la radio ubicada en el corazón de la ciudad a partir de las 23:00. Un grupo de docentes se encargó de conseguir los candados para cerrar todas las entradas y de proporcionar algunos kilos de chorizos para la cena improvisada de la noche. Mientras, algunxs estudiantes volvían a sus casas a buscar abrigos, darse una ducha calentita (sabían que no abundarían) y saludar fugazmente a la familia, en el caso que los tuvieran en la ciudad. Otrxs nos encargamos de organizar un grupo de 10 o 15 personas para tomar las instalaciones de Radio Universidad. A partir de las 23 del jueves, la programación quedaba a cargo de la Comisión de Comunicación de la Toma. Durante los días siguientes, llovieron los elogios para lxs compañerxs que se encargaron de llevar adelante los programas, incluso alguien dijo: “banquen la toma que la programación mejoró”. Trabajadores no docentes y estudiantes se pusieron al hombro las 24 horas de aire durante 9 días y fue un éxito. Entrevistas en vivo a las 4 de la mañana sólo se conseguían en la 97.7 de Río Cuarto.

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(Imágenes: Micaela Miño)
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El viernes a la mañana, ya estaban listas todas las comisiones que iban a garantizar la estadía y el buen funcionamiento de la toma: Logística, Seguridad, Contenido, Cultura, Vinculación Territorial, Vinculación Sindical y Comunicación. Desde ese mismo día, la comunidad de Río Cuarto comenzó a acercar donaciones para sostener la toma: comida, abrigos, anafes y garrafas, entre muchas otras cosas. Algunas cajas llegaban con mensajes escritos que funcionaban como pequeños abrazos en paquete. En las primeras 72 horas, llegaron tantas donaciones como para sostener la toma durante 15 días. Esa cantidad no era porque sí, el mensaje era claro: los queremos ahí adentro, defendiendo lo que es de todxs.

Ese mismo viernes, comenzaron los talleres y charlas públicas. No queríamos vaciar nuestra universidad, más bien lo contrario. Queríamos llenarla de contenido, de gente, de amor y lucha. A nadie más que a nosotros nos desgarra el corazón ver los pasillos y pabellones vacíos, por eso hubo actividades todos los días. Talleres de soberanía nacional, economía, perspectiva de género y otros le dieron el relleno teórico y práctico a la toma. Nadie quería dejar de aprender, por eso el campus floreció de contenido. Los que caminamos los largos senderos ida y vuelta varias veces por día, veíamos de manera constante grupos de estudiantes, docentes y trabajadores dialogando e intercambiando ideas. Si eso no es la Educación Pública, ¿qué es entonces?

Uno de los primeros ejes que salió de la Asamblea que se realizaba todos los días en la UNRC fue que la lucha que libramos hoy es social. Si bien la toma englobaba el reclamo salarial de los trabajadores docentes y la defensa del presupuesto de Educación, como universitarios, pero, sobre todo, como seres sociales, no se nos podía escapar que ningún sector se salva solo. Las políticas neoliberales son para todxs, a la mayoría nos afecta y a unos pocos los beneficia. Entonces, esa mayoría afectada no puede aislarse en su reclamo, sino buscar la confluencia sectorial y la organización para disputar la batalla en la arena política.

Dirigentes sociales, sindicatos, organizaciones y trabajadores de diferentes sectores estuvieron presentes en las discusiones y propuestas que se plantearon durante la toma. Nadie quedó ajeno, por ejemplo, a las necesidades de las auxiliares escolares que cobran $4400 por mes o a los trabajadores de diferentes áreas del estado que fueron despedidos en los últimos 3 años. Nadie quedó ajeno al eje social. Después de la toma, nadie quedó ajeno y ya.

