Entre la resolución del día a día y la administración de lo común (VII)

Séptima y penúltima parte del ibro “Venezuela desde adentro”.
Tensiones y posibilidades en contextos populares urbanos frente a la crisis venezolana.



ENTRE LA RESOLUCIÓN DEL DÍA A DÍA Y LA ADMINISTRACIÓN DE LO COMÚN
Tensiones y posibilidades en contextos populares urbanos frente a la crisis venezolana

Edith Pineda Arvelo
Mariana García-Sojo
Hernán Vargas Pérez  

Edith Pineda Arvelo
Socióloga de la Universidad Central de Venezuela. Ha tenido experiencia en procesos de organización, formación y planificación popular territorial en Caracas y en zonas rurales del Occidente del país desde la articulación institucional con el Poder Popular y también desde el impulso de proyectos alternativos. Ha sido parte de diversos equipos de investigación social. Asimismo, ha sido vocera del Consejo Comunal de su comunidad en donde ha impulsado procesos para la autogestión de los servicios públicos.
Mariana García Sojo
Politóloga de la Universidad de Los Andes, investigadora y militante feminista. Es co fundadora y vocera de la Red de Información por el Aborto Seguro (RIAS). Ha trabajado en procesos de formación y organización con mujeres en sectores populares urbanos en torno a la defensa de derechos sexuales y reproductivos, así como en experiencias organizativas para economías solidarias. A su vez ha sido parte de procesos formativos en la perspectiva de educación popular sobre planificación comunal; género y feminismos. Es miembro del Grupo de Investigación Feminista La Candanga y de la Red Venezolana de Investigación en Ciencias Sociales y Humanidades.
Hernán Vargas
Militante del movimiento popular revolucionario de Venezuela. Fue voluntario de la Misión Ribas. Fue promotor socio cultural del proceso pedagógico “Churuata” y su metodología de investigación y trabajo comunitario con comunidades rurales, urbanas, indígenas y grupos ambientalistas. Fue promotor de espacios de organización para la planificación popular y la articulación co-gestionaria de procesos comunales en la región andina de Barinas. Ha trabajado en políticas estatales de formación para espacios comunales y de articulación para el co-gobierno como los Consejos Presidenciales de Gobierno Popular con las Comunas. Es vocero del movimiento de Trabajadoras Residenciales Unidas por Venezuela. Es vocero político del Movimiento de Pobladoras y Pobladores e impulsor de la Plataforma Popular Constituyente Chavismo Bravío. Responsable del frente de Articulación y Solidaridad de la Secretaria Operativa de la Plataforma Continental ALBA Movimientos.
Comentarios al texto
Mario Rodríguez
“No se trata de que estas organizaciones desparezcan necesariamente, pero al subordinar ellas los procesos de cuidado y amparo de las redes propias, le quitan potencial comunitario a la gestión de la sobrevivencia y la reproducción social de la vida. Tal vez por ello se puede evidenciar una erosión de las estructuras organizativas propias, en la medida que la gestión de la distribución de
los alimentos queda más concentrada en las organizaciones funcionales al gobierno como los CLAP. En síntesis, no todo proceso organizativo y colectivo, genera procesos comunitarios”.
“Mucho de lo que se realiza, como señala la investigación, para resolver la emergencia de la vida, se desarrolla en la oferta de servicios y la especulación, ligada a la circulación de alimentos, bienes y servicios. Por tanto, se observa pocas estrategias ligadas a la producción propiamente dicha. Las estrategias reproducen las formas de especulación del mercado y del propio Estado”.
“Finalmente, en condiciones tan precarias la vida es capaz de seguir y regenerarse, e incluso generar cierto excedente para el disfrute, la fiesta o la alegría. En mi experiencia en Bolivia de los ’80, las colas y el rebusque no solo eran estrategias de sobrevivencia, sino también un campo intenso de retejido de relaciones, vínculos y subjetividades afectuosas”.
“No hay Estado Comunal posible, creo yo, sino tejido comunitario que negocia y resignifica las tareas y roles del Estado, para generar más comunidad y menos Estado; más comunidad y menos mercado, o al menos, menos del mercado capitalista global”.
Miriam Lang
Para los autores el Estado, el mercado y la comunidad juegan un papel fundamental en la gestión de lo común. A mi modo de ver se desdibuja la diferencia entre lo público y lo común. Hay una suerte de superposición entre lo comunal, lo comunitario y lo común.

1. A modo de introducción
1.1 La reproducción social de la vida versus la reproducción del capital
Entendemos la reproducción social de la vida como el conjunto de prácticas y relaciones que suponen la reproducción biológica, psicológica, económica, ecológica y cultural de la vida (Harvey, 2014; Dussel, 2006). Este es un campo que ha sido configurado históricamente de manera amplia y conveniente para la reproducción de capital, externalizando costos hacia las familias y sus comunidades, distribuyéndolos desigualmente entre territorios y grupos de la población que absorben una gran cantidad de trabajo no pagado, tal como el que queda a cargo de las mujeres, como lo plantean las luchas feministas (Harvey, 2014). Nos interesa posicionarnos más allá del límite del concepto clásico marxista que centra la reproducción social de la vida en la reproducción de la mano de obra, en términos de tiempo necesario para generar el dinero que costea los bienes de consumo requeridos para reproducir la fuerza de trabajo (Fernández Lira, 2010).
Rescatamos un planteamiento clave del marxismo en este respecto, y es que las condiciones necesarias para la reproducción social de la vida y las necesarias para la reproducción del capital han estado históricamente en contradicción desde los inicios del capitalismo. Esta contradicción se ha venido reconfigurando de manera más compleja y riesgosa en los últimos dos siglos (Harvey, 2014), dando como resultado que cada día el capitalismo esté destruyendo todos los elementos básicos necesarios para la reproducción de la vida de millones de personas (Federici, 2015). Creemos que la contradicción entre el modelo de reproducción de capital y la reproducción social –de la vida– de las mayorías trabajadoras de todo el mundo es una contradicción fundamental para entender la situación en Venezuela (Harvey, 2014).
A partir de allí planteamos que para interpretar cómo el pueblo venezolano encara la crisis actual sin desbordamiento social es necesario entender cómo operan las (re)configuraciones del modo de acumulación sobre la reproducción social de la vida en este contexto, a fin de poder mirar cómo se organizan y redefinen los modos de vida en función del patrón de acumulación . Además, teniendo presente que el patrón de acumulación de capital no solo determina formas económicas sino también formas sociales y políticas, suscribimos la idea de que en la reproducción social de la vida interviene un amplio despliegue de subjetividades y tácticas cotidianas “(…) como una variedad de modos de hacer, sentir y pensar que organiza los cálculos y afectos de la maquinaria social” (Gago, 2014: 9). Desde esa perspectiva estudiamos las características de la reproducción social de la vida en Venezuela.
1.2 Sobre la crisis venezolana
Nuestro interés en la crisis venezolana actual –tal como ha venido expresándose en los últimos años (a partir del año 2014, aproximadamente)–, se centra en la creciente dificultad que tenemos las mayorías para garantizar la concreción de la materialidad mínima que requiere la cotidianidad. En este punto, debemos aclarar que caracterizar y ahondar en la complejidad de la crisis nacional no es la pretensión de esta investigación , más bien se propone recoger y analizar los sentidos, lecturas y prácticas que circulan en torno a la reproducción material de la vida desde la mirada de quienes habitan en comunidades populares urbanas en Caracas, Venezuela. Para esta caracterización haremos uso referencial de algunos datos oficiales que ponen en contexto nuestros planteamientos a lo largo del texto . No obstante, y aunque este trabajo es fundamentalmente cualitativo e interpretativo, queremos iniciar este recorrido dejando en claro algunas de nuestras apreciaciones sobre la emergencia política y económica que atraviesa Venezuela.
Describimos la crisis venezolana como un período de emergencia económica en sintonía con el Decreto de Emergencia Económica, aprobado por el gobierno nacional el 14 de enero de 2016, según el cual fue formalmente declarado el escenario de crisis que venía trastornando la cotidianidad en Venezuela desde mediados de
socialismo como alternativa política al orden existente a partir de un esquema basado en una nueva forma de utilizar la renta petrolera –aspecto determinante para la política en estos años– siendo emblemáticas las políticas redistributivas conocidas como Misiones Sociales, dirigidas a satisfacer masivamente necesidades de alimentación, salud, educación, vivienda y empleo (Plan Nacional Simón Bolívar, 2007). Ya para el año 2012, Chávez le presenta al país el Plan de la Patria, como Programa de Gobierno para el período 20132019, ganando nuevamente las elecciones. Luego de la muerte de Chávez, con la elección de Nicolás Maduro como presidente en 2014, se asume toda la propuesta política del primero como parte del nuevo período de gobierno. A la par, la reconfiguración de fuerzas políticas internacionales a favor de un avance conservador en la región; la caída en picada de los precios del petróleo; la violencia política interna más diversas fallas estructurales y de gestión de gobierno, vieron la aparición y recrudecimiento de una vertiginosa crisis económica y política en Venezuela que continúa en desarrollo actualmente. Con este punteo queremos señalar, sucintamente, el carácter del proceso bolivariano y la orientación política que ha asumido en estos últimos años.
2014, cuando arrancó un declive sostenido de los precios petroleros, hasta quedar en su punto más bajo de la última década en 2016. La economía venezolana depende casi íntegramente de los ingresos por exportación petrolera; en ese sentido, no es difícil imaginar el efecto de esta caída de precios en las arcas nacionales y en la dinámica económica interna.
A partir de ese momento Venezuela ha estado inmersa en una vorágine permanente signada por una inflación disparada; desabastecimiento de bienes de consumo básicos (notablemente alimentos, medicamentos, insumos médicos, entre otros); caotización de transacciones financieras cotidianas (insuficiencia permanente de dinero en efectivo, dificultad en las transacciones digitales, entre otras) y crisis institucional, particularmente en torno a la ejecución de las políticas públicas redistributivas que han caracterizado la apuesta política del Estado venezolano a partir de 1999 .
En los últimos años se ha dado un gran debate sobre si se trata de una crisis generada por una guerra económica operada según intereses internacionales y la burguesía nacional; o si se trata del agotamiento interno del modelo rentista que ha reeditado el chavismo desde el Estado –a partir de los rasgos estructurales de la economía rentista venezolana–. Creemos que no son tesis necesariamente divergentes: estamos experimentando el agotamiento de una matriz que reproduce un modelo civilizatorio en crisis y que es blanco de una ofensiva imperial con apoyo de la burguesía local, quienes han enfilado fuerzas en exacerbar los puntos débiles estructurales de la economía venezolana: sectores económicos esenciales improductivos, fuerte dependencia de la importación de bienes y servicios a través de divisas que son posibles gracias al ingreso petrolero, el modo especulativo de circulación de rentas, formas políticas históricamente clientelares y un modo de vida anclado en el consumo exacerbado (particularmente en los centros urbanos).
1.3 Sobre el pueblo como sujeto político y las formas de administración de lo común
Partimos con la idea de que cualquier horizonte de salida a la crisis debe responder a los intereses del pueblo como categoría política, diferenciándolo de clase, una categoría económica que depende del modo de acumulación de capital. La idea de pueblo expresa una comunidad de intereses superior que nos resulta vital frente a la crisis venezolana. Se trata de las y los comunes, quienes hacen parte de una comunidad de oprimidas y oprimidos cuya única opción civilizatoria es la unidad en torno a la necesidad de garantizar la reproducción de lo que les es común: la vida, en todas sus dimensiones, sin la intermediación del orden impuesto por el modelo civilizatorio hegemónico.
Por su parte, las formas dominantes de la administración de lo común suelen ser lo denominado público (donde la responsabilidad es típicamente asumida por el Estado) o privado (siendo las dinámicas del mercado donde se definen responsabilidades). En contraste, con esta categorización apostamos a delinear una forma de administración de lo común, desde los comunes, que instrumentan sus propias capacidades de hacer para reproducir materialmente la vida. En Venezuela, esta apuesta por un horizonte popular tiene muchos nombres: construcción de comunas, socialismo comunal o Estado comunal. Es parte de un complejo debate abierto dentro del proceso bolivariano en el cual nos inscribimos.
1.4 Algunos principios políticos para hacer útil el análisis de la crisis venezolana
Para analizar la reproducción social de la vida hemos acogido el concepto de política como aquello que tiene como objetivo la producción, reproducción y ampliación de la vida de la comunidad puesto que no solo es una definición de la política en positivo sino que además prioriza el poder consensual de la comunidad como base del poder obediencial, lo cual nos parece que es la orientación filosófica correcta para la crisis actual, apelar al poder del pueblo como sujeto que debe superarla imponiendo su voluntad de vivir. Por eso, además, creemos pertinente estructurar procesos de análisis en esa perspectiva que respondan a los tres principios políticos implícitos: el principio de lo material, que responde fundamentalmente a garantizar la reproducción de la vida; el principio democrático, que responde a los procedimientos que garanticen el ejercicio del poder obediencial; y el principio de la factibilidad, que determina actuar solo en el terreno de lo posible (Dussel, 2006).
En este sentido, nos parece urgente el estudio de esta contradicción en nuestro país para generar aportes a una discusión pública nacional, prioritariamente entre los sectores que padecen con mayor rigor la crisis. Hemos acotado el proceso de investigación a la mirada popular urbana y la premisa de partida ha sido: cómo resuelve la vida la gente de a pie frente a la crisis actual.
2. Algunas precisiones metodológicas
Trabajamos con comunidades populares urbanas de zonas periféricas en lo que suele llamarse Gran Caracas, es decir, el área metropolitana de Caracas . Estos tres sectores son el barrio Maca, el barrio José Félix Ribas y el complejo habitacional planificado Ciudad Caribia .
Definimos estas tres comunidades –nuestras unidades de estudio– a partir de los siguientes criterios: a) comunidades ubicadas en el área metropolitana de Caracas o en sus adyacencias, por presentar una alta concentración demográfica8, garantizando la variedad geográfica de los sectores, y con distintas tipologías constructivas: barrios y nuevos urbanismos; b) comunidades con diversos niveles organizativos y en funcionamiento; c) comunidades con distintos niveles de priorización en lo que se refiere a programas sociales del Gobierno; y d) comunidades con las que existiera cierto nivel de articulación.
Para acceder a los flujos de sentido y dar cuenta de la experiencia subjetiva de los sujetos y las sujetas populares en estos tres sectores urbanos, realizamos, a mediados del año 2017, grupos focales y entrevistas semi-estructuradas9, para cuya interpretación tomamos minuciosamente en cuenta los contextos de los sujetos y sujetas populares. Ambas estrategias dispuestas en función de dos perfiles generales: por un lado, personas organizadas, entendiendo por tal a personas que, al momento de su participación en la investigación, estuvieran vinculadas a alguna instancia organizativa de la comunidad. Por otra parte, habitantes promedio de la comunidad, es decir, personas que no tuviesen relación con ninguna instancia organizativa formal de la comunidad al momento de participar en la investigación. No obstante, los perfiles participantes en la muestra analizada no se reducen estrictamente a aquellos descritos: la diversidad de la organización comunitaria y sus complejidades tiene una expresión en los sujetos y sujetas participantes de la investigación10. La muestra

gran-caraqueño. En un contraste significativo, Ciudad Caribia está en la cima de un cerro verde y fresco, desde donde se ve claramente el mar por un lado y cerros súper poblados por el otro. Caribia es parte del estado Vargas, aunque sus líneas de transporte la mantienen más comunicada con la populosa Catia (Distrito Capital).
8 Para el censo 2011, la población total de Venezuela era de 28.946.101 habitantes, estando concentrado el 88,8% de esa población en contextos urbanos (INE, 2011).
9 Tres grupos focales con 37 participantes y cuatro entrevistas: e1, e2, e3 y e4. Todo el proceso investigativo se realizó entre abril y noviembre de 2017.
10 Entre las personas organizadas destacan: equipo que conforma actualmente la estructura de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP):
–que consideramos es significativa–11 es de tipo no probabilístico. Se seleccionaron a las y los informantes de acuerdo con los objetivos de la investigación.
3. Caracterización de las formas de resolución de las condiciones materiales de vida y de las formas de administración de común
“Resolver la vida”12 es una expresión que los sujetos y las sujetas populares urbanos vinculan directamente con el día a día, con la procura material para la reproducción de la vida y con el accionar concreto en lo cotidiano. Así, resolver significa buscar la solución diaria para satisfacer las necesidades fundamentales de la familia estrictamente priorizadas: la alimentación, la educación (de las hijas y los hijos), el transporte (movilidad básica para ir a comprar comida, ir a estudiar o a trabajar), la salud, entre otros. Así, está relacionado con las formas de consumo y la cantidad de dinero que se tenga a diario, significa criterios de priorización y creatividad para hacer posible con recursos cada vez más escasos la materialidad mínima requerida. “¡Hacer milagros!”, en el decir popular.

jefes sectoriales por el PSUV y jefes de calle de toda la poligonal de una de las comunidades en estudio, personas que provienen de procesos de politización y movilización en torno a la lucha por la titularidad de la vivienda, a través de los Comités de Tierras Urbanas (organización articulada al Movimiento de Pobladores y Pobladoras), personas que desempeñan tareas del Programa “Chamba Juvenil”. Algunos desempeñan cargos en la administración pública. Entre las y los habitantes promedio de las comunidades destacan: personas desvinculadas de la estructura del CLAP, personas que trabajan en la administración pública, en el sector privado o desempleados formales y personas beneficiadas por la Gran Misión Vivienda Venezuela, que trabajan las parcelas de tierras del complejo habitacional planificado de Ciudad Caribia. El total de hombres participantes fue de 26 y el de mujeres de 15, para un total de 41 personas. El grupo etario con más participantes fue de 30 a 45 años.
11 En las investigaciones sociales también se habla de muestra significativa (Guber, 2001) en tanto los hechos, prácticas, verbalizaciones, entre otros, nos interesan según su forma de integración en un sistema de significados y de relaciones sociales.
12 Como concepto popular, de resonada enunciación en las comunidades populares urbanas resulta de vital importancia para la realización de nuestra investigación.
Para explorar nuestro objeto de estudio en esta investigación, definimos dos dimensiones de análisis: las formas de resolución de las condiciones materiales para la reproducción social de la vida y las formas de administración de lo común.
3.1 Modelo de análisis: formas de resolución de las condiciones materiales para la reproducción social de la vida
Para abordar esta dimensión fue necesaria la construcción de un modelo de análisis que se contrastó con los resultados obtenidos en el campo. Al final de este apartado incluimos una serie de mediaciones, prácticas y actividades que el sujeto y la sujeta populares trazan diariamente para “resolverse la vida” y que no fueron parte de nuestras primeras elaboraciones al respecto, por lo cual amplían el modelo de análisis inicialmente realizado.
Por ingresos provenientes de actividades formales
Se refiere a todo el campo de las actividades que generan salarios con una periodicidad estable y relaciones contractuales, con beneficios a los trabajadores apegados a la legislación laboral vigente y que contribuyen con los ingresos fiscales de un país.
Esta es la forma de resolución de las condiciones materiales (en adelante: FRCM) comúnmente menos citada en la muestra para garantizar la materialidad de la vida. Frente a la pregunta: ¿de qué manera, en la familia, se garantizan las condiciones materiales?, el trabajo formal (entendido generalmente como actividades enmarcadas por una relación contractual que fija una remuneración estable) fue nombrado tan solo un puñado de veces; al parecer, las actividades comprendidas en la esfera laboral de lo formal han sido desplazadas como FRCM de cara a la crisis.
Por otra parte, sí se hizo notar que los repetidos aumentos del salario mínimo ejecutados por el gobierno nacional para hacer frente a los efectos e implicaciones de la crisis, poco logran superar las diversas expresiones de esta, de cara a la espiral inflacionaria .
Por ingresos provenientes de actividades informales
Se refiere al diverso e incierto campo de actividades que no suponen salarios ni relaciones contractuales. Actividades económicas, prestadoras de bienes o servicios que no contribuyen a los ingresos fiscales de un país, no brindan beneficios laborales apegados a la legislación vigente y en las que sus trabajadores no gozan de seguridad social ni de condiciones mínimas de seguridad en el trabajo. En este particular contemplamos también las actividades consideradas ilegales, así como dinámicas laborales informales dentro de espacios laborales formales.
Se trata de la más compleja y multiforme FRCM entre las contempladas por este modelo. La referencia a actividades, prácticas, maniobras y mediaciones que podemos caracterizar como informales fue tan común, que las reorganizamos en tres áreas, fundamentalmente:
a) Venta y reventa de alimentos y otros bienes
Esta dinámica implica diversas modalidades: se venden alimentos elaborados, procesados artesanalmente y, por lo general, vendidos a bajos costos (repostería, café colado, empanadas, hielo, etcétera), pero también se revenden, a muy altos costos, productos que se adquieren a través de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP) o a precios regulados en los supermercados Esquema n.° 1
Relación entre formas para la resolución y condiciones materiales para la reproducción social de vida
(ii) Condiciones materiales para
(i) Formas de resolución la reproducción social de la vida

Alimentación

Salud / Protección social

Educación

Transporte / Vialidad

Deporte

Recreación

Cultura

Agua, energía, seguridad

Fuente: elaboración propia.
o en locales abastecidos (Punto Polar16), según el día pertinente17: “Tú sales ahorita [en la mañana] y todo el mundo está haciendo su

censos detallados de los miembros de las familias que integran la comunidad y organizan las entregas.
16 Empresas Polar distribuye productos a precios regulados en varias de las bodegas y almacenes de uno de los barrios que es parte de la muestra, así como en muchos sectores populares del país. Esta empresa es un oligopolio que controla el procesamiento y distribución de casi todos los principales rubros de la canasta básica en el país, es un ícono de la oposición al proceso bolivariano.
17 Según la regulación oficial, la compra de alimentos a precios regulados en cadenas de supermercados, bodegas, abastos y otros establecimientos está organizada según las cifras finales del número de documento de identidad. Así, las personas cuyo número de documento de identidad termina en 2 sólo puede comprar por persona alimentos regulados el martes, por ejemplo. Además, sólo pueden comprarse cuotas fijas de ciertos productos escasos (solo dos paquetes de harinas de maíz precocido o tres paquetes de arroz, etcétera).
cola ahí [en el Punto Polar] y cuando yo regreso a las cinco todo el mundo está revendiendo… Todos te venden la tetica de azúcar, de aceite, de leche” (Mujer, 27 años de edad, entrevista).
Todas estas actividades de reventa (a excepción de la venta de alimentos procesados artesanalmente) –en diversas cantidades– son denominadas del mismo modo a lo largo de la muestra: “bachaqueo” . De igual modo, el proceso de adquirir alimentos regulados es referido comúnmente como “bachaquear”, contribuyendo a la dificultad para esclarecer el significado del término.
Por su parte, la venta y reventa de estos y otros productos opera fundamentalmente a través de grupos de mensajería instantánea (sobre todo en la plataforma WhatsApp) y en redes sociales (en especial Facebook) entre amigos, vecinos, familiares y personas desconocidas.
Entre todas las actividades listadas queremos describir “la cola” porque ilustra la desagregación de actividades propia de las reconfiguraciones actuales y supone un conjunto de FRCM para múltiples sujetos.
La dinámica de la cola, para quienes la hacen para adquirir productos a precios regulados, supone varios pasos: primero, hacer una especie de rastreo de puntos donde haya existencia de alguno de estos alimentos en las redes de supermercados de la ciudad. Los productos por los que se generan colas son mayormente los alimentos básicos (harina de maíz precocida, aceite vegetal, arroz, granos, pasta, entre otros) y los productos de higiene personal (desodorante, champú, pañales, pasta dental, jabón en barra, papel higiénico, entre otros).
El siguiente paso es desplazarse hasta algún supermercado (generalmente, estos establecimientos no están cerca del barrio, aunque las distancias varían) para hacer la cola.
O sea, tú llegas, en algunos sitios te recogen la cédula, como en otros sitios tú tienes que luchar y batallar ahí para meterte en las colas y que te dejen comprar, porque todo el que va llegando se te quiere meter por delante (…) que si conmigo vienen 10, que si conmigo vienen 20, cuando vienes a ver, piensas que estás de 5º y estás de veinte [puesto en la cola] (Mujer, 33 años de edad, entrevista).
Los primeros puestos de la cola son objeto de usura. Esto tiene varias posibilidades: una de ellas es la venta del lugar ocupado en la cola durante varias horas, a otros u otras que llegan más tarde. Otra posibilidad de usura a partir del control de la cola es vender el puesto que se ocupa a cambio de productos en lugar de dinero, es decir, “ir a mitad” (la mitad de los productos comprados en el establecimiento). Quienes administran estas formas de control sobre la cola lo hacen usando mecanismos coercitivos y amenazantes: el “malandreo” .
b) Malandreo
Entre las actividades descritas relacionadas a la obtención de ingresos “por malandreo” están –ordenadas según frecuencia de aparición en la muestra–: el microtráfico de drogas; la vigilancia personal del “pran” ; el control armado de circuitos de capital susceptibles a la usura (el cobro por “vigilancia” de locales, práctica conocida como “cobrar vacuna”; la venta de puestos en las colas de supermercados, entre otros); el robo y arrebato (señalado como una práctica que se ejerce fuera del barrio); y la “vinculación con sindicatos fuera del barrio” . Con frecuencia a lo largo del corpus de análisis, estas actividades fueron asociadas a la juventud, incluso por los participantes más jóvenes de la muestra.
c) Matar tigres
Los “tigres” tienen que ver con cobrar por hacer tareas concretas de la cotidianidad o trabajos breves o provisionales. Se hace evidente una clara segregación entre los trabajos puntuales referidos en la muestra por los hombres y aquellos desempeñados por mujeres: así, las tareas asociadas a la dinámica laboral de la construcción: cargar arena, pegar bloques, cargar escombros, entre otras, son nombradas por hombres; mientras que trabajos como cuidar niños, secar cabello, hacer manicure, limpiar casas, hacer manualidades, vender bisutería, vender maquillaje, costura, arreglos de ropa, entre otros, son referidos por mujeres. Algunos de estos trabajos son incluso difíciles de categorizar tal como plantea el modelo, pues no representan ingreso monetario sino que cobran por sus servicios en bienes de uso, notablemente por productos procesados escasos (como harina de maíz precocido, por ejemplo).
Porque se goza de programas sociales del Estado , subsidios o de redes estatales
Refiere todo aquello que se resuelve gracias a pensiones, becas o ayudas económicas (con periodicidad estable o no), así como redes de equipamientos o servicios públicos subsidiados y la participación en una o varias Misiones Sociales.
En relación a esta FRCM, destaca la bolsa o caja de alimentos distribuida por los CLAP como elemento central para garantizar una dieta mínima para la familia . La labor desempeñada por los CLAP es una de las expresiones más complejas y emblemáticas de la política social que despliega el Estado venezolano en estos años para hacer frente a la crisis.
La segunda manera más citada fue el ingreso mensual a través de la Gran Misión Hogares de la Patria, anteriormente llamada Misión Madres del Barrio . Según el relato de algunas participantes, esta política es muy útil en la consecución de las condiciones materiales mínimas necesarias en el transcurso de un mes. Por otro lado, los criterios difusos para la selección de las beneficiarias y la asignación aparentemente discrecional hacen de esta política una fuente de tensiones en la comunidad, particularmente entre las mujeres.
Otras maneras señaladas por las y los participantes fueron: la compra de bolsas de comida –subsidiada o a bajos precios–, similares a las distribuidas por el CLAP, adquiridas en sus centros de trabajo dentro de instituciones del Estado; la compra de alimentos subsidiados a través de la red de abastos, supermercados y bodegas de la Misión Mercal, la posibilidad de que los niños y las niñas puedan comer al menos una comida diaria en la escuela pública y de que las y los adultos jóvenes puedan comer al menos una comida diaria en la universidad pública; y la posibilidad de acceder a ciertas “ayudas” –recursos monetarios, medicamentos, servicios u otros– gestionadas por distintos niveles de gobierno, para solventar situaciones de salud que, generalmente, no pudieron ser resueltas por el sistema de salud pública, situaciones se han ido generalizando y agravando de manera creciente, tanto en el sistema de salud público como privado.
Porque se forma parte redes de solidaridad familiares, inter-familiares, entre otros tipos
Refiere todo aquello que se resuelve gracias a la solidaridad a lo interno de las familias, entre distintos núcleos familiares, redes de amistades o incluso que se fundan sobre la base de una mínima organización para el intercambio de productos y servicios en una determinada comunidad.
En lo relativo a esta FRCM, la manera más comúnmente citada fue la posibilidad de acceder a diversos alimentos a través de compras planificadas por familias vecinas articuladas, grupos de amistades o familiares. La ventaja que parece tener esta práctica es el abaratamiento de costos al comprar en grandes cantidades. Otra modalidad de la articulación intrafamiliar para contribuir al acceso a alimentos escasos es el intercambio de productos o trueque.
Otras prácticas relacionadas a esta FRCM son: el acuerdo entre familiares para reunir dinero a fin de poder comprar medicinas de alto costo y participar en grupos de mensajería de telefonía móvil entre amigos, familiares o con personas desconocidas, creados como redes para rastrear existencia de medicinas, alimentos y otros bienes en distintas partes de la ciudad.
Porque se es parte o existe relación con organización y articulación política de diverso orden
Refiere a todos aquellos aspectos de la materialidad que se resuelven a partir del trabajo de la comunidad en diversas áreas o articulando el trabajo entre comunidades. Contempla tanto las expresiones más visibles como consejos comunales, comunas, CLAP, entre muchas otras, pero también todas aquellas posibles formas de organización existentes sin importar el signo político.
Aunque la vinculación o participación activa en alguna instancia organizativa en la comunidad no fue una FRCM de mucha frecuencia, sí fue central la posibilidad de acceder a la bolsa distribuida por los CLAP. Los criterios según los cuales es posible acceder a esta política en las comunidades no parecen estar del todo claros, aunque un criterio básico es el de “una bolsa por familia”. En contraste, las características de los hogares en los sectores populares urbanos estudiados, donde frecuentemente habitan varias familias, cada una con cantidades variables de personas, además de ingresos heterogéneos y diversos de un hogar a otro, etc., la sensación común es de opacidad de estos criterios y discrecionalidad de algunos ejecutores de la política en la comunidad, resultando en tensiones e incluso conflictos en el seno del tejido organizativo.
Otra práctica vinculada a esta FRCM son las compras de alimentos (generalmente verduras y legumbres) programadas por los consejos comunales u otras expresiones organizativas en el territorio. Estas compras suelen hacerse a través de acuerdos con productores locales, evitando intermediarios y costos de transporte, para abaratar el precio final a la comunidad. Una posible desventaja de esta práctica es que requiere un nivel organizativo importante para construir la articulación y ejecutar el proceso de distribución y venta, no fue frecuente encontrarla entre los territorios participantes en la muestra.
Por poseer medios o bienes inmuebles como patrimonio
Refiere aquellas propiedades individuales o colectivas (familiares o inter-familiares) que permiten resolver condiciones materiales.
Esta FRCM no fue referida comúnmente. Sólo se hizo mención de la utilidad del patrimonio para garantizar condiciones materiales en el caso de la posibilidad de alquilar espacios de la vivienda propia para extraer un cierto ingreso, en el caso de contar con patrimonio de familiares en el cual apoyarse para sobreponerse a carencias materiales, en especial en el caso de las y los jóvenes (que cuentan con sus padres y madres para sostenerlos materialmente) y de madres que asumen también la paternidad frente a padres ausentes (que se apoyan en sus madres, padres, hermanos, hermanas, y otros familiares).
Por modificación de hábitos de consumo y modos de vida
Refiere a la variación del consumo en relación con el tiempo, no solo de alimentos, sino de otros aspectos, como los hábitos de recreación, por ejemplo.
Esta resultó ser una de las FRCM más amplia en la diversidad de prácticas y mediaciones que la componen al estar vinculada directamente con la creatividad y la inventiva. A su vez, el cambio más comúnmente citado en el corpus de análisis está relacionado a los hábitos alimenticios. En efecto, actualmente se comen más vegetales, hortalizas –especialmente tubérculos– y más granos, y se comen menos harinas, azúcares, proteína animal (pollo y carne de res en especial, pero también cerdo y pescado en general) con la marcada excepción de sardina, que por el contrario se come ahora con sorprendente frecuencia por ser muy barata.
Se reconoce que ha habido un proceso de revalorización de los alimentos, pero se come considerablemente menos. En general, la mayoría de la muestra coincide en que se comen menos comidas al día (difícilmente se logran tres comidas al día, aunque la gravedad de esto varía en el relato de la muestra). Además, “ya no existen las meriendas” e, incluso, “hay gente en el barrio [de la misma comunidad del participante] que no tiene qué comer”.
Otras prácticas asociadas a la transformación de los patrones de consumo de alimentos incluyen: usar lo más ahorrativamente posible los alimentos distribuidos por el CLAP, pues, según lo referido, casi nunca duran más de dos semanas tras su llegada; comprar alimentos escasos en cantidades justas para el uso diario (consumo de la cada vez más extendida modalidad “teta” ); y hacerse de nuevas recetas y sustituir el uso de ciertos productos –incluso culturalmente arraigados– frente a la dificultad para conseguirlos, por otros más accesibles y baratos, aunque requieran mayor inversión de trabajo y tiempo previo a su consumo. De esta estrategia, sobre todo, hablaron las mujeres de la muestra.
De igual forma, se evidencia la creciente tendencia a no reemplazar diversos objetos (desde ropa hasta electrodomésticos y muebles) al empezar a fallar sino repararlos y seguir usándolos o pasarlo a algún familiar, postergando el mayor tiempo posible todos los gastos no vinculados a la compra de alimentos. El ahorro de dinero en casi todos los órdenes de la vida (desplazarse caminando para no pagar transporte público, recorrer grandes trechos en la búsqueda del precio más bajo de cualquier producto, abandonar completamente el consumo de ciertos bienes y servicios, etcétera) es una estrategia generalizada.
Por otro lado, la migración de escuelas y servicios de salud del sector privado al público fue una medida comúnmente prescrita, así como el uso de remedios caseros para paliar la inaccesibilidad a medicamentos o tratamientos médicos convencionales. Incluso, varios participantes señalaron que en sus comunidades existen personas con enfermedades crónicas que, ante la imposibilidad de garantizar tratamiento estable a sus condiciones, han empeorado progresivamente, en especial en 2017.
También se señala de forma recurrente una transformación de las prácticas recreacionales, siendo que se prioriza ir a parques o la playa en lugar de centros comerciales o al cine.
De igual forma, la muestra también perfiló una diversidad de FRCM que no habíamos contemplado en nuestro modelo y que resultaron ser prácticas –generalmente solapadas, coexistentes en la vida de la gente– comunes y hasta centrales en la consecución inmediata de la materialidad cotidiana. Estas son:
• Los “tigres” o “resuelves” que no generan ingresos en dinero, pues es trabajo a cambio de bienes, sobre todo de alimentos escasos en la mayoría de los casos, que significan menos horas vitales invertidas en colas para acceder a ellos.
• Operaciones financieras diversas: avances de efectivo que implican el cobro de porcentajes; préstamos; venta de dólares en el mercado paralelo, mayormente provienen del exterior de manos de familiares que están fuera del país.
• Juegos de azar (Cardozo, 2017).
• La siembra urbana: generalmente sólo de aliños, esta constituye una FRCM, si se quiere, marginal.
3.2 Las formas de administración de lo común
Esta dimensión refiere el análisis sobre las formas en que el pueblo – que habita en las comunidades participantes– está administrando lo común, la vida en todas sus dimensiones en relación con la procura material y cómo se vincula con el Estado y el mercado.
Expresiones organizativas asociadas a la reproducción social de la vida
Las motivaciones principales para construir tejido organizativo en las comunidades populares urbanas están mediadas por las necesidades más sentidas: las que se señalan con mayor énfasis para reproducir la vida comunitaria son la alimentación, el agua y el alumbrado público. Las instancias organizativas que aparecen con mayor regularidad son: los CLAP como figuras emergentes que se encargan fundamentalmente de la distribución de alimentos en estas comunidades; y los consejos comunales y comunas como las instancias organizativas territoriales para tratar temas referidos a necesidades vinculadas con la reproducción social de la vida. Éstos últimos aparecen como relegados en su accionar por los primeros.

Dinámica de lo común
Refiere a los métodos y diversas formas de accionar vinculados a la “capacidad de producir en común la solución a múltiples problemas o aspectos de [la] vida material”, en palabras de Lucía Linsalata (2014: 13).
De manera general, en todo el corpus de esta investigación hay un reconocimiento de que desde estas instancias conformadas por integrantes de la comunidad hay voluntad, fuerza y experiencia para resolver parte de la vida en las comunidades y que a lo largo de estos años se han venido practicando formas de accionar en este sentido. Sin embargo, de acuerdo con la perspectiva de los habitantes promedio de las comunidades participantes de la muestra, emerge de manera recurrente una valoración negativa con respecto al CLAP, vinculada a sus métodos de trabajo, pues se considera que están centrados en las y los integrantes de la instancia sin considerar las opiniones del resto de los habitantes de la comunidad. Además de ello, se cuestiona la discrecionalidad y el manejo político con que algunas veces se opera.
Gestión de lo común
Entra en relación las formas de gobernar, conducir, tratar lo que es común a todos con respecto a las FRCM, jugando un papel fundamental el Estado, el mercado y la comunidad.
a) Desde el Estado
Las ideas más significativas y recurrentes en torno a esta relación tienen que ver con que hay una situación de crisis generalizada en donde “todo está desbordado” , el Estado no tiene el control de lo que sucede, “están las leyes, pero no se cumplen, no se toman cartas en el asunto” , entre otros.
Con respecto a los programas sociales que ayudan a “resolver” parte de la vida, hay un cuestionamiento general según el cual no se les hace un seguimiento adecuado a los mismos, favoreciendo la corrupción y el clientelismo. En toda la muestra hay ideas recurrentes que asocian a la fuerza pública y a otras instituciones de control (especialmente policías y militares) como parte de las redes de corrupción, no estando al servicio de lo común, ni de lo público, sino de sus propios intereses o de los privados, se miran, pues, como cómplices de las dificultades referidas en el acceso a los alimentos:
…toda esa gente se comunica, todos están como en un complot, ¿sabes?, hasta los mismos policías a veces están ahí y ellos lo que dicen es “yo no trabajo aquí”, en el supermercado o sea “yo estoy aquí es para prestar un servicio, que la gente no se meta con el supermercado, que no vayan a saquear, pero yo no puedo hacer nada, si se quieren matar, mátense ustedes, ustedes verán cómo van en la cola, se arreglan, quien va de primero, quien va de segundo, pero yo no me meto en eso, o sea el servicio de nosotros aquí es que no se metan con el supermercado por eso es que nos pagan aquí o sea el servicio que prestamos es para el supermercado no para la gente, verán cómo se las arreglan ustedes”, es lo que ellos dicen y al rato salen con sus combos porque ellos compran y se van y la gente queda matándose ahí (Mujer, 33 años de edad, entrevista).
Por otro lado, en términos generales, muchos de los cuestionamientos aparecidos en la muestra sobre la relación de la organización comunitaria con el Estado giraron en torno al CLAP y su funcionamiento: para los sujetos más politizados – típicamente voceros y voceras de consejos comunales– se trata de un desdibujamiento de su rol en la gestión de lo común, tal y como se venía planteando en el proceso bolivariano; para los habitantes promedio de las comunidades, estas críticas tenían más que ver con una aparente tendencia hacia la discrecionalidad en el funcionamiento del CLAP, o como lo hemos referido anteriormente, una cierta opacidad en sus criterios de acción.
Aunque se reconozca que en estos momentos no se tiene respuesta a todos problemas comunes planteados desde las instancias organizativas, se sigue perfilando al Estado como la opción para el apalancamiento de la gestión de lo común. Esto fue un planteamiento recurrente en ambos perfiles participantes.
b) Desde el mercado
El problema en torno al acceso a alimentos en el país se mira como un elemento estrechamente vinculado con el sector privado de la economía nacional, notablemente en el caso de las grandes cadenas de supermercados. Se les califica como cómplices con respecto a las situaciones de colas, el remarcaje constante de precios y el establecimiento de redes para el bachaqueo que se conectan desde adentro, vinculadas también con los cuerpos de seguridad y con distintos niveles de organización criminal. Esta forma de operar se reproduce desde los grandes supermercados hasta los pequeños abastos y bodegas en el corazón de las comunidades, impidiendo que la organización comunitaria ejerza algún tipo de contraloría.
c) Desde la comunidad
Una de las valoraciones que hacen sobre todo los perfiles de los sujetos organizados es que hay intentos de organizaciones comunitarias para la producción alimentaria, por un lado, y para la organización de los consumos de alimentos planificados, por otro, pero que no han terminado de configurarse como expresiones del todo orgánicas. Se percibe que el poder popular aún no se ha ejercido, tanto por razones asociadas a los propios intereses comunitarios, relaciones internas como por la relación que evalúan de limitación con las instituciones: “No hemos sido poder aún”.
Si me molestó esa vaina de que “todo el poder para los CLAP”, eso desmovilizó a la comunidad, ya no hay comité de salud, comité de deporte, comité de cultura, comité de vivienda. No hay nada, lo único que hay es el CLAP. Por la necesidad de la gente se ha desmontado la organización, eso es un retroceso, compadre, porque así como la gente del comité de alimentación se ocupa del CLAP, siguiera el comité de cultura tuviéramos otra cara, pero realmente se han desmovilizado porque primero la necesidad básica (Hombre, 60 años de edad, Grupo focal: sujetos organizados).
Esta cita es muy emblemática de las problematizaciones que realizan algunos de los sujetos organizados debido a que se pierde de vista un poco su rol, el papel que juega la organización del consejo comunal, aun cuando no deja de reconocerse que los CLAP contribuyen grandemente a garantizar la alimentación de las familias en las comunidades.
Otro elemento central, recurrente en la muestra, tiene que ver con una idea muy posicionada respecto de la necesidad de cambiar el modelo económico productivo en Venezuela como única posibilidad para salir de la crisis actual. El debate sobre cómo está configurada la economía del país y su dependencia del petróleo, circula permanentemente en las comunidades populares urbanas:
Vivimos como una época de abundancia, no valorábamos lo que teníamos, eso nos ha enseñado esta crisis, a eso, a valorar y entender que no podemos depender de una sola cosa, que no podemos depender del petróleo solamente, que hay que cambiar el modelo productivo. (Mujer, 40 años, Grupo focal: Habitantes promedio de la comunidad).
4. Análisis de los resultados: re-configuraciones, tensiones y contradicciones
Con el contraste entre nuestro modelo de análisis y los resultados arrojados por el campo, identificamos dos transformaciones a partir de la crisis (ambas ancladas a características estructurales de la economía venezolana) que fueron citadas de manera recurrente: el desplazamiento de la fuerza de trabajo desde lo formal hacia lo informal y la modificación del consumo y el modo de vida. Tal como muestra el gráfico 2, estos cambios están vinculados a las dos FRCM más significativas para la gente en este periodo; en contraste con los ingresos formales y el patrimonio –individual, familiar y colectivo– que constituyen las FRCM de menos peso en la resolución de las condiciones materiales de vida según la muestra; mientras que la organización comunitaria, las redes de solidaridad y los subsidios representan un peso intermedio en la percepción de la gente.
Estas proporciones ofrecen algunos de los primeros datos sobre cómo se configura el modo de reproducción social en las comunidades populares urbanas, sobre cómo se resuelve la materialidad mínima en esos territorios. Luego, esa configuración se compone de elementos transversales a la caracterización de este modelo, como la definición del trabajo, que pareciera ser inversamente proporcional a las actividades que más horas de trabajo requieren y que más eficazmente contribuyen a garantizar la materialidad de la vida, así como la noción misma de la reproducción de la vida.
Por último, en nuestro análisis tienen especial interés las tensiones que se expresan en un período de severa crisis entre el Estado con sus formas de gobierno, el mercado y sus representaciones, y la comunidad y sus formas de administración de lo común; todos ellos espacios complejos y con diversas expresiones organizativas. Estos terrenos, lejos de ser estancos, constituyen espacios relacionales que sostienen la materialidad de la vida sobre andamiajes que hoy, más que nunca antes en los últimos 18 años en Venezuela, están en fuerte confrontación. Es también un choque de lógicas sobre cómo se resuelve la vida, cómo se reproduce lo común en nuestra sociedad.
Tal como planteamos al inicio de este documento, la configuración de la reproducción social de la vida en Venezuela está determinada por su modo de reproducción de capital y viceversa. Ciertamente, parece comprobarse esta tesis cuando observamos que el declive del sector constructivo-inmobiliario, el auge del sector financieroespeculativo y el reacomodo del sector importador-comercial en Venezuela vienen determinando cambios en las comunidades populares urbanas, casi como reflejos de esta reconfiguración de los principales circuitos concentrados nacionales: así, se debilita la base reproductiva-constructiva del barrio (casi desaparecen la mano de obra calificada del modo de producción auto-constructiva y ciertas dinámicas colaborativas de la auto-construcción) en contraste con un auge de la mercantilización en el barrio; crece exponencialmente el sector de las reventas, así como la venta de todo tipo de (micro) servicios asociados a la especulación en el consumo; y, por supuesto, avanza la financiarización de la vida cotidiana (Harvey, 2014) comunitaria.
Con esta reconfiguración de la reproducción social de la vida en las comunidades populares urbanas hemos constatado un conjunto de formas de resolución de condiciones materiales en el marco de la crisis, de entre todas estas, la gente resuelve fundamentalmente en el campo de la informalidad y modificando sus formas de consumo. Luego hemos identificado un conjunto de desplazamientos entre algunas de las formas en el modo reproductivo de las familias, podemos compartir al menos tres: 1. una gran parte de los obreros y asalariados pasan a engrosar el sector de las re-ventas y de lo que hemos llamado formas (re)emergentes de resolución de las condiciones materiales; 2. algunas familias encuentran vías de migrar, buena parte de manera parcial, haciendo de la remesa una forma de solución; y 3. otros sectores se desplazan a otras regiones donde hay una reactivación económica especulativa, como es el caso de las minas asociadas al Arco Minero del Orinoco. De estos desplazamientos el más evidente en nuestra investigación fue el primero, luego los otros dos fueron mencionados mas no desarrollados.
4.1 El desplazamiento de la fuerza de trabajo desde lo formal hacia lo informal
La gente señala que obtiene mayores ingresos desempeñando actividades laborales en el sector informal¸ generalmente identificadas en códigos abiertos como “bachaqueo”, “tigres” o “rebusques”, señalando que cada vez se hace más razonable abandonar relaciones laborales formales para acceder a mayores niveles de renta (expresados en ingresos formales o no) mediante dinámicas o prácticas lícitas o ilícitas.
Sospechamos que existe una ruptura generacional entre lo que actualmente representan prácticas válidas y legítimas para obtener ingresos y lo que la misma expresión representaba décadas atrás. Seguramente este quiebre tenga expresiones múltiples, de las que señalaremos dos:
1. En primer lugar, la mano de obra, surgida a partir del modo de producción originario del barrio: la autoconstrucción, parece estar desplazándose de este sector laboral hacia otras formas emergentes de resolución de las condiciones materiales de la vida, en el marco de procesos migratorios en busca de trabajo hacia afuera o dentro del país (como la minería en el sur venezolano).
2. Por otro lado, algunas dinámicas colectivas –familiares o comunitarias– vinculadas a la autoconstrucción del barrio desaparecen o merman de manera notable, como la “cayapa” para terminar de construir una vivienda; las mejoras infraestructurales posibles con el último pago salarial de fin de mes, entre otras. Incluso surgen nuevos tigres asociados a tareas cada vez más desagregadas del mismo proceso de autoconstrucción, en una suerte de “taylorismo comunitario”: pegar bloques, cargar arena, cargar escombros, entre otras tareas que anteriormente solo eran rentables si se asumían juntas, en su totalidad.
Este cambio tiene que ver con una escalonada disminución en el acceso a materiales y medios para la autoconstrucción: no se consiguen en el mercado o son prohibitivamente costosos. No necesariamente implica la desaparición por completo de la autoconstrucción como modo de reproducción del barrio, pero, evidentemente, la tendencia es que la modificación o mejora física de la vivienda se convierta en una posibilidad económicamente inaccesible para las y los habitantes de sectores populares urbanos.
Este relato nos sugiere un desplazamiento generacional que se vive como tránsito entre la preeminencia de hombres que se formaron entre el servicio militar obligatorio y un oficio –o varios– como albañilería carpintería, electricidad, entre otros, que ahora están en la búsqueda cotidiana de cualquier actividad que permita acceder a rentas: cargar bolsas de mercado, llevar tobos de agua, cargar bombonas de gas, entre otros. No sabemos hasta qué punto estas transformaciones sean coyunturales; quizás estemos frente a la progresiva desaparición de los oficios del barrio y una reconfiguración de “resuelves rentistas”.
Creemos que esto puede tener varias posibles explicaciones: por una parte, en nuestro país la prioridad de los circuitos de concentración de capital no han estado nunca en la formación de mano de obra calificada para el desarrollo productivo sino en la promoción del consumo para aumentar la demanda efectiva de mercancías, realidad inscrita en lo que se denomina desarrollo geográfico desigual de las contradicciones, refiriéndonos en este caso a la contradicción entre la reproducción social y la reproducción del capital (Harvey, 2014). Es decir, la prioridad del mercado global para Venezuela es reservar una masa poblacional que consuma bienes y servicios masivamente, sin sectores esenciales para la reproducción de capital que la mantenga dependiente de una economía de importaciones.
Por otro lado, en estos años de crisis en la medida en que circuitos como el de la construcción y el sector importador comercial –dos de los más activos en el capitalismo rentista venezolano– se vienen reorientando hacia la especulación financiera, se ha ido plegando la demanda de mano de obra de estos sectores, reduciendo a su vez el mercado laboral para obreras, obreros de la construcción, empleados y empleadas comerciales y administrativos, quedando estos a la expectativa de nuevas Formas de Resolución de las Condiciones Materiales (FRCM).
El bachaqueo como más de una forma
Hemos apreciado que existe una gran cantidad de actividades, muy diferentes entre ellas aun cuando tengan relación, que se nombran bajo la forma de “bachaqueo”. A cada una se asocia además un sentimiento colectivo, todos mutuamente contradictorios:
a. Todos odiamos a los bachaqueros , cuando se hace referencia a grupos “mafiosos” que monopolizan el acceso a alimentos regulados, moviendo altos volúmenes de productos que luego re-venden a precios hondamente especulativos.
b. Todos somos bachaqueros, cuando se hace referencia a la acción diaria de tantas mujeres –y en menor medida hombres–, de amanecer recorriendo la ciudad en búsqueda de productos con precios accesibles.
c. Hay bachaqueros que no nos hacen daño, cuando se trata de gente cercana con carencias materiales muy sentidas (o similares a las propias) que compran todo lo que pueden y dedican una parte para el autoconsumo y otra para la venta al resto de la comunidad en pequeñas cantidades, generalmente en la forma de “tetas”, a fin de ganar más dinero para cubrir otros gastos o comprar más para “bachaquear” (léase: repetir el proceso descrito). Constituye una especie de pequeño bachaqueo, a escala de subsistencia.
Evidentemente, el bachaqueo es una noción que agrupa distintas prácticas, casi antagónicas en algunos casos, pero todas nombradas de la misma manera, lo cual nos parece que supone un agrupamiento que tiende a igualar prácticas y sujetos: iguala a quienes más padecen la crisis con quienes controlan el circuito y generan altos niveles de renta a partir de la crisis. Este fenómeno de igualación abre la posibilidad de generar una identidad común entre sujetos que materialmente son muy distantes y que tienen roles contrarios en una economía de reventas que frente a la crisis se exacerba en su carácter ultra-especulativo. Podríamos atrevernos a decir que esta igualacion podría apuntar a profundizar el rentismo via legitimación y masificación de una FRCM basada en la reventa altamente especulativa.
El malandreo como forma corporativa
El conjunto de actividades que se entienden como “malandreo” trascienden la violencia gráfica y sus saldos sangrientos. Se trata de una forma económica mucho más que de conjunto de decisiones éticas. La muestra nos sugiere relaciones que dan cuenta de: a) estructuras organizativas locales con niveles de articulación regional e incluso nacional; b) diversificación de tareas como custodia de locales, territorios y hasta dinámicas concretas (como la “cola” para acceder a productos regulados, por ejemplo); distribución y comercialización de diversos bienes y servicios; comunicaciones, entre otros; c) funciona en base a niveles jerárquicos; y d) opera en torno al control de circuitos de actividades económicas como préstamos de dinero, juegos de azar, prostitución, reventa de alimentos, etcétera.
Todo esto da cuenta de una trama corporativa amplia que no niega las iniciativas aisladas como “el arrebatón” y “el quieto” , como fenómenos más espontáneos y menos coordinados, de forma comparable con lo que ocurre con el pequeño bachaqueo. Lo que no debemos perder de vista es que el “malandreo” está vinculado a circuitos de circulación de capital que progresivamente desarrolla mecanismos para controlar otros circuitos y alinear los pequeños emprendimientos del territorio.
Nuevas FRCM, lógicas re-emergentes
Uno de los hallazgos de esta investigación fueron las nuevas FRCM, aquellas que no teníamos previstas en el modelo inicial de análisis, pero ¿son realmente nuevas formas? En general, tendemos a pensar que todas las formas como la gente resuelve la vida son aplicación de las subjetividades que determinan nuestras tácticas cotidianas (Gago, 2014), y en tal sentido, nos atrevemos a identificar algunas reconfiguraciones generales que tienen como consecuencia esta emergencia de formas y que por lo tanto podrían progresivamente seguir expandiéndose o generando otras: a) el surgimiento de trabajo a cambio de bienes de uso es una expresión de la necesidad material de cambiar de manera directa la fuerza de trabajo por comida, que habla de una pérdida de valor del dinero e incluso de la fuerza que toma el valor de uso para las familias de los sectores populares; b) el aumento en la financiarización del barrio con operaciones financieras como avances de efectivo, préstamos, venta de dólares en el mercado paralelo, son algunas expresiones de servicios asociados a la circulación de rentas; c) revitalización de los juegos de azar como forma de resolver acceso a renta y entretenimiento en una sola FRCM; y d) instalación simbólica de la siembra urbana como consecuencia del enorme costo de los productos agrícolas junto con la escasez, proliferando tanto materos familiares para el autoconsumo como pequeñas parcelas en la periferia urbana.
4.2 La modificación del consumo y el modo de vida
En las comunidades populares urbanas la vida cambió mucho en estos últimos cuatro años. En cuanto al patrón de consumo identificamos tres modificaciones centrales que son complementarias entre sí: 1) la gente come menos, situación que oscila entre la disminución de obesidad y la mala alimentación o desnutrición; 2) la gente sustituye alimentos, durante buena parte de la crisis ha significado la disminución del consumo de harinas, carbohidratos, grasas, bebidas gaseosas y proteína animal, frente al aumento en el consumo de vegetales, tubérculos distintos de la papa, sardinas, entre otros; y 3) la gente procesa los alimentos de manera distinta para rendir la comida o para incorporar alimentos que no acostumbra comer.
Las posiciones están divididas en torno a si esta modificación se traduce en que se coma más sanamente o si estamos acercándonos a niveles de desnutrición y pobreza extrema conocidos en Venezuela antes del proceso bolivariano. A partir de la muestra es evidente que el cambio en la dieta cotidiana se padece mucho más de lo que se celebra; se sufre el no poder acceder a los alimentos en las mismas cantidades y con la misma celeridad que antes, y se emprenden enormes esfuerzos por intentarlo. Sin embargo, queremos centrar la atención en otro aspecto: se abre la posibilidad de cambiar el hábito de consumo que en un país rentista como Venezuela tiene un amplio arraigo cultural en: el consumo de harina de maíz precocida de un tipo de semilla que no es el que se produce en todas las regiones, pan de trigo que no se produce en Venezuela, en aceite para freír la mayoría de las comidas, mayonesa, margarina, pastas y arroz, bebidas gaseosas (Pepsi y Coca-Cola). Muchos de estos son alimentos que durante el siglo XX se definieron como la canasta básica oficial, además se posicionaron como elementos importantes de la cultura moderna nacional. Siendo este un paquete de compuestos procesados que no se producen en el país, son nocivos para la salud y forman parte de una cultura de consumo colonial funcional a la reproducción de los conglomerados trasnacionales de alimentos.
Nos parece entonces que la crisis abre una posibilidad de desplazamiento cultural hacia un nuevo paradigma de consumo soberano, sano y descolonizado; con el simple pero significativo hecho de colocarnos en la necesidad de salir circunstancialmente del referido patrón de consumo. Obviamente, esta posibilidad está reñida con: un sentido común que añora recomponer el modo de consumo habitual, que vive la realidad actual como un período coyuntural de sufrimiento; junto con las representaciones coloniales del mercado y el Estado que operan en función de reestablecer la normalidad a través de la importación de estos productos de la cesta básica para distribuirlos vía CLAP como política nacional.
Ciertamente, este período ha significado una reconfiguración en el modo de vida del barrio en función del ahorro. Estas modificaciones van más allá del patrón de consumo de alimentos, son modificaciones en el modo de consumo en general que además conllevan a otros hábitos y costumbres en la vida cotidiana, así como al cambio en el uso de la energía y el tiempo de las familias. Incluso asoma cierta desmercantilización en la satisfacción de algunas necesidades materiales que ya no pasan por tener dinero para pagarlas, o más aun, que pueden satisfacerse mediante intercambios de bienes de uso y no de cambio.
4.3 Los subsidios como base material en conflicto
Hay dos niveles de subsidio en los que hacemos énfasis para el análisis: los subsidios a los servicios como la electricidad, el agua, el gas y el transporte; y las transferencias directas a familias o individuos como bonos, becas, ayudas económicas y distribución de bienes subsidiados. En el caso del primer nivel de subsidios, en Venezuela, los servicios citados son asumidos como obligaciones del Estado que deben garantizarse como derecho constitucional de los venezolanos y las venezolanas, lo cual reduce sus costos casi hasta la inexistencia y hace que su impacto en la subsistencia material sea importante, pero curiosamente invisible, sobre todo en comparación con los demás países del continente donde son mercancías, muchas veces bastante especulativas. En el caso de los subsidios a individuos y familias también se trata de una intervención importante en términos de ingresos mensuales.
Hacemos estas precisiones para ilustrar porqué puede resultar sorprendente que tengan tan poco peso en las valoraciones de la gente sobre sus formas de resolver la materialidad cotidiana. Sin duda los subsidios son un terreno complejo de analizar en la era progresista del continente; específicamente en Venezuela, identificamos tres tensiones generales al respecto en esta etapa de crisis: 1) casi dos décadas de política subsidiaria de amplia gama han generado una subjetividad de derecho garantizado que en alguna medida se naturaliza e invisibiliza, su valor no se problematiza o solo ocurre cuando hay fallas en el acceso; 2) la lógica de consumo exacerbado del rentismo venezolano hizo de la clase media venezolana un hito de consumismo en las décadas de 1970 y 1980, y los últimos dieciocho años han masificado esa lógica consumista que, además de no responder a ningún tipo de racionalidad coherente con la reproducción sostenible de la vida, solo puede mantenerse con la renta que generan grandes operaciones de despojo de la naturaleza y de las mayorías; y 3) las formas de administración de ciertos segmentos de la política subsidiaria en Venezuela favorecen su deslegitimación: la discrecionalidad en los mecanismos de asignación, la opacidad de su funcionamiento y la escasa –si acaso existente– rendición de cuentas públicas favorecen una lectura negativa de la gente sobre dichas gestiones, incluso siendo beneficiarios o aspirando a serlo. Estas tensiones constituyen el riesgo de la naturalización del clientelismo y la corrupción como signo del proceso bolivariano.
4.4 Tiempo, trabajo y reproducción social en el rentismo
Este trabajo nos ha permitido identificar una diatriba invisibilizada socialmente entre: a) la definición formal del trabajo; b) aquello que las comunidades urbanas nombran como trabajo, y c) aquello a lo que dedican la mayoría de su tiempo y energía diariamente (diversas formas para garantizar la reproducción social de la vida). Es decir, los últimos cuatro años han obligado a las familias de los sectores populares urbanos a reconfigurar la priorización de lo que hacen con sus tiempos y energías, con su fuerza de trabajo. Si retomamos la idea de que el trabajo debe ser aquello que permita la materialidad de la vida (Dussel, 2006) y que es todo aquello que permite la reproducción social de la vida (Federici, 2015) podríamos establecer al menos un par de elementos de análisis: 1) existe una parte importante de las FRCM que apuntan a la reproducción de la vida de manera directa como el trabajo a cambio de bienes de uso (que sugieren un posicionamiento del valor de uso): la siembra urbana; las redes de solidaridad; las formas organizadas de intercambio y de consumo colectivo; el procesamiento de alimentos y la recuperación, reúso y aprovechamiento de bienes, sin mencionar un aumento exