Venezuela y la resistencia contra el Arco Minero del Orinoco. Extractivismo y post-extractivismo

El caso de Venezuela se refiere al nivel más alto alcanzado de lucha emancipatoria con Chávez, los límites que establece el estatismo como vía ya fracasada de cambio civilizatorio y el derrumbe encabezado por el madurismo, en la misma línea regresiva que el orteguismo en Nicaragua. Pero la batalla entre proyectos obsoletos dirigidos por la visión binaria y maniquea de derecha-izquierda no se refiere sólo a la la lucha de ideas y de la toma del poder, que ya está para el museo, sino que va más allá alcanzando temas como políticas públicas no estatales, autogobiernos y tecnologías en favor o en contra de la vida y la naturaleza.
Una sociedad post-extractivista es realizable cuando los ciudadanos entran en conciencia con una resistencia activa. Para citar un ejemplo, la puesta en marcha de una autonomía rebelde en los territorios zapatistas de Chiapas (México) es una de las más notables “utopías reales” en creación y recreación permanente de las últimas décadas, es una aventura singular por su carácter post-extractivista y post-capitalista. No hay una sola alternativa al extractivismo, no hay una sola alternativa a la minería y al petróleo. Hay que buscar, abrir caminos y empujar transiciones hacia un futuro fundamentado en la defensa y la realización plena de los derechos humanos y los de la Naturaleza.



Venezuela, agosto de 2018
Este es un material elaborado por la Plataforma contra el Arco Minero del Orinoco, junto con la colaboración del Centro de Estudios de la Realidad Latinoamericana (CER-Latinoamericana).
Equipo de la Plataforma contra el Arco Minero
Andrea Pacheco, Dorixa Monsalve, Anaís López, César Romero, Francisco Javier Velasco, Francisco Javier Ruiz, Aureliano Sánchez, Gloria Carucci, Emma Salazar, María Suárez Luque, Maribel García.
Diseño y diagramación Keyla Brando Contactos
@NoAlArcoMinero
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cerlatinoamericana@gmail.com
Plataforma contra el Arco Minero del Orinoco
La elaboración de esta publicación es una producción colectiva que surge de los debates entre los integrantes de la Plataforma contra el A.M.O.

ÍNDICE
6 Editorial
12 La Amazonía acercándose a su punto de no retorno
14 Deforestación en la Amazonía Venezolana
15 Minería en el Amazonas
16 Auge de la Minería Ilegal en la Amazonía
16 Minería Ilegal en Venezuela
17 La Gran Bulla del Arco Minero del Orinoco
20 La Amazonía “como Valor Refugio”
26 Pequeño Minero: Víctima del Arco Minero y el Extractivismo
26 1. Cultura y Economía Minera
28 2. Expansión de la minería a pequeña escala y sus impactos
30 3. Pranato Minero, Complicidades y Nuevas Configuraciones del Estado
32 3.1 El Pranato y el Estado
40 Guayana: Del Mito del Dorado a la Falacia de la Cultura Minera Primera Parte: Siglos XVI y XVII. Guayana antes del contacto y la instauración del mito
40 Caracterización General del Escudo Guayanés
41 Guayana en el Período Prehispánico y los Primeros Contactos
43 Siglos XVI y XVII: Exploraciones Fallidas
46 CAMIMPEG: las Fuerzas Armadas y Arco Minero del Orinoco Proceso de ideologización de las FANB
46 Proceso de ideologización de las FANB
47 Las Fuerzas Armadas durante el Gobierno de Maduro
48 El “Motor Militar”
49 Los Militares y la Economía
49 CAMIMPEG, una Empresa sin Control
50 Las Mil y Un Actividades Económicas de la CAMIMPEG
51 A modo de conclusión
54 Poblaciones Indígenas de Bolívar, Amazonas y Delta Amacuro en Emergencia Sanitaria
58 Hacia un horizonte Post-Extractivista: Esbozo de un sendero para salir del laberinto Petro-Minero en Venezuela

Aquí sólo vamos a publicas el último artículo sobre el horizonte post-extractivista.
El texto completo puede verlo en: https://www.aporrea.org/media/2018/09/amo4_1.pdf