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(Imágenes: Micaela Miño)
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El domingo 2 de septiembre, el tercer día de toma, lo que era un rumor comenzó a tomar forma concreta. Un sector de la comunidad universitaria, conformado en gran medida por estudiantes y docentes de la Facultad de Agronomía y Veterinaria, comenzó a organizarse para intentar levantar la toma de la UNRC. No hacían asambleas, sino juntadas. No debatían, charlaban. Hacían de su supuesta posición anti-política una bandera, sin darse cuenta de que su postura era tan política como la nuestra. Ellxs querían volver a las aulas, cursar, rendir las materias que les faltaban o dar clases. Estaban direccionados por el “yo”. “Yo quiero volver a las aulas”, “yo quiero cursar”, “yo quiero rendir”, etc. Lo colectivo no formaba (ni forma) parte de su concepción de la vida. No entienden las acciones, sino parten de la individualidad. El neoliberalismo hecho carne. Los medios grandes de la ciudad fogoneaban la supuesta rivalidad entre los “toma” y los “anti-toma”, funcionaban de oxígeno para un fuego cada vez más grande: la ciudad casi no hablaba de otra cosa que no sea la toma. Los medios abrían una nueva grieta.

El lunes 3, una gran cantidad de estudiantes, docentes y ciudadanxs que no coincidían con la toma llegaron a la asamblea del día para plantear la discusión de la continuidad de la toma. La moción que iban a proponer era el levantamiento total de la medida. Lxs que estábamos adentro hacía 4 días, pero organizándonos de manera más contundente durante casi dos semanas, no queríamos bajo ningún aspecto abandonar la universidad porque considerábamos que no se había cumplido ni un sólo objetivo de los que nos habíamos propuesto. Sin embargo, también conocíamos (y defendíamos) el carácter democrático de la asamblea y si, por mayoría, la toma se levantaba, lo teníamos que aceptar y plantear un nuevo plan de lucha.

Cerca de las 18:00, comenzó a llegar la masa de personas al campus. Cientos de caras nuevas, que nunca las habíamos visto al lado nuestro en las calles. Caras frescas, sin ojeras, delatando el sueño tranquilo de 7 u 8 horas en sus camas. Caras ansiosas, que pensaban que era cuestión de llegar, tirar la moción, votar e irse a la comodidad de sus casas. El lugar elegido para desarrollar la asamblea fue el Anfiteatro Abierto San Martín, con la cara de Santiago Maldonado custodiándonos. Los recién llegados se ubicaron en la parte superior derecha y en los balcones que rodeaban al anfiteatro. El día anterior, se había programado que la banda Lotus Jem tocara 45 minutos antes de comenzar la asamblea, pero las ansias y cierta beligerancia en los cánticos de los más frescos obligó a que el recital se redujera a 20 minutos.

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(Imágenes: Micaela Miño)
Después de ciertas cuestiones de protocolo de la asamblea, se abrió el orden de la palabra para saber cómo continuábamos. En el anfiteatro, había más de 1500 personas. Desde el primer momento, la primer palabra quizás, los que se ubicaban en la parte superior no hacían otra cosa que cortar la exposición de quien estuviera en frente y pedir por la votación. No querían dar la discusión, no querían escuchar nuestros argumentos, pero aún peor: se notaba que lo que no querían era exponer sus argumentos flacos, débiles. No querían que quedara en evidencia que su lucha era individual, que no les importaba lo colectivo. No se animaban a decir que ellos solo querían volver a las aulas, esa capsula aislada de los problemas de calle o el barrio. Entonces, eso que intentaban ser sus argumentos no era otra cosa que valores o mandatos rancios, desvencijados. Decían que “estábamos haciendo política”. Sí, claro. Estudiar es hacer política. El presupuesto de las universidades es una decisión política. Lxs que no pueden acceder a la educación superior se ven limitados por decisiones políticas. Argumentaban que “querían volver a las aulas”. Nosotrxs también. Pero ellos querían volver para cumplir logros personales. Nosotrxs queremos volver con nuestros docentes con sueldo digno, las universidades con presupuesto justo y toda la sociedad con laburo y un plato de comida.

Un estudiante que no coincidía con la toma pasó a leer una especie de poema que había escrito. Lxs moderadores de la asamblea le explicaron que se estaba debatiendo una moción, que era el levantamiento o no de la toma, y, por lo tanto, la palabra solo podía utilizarse para argumentar sobre esa posición. El discurso o encadenamiento de palabras, mejor dicho, circuló por una infinidad de lugares comunes y metáforas sin sentido. “Te aseguro que juntos podemos sembrar muchas flores, luego regarlas y disfrutar juntos de un bello jardín”, decía. La respuesta de la siguiente oradora fue que nos faltaban 16 aulas en la UNRC por el recorte de 3 mil millones de pesos de marzo y se preguntaba qué íbamos a hacer frente a eso. Regar seguro que no, menos con la suba de los servicios que impulsa Mauricio Macri.

El debate duró casi 6 horas, hasta que llegó el momento de la votación. La Comisión de Comunicación fue la encargada de llevar adelante el proceso. Se hizo un gran círculo humano en la parte inferior del anfiteatro en donde ingresamos los que estábamos a favor de la toma. Luego, se hizo lo mismo con los que estaban en contra. Había veedores de diferentes posturas para asegurar la transparencia del proceso. El conteo fue lento, pero efectivo, se contó uno por uno de los que iban saliendo del círculo humano. Cerca de la 1 de la mañana, se conoció el resultado. 995 votos a favor de la toma, 213 en contra y 3 abstenciones. La alegría se apoderó de todxs nosotrxs. Cánticos, saltos, abrazos y besos con cualquiera que se cruzara en el camino, otrxs que revoleaban agua desde el escenario. Había ganado el proceso democrático. La toma había servido también para organizar y movilizar a un grupo que, por motu propio, no lo hubiera hecho.

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(Imágenes: Micaela Miño)
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Los días posteriores sirvieron para concretar y consolidar objetivos propuestos, sobre todo, el que hacía referencia a la confluencia en la lucha con diferentes sectores, y también para pensar cómo íbamos a levantar la toma y continuar con el plan de lucha.

Durante 9 días, sostuvimos un promedio de 400 personas por asamblea. La extensión de la toma hubiera implicado el debilitamiento de la asamblea y una cerrazón en nosotrxs mismos sin sentido. Las presiones de la prensa, rectorado y los grupos que no estaban de acuerdo con la toma eran cada vez mayores. Comenzaron a circular listas con nuestros nombres, los medios tergiversaban la información y los ánimos se caldeaban. Estábamos en un punto cúlmine de la toma y queríamos que la decisión de levantarla sea solo nuestra y de nadie más. Después de concretar algunas actividades junto a trabajadorxs de Río Cuarto, el día sábado 8, la asamblea decidió, por 319 a 205, el levantamiento de la medida. Sin embargo, y este es el dato más importante, por unanimidad se decidió la continuidad del plan de lucha. En los últimos días, estuvimos junto a trabajadores de ATE, de la educación y junto al Frente Sindical y Social para repudiar la visita de Mauricio Macri a Río Cuarto.

La toma de la UNRC fue un curso acelerado de política, comunicación y organización. No dejamos de aprender (y aprehender) en ningún momento. Trabajamos la solidaridad con lxs compañerxs que lo necesitaban en cada situación. Derramamos lágrimas, muchas, pero también soltamos muchas sonrisas y abrazos. Dejamos de lado las diferencias cuando lo necesitábamos y las expusimos cuando lo creímos conveniente para el desarrollo de la medida.

No sacralizamos la toma, no era el fin en sí mismo, solo la herramienta de aglutinamiento. Todas las herramientas sufren desgaste y hay que cambiarlas. Comprendimos que, de ahora en más, el instrumento más importante es la asamblea que nos junta a todxs y nos permite delinear las medidas futuras. Pero lo más importante es que se produjo un sujeto colectivo en lucha, consciente de la situación actual y dispuesto a dejar todo en la calle para la transformación de la realidad.

*Por Esteban Viu para La tinta / Imágenes: Micaela Miño.