Gramatología del acontecimiento
Raúl Prada Alcoreza
Índice:
Desplazamientos
Geología de la simultaneidad
La corriente de la historia reciente
El Estado, institución corrosiva de la sociedad
Las relaciones de dominación clientelares
El acontecimiento Brasil
El acontecimiento novela
Geografía emancipadora versus geopolítica
La agonía de la noche
Acontecimiento y narración
Luz en el túnel
El capitalismo moral de la burguesía sindical
Sistema-región capitalista
El capitalismo multicolor, camaleón
Geopolítica de captura de los ciclos vitales
Capitalismo camaleón
Estos relatos humanos son apenas consuelos momentáneos
Pues el mito es incapaz de vencer esta contienda cruenta
Entre el azar y la necesidad
Es mejor regocijarse de este entusiasmo cósmico
Esparcido desde el accidental estallido de afecto
De las partículas virtuales
Amar como ese primer amor
Sin buscar explicar abstractamente este nacimiento emotivo
Intrépido, improbable, imposible
Encerrando el infinito inacabado
En la resonancia inútil de las teorías
Es mejor comprender intuitivamente
Se trata de la fuerza desbordante
De los descomunales enardecimientos incontrolables
De las partículas virtuales
Haciendo crujir su nada
Diseminando sus restos
En universos, constelaciones
Agujeros negros
Sebastiano Monada/ Andrógina Patria-Matria
Desplazamientos
Hemos titulado a este ensayo Gramatología del acontecimiento por varias razones. Primero, por la escritura, entonces por lo que nos recuerda el estudio de la escritura, lo que llamó Jacques Derrida De la gramatología[1]. Segundo, por ese desplazamiento epistemológico que se muestra y se nombra como acontecimiento, abandonando definitivamente todo referente externo, señalado por la mirada de alguna interioridad. No hay exterioridad ni interioridad. Por otra parte, el acontecimiento es devenir, no puede ser sino devenir, además de comprenderse como multiplicidad de singularidades, tal como lo configuraron Gilles Deleuze y Félix Guattari[2]. Tercero, consideramos que, para interpretar, desde la perspectiva de la simultaneidad de la historia reciente, es menester experimentar desplazamientos, dejando las certezas heredadas, que no son otra cosa que prejuicios bien elaborados. Cuarto, al contar con las experiencias sociales, las memorias sociales, cuyo substrato son las percepciones sociales, de las sociedades, comunidades y colectivos del quinto continente, Abya Yala, al vernos en la actualización de estas experiencias, memorias y percepciones, además enfocadas desde la singularidad interpretativa de un activista, nos vemos empujados a interpretar la constelación de singularidades de este continente. Lo hacemos también como un acto de descolonización, entendiendo la descolonización como desmontaje de mecanismos e inscripciones de dominación, no como creen los sacerdotes de la de-colonialidad, separando una parte del todo, aunque sea esta parte la inmensidad geográfica del sud. Sacerdotes, que, además prohíben citar, nombrar, recurrir, retomar a teóricos o teorías que provengan del “occidente”, como si los mismos de-coloniales y sus teorías no lo fueran. Esta es una muestra patética de una reducción dogmática del emancipador sentido de la descolonización.
Diremos, con Jacques Rancière, que la parte es el todo[3], mucho más aún, cuando esta parte es el pueblo, hablando en plural, son los pueblos colonizados, que, en acto supremo de subversión, blandiendo el pre-juicio de la igualdad, la democracia como acción política, asumen la representación del todo. El pueblo o los pueblos no renuncian a asumir la totalidad, no tiran por la borda parte de esa totalidad; es su herencia, de la que harán uso crítico, recordando a Hugo Zemelman Merino[4]. Hacerlo es cercenarse, como acto de extirpación, que no es otra cosa que la manifestación masoquista de la culpa. Por lo tanto, profundamente cristiano; no hay más gesto colonial que este acto de castigo. Los pueblos libres no tienen consciencia culpable, no se mueven por el resentimiento, son alegres y espontáneos, viven intensamente lo propio, sus experiencias singulares a partir de la apertura de las percepciones corporales. Crean e inventan, retomando sus tradiciones, culturas, lenguajes, tejiendo nuevamente, retomando los hilos al alcance, hilos que atraviesan el mundo, que inventan tramas, evocación de tropos, en la estética de pueblos musicales y rítmicos, que juegan a inventar mundos, negándose a anclarse en alguno, menos en el impuesto por el poder, tampoco en el mundo partido que quieren imponer los monjes de las nuevas verdades, que se parecen demasiado a las viejas verdades.
El ensayo Gramatología del acontecimiento comienza con una reflexión sobre la historia reciente, reflexión que se sitúa en los contextos de las teorías de la complejidad, además de buscar pensar desde el tejido del espacio-tiempo, dejando los absolutos modernos del tiempo y del espacio; en este perspectiva, tratar de pensar desde el enfoque móvil de la simultaneidad dinámica.
Después se incursiona en otras vetas de la historia reciente; una muy importante, que tiene que ver con uno de los fetiches del poder, el Estado. Esta institución imaginaria de la sociedad es interpelada a partir de las experiencias rebeldes de los pueblos indígenas, afrodescendientes y mestizos del continente de Abya Yala. La crítica se sitúa en el efecto corrosivo del Estado en la sociedad. El capítulo que acompaña a esta crítica es el análisis y debate sobre una de las formas de la dominación, aquella que se basa en relaciones afectivas y tiene como símbolo corporal el cuerpo del caudillo; hablamos de las relaciones de dominación clientelares, sostén de las políticas populistas.
Los siguientes capítulos se abocan a buscar huellas, marcas, inscripciones, recorridos, en las territorialidades de un subcontinente dentro del continente, que denominamos, en la perspectiva de los desplazamientos, Acontecimiento Brasil. Las búsquedas auscultan tanto las investigaciones de la historia reciente, de investigadores y activistas de la historia reciente, de sus aportes lúcidos y minuciosos, así como también se amamantan de las narrativas apasionadas de la novela. Esta combinación de recursos narrativos, de composiciones de escritura diferentes y hasta disimiles, sobre todo porque consolidan las percepciones de distinta manera, no solo se propone una interpretación multidisciplinar, como lo hacen las teorías de la complejidad, sino encaminarse a interpretaciones que reintegren los espesores de la percepción.
Los últimos capítulos se trasladan al debate más actual, a la defensa de la vida. Parten de la interpelación a las formas cambiantes del capitalismo, sobre todo a aquellas que responden a los diagramas de poder de la simulación y del control, particularmente, la crítica se concentra en el capitalismo que se propone capturar los ciclos vitales.
Una última anotación, otra vez sobre la escritura. Esta inscripción, esta huella, esta hendidura, que hace memoria, es también un acontecimiento; esta vez acontecimiento de la pre-narrativa de las marcas, de las sensaciones, por lo tanto de las conexiones de los cuerpos con los universos que inventan.
Geología de la simultaneidad
La corriente de la historia reciente
Dedicado a Silvia Rivera Cusicanqui, a Luis Tapia Mealla, a Raquel Gutiérrez Aguilar, a Rosario Aquim Chávez, a Hugo Rodas, a Raúl Zibechi, a Maristella Svampa, a Alberto Acosta y a Francisco de Oliveira. A quienes admiro y respeto.
Historia y presente
¿Hay tiempo o sólo es una representación? ¿Se trata de la experiencia del transcurrir o de otra clase de experiencia? ¿O, mas bien, es como una sensación producida por la memoria? Comencemos, primero, con estas preguntas, antes de adentrarnos a hablar de la secuencia pasado, presente y futuro; es decir, antes de referirnos a esa secuencia que llamamos tiempo. ¿Hay tiempo o sólo hay movimiento? Alguien puede preguntar: ¿Cómo puede haber movimiento si no hay tiempo? ¿Es qué el movimiento requiere tiempo? Si asumimos que el movimiento es traslado en el espacio-tiempo, donde ya no se trata de tiempo, en su aislada secuencia, sino de curvatura, si se quiere, de plegamiento; en otras palabras, de una conjunción, de una composición, de una complejidad, dada a la razón desde la experiencia de la percepción, conjunción que no aparece ni como espacio absoluto ni como tiempo absoluto, sino como una mezcla, como un tejido, que convierten a lo que nombramos en algo tan diferente al espacio y al tiempo. Tampoco es una correlación y una co-determinación entre dos entidades, que no existen.
Si asumimos que el espacio-tiempo es un fenómeno gravitatorio, precisamente porque se curva, ¿qué pasa cuando no hay gravitación o, mejor dicho, cuando la gravitación es una fuerza en su mínima expresión? ¿El espacio-tiempo también llega a su mínima expresión? ¿Esta mínima expresión es la diseminación? ¿Otra vez la nada? La nada aparece de dos maneras; cuando se da, teóricamente, una infinita gravitación, es decir, el agujero negro; cuando no se da, teóricamente, ninguna gravitación, cuando ésta desaparece. ¿El espacio-tiempo se concentra y se dispersa entre dos nadas? Como entre dos polos; uno, de gravitación infinita, de atracción total; el otro, de ninguna gravitación, de ninguna atracción, sin embargo, como jalando a la dispersión y diseminación absoluta. Bajo esta hipótesis interpretativa, usada como imagen teórica, como orientación figurativa, el espacio-tiempo corresponde a los movimientos curvos, quizás cíclicos, múltiples, plurales, de las variadas conformaciones físicas, de acuerdo a sus masas y dinámicas, conformaciones de galaxias, constelaciones, estrellas, sistemas, en constante agitación.
Lo que hay es movimiento, no tiempo, que es, mas bien, una representación racional, lineal, de una experiencia, a la que no llega a interpretar la razón abstracta. Movimiento curvo, cíclico, movimiento continuo, despliegue constante, simultáneo, de la materia y la energía. El movimiento continuo no tiene instante, no tiene pasado, presente ni futuro, no tiene tiempo. No es que sea eterno, la otra idea de la estática, sino que sus dinámicas, incluso, si se quiere, su génesis, usando esta palabra tan comprometedora, se tienen que comprender de otra manera, no como secuencia, sino como simultaneidad.
Considerando esta hipótesis interpretativa, vemos que la historia, como saber, como ciencia de los documentos, de las fuentes, de los registros, de los testimonios, incluso de los monumentos, ha sido construida a partir de la idea de tiempo. Se trata de una ciencia apegada al tiempo; ha convertido la historia, el pasado, como tiempo dado; en términos científicos, tiempo registrado. Entonces la interpretación histórica se construye ordenando las fuentes, los documentos, los registros, de una manera secuencial. La historia pertenece a la episteme del tiempo, lo que Michel Foucault llamaba la episteme historicista (siglos XIX-XX). ¿Desde la perspectiva de la hipótesis interpretativa del movimiento del espacio-tiempo curvo, podemos seguir hablando de historia, podemos seguir construyendo la representación de la memoria social desde el paradigma racional abstracto del tiempo? Vamos a tratar de responder a esta pregunta evaluando las tesis de la corriente de historia reciente.
Historia del presente
Uno de los conceptos que aporta la historia reciente es el de presente extendido. Con este concepto el instante se dilata, ciertamente lo que se entiende como presente se dilata, así como lo que se pueda entender por coyuntura. Se habla de una historia de un tiempo coetáneo como historia vivida[5].
Cuando comprendemos que es imposible concebir el instante como punto sin tiempo, así como sólo se puede representar abstractamente el punto geométrico sin dimensiones; este punto no existe. Sólo es una abstracción matemática. En términos existenciales todo punto es una dilatación, por más mínima que sea. En lo que respecta al instante, éste no es más que una representación abstracta; el instante, como punto sin tiempo, como presente fugaz, no existe. La experiencia da cuenta de un constante desplazamiento. Si recurriéramos a una figura, deberíamos imaginar un viaje; esto es, un movimiento. Un movimiento, obviamente, no se reduce al instante, así como se han imaginado los partidarios de esta representación o, si se quiere de esta intuición; quienes se imaginan el movimiento como una línea conformada por instantes. Esto es una representación geométrica, al estilo euclidiano. El movimiento no sería posible de esta forma. El movimiento es un desplazamiento sin instantes, a no ser que los instantes se piensen como dilataciones, lo que los convierte en fragmentos del desplazamiento continuo. El movimiento no se forma por estos fragmentos, por la suma de estos fragmentos, por su articulación. Son los fragmentos los que pueden concebirse como recortes del desplazamiento y del movimiento, recortes abstractos, por cierto. En realidad, si podemos hablar así, el movimiento y el desplazamiento son continuos, en contextos y espesores de movimientos y desplazamientos continuos. Todo el universo se mueve. No hay instante sino una constelación de movimientos y desplazamientos. Esta constelación no puede reducirse a la representación del tiempo, tanto en su versión de instante como en su versión de duración. Estamos dentro del universo.
Narrativa del universo
Se concibe el universo como la totalidad del espacio-tiempo, como la totalidad de todas las formas de la materia, la energía y el impulso, las leyes y constantes físicas que las rigen. El concepto de universo también adquiere otros sentidos globales, un tanto diferentes; se alude, por ejemplo, a conceptos como cosmos, mundo o naturaleza.
En relación al tamaño del universo, observaciones recientes han indicado que el universo está en expansión acelerada. Así mismo se sabe que la mayor parte de la materia y la energía en el universo corresponde a las denominadas materia oscura y energía oscura; en cambio, la materia ordinaria (barionica), solo representaría algo más del cinco por ciento del total.
Respecto a la formación del universo, la hipótesis más adecuada parece ser la del belga Georges Henri Joseph Édouard Lemaître, quien, a partir de las ecuaciones de Albert Einstein, concluye que el universo no es estacionario; al contrario, tiene un origen. Este origen supuesto es figurado en el modelo del Big Bang, teoría que describe la expansión del espacio-tiempo a partir de una singularidad espaciotemporal. Desde este momento, el universo se transformó rápidamente, en el periodo llamado de inflación cósmica, en el cual desaparecieron las supuestas irregularidades iniciales. Desde este momento inicial el universo se expandió, pasó de la convulsionada inestabilidad a una situación, que podría llamarse, estable; del inconmensurable calor se pasó a temperaturas bajas, de desmesuradas densidades se pasó a menores densidades. Estas variaciones menores, en lo que corresponde a la distribución de la masa, dio lugar a la segregación fractal en porciones, que se encuentran en el universo actual como cúmulos de galaxias.
Las teorías contemporáneas, al suponer un origen también conjeturan un final. Las investigaciones actuales parecen apoyar las teorías de la expansión permanente del universo, Big Freeze o Big Rip, Gran Desgarro; teorías que pronostican que la expansión misma del espacio-tiempo llegará a un punto en que los átomos mismos se separarán en partículas subatómicas. Sin embargo, esta no es la única conjetura plausible. Se vislumbran otros futuros probables; por ejemplo, se especula que la materia oscura podría ejercer la fuerza de gravedad suficiente como para detener la expansión; por lo tanto, hacer que toda la materia se comprima nuevamente. A esta tesis los científicos la denominan el Big Crunch o la Gran Implosión[6].
Estamos dentro de este acontecimiento, formamos parte del mismo. Una fabulosa simultaneidad plural y múltiple sincroniza todos los movimientos dispersos. Este acontecimiento existencial no puede expresarse ni como duración, ni como instante; estas representaciones son reductivas y abstractas, respecto a la complejidad desafiante de los proliferantes desplazamientos, movimientos, transformaciones, concurrentes. Complejidad en la que nos encontramos inmersos. Esta complejidad de desplazamientos y movimientos, no es ni duración, es decir, tiempo, ni instante, desaparición del tiempo; es simultaneidad compleja de desplazamientos y movimientos diversos, de transformaciones y dinámicas diversas. Integrándose, paradójicamente, como en una permanencia consistente y en cambios permanentes. Somos como síntesis de estas simultaneidades, de estas dinámicas micros y de estas dinámicas macros, de estas composiciones infinitesimales y de estas composiciones cósmicas. No es tiempo pues lo que representa y conmensura este acontecer. Lo que explica la fabulosa simultaneidad es la fuerza de la gravitación, sus distintas formas, las integraciones y articulaciones de la materia y la energía, los plegamientos y circulaciones. Estamos ante fenómenos de las densidades de la existencia, ante la fenomenología de la densidad de la existencia. Existencia pensada no como presencia, sino como dinámica, es decir, energía, en constante despliegue y transformación; en otras palabras, como vida. Fenómeno existencial que también se manifiesta como curvatura paradójica; curvatura que a la vez nos retorna y a la vez nos aleja. No es tiempo, es memoria, pero, también olvido. Es fijación de la información, pero, también selección; es experiencia, pero también, invención. Es regularidad de movimientos, pero también, desplazamientos, desregularización, invención de lo nuevo.
La simultaneidad no es tiempo, tampoco es estática, quietud. La simultaneidad es dinámica, mejor dicho, conglomerados de dinámicas, dadas como en el mismo sitio, en la misma situación; sin embargo, sitio y situación que cambian, se transforman; nunca son las mismas. Aunque parezca tautológico, lo diremos: El acontecer del acontecimiento acontece en el mismo acontecimiento. El acontecer es producto de su propia invención; de la propia invención del acontecimiento. El universo es una invención de la explosión inicial, del Big Bang. Esta explosión inicial continúa en nosotros, en esta simultaneidad, que nombraremos, provisionalmente, contemporánea.
Recordemos la intuición de Friedrich Nietzsche: El eterno retorno de lo mismo; pero, lo mismo, paradójicamente, como diferencia, en su diferenciación constante. Esto de retorno es ciclo, es curvatura; esto de retornar es memoria y regularidad. Sin embargo, no es lo mismo como eternidad estática, sino lo mismo como diferenciación; esto quiere decir que son las condiciones iniciales las que cambiaron, las que transformaron el universo. No es tiempo, son ciclos; que no pueden vislumbrarse a partir de cada ciclo singular, menos desde la perspectiva de la singularidad que efectúa el ciclo. El ciclo mismo es una estructura, si se puede hablar así; es una composición, un sistema. No puede concebirse el ciclo a partir de lo que circula, sino a partir de toda la composición estructural del ciclo; el centro, la órbita, lo que órbita, la relación respecto a lo que se orbita, el espacio-tiempo donde se orbita, las otras órbitas; todo lo que entra en juego, las fuerzas, las energías, la gravitación estructural, que cohesiona, por así decirlo, esta composición cíclica.
La simultaneidad es una composición integradora y articuladora de fenómenos, de procesos, de aconteceres, de movimientos, de desplazamientos, de fuerzas y energías. Es esta complejidad la que debe ser pensada; no escapar de la complejidad, reduciendo la simultaneidad a la secuencia abstracta, vacía, inexistente del tiempo. La simultaneidad no es tiempo, no es transcurrir, es densidad; espesor de desplazamientos, de movimientos, de transformaciones, espesor de materias y antimaterias; espesor, aunque parezca paradójico, de aparentes vacíos, como los relativos a la materia oscura. Estamos ante el acontecimiento de la materia. No se entienda materia de manera sustantiva, ni etimológica, como madera, hyle, raíz de donde proviene, sino como energía, es decir, dinámica de partículas. En otras palabras, la materia es relación dinámica de partículas. Por lo tanto, estamos hablando de las dinámicas moleculares producentes de la materia. Estamos hablando de la densidad del acontecimiento.
No es tiempo, sino materia; la materia es acontecimiento. La materia no es, sino que acontece. Es producida por las relaciones de un conjunto de partículas, en las condiciones infinitesimales en las que se encuentran. En otras palabras, la materia no es causa, sino, si se quiere, efecto. Si hay que conmensurar algo, no es una secuencia abstracta inexistente del tiempo, sino la densidad de la simultaneidad. La pregunta que se nos viene, desde la cosmovisión acostumbrada o heredada, es: ¿si esta simultaneidad transcurre? Esta es una pregunta desde la noción del tiempo. Es ciertamente una pregunta difícil, cuando partimos de una perspectiva distinta. De todas maneras, la tarea es pensar el acontecimiento desde un parámetro, si se puede hablar así, que no sea el tiempo. Lo que está en cuestión son las formas, los contenidos, las manifestaciones, las expresiones, de lo que se crea, no el tiempo. Lo que está en cuestión es lo que existe, no lo que no existe, no una representación secuencial de lo que acontece. Como dijimos, lo que existe, no es secuencial sino simultaneo. Ahora bien, esta simultaneidad no es estática sino, mas bien, dinámica. Lo que existe es el movimiento. El movimiento no es abstracto, sino desplazamiento de algo en la explanada de algo; si se quiere, el movimiento es una relación. La relación se da, al darse, se da entre las instancias, dispositivos, disposiciones, entidades, composiciones, puestas en juego. El darse concurre, se da entre ellas, no en el tiempo. Lo que emerge de esta relación no es el tiempo, que es lo que conjetura la razón abstracta, sino la creación que provoca la relación; es decir, la transformación misma. No se transcurre, sino que se conforma, se compone, se crea, se produce, si se quiere, realidad. Esta transformación no se conmensura con el tiempo; esto es inadecuado, sino con la medida de las transformaciones. Sucede, para dar un ejemplo, como una acumulación de cambios, de transformaciones, de desplazamientos. Lo que pondera lo que sucede es esta densidad de sucesos, sucediendo como cambios y transformaciones. La acumulación no se da en el tiempo, sino en el mismo ámbito de relaciones entre los componentes del acontecimiento. Se da como el registro de lo que acontece. El registro se incrementa; no en el tiempo, sino en la memoria del registro. La interpretación abstracta de esta memoria conjetura el tiempo. Sin embargo, una interpretación concreta de la memoria accede a la sedimentación y a la remoción de lo que acontece; se enfrenta al fenómeno de la acumulación de transformaciones y desplazamientos en el mismo estado de situaciones, que es el universo, en constante movimiento.
Conceptos de la historia reciente
Comencemos con el concepto de presente extendido. ¿Cómo puede extenderse el presente? Se entiende lo que se quiere decir con este concepto, que el presente no es puntual, que puede ser considerado en su dilatación, como lapso, como contemporaneidad. Sin embargo, fuera de esta significación y este uso, comprensible, por cierto, que corrige una idea instantánea del presente, dando apertura a su estudio desde las metodologías de la historia, la justificación del término mismo es problemática. Si se acepta la extensión del presente hay que replantearse el concepto mismo de presente; si se habla de extensión, hay que sacarlo de la secuencia lineal del tiempo, como momento, como coyuntura, como punto, como instante. Asistimos a la experiencia no de la dilatación, de la extensión, sino de la complejidad de la simultaneidad. Esta complejidad no es presente; por lo menos, el presente comprendido en la secuencia pasado, presente, futuro. Esta complejidad es, usando la metáfora de Nietzsche, eterno retorno de lo mismo en su propia diferenciación; es decir, transformación de lo mismo a partir del juego convulso de sus propias dinámicas inherentes. Las transformaciones son materiales y energéticas; estas transformaciones no se dan en el tiempo, sino en el ámbito complejo y entrelazado de las relaciones puestas en juego; ámbito en constante devenir. Este ámbito no es, obviamente tiempo, sino constelación de espesores, de densidades, de vacíos, de fuerzas y energías.
Desde esta perspectiva, el tiempo fue una intuición abstracta, racionalizada abstractamente, de una experiencia no considerada en su complejidad, mas bien, aplastada, recortada, reducida a una linealidad imposible, aunque imaginada matemáticamente. Se ha querido corregir esta reducción unilineal trasladando la figura a la configuración de múltiples linealidades. Si bien, este desplazamiento epistemológico corrige, en parte, la simplicidad de la imagen de tiempo, no resuelve el problema de fondo. Lo único que se ha hecho es multiplicar la imagen de secuencia, concibiendo muchas secuencias entrelazadas. Lo que está en discusión es la idea de secuencia. Se la ha opuesto a una idea e imagen más rica, más exuberante, la idea de simultaneidad. Con esta idea de simultaneidad se abandona la intangibilidad del tiempo; nos enfrentamos, de lleno, a la materialidad del acontecer. Aunque se diga que si bien no tocamos el tiempo, sin embargo, el tiempo nos toca, al deteriorarnos, al transformarnos. Este argumento no deja de ser retórico, pues de lo que se trata es de explicar cómo ocurre el deterioro, cómo acontece la transformación. Las explicaciones de estos fenómenos no pueden ser sino materiales, a partir de dinámicas materiales; en todo esto no entra el tiempo para nada, salvo en el imaginario metafísico de los teóricos e historiadores.
Lo importante no es defender un concepto, presente extendido, sino atender a lo que alude, al referente señalado, a este acontecimiento donde acontecen relaciones, composiciones, desplazamientos, movimientos, que dan lugar a mutaciones y devenires. Para ilustrar lo que decimos, podemos dibujar una imagen en movimiento; es como si todo ocurriera en el mismo sitio y en el mismo instante; sin embargo, el sitio no es el mismo, sino toda una geología; tampoco es el mismo instante, pues se da como una acumulación de la memoria, del registro de la experiencia. Entonces no es instante, sino eternidad – usamos el término como metáfora -, por así decirlo; eternidad no estática ni equilibrada, sino eternidad en permanente cambio. No hay tiempo sino transformación en la misma materialidad compleja, dinámica, constitutiva.
La materia no es una cosa, un objeto, algo que está ahí, por sobre lo que pasa el tiempo, como brisa o viento; tiempo externo a las cosas, a los objetos. Tampoco es algo que mueven fuerzas externas, incluso considerándola como fuerza inmanente. El movimiento es inherente a la materia; la materia es movimiento, es dinámicas bullentes, es energía. Si no hay movimiento, desde las partículas más infinitesimales, hasta las composiciones cósmicas, no hay materia. La materia es creada y recreada por el movimiento permanente, por las dinámicas cuánticas, atómicas, moleculares, molares. Es propiedad de la materia el movimiento y la transformación. El movimiento es inmanente a la materia. Los movimientos, las dinámicas, las composiciones, son concretos, físicos. No hay nada parecido a una secuencia vacía, abstracta, lineal, que tiene que ser llenada con hechos, con objetos; no hay un transcurrir del tiempo, que deteriora las cosas y los objetos. El movimiento es la materia misma; este es su contenido, su consistencia, su devenir. Explicando la permanencia de la materia, hay que comprender que el movimiento se aplica a sí mismo, es cíclico.
Concepto físico de materia
El concepto físico clásico de materia considera las regularidades de las manifestaciones y comportamientos de las distintas formas de materia; regularidades consideradas leyes de la naturaleza. Materia con energía asociada, en constante interacción; materia conmensurable, medible, localizable, en términos espaciotemporales compatibles. En cambio, la física contemporánea entiende por materia cualquier campo, entidad o discontinuidad, traducible a fenómeno perceptible, fenómeno irradiante en el espacio-tiempo; fenómeno cuyo movimiento alcanza una velocidad igual o inferior a la de la luz. Fenómeno asociado a la energía. Así, de este modo, todas las formas de materia tienen asociadas una cierta energía; sin embargo, sólo algunas formas de materia tienen masa.
La materia que adquiere forma de masa se encuentra jerárquicamente organizada en varios niveles y subniveles. La materia con masa puede ser estudiada desde los puntos de vista macroscópico y microscópico. Según el nivel de descripción adoptado debemos asumir descripciones clásicas o descripciones cuánticas. Una parte de la materia con masa, concretamente la que compone los astros sub-enfriados y las estrellas, está constituida por moléculas, átomos, e iones. Cuando las condiciones de temperatura lo permite la materia se encuentra condensada.
El nivel microscópico de la materia con masa puede entenderse como un agregado de moléculas. Éstas, a su vez, son formadas por conglomerados de átomos. Yendo por este lado, el infinitesimal, apareen niveles infinitesimales mucho más pequeños; los átomos se descomponen en constituyentes aún más elementales: electrones; que son partículas leptónicas con carga eléctrica negativa; protones, que son partículas bariónicas con carga eléctrica positiva; neutrones, que son partículas bariónicas sin carga eléctrica; empero, con momento magnético.
Hay todo un conjunto de partículas subatómicas que pueden considerarse las fuerzas fundamentales de la materia. Tácitamente los bariones del núcleo, protones y neutrones, se mantienen unidos gracias a un campo escalar formado por piones, bosones de espín cero. Del mismo modo, los protones y neutrones, que no son partículas elementales, son composiciones constituidas por partículas mucho más infinitesimales, llamamos quarks. Los quarks se mantienen unidos mediante el intercambio de gluones virtuales.