HACIA UN HORIZONTE POST-EXTRACTIVISTA: ESBOZO DE UN SENDERO PARA SALIR DEL LABERINTO PETRO-MINERO EN VENEZUELA

Francisco Javier Velasco Páez

En la lucha contra el extractivismo, sistema de desposesión, predador de naturaleza, territorios y pueblos, es necesario interrogarnos sobre las opciones de sociedad que tal confrontación involucra. Cada vez somos más numerosos quienes creemos que, ante el posible colapso del orden imperante que podría conducir a un incremento demencial de la barbarie que ya impera, una sociedad y una economía post-extractivista (y también post-capitalista) es, no solamente posible, sino altamente deseable. El hambre, la desnutrición, el crecimiento exponencial de las desigualdades, el cambio climático, la feroz destrucción de la biodiversidad, las migraciones forzadas y la violencia desatada contra comunidades y pueblos enteros nos hablan de un mundo cargado de una crueldad abominable en el que el extractivismo desempeña un papel fundamental. No obstante, la otra cara de la moneda nos muestra un escenario de resistencias activas y pasivas cada vez más numerosas y extendidas. En ese entorno general la nación venezolana se debate en medio de una crisis estructural sin precedentes en su historia, en la que el modelo societal configurado casi por completo en torno a la explotación petrolera muestra estridentes signos de agotamiento e inviabilidad.

La urgencia de un cambio de rumbo no refiere exclusivamente a un cambio de gabinete o de gobierno, como lo pregonan ciertos actores políticos del momento. Supone ir mucho más allá. Implica un necesario cuestionamiento de la lógica de nuestras necesidades y la manera de satisfacerlas, de nuestra dependencia con respecto a los hábitos y objetos de la vida cotidiana, y nuestros márgenes de autonomía individual y colectiva, de nuestras relaciones con el mundo natural, despejando el camino hacia el trazado de escenarios en los que puedan emerger modos de vida alternos más estables y amables. Ciertamente en un contexto de aguda crisis como en el que nos ha tocado ubicarnos en el presente y bajo la influencia de un poderoso imaginario desarrollista-rentista-consumista, no resulta fácil la aceptación del discurso de lo alterno. La búsqueda de mayores ingresos y el corto plazo tienden a desplazar cualquier consideración relativa a los límites ecológicos, la salud, la convivialidad y el destino de las futuras generaciones. Pero los plazos no dan para más, los procesos destructivos desencadenados se aceleran y se acercan a peligrosos umbrales de no retorno.

Conviene proponer pues transformaciones deseables, informar al mayor número posible de ciudadanos sobre los costos y sacrificios reales del sistema extractivista, y, en paralelo, construir transicionalmente las alternativas que demuestren la viabilidad y conveniencia del post-extractivismo, la posibili-
dad de vivir mejor en términos éticos, sociales, materiales y ecológicos.
En este sentido resulta imprescindible tomar el porvenir en nuestras manos y conformar democráticamente un plan de salvación nacional en que el pueblo venga al rescate del pueblo. Esa labor requiere de la convergencia de una diversidad epistemológica y una pluralidad metodológica que pueda ser asumida por un amplio espectro de actores sociales que comprenda movimientos indígenas, campesinos, ecologistas, colectivos de mujeres, organizaciones estudiantiles, grupos de defensa de los derechos humanos, sectores medios, intelectuales, pequeños y medianos empresarios, trabajadores urbanos, entre otros, conectados en redes que abarquen desde comunidades aisladas hasta regiones enteras y que inclusive se vinculen con redes y movimientos internacionales. Esos grupos y sectores diversos y unidos pueden demostrar que una sociedad post-extractivista es realizable cuando los ciudadanos entran en conciencia con una resistencia activa. Para citar un ejemplo, la puesta en marcha de una autonomía rebelde en los territorios zapatistas de Chiapas (México) es una de las más notables “utopías reales” en creación y recreación permanente de las últimas décadas, es una aventura singular por su carácter post-extractivista y post-capitalista. No hay una sola alternativa al extractivismo, no hay una sola alternativa a la minería y al petróleo. Hay que buscar, abrir caminos y empujar transiciones hacia un futuro fundamentado en la defensa y la realización plena de los derechos humanos y los de la Naturaleza. Entendiendo que razones de espacio y tiempo no nos permiten presentar una lista exhaustiva de acciones y emprendimientos, nos limitaremos a proponer algunas que consideramos esenciales.
Una primera tarea a realizar es el impulso a un amplio debate nacional centrado en las múltiples concepciones de bienestar que existen. A través de un conjunto de iniciativas de orden intercultural, educativo, comunicacional y político, este debate debe conducir en el mediano y el largo plazo a la deconstrucción dialógica y al cambio de los imaginarios desarrollistas y extractivistas/rentistas, así como a entender que hay maneras diversas de vivir en este planeta.
En el ámbito social se impone prioritariamente la restauración y el fortalecimiento de los derechos democráticos perdidos o debilitados ante el avance del extractivismo. Ello involucra a la constitución, leyes y normativas que garantizan la consulta previa, la discusión, el control y el acompañamiento participativo de los diagnósticos, proyectos y megaproyectos, el acceso sin restricciones a la información, el reconocimiento a los derechos ancestrales, sociales, laborales, políticos y ambientales. A esto se agrega la recuperación de la soberanía nacional en los territorios sometidos a explotaciones extractivas por parte de corporaciones transnacionales que actúan allí discrecionalmente, desconociendo las disposiciones constitucionales y jurídicas que aplican para el conjunto del territorio venezolano.

En el campo financiero es indispensable comenzar con una auditoría ciudadana de la deuda para saber quienes pagan los impuestos, en qué proporción y que se ha hecho con el dinero de los contribuyentes. Una vez determinada, la parte ilegítima no deberá ser pagada jamás. Una auditoría puede ser justa y eficaz en la medida en que los paraísos fiscales y judiciales se puedan bloquear o sean forzados a hacerse inoperantes; el logro de este objetivo requiere de la conformación de alianzas a lo interno y externo. Se trata de dos combaHacia un horizonte Post-Extractivista: Esbozo de un sendero para salir del laberinto Petro-Minero en Venezuela tes primordiales que se complementan con una reforma tributaria, el establecimiento de impuestos graduales a las sobreganancias y el cobro de regalías a las actividades extractivas que dañan el patrimonio nacional. Igualmente debe procederse a reordenar las finanzas y los gastos públicos, repatriar capitales y penalizar severamente la corrupción. Las ganancias extraordinarias deben canalizarse en gran medida a las inversiones socioproductivas y a la restauración ecológica allí donde sea posible.
Con proyección hacia el mediano plazo proponemos un proceso de reequilibrio y reparto equitativo de la riqueza mediante la asignación de rentas máxima y básica de ciudadanía, y un control fiscal sobre los capitales y las materias extraídas de la Naturaleza. Igualmente planteamos que se cree un conjunto de disposiciones destinadas al sector de las finanzas que imposibiliten las inversiones públicas o privadas de capital en actividades que resulten nocivas en términos ecológicos, sociales y de salud. Una medida que conviene también incorporar aquí para efectos de un ahorro substancial de recursos económicos, es la cesación de subsidios estatales para la construcción y el mantenimiento de obras de infraestructura requeridas por los proyectos extractivistas, así como la provisión de grandes cantidades de energía (fósil, termoeléctrica, hidroeléctrica, etc.) a precios bajos.
Para el campo de la macroeconomía debe adelantarse una redefinición de sus encuadres a partir de una perspectiva de economía ecológica que entiende al proceso económico como una actividad centrada en la utilización de los ecosistemas y no como una actividad que sólo utiliza de manera aislada sus recursos, que considera que gran parte del patrimonio natural no es substituible por el capital de origen humano, asume la actividad económica como un proceso de coevolución, enfatiza los conflictos distributivos inter e intra-generacionales y reconoce que la racionalidad económica y la racionalidad ecológicas, por sí solas, son insuficientes para llegar a decisiones correctas sobre los problemas ecológicos y económicos; en contrapartida propone: una economía politizada en la cual las decisiones sobre los límites ecológicos de la economía, estén basados en debates científico-políticos de carácter democrático. En virtud de ello se proponen indicadores ecológicos que trascienden la hegemonía convencional del PIB, indicadores de orden biofísico relativos, entre otros aspectos, a -la imposibilidad de generar más residuos de los que puede tolerar la capacidad de asimilación de los ecosistemas; -la imposibilidad de extraer de los sistemas biológicos, más de lo que puede ser considerado como su rendimiento sustentable o renovable, el costo energético para conseguir energía, la desertificación y pérdida de las tierras, la disponibilidad de agua, etc. Estos indicadores pueden combinarse con indicadores de bienestar específicos para las realidades locales, regionales y nacionales, definidos en discusiones e intercambios democráticos. Como marco de referencia pueden adoptarse múltiples valoraciones que no se restrinjan a la arbitrariedad de la valoración monetaria y reconozcan la inconmensurabilidad del ambiente y de otros valores no comercializables como la vida humana, la comunidad, la cultura, etc.
En lo que atañe a los precios de las materias primas que se obtienen de las actividades extractivas, se hace necesario incorporar a los mismos costos sociales y ecológicos, tales como la contaminación, la deforestación, la desertización y otros impactos ambientales que se generan, los daños a la salud humana, las perturbaciones en el tejido social, etc. La visibilización de esos costos tenderá a aumentar los precios y a desestimular los proyectos extractivistas por razones de rentabilidad.