Desde otra perspectiva, macroscópica, la materia con masa se presenta, en las condiciones imperantes en el sistema solar, en uno de los cuatro estados de agregación molecular: sólido, líquido, gaseoso y plasma. Acudiendo a la teoría cinética molecular, la materia se encuentra formada por moléculas, éstas se encuentran animadas de movimiento, el cual cambia constantemente de dirección y velocidad, cuando chocan o bajo el influjo de otras interacciones físicas. Debido a este movimiento se manifiesta la energía cinética, fuerza que empuja a la separación; paradójicamente, también se manifiesta una energía potencial, fuerza que empuja a la cohesión. El estado físico de la materia puede ser descrito como: sólido, cuando la energía cinética es menor que la potencial; líquido, cuando la energía cinética y potencial son aproximadamente iguales; gaseoso, cuando la energía cinética es mayor que la potencial; plasma, cuando la energía cinética es tal que los electrones tienen una energía total positiva. Bajo ciertas condiciones puede encontrarse materia con masa en otros estados físicos, como el condensado de Bose-Einstein o el condensado fermiónico. La manera más adecuada de definir materia con masa es describiendo sus cualidades; se puede decir que presenta dimensiones, es decir, ocupa un lugar en un espacio-tiempo determinado; también presenta inercia, la inercia se define como la resistencia que opone la materia a modificar su estado de reposo o movimiento; así mismo la materia es explicable a partir de la fuerza fundamental de la gravedad o gravitación.
Una gran parte de la energía del universo corresponde a formas de materia formada por partículas o campos que no presentan masa, como la luz y la radiación electromagnética, las dos formadas por fotones sin masa. Junto con estas partículas sin masa, se postula la existencia de otras partículas como el gravitón, el fotino y el gravitino, todas ellas partículas sin masa aunque contribuyen a la energía total del universo. De acuerdo a estimaciones recientes, alrededor del setenta por ciento del contenido energético del universo consiste en energía oscura, cuya presencia se infiere en su efecto sobre la expansión del universo. De acuerdo a los modelos físicos actuales, sólo aproximadamente el cinco por ciento de nuestro universo está formado por materia con masa ordinaria. Se supone que una parte importante de esta masa sería materia bariónica, formada por bariones y electrones; esta masa sólo supondría alrededor de 1/1850 de la masa de la materia bariónica. El resto de nuestro universo se compondría de materia oscura, hablamos del veintitrés por ciento, y energía oscura, el setenta y dos por ciento. A pesar que la materia bariónica representa un porcentaje tan pequeño; sin embargo, la mitad de ella todavía no se ha encontrado. Todas las estrellas, galaxias y gas observable forman menos de la mitad de los bariones que debería haber. La hipótesis principal sobre el resto de materia bariónica no encontrada dice que, como consecuencia del proceso de formación de estructuras, posterior al Big Bang, está distribuida en filamentos gaseosos de baja densidad, que forman una red por todo el universo, en cuyos nodos se encuentran los diversos cúmulos de galaxias.
Al respecto, la tesis de la conservación de la materia se remonta al químico Antoine-Laurent de Lavoisier; el científico francés midió cuidadosamente la masa de las sustancias antes y después de intervenir en una reacción química; llegó a la conclusión de que la materia, medida por la masa, no se crea ni destruye, sino que sólo se transforma en el curso de las reacciones. El enunciado expone que, en una reacción química, la materia no se crea ni se destruye, solo se transforma. Recogiendo esta tesis y combinándola con la de Mijaíl Vasílievich Lomonósov, la ley de Lomonosov-Lavoisier enuncia que la masa de un sistema de sustancias es constante, con independencia de los procesos internos que puedan afectarle. En otras palabras, la suma de los productos es igual a la suma de los reactivos, manteniéndose constante la masa. Desde otra perspectiva, la equivalencia entre masa y energía, descubierta por Einstein, obliga a rechazar la afirmación de que la masa convencional se conserva; se entiende que masa y energía son conmutables. De esta manera se puede afirmar que la masa, equivalente a la energía, desde la perspectiva relativista, es decir, el total de masa material y energía, se conserva; sin embargo, la masa en reposo puede cambiar, como ocurre en aquellos procesos estudiados por la física relativista, en que una parte de la materia se convierte en fotones. La conversión en reacciones nucleares de una parte de la materia en energía radiante, con disminución de la masa en reposo[7].
La ley de la conservación de la energía enuncia que la cantidad total de energía, en cualquier sistema físico aislado, sin interacción con ningún otro sistema, permanece invariable, aunque dicha energía puede transformarse en otra forma de energía. En otras palabras, la ley de la conservación de la energía concibe que la energía no puede crearse ni destruirse, sólo puede cambiar de una forma a otra. Esta tesis constituye el primer principio de la termodinámica, la primera ley de la termodinámica. En mecánica analítica, el principio de conservación de la energía es una consecuencia de que la dinámica de evolución de los sistemas preserva las mismas cualidades. Considerando los sistemas termodinámicos, una consecuencia de la ley de conservación de la energía es la llamada primera ley de la termodinámica, aunque la energía no se pierde, se degrada de acuerdo con la segunda ley de la termodinámica. Es un proceso irreversible, la entropía de un sistema aislado aumenta; no es posible devolverlo al estado termodinámico físico anterior.
Enfrentamos una dificultad en la proyección de la ley de conservación de la energía de la mecánica clásica a la teoría de la relatividad. Esta dificultad consiste en que en mecánica relativista no podemos distinguir adecuadamente entre masa y energía. Otra dificultad se encuentra en que en la teoría de la relatividad no es posible formular una ley de conservación de la masa análoga a la que existe en mecánica clásica; en este caso, la masa no se conserva. De todas maneras es posible formular una ley de conservación masa-energía. La materia puede representarse como un conjunto de campos materiales, a partir de los cuales se forma el llamado tensor de energía-impulso total. A partir de esta forma diferencial de la conservación de la energía, dadas las propiedades especiales del espacio-tiempo, se deduce una ley de conservación en forma integral.
En la perspectiva y el enfoque de la teoría de la relatividad no hay manera de calcular una magnitud, como medida de la energía total conjunta de la materia y el espacio-tiempo, que exprese la conservación integral. La interpretación de esta situación comprende que el espacio-tiempo carecer de simetría temporal; no hay invariancia temporal de las ecuaciones de movimiento. No existe el tiempo ajeno al co-ordenado del espacio-tiempo. Por otra parte, en mecánica cuántica aparecen otras dificultades al considerar la cantidad de energía de un sistema dado. La energía total en ciertos sistemas aislados no está fijada para algunos estados cuánticos, sino que puede fluctuar. Aunque los estados llamados estacionarios tienen una energía bien definida; sin embargo, en sistemas aislados aún para estados no estacionarios, puede definirse una ley de conservación de la energía en términos de valores medios[8].
La materia social
Se ha hablado de materia social como metáfora, haciendo hincapié en la perspectiva materialista de los estudios y análisis sociales, elaborados con enfoque histórico. Sin embargo, hay que decirlo, se trata de algo más que una metáfora. Si partimos de la concepción de que la materia es creada por las partículas infinitesimales, de acuerdo a las dinámicas cuánticas, podemos también comprender la analogía con los campos sociales. Los individuos, las mónadas sociales, pueden ser comprendidos como si fuesen partículas sociales, las mismas que, en sus dinámicas y relaciones, crean, producen, materia social. Esto es, instituciones, estructuras, composiciones múltiples, circuitos, ciclos, constelaciones, sociales. Retomando la metáfora y partiendo de la analogía, podemos enunciar que la materia social es movimiento.
La metáfora de la materia social, que tiene como referente otra metáfora, la materia, que viene de madera (hyle), se convierte en concepto cuando le atribuimos a la materia ciertas características y condiciones de posibilidad. La concepción decimonónica de materia es demasiado parecida a su referente, a la madera. Cuando se usó esta metáfora fue para hacer hincapié en la percepción de la experiencia de lo sólido, que es una experiencia preponderantemente táctil, aunque no únicamente. Sin embargo, cuando la física relativista y la física cuántica, incluso la misma física clásica, se encuentran con las dinámicas de las fuerzas fundamentales y constitutivas de la materia, no hay nada parecido a la imagen de lo sólido. Nos encontramos con una combinación sorprendente, abundantemente del vacío con espesores dispersos de energía condensada. La materia deja de ser algo parecido a madera, para llegar a ser dinámica de relaciones de partículas, de átomos, de moléculas, de cuerpos. Tal parece, que más que nunca, la materia social se parece mucho más a la materia misma, que es la metáfora inicial. Las mónadas sociales componen las formas diversas de la materia social, no solamente institucionales, sino en devenir, provisionales y cambiantes. La materia social como energía social creativa.
Como decíamos antes, la materia social es movimiento, el movimiento es material, tangible, no intangible, como ocurre con el tiempo, concepto metafísico. El movimiento puede ser pensado si somos capaces de pensar la simultaneidad dinámica; no la secuencia, como es el caso de la representación del tiempo. La maravilla, lo asombroso, se encuentra en esta capacidad creativa de las partículas, de los átomos, de las moléculas, de los cuerpos, de las mónadas. La materialidad se crea por estos movimientos y estas dinámicas. A su vez, los movimientos no pueden ser sino materiales, en el sentido de condensaciones de energía, en el sentido del desplazamiento de composiciones; composiciones no sólo de condensaciones de energía sino de fuerzas fundamentales. La materialidad es movimiento, movimiento cuántico, movimiento atómico, movimiento molecular, movimiento molar.
Apuntes sobre el concepto físico de movimiento
Desde la perspectiva de la mecánica, el movimiento es un cambio de la posición de un cuerpo, tomando en cuenta el tiempo que transcurre y el sistema de referencia en cuestión. La cinemática y la dinámica investigan, estudian y analizan el movimiento. Teniendo en cuenta el sistema de referencia se definen las ecuaciones del movimiento; matemática que calcula la posición, la velocidad y la aceleración del cuerpo en cada instante de tiempo. El movimiento es susceptible de representación, se emplean gráficas para hacerlo. El sistema físico se configura, por al menos, contemplando tres propiedades referenciales: la ubicación en el espacio-tiempo; el estado físico definido; la asociación de una magnitud física conocida como energía.
Desde otro enfoque, la cinemática describe el movimiento de los cuerpos físicos; comprende las propiedades de ubicación y el estado físico enunciadas. La cinemática describe el modo en que un determinado cuerpo se mueve, también describe las propiedades que son atribuibles a dicho movimiento. La mecánica estudia las causas que producen el movimiento, así como las relaciones cuantitativas inherentes al movimiento. Hablamos de la ciencia física que investiga, estudia y analiza el movimiento, así como el reposo de los cuerpos; bajo este enfoque también estudia su evolución en el tiempo, teniendo en cuenta la acción de fuerzas que afectan el estado de movimiento.
A partir del desplazamiento de las investigaciones de cuerpos físicos que se mueven a velocidades cercanas a la velocidad de la luz, tal como ocurre con el movimiento de las partículas subatómicas, se produjo el sisma en la ciencia de la física, ocasionando desplazamientos y rupturas epistemológicas. Nuevas teorías son la expresión adecuada de estas investigaciones; la mecánica relativista y la mecánica cuántica logran nuevas configuraciones del universo, de la materia y de la energía. Se puede decir que la mecánica clásica describe el comportamiento de cuerpos físicos macroscópicos, cuerpos en movimiento a velocidades mucho menores que las de la luz, también pueden encontrase en reposo. La mecánica clásica comprende a la mecánica vectorial y a la mecánica analítica. La mecánica vectorial es aplicable a cuerpos que se mueven en relación a un observador a velocidades mucho menores a las de la luz. Se estudia dos magnitudes vectoriales bajo una relación causal; la fuerza y la acción de la fuerza, medida por la variación del momentum, es decir, la cantidad de movimiento. El análisis y síntesis de fuerzas, así como de los momentos, conforman la metodología de la mecánica vectorial. La mecánica analítica desarrolla métodos más fuertes. Fue Gottfried Wilhelm Leibniz quien propone, buscando solucionar los problemas mecánicos, otras magnitudes básicas, escalares, como la energía cinética y el trabajo. Estas magnitudes están relacionadas de forma diferencial.
En cambio, trastrocando los términos de referencia de la física, la mecánica relativista toma en cuenta un sistema de cuatro coordenadas definidas sobre el espacio-tiempo tetra-dimensional. El movimiento de una partícula material viene dado por una curva en una 4-variedad lorentziana, cuyo vector tangente es de tipo temporal. Las acciones a distancia instantáneas están excluidas, pues al propagarse más rápido, incluso que la velocidad de la luz, dan lugar a contracciones en el principio de causalidad. Un sistema en interacción de partículas puntuales debe ser descrito con la ayuda de campos retardados; en otras palabras, de campos que no actúan de manera instantánea, cuya variación debe determinarse como propagación a partir de la posición de la partícula. El gran problema, al respecto es que no existe un tiempo absoluto para todos los observadores involucrados. Lo conveniente es re-definir el intervalo invariante relativista; lo que se hace es parametrizar las trayectorias en el espacio-tiempo. La descripción de campos de fuerzas o fluidos requiere definir ciertas magnitudes tensoriales sobre el espacio vectorial tangente al espacio-tiempo.
Desde la perspectiva infinitesimal de la mecánica cuántica, se describen las propiedades de la estructura atómica. La descripción cuántica de las partículas abandona la representación de trayectoria. Tomando en cuenta el principio de incertidumbre, no puede existir un estado cuántico convencional, donde posición y el momento puedan cuantificarse en términos absolutos. Estamos matemáticamente ante distribuciones probabilísticas en el espacio infinitesimal.
En principio, la mecánica cuántica no incorpora a la teoría de la relatividad. Cuando la mecánica cuántica incorpora conceptos y formulaciones relativistas, se convierte en mecánica cuántica relativista, llamada también teoría cuántica de campos, que incluye a la electrodinámica, cromodinámica cuántica y a la teoría electro débil dentro del modelo estándar, además de la teoría cuántica de campos en el espacio-tiempo curvo. Esto en lo que respecta a los avances de la teoría unificada; sin embargo, la única interacción que escapa todavía a esta unificación teórica, que no se ha podido cuantificar es la interacción gravitatoria. La mecánica cuántica es la base de los estudios del átomo, los núcleos y las partículas elementales; en este caso es necesario el tratamiento relativista, pero también en teoría de la información, la criptografía y la química[9].
El concepto físico del tiempo
El tiempo es una magnitud física con la que medimos la duración, así como la distancia de acontecimientos, sometidos a cambios, de los sistemas expuestos a observación. El tiempo permite ordenar los sucesos en secuencias, estableciendo un pasado, un futuro y un presente. La mecánica relativista concibe acontecimientos simultáneos. En contraste, en la mecánica clásica, el tiempo se concibe como una magnitud absoluta; se trata de una medida equivalente para todos los observadores. La mecánica y la física clásica suponen el tiempo absoluto, válido para todos los observadores. Dado un suceso, el mismo se concibe como secuencia lineal; secuencia que se distribuye entre pasado, presente y futuro, incorporando su estimación.
En cambio, según la teoría especial de la relatividad y la teoría general de la relatividad, los acontecimientos se dan en el espacio-tiempo tetra-dimensional. En este caso no se puede aseverar la coincidencia de los hechos, independiente del observador; al contrario, la intervención del observador es crucial; distintos observadores diferirán sobre la coincidencia de los eventos. En mecánica relativista, el tiempo depende del sistema de referencia, de la ubicación del observador, así como de la condición de movimiento. En la teoría de la relatividad las no coincidentes relaciones causales nos llevan a comprender que no existe un tiempo universal, un tiempo absoluto. Cualquier observador percibe el espacio-tiempo de acuerdo a su condición de movimiento. La dirección paralela a su tetra-velocidad coincidirá con la llamada trayectoria temporal, los sucesos concurrentes en las híper-superficies espaciales, perpendiculares en cada punto a la trayectoria temporal, forman el conjunto de acontecimientos simultáneos[10].
El concepto del espacio-tiempo
Como se ha podido ver, el concepto del espacio-tiempo es radicalmente distinto al concepto del tiempo absoluto de la física clásica, transferida a los usos discursivos de las ciencias sociales, así como a los usos prácticos de los sentidos comunes modernos. Desde nuestro punto de vista, el concepto de espacio-tiempo es una corrección fundamental a la idea abstracta del tiempo. Al unir dos condiciones de posibilidad de la intuición, de acuerdo a la filosofía crítica de Emmanuel Kant, el espacio y el tiempo, estamos ante una concepción compleja, que no es ni espacio absoluto ni tiempo absoluto; si se quiere, puede considerarse espacio-tiempo absoluto, como lo hacen algunos físicos. El entrelazamiento de estos conceptos, de esta intuición estética, de acuerdo a Kant, teje una textura abigarrada, matemáticamente curva. Espacio-tiempo curvado por la fuerza de la gravedad de las masas condensadas.
Desde nuestro enfoque dinámico este espacio-tiempo es el movimiento del que hablamos, es la materialidad efectuada por las dinámicas y las energías. En la física relativista y en la física cuántica el espacio-tiempo diferencial esta expresado matemáticamente; en la intuición de la percepción, es decir en la experiencia, en la memoria sensible, aparece en la paradoja del retorno y del alejamiento. Figuras literarias que narran los recorridos simultáneos del movimiento, que parece realizarse en dos sentidos contradictorios. Esta percepción paradójica es experimentada por los organismos, por las formas de vida, que la biología reconoce como tales, como seres vivos. En las sociedades humanas estas paradojas adquieren formas simbólicas contradictorias, no necesariamente claras. Por eso, no interpretadas en su complejidad; mas bien, simplificadas. Las expresiones de esta percepción de las paradojas existenciales se encuentran en los mitos ancestrales, aunque también, desgajando las capas de la cebolla, en los mitos antiguos, con mayor dificultad, en los mitos modernos. De manera evidenciada, en las praxis humanas, en lo que se nombra como historia efectiva, que aparecen al historiador atento y escrutador como contrastantes sucesos, contradictorios, indescifrables, que requieren de una labor de topo para poder decodificarlas. Otro ejemplo ilustrativo es la novela, escritura moderna, testimonio literario de estas experiencias paradójicas. Que las ciencias modernas no las hayan tomado en cuenta, descartando las paradojas y las contradicciones, no habla bien de estas ciencias y los saberes derivados. Se entiende que nacieron en las mallas institucionales de la modernidad, disciplinaria y normativa; quizás sea esta la razón por la que buscaron explicaciones lineales, causales, no contradictorias, menos complejas. Empero, esta representación teórica no hace desaparecer lo que llamaremos las intuiciones de la percepción; apenas las oculta, pues la propia historia de las ciencias nos muestra recorridos plagados de desplazamientos y rupturas epistemológicas. Las mismas ciencias llamadas duras, la física y la matemática, nos han abierto el camino a las intuiciones perceptivas, además de abrirnos nuevos horizontes de experiencias. En la contemporaneidad, siguiendo hablando de ese modo, ya no es posible eludir las paradojas de la existencia. Estamos como obligados a descifrarlas en su descarnada evidencia. Para hacerlo, la excusa que tomamos ahora son las tesis de la corriente sugerente de la historia reciente. Vamos a hacer una entrada desde este concepto del espacio-tiempo, para después, volver a incursionar en nuestra configuración de simultaneidad dinámica e integral.
El espacio-tiempo es el modelo matemático que combina el espacio y el tiempo en un único continuo como categorías inseparablemente relacionadas. En el espacio-tiempo se desarrollan todos los acontecimientos físicos del universo, de acuerdo no sólo con la teoría de la relatividad, sino también de acuerdo con otras teorías físicas. Esta concepción del espacio-tiempo es uno de los avances más importantes del siglo XX en el campo de la física, así como en la epistemología. El nombre alude a la necesidad de considerar unificadamente la localización geométrica en el espacio-tiempo. La diferencia entre componentes espaciales y temporales es relativa, depende de la condición de movimiento del observador. De este modo, se habla de continuo espacio-tiempo. Como es de costumbre concebir el universo a partir de tres dimensiones espaciales físicas observables, se ha recurrido concebir al tiempo como si fuese la cuarta dimensión. Entonces el espacio-tiempo se presenta en cuatro dimensiones. El concepto espacio-tiempo ya forma parte del imaginario moderno a partir de la teoría de la relatividad especial, formulada por Einstein en 1905.
Un acontecimiento concreto puede ser descrito por una o más coordenadas espaciales y una temporal. En el espacio tridimensional se dibujan tres coordenadas espaciales. La visión tradicional de la mecánica clásica describe el tiempo como una coordenada independiente, acompañando a las coordenadas espaciales; el tiempo es una magnitud equivalente en cualquier parte del universo. Sin embargo, ya, a principios del siglo XX, consecuencias de las investigaciones de Albert Abraham Michelson y Edward Williams Morley, así como de las ecuaciones de James Clerk Maxwell para la electrodinámica, indicaban que la velocidad de la luz es constante, independiente de la velocidad del emisor u observador, en contradicción con lo postulado por la mecánica clásica. Teniendo en cuenta estas investigaciones, Einstein propuso considerar como postulado la constancia de la velocidad de la luz, relegando al tiempo como coordenada independiente. En la teoría de la relatividad la percepción del espacio-tiempo depende de la condición del movimiento del observador. Esta circunstancia en las transformaciones de coordenadas entre observadores inerciales, las transformaciones de Lorentz, estas transformaciones involucran una combinación de las coordenadas espaciales y la coordenada temporal. La misma situación aparece en la medición del campo electromagnético; dependiendo de la condición de movimiento del observador, el campo electromagnético es visto de diferente manera, en lo que corresponde a su lado magnético y a su lado eléctrico, por diferentes observadores en movimiento relativo.
A partir del concepto espacio-tiempo no pueden ser consideradas entidades absolutas al espacio y al tiempo. El concepto de espacio-tiempo parte de la materialidad del espacio-tiempo. Metafóricamente, así como también, analíticamente, es decir, abstractamente, separando de una manera ficticia, se puede decir que el espacio y el tiempo son propiedades materiales. En otras palabras, el espacio-tiempo se genera por las dinámicas materiales, que son dinámicas energéticas. El concepto de espacio-tiempo concibe la tetra-dimensión, las tres dimensiones del volumen y el tiempo, indisociables. Volviendo a la geometría analítica, estamos ante la localización de un punto de cuatro coordenadas. Cada punto comprende la coordenada del tiempo como intrínseca. Ahora bien, esta coordenada del tiempo, la asociación puntual del tiempo instantáneo con el punto tridimensional, supone transcurso; entonces, ese punto del espacio-tiempo se encuentra en constante movimiento. No es un punto estático, fijo, como en el caso de la geometría analítica del volumen o, en su caso, del espacio plano. No podríamos representar esta situación en una gráfica clásica; sólo podría ser representable en movimiento, como en una película; se trataría de una gráfica dinámica, en movimiento, en contante transformación y cambio[11].
La curvatura del espacio-tiempo está asociada, más bien vinculada, a la gravedad. El espacio-tiempo se curva, se hunde, ante la presencia de densidades de masas. En otras palabras, el espacio-tiempo se curva ante la presencia de magnitudes de gravedad de cierta intensidad y densidad. La gravedad se manifiesta cuando aparecen esas deformaciones, esos hundimientos, esas curvaturas del espacio-tiempo. Dicho en términos figurativos, la gravedad viene a ser esas curvaturas, esos hundimientos, que obligan a los planetas, en el caso del sistema solar, a circular alrededor de masas significativas más densas. Desde el enfoque de la teoría de la relatividad, los planetas no circulan debido a la relación gravitatoria entre dos masas, sino debido a la curvatura del tejido del espacio-tiempo, que condiciona el movimiento de los planetas en sentido elíptico. Si podemos interpretar figurativamente la imagen que transmite Einstein, podemos decir que el espacio-tiempo es un tejido tetra-dimensional, en tanto que las masas de intensidad y densidad significativas son acontecimientos gravitatorios, dados en ese tejido.
Como dijimos, todo es movimiento, todo comienza con el movimiento, es el movimiento el creador. Movimiento de partículas infinitesimales, sin masa, como en el caso del fotón; partícula elemental, de la familia Bosón, del grupo Bosón de gauge, en interacción electromagnética, siendo ella misma su antipartícula, con carga eléctrica nula, con espín 1h. Según el modelo estándar de la física de partículas, los fotones son los agentes de producir todos los campos eléctricos y magnéticos, también son como los gestores de que el universo físico tenga cierta simetría en todos los puntos del espacio-tiempo. Las propiedades intrínsecas de los fotones, masa invariante y espín, están determinadas por las propiedades de la simetría de Gauge. De acuerdo a la teoría, esta partícula, en interacción, en movimiento, crea tanto el tejido del espacio tiempo, de la energía oscura, así como también forma parte de la conformación de la las masas gravitatorias, constituyendo la estructura atómica. La interacción, todavía desconocida, entre la energía oscura y la energía, por así decirlo, luminosa, genera los comportamientos del universo, que la ciencia física llama leyes. Energía oscura cuyas unidades infinitesimales, si podemos hablar así, no cuentan con densidad ni tiempo. Energía luminosa, cuyas unidades infinitesimales cuentan con masa y parecen recorrer el espacio-tiempo, cuando es el espacio-tiempo el que se mueve. Entonces, el movimiento se presenta como una propiedad intrínseca del tejido del espacio-tiempo.
Ahora bien, el fotón, en interacción, puede generar o no espacio-tiempo; cuando no lo genera, ocupa espacio, cuando lo genera produce no sólo espacio-tiempo, sino también materia, masas, por lo tanto campos gravitatorios en interacción. El fotón ya es una esfera de interacción de partículas; cuando se genera espacio, cuando se produce materia, la interacción de partículas crea el nucleón. A partir del nucleón, las interacciones generan estructuras atómicas, estructuras moleculares y estructuras molares. En cada uno de estos niveles, el espacio-tiempo no es el mismo, es diferente. En todos los niveles, el espacio-tiempo está en movimiento; se encuentra, por así decirlo, agitado.
Retomando el problema, que nos hemos planteado desde un principio, el problema de la representación abstracta del movimiento, que llamamos tiempo, podemos decir que el movimiento no requiere del tiempo, donde pueda transcurrir; el movimiento, para decirlo de algún modo, comprende al tiempo, el tiempo forma parte del movimiento mismo. En otras palabras, para ilustrar, el movimiento genera tiempo y espacio. Estamos ante la creación del fotón, ante la permanente creatividad del fotón; partícula virtual que crea “realidad”, desde un punto de vista. Desde otro, podemos decir, en contraste, que lo único “real” que hay es esta partícula virtual; lo demás es invención de múltiples interacciones y composiciones, en distintos niveles y escalas. Todo lo demás no sería “real”, sino creado; estaría sostenido en el soporte de movimientos, de dinámicas cuánticas y dinámicas moleculares. La paradoja es la siguiente: lo “real” no es “real”, es creado; no es “real” en el sentido de soporte material, sino que se sostiene sobre soportes de interacción de partículas virtuales.
No se pone en cuestión la existencia, de ninguna manera, lo que se dice es que la existencia es paradójica. Lo que llamamos “real” es creado por interacciones múltiples de partículas virtuales; visto y dicho desde una perspectiva. Visto y dicho desde otra perspectiva, lo único real”, la partícula virtual, construye un universo como efecto de las interacciones y composiciones múltiples; así como también como efecto expansivo, si se puede hablar así, de la ausencia de interacciones, de la inmersión de frecuencias, por lo tanto, de la no-composición, que es la que se da en la inmensidad ocupada por la energía oscura y por la materia oscura.
Volviendo al movimiento, ¿cómo entenderlo? ¿Es movimiento de partículas ínfimas? Entonces se supone que hay movimiento porque hay partículas que se mueven. ¿Pude haber partículas sin movimiento? Aparentemente si, son los fotones de la energía oscura; sin embargo, en este caso, el movimiento es hacia adentro, movimiento absorbente. Por eso, la energía oscura aparece como una quietud congelada, cuando no es así por dentro, aunque esta idea de adentro no tenga sentido en estas unidades de la energía oscura. Se puede decir, a modo de ilustración, que los fotones que crean materia, se mueven hacia afuera, haciéndose detectables y luminosos. En otras palabras, no deja de haber movimiento; por ejemplo, movimiento de frecuencias. Es la diferencia de movimientos lo que crea la diferencia entre lo oscuro y lo luminoso. Entre lo que no tiene densidad ninguna, el vacío generado, y lo que tiene densidad, las distintas formas de materia y de masas. Entre lo que se mantiene interior y lo que se exterioriza. A modo de una primera hipótesis interpretativa diremos que lo que se representa como tiempo, en su sentido abstracto y reductivo, lineal, no es otra cosa que esta exteriorización. Usando la representación inadecuada de tiempo, diremos que lo que se crea es el tiempo, en esta exteriorización, en este desplazamiento, de energía, en interacción con la inmensidad que se mantiene interiorizada, el vacío. Ciertamente, no es tiempo lo que se crea, sino que el despliegue genera perturbaciones en el tejido del espacio-tiempo de la oscuridad. Estas perturbaciones generan ondulaciones y curvaturas en el tejido quieto del espacio-tiempo oscuro, iluminando los lugares de las perturbaciones. La oscuridad absoluta y el silencio absoluto se iluminan y se llena de sonidos, aunque sea en un cinco por ciento de este todo, mayormente vacío y oscuro. El contraste lo iluminado y los sonidos, las irradiaciones, atraen nuestra atención, ignorando lo que acontece en la inmensidad oscura. Sin embargo, la clave para comprender los acontecimientos materiales, de masa, gravitacionales y luminosos, puede encontrarse, mas bien, en esta inmensidad oscura, en su energía oscura, en su inmersión, en su movimiento hacia adentro. En esta simetría y equilibrio absolutos, que se rompe, en algún momento y en algunos lugares, por alguna razón que desconocemos.
En resumen, la representación abstracta del tiempo se remite a algo que no puede representar, el movimiento. Movimiento complejo y simultáneo, que comprende tanto a la formación de partículas, como el fotón, a la formación del átomo, a la formación de la molécula, a la formación molar. Movimiento que supone la generación del espacio-tiempo, así como su ocupación, su transformación; sobre todo comprendiendo que lo que se mueve es el espacio-tiempo, lo que se expande es el espacio-tiempo, no las galaxias, por ejemplo. El movimiento es precisamente eso, generación, creación, transformación constante. Como se puede ver, es menester salir del paradigma del tiempo para poder pensar la complejidad y la simultaneidad del movimiento.
La vida
Partiendo de que la vida es memoria sensible, esta complejidad del movimiento múltiple y simultáneo, comprendiendo los distintos niveles y escalas, se internaliza nuevamente, en forma de inmersión de información, retenida como experiencia, en unidades autónomas orgánicas. Estas unidades nacen, se reproducen y mueren; sin embargo, lo que permanece es el genoma, del que dependen. El genoma, en resumidas cuentas, es el programa virtual generador de la vida. Se encuentra inscrito en cada una de las unidades orgánicas, acumula información, reprograma en ciclos largos. Haciendo comparaciones, usando analogías, por lo tanto metáforas, el genoma es como la fuerza fundamental en la biodiversidad; así como la gravedad, aparece como una de las fuerzas fundamentales del universo, obligando a los cuerpos a circular debido a la curvatura provocada por su presencia en el tejido espacio-temporal, así también el genoma obliga a los cuerpos a la reproducción de una manera cíclica. Esta reproducción cíclica es debida a los efectos provocados por la presencia de estos organismos, sus conglomerados y constelaciones vitales, sus nichos, en una especie de tejido espacio-temporal-vital.
Al respecto, hay que hacer una anotación. Así como, dicho de una manera apropiada, no hay fuerzas, sino, más bien, campos, interacción de campos, también podemos concebir al genoma como si fuese campo, que supone interacción de campos. Entonces estamos ante el tejido espacio-temporal-vital como posibilidad de vida efectiva, de la misma manera que el tejido espacio-tiempo de la energía oscura aparece como vacío generado por una simetría y un equilibrio absoluto. Un acontecimiento singular como el Big Bang se da en este campo, en este tejido espacio-tiempo-vital inmerso, rompiendo cierto equilibrio, dando lugar a la explosión de la vida. La clave parece encontrarse en la formación de macro-moléculas que interactúan creando organismos autopoiéticos, capaces de reproducción; autopoiesis inscrita en los organismos mismos.
La autopoiesis es paradójica, como todo acontecimiento del universo; se manifiesta en el despliegue de la reproducción de la vida; empero, depende del pliegue del genoma, de la inscripción del genoma. De la misma manera que el despliegue del universo depende del pliegue del vacío, que contiene como posibilidad la formación del universo.
El concepto de posibilidad debe ser atendido, debe ser re-trabajado, ampliado, reestructurado, pues parece que la forma en que se presenta el tejido espacio-tiempo de la energía oscura, en la que se presenta el vacío, incluso la nada, es de esa manera: posibilidad, si se quiere, campo de posibilidades, mejor dicho campos de posibilidades. En palabras expresivas podemos lanzar la siguiente hipótesis interpretativa: la nada es la posibilidad de todo.
Límites del concepto de presente expansivo
En las llamadas ciencias sociales el concepto de tiempo manejado y asumido es el mismo que el concepto de tiempo absoluto de la física clásica. Tiempo lineal, tiempo sucesivo. Tiempo abstracto, tiempo vacío, tiempo externo a los acontecimientos. Este concepto es el mismo asumido por la historia, la ciencia o el saber de la historia. Aunque en algunos casos se ha intentado salir de la uni-linealidad al desplazarse a la figura de multi-linealidad histórica, de todas maneras el problema de la concepción sucesiva y lineal del tiempo se mantiene; representación abstracta, externa y ajena a la dinámica de los acontecimientos.
La corriente de la historia presente ha incursionado en la concepción dilatada del presente al concebir un presente expansivo; sin embargo, al hablar de presente se mantiene en la tradición heredada, en la concepción lineal y sucesiva del tiempo. Lo que está en cuestión es esta concepción, esta concomitancia sucesiva de pasado, presente y futuro. Por lo tanto, el concepto de presente expansivo resulta limitado para pensar la complejidad del acontecimiento.
No se resuelve el problema de la fugacidad del presente haciéndolo expansivo, no se resuelve la perentoriedad del momento dilatando el presente. Lo que se hace es alargar el presente. Hay pues como dos problemas de entrada; uno, es la increíble noción del instante, como unidad del tiempo; dos, es la idea de linealidad, que se mantiene en este alargamiento. Lo único que se ha hecho es convertir el instante en un transcurso, mas bien, largo. El acontecimiento social no puede comprenderse por medio de esta representación lineal del tiempo, pues el acontecimiento social no es lineal, no responde a una manifestación lineal; el acontecimiento no se expresa sucesivamente. El acontecimiento acontece como simultaneidad dinámica de movimientos múltiples entrelazados. De la misma manera que lo que sucede en el universo, desde la perspectiva física relativista y desde la perspectiva cuántica, el substrato de la formación del universo es el movimiento, también el movimiento es el substrato de la formación social, como parte del universo. Ciertamente no hablamos de la misma cualidad de movimiento, aunque se supongan, aunque uno aparezca como condición primordial de posibilidad; de todas maneras, lo que hay que considerar, para comprender el acontecimiento social, es el movimiento, no el tiempo, que es una representación abstracta y reducida.
El movimiento social es plural, como todo movimiento, como el movimiento mismo, en su sentido primordial, creativo y matricial. El movimiento social no solamente supone el movimiento físico, sino también el movimiento de la vida, de los ciclos de la vida; aporta con las singularidades y particularidades de las composiciones institucionales. No son composiciones materiales, en el sentido físico, no son composiciones orgánicas, en el sentido biológico, son composiciones institucionales, en el sentido social, de la institución imaginaria de la sociedad, institución sostenida en la materialidad de las relaciones sociales. Estas instituciones serían imposibles sin el movimiento social constante, sin lo que llamamos, metafóricamente, las dinámicas moleculares sociales. Ahora bien, el movimiento social no se manifiesta sucesivamente, como dado en el tiempo; el movimiento social es simultáneamente dinámico, comprende múltiples movimientos concatenados. Comprende como constelaciones sociales, que contienen conglomerados, sistemas, desplazamientos, plegamientos, líneas de fuga, composiciones y recomposiciones. No podría darse un solo desplazamiento singular sin interactuar con el conjunto de desplazamientos y movimientos sociales que se dan a la vez, interactuando. Las dinámicas moleculares sociales generan el espacio-tiempo-vital-social, generan el tejido espacio-temporal-vital-social donde se dan lugar las perturbaciones institucionales.
Las instituciones afectan el tejido espacio-temporal-vital-social; jugando con analogías y haciendo uso de metáforas, podemos decir que las instituciones curvan el espacio-tiempo-vital-social, obligan a circular alrededor de su campo gravitatorio. El tejido espacio-temporal-vital-social se condensa en estas instituciones, hace de contraste con el tejido espacio-tiempo-vital-social no condensado. Hace de contraste con la inmensidad de singularidades dadas en su propia autonomía, por más relativa que sea. De esto hablamos en otros textos, interpretamos como contraste entre la sociedad como institución imaginaria y sociedad como alteridad[12]. Ahora nos compete atender a la simultaneidad dinámica de la sociedad.
Concepto de simultaneidad dinámica
La idea de simultaneidad ha sido tomada como contrastante a la idea de sucesión; se remite a la figura de varios eventos reunidos al mismo tiempo. Una idea fuerte de simultaneidad es cuando se concibe la simultaneidad integral; es decir, cuando los sucesos, los eventos, los hechos, dados se conciben integrados; en interacción, mutuamente condicionados. Ahora bien, este concepto de simultaneidad no anula el tiempo; de alguna manera lo supone; tampoco anula la sucesión; se combina. En cambio, cuando se propone pensar la simultaneidad dinámica, este concepto se propone como sustitución del concepto de tiempo.
El concepto de espacio-tiempo corrige la idea abstracta de tiempo; el tiempo no puede disociarse del espacio; es un acontecimiento espacial; se genera conjuntamente con el desplazamiento espacial. Por lo tanto, no hay un tiempo externo al espacio. El tiempo es el espacio mismo en movimiento. El espacio se desplaza simultáneamente, comprendiendo todos los movimientos intrínsecos. Ahora bien, esta simultaneidad es dinámica; se encuentra en constante cambio, en constante transformación, modificando sus propias condiciones, afectando al conjunto de interacciones, de composiciones, de entrelazamientos y desplazamientos.
El concepto clásico de simultaneidad, como dijimos, supone sucesos que se dan al mismo tiempo; cuando nos colocamos en el enfoque de la simultaneidad dinámica, partiendo de que el concepto de tiempo no tiene sentido, que es abstracto, una construcción especulativa de un tiempo externo a los acontecimientos, no se puede definir la simultaneidad como dada al mismo tiempo. Entonces, ¿Cómo entender la simultaneidad sin considerar el tiempo? Tampoco podemos decir que la simultaneidad se da en distintos lugares del mismo espacio-tiempo, pues el espacio-tiempo cambia contantemente, se mueve permanentemente. Retomando nuestra discusión anterior, podemos decir que, se dan distintos movimientos singulares coordinados e integrados en el mismo tejido espacio-temporal, comprendiendo sus distintos niveles y escalas. Lo que importa es la integración, la conectividad, el condicionamiento, el entrelazamiento y la coordinación, que se dan de manera inmediata, por así decirlo.
Diremos que la anterior tesis, lo de la conexión inmediata de movimientos singulares, en un macro-movimiento de la totalidad, usando todavía ciertos términos provisionalmente, se puede entender, interpretar y hasta aceptar, aunque sea como hipótesis de partida. Lo complicado es concebir la distancia en el espacio-tiempo, sobre todo el recorrido de la distancia. ¿El movimiento recorre una distancia? Cuando esta distancia pertenece a un espacio-tiempo curvo, además de depender de la velocidad del movimiento. Esto de la velocidad también es problemática, pues clásicamente viene definida como relación del espacio con el tiempo. Cuando se mueve el espacio-tiempo, ¿qué significa la velocidad? Por ejemplo, en un campo gravitatorio dado, no son los cuerpos los que caen, es el espacio-tiempo el que se acelera. Por lo tanto, el concepto de velocidad también tiene que cambiar. Se comprende que se trata de la simultaneidad espacio-temporal, no de una simultaneidad de sucesos en el espacio, dados al mismo tiempo. La simultaneidad del espacio-tiempo, en el espacio-tiempo, implica la compacidad del tejido espacio-temporal, aunque esta compacidad suponga diferencia y pluralidad. Diferencia en la composición del tejido, pluralidad en las formas de las composiciones. Desde esta perspectiva, simultaneidad quiere decir integralidad, comprendiendo distintos niveles y escalas, distintos tamaños, conexiones complejas entre vació y materia.
El tejido del espacio-tiempo no es un tejido material, en el sentido de solidez, sino un tejido de movimientos, lo que cambia de por sí es la idea clásica de tejido y de textura común, que tenemos. ¿Cómo se conectan las partículas? No lo hacen, ciertamente, de la manera como concebimos en nuestra experiencia, de manera sólida; no es esta clase de conexión. Las partículas no se tocan; sin embargo, coordinan sus movimientos, componiendo esferas energéticas. El átomo supone una coordinación diferenciada de movimientos; movimientos que hacen al núcleo, movimientos que hacen a las órbitas que circundan el núcleo. También supone una coordinación diferenciada de partículas diferentes, así como de las fuerzas fundamentales. ¿Cómo se conectan los átomos? Tampoco lo hacen tocándose, como concebimos el tocar comúnmente, pues los átomos no se tocan, no encajan. Los átomos conforman campos energéticos, por así decirlo. Campos energéticos tan fuertes que construyen moléculas. Las moléculas están compuestas por átomos, aparecen más compactas, si se puede hablar así; empero, no se puede entender que sean sólidos, pues también se trata de campos energéticos. Lo sugerente es la agregación de átomos, de la misma manera que lo era el aglutinamiento de la estructura atómica. ¿Cómo ocurre? Quizás sea difícil explicar estos fenómenos sin comprender el funcionamiento de la energía oscura y de la materia oscura, lo que comúnmente se llama vacío. Parece que lo que conecta, lo que acopla, las partículas, luego los átomos, tiene que ver con la energía y la materia oscuras.
Lo molar aparece como masas compactas o más o menos compactas, incluso como hileras diseminadas en el universo. Lo molar no sólo puede entenderse como composiciones masivas de campos moleculares diferenciales, sino que generan los campos gravitatorios conocidos y estudiados por la física clásica, más tarde revisados y replanteados por la física relativista. Estas masas molares son campos gravitatorios y campos energéticos combinados y compuestos. El concepto de masa se refiere a la medida de la cantidad de materia que posee un cuerpo. Se trata de una propiedad intrínseca de los cuerpos, propiedad determinada por la relación de la medida de la masa inercial y de la masa gravitacional[13]. Es en esta dimensión, si se puede hablar así, donde adquirimos de la experiencia la idea de materia, la idea de solidez, la idea de conexión material. Quizás es en esta dimensión en donde adquirimos la imagen inadecuada de materia, como madera, como sólido, puesto que esta condición de masa no deja de ser energía y movimiento. Es también en esta dimensión donde adquirimos, de una manera racional, la idea de tiempo.
Retomando la concepción del espacio-tiempo, como dijimos, no es sostenible el sentido común del espacio absoluto y del tiempo absoluto. Desde esta perspectiva móvil ningún lugar, si se puede hablar así, del espacio-tiempo, en constante movimiento, es igual a otro lugar; todos los lugares del espacio-tiempo son distintos. Ni siquiera un mismo lugar es el mismo, pues se encuentra en constante movimiento. Así como dos dimensiones hacen al plano y tres dimensiones hacen al volumen, cuatro dimensiones hacen al movimiento. Hablamos pues no del movimiento concebido y representado en tres dimensiones, menos del representado en dos dimensiones, sino del movimiento complejo efectuado en cuatro dimensiones; hablamos de la corporeidad cambiante del movimiento tetra-dimensional.
En adelante, no continuaremos con las interpretaciones de las lecturas físicas del espacio-tiempo, sino nos abocaremos a tratar los problemas planteados por la corriente de la historia reciente. Sin embargo, nos queda, antes, retomar algunas anotaciones sobre la vida.
Anotaciones sobre la vida
En Devenir y dinámicas moleculares – Apuntes para una teoría de la sociedad alterativa –, a propósito de la pregunta ¿qué es la vida?, escribimos:
La vida entonces es memoria, constitución de la memoria; memoria como codificación, almacenamiento y retención, acrecentamiento y uso de la información capturada. La memoria como que instituye el tiempo al conservar la huella sensible, sobre todo al guardar la información genética, la que es usada en la reproducción, en la repetición, por lo tanto en la continuidad. No se podría entender la vida sin lo sensible, sin la capacidad sensible; por lo tanto, sin esa predisposición a sentir, que es la del organismo viviente. Se trata de relaciones afectivas entre interioridad y exterioridad, operación de clausura y a la vez operación de apertura. Pero, la vida no se explica sólo por la existencia de organismos, pues estos no existirían sin la interacción con sus entornos, tampoco sus entornos serían posibles sin los ecosistemas complejos donde habitan. La vida supone interacciones múltiples y plurales en los entornos y los ecosistemas, en el gigantesco complejo movimiento permanente de la esfera biótica[14].
Después anotamos que:
La vida no sólo se explica por la memoria que conserva y crea lo sensible, sino como torbellino auto-organizativo genético, fenoménico, egoísta y ecológico. Este remolino que retorna sobre sí mismo para crear vida en su infinita variedad, lo hace en forma de poli-bucles bullentes y diferenciados, entrelazados e interconectados, condicionándose mutuamente. La vida es auto-creación y re-organización de las condiciones de posibilidad mismas de la vida. La vida es auto-poiesis; por eso mismo supone inteligencia, cálculo, computación, cogitación, saber, aunque no sea evocativo; subjetividad, sobre todo por el espesor de afectividad. La vida considerada como constitución de la sensibilidad supone organismos y organizaciones capaces de sentir, de establecer una relación sensible entre “interioridad” y “exterioridad”, donde la “interioridad” es precisamente el cuerpo que capta la “exterioridad”, que captura fragmentos de “exterioridad”, convirtiéndolos en parte de su metabolismo y su experiencia. No interesa tanto la separación entre “interioridad” y “exterioridad”, sobre la que se ha insistido tanto, sobre todo en la teoría de sistemas, donde la relación, la separación, aparece tanto como clausura, así como apertura, sino, lo que es indudablemente importante es esta capacidad, esta facultad, de sentir. Sin lugar a dudas, esta constitución sensible es ya la constitución subjetiva, la sensación de autonomía. Por eso podemos decir que todos los organismos vivos son “sujetos”, decodifican físicamente, químicamente, biológicamente, sensiblemente, la información recibida, y actúan, responden. No se puede tener, en estos temas, no es sostenible, una mirada antropocéntrica, otorgando sólo a los seres humanos el privilegio de la subjetividad; la vida como memoria y creación de lo sensible es la “experiencia” que comparten todos los seres vivos. La vida es precisamente acontecimiento sensible, el mismo que no podría comprenderse sino como constitución de subjetividad[15].
En relación a lo que consideramos el núcleo de la vida, el genoma, decimos:
El genoma es la totalidad de la información genética que posee un organismo o una especie en particular. El genoma en los seres eucarióticos comprende el ADN contenido en el núcleo, organizado en cromosomas, y el genoma mitocondrial. El término fue acuñado en 1920 por Hans Winkler, profesor de Botánica en la Universidad de Hamburgo, Alemania, como un acrónimo de las palabras gene y cromosoma.
Los organismos diploides tienen dos copias del genoma en sus células, debido a la presencia de pares de cromosomas homólogos. Los organismos o células haploides solo contienen una copia. También existen organismos poliploides, con grupos de cromosomas homólogos.
La secuenciación del genoma de una especie no analiza la diversidad genética o el polimorfismo de los genes. Para estudiar las variaciones de un gen se requiere de la comparación entre individuos mediante el genotipado.
El genoma es indudablemente memoria; se trata de una información genética, de la totalidad de la información genética que posee un organismo o una especie en particular. Se trata de la inscripción del programa, del engrama, de la grama-to-logía, en el devenir del organismo y de la especie. Una memoria en el devenir y un devenir de la memoria. La vida entonces no es solamente memoria sino también una anticipación, la intervención en el espacio-tiempo, en el tiempo del espacio y en el espacio del tiempo; si se quiere, la construcción de un futuro. Se puede decir que la vida contiene lo virtual como posibilidad, como múltiples alternativas, por lo tanto como capacidad creativa, bajo las condiciones de posibilidad abiertas por el genoma. Las relaciones entre ontogénesis y filogénesis, entre genotipo y fenotipo, no es exactamente una relación entre estructura y fenómeno, como entre estructura de la lengua y habla, sino la relación entre la “dimensión” virtual y la “dimensión” efectiva del acontecimiento de la vida. Ahora bien, el genoma no es exactamente virtual; es, si se puede decir, una “racionalidad” inscrita, una combinatoria, construida “materialmente”, la química del ADN[16].
Remarcando, escribimos:
Las células contienen ADN – el material hereditario de todos los sistemas vivos. El genoma es el conjunto completo de un organismo de ADN y está organizado en cromosomas. El ADN contiene los genes, cuya secuencia específica establece cómo y cuándo construir proteínas. Las proteínas desempeñan funciones vitales más esenciales, a menudo trabajando juntas como máquinas moleculares. Máquinas moleculares que interactúan a través de complejos, vías y redes interconectadas para que la célula cobrara vida.
Hablamos entonces de, no solamente, memoria constitutiva y creativa de la sensibilidad, sino también de la inteligencia, el saber, el cálculo, la computación, la cogitación, la autopoiesis de la vida; es decir, de la auto-creación misma. Estamos ante la potencia creativa de la vida[17].
Retomando estas reflexiones, la vida es memoria sensible. En el texto citado se dice que fija y retiene la información; metafóricamente también se dice que constituye el tiempo. Es decir, de alguna manera, lo inventa. Para lo que nos interesa ahora, en este ensayo, el tiempo es instituido por la memoria sensible; tiene que ver con lo sensible. El tiempo es una construcción de la memoria. Jugando con esta tesis, podemos proponer, a modo de contrastes, con las tesis anteriores, devenidas de una interpretación de las tesis de la física relativista, que la percepción encuentra la síntesis inmanente de la experiencia. Supongamos que esta síntesis inmanente es el tiempo. Esta es la interpretación por parte de la percepción del acontecimiento y de la experiencia del acontecimiento. El acontecimiento es sentido y racionalizado como tiempo.
La vida, ahora reduciéndola a la concepción biológica, no, como hicimos en Dinámicas moleculares y devenir, como concepción plena, cosmológica, establece una relación temporal con el mundo, que en este caso es el universo. El tiempo es el parámetro sensible, la medida sensible, así como la cualidad sensible, constituidos por la vida en su relación con el mundo, que a su vez, constituye a la vida. En el mismo sentido, otra hipótesis interpretativa que podemos usar es comprender que el tiempo, como percepción, es la reducción de la complejidad que afronta la vida; reduce la simultaneidad dinámica y compleja a su representación sucesiva. La vida antepone una analítica orgánica a los entrelazamientos simultáneos de la complejidad. Convierte el movimiento complejo tetra-dimensional en una representación tridimensional, además dada por etapas sucesivas. Por ejemplo, el movimiento complejo del cubo tetra-dimensional aparece reducido a distintos cubos sucesivos tridimensionales. Entonces la percepción del tiempo resulta ser una defensa orgánica ante la complejidad dinámica. La vida orgánica genera esta percepción, esta sensibilidad, incluso esta organicidad, la del tiempo, para lograr sobrevivir ante las contingencias simultáneas del espacio-tiempo tetra-dimensional. Será después cuando la razón humana construya la representación abstracta del tiempo, pasado, presente y futuro.
Sin embargo, nuca ha dejado de haber problemas en relación a esta representación. Nunca fue fácil establecer una relación continua entre pasado, presente y futuro. Lo que aparecía como consistente era el presente, el ineludible momento vivido. En cambio ya no se tenía control sobre el pasado, su desaparición vivencial dejaba registros en la memoria y como huella en una exterioridad permanente. El futuro era mucho más incierto, algo que parecía, mas bien, depender del azar. El pasado, a pesar de que la filosofía de Henri Bergson le atribuye carácter de ser, al otorgarle la condición y cualidad de duración, no logra prolongarse efectivamente, sino como hipótesis de la memoria. Los datos inmediatos de la consciencia no dejan de estar escindidos entre la elaboración de la memoria y la experiencia inmediata. Quizás esta debilidad teórica indujo Edmund Husserl a inclinarse a formular la tesis del presente extendido. Sin embargo, esta concepción dilatada del presente no se desentiende de su herencia sucesiva; el presente incorpora los recuerdos del pasado reciente y las anticipaciones del futuro inmediato. Husserl sitúa al presente en el centro de este suceder, el pasado es concebido como re-tención y el futuro como pro-tensión; logrando de esta forma un continuum temporal, que no dejaba de desprenderse de la idea de tiempo como duración[18].
Estos problemas teóricos son retomados por el historiador Renhart Koselleck, quien concibe el acontecimiento histórico como desgarrado entre dos categorías temporales; una de ellas es conceptuada como espacio de la experiencia; la otra como horizonte de expectativa[19]. En estas categorías se nota la herencia de la fenomenología de Husserl, además de heredar el dilema de las disyuntivas temporales de una tradición filosófica que viene desde San Agustín. Koselleck también coloca a la historia como parte de la construcción de narrativas, por lo tanto de tramas, que adquieren sentido en la composición misma de la trama. La historia no nos da la verdad del pasado; la concepción de la historia a de variar, así mismo, a de variar la concepción del tiempo histórico, que va a depender de la particular combinación entre espacio de experiencia y horizonte de expectativa.
Estos desplazamientos epistemológicos anuncian una segunda “revolución” teórica en la historia; la primera se da con Fernand Braudel y la escuela de los anales, cuando se vincula a la historia a los ciclos largos, a las estructuras de larga duración. La segunda, comienza a acontecer con la corriente de la historia reciente, que concibe el presente extendido, un presente dilatado, que incluso puede llegar a comprender las estructuras de larga duración, así como el horizonte de expectativa. Esto nos acerca al planteamiento de la simultaneidad dinámica, aunque se lo haga todavía bajo la herencia del concepto del tiempo absoluto.
Más acá y más allá de la historia
Comenzaremos con una provocación; diremos que nunca se ha hecho historia sino del presente; se ha hurgado el pasado a partir de los problemas del presente. A pesar de los registros, de las fuentes, de los archivos, de los documentos, hasta de los monumentos, se ha usado estas informaciones para responder a preocupaciones y problemas de un presente. Esta apreciación favorece la posición y la perspectiva de la corriente de historia reciente.
Ciertamente muchos de los historiadores de la corriente de historia reciente hacen historia de los sucesos, eventos, hechos, que les toca vivir; les toca ser, de alguna manera, testigos, espectadores. En este sentido, el presente se circunscribe a la experiencia de tres generaciones yuxtapuestas. Algunos de estos historiadores se dedican a hacer la historia de los movimientos sociales contemporáneos, tratando de arrojar luz sobre su secuencia, sus tendencias, sus alcances y su incidencia; sobre todo sobre su significación histórica. Otros se han abocado a hacer historia de temáticas y problemáticas presentes, contemporáneas, actuales, significativas por su incidencia en las sociedades. También los hay de los que hacen historia de las historias divergentes, de luchas alterativas, como de las mujeres, concebidas en su radicalidad transgresora, transgresora de la dominación patriarcal. Así como también se hace historia de las subjetividades diversas. En el continente de Abya Yala ha tomado importancia la historia de las resistencia de las comunidades indígenas a las distintas aplicaciones del modelo extractivista del capitalismo dependiente. Todas estas historias se aprecian por su valor explicativo y narrativo de la contemporaneidad. Lo hacen sin hacerse problema de los dilemas teóricos que plantea el uso del paradigma del tiempo absoluto.
Sin embargo, hay otros historiadores como Tzvetan Todorov, que habiendo incursionado en la investigación histórica, trabajado la historia en su sentido de largo ciclo, como por ejemplo la historia de la conquista ibérica del continente de Abya Yala, planteándose al mismo tiempo problemáticas teóricas desatadas por la dominación colonial, ahora incursionan también en el estudio de acontecimientos del presente, que incluso podemos llamarlos de la coyuntura mundial. Estos historiadores tienden a resolver los problemas epistemológicos del uso del tiempo absoluto, contrastando el presente con el pasado, buscando analogías y diferencias. Otro modo de acercar el presente al pasado. Estos esfuerzos son apreciables; empero, no resuelven el problema. ¿Cómo pensar el acontecimiento histórico si pasado, presente y futuro tienden a disolverse, a mezclarse, a conformar una convergencia de yuxtaposiciones? Mientras nos mantengamos en el paradigma del tiempo absoluto es difícil responder a esta pregunta.
En adelante trataremos de proponer una adecuación del concepto del espacio-tiempo, de lo que llamamos la simultaneidad dinámica, para el estudio, análisis e interpretación del acontecimiento histórico.
¿A qué llamamos historia reciente? Sin necesidad de contradecir a los que se nombran como investigadores de la historia reciente, diremos que esta corriente es, en realidad, un acontecimiento actual. No se trata sólo de los investigadores, de los historiadores, incluso los grupos multidisciplinarios, que efectúan estas investigaciones y que hacen a esta práctica en la historia, sino de la proliferante y acuciante actividad investigativa de estudiantes, embarcados en concluir sus tesis, así como de la abundante actividad de un conjunto de ONGs activistas, dedicadas a defender derechos, no sólo humanos, en sentido general, sino diferenciales, colectivos, de la madre tierra, especiales. Quizás lo más sugerente es la presencia de colectivos activistas interpeladores y orientadores de luchas concretas; la defensa del agua y de la vida, la defensa de las cuencas y de los eco-sistemas, la defensa de las comunidades indígenas, la defensa de los diversos movimientos sociales. Estos colectivos activistas desarrollan toda una acción de adquisición de información, de manejo de la información, de análisis y sistematización, además de la interpretación activa de sus saberes respecto a las problemáticas en cuestión. La gran masa de documentos de la corriente de la historia reciente proviene de esta profusa praxis, donde la investigación se articula al activismo y a la incidencia. Lo sugerente de todo esto es que los métodos de investigación, si mantenemos estas clasificaciones, se parecen más a las investigaciones históricas que a investigaciones sociológicas o antropológicas. En el mejor perfil se trata de investigaciones multidisciplinarias.
Entonces, ¿qué nos plantea esta emergencia de preocupaciones investigativas, tanto académicas, institucionales, como las de algunas ONGs, así como de colectivos activistas, sobre el presente? Emergencia que se asienta en condiciones de posibilidad privilegiadas por la tecnología, por la comunicación, por el acceso a la información, a los archivos, también a los testimonios. Una “revolución” tecnológica, comunicativa y de la información, empuja a conglomerados de investigadores de la actualidad, en unos casos como preparados para hacerlo, por su formación académica, en otros casos improvisados, provisionales, empíricos, sin embargo, aprendiendo y mejorando en el camino y de acuerdo a las experiencias. No es pues una preocupación por conocer el pasado, que se pierde y se aleja, sobre todo en los comienzos de la modernidad, como lo que ocurre con el nacimiento de la historia como ciencia, saber y disciplina, nacida durante el siglo XIX. Tampoco es una preocupación por conocer la historia del capitalismo y las formaciones económico-sociales, como ocurre con la emergencia e irradiación de las corrientes marxistas. No son, de la misma manera, unas preocupaciones por una epistemología y metodología adecuadas para el estudio y el análisis de los ciclos largos de la historia, como ocurre con la escuela de los anales. Es una preocupación compulsiva por comprender la complejidad del presente e incidir en su decurso. La historia reciente ya no es sólo una actividad académica, es una actividad social, incluso, yendo más lejos, es una actividad política.
¿Qué relación hay entre este campo – llamémosla así – de la historia reciente, con los grupos de trabajo que manifiestan preocupaciones teóricas, quienes, algunos de ellos, por ejemplo, plantean que lo que hacen es estudiar y comprender el presente expansivo? Lo que pasa es que, la experiencia e inquietud de la gama de estas actividades lleva a preguntarse por el sentido del desplazamiento de la temporalidad histórica, por el sentido de su praxis y su teorisis, por el sentido de esta formación discursiva reciente. La enunciación filosófica, por escasa que todavía sea, es señal de que ya hay reflexión sobre su propio que-hacer de la historia reciente. En este momento no es nuestro interés discutir si estamos o no de acuerdo con el concepto del presente expansivo; anteriormente expusimos nuestro punto de vista. Lo que importa ahora es comprender en qué contexto se enuncia este concepto.
Se puede decir que se trata de un contexto intenso, un presente lleno de intensidades vertiginosas. Estamos en la experiencia de una modernidad más evanescente, más trastrocadora, más contradictoria y contrastante que la de antes, si así todavía podemos hablar, manteniendo las representaciones del tiempo en el lenguaje. Una modernidad que ha acortado considerablemente las distancias geográficas por las velocidades logradas por sus tecnologías de transporte, una modernidad que ha acortado considerablemente los lapsos por la rapidez de las comunicaciones. Una modernidad, en fin, que ha roto con las metas anteriores de acumulación y ganancia, así como con los márgenes de desigualdades, ensanchando considerablemente estas diferencias. Estamos ante una modernidad donde todo parece estar a mano, al alcance, y, paradójicamente, al mismo tiempo, lo que se tiene a mano es un vacío, una fugacidad, un incumplimiento, una falta; se hace inalcanzable. Una modernidad de inmensos contrastes. Una modernidad donde todo parece converger. Una modernidad que se ha autonombrado como fin de la historia por un vocero teórico del Departamento de Estado[20]. Entonces una modernidad que es el presente intenso, que pretende ser eterno.
Hoy, como nunca, todo está próximo, el pasado, las sociedades antiguas, las sociedades nacientes, llamadas por la antropología colonial sociedades primitivas, la hominización, incluso el Big Bang, que se encontraría a trece mil a catorce mil millones de años. En realidad, formamos parte del Big Bang, somos el Big Bang. Como nunca el ser humano ha convertido todo este pasado en parte de su imaginario. ¿Es esta la simultaneidad? Por lo menos, estamos ante una aparente simultaneidad, una simultaneidad imaginaria. No hablamos de esta simultaneidad imaginaria, sino de la simultaneidad dinámica, tal como la hemos expuesto anteriormente. ¿Cómo adecuar este concepto a la comprensión, en el estudio, análisis e historia de las sociedades humanas?
Simultaneidad dinámica social
Es difícil, de entrada, plantear la tesis de la simultaneidad dinámica en el campo social, no sólo por el sentido común asentado y por la epistemología consolidada, sino porque el campo gravitacional en el que nos encontramos, el del sistema solar, la física clásica se verifica convincentemente, preservando la ciencia física newtoniana, también porque en el campo social son constatables los fenómenos como el envejecimiento, el nacimiento, el crecimiento, la reproducción y la muerte, el paso de las generaciones, las transformaciones de la sociedades. Las sociedades parecen evolucionar. Todo parece corroborar la representación de las sucesiones y las secuencias. Ante la elocuencia de esta “realidad” la tesis de la simultaneidad dinámica parece insostenible.
Para comenzar a responder, diremos que la tesis de la simultaneidad dinámica no niega estos fenómenos, sino que los explica de otra manera. Las transformaciones, los cambios, los desplazamientos, los movimientos, son parte constitutiva de la simultaneidad dinámica. Lo que dice la tesis de la simultaneidad dinámica es que todo esto no tiene por qué ser explicado desde la representación del tiempo absoluto. Un primer desplazamiento correctivo es comprender que el tiempo social no es el tiempo absoluto. Las representaciones sociales del tiempo no se corresponden con el tiempo absoluto, incluso cuando, en la modernidad, esta representación se impone como universal. En primer lugar, la temporalidad social es institucional. Son las instituciones las que administran el tiempo social, las que definen sus periodos, sus secuencias, incluso las que definen las épocas, los cambios de época. En segundo lugar, las representaciones sociales construyen imaginarios temporales sobre la base de sus interpretaciones de la experiencia social. En otras palabras, se puede decir que el tiempo social es vivido considerando referentes de los colectivos, grupos, comunidades involucradas. En tercer lugar, la misma modernidad es asimilada heterogéneamente por las sociedades, las mismas que se construyen su propia memoria social, su propia historia efectiva.
¿Se va descalificar estas representaciones sociales afirmando que el tiempo es único, universal y absoluto, que, por lo tanto las representaciones sociales del tiempo son subjetivas? La misma representación abstracta, racional, del tiempo absoluto es subjetiva. ¿Se va decir que, de todas maneras, las representaciones sociales deambulan en el marco lineal del tiempo absoluto? Esto puede estar ocurriendo, en la medida que las representaciones sociales arrancan de un pre-juicio inicial, la representación del tiempo, considerado como sucesión. No es suficiente ejemplificar con la sucesión de generaciones, la sucesión de sociedades, lo que hay que entender que estas sucesiones no serían posibles aisladamente, como eventos aislados, solitarios, en el mundo. Estas sucesiones se dan en el mundo, paralelas a otras sucesiones, vinculadas a estas otras sucesiones, afectadas por este paralelismo, por estas conexiones y por estos condicionamientos mutuos. Lo que hay que entender es que se da la simultaneidad de sucesos, que hacen posible que el suceso en cuestión acontezca, se desplace.
Lo que hay que comprender es que el suceso en cuestión no se da aisladamente sino integrado a un mundo. El mundo es un acontecimiento simultáneo. Lo “real” no es el suceso aislado, que es, mas bien, una abstracción analítica, sino el mundo donde se da el suceso. Lo que explica, al final de cuentas, el suceso en cuestión, no es su secuencia, su causalidad, sino su relación en y con el mundo. El suceso se explica por la complejidad donde se encuentra inserto. Lo que hace inteligible el suceso, de una manera integral, es su modo de articulación y pertenencia al mundo. Mundo, que, a su vez, es dinámico, se encuentra constituido por dinámicas moleculares y dinámicas molares sociales. Son las formas dinámicas del mundo, son las formas de integración del mundo, son las formas de cómo el mundo constituye, a su vez, a los sucesos, eventos, hechos, instituciones, colectivos, comunidades, grupos, individuos, lo que hace inteligible y explica estos acaecimientos.
Una primera forma de la simultaneidad dinámica es esta integralidad dinámica del mundo.
Una segunda forma de la simultaneidad dinámica tiene que ver con que los acontecimientos sociales se dan en el tejido del espacio-tiempo-vital-social tetra-dimensional, en la curvatura de este espacio-tiempo-vital-social. Los acontecimientos sociales son como plegamientos móviles de este tejido. Para ilustrar, esto es como decir que los acontecimientos sociales se dan en un campo de lugares, campo tetra-dimensional, no se dan en el tiempo. Es el campo el que se transforma, no es que los sucesos se suceden secuencialmente. Es la dinámica del campo la que crea estas transformaciones, estos cambios, estos sucesos, como plegamientos y des-plegamientos tetra-dimensionales.
Para no seguir con una exposición meramente teórica, vamos a intentar “aplicar”, si así se puede hablar, esta concepción de la simultaneidad dinámica social en el análisis de un acontecimiento político-social concreto. De este modo seguir con el desenvolvimiento del tema y el tratamiento del concepto. Vamos a analizar el “proceso de cambio” boliviano desde la perspectiva móvil de la concepción de simultaneidad dinámica social.
La ilusión del pasado
Frente al pasado el imaginario social se comporta como si este hubiera acontecido en el tiempo pretérito, cuando lo que hace la memoria social es actualizar recortes de la experiencia en las representaciones puestas en juego y en concurrencia. Se trata de interpretaciones de la memoria social de acuerdo a la perspectiva que traza un presente. Estamos ante el acontecimiento, no del tiempo, sino de la invención social, de la potencia social, también de la institución imaginaria de la sociedad; la misma que acontece en el campo dinámico tetra-dimensional. Campo reducido en las representaciones a la narrativa tridimensional, incluso a la narrativa plana del sentido común. El movimiento tetra-dimensional es captado por la experiencia; empero, no representada, reducida por razones “operativas” a dimensiones manejables institucionalmente. En este sentido se puede decir que la historia es instituida e institucionalizada. Por eso, el pasado existe, como parte de la legislación institucional, también como parte de las actividades del campo escolar.
No son exactamente recuerdos, aunque puedan ser registros, archivos y documentos, sino fantasmas que cohabitan con los vivos, fantasmas que los vivos les dan vida. Son representaciones que ayudan a interpretar los problemas y desafíos del momento. Ayudan también a legitimar a las instituciones vigentes. El llamado pasado no es más que parte activa y funcional de la simultaneidad dinámica social. No es que está presente, que se actualiza en el presente, sino que se produce como parte de las dinámicas sociales en la simultaneidad social. Si se quiere, para ilustrar, el pasado comparte con el presente y con el futuro, en esa simultaneidad dinámica social.
El movimiento complejo que comprende, múltiples y plurales movimientos, concatenados, entrelazados e integrados, produce el tejido cambiante de la simultaneidad dinámica. Lo que se llama pasado, cono representación, es, en realidad, inmanente a la simultaneidad. Está contenido; pero, también se realiza, se manifiesta, en un movimiento continuo.
En el Otoño del patriarca, de Gabriel García Márquez, hay una figura ejemplar de este acontecimiento. El patriarca observa, desde el balcón del palacio deteriorado, a las carabelas que llegaron al quinto continente. Los tiempos se encuentran entremezclados en el crepúsculo del poder solitario. Esta novela nos muestra la manifestación narrativa de la intuición del movimiento simultáneo.
Para retomar nuestro propósito, podemos ilustrar con la siguiente figura, una interpretación, desde la simultaneidad, del “proceso de cambio”. El presidente Evo Morales Ayma cohabita con el levantamiento de Tupac Amaru y Tupac Katari, incluso con la complicidad de los orejones con la ocupación española. Así mismo, estamos ante el “proceso de cambio” que coexiste con la guerrilla de Ayopaya, el sitio de La Paz, la Guerra Federal, la Guerra Civil de 1949, la revolución nacional de 1952, la incursión fracasada de la guerrilla del Che. Estos sucesos son reinventados, son re-producidos, en el momento de la simultaneidad dinámica. Es un “proceso de cambio” que busca interpretarse en diálogo con estos sucesos que re-inventa.
Sólo, en la medida que coexisten estos sucesos, pueden tener efectos en el momento del movimiento complejo. No sólo como representaciones, sino como sucesos dados en el momento. Como dijimos, no sólo se dan como representaciones, sino también como hechos, si se quiere, como materialidades históricas. Están presentes en los comportamientos, en las instituciones, en la enseñanza; están presentes como aperturas o clausuras, como posibilidades u obstáculos, en el juego concurrente de las fuerzas. La conclusión o el mismo fracaso de la guerrilla están presente en las posibilidades o limitaciones de la correlación de fuerzas del campo político. Es como si se volviera a fracasar, como si se volviera al inacabamiento y limitaciones de la guerrilla. No es una condena, sino que el desafío está presente, vuelve a plantearse, una y otra vez. Por lo tanto, el desafío es el siguiente: Hay que resolver la tarea pendiente, hay que concluir con las guerrillas, llevarlas a término, para poder llevar a término al “proceso de cambio” mismo.
Lo mismo ocurre con los otros sucesos en cuestión; hay que llevar a término la inconclusa revolución de 1952, así como hay que llevar a término la Guerra Federal, el levantamiento de Tupac Amaru y de Tupac Katari. No se puede producir el desenlace del “proceso de cambio” sin llevar a término estos sucesos pendientes. Estamos ante momentos del movimiento complejo, momentos que no son temporales, sino estructuras dinámicas de la simultaneidad social.
La estática social tetra-dimensional
Hay que imaginar una esfera de cuatro dimensiones. Nos hemos acostumbrado a imaginar la esfera de tres dimensiones, el volumen esférico. Cuando tenemos que imaginar el movimiento de la esfera, lo que hacemos es imaginar distintas esferas, que se sitúan en distintos tiempos y ubicaciones. Es muy difícil imaginar una misma esfera en movimiento, no sólo en rotación y en traslación, sino en movimiento complejo, donde es el espacio-tiempo el que se mueve. Es la misma esfera la que se auto-produce, autogenera, y auto-compone.
Hay físicos que lanzan la hipótesis de que no solamente el tiempo es una ilusión sino también el movimiento; se refieren al movimiento clásico, dado en tres dimensiones. Dicen que, en realidad, todo es estático; se refieren a la estática tetra-dimensional, por lo tanto, compleja. Nosotros decimos: Todo acontece de manera simultánea y dinámica. En lo que respecta a la simultaneidad dinámica social decimos: Todos los acontecimientos sociales acaecen simultáneamente. No es que hay historia, sino que se reinventa constantemente la historia, se la produce permanentemente.
Estamos ante una estática tetra-dimensional, que, aunque parezca paradójico, se mueve; empero, se mueve de modo complejo. Para ilustrar diremos: Todo se está dando a la vez, pasado, presente y futuro. Sólo que este a la vez cambia constantemente.
Para ilustrar diremos que todos los sucesos históricos que mencionamos, como ejemplo, se dan a la vez, coexistiendo con el “proceso de cambio”, sólo que este a la vez cambia constantemente. De la manera tradicional, en las representaciones tradicionales, se diría que el futuro se altera constantemente. Añadiremos que también se altera constantemente el pasado y el presente. En realidad lo que se altera constantemente es la simultaneidad dinámica social.
En la medida que no se resuelven los sucesos inconclusos, también queda inconcluso el “proceso de cambio”. En la medida que se comienzan a resolver, se abren a su conclusión, también se abre la posibilidad de conclusión del “proceso de cambio”. Como se puede ver no se está ante la condena del destino, donde todo ya está escrito, que era parte de la trama trágica clásica. De ninguna manera; todo está abierto, todo está por escribirse, a cada rato. La clave radica en las partículas infinitesimales, constructoras del universo; así también la clave en la simultaneidad dinámica social se encuentra en las mónadas humanas, las partículas de las sociedades humanas. Estas partículas son las unidades, por así decirlo, de la potencia social. Son libres de componer, de tejer, de construir alternativas. Las mónadas son en sí mismas alterativas.
El “proceso de cambio” mismo no es un proceso, en sentido de secuencia, es una simultaneidad dinámica en constante reinvención. Se clausura constantemente a su inconclusión, o se abre constantemente a la posibilidad de conclusión. Todo depende de la potencia social, de su capacidad creativa liberada o, mas bien, de su fuerza social capturada por las mallas institucionales.
Todo esto nos lleva a un gran tema heredado que, empero, debe ser replanteado; es el tema de la subjetividad. Friedrich Nietzsche había planteado el tema en términos de voluntad de potencia, incluso cósmica. Si se supone que la voluntad radica en cada partícula, entonces debemos concebir que la subjetividad también es inherente en cada partícula. De esto hablamos en otro texto[21]. Lo que nos interesa ahora es hablar de lo que acontece en las y con las mónadas humanas, las mónadas sociales humanas. Es indiscutible hablar de subjetividad en estas mónadas. Lo que interesa es saber cómo funcionan estas subjetividades en la simultaneidad dinámica.
En la tradición “materialista” ha preponderado la tendencia a considerar la subjetividad como una contingencia interna, imaginaria, opuesta a la “objetividad”, por lo tanto, sujeta a errores. Muy cerca de ilusiones mentales y de afecciones de las sensaciones. Incluso, a partir de Kant, al considerar el espacio y el tiempo como intuiciones sensibles, se inclina la interpretación filosófica a considerar estas intuiciones como parte de la estructura del sujeto; pero, no correspondientes a la “cosa en sí”. Esta dualización entre lo “objetivo” y lo “subjetivo” resulta problemática. Así mismo, es problemático su referente de bifurcación: externo e interno o, si se quiere, exterioridad/interioridad. Este pre-juicio parte del supuesto de la soledad humana; es el humano el que observa, el que tiene la perspectiva privilegiada. La interioridad entonces resulta humana, en cambio la exterioridad, en contraste, es naturaleza. Es difícil sostener esta interpretación, a no ser que se trate de un axioma indiscutible; algo que no puede ser posible.
Ni el humano está sólo en el universo, pues comparte, coexiste y cohabita con los innumerables seres del universo, tampoco tiene la perspectiva privilegiada. Es uno más de los muchísimos seres. Manteniendo todavía términos discutibles, diremos que todos los seres contienen interioridades, que se relacionan con exterioridades. La subjetividad es inherente a todos los seres. Así como la energía es inherente a la materia, así como las fuerzas fundamentales crean y recrean la materia, también podemos decir que la subjetividad es inmanente a la materia. En el leguaje ya descartado en la física, por lo menos, en parte de ella, se puede decir que la subjetividad es una fuerza fundamental más entre las fuerzas fundamentales. Ahora, en el lenguaje más contemporáneo se puede decir la subjetividad es campo, interacción de campos.
Como enfrentamos problemas de lenguaje para expresar la complejidad, usaremos los términos de un lenguaje inapropiado, buscando ilustrar sobre la problemática. La subjetividad es como la causa y el efecto inmanentes de las interacciones y las relaciones dadas entre los campos. La interacciones y las relaciones afectan a las estructura internas de los campos y de las estructuras y composiciones que se encuentran en los campos. La subjetividad es como el núcleo inmanente de campos gravitatorios singulares. Este núcleo es como un agujero negro, absorbe frecuencias, no las deja salir; aunque también, en otro momento, el núcleo emite frecuencias, quizás otras frecuencias, irradiando, afectando a los entornos.
No hay interno y externo, ni interioridad y exterioridad, tampoco subjetividad y objetividad, estos dualismos de la economía política generalizada. Lo que hay es interacción de campos, plegamientos, des-plegamientos y re-plegamientos en los campos. Lo que hay es movimiento complejo, simultaneidad dinámica, que contiene a los campos de subjetividad en interacción con los múltiples campos. Lo que se dan son composiciones en movimiento que generan estas inmanencias, por así decirlo, estos ámbitos inmersos, que hacen de memorias sensibles y de registros virtuales, también de potencias y posibilidades. Estamos usando conceptos como inmanencia, memoria sensible y registro virtual, que corresponden a la voluminosidad tridimensional a la que se le añade el tiempo absoluto externo a la voluminosidad. ¿Cuáles son los conceptos apropiados para el espacio-tiempo tetra-dimensional? ¿Se trata de algo parecido al juego paradójico de conceptos contrastantes? Inmanencia/trascendencia, memoria/olvido, registro/borradura; concepciones contrastantes que se abren a todos los juegos paradójicos de la existencia; entre ellos, adentro/afuera, interioridad/exterioridad; así como también pasado/futuro; de la misma manera juegos teóricos como vida/muerte, todo/nada. ¿En el espacio-tiempo se da el acontecimiento como contraste en la simultaneidad? ¿Ambas, contradicción inherente, simultáneamente? ¿La voluminosidad se convierte simultáneamente en energía; es decir, en dinámica, en movimiento, que sólo se dan por el inmenso vacío entre partículas, entre átomos, entre moléculas, entre cuerpos molares? ¿Entonces la concepción sería volumen/vacío? ¿Movimiento/estática; por lo tanto, movimiento complejo? ¿En qué quedaría el concepto de subjetividad? ¿Subjetividad/objetividad? Quizás esto último no sea apropiado, pues subjetividad y objetividad, que ciertamente son conceptos contrastantes, corresponden al sumun de la metafísica y del empirismo racionalistas, al mismo tiempo; concepciones, opuestas absolutamente al juego paradójico. No es pues apropiado aceptar estos conceptos, se requiere otra inteligibilidad de la experiencia, de la existencia y de la vida. De la misma manera tenemos que refutar conceptos como realidad e irreal.
Retomando la concepción de interacción de campos, incluso los entrelazamientos de campos, ocurriendo algo parecido a nichos de campos, usando un concepto ecológico, podemos hipotetizar que estamos ante campos complejos. Así como acontece con el campo gravitatorio, que curva y pliega el tejido del espacio-tiempo, condicionando a las masas menores orbitar alrededor de masas mayores, puede acontecer con un campo gravitante de inmanencia que condiciona al tejido del espacio-tiempo a plegarse, a hundirse, a sumergirse, como en un agujero negro virtual. La memoria, la imaginación, la programación y la reprogramación del genoma, parecen darse en una dimensión virtual, es decir, en una dimensión sin dimensiones, con salvedad de la memoria sensible, que también aparece en la materialidad de los registros. ¿Lo que llamamos subjetividad forma parte de este acontecimiento virtual, en esta virtualidad, contenida en la simultaneidad dinámica, en el movimiento complejo?
¿Ese es el lugar donde, como en un holograma, se contiene la información del todo? También se puede decir, metafóricamente, la intuición del todo.
Intuición
La intuición alude al conocimiento inmediato, sin intervención de la razón. La percepción accede a un conocimiento intuitivo; en este sentido, se habla de intuición sensible. A su vez, el entendimiento supone la intuición intelectual, que es, mas bien, racional, en la versión abstracta, no de racionalidad integrada a la percepción; en este sentido, esta intuición se realiza en el concepto. El estudio de la intuición ha dejado de pertenecer al campo de la filosofía para incursionar en el campo de la ciencia positiva; en este caso, es considerada un tópico de la investigación psicológica y neurológica. Algunas teorías psicológicas comprenden a la intuición como conocimiento inmediato, conocimiento que no pude representarse. Este conocimiento puede estar relacionado con experiencias previas. Se supone que las intuiciones se presentan frecuentemente como reacciones emotivas repentinas a determinados sucesos, percepciones, es decir, pensamientos difusos, incluso pensamientos complejos, dados de manera inmediata.
La epistemología cognitiva explica la fenomenología de la intuición a partir de la hipótesis de un cerebro dual. De acuerdo a Daniel Kahneman, estamos ante una mente intuitiva, rápida, automática, mente que no requiere esfuerzo, que es asociativa e implícita, a la que no es posible acceder por introspección. Al respecto, intervienen dos procedimientos; primero, una serie de atajos mentales, heurísticos, desplegados a lo largo de la historia, desde la hominización hasta la modernidad; segundo, las asociaciones aprendidas a lo largo de la historia de vida, asociaciones y analogías, que sostienen los sentimientos, que hacen de substrato a juicios. La otra parte de la dualidad mentada es lo que comúnmente se llama consciencia. La actividad consciente es evocativa, discursiva, secuencial, racional; para su efectuación se requiere de esfuerzo adicional[22].
Lo que llamamos intuición forma parte de fenómenos inherentes a la simultaneidad dinámica, tiene que ver con la información de la totalidad, contenida en cada punto, en cada lugar, en cada campo, del universo. Jugando con la metáfora, usando la figura de intuición, que no es apropiada para referirse a la complejidad del universo, generalizando su sentido, por lo tanto proyectándolo, inadecuadamente, teniendo en cuenta que estos son problemas del lenguaje, diremos que ocurre como si cada punto, cada lugar, cada campo, del universo intuyera la totalidad. No puede haber ningún punto, ningún lugar, ningún campo, que no suponga la totalidad, que no suponga la totalidad del movimiento complejo.
Este pliegue, este plegamiento, del tejido del espacio-tiempo en sus más profundas interacciones infinitesimales, incluso, quizás, en las más profundas inmersiones, sin interacciones infinitesimales, es la contención virtual de la totalidad. Contención que podríamos llamar sensible, si este término no tuviera una connotación, en primer lugar, antropológica, en segundo lugar, biológica. A partir de esta impresión, podemos suponer una especie de substrato de lo sensible, substrato cuántico, si se quiere. No se puede dar nada en el ser humano que no se de en las partículas, en los átomos, en las moléculas, en lo molar, que no se dé como otra forma, que no se dé como potencia, que no se dé como posibilidad. Con esto desechamos la idea de alma, de espíritu, de una inmanencia metafísica, atribuida por las religiones al ser humano, incluso por el budismo a los seres orgánicos. La vida no puede ser pensada como alma, como espíritu, o a partir del alma o del espíritu. La vida es un acontecimiento que se encuentra ya en las interacciones de las partículas infinitesimales. No como alma o como espíritu, ni como Dios, sino como auto-poiesis de las interacciones de las partículas infinitesimales, incluso, se puede pensar, de interacciones complejas de estas interacciones de partículas con los campos de la energía y la materia oscura, que no cuentan con interacciones. En el fondo de estas interacciones e interacciones complejas nos encontramos con el secreto de la creación y de la recreación del universo.
Intuición social
En Intuición subversiva escribimos:
Para nosotros la intuición no es una síntesis racionalista, tampoco una revelación inmanentista. La intuición es la comprensión inmediata dada como la integración perceptual de la experiencia. Para ponerle un nombre, con todo el riesgo que esto conlleva, pero para tener un referente de contraste, llamemos a esta comprensión de la intuición como una de las formas de expresión de la memoria sensible[23].
Nos referíamos a la intuición subversiva, como forma intensa de la intuición social. Ahora bien, siguiendo lo que dijimos más arriba, la intuición social vendría a ser un conocimiento inmediato de la totalidad social, si así podemos hablar, sin discutir este concepto de totalidad. Este conocimiento no es evocativo, ni discursivo, ni racional, en el sentido asignado por las ciencias y la filosofía modernas, aunque se exprese evocativamente, discursivamente y racionalmente, aunque, como con la percepción, la razón se integre en el entrelazamiento de las sensaciones. Lo que importa ahora es esta información e imaginación de la totalidad social, contenida en la memoria social. Este es el substrato de las acciones, de las prácticas, sociales, incluso de las conductas racionalizadas instrumentalmente. El conocimiento institucional, el saber instituido, las ciencias institucionalizadas, trabaja sobre este substrato de la intuición social. Le hace recortes, convierte estos recortes en etapas secuenciales. El conocimiento institucional gana en el logro analítico; sin embargo, pierde en complejidad, también pierde la integralidad.
Recientemente las teorías de la complejidad buscan retomar la complejidad y la integralidad del acontecimiento social. Han logrado cuadros y descripciones de la complejidad social, incluso tesis ecológicas de la complejidad; sin embargo, en la medida que se han mantenido en el paradigma secuencial, en el paradigma del tiempo absoluto, no han podido lograr la inteligibilidad de la complejidad en su complejidad, no han podido visualizar, si así podemos hablar, la integralidad del acontecimiento social. Desde nuestra perspectiva móvil, esta complejidad y esta integralidad se hacen inteligibles cuando las asumimos desde la simultaneidad dinámica.
Cundo nos preguntamos: ¿A qué llamamos saber activista, a que llamamos conocimiento subversivo? ¿Cuál es la relación de este saber subversivo con el espesor de la percepción y la experiencia social? Una de las respuestas fue:
Georges Canguilhem, cuando se refiere al saber humano, incorpora a esa composición dinámica entre información, memoria y anticipación, la capacidad evocativa. Si bien, es más difícil distinguir el funcionamiento individual del funcionamiento social, colectivo, en el caso del fenómeno evocativo, así como también es difícil distinguirlo en el caso del saber de los organismos, pues estos suponen asociaciones; es decir, sociedades orgánicas. De todas maneras, se puede decir que el saber individual tiene determinadas características, en tanto que el saber social, compartido, que hace de contexto del saber individual, tiene otras características, quizás más complejas. Por lo tanto, no es lo mismo hablar de saber en los distintos casos; su connotación varía[24].
El análisis continúa:
El saber de los organismos es complejo, tanto en su dimensión asociativa, conglomerada, social, así como en su dimensión individual; también, claro está, en su composición dinámica entre la dimensión asociativa y la dimensión individual. Cuando hablamos de saber, esta figura es más adecuada a la composición individual, a la autonomía orgánica; esta figura es menos adecuada cuando nos referimos a conglomerados, a asociaciones, a colectividades. Se trata más bien de nichos, usando la metáfora ecológica, comunicativos, de intercambio, de redes, de campos; usando las memorias, el reconocimiento del terreno, del clima, como fenómenos vitales, íntimos. Logrando, de este modo, generar un torbellino de circulaciones de información, aprendizajes, acumulaciones, desprendiendo actividades, en consecuencia. Estamos ante el acontecimiento de la vida, ahora visto desde la perspectiva de la realización de saberes. En la dimensión asociativa, social, no es exactamente saber el que se da, sino campos de posibilidad de los saberes; campos de circulaciones de información, campos de memorias, campos de circulación de actividades; es decir, un torbellino creativo de experiencias y conocimientos[25].
El saber social aparece como torbellino creativo de experiencias y conocimientos. La intuición subversiva aparece como inteligibilidad inmediata de la totalidad social en su momento intenso de crisis. La intuición social como inteligibilidad inmediata de la totalidad social en su simultaneidad dinámica. El conocimiento racional como inteligibilidad de recortes de “realidad” en su diacronía construida analíticamente. En la vida cotidiana de la modernidad heterogénea, el conocimiento se ha impuesto institucionalmente, se ha corporeizado en las costumbres, las conductas, los comportamientos masivos. El campo escolar ha incorporado habitus masivos e irradiantes y compartidos, a pesar de sus distribuidas pequeñas diferencias. El paradigma del tiempo absoluto se ha convertido en prejuicio popular, aunque también de élites. Si bien el conocimiento racional no puede sino asentarse sobre el substrato del saber social y de la intuición social, lo que tiene efectos prácticos es la heurística y los conjuntos operativos institucionalizados de la racionalidad instrumental. Entonces el referente privilegiado y la orientación de conductas y comportamientos, respecto al mundo constituido y constituyente, termina siendo la racionalidad instrumental institucionalizada, ocultando el saber social, la intuición social, descartando y descalificando la intuición subversiva. La intuición de la simultaneidad dinámica, concebida en la experiencia social, desaparece en el tratamiento institucional, en el tratamiento del campo escolar, incluso en los imaginarios de la vida cotidiana.
En lo que respecta al llamado “proceso de cambio” boliviano, este conocimiento secuencial, analítico en la academia, procedimental en las instituciones, sentido común en las conductas masivas, en los habitus, es el que orienta tanto a gobernantes como a gobernados. Ambos, incluso cuando se enfrentan, como en la crisis del “gasolinazo”, en el conflicto del TIPNIS, en la rebelión de los suboficiales, comparten este paradigma, a su modo. Los gobernados, cuando entran en conflicto con los gobernantes, al no encontrar otra orientación conceptual que la del paradigma del tiempo absoluto, terminan limitando e inhibiendo la potencia social. Terminan limitando la rebelión y la subversión a nuevas versiones de la reproducción de lo mismo, del poder, de los diagramas y cartografías de poder institucionalizados. Quizás, por eso es menester y urgente de-construir este paradigma, sus mallas institucionales, sus prejuicios compartidos, sus pretensiones de verdad. En esta tarea indispensable radica la importancia del desplazamiento de la corriente de la historia reciente, que aunque, todavía se encuentra en los límites y los márgenes del paradigma del tiempo absoluto, ha abierto senderos para cruzar los umbrales y límites del horizonte de la modernidad.
Ahora nos concentraremos en algunos aportes de lo que llamamos la corriente de la historia reciente. Seleccionamos cuatro investigadores, bolivianos, una investigadora mexicana, un investigador uruguayo, una investigadora argentina, un investigador ecuatoriano y un investigador brasilero. Todos ellos tienen también el perfil de activistas, fuertemente vinculados al activismo político o contra-político, de contra-poder. Los cuatro bolivianos son Silvia Rivera Cusicanqui, Luis Tapia Mealla, Rosario Aquim Chávez y Hugo Rodas. La investigadora mexicana es Raquel Gutiérrez Aguilar. El investigador uruguayo es Raúl Zibechi. La investigadora Argentina es Maristella Svampa. El investigador ecuatoriano es Alberto Acosta. El investigador brasilero es Francisco de Oliveira. El número mayor de los bolivianos tiene que ver con el referente que tenemos, el “proceso de cambio” boliviano.
Recorridos de la historia reciente
Un aclaración inicial; no consideramos toda la obra de los autores citados. Tampoco son todos los autores que podríamos considerar. Es una selección improvisada; empero, significativa por el perfil y carisma de los mismos. No es un trabajo de antología el que realizamos ahora, sino una reflexión sobre los recorridos de estos investigadores y activistas, en lo que respecta a sus aportes a la historia reciente, sobre todo cuando ilustran sobre los “procesos de cambio” vividos en Sur América. Haremos entonces hincapié en su incursión en esta perspectiva epistemológica de la historia reciente.
Cuando Silvia Rivera Cusicanqui hurga en otra historia, no llamaremos la historia de los vencidos, pues tampoco ella lo aceptaría, sino en la historia de las resistencias indígenas, cuando arranca su interpretación en el estudio del acontecimiento del levantamiento campesino del valle (1974), acompañado por el apoyo de los campesinos del altiplano, siguiendo la conformación del movimiento katarista, nucleado en los aymaras, acompañado por quechuas, la investigadora-activista abre una lectura de un presente dilatado, interpretando los espesores históricos del presente. Además de interpretar los signos, los símbolos, de los comportamientos y perfiles del movimiento político-cultural indígena, que encuentra su inspiración en el levantamiento pan-andino del siglo XVIII. Silvia Rivera no sólo efectúa el camino de una historia de un presente expandido, sino que encuentra en el presente, que estudia, lo que llamaremos la simultaneidad de la colonialidad y la modernidad.
Cuando Luis Tapia Mealla recorre la historia reciente del MAS, en las dos gestiones del gobierno de Evo Morales, antecedidas por lo que llamamos la movilización prolongada de 2000 al 2005, encontrando en el advenimiento del MAS al poder, como se dice comúnmente, el desmantelamiento de los movimientos sociales, la subordinación de las organizaciones sociales, la jerarquización de los mandos, la centralización en el símbolo del caudillo, desencadenando lo que llama el Estado de derecho como tiranía, ausculta un presente contradictorio, donde se vuelven a restaurar las dominaciones pretéritas, encubiertas como democracia popular. De esta manera el presente se presenta no tanto como extendido, sino como perdido o atrapado en la hondonadas del poder.
Cuando Raquel Gutiérrez Aguilar configura los ritmos del pachacuti, es decir del cataclismo, de la crisis, del final de un ciclo y el comienzo de otro, estudiando minuciosamente las condiciones de posibilidad histórica que desataron la crisis múltiple del Estado-nación en Bolivia, efectúa una hermenéutica crítica desde la latencia autogestionaria de las comunidades, desde el perfil transgresor de las mujeres populares. Raquel Gutiérrez encuentra un presente subversivo en la intensidad de la irradiación comunitaria.
Cuando Rosario Aquim Chávez efectúa un desplazamiento transgresor desde la lectura del devenir cuerpo, del devenir mujer, cuestionando la visión de género, compartida tanto por el Estado como por los feminismos liberales, los feminismos funcionales, incluyendo a las reivindicaciones de las subjetividades diversas, que paradójicamente reproducen el paradigma patriarcal, encuentra un presente reiterativo en las dominaciones masculinas, en las estructuras patriarcales, que terminan continuando, incluso en sus aparentes cuestionamientos. La simultaneidad dinámica aparece en la permanencia recurrente de las dominaciones patriarcales.
Cuando Hugo Rodas revisa la historia política e intelectual de Marcelo Santa Cruz, nombrando esta historia como socialismo vivido, sitúa el presente dilatado en la lucha por la soberanía de los recursos naturales, expresados en la biografía intelectual de un hombre que se constituye como consagración ética a la causa de la liberación nacional. El presente aparece como campo de batalla por la independencia, así como por la construcción de interpretaciones apropiadas a una tierra demolida por las empresas trasnacionales. La simultaneidad es la siguiente: la utopía del socialismo es la lucha tópica por el socialismo, el socialismo se realiza en la acción concreta de la lucha y de la entrega a la lucha.
Cuando Raúl Zibechi interroga a los protagonistas de los movimientos sociales, encontrando en sus testimonios dramáticos el tejido de líneas de fuga, de gestos alterativos, abriendo rizomáticamente otros horizontes sin Estado, encuentra en estos despliegues populares contemporáneos no sólo la lucha por la defensa de los bienes comunes, sino también la defensa colectiva de la vida. Estamos ante un presente extendido, no tanto al pasado, sino al futuro. La simultaneidad aparece en la autogestión configurada como testimonio; así también en la autogestión que efectúa las autonomías múltiples.
Cuando Maristella Svampa interpela al modelo extractivista suramericano, partiendo de investigaciones minuciosas sobre los efectos y consecuencias destructivas y devastadoras de la minería, encuentra un presente retenido en el despojamiento y desposesión de los recursos naturales, en la administración de un Estado rentista, situados en el marco especulativo de un capitalismo financiero dominante. Haciendo uso de la metáfora, diremos que la investigadora encuentra un presente geológico, cuyas sedimentaciones son como registros de los ciclos de vaciamiento de los ecosistemas, territorios afectados por este capitalismo de poblaciones desamparadas, sometidas a la violencia física y simbólica de Estado subordinado. La simultaneidad aparece en la reiteración colonial del extractivismo en las condiciones tecnológicas y financieras contemporáneas.
Cuando Alberto Acosta investiga la historia económica de Ecuador, encontrando la maldición de la riqueza de los recursos naturales, la maldición de la abundancia, que arrastran al Estado-nación, al país, a la sociedad, al dramático decurso del despojamiento y la desposesión, dejando la huella de la destrucción en los territorios contaminados y depredados, encuentra un presente que condena al país no sólo a la dependencia, sino a la corrosión de la simulación política. Economía y política se embarcan en la ruta del naufragio, generando costos irreparables en la destrucción de los ecosistemas. La crítica a la apuesta petrolera, que prefiere depredar la Amazonia, sin medir las consecuencias desequilibrantes a largo plazo, hace inteligible la grotesca impostura de los gobiernos progresistas. La simultaneidad es la de la recurrente dependencia corrosiva en los llamados gobiernos reformistas.
Cuando Francisco de Oliveira destruye el mito del desarrollo brasilero, mostrando sus grandes contrastes, sus profundas contradicciones, sus composiciones dependientes, a pesar de las dos revoluciones, la industrial y la tecnológica-cibernética, acompañadas por la explosión demográfica de las ciudades capitales, y la ilusión de bienestar, que generan los servicios de las ciudades, encuentra un presente grotesco, un presente que se parece a la figura enigmática del ornitorrinco. Encuentra, que, a pesar de las revoluciones mencionadas, la composición estructural de Brasil sigue siendo dependiente y extractivista. La simultaneidad es la del desenvolvimiento, contradictoriamente combinado, de composiciones descoyuntadas en las formaciones sociales.
Todos estos investigadores-activistas dilatan, expanden, escavan el presente, encontrando la simultaneidad dinámica, aunque no la mencionen. Todos estos investigadores se topan con el saber social, que altera el conocimiento institucionalizado; todos estos activistas, interpretan, con la premonición de la intuición social, aunque no la nombren como intuición; todos estos hombres y mujeres, apasionados por el compromiso, suponen la intuición subversiva, aunque no consideren, del todo, las transgresiones populares, las autogestiones dispersas, los ciclos de la crisis, la emergencia interpeladora de la ética, el devenir cuerpo, las líneas de fuga y los frentes de resistencias, las luchas anti-extractivistas, la interpelación anti-extractivista, la configuraciones monstruosas de la dependencia, como intuiciones beligerantes.
El Estado, institución corrosiva de la sociedad
Dedicado a Rhina Roux, por sus intensas exposiciones iluminadoras, por su pasión teórica y su decidida conceptualización, amasada de sentimientos.
Vamos a realizar una segunda incursión reflexiva sobre la llamada corriente de la Historia reciente. Esta vez la excusa es el libro Temas y procesos de la historia reciente de América Latina, una compilación de investigaciones y ensayos a cargo de Margarita López, Carlos Figueroa y Beatriz Rajland, que hacen de editores, también de autores del mencionado libro[26]. El libro comprende dos partes; la primera, dedicada a las Contribuciones al debate sobre el concepto de Historia Reciente; la segunda, dedicada al análisis de las Resistencias, movimientos y luchas en la Historia Reciente de América Latina. Entonces, se podría decir que, la primera parte es una reflexión epistemológica sobre esta corriente de la historia reciente, en tanto que la segunda parte es una reflexión sobre las materias de esta historia, los movimientos y las luchas sociales contemporáneas en América Latina. En adelante nos ocuparemos de ambas preocupaciones de la corriente de la historia reciente. Comenzaremos con las investigaciones sobre México contemporáneos. Interesa detenerse en los rasgos sobresalientes de lo que llamaremos la corrosión institucional de la sociedad; fenómeno que comparten todos los Estado-nación. También interesa la contrastación social frente a este fenómeno de deterioro, desgaste y corrupción; sus luchas y resistencias. Lo sugerente de las investigaciones mencionadas es que muestran el fenómeno de la perversión institucional en sus formas pronunciadas. En el abordaje del tema no sólo tomaremos en cuenta los ensayos del libro compilado, sino también de dos investigadoras mexicana, que abordan la problemática de la genealogía del Estado a partir del espesor de las resistencias y luchas sociales, comunitarias y autogestionarias. Hablamos de Rhina Roux y Raquel Gutiérrez.
Apego a los paradigmas
Lo que se nota, desde un principio, es todavía el apego, de la corriente de la historia reciente, a pensar desde los paradigmas heredados. La reflexión sobre los desafíos del momento se efectúa desde los temas, tesis, conceptos, planteados por los paradigmas de la modernidad. Nuestra crítica no apunta tanto a los problemas que plantea esta herencia, sino a que la reflexión epistemológica de la corriente de la historia reciente se dedique a hacerlo sobre teorías, conceptos, sobre si son o no válidos en el momento, en vez de reflexionar sobre la complejidad planteada por los acontecimientos tratados. Para desde el desafío de la complejidad abordar la problemática de los límites epistemológicos. En otras palabras, no importan tanto los conceptos y las teorías como las figuras, sensaciones, pensamientos, que configuran las experiencias sociales de estos acontecimientos. Tampoco se trata de desechar la teoría, sino de sumergirse en la experiencia social de estos acontecimientos, en la actualización de la memoria social, percibir su complejidad, construir una interpretación que se conjugue con la complejidad misma. No se trata de saber si la clase obrera hoy es o no central, si el concepto de lucha de clases es pertinente ahora, ni se puede seguir pensando desde el reconocimiento de la ubicación estratégica del Estado; todo esto, puede ser o no ser. De lo que se trata es de pensar desde el acontecimiento mismo. Dicho de otra manera, de lo que se trata es partir de la experiencia social, no tanto así de las teorías heredadas, para efectuar deducciones interpretativas.
Si partimos que hay crisis epistemológica, que la historia reciente es una propuesta novedosa para atender el presente, en toda su complejidad acumulada, entonces, los paradigmas teóricos quedan en segundo lugar. Lo primero es atender a las percepciones del momento, buscar integrar racionalidad, investigación, teorización, a esta rica experiencia social de la coyuntura. Esto equivale, aunque suene trillado, a pensar de otra manera. Los temas de las investigaciones, expuestas en el libro compilado, son, por lo demás, sugerentes. Del desafuero al gobierno legítimo: episodios de la resistencia civil en la confrontación neoliberal en México de Carlos Figueroa Ibarra y Raquel Sosa Elízaga; Institucionalidad y antinstitucionalidad en las resistencias, el caso de México de Pilar Calveiro; Protestas, movimientos sociales y democracia en Colombia (1975-2007) de Mauricio Archila Neira; Nuevos sujetos étnicos en Colombia, las comunidades negras y la lucha por sus territorios y su visibilidad en las estadísticas de Luís Carlos Castillo; Movimientos urbanos dominicanos y sus oportunidades políticas en la transición democrática reciente (1978-1991) de Emelio Betances; Acciones colectivas beligerantes y cívicas y su aporte al proceso democrático venezolano actual de Margarita López Maya y Luis Eduardo Lander; Uruguay, cambio político y movimientos sociales a comienzos del siglo XXI de Carlos Moreira; Tierra, territorio y autonomía, la lucha política del movimiento social mapuche en la sociedad neoliberal chilena de Juan Carlos Gómez Leyton; Algumas razões da permanência do clientelismo político no Brasil contemporáneo de Elsio Lenardão; El movimiento orgánico de la estructura de la sociedad argentina (1975-2007) de Nicolás Iñigo Carrera; El proceso de reconstitución del partido del orden en Latinoamérica actual, el caso argentino (2002-2004) de María Celia Cotarelo; Experiencias de autogestión de los trabajadores en Argentina, la recuperación de fábricas y empresas en la última década de Orietta Favaro y Graciela Luorno. Como se podrá ver, estamos ante una gama amplia de recortes de “realidad” del presente. De todos ellos nos concentraremos en algunos seleccionados, que tengan que ver, de manera más directa, con los tópicos de nuestras preocupaciones; genealogía del Estado, resistencias y luchas de movimientos sociales.
Una pregunta es pertinente: ¿Qué es hacer historia reciente? ¿Es convertir al presente en parte de la historia? ¿O, mas bien, es cuestionar la historia desde el presente; algo así como hacer una contra-historia? ¿Oponerse al relato del poder con los relatos de los oprimidos? ¿No sería mejor decir: oponer al relato del poder el relato de los sublevados? Pues son ellos los que interpelan la narrativa del poder a partir de otra interpretación. Pero, ¿cuál es la interpretación de los sublevados? Este es el punto. ¿Es la denuncia, como se acostumbra hacer? ¿No es esta la labor política? ¿Cuál, en este caso, la labor del historiador o del contra-historiador del presente? Al respecto, nuestra sugerencia es la siguiente: El historiador reciente no puede quedarse en la denuncia, tampoco solamente en la descripción, poniendo en la mesa las fotografías del momento; siguiendo este curso, el historiador reciente no puede contentarse con explicar estos hechos con teorías heredadas; está urgido a comprender cómo funciona el poder. ¿Cómo funciona en la pluralidad de fuerzas concurrentes, en la pluralidad de sus formas, en las composiciones institucionalizadas, en las relaciones variadas, diferenciales y complejas, que se dan entre instituciones y dinámicas sociales? No basta constatar, por enésima vez, que el Estado sirve a las clases dominantes, las cuales hacen un uso del Estado de una manera corrompida, adulterada, usando toda forma de violencia a su alcance; violencia abierta o encubierta. Lo que importa es saber cómo funciona el conjunto de dispositivos que ponen a su alcance las clases dominantes. ¿Cómo se da el ejercicio del poder? No se trata de descalificarlo como malo, reduciendo el análisis a un juicio moral; con esto se resuelve un tema de consciencia; empero, no se explica el acaecimiento de los hechos.
La ventaja del historiador reciente es que no está sólo ante fuentes escritas, los documentos, que pertenecen a periodos y épocas pasadas, sino ante fuentes vivas; convive con sus fuentes, cuando éstas no son documentos de archivo, sino documentos usados como dispositivos de poder; no siendo documentos de archivo, está ante acciones y prácticas sociales, efectuadas en el momento. Sus hipótesis interpretativas están constantemente contrastadas por los sucesos. Esta ventaja no solamente lo coloca en una situación de saber, sino, sobre todo, en la condición de potencia. No condición de poder, sino condición de potencia; es decir, en condición creativa. Está ante campos de posibilidades abiertos, ante el juego de fuerzas y posibilidades en el momento. Entonces su saber no puede devenir de la ciencia y teoría institucional, pues esto sería repetir lo ya dicho; su saber, como saber del presente, sólo puede provenir de su participación social en el presente. Ahora bien, de las participaciones experimentadas, es el activismo el qué más ilumina. El buscar incidir en los desenlaces lleva al activismo a compenetrarse con el mapa y el juego de fuerzas; con este conocimiento actual. No se trata de que la o el historiador reciente se convierta obligatoriamente en activista; esto, como se dice, es una decisión personal. Lo que pasa es que el o la historiadora reciente se encuentra ante esta forma de saber, así como con los saberes activos, participantes, en la cotidianidad, saberes operativos, que intervienen en la modelación del mundo. Estos saberes no son documentos archivados, no son fuentes históricas, cuya operatividad y funcionalidad se dio lugar y uso en el pasado, no son algo que la o el historiador reciente se tiene que preguntar cómo eran interpretados y manejados en el pasado, cómo ayudarse con ellos para decodificar y configurar el mundo perdido del pasado. Ese mundo, esa interpretación, esos manejos, los conoce el o la historiadora, pues vive ese mundo, interpreta casi de la misma manera y maneja los instrumentos como sus contemporáneos.
Para la o el historiador reciente no aparece el problema que se plantea el historiador del pasado, cómo reconfigurar el mundo perdido del pasado; ese mundo está presente ante él o ella. De aquí no se puede colegir que de lo que se trata es de hacer lo contrario, convertir esas prácticas, esas acciones, esos operadores, esos saberes vivos, en fuentes históricas, como si el mundo no estuviese presente, como si la o el historiador reciente no participaran en ese mundo. No puede perder la ventaja que tiene respecto al historiador del pasado. Se enfrenta a lo que todos nos enfrentamos, todos los humanos, inmersos en sus sociedades, vivos y orgánicos, en un momento que llaman y reconocen como presente; la pregunta es, cuando se experimenta el presente, cómo se hace que para que lo que sé del mundo, sea poco o mucho, sirva para lograr lo que quiero. Para el caso del o la historiadora, se trataría de lograr un mejor conocimiento del presente. Ahora bien, este conocimiento no tiene las mismas características que el conocimiento histórico del historiador clásico. No es un conocimiento distante, conformado a la distancia, es, por así decirlo, un conocimiento inmediato, demasiado próximo, un conocimiento interviniente en las acciones, prácticas, habitus del presente. Un conocimiento que es a su vez práctica, que forma parte del mundo que comparte. Entonces su conocimiento no puede pretender “neutralidad”, por así decirlo, usando un criterio, por cierto inadecuado, propuesto por el sociólogo Max Weber, no puede reclamar “validez” científica, siguiendo con la misma tonalidad weberiana. De ninguna manera se entienda esto como una desventaja; al contrario, deja claro, de manera patente e ineludible, que no hay conocimiento “neutral”, que no hay conocimiento verdadero, “válido”, brillando como sol sobre los conocimientos falsos, expulsados a las sombras. La importancia de lo que hace el o la historiadora reciente es que queda claro que el conocimiento no tiene sentido, a no ser especulativo, si es logrado por el conocimiento mismo; conocer para conocer. Algo tan absurdo como producir para producir más; tesis inaudita, orgullo de la economía política. El conocimiento es útil porqué sirve para la sobrevivencia. En este sentido, el conocimiento que puede aportar el o la historiadora reciente es útil para la sobrevivencia humana. Por eso mismo, volvemos a plantear que estamos ante formas de saberes participativos, operativos, prácticos, activistas.
En adelante nos detendremos en algunas de las investigaciones mencionadas del libro citado.
Pinceladas de la historia reciente
Carlos Figueroa Ibarra y Raquel Sosa Elízaga, en Del desafuero al gobierno legítimo: episodios de la resistencia civil en la confrontación neoliberal en México, hacen una descripción de las condiciones del presente, de ese entonces (2010), cuando escriben su exposición, del Estado-nación mexicano:
En el momento en que nos acercamos al fin de la primera década del siglo XXI, el balance de la aplicación del neoliberalismo en México no es alentador. Grados crecientes de polarización económica, social, política y cultural han sido la principal secuela de la política económica impuesta desde los años ochenta. Los saldos evidentes son una economía que dejó de crecer durante dos décadas, la mayor parte de las empresas públicas desmanteladas, privatizadas o reducidas a su mínima expresión, una deuda privada convertida en pública que asciende hoy a 160 mil millones de pesos ($16 mil millones), el saqueo y el ahogamiento fiscal de la industria petrolera, principal industria del país, y una población que rebasa al 45% de personas sumidas en la pobreza, de las cuales más del 15% son indigentes, con un desempleo del 10% de la PEA (Zepeda Patterson, 2007; Rodríguez y González, 2008; Auditoría Superior de la Federación, 2003, 2004, 2005, 2006; Di Constanzo, 2008). He aquí el balance de casi treinta años de medidas que han lesionado a la que fuera la economía y el Estado más sólido de América Latina[27].
El presente del que hablan Figueroa y Sosa es el de un mundo afectado por la dominación del capitalismo financiero, cuyo mecanismo político es el proyecto neo-liberal, mundo que parece seguir siendo el nuestro, el presente desde donde escribo este ensayo (2014). Quizás la diferencia entre un periodo y otro, fines del siglo XX, hasta la primera década del siglo siguiente, comienzos del siglo XXI, el primer quinquenio de la segunda década de este siglo, radique, en América Latina y el Caribe, en la irrupción de los gobiernos progresistas de Sud América, incluyendo al gobierno centroamericano de Nicaragua. Gobiernos que se reclaman de anti-neoliberales. Empero, en su generalidad, incluso la extensión traumática del proyecto neoliberal, el mundo de hoy es el mundo de fines del siglo XX. Las luchas anti-neoliberales se han extendido a Europa y los Estados Unidos de Norte América. Los autores nos muestran el decurso de la implantación de este proyecto de despojamiento y desposesión, que muchos de nosotros conocemos, sobre todo nuestros pueblos. Después del desmantelamiento de las empresas públicas, su privatización y la privatización de los recursos naturales, las consecuencias sociales son alarmantes; el costo social perfila una estructura donde se incrementa la “pobreza”, la desocupación, disfrazada como informalidad, la deuda pública se hace insostenible, ni hablar de la deuda externa. Con la incursión del neoliberalismo hemos pasado de la condición de países dependientes a la condición de estados fracasados, usando la jerga del discurso político neo-conservador norteamericano.
Esta pincelada es elocuente, sirve de contexto; la exposición apunta a descifrar la corrosión del Estado y los mecanismos de poder de las clases dominantes, que han convertido al Estado en su patrimonio. El relato se centra en la guerra sucia de estas clases dominantes contra el candidato encumbrado por las clases populares, Andrés Manuel López Obrador. Se describe minuciosamente toda la maquinaria puesta en marcha por las clases dominantes, sus partidos políticos, las empresas e instituciones que controlan, sobre todo la intervención estatal, que se encuentra en sus manos, incluyendo a la institución encargada de garantizar las elecciones. El cuadro es decadente, el recurso a toda clase de violencias, encubiertas y abiertas, a todos los medios, mecanismos, estrategias y tácticas, abarcando la desplegada guerra sucia contra el candidato popular. La violencia descomedida, el desprecio a la democracia, la falta de rubor ante el empleo de estos recursos delictivos y el racismo, clasismo, sexismo, descomunales desatados por los dueños del Estado y patronos de México. Este cuadro es ilustrativo e iluminativo de lo que podemos llamar la efectuación descarnada del poder, sobre todo la realización grotesca de las violencias múltiples, contra la sociedad y el pueblo mexicano.
Ahora bien, es indispensable auscultar el cuadro de la decadencia del poder, es menester pasar de la denuncia, de la descripción exhaustiva, a la comprensión de la complejidad. ¿Cómo se estructura, cómo se compone, cómo funciona y se articula, esta cartografía del poder singular que se plasma en el Estado-nación de México? ¿Cuáles son los diagramas de poder engranados que se inscriben en el cuerpo social, induciendo comportamientos y conductas, inoculando habitus, haciendo uso de imaginarios, con el objetivo dramático de la reproducción del poder? Un poder, por cierto, como dijimos singular, no abstracto, históricamente derivado de la genealogía de violencias pretéritas. Proponiendo una hipótesis interpretativa, diríamos que:
Se trata de una estructura de poder singular, patriarcal y patrimonial, que coloca como principio primordial, en el substrato de donde emerge y que lo sustenta, al pre-juicio del patrón, quién supone que tiene derecho y acceso a todo, pues todo le pertenece. Este prejuicio supremo expresa la psicología de los amos del Estado; pero, también ilustra acerca de las bases materiales específicas sobre las que se sostiene la reproducción estatal. Se trata de una malla institucional, que, en la forma, se parece a las instituciones universales de la democracia formal, liberal y de la modernidad; sin embargo, en lo que respecta al contenido histórico concreto, se trata de una institucionalidad constituida, desde sus cimientos, por el cemento mezclado de la proliferación de violencias manifiestas y encubiertas. Se trata de la institucionalidad adulterada en sus comienzos; por lo tanto de una génesis institucional corrompida, corroída por dentro; aunque también se podría decir que la corrosión es congénita, es la argamasa con la que se plasman las instituciones. La lógica del poder es la del aprovechamiento, la del oportunismo, la del usufructúo, usando polifacéticamente los instrumentos del Estado, desde las normas hasta sus dispositivos represivos, pasando por la apabullante irradiación de los medios de comunicación.
No se crea que esta mezcla adulterada en la materialidad institucional del Estado, se da sólo en México. Lo que pasa es que la desbordante y descomunal violencia con la que ocurre en México ilumina sobre lo que ocurre en todos los estados, se consideren o no modernos, respetuosos de la institucionalidad, desarrollados, civilizados o todo lo contrario. El desborde de la violencia múltiple, cubierta y abierta, en el despliegue de la reproducción estatal, que en el fondo, es el despliegue de las dominaciones polimorfas de las clases dominantes, sus partidos, sus empresas, sus instituciones, acaecida en México, es el mismo que en los distintos y variados Estado-nación del mundo. La diferencia se encuentra en las composiciones, las tonalidades, los ritmos, el atempera-miento, el manejo adecuado o más teatral de la división de poderes de la república. Todos los Estado-nación tienen su nacimiento en ese código de suspensión que es el Estado de excepción.
Esta concomitancia entre violencias y Estado-nación no excluye, de ninguna manera, que se busque la especificidad en la genealogía del Estado mexicano. Es a esta tarea a la que debe responder también la corriente de la historia reciente.
Genealogía del Estado-nación de los pactos corporativos
En un ensayo titulado México: despojo universal, desintegración de la república y nuevas rebeldías[28], la investigadora Rhina Roux[29] continúa, para el análisis del caso mexicano, ideas y reflexiones expuestas en Marx y la cuestión del despojo. Claves teóricas para iluminar un cambio de época[30], y en Capitales, tecnologías y mundos de la vida. El despojo de los cuatro elementos[31]. La investigadora también cuenta con el libro El príncipe mexicano. Subalternidad, historia y Estado[32]. Rhina comienza su ensayo apoteósicamente, escribe:
Un violento proceso de expansión universal de la relación de capital, de restructuración de las relaciones entre los múltiples capitales y, sobre todo, de las formas y contenidos de la dominación, la resistencia y la rebelión, está en curso.
Junto con formas más toscas o sofisticadas de explotación del trabajo en la relación salarial, un nuevo ciclo de acumulación por despojo acompaña este movimiento. Éste reedita en escala ampliada, en extensión geográfica y en profundidad social, el cercamiento de tierras comunales (enclosure of commons) operado en los albores de la modernidad capitalista y continuado en los siglos de expansión colonial.
Este proceso disuelve barreras protectoras del mundo humano; rompe formas políticas de la dominación ancladas todavía en lazos de dependencia concebidos como naturales y sagrados; destruye vínculos y equilibrios milenarios de la especie humana con la naturaleza; e incorpora trabajo, territorios, naturaleza, bienes comunes, conocimientos y destrezas en los circuitos de valorización de valor.
En el territorio mexicano esta gran transformación está disolviendo los fundamentos materiales y sociales de una relación estatal: el derecho de las comunidades agrarias al usufructo de tierras, bosques y aguas y el resguardo de los bienes comunes, materiales e inmateriales, como patrimonio público. Desamparo, inseguridad, éxodos migratorios, la fragmentación del país en múltiples señoríos territoriales, ausencia de ley y una violencia cotidiana vuelta pandemia son parte de este proceso[33].
En el ensayo Roux se propone analizar el cambio histórico en la sociedad mexicana y el ciclo de violencia que le acompaña. En El príncipe mexicano Rhina deja claro que el nacimiento del Estado-nación mexicano se asienta en las alianzas y los pactos, replanteados una y otra vez, sobre todo por la emergencia radical de la revolución mexicana. Se trata de un Estado corporativo. En esta malla institucional, en este imaginario de la sociedad mestiza e india, deja su huella la revolución, la lucha campesina por la tierra, institucionalizando el ejido como territorio comunal. No se puede romper el equilibrio sin quebrar las bases y el hormigón armado del Estado mismo. La burguesía patrimonial, la burguesía intermediaria, la burguesía agraria, así como la burguesía comercial y financiera, íntimamente articulada al sistema financiero internacional, el perfil dominante del sistema-mundo capitalista, también deja su huella, aunque en mayor proporción que la dejada por las clases populares. Sin embargo, tanto en los contenidos, en las formas, como en las expresiones, el pacto se dio lugar, formando equilibrios corporativos, incluso concomitancias y complicidades, la mayor de las veces silenciosas y aceptadas. Este equilibrio, si se quiere inestable en su duración, permeable en sus crisis coyunturales, se ha roto desde la despiadada decisión de las clases dominantes por el despojamiento y desposesión a gran escala, haciendo eco del despojamiento y desposesión a escala planetaria, efectuada por un sistema-mundo capitalista paradójico. Por una parte, bajo el dominio del capital financiero, apunta a la acumulación especulativa, es decir, ficticia; por otro lado, al no poder sostener esta acumulación en forma especulativa, pues esta fantasmagoría es insostenible, se apoya en la más descarnada explotación del cuerpo del trabajo y de los cuerpos de la vida, la naturaleza, opta por el despojamiento y desposesión en las formas más expansivas e intensivas nunca antes experimentadas. Rhina Roux interpreta este acaecimiento como el de la clausura de una época, ¿la muerte del Estado-nación?
Retomando lo que dijimos más arriba, cuando decíamos que el substrato del Estado-nación es espurio, se da, desde un principio, la adulteración institucional, pareciera que exponemos una contradicción, cuando apoyamos la tesis de Rhina Roux de que el nacimiento del Estado-nación es corporativo, basado en alianzas y pactos. Ambas génesis, ambos nacimientos, se dan en esta genealogía del Estado-nación.
Para comenzar tenemos que aclarar que el modelo institucional universal no es primero históricamente; paradójicamente, primero se dan las copias adulteradas, para luego construir un modelo. La historia efectiva de los estados es anterior al modelo de Estado moderno; los estados “reales”, por así decirlo, son anteriores a su ideal perseguido. Mas bien, se amoldan al ideal. Es explicable entonces que las violencias iniciales busquen ser amortiguadas con la adecuación al modelo republicano; adecuación nunca total, pues el acercamiento y aproximación parecen condenadas a una historia interminable de problemas, obstáculos, resistencias, incomunicaciones.
En esta adecuación al Estado ideal, las clases dominantes han de imponer sus pertinaces resistencias, evitando perder terreno, influencia, dominios, monopolios, incluyendo el monopolio de la tierra, el monopolio del capital, el monopolio institucional. En este transcurso adulteran la mezcla de la materialidad institucional.
Por otra parte, dada la guerra anti-colonial, la revolución social, que estalla junto a la guerra anti-colonial, que se extiende y repite en la revolución campesina y en la revolución nacional, esta sublevación intermitente quiebra los controles casi absolutos del poder, ejercido por parte de las clases dominantes, en distintas épocas, periodos y coyunturas. Aunque no se pueda resolver claramente el desenlace en una victoria clara y contundente, las clases populares logran afectar a la composición misma del Estado. Como aceptando la imposibilidad de definir la victoria y la derrota contundentes, las clases dominantes y las clases populares como que se inclinan a institucionalizar este equilibrio de fuerzas. Nace el Estado de los pactos, el Estado corporativo. Extendiéndose dramáticamente por siglos, conllevando sus enfermedades, sus crisis y sus achaques.
El tema es que este Estado corporativo parece haber llegado a su fin; ya no es posible el pacto y las alianzas, con una burguesía nacional, entregada de lleno a la vorágine del capital financiero y de la destrucción efectuada, a escala planetaria, por parte de los grandes consorcios oligopolios extractivistas.
Haciendo un recuento histórico reciente Roux detecta el punto de inflexión de esta inversión del Estado pactado; escribe:
La nueva expansión de la relación de capital, anunciada en México en los años ochenta con el derrumbe salarial y el inicio de una larga ofensiva contra los trabajadores y sus sindicatos, comenzó a desplegarse en el territorio nacional con la llamada “reconversión industrial”, la desregulación de los circuitos mercantiles y financieros y la privatización de empresas públicas. Este proceso, continuado a fondo en los años noventa con la reforma del artículo 27 constitucional y el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), terminó desmantelando la estructura productiva estatal levantada en los años de industrialización de la segunda posguerra: complejos siderúrgicos (Sicartsa, Altos Hornos de México, Fundidora Monterrey), minas, industria metalúrgica, industria cementera, ingenios azucareros, fertilizantes, industria tabacalera, petroquímica, telefonía, aerolíneas, banca y servicios financieros y red federal de microondas. Entre 1982 y 1994 la estructura productiva estatal se redujo de 1155 a 216 empresas públicas, mientas se desmontaban contratos colectivos de trabajo y se introducían innovaciones tecnológicas en industrias estratégicas (telefonía, petróleos, electricidad, siderurgia e industria automotriz).[34]
Sin embargo, el punto de quiebre en este proceso no se encuentra en la privatización de empresas públicas, la confiscación de derechos laborales o la desregulación de los circuitos financieros. El punto de quiebre material y simbólico, que marcó el ingreso sin retorno del territorio nacional en un gran cambio de época fue la reforma del artículo 27 constitucional: la desaparición jurídica de las tierras ejidales y comunales[35].
El punto de inflexión es este, la desaparición jurídica de las tierras ejidales y comunales. ¿Qué significa este hecho, cuál el significado histórico? Lo diremos categóricamente, la muerte de la revolución mexicana, perdurable, en su ciclo largo hasta el gobierno de Lázaro Cárdenas, con las medidas nacionales, democráticas y sociales tomadas, así como asumiendo estatalmente la nacionalización del petróleo. A pesar de haber concluido ahí, en su ciclo largo, es, sin embargo, perdurable como referente, como parte del imaginario social, reminiscencia en el campo escolar, así como remembranza, que todavía sostenía un decrépito Estado corporativo. De todas maneras, estaba ahí, en el artículo 27. Cuando se revisa este artículo, se le quita la pequeña tablita que todavía sostenía la ilusión de Estado-nación. No solamente se termina de desmoronar todo pacto olvidado, sino que el imaginario nacional se queda sin sus fantasmas acompañantes, queda vacío.
La osadía de la burguesía nacional, de la híper-burguesía mundial, es apostar por la ficción estatal sin legitimación, creyendo que basta la virtualidad invasora del complejo comunicativo contemporáneo. Nada más equivocado. Toda “ideología” requiere su sostén material; todo fetichismo requiere de cierta efectiva afectación, toda ficción estatal, incluso la neo-liberal, requiere de aparatos “reales” que produzcan esa ficción y de escenarios adecuados. Con la desaparición de los derechos colectivos, los derechos comunitarios, los derechos a los bienes comunes, se termina desolando a la geografía rural, a las poblaciones, pueblos y comunidades rurales. Ya no queda nada, nada que pueda ser reconocido como vinculo vital con la tierra, el territorio, la naturaleza. El despojo y la desposesión han llegado a extremos. Para decirlo filosóficamente, como metáfora, se termina de desestructurar el ser mexicano.
Al respecto de este dramático desenlace, Rhina Roux concluye:
La reforma del artículo 27, aprobada junto con cambios en la legislación nacional sobre la propiedad y usufructo de bosques y aguas, decretó el fin del reparto agrario, abrió la posibilidad jurídica de conversión de las tierras ejidales y comunales en propiedad privada y de los campesinos en propietarios (con “dominio pleno” sobre sus parcelas) y levantó la prohibición de formar asociaciones mercantiles en el campo. Esa reforma constitucional significó un quiebre profundo en el modo de ordenación política de la sociedad mexicana: sancionó jurídicamente la disolución de la comunidad agraria, autorizó el ingreso formal de la tierra en los circuitos del mercado y abrió las compuertas del despojo universal de bienes comunes, materiales e inmateriales[36].
¿Qué es lo que afecta esta reforma constitucional? ¿A quiénes afecta? ¿Quiénes se benefician? Roux responde, comenzando con una descripción de la situación, al momento de la reforma constitucional:
En el momento de la reforma constitucional 15 millones de campesinos mexicanos y sus familias (cerca del 20 por ciento de la población nacional) eran ejidatarios. La tierra ejidal abarcaba entonces 103 millones de hectáreas: 52% del territorio nacional, 55% de las tierras agrícolas y 70% de los bosques, en posesión de casi 30 mil ejidos y comunidades. La desintegración de las tierras ejidales y comunales es una tendencia persistente desde entonces. No por la conversión formal de los ejidos en propiedad privada (que según cifras oficiales hasta 2011 sólo había operado en el 2.6% de las tierras ejidales) sino por vías indirectas, como el franco abandono de las parcelas o la renta de las tierras ejidales a proyectos de inversión privada inmobiliarios y turísticos. La proletarización campesina y un éxodo migratorio de más de seis millones de campesinos mexicanos en la última década son parte de esta tendencia.[37]
Liberada de los diques levantados por la revolución mexicana, una nueva marea de despojo comenzó a crecer restableciendo no sólo el dominio del capital sobre la tierra, sino sobre todos los bienes naturales, los bienes y servicios de propiedad pública (carreteras, puertos, aeropuertos, ferrocarriles, canales de transmisión satelital, espacio radioeléctrico, red de fibra óptica), patrimonios culturales (monumentos históricos, zonas arqueológicas) e incluso los fondos de pensión y de retiro de los trabajadores. En ese proceso, acompañado del debilitamiento del sistema de educación pública en todos sus niveles y de la erosión del sistema nacional de investigación, generación y transmisión del conocimiento, se fueron también desmoronando los fundamentos materiales y sociales de la república.
En esta gran operación de despojo, conducida estatalmente y utilizando viejos y nuevos métodos de fraude y rapiña (manipulación del mercado bursátil, crisis financieras, “rescates” estatales, uso patrimonial de recursos públicos, fusión de capitales), se fue conformando una nueva fracción autónoma de la burguesía nacional asociada con capitales externos (el capital financiero), de la que las grandes corporaciones financieras mexicanas con inversiones en otras latitudes son ejemplos ilustrativos (Grupo Cemex, Gruma, Grupo Carso, Grupo Alfa, Grupo Vitro, Grupo México, Industrias Peñoles).[38] Esa nueva oligarquía financiera mexicana, que empujó las negociaciones del tratado de libre comercio con Estados Unidos, en el umbral del siglo XXI concentraba ya casi la mitad de la producción nacional y más del 50% de las exportaciones manufactureras, 90% de las cuales se dirigieron a Estados Unidos.[39] La personificación de ese proceso es el empresario Carlos Slim quien, desplazando a William Gates (fundador de Microsoft), fue ubicado en 2012 en la lista Forbes como el hombre más rico del mundo[40].
La pregunta pertinente es: ¿A qué clase de transformaciones asistimos del sistema-mundo capitalista? Transformaciones dadas tanto en los campos económicos así como en los campos políticos, tanto en la estructura y composición del capital así como en la estructura y composición del poder. Transformaciones que afectan a los campos sociales, los cuales también sufren sacudidas. Así mismo también podemos hablar de transformaciones culturales. Esta es pues la pregunta a la que hay que responder.
Vamos a abordar la pregunta sugiriendo un conjunto de hipótesis interpretativas; pero, antes, pondremos en la mesa las interpretaciones realizadas por Rhina Roux y Raquel Gutiérrez Aguilar, para el caso mexicano. La primera investigadora escribe:
El TLCAN no sólo formalizó el libre tránsito de mercancías, dinero y capitales a través de las fronteras nacionales (excluyendo la libre movilidad de la fuerza de trabajo). También estableció la obligatoriedad de otorgar un “trato nacional y preferente” a las inversiones de Canadá y Estados Unidos en México, prohibiendo la expropiación o nacionalización de empresas extranjeras salvo por causa de utilidad pública y mediante una indemnización “justa, pronta y líquida”. En su capítulo XI, que reglamentó las inversiones, el TLCAN sustrajo a las empresas extranjeras de las leyes y tribunales mexicanos amparándolas, en caso de litigio, en el derecho mercantil internacional. En los hechos, como apunto Gutiérrez Haces, con el TLCAN “el territorio [mexicano] pasó a ser regulado exclusivamente por el mercado”·[41]
Amparadas en una legislación supranacional, en adecuaciones a leyes nacionales secundarias (y, en muchos casos, sirviéndose de nuevas redes clandestinas de robo y pillaje), una nueva oleada de despojo del patrimonio de bienes naturales comenzó a operar. A esta tendencia corresponden el aumento en la última década de los títulos de concesión de costas y playas otorgados a hoteles y empresas turísticas, así como la privatización de los llamados “terrenos ganados al mar”; la apertura a la inversión privada en la generación de electricidad; la privatización del sistema de distribución de gas natural; la apropiación privada de ríos para la construcción de presas y centrales hidroeléctricas, la expansión de las explotaciones mineras a cielo abierto y la privatización del sistema de distribución de agua potable en las ciudades.[42] El crecimiento vertiginoso de las concesiones de explotación minera a capitales externos en la última década (75% de las cuales han sido otorgadas a empresas canadienses) es un ejemplo ilustrativo de esta tendencia: en los últimos doce años un cuarto de la superficie del territorio nacional (casi 52 millones de hectáreas) ha sido concesionada hasta por 50 años (con posibilidad de renovación) a empresas mineras.[43] Estudios oficiales calculan que en la última década se ha extraído más oro del suelo mexicano que en los tres siglos de colonización española.[44]
En este proceso, que destruye mundos de la vida, patrimonios culturales y equilibrios ecológicos, un nuevo ciclo de rebeliones comunitarias contra el despojo se está abriendo. La rebelión de los pueblos de Atenco, en el estado de México, contra la venta de sus tierras para la construcción de un aeropuerto (2001); la prolongada protesta de ejidos y comunidades en Guerrero, iniciada en 2003, frente al proyecto hidroeléctrico de construcción de la presa La Parota en sus territorios; la insubordinación de los pueblos yaquis (2010-2011) en defensa del agua de la presa El Novillo y de sus territorios sagrados frente al proyecto de construir un acueducto en el Valle del Yaqui, en Sonora, han sido algunas de las múltiples protestas diseminadas por todo el territorio nacional contra el despojo organizado de bienes naturales[45].
Rhina Roux encuentra en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), el documento firmado por los Estados-nación de América del Norte, la legalización de un proceso de transformación estructural del sistema-mundo capitalista, transformación estructural que abole las soberanías nacionales, engulle a los Estado-nación, convirtiéndolos en mecanismos y dispositivos engranados a un nuevo orden mundial. Orden mundial que destruye las bases mismas de la vida social, de las comunidades, de los vínculos con los territorios y los ciclos de la vida. Si el capitalismo atentó, desde un principio, contra los equilibrios eco-sistémicos, al desplegar una estrategia instrumental de dominio sobre la naturaleza, no había llegado al extremo de afectar las matrices mismas de los ciclos vitales. Este despojamiento, como reiteración de la acumulación originaria, aparece, ahora, alcanzando dimensiones antes no vistas. Las burguesías nativas han renunciado a la soberanía; prefieren participar en las ganancias especulativas mundiales, creyendo que con esto forman parte de la globalización, siendo sus agentes decididos. Lo cierto es que forman parte de la destrucción de la historia, entendiendo que la historia es la memoria social de los pueblos. Son los agentes de la destrucción de la memoria. En el caso mexicano son los destructores de la revolución, constitutiva del Estado y de la sociedad. Sobre todo son los destructores del ejido, de la expresión territorial de la revolución campesina, entidad e institución que legitima la vigencia de las comunidades, del uso de los bienes comunes, que valoriza la cohesión social y reconoce el valor primordial de la vida. Esto acontece, a pesar que el ejido, es lo que queda de la revolución campesina, a pesar de su anacronismo en sistemas legales republicanos, que amparan el régimen del mercado.
Se puede decir que Emiliano Zapata es asesinado dos veces – quizás muchas más -; repitiendo el ignominioso comportamiento político de las clases dominantes, cuando fue asesinado a la entrada del cuartel, donde fue invitado; y ahora, cuando se le quita a la revolución campesina, de entonces, el último rincón donde fue restringida. En este sentido, se puede decir que la burguesía mexicana, en su despliegue, perfil y opciones contemporáneas, es la composición social de traición a la patria.
Alguien puede decir que nuestra posición es contradictoria; por una parte, interpelamos al Estado, proponemos su destrucción; por otra parte, defendemos la patria contra la incursión devastadora del capital financiero y extractivista de despojamiento y desposesión. Podría ser cierta esta acusación si es que reducimos a la patria, mejor si decimos matria, al Estado-nación; sin embargo, esto no es así. Esta representación del territorio de los ancestros, territorio que nos comprende e incorpora en su matriz exuberante, expresa, aunque sea de manera abstracta y mediada, en el fondo, lo común, nos recuerda que compartimos lo común, que somos por lo común que nos constituye. Sin embargo, independientemente, de esta interpretación filosófica, retomando interpretaciones acostumbradas, de las mejores, las nacional-populares, la traición a la patria es notoria.
Estableciendo la perspectiva teórica, de la que parte, y la ubicación política, desde donde emite su análisis, respecto de lo que llamamos historia reciente de México, Raquel Gutiérrez Aguilar, escribe:
Algunos militantes, ubicados en diversos nichos de reflexión crítica, mantuvimos una ardua batalla contra estas ideas promoviendo que se restableciera la atención y pertinencia de la lucha como clave fundamental para la comprensión del sentido de la historia; es decir, nos empeñamos en desplazar la centralidad de la pregunta por el sujeto de la acción, en términos de su identificación precisa, moviendo la atención hacia la cuestión de la comprensión de la lucha misma, de sus potencialidades y desafíos; buscando dar cuenta de las distintas dinámicas de conformación de nuevas subjetividades críticas en pugna, en medio del torbellino liberal. En tal sentido, para distinguir con mayor claridad no sólo entre las distintas posturas teóricas, sino entre las variadas y a veces contrapuestas maneras de resistir el avance del capitalismo neoliberal e impugnar el brutal orden de exclusión impuesto, una noción útil es la de tradición de lucha, esto es, el conjunto articulado y más o menos coherente i) de supuestos y creencias que están en la base de diversas acciones de movilización e impugnación del orden existente; ii) de prácticas y modos de hacer y decidir que sostienen tales acciones y, iii) de perspectivas y propuestas que se generan, explicitan y discuten durante los momentos más álgidos de la movilización. Mi trabajo, junto al de much@s otr@s, desde hace muchos años, se inscribe en esta perspectiva de búsqueda de clarificación. Voy a exponer, entonces, algunas consideraciones generales acerca de lo que he aprendido, a fin de intentar esbozar un marco de intelección que nos permita ordenar algunas ideas para tendencialmente comprender el momento que vivimos en México[46].
Más abajo, después de desplegar una reflexión crítica sobre el estado de arte del debate, sobre sus umbrales, límites y horizontes posibles, descartando las ortodoxias, dogmatismos y fundamentalismos, abriendo recorridos a la interpretación de la complejidad, Raquel Gutiérrez propone una perspectiva dinámica del México contemporáneo. La investigadora escribe:
Con todos estos elementos tratemos, ahora sí, de rastrear lo que está ocurriendo en México. Comencemos elaborando algún tipo de periodización que nos resulte relevante. Hemos de partir, a brochazos muy gruesos, desde 1921; fecha en la que formalmente cesaron las confrontaciones más álgidas que ocurrieron durante los años de la Revolución Mexicana[47].
La pregunta es: ¿Qué pasa en México ahora? ¿Cómo responder a esta pregunta? ¿En la perspectiva de la historia, que no deja de ser lineal? ¿O, mas bien, en la perspectiva del acontecimiento, que es el de la simultaneidad dinámica? Como expusimos en Geología de la simultaneidad, la perspectiva nuestra es el de la simultaneidad dinámica; es decir, es la concepción y configuración del tejido del espacio-tiempo-vital-social. Recogiendo las descripciones, análisis e interpretaciones de Roux y Gutiérrez, podemos decir, desde nuestro enfoque, que lo que pasa en México ahora es una convergencia de sus historias, de los espesores de sus historias, de las multiplicidades históricas; convergencia que pone en la escena presente los problemas y desafíos pendientes, las guerras y luchas inconclusas actualizadas, así como la reiteración actualizada de las dominaciones inscritas. Para decirlo rápidamente: La revolución quedó inconclusa. No se puede seguir adelante si no se resuelve esta asignatura pendiente; es menester llevar a término la reforma agraria; ahora bien, en las condiciones exigidas por la contemporaneidad, que tiene en cuenta no solamente el derecho a la tierra para quien la trabaja, sino los espesores territoriales, los espesores ecológicos, en la perspectiva de lo común.
Quizás haya que añadirle a lo anterior que, lo que se da hoy, se da de manera inusual, por así decirlo, de manera desproporcionada. Las dominaciones adquieren proporciones exageradas, en lo que tiene que ver con las violencias desenvueltas, tanto abiertas como encubiertas. La corroboración de esta desproporción se muestra en la feudalización – usando el término metafóricamente – del territorio bajo el control de los carteles; manifestación perversa y desenfrenada del ejercicio del poder. La concomitancia de los carteles y el Estado, el gobierno, incluso del mismo Departamento de Estado norteamericano y sus agencias secretas no se puede ocultar. Asistimos entonces no solo a la violencia descarnada del poder en sus múltiples formas, sino de la exuberancia del poder y del placer del poder.
En contraste asistimos también a la manifestación creativa de la capacidad de resistencia y de lucha de los pueblos, de las comunidades, de los colectivos. A pesar de que el bloque de los medios de comunicación, articulados al Estado, a la manipulación gubernamental y de las clases dominantes, tratan de ocultar, exilar a las sombras a estas manifestaciones, movilizaciones, expresiones colectivas, de las movilizaciones y luchas sociales, no las pueden hacer desaparecer. Las movilizaciones y resistencias se actualizan, también de una manera exuberante, aunque se efectúen de forma local y micro-regional. Lo que ocurre ahora es lo que ha ocurrido, por así decirlo, de manera figurativa, siempre, sólo que repetido en su forma diferencial, acumulativa y hasta exagerada. Es como si la historia, que no es un sujeto, convocara desesperadamente al pueblo a resolver los problemas acumulados, las tareas pendientes, pues, de lo contrario no se puede seguir adelante, salvo como repetición de lo mismo, en su diferenciación.
México, que es el sumo de lo que es América Latina y el Caribe, Abya Ayala condensada en su territorialidad, vive el drama de la dominación imperial, colonial y capitalista, en las formas intensas como se dan en el país asumido por la intensidad de los cuerpos, que vive su existencia apasionadamente. Vivir en México y a lo mexicano es vivir intensamente lo que somos, los latinoamericanos y del Caribe, los habitantes de Abya Yala. La diferencia no radica en lo que se cree; mientras en México persiste la dominación en la forma más grotesca del proyecto neo-liberal, en tanto que en Sud América se ha dado un giro hacia la “izquierda” con los gobiernos progresistas. Sino, en las tonalidades más perversas y exuberantes de la corrosión institucional, de la adulteración histórica del Estado. Todos los Estado-nación de América Latina y el Caribe, para no hablar de los Estado-nación del mundo, repiten diferencialmente la mezcla problemática de las composiciones institucionales; composiciones institucionalizadas y cristalizadas, como instrumento de la perduración, por todos los medios al alcance de las dominaciones constituidas. Por esto, es indispensable vernos en el espejo mexicano.
Siguiendo con el análisis, Raquel Gutiérrez escribe:
Así, los 90 años que se extienden de 1920 a la fecha pueden dividirse en cinco grandes bloques:
1920-1934. Consolidación del aparato de gobierno y del predominio de la burguesía industrial y agro-industrial, al lado de los caudillos militares, como fracción central de clase dominante.
1934-1940. Consolidación de la peculiar forma de la relación mando-obediencia que regirá en la República al quedar colocado el presidente como árbitro general de los conflictos que puedan ocurrir en el “cuerpo de la nación”, y también como figura por encima de la ley. Comenzará en este período la replicación fractal “hacia abajo” de esta forma política.
1940-1968. Crecimiento económico, modernización autoritaria y ampliación del espacio público. Las decisiones principales se concentran y no se discuten. Exigencia social variada de democratización de la vida pública que termina en la masacre del 2 de octubre.
1968-1985. Estancamiento económico paulatino. Reducción de los salarios a través, entre otras, de medidas monetarias. Exigencia múltiple y polifónica de democratización de la vida pública. Auto-organización acelerada de la sociedad por fuera de las instituciones corporativas, antes y sobre todo después del terremoto del 85.
1985-2010. Ofensiva liberal en lo económico y en lo político. Desmantelamiento de la propiedad y del espacio público, así como re-privatización de la riqueza. Desconocimiento paulatino de derechos ya consagrados en la relación política estado-sociedad. Tendencia generalizada al despojo de los bienes comunes. Bloqueo de la tendencia hacia la ampliación democrática de la vida pública, y captura de dicha aspiración social al imponerse los mecanismos de la “reforma política” y el democratismo formal-procedimental, como formas principales de la actividad política. Fraudes electorales no impugnados contundentemente por las cabezas políticas agraviadas (Cárdenas, López Obrador).
La investigadora nos ofrece el siguiente cuadro secuencial:
1950-1960
Huelga ferrocarrilera, huelga de los médicos del IMSS eI SSTE. Insurrección jaramillista.
1968
Movimiento estudiantil del 68. Plataforma integral de democratización social. Libertad a los presos políticos y derogación de la tipificación del delito de “disolución social”, como cuestiones centrales. Tendencialmente esta lucha se fue volviendo nacional al sumarse los estudiantes de otros estados. Propuesta de democratización de la vida pública desde los distintos sectores. Fisura de la vieja forma de política
1974-1975
Masiva lucha de los trabajadores del sector eléctrico por democracia y derechos sociales. Democratización sindical impulsada por la Tendencia Democrática en el SUTERM. Luchas campesinas generalizadas, centradas en demanda de apoyo estatal. Ola de huelgas obreras en las fábricas que circundan la ciudad de México (Spicer, Pascual, etc.). Lucha de alcance nacional en la que se movilizaron contingentes obreros de varios estados. Masiva lucha centrada en la demanda de derechos y democracia al Estado.
1975-1985-1987
Generalización del movimiento urbano-popular en diversas ciudades del país. Construcción de la CONAMUP. Despliegue intenso de la lucha armada en el país bajo dos formas contrastantes: la auto-defensa y rebelión de las comunidades rurales en Guerrero bajo la conducción de Lucio Cabañas y la conformación de organizaciones político-militares más rígidas y cerradas. Época de la represión generalizada y la guerra sucia. Huelga de la UNAM-CEU. No a las cuotas y democratización de la vida universitaria. Los dirigentes terminaron pactando con la izquierda política. Si bien la lucha buscaba tener alcance nacional, lo más importante ocurría de manera local.
Se comienza a erosionar la tradición de lucha centrada en “demandar” soluciones al Estado, para abrir otros caminos: tendencial construcción autónoma de espacios políticos (una parte de la CONAMUP) o desafío armado al estado para forzar su reconstrucción (organizaciones guerrilleras).
Primera gran movilización contra las medidas neoliberales, aplicadas desde el 82-83. Se exige democratización y se impugna la capacidad del Estado de decidir sobre la vida interna en la UNAM.
1988
Fractura del PRI, es decir, del segmento netamente político de la clase dominante. Confrontación entre una postura “modernizante” nacionalista desarrollista expresada por Cárdenas y la “modernización neoliberal” de Salinas de Gortari. Discusión generalizada de la conveniencia o no de las formas de lucha política electoral entre amplios contingentes obreros y urbano-populares. Fraude electoral y lucha generalizada y fallida contra éste. Represión amplia contra las bases organizadas del PRD de aquella época sobre todo en Guerrero y Michoacán.
Disputa electoral por la ocupación del vértice del mando político entre fracciones de la clase dominante. Lucha de alcance nacional que paulatinamente, tras la derrota de una de las fracciones, se fue localizando en algunos estados como Guerrero y Michoacán.
1994
Alzamiento zapatista, movilización urbana en torno a las demandas planteadas por las comunidades indígenas de Chiapas en estado de rebelión. Lucha generalizada contra la represión y por los derechos de los pueblos indígenas. Lucha local que, sin embargo, logró una amplia resonancia a nivel nacional e internacional. Con ella se fisuró más explícitamente la antigua tradición de lucha guiada por establecer demandas al Estado o por disputar su ocupación. A partir de sus esfuerzos se han ido abriendo nuevas perspectivas políticas.
1999
Huelga de la UNAM-CGH. No a las cuotas y reapropiación temporal del espacio público por la comunidad estudiantil. Se exhibió que no había confianza alguna en la negociación. Ejercicio masivo de impugnación a la prerrogativa de decidir e imponer por parte del Estado. Articulación amplia en torno al rechazo a los planes de la Rectoría y desconcierto sobre las vías para continuar.
2001-2003
Levantamiento del pueblo de Atenco contra el despojo de sus territorios. En estos años se generalizaron diversas luchas locales contra variadas acciones de despojo. Unas exitosas, otras no tanto. Sin duda, la más conocida e importante es la de Atenco. Fundación de los Caracoles Zapatistas. Lucha eminentemente local que, sin embargo, bloqueó la alianza Fox-Montiel, que daba sustento económico a la transición electoral. Esta lucha se inscribe en la nueva tradición que desconoce la prerrogativa de mando político a los gobernantes.
Notable ejercicio de construcción de autonomía y autogobierno, completamente por fuera de la anterior tradición de lucha anclada en el demandacionismo y la exigencia al Estado.
2006
VI Declaración de la Selva Lacandona y comienzo de La otra campaña. Tendencial apertura de espacios de conocimiento mutuo y deliberación entre diversos movimientos y colectivos locales. Represión brutal a militantes de La otra campaña en Atenco en mayo de 2006, después de que ésta llegó al D.F. Trastrocamiento del anterior límite moral para el ejercicio de la represión: ocupación militar del pueblo de Atenco. Esta ha sido la mayor iniciativa de visibilizar y expandir la nueva tradición de lucha, autónoma y no demandante al Estado, que ha ido naciendo en la multiplicidad de luchas particulares contra los variados agravios de corporaciones y gobernantes en el marco de la ofensiva privatizadora y excluyente emprendida por los gobiernos federal y estatales.
2006
Levantamiento de los pueblos de Oaxaca para frenar los abusos y prepotencia del gobierno de Ulises Ruíz. Búsqueda de democratización popular desde abajo de la vida pública bajo la perspectiva del desconocimiento del mandato de un mal gobernante. También puede leerse la más amplia consigna articuladora del movimiento, como la aspiración a democratizar la vida política mediante la participación directa de la sociedad en la toma de las decisiones más importantes sobre los asuntos públicos, afianzando el derecho a revocar del mando político a los malos funcionarios. Lucha popular contra el fraude electoral, que fue conducida a la derrota por los dirigentes políticos del movimiento. Se inscribió en las viejas tradiciones de lucha, negociadoras y demandantes de solución a las instituciones formales de la república. Lucha regional con importante resonancia en otros lugares de la República. Quizá el miedo a la lucha de Oaxaca fue uno de los más potentes elementos para que las élites económicas y políticas se articularan en la alianza que organizó el golpe de estado de 2006. Movilización localizada en la ciudad de México, aunque con capacidad de conmover al conjunto de la nación.
2007-2008-2009
Fundación del municipio autónomo de San Juan Copala, como esfuerzo común de autodefensa y autogobierno local. Este esfuerzo autónomo –al menos la primera fase- parece haber concluido en 2010 tras una violentísima represión y ocupación militar del municipio. Tímidas luchas contra la privatización del petróleo y contra el desmantelamiento de la empresa LyFC. Lucha local con amplia resonancia nacional, que se enlaza en la perspectiva de la nueva tradición de lucha. Los ciudadanos se asumen como mandantes, aún si en ocasiones dialogan con funcionarios públicos. Luchas nacionales y/o regionales amplias aunque circunscritas al regateo sobre los peores efectos de las decisiones gubernamentales sobre asuntos públicos de gran relevancia económica y política. Demandacionismo, antidemocracia y negociación secreta como rasgos principales, y, lo peor de la herencia de la antigua tradición de lucha.
En conclusión, el balance de la época, tomando en cuenta las tradiciones políticas mexicanas, es el siguiente:
Comencemos con la tradición movilización-democratización negociación y pacto político, surgida de la Revolución y consolidada tras el período presidencial cardenista, cuando se construyó el complejo artefacto de inclusión subordinada, de soborno colectivo y de autonomía tutelada que constituyó el Estado mexicano -sí, el que se escribía con mayúscula durante los más de 30 años que van de 1934 a 1968. En esta tradición la relación mando-obediencia se establece entre el “pueblo mexicano” o los diferentes sectores que lo componen y los gobernantes. El “pueblo” acata y obedece; y si bien tiene derecho a reclamar dentro de ciertos límites, de todos modos la prerrogativa de la decisión política sobre los asuntos más relevantes que a todos incumben está claramente monopolizada por los gobernantes. Estos se adjudican igualmente, la facultad de ejercer violencia -de apariencia más o menos legal- contra quienes reclamen, impugnen o rechacen sus decisiones.
En contraste con esta tradición, está la mucho más reciente y todavía no muy explícita cadena: movilización-impugnación de la prerrogativa de mando de los funcionarios estatales; autonomía- tendencial reconfiguración política. El quiebre político más importante entre una tradición y otra está en que muchos de los cuerpos colectivos, que en los últimos años se movilizan e impugnan lo que se decide e impone, se piensan tendencialmente a sí mismos como “mandantes” -en contraste con “de-mandantes”, que era la anterior figura ordenadora de todo el sistema de obediencias y lealtades vertical y ascendentemente articuladas. Al hacer tal cosa, poco a poco se va fisurando la persistente figura del obediente “miembro” o “parte” de un cuerpo político que establece, ya sea institucional o extra-legalmente, un reclamo, inconformidad o demanda ante los designados y consagrados para ejercer el mando político, exigiendo ser atendido. Se erosiona tal imaginario para dar paso a la recuperación contemporánea de otra antigua figura política mexicana: la del cuerpo social rebelde, movilizado y levantado, que establece leyes y ejecuta autónomamente sus decisiones.
Hasta el presente, los ensayos de este tránsito desde las antiguas tradiciones de lucha hacia otras nuevas y nacientes, han sido sofocadas violentamente en la actual vorágine de creciente represión militar[48].
Después de establecer los principales criterios morales, formales y procedimentales, que se anudan en cada una de las tradiciones políticas, la investigadora propone la siguiente interpretación de la época política:
Los rasgos de la tradición política mexicana de mediados del siglo XX provienen de la herencia de la Revolución Mexicana y, sobre todo, del sexenio cardenista y del gobierno PRI-ista. Esta tradición se levanta sobre la noción básica de posibilidad de pactos desiguales, entre la autoridad política legítima y cada conglomerado local bajo su mando, organizado por lo general, según la actividad que cada cual desarrolla aunque también, en algunos lugares y en fechas más recientes, de acuerdo a la zona o región que habita. Esta noción de pacto colectivo a través de un representante propio, con el vértice de la pirámide del mando político y con sus sucesivos funcionarios hacia abajo, aún resuena en el imaginario colectivo, configurando en el curso de diversas luchas; sobre todo las de los todavía existentes segmentos de trabajadores formales, estatales o no; y también en las luchas rurales protagonizadas por algunos pueblos indígenas y asociaciones campesinas.
A partir de tal dinámica, antaño se configuraba una especie de cadena ascendente de “autonomías tuteladas”, donde se negociaban algunas ventajas sectoriales a cambio de obediencia y lealtad. Además, en concordancia con la lógica interna de dicha tradición, entre los trabajadores y pueblo de México se reproducían y operaban de manera casi directa una serie de mecanismos organizativos verticales y escalafonarios, que son enemigos acérrimos de la autonomía política de los así asociados. Esta tradición política no termina de morir pese a sus reiterados fracasos durante los últimos 20 años: nada más por mencionar algunos sucesos recientes, cabe constatar la casi total ausencia de potencia política tanto de los trabajadores petroleros como de los electricistas, durante los más duros golpes que han sufrido sus respectivos sectores (la semi-reforma petrolera y la extinción de LyFC) en el actual sexenio.
Ahora bien, los rasgos básicos de la todavía no sepultada tradición política mexicana de lucha estadocéntrica del siglo XX, aunque ya totalmente erosionados y claramente impotentes, desafortunadamente siguen mostrando cierto grado de permanencia y efectividad práctica operando como lastres para la generalización de la acción colectiva, estableciendo opresivos límites a las posibilidades de lucha e impugnación y movilización de los numerosos contingentes populares y laborales sistemáticamente agraviados. Por ejemplo, dinámicas concordantes con lo que venimos describiendo han operado durante el último año cuando la mayor parte de los trabajadores del SME, despedidos y sin demasiadas opciones ni de trabajo ni de vida, han preferido colocarse -aun si incómodamente- detrás de sus dirigentes, en vez de decidirse a actuar de otra manera, corriendo el riesgo de perder su parte en la hipotética “solución” al problema de la desaparición de LyFC a ser negociada por los dirigentes con las más importantes autoridades políticas del país.
Las claves morales de este imaginario colectivo en decadencia, heredadas de la esclerotización de la Revolución Mexicana y elaboradas en el discurso, los símbolos y ritos del nacionalismo revolucionario, son la pertenencia gremial a un cuerpo nacional organizado y la creencia en que, si bien el entorno presidencial puede fallar en muchas ocasiones, el presidente ha de querer -o al menos puede ser forzado a admitir- “el bien de la nación” y, en ocasiones límite será capaz de “escucharnos, protegernos o cumplirnos”. Tal creencia se ha ido fisurando y vaciando paulatinamente de contenido durante los 42 años después de la Noche de Tlatelolco, e incluso aparenta estar totalmente rota en el discurso explícito popular. Sin embargo, todavía opera con cierta efectividad en los momentos en que se bosquejan las estrategias prácticas de lucha; por ejemplo, la recurrente tendencia hasta cierto punto incomprensible a seguir a algún líder -así sea seguirlo hacia el fracaso-, criticándolo en privado y aprobándolo en público (pensar en López Obrador en 2006, o en Esparza en meses más recientes). Quizá funciona en la cabeza de cada uno de los agraviados cuando es convocado a una movilización, algún tipo de cálculo de posibilidades que lo empuja a posicionarse como “seguidor” y “apoyo” acrítico de alguien, a fin de dotar a tal personaje de cierta fuerza para “negociar” y pactar con el vértice del mando político; pese a que quienes ocupan los puestos políticos más altos del Estado mexicano no tienen ya la menor intención de establecer pacto alguno con nadie fuera de su círculo, tal como han demostrado una y otra vez; y más bien imponen crecientemente sus decisiones mediante el uso discrecional y sistemático de su fuerza policial y militar en medio de gigantescos operativos de propaganda mediática.
En este sentido, la tradición política heredada del siglo XX en la actualidad está operando, insistimos, más como carga, como herencia maldita, como peso muerto y lastre que anula la posibilidad de desplegar nuevas y más contundentes luchas. Los gerentes empresariales y corporativos, así como los pactos de sumisión y lealtad popular a cambio de algunas ventajas materiales con organizaciones verticales de contención, tal como se hacía antes. Ellos han ido poco a poco desplegando e imponiendo un sofisticado proyecto de individualización del control político y social, que se lleva a cabo tanto a través de los diversos programas sociales y formas anómalas de remuneración -apoyo a la tercera edad, PROCAMPO, remuneración por estímulos en la universidad, bonos individuales para completar el salario, etc.-; como de los reiterados y sistemáticos procesos de jerarquización y exclusión impuestos desde arriba, que sirven para establecer estrictas delimitaciones de quienes han de tener derecho a gozar y ejercer algún derecho y quienes definitivamente quedan excluidos de él -como por ejemplo el derecho a la educación superior, o al trabajo formal.
En abierto contraste con lo anterior, la tradición de lucha más reciente -y a la vez más antigua- cuya dinámica se afianza en amplias acciones de deliberación y movilización, en la enérgica impugnación colectiva a decisiones gubernamentales y empresariales consideradas como inadmisibles, en la tendencial consolidación de autonomía política y material de los que luchan; para desde ahí proponerse la reconfiguración de modos otros de regulación económica, social y política…
Esta tradición de lucha antigua y contemporánea al mismo tiempo, todavía no establece con claridad maneras prácticas para lograr generalizarse, para trascender el aislamiento en el que suele quedar arrinconada y, a la larga y por lo mismo, para superar la impotencia. Este es, de acuerdo a las consideraciones presentadas, el principal problema político que tenemos encima y el tópico que consideramos urgente colocar a debate como asunto central. Valgan los argumentos presentados como esquemática contribución a dicha discusión[49].
En conclusión, el perfil de la tradición autónoma, auto-determinante, auto-convocativa de la interpelación social y de las luchas colectivas y comunitarias, no logra plasmarse en un estilo de vida que contenga un estilo político emancipatorio y libertario de incidencia transformativa en la sociedad. De todas maneras, a estas alturas, es indispensable reflexionar sobre los presupuestos conceptuales puestos en marcha para interpretar este panorama histórico, llamado época, que puede ser entendida como época política. Vamos a intentar una reflexión crítica sobre los ejes del análisis, que todavía mantenemos, los activistas, cuando nos vemos obligados al balance de una época, un periodo o una coyuntura.
Crítica a la razón dialéctica
Toda una época, si podemos hablar así, al calificar todo un periodo largo de influencia “ideológica”, influencia que puede efectuarse teóricamente, en la formación teórica, hemos considerado a la dialéctica como pensamiento crítico, incluso, en las versiones marxistas, como pensamiento revolucionario. Se ha asumido, sin mayor discusión, las interpretaciones, mas bien, las sistematizaciones partidarias, de las corrientes marxistas conformadas en la segunda, tercera y cuarta internacional, compuestas o compiladas como materialismo histórico y materialismo dialéctico, como pensamiento crítico y pensamiento revolucionario. ¿Es así? ¿No hay un problema inherente al pensamiento dialéctico, vinculado a los decursos que tomaron las revoluciones socialistas, la conformación de un Estado policial con plenas prerrogativas centralistas y autoritarias, ungidas por medios impositivos justificados por el fin mismo de a revolución? Para responder esta pregunta no vamos a optar por el camino fácil; tomar como ejemplo la filosofía del Estado de Hegel, sino vamos a adentrarnos en las lógicas y la estructura conceptual de este pensamiento.
Hay rasgos característicos de este pensamiento que son como los ejes estructurales de su lógica inmanente. Uno de esos tiene que ver con el presupuesto o el prejuicio de la astucia de la razón; enunciado por Hegel; empero, retomado por las corrientes marxistas como astucia de la razón histórica. Se convierte a la razón y a la historia en sujeto, capaz de actuar, con vida propia. Esto no es más que una transferencia antropomórfica a esos fantasmas conceptuales que llamamos razón e historia. Ambos son conceptos. Uno referido a la capacidad abstracta de intuición intelectiva, el otro referido al pasado; pasado imposible de reducirse a la representación, relato, interpretación y explicación que se nombra como historia. Sin embargo, a estos conceptos se les atribuye la astucia para intervenir y llevar a buen término, en un caso la reflexión, en otro caso la teleología inmanente en la evolución temporal. A partir de estos paradigmas optimistas se deduce que los problemas están resueltos, los problemas de la explicación e interpretación, en un caso, los problemas de la perspectiva histórica, en el otro caso, aunque se la tome como posibilidad y no de una manera determinista, que sería lo más grosero.
El pensamiento dialéctico es conservador. No es crítico, reduce la crítica a una caricatura, la caricatura de la interpelación, en el mejor de los casos, la caricatura de la síntesis de las contradicciones, en su versión sofisticada; empero, que no deja de ser elemental. Es un pensamiento conservador pues inhibe las capacidades creativas de la vida, inhibe la potencia social, atrapándola en la camisa de fuerza de la lógica dialéctica, que al final de cuentas, es la reiteración del silogismo griego; premisa, mediación y conclusión, sólo que la mediación aparece como la negación de la premisa, para que ésta sea afirmada sintéticamente en la conclusión. Por otra parte, la dialéctica nunca salió del mundo de las representaciones, mundo que reduce al mundo de la experiencia y de la percepción a la representación. La dialéctica hace la crítica en el escenario de la representación, la dialéctica hace la revolución en el ámbito especulativo, reforzando en la práctica la reproducción del poder; es decir, la reproducción de la persistencia de las múltiples formas de dominación.
Para hablar en el elocuente lenguaje popular, claro y diáfano, el fracaso de las revoluciones socialistas deberían habernos llevado a la crítica de su fundamento teórico, la dialéctica. En cambio hicimos otra cosa, buscamos hipótesis ad hoc para enterrar el socialismo real; empero, salvar la dialéctica, llámese o no materialismo histórico y materialismo dialéctico.
En contraste, debemos detenernos en las tradiciones anarquistas. No porque no hayan contenido el bagaje teórico marxista o algo parecido no tienen valor. Esto es valorar un conjunto de percepciones y de intuiciones subversivas irradiantes a través del formato institucionalizado académico. Las tradiciones anarquistas contienen algo que, lastimosamente, perdieron las corrientes marxistas, a partir de un determinado momento de su institucionalización; la intuición subversiva, el saber social de la acción rebelde e insubordinada. Se trataba de comprender este contenido expresivo, inherente a las explosiones sociales; no atender tanto a los que dicen o no los discursos. Este “teoricismo”, que llamo fundamentalismo racionalista, ha perdido a los marxistas. Entiéndase bien, el problema no radica en que son teóricos, sino en una teoría reducida a la simplicidad de la secuencia, de la linealidad del tiempo, de la salomónica solución de la síntesis de las contradicciones. Contradicciones, además manejadas dualmente, ni siquiera en su pluralidad proliferante. Quizás las tradiciones anarquistas, han descuidado la composición teórica, por un exagerada y enaltecida irreverencia. Esto es importante anotarlo, pues esta tradición tenía y tiene horizontes de visibilidad, horizontes de decibilidad, muchísimos más amplios que las teorías formales dialécticas.
Para decirlo de un modo directo, la tradición que debemos retomar de la experiencia social y la memoria social mexicana es el anarquismo. ¿Quién más cercano a Emiliano Zapata que Ricardo Flores Magón? Las autonomías zapatistas están más cerca de estas expresiones libertarias, que se dieron en la revolución mexicana, que persistieron, atravesando periodos; asistiendo a la guerra civil española, valoradas, desde distintas interpretaciones, más contemporáneas en la rebelión estudiantil, que confluye en Tlatelolco, apreciadas por la rebelión indígena maya en la selva lacandona.
El anarquismo tiene lo que no se anima ningún marxismo, por más radical que pretenda ser, el cuestionamiento radical, destructivo y deconstructivo del Estado. De esta institución imaginaria de la sociedad. Esta perspectiva y posición lo lleva mucho más lejos de lo que puedan haber llegado las tesis más radicales marxistas. Pues uno de los nudos de la persistencia de las dominaciones radica precisamente en este ámbito de relaciones en este campo burocrático e institucional que es el Estado.
Por otra parte, este anarquismo mexicano, fue y es una de las expresiones, polifacéticas, de la subjetividad transgresora mexicana. Afectividad y pasión que no han podido domesticar, disciplinar y controlar los monumentales proyectos estatales, sobre todo en su versión nacionalista, incluyendo al nacionalismo revolucionario. Menos podrán proyectos más artificiales como los neoliberales. El problema no va por ahí; va por otro lado. La pregunta es: ¿Cómo un pueblo, en realidad pueblos, tan rebeldes en la vida cotidiana, en las manifestaciones corporales y culturales diarias, ha dejado que lo más grotesco de la representación de las dominaciones, las corporaciones y coaliciones mafiosas, pues no son otra cosa, en una u otra forma, en uno u otro caso, en el usufructúo de un fetiche o de otro, se aposente en el Estado-nación, terminando imponer decursos subordinados y sumisos a los centros del sistema-mundo capitalista? Esta es la pregunta a la que debemos responder.
A estas alturas del planteamiento, déjenme poner en la mesa hipótesis interpretativas, anteriores a las hipótesis que intentan caracterizar la dominación contemporánea del sistema-mundo capitalista, hipótesis que las lanzamos después.
Hipótesis ácratas
Creer que una expresión vale por su forma discursiva, mejor si es avalada por la institución académica, o el prejuicio de la formalidad, no es más que manifestar el apego conservador a los buenos modales.
Una expresión cualquiera vale por lo que contiene, lo que contiene de experiencia condensada, lo que contiene como memoria condensada, vale por su capacidad de alterar el orden, que no es otra cosa que el orden del poder.
Las manifestaciones y recorridos ácratas han abierto y abren horizontes más allá del bien y el mal, más allá de la moralidad, que no es más que un prejuicio conservador, incluso persistente en los “revolucionarios”, más allá del fetiche institucional, del fetiche del poder. Estos horizontes no necesariamente tienen que ser dichos, señalados, como las orientaciones en una carretera o autopista. Pueden serlo o no serlo, lo importante es que son abiertos, desplazados, vislumbrados, por las vivencias colectivas y sociales de las rebeliones.
Si hay algo que nos ha seducido y seduce a los hombres y mujeres, a todas las subjetividades diversas, de Abya y Yala, quizás del mundo, es el perfil transgresor del estilo cultural mexicano. Del comportamiento cultural, emitido en los efluvios de la piel. Es la intensidad como se vive. Lo que nos atrae es esa apuesta ultimatista – usemos esta palabra para ilustrar lo que queremos decir – de o todo o nada, expresada en los actos, mejor si los vislumbramos en su detalle, es su ubicación local, fugaz, en temas que son propios de la cotidianidad y de la subjetividad; entonces lo que seduce es esa entrega intensa al instante.
La mexicana, el mexicano, en su comunión cotidiana, nunca ha dejado de rebelarse. Sólo que ha dejado que esas esferas distantes del escenario y el teatro político queden a cargo de sujetos paranoicos, enamorados de sí mismos, atrapados en el placer barato del dinero y de los reconocimientos forzados, plasmados en tarjetas y publicidades. No olvidemos que Emiliano Zapata y Pancho Villa, después de tomar el DF se retiraron. No había ahí algo por lo que valga la pena quedarse. Esta es la misma actitud de las comunidades zapatistas. Como dice John Hollowey, no se trata de tomar el poder, sino de cambiar el mundo. Ya debemos aprender que tomando el poder no se cambia el mundo sino se lo reproduce en sus peores pesadillas.
Lo mejor de esta generación de luchas, que arrancan en 1994 con la insurrección armada indígena de la selva lacandona, llegando a la movilización prolongada de Bolivia, 2000-2005, es indudablemente el gesto, la elocuencia, la autonomía y auto-determinación de las comunidades zapatistas. Estas comunidades escaparon de la seducción del poder. Incursionan el camino de la autodeterminación, autogobierno y autonomía comunitaria, patentizando, que lo efectivo es la creatividad de las dinámicas sociales, lo político, es decir, lo democrático; que lo efectivo es el consenso colectivo, dejando a un lado las delegaciones y representaciones, aunque se las tenga que usar provisionalmente. Lastimosamente otras experiencias de luchas, que se dieron en este contexto temporal, terminaron seducidas y atrapadas en el drama corrosivo del poder.
Que los zapatistas no hayan tomado el poder no es un criterio para devaluar, de una u otra manera, su propuesta política. Al contrario, es un claro ejemplo de que por ahí no hay que ir. Lo único que tenemos, entre otras experiencias, los y las que participamos en esta generación de luchas, es esta persistencia comunitaria y autonómica de la Selva Lacandona. La siguiente generación de luchas, que ya se ha manifestado, en la explosión joven por la educación pública, por el pasaje libre, contra la expropiación de la alegría del deporte, por la recuperación de lo común contra lo público y lo privado, tiene en el ejemplo zapatista el referente de lo posible. Se disponen con las poses transgresoras e irreverente como atentados a lo prohibido, impuesto por el realismo político.
No hay pues asidero para un balance pesimista. Las estructuras dominantes en el país y en el mundo no han vencido, como dice Silvia Rivera Cusicanqui en su libro Dominados pero no vencidos, sino que se esfuerzan continuamente por convencer que están ahí dominando porque les corresponde. Este esfuerzo es la muestra de su debilidad, de su insostenibilidad. Requieren de la violencia sistemática, abierta o encubierta, para mantenerse. El pueblo, para hablar en la tradición rousseauniana, no necesita hacer esfuerzos, es espontaneo y sencillo; aunque ha terminado de creer en la narrativa del poder. Lo que no se dan cuenta los dominantes y dominados es que los dominantes siempre fueron vencidos por los avatares de la historia, en los ciclos de sus estructuras de larga duración, pues no pueden persistir naturalmente, sino mediante el uso descomunal de la violencia.
De qué se trata. Es cuestión de que los pueblos del mundo decidan no jugar el juego dominante, no seguir sus reglas; retirarse de un juego aburrido, dejando caer el castillo de naipes, optando por el juego lúdico de la creatividad, de alegría, de la espontaneidad de las asociaciones dúctiles, plásticas, dinámicas, que ayudan a complementarse.
Otro problema radica entonces en cómo se lee la historia. Siendo la historia un relato del poder, hay vencedores y vencidos. La narrativa se concentra en las tragedias y dramas del poder, olvidando, dejando en la sombra, a las innumerables multitudes que realizan su potencia social cotidianamente. Olvidemos lo que hacen los hombres, pues eso lo son, estas fraternidades masculinas, abocadas a reconocerse entre ellas; concentrémonos en las alteridades, por más singulares y fugaces que sean, de las multitudes, de las comunidades, de las colectividades, de las individualidades asociadas y relacionadas, efectuadas por ellas. Esta es la enseñanza de las comunidades zapatistas.
Que sea una mayoría de gente que todavía cree en la narrativa del poder no debe desalentarnos. Si en algo ha vencido el poder, sus instituciones, su campo burocrático, su campo institucional, su campo político, su campo escolar, es en lograr convencer a la mayoría que la narrativa del poder es la “realidad”. Su dominio, entonces es imaginario; lo que no quiere decir que no es efectivo.
La tarea es liberar a la mayoría de esta ilusión; hablando en la tradición marxista, liberar de la “ideología”, liberar de los múltiples fetichismos; de la mercancía, del poder, de las instituciones, de los patriarcados.
La tarea es difundir las experiencias y las memorias sociales, sus narrativas inhibidas por la dominación del monopolio escolar. Recuperar el espesor de sus percepciones y de sus racionalidades integradas a las sensaciones.
En conclusión, para decirlo de una manera exagerada, sin embargo, ilustrativa, ignoremos a esta narrativa aburrida del poder, ignoremos a estos paranoicos, enamorados del poder, dejemos que se hunda su ficción institucionalizada, hagamos lo que han hecho las comunidades zapatistas. Asumamos nuestras autonomías múltiples efectivamente.
Más allá de las instituciones
Dejamos pendiente el análisis de Pilar Calveiro; ahora, que hemos tomado en cuenta las interpretaciones sobre los contextos histórico-políticos y el Estado-nación de México, podemos pasar a discutir el contraste entre las posiciones “institucionalistas” respecto a las posiciones “anti-institucionalistas”, en el periodo de fines de siglo XX y comienzos del siglo XXI (1994-2010), entre las posiciones de la izquierda democrática del Frente Amplio, y las posiciones zapatistas.
La investigadora Pilar Calveiro[50], participe del libro de la CLACSO citado, compara dos posiciones teórico-políticas, dadas en México, también en América Latina y el Caribe, así como en el mundo mismo de la experiencia política; esto es, contrasta reforma y autonomismo. Como ella misma expresa:
En este trabajo trataré de abordar las discrepancias entre el discurso del Ejército Zapatista de Liberación Nacional y el del movimiento encabezado por Andrés Manuel López Obrador, en el caso de México, como aproximación para analizar una contradicción más general, que se presenta también en otras latitudes. Me refiero al conflicto que existe, por una parte, entre la vía partidaria electoral que busca reformas del sistema político, en el contexto de democracias capitalistas y, por otra, a los movimientos autonomistas que cuestionan la utilidad de los partidos políticos para una lucha antisistémica y anticapitalista[51].
No estamos exactamente ante la reiteración de la crítica y contrastación que aborda Rosa Luxemburgo, en el segundo cuarto del siglo XX, considerando el dilema entre reforma o revolución; las condiciones son otras en la primera década del siglo XXI, además de darse el enfoque o la focalización en uno de los países de las llamadas periferias del sistema-mundo capitalista, aunque ahora, caracterizado como una de las potencias emergentes, por esas ponderaciones efectuadas por el análisis económico formal, neoclásico y ecléctico, tan en boga en los habitus de Naciones Unidas. Ponderaciones, por cierto que carecen de sustento teórico, aunque abundan en estadísticas, indicadores y descripciones impresionistas. Sería grave perderse en la discusión abstracta y general de reforma o revolución, como si se tratara del debate en torno a dos principios. Estos son los hábitos de la izquierda tradicional, apegada a la ortodoxia, muy lejos de la crítica, mucho más lejos de la autocrítica. El debate y el dilema, el dilema del debate, el debate en su dilema, debe ser apreciado, analizado e interpretado en su contexto concreto, en la geografía social y política de sus propias especificidades. Además, es importante, volver a recordar que no es un problema de principios, sino de fuerzas, de campo de fuerzas, de correlaciones en el campo de fuerzas.
Pilar Calveiro comienza su descripción con un seguimiento de las intervenciones del sub-comandante Marcos. Muestra, de entrada, los contrastes con el candidato popular Andrés Manuel López Obrador. Sobre todo hace hincapié en estos contrastes para sustentar su hipótesis de interpretación, que explica esta conducta beligerante, la interpelación zapatista al Frente Amplio, por el “miedo” del sub-comandante Marcos y de los zapatistas a afrontar el desafío político, a un enemigo de “izquierda”, más peligroso que un enemigo de “derecha”. En esta perspectiva, la investigadora llega a concluir que, en los hechos, el zapatismo coadyuvó a la “derecha”, mermando las fuerzas, por lo menos de consenso, del movimiento social de resistencia popular, liderado por López Obrador. La investigación, el contraste en el dilema de reformismo o autonomismo, termina en una acusación.
Dejando constancia de su inclinación política, la investigadora escribe:
Durante el proceso electoral de 2006 fuimos testigos del ataque que sustentó el subcomandante Marcos (El Sup) –como “vocero” del zapatismo–, contra el movimiento electoral en su conjunto, pero especialmente contra uno de los candidatos, Andrés Manuel López Obrador (El Peje). Ambos, identificados por sus nombres de pila y sus respectivos apodos de “luchadores”, en este caso sociales y políticos, podían ostentar una cercanía incluso afectiva con la gente, poco frecuente en la política de estos tiempos. No se trató propiamente de una confrontación verbal sino de un ataque unilateral de El Sup que quedó “dando golpes al aire”, sin encontrar a su oponente. El Peje siguió su ruta electoral, como si no escuchara, aunque reiterando una y otra vez la inclusión del cumplimiento de los Acuerdos de San Andrés y algunas otras reivindicaciones clásicas del EZLN, como parte de su programa[52].
Llama la atención la caricatura que se hace del sub-comandante Marcos; aparece como un radical exacerbado, que se deja llevar por impulsos “vanguardistas”, algo parecido a los que se observaba a la “izquierda” radical, durante los gobiernos de unidades populares. La observación sugiere la siguiente consecuencia de este “radicalismo”: el zapatismo termina aislándose, quedando el movimiento autonomista reducido a un rincón de la Selva Lacandona, sin mayor influencia en la sociedad mexicana, sin poder mantener el entusiasmo social emergido después de la intervención armada en 1994. Mientras el candidato del Frente Amplio, Andrés Manuel López Obrador, aparece con una amplia convocatoria nacional, liderando un movimiento de masas, con capacidad de influencia en la vida política y social del país. Por otra parte, López Obrador tendría un itinerario distinto, inverso, al efectuado por el sub-comandante Marcos y el zapatismo. Comenzó defendiendo la institucionalidad, criticando el uso corrosivo, adulterado, de las instituciones, por parte de aprovechadores, oportunistas, corruptos, “piratas” de la política. En la medida que quedaba claro el fraude electoral institucionalizado y ejecutado por los grupos de poder, detentores del aparato de Estado, el discurso de López Obrador se habría radicalizado, hasta llegar a la posición de que hay que formar una nueva república y una nueva democracia, descartando la que hay, corroída y al servicio de los intereses oscuros de las clases dominantes. Salvo, como anota Pilar Calveiro, el ejército, que debe mantenerse para resguardar las fronteras de la nación. En contraste, según la investigadora, el sub-comandante Marcos y el zapatismo, pasan de la lucha armada a una especie de institucionalización, del tamaño de los municipios autónomos.
La interpretación del periodo electoral, acompañado del efecto simbólico del zapatismo, aunque contrastando la salida institucional, es que se habría perdido una oportunidad sin igual, la de la convocatoria masiva, la de la congregación de múltiples resistencias al poder, la de la movilización contra el fraude y la violencia estatal. Esta pérdida de oportunidad se debe tanto a los límites del populismo y ventiladas inconsecuencias, repitiendo centralidades, jerarquías, representaciones, monopolios políticos, enfermedades congénitas a los partidos, así como al radicalismo aislacionista del zapatismo.
La caracterización que hace del zapatismo Calveiro es la siguiente:
El discurso zapatista se inscribe en los llamados nuevos movimientos sociales que, a su vez, retoman la antigua tradición de la izquierda autonomista. En términos muy generales se podría decir que, desde su perspectiva, el capitalismo, el Estado y sus instituciones son inseparables; el sistema de partidos y los sindicatos tradicionales son parte de dicha institucionalidad. Cierto. Se organizan, entonces, a imagen y semejanza del Estado, esto es, de manera centralizada, nacional, jerárquica, descendente. Cierto también. De allí se continuarían ciertos rasgos específicos de los partidos: su alto grado de institucionalización que los hace fuertemente burocráticos y la tendencia a estar más preocupados por su propia reproducción y el mantenimiento de su poder que por la defensa de los intereses socioeconómicos que dicen representar[53].
Compartiendo con la crítica a la institucionalidad estatal y al sistema de partidos, Calveiro anota:
Estos rasgos los hacen poco democráticos en sus dinámicas internas porque en lugar de propiciar el diálogo y la diversidad, tratan de lograr unidad y homogeneidad interna y externamente para alcanzar posiciones hegemónicas, es decir, que buscan un poder con legitimidad y también con capacidad coercitiva. Son pues un embrión del artefacto estatal que pretenden controlar: vanguardistas y, a la vez, disciplinarios (Gun, 2004). Desde este planteo inicial ya aparecen dos grandes asuntos: el poder y la toma del poder del Estado, que están presentes en la lucha política moderna, y que el autonomismo rechaza. Por oposición al poder como dominio, proponen la idea del poder como creación –“poder hacer”, potencia según John Holloway– que puede y debe desarrollarse al margen del Estado y sus instituciones, para construir una nueva socialidad[54].
En su exposición, la investigadora deja claro que no está en contra de la interpretación crítica zapatista sobre la institucionalidad del Estado; esto es lo que comparte. La observación demarcadora de la investigadora, su crítica al zapatismo, radica en la crítica a su “táctica” aislacionista, por así decirlo, endurecida en el ataque, que le parece injustificada, al candidato popular y al Frente Amplio, dejando, sin embargo, pendiente la crítica a los partidos de las clases dominantes. También observa o pone en duda algunas pretensiones democráticas, participativas, horizontales de los zapatistas. Escribe:
Por su parte, el antiestatismo se presentó inicialmente como oposición al “sistema de partido de Estado”, asimilando lo estatal con lo partidario. La crítica al sistema de partidos se centraba en el PRI, aunque ya se esbozaba un rechazo más general. Desde los primeros textos zapatistas se percibe una contraposición entre la forma de organización partidaria, siempre sospechosa de “claudicación” (Tercera Declaración), y los movimientos y organizaciones de la sociedad civil. Tal contraposición alcanzó su máxima expresión en La Sexta (Declaración de la Selva Lacandona). Allí, los partidos se presentan como organizaciones que tratan de “hacer acuerdos arriba para imponer abajo” y “levantar movimientos que sean después negociados a espaldas de quienes los hacen”, con actos “de templete donde unos pocos hablan y todos los demás escuchan”. ¡Cierto! En contraposición, en el mismo documento, el movimiento zapatista se presenta a sí mismo como un movimiento social que pretende luchar “por los pueblos indios de México, pero ya no solo por ellos, sino que por todos los explotados y desposeídos… sin intermediarios ni mediaciones… (con) un programa claramente de izquierda o sea anticapitalista o sea antineoliberal… (para) reconstruir otra forma de hacer política, una que otra vuelta tenga el espíritu de servir a los demás… con honestidad, que cumpla la palabra”. Esta nueva forma de la política se caracterizaría por el “respeto recíproco a la autonomía e independencia de organizaciones, a sus formas de lucha, a su modo de organizarse, a sus procesos internos de toma de decisiones, a sus representaciones legítimas, a sus aspiraciones y demandas.” (La Sexta, 2005) ¿Cierto?
Pilar Calveiro encuentra desplazamientos ondulantes, sino contradictorios, en los discursos, declaraciones y posiciones zapatistas. Dice:
Ya el 15 de mayo de 1994, en la recta final del proceso electoral de ese año, el EZLN emitió un comunicado verdaderamente ofensivo para el Partido de la Revolución Democrática (PRD), en el que afirmaba que “el PRD tiende a repetir en su seno aquellos vicios que envenenaron desde su nacimiento al partido en el poder” preguntándose: “¿Cuál es la diferencia entre el PRD, el PAN y el PRI? ¿No ofrecen el mismo proyecto económico? ¿No practican la misma democracia interna?” (EZLN, 1994:237-238). En este mismo tenor, en enero de 1995, después de la derrota electoral del cardenismo, los zapatistas denunciaban sí “un fraude gigantesco”, pero sin dejar de golpear al PRD al señalar una supuesta “claudicación”. Ya entonces, su conclusión era que “las elecciones no son, en las condiciones actuales, el camino del cambio democrático”, por lo que llamaban a un Movimiento de Liberación Nacional para la “instauración de un gobierno de transición, un nuevo constituyente, una nueva carta magna y la destrucción del sistema de partido de Estado” (Tercera Declaración).
Asimismo, la Quinta Declaración, de julio de 1998, mencionaba la existencia de “gentes y personas buenas que, en los partidos políticos, levantaron la voz y fuerza organizada en contra de la mentira”. No obstante, en la Convocatoria final para una Consulta Nacional sobre la ley indígena se apelaba, por una parte, “a las organizaciones políticas y sociales independientes” (lo que excluía de hecho a los partidos) y, por otra, “a los diputados y senadores de la República de todos los partidos políticos con registro y a los congresistas independientes”, colocándolos a todos en una misma categoría. Esta asimilación de la diversidad partidaria en un mismo grupo llegó a su más clara expresión en La Sexta, emitida en la coyuntura electoral de 2006, donde se afirmaba que: “El neoliberalismo cambió a la clase política de México, o sea a los políticos, porque los hizo como que son empleados de una tienda, que tienen que hacer todo posible (sic) por vender todo y bien barato… los políticos mexicanos lo (sic) quieren vender PEMEX o sea el petróleo que es de los mexicanos, y la única diferencia es que unos dicen que se vende todo y otros dicen que se vende una parte… Y los partidos políticos electorales nada más no defienden, sino que primero que nadie son los que se ponen al servicio de los extranjeros… se encargan de engañarnos… Todos los partidos políticos electorales que hay ahorita, no nomás uno… puras robaderas y transas… Y todavía quieren que otra vuelta votamos (sic) por ellos… no tienen Patria, solo cuentas bancarias”. ¿Cierto? Como corolario, La Sexta convoca “a las organizaciones políticas y sociales de izquierda que no tengan registro, y a las personas que se reivindiquen de izquierda que no pertenezcan a los partidos políticos con registro” a sumarse a su campaña y mantenerse al margen del proceso electoral.
En este caso, la crítica al eje capitalismo/Estado/instituciones/ partidos deriva en un franco antipartidismo y antielectoralismo, que produce desconfianza. En primer lugar, por el tono mismo del discurso. El zapatismo transita de un lenguaje político sencillo y contundente (Primera y Segunda Declaraciones) a un estilo poético-indígena de alto impacto en la clase media que, dicho sea de paso, no tiene grandes competencias para juzgar su autenticidad (Tercera, Cuarta y Quinta Declaraciones), para concluir en La Sexta, con una impostación de “sencillez ingenuidad indígena” por completo increíble y basada principalmente en la mala construcción gramatical del español y en una suerte de traducción de lo que un ladino entiende que entendería un indígena sobre sus lecciones de materialismo histórico, aplicadas a la coyuntura política. Por ejemplo, cuando se lee “el capitalismo quiere decir que hay unos pocos que tienen grandes riquezas, pero no es que se sacaron un premio, o que encontraron un tesoro, o que heredaron de un pariente, sino que esas riquezas las obtienen de explotar el trabajo de muchos… que quiere decir que como que (sic) exprimen a los trabajadores y les sacan todo lo que pueden de ganancias… al mundo, o sea al planeta Tierra, también se le dice que es el ‘globo terráqueo’ y por eso se dice ‘globalización’ o sea todo el mundo”, resulta de una afectación no solo increíble sino incluso ofensiva. ¿Qué está diciendo esta voz “indígena” trucada? ¿Qué identidad se desea esgrimir y por qué? ¿No se pretende, también aquí, la representación de un sujeto ausente que legitimaría el discurso enunciado, tal como se le imputa a los partidos políticos?[55]
Hay que volver a hacer la pregunta, en su doble tonalidad, la abstracta y general, la concreta y contextual: ¿La discusión es reforma o revolución, reforma o autonomía? Incluso, se puede llegar a aceptar que esa es la discusión, que, en todo caso, la forma de la discusión se vuelve a dar de la misma manera; sin embargo, no se puede colegir de aquí que ese es necesariamente el problema. ¿Qué es lo que está en el fondo? La misma investigadora lo ha puesto: Institucionalidad o anti- institucionalidad en las resistencias. Dicho en otras palabras: ¿El curso emancipador se da a través de las instituciones o contra ellas? Este es el problema y también el tema de fondo.
La interpelación zapatista se dirige a las instituciones, que son el Estado, que son las estructuras y diagramas del poder, que son, por lo tanto, los dispositivos de las dominaciones. ¿Cómo se puede emancipar usando los mismos dispositivos de la dominación? Este es el punto, si se quiere, que confronta a zapatistas y reformistas, usando la definición de Calveiro. En la quinta generación de las luchas sociales, teniendo como panorama la historia de los movimientos anti-sistémicos y las revoluciones en la modernidad, ya se sabe por dónde se han perdido las revoluciones, en la dramática y vertiginosa época de la modernidad, comprendiendo sus periodos, su clave heterogénea. Las revoluciones se perdieron en el uso de este instrumento de dominación, el Estado, en la maraña de las intuiciones que usaron para efectuar las transformaciones. Los “revolucionarios” terminaron transformados por el Estado y por las instituciones, se volvieron parte del Estado y engranajes de la maquinaria de mallas y redes institucionales. Lo que las comunidades mayas de la Selva Lacandona han puesto en la mesa es este problema histórico-político. ¿Cómo descolonizar usando los mismos instrumentos de la colonialidad?
¿Se trata de repetir la estrategia para ver si ahora puede dar efecto, variando quizás en las tácticas, los discursos, las prácticas y las acciones, en el mejor de los casos, combinando con las formas y acciones activadas por las comunidades autónomas? Esta es la discusión. Es difícil encontrar esta discusión en un cuadro donde se contrastan discursos opuestos, que apuntan a distintas estrategias. No se trata de saber si el sub-comandante Marcos y los zapatistas son radicales, repiten o no, los radicalismos “izquierdistas”; hacer esto es tomar el estereotipo del ultimísimo del siglo XX. ¿Por qué se los tiene que tomar como o parecidos a los “radicales” izquierdistas del siglo XX? ¿Por qué no interpretarlos de otra manera? No parece sostenible aproximarlos a este estereotipo de la “izquierda” – vaya a saber si “realmente” se dio de la manera como se dibuja este “extremo” -, si partimos del hecho de que la lucha armada no ha sido planteada para tomar el poder, sino como un medio para obligar al diálogo al Estado-nación sobre los derechos de los pueblos indígenas.
Es otra generación de luchas a las que pertenece el zapatismo, sin necesidad de desvincularlo de la memoria que reclama, la insurrección campesina encabezada por Emiliano Zapata. No se consideran vanguardia, como se conciben las “izquierdas”, sobre todo las “izquierdas radicales”. No es el partido el representante del proletariado, tampoco de los pueblos, ni de las masas desposeídas, ni de los condenados de la tierra. La representación se encuentra cuestionada. La interpelación al capitalismo no se la hace desde la mirada proletaria, en el horizonte de la modernidad, sino desde la mirada indígena, interpelando, además del capitalismo, a la misma modernidad y sus símbolos, el desarrollo y el progreso. Estos desplazamientos de la rebelión nos muestran otros escenarios, usando esta metáfora comprometedora. Lo primero que hay que hacer es preguntarse por la emergencia zapatista; quiénes son los que se alzan en armas y qué quieren. La diferencia con los perfiles de la “izquierda” radica precisamente en esto, en este quiénes y en este querer. Si bien, no se pude plantear la lectura desde la discontinuidad absoluta, tampoco se puede sostener que se trata de una continuidad de lo mismo.
Para decirlo rápidamente, a pesar de la abusiva totalización metafórica, empero, útil para ilustrar, se trata de la interpelación civilizatoria indígena al sistema-mundo capitalista, es decir, a la civilización moderna, cuya columna vertebral es el modo de producción capitalista, reteniendo este concepto marxista. Lo primero es reconocer esta diferencia, antes de aventurarse a hacer analogías de rasgos demasiado generales.
Que el proyecto zapatista, para darle un nombre, el de proyecto, que ya lleva dos décadas, se haya circunscrito a las comunidades controladas por los zapatistas en la Selva Lacandona, que no se haya expandido nacionalmente, no es un parámetro para decir que han fracasado. El hecho de que persistan, que coexistan y cohabiten, desprendiendo prácticas comunitarias y autónomas, interpelando con su presencia al mundo capitalista, es, de por sí, una victoria, usando esta palabra que suena también ultimatista. Dicho, sin tanta pompa, es un ejemplo.
Volviendo al tema; lo que enseña la experiencia zapatista es que se puede hacer caminos al andar, se puede inventar otros caminos alternativos, alterando precisamente las practicas institucionalizadas. Desmantelando las instituciones del poder, efectuando otras prácticas, otras instituciones; esta vez al servicio de las sociedades. No instituciones-amos, instituciones-patrones, dominantes. Que esta experiencia pueda difundirse, adecuándose a los suelos diferenciales, depende no de si se opta por la revolución o la reforma, sino de los aprendizajes colectivos respecto a los diagramas y cartografías institucionales. No se trata de negar el camino de la reforma, decir, por ejemplo, que no se puede reformar; la reforma es posible, además se realiza y se ha realizado. El problema es que las reformas terminan legitimando el mismo régimen de dominaciones contra el que se lucha, aunque haya mejorado en parte la condición de los “pobres”. Se convierte en el mejor mecanismo para la prolongación de las dominaciones, articuladas en el orden mundial, en el sistema-mundo. Este es el costo histórico que se quiere evitar, salir del círculo vicioso de la reproducción del poder, cuando se critica el reformismo, el populismo, la ilusión popular en caudillos nobles, en el sentido, no de aristócratas, sino de éticos. El mejor ejemplo, contemporáneo, de lo que decimos, son los gobiernos progresistas de Sud América.