Con una perspectiva de mediano y largo plazo es importante iniciar una reordenación territorial orientada por una visión ecorregional de acuerdo a la cual las ciudades y demás centros poblados se arraiguen en sus contextos particulares teniendo en cuenta las especificidades geográficas, ecológicas, socioculturales y socioproductivas, conformando así un sistema de complementariedades y reciprocidades endógenas que van de lo local a lo nacional. Esta transición hacia una nueva configuración del territorio se acompañaría de procesos de reconversión, diversificación y reubicación industrial y productiva que adopte también criterios ecorregionales, con una incorporación progresiva de tecnologías a escala humana apropiadas desde los puntos de vista social y ecológico. Adicionalmente resulta de sumo interés colectivo emprender el paso gradual de la matriz energética focalizada en el petróleo y demás combustibles fósiles hacia fuentes energéticas alternas, limpias y renovables. En paralelo debe reestructurarse y diversificarse el sistema de movilidad en un tránsito hacia alternativas sostenibles que implique la reducción paulatina del uso de los automóviles privados, el fomento y mejoramiento del transporte público masivo e intermodal y el no motorizado (con programas de generalización del uso de la bicicleta y la promoción de los desplazamientos a pie). En el preámbulo de esta sucesión pueden activarse distintos protocolos tales como: la prohibición de la circulación en el centro de la ciudad a los ciudadanos no residentes a excepción de vehículos eléctricos, de carga y transporte público, y la restricción dentro de las ciudades al paso de vehículos diesel que no dispongan de un etiquetado ambiental distribuido por una alianza comunitaria e institucional.

El sector agroalimentario es un medio importante de resiliencia, tiene un carácter estratégico para la sobrevivencia de la sociedad y la conformación de una base para otras actividades productivas. Teniendo en cuenta igualmente que Venezuela debe responder a los desafíos que plantea la crisis estructural que confronta actualmente (que incluye una profunda dependencia y una extendida penuria alimentaria), la eventual rarificación del petróleo, el cambio climático en curso y la búsqueda de nuevas formas de sobriedad y autonomía, es ineludible la revigorización y la reestructuración agrícola con un audaz programa de transición agroecológica que se distancie del monocultivo y abandone de manera paulatina el uso de agrotóxicos, que se articule en torno a una soberanía agroalimentaria escalonada local, regional y nacionalmente. Este propósito resulta altamente conveniente por sus virtudes ambientales, porque garantiza un abastecimiento endógeno, sano y diverso, y por el hecho de que permite ahorrar un enorme volumen de divisas actualmente obtenidas de las actividades económicas extractivas. La ganadería, la forestería ecológica y la silvicultura generan proporcional-
Hacia un horizonte Post-Extractivista: Esbozo de un sendero para salir del laberinto Petro-Minero en Venezuela
mente más empleos que el sector extractivo y representan un aporte considerable para erradicar la desnutrición. Cuando operan siguiendo patrones ecológicos pueden ser indefinidamente sostenibles. Otras opciones para promover formas de trabajo y empleo pueden enfocarse en el cuidado y la recuperación de los ecosistemas, la preservación y el manejo del agua, la educación ambiental, la alimentación y la solidaridad social. agroecología, la artesanía, la acuicultura sostenible, la PYME, la restauración ecológica y la vigilancia ambiental, entre otras opciones económicas, sin estatismo ni privatización extremas, promoviendo formas alternas de propiedad. La población indígena debe también ser objeto de una atención intercultural preferente, particularmente en materia de salud, alimentación, demarcación de tierras, reconocimiento a
Las actividades de extracción tienen que mantenerse fuera de los límites de zonas vulnerables a sus impactos por sus condiciones ecológicas y socioculturales, su puesta en marcha debe ser consultada con la población y estar condicionada a los resultados de evaluaciones de impacto previas. En este sentido deben aplicarse las normas, regulaciones y leyes contempladas por la constitución y el marco jurídico. El proceso de transición debe impulsar el decrecimiento continuo por fases hasta que se logre la reducción de la extracción a aquellos materiales que son plenamente indispensables.
sus derechos ancestrales y revitalización étnica. Por último, la transición hacia el post-extractivismo requiere de la concertación de acciones solidarias transfronterizas e internacionales para mantener y recuperar los equilibrios socio-ambientales y detener la devastación ecológica con impactos de largo alcance territorial generados por el extractivismo en ecorregiones y ecosistemas compartidos.
La desaparición del extractivismo, en tanto que masiva apropiación de la Naturaleza por parte del capital global, es un asunto perentorio. Como vemos, la creación de alternativas al extractivismo en la Venezuela petrolera y minera implica transformaciones, nuevas perspectivas y nuevos retos

Cuando se trate de localidades y territorios que ya no pueden esperar debido al grado de severidad de los impactos experimentados, se deben poner en práctica medidas de emergencia que contemplen el cese de actividades extractivas y la atención prioritaria a sus pobladores. Dadas sus graves implicaciones en el plano ecológico, de salud, económico, cultural, político, de soberanía, de seguridad y ético, la creación de la Zona de Desarrollo Especial Arco Minero del Orinoco debe ser revertida y su decreto de creación derogado de manera inmediata. Al mismo tiempo debe procederse a la reconversión gradual, participativa y cuidadosamente planificada de la población minera de la zona hacia el ecoturismo, la que se plantean desde los diversos ámbitos de la vida. No es una tarea fácil, se trata más bien de un proceso complejo que requiere de la construcción de viabilidades sociales y políticas, y un horizonte común. El contexto es ciertamente adverso, pero la urgencia, la inspiración que proporcionan las resistencias y, en última instancia, la tenacidad popular, pueden superar los impedimentos. Ya liberados del aturdimiento y la saturación producidos por la reciente vocinglería electorera, los venezolanos y las venezolanas debemos dirigir nuestras reflexiones y esfuerzos, entre otras cuestiones fundamentales, al establecimiento de ese nuevo país post-extractivista.

Francisco Javier Velasco. Antropólogo. Doctor en Sociología (Universidad de Quebec, Canada) y Doctor en Estudios del Desarrollo (CENDES, UCV). Miembro del Observatorio de Ecología Política y activista de la Plataforma contra el Arco Minero.

Referencias
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8. Recurso de nulidad por ilegalidad e inconstitucionalidad con solicitud de medida cautelar del acto administrativo general contenido en el Decreto Nro. 2.248, de fecha 24 de febrero de 2016, publicado en el Nro. 40.855 de la Gaceta Oficial de la República Bolivariana de Venezuela el 24 de febrero de 2016, mediante el cual se crea la Zona de Desarrollo Estratégico Nacional “Arco Minero del Orinoco”. Disponible en: https://app.box.com/s/js8sx6zio1p3jtzjklvlmwu14bgs1o7h
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10. Velasco, F.J. (2017). “Crisis Civilizatoria, crisis ecológica global y destrucción de los bienes comunes”. Pensar la ciudad. Realidades, procesos y utopías. CELARG, Caracas, Mayo 2014. Newton Rausseo y Pedro Sanz (compiladores). Fundación Editorial El Perro y La Rana, Caracas, pp. 265 a 300. Disponible en: http://www.elperroylarana.gob.ve/wp-content/uploads/2017/07/pensar_la_ciudad.pdf
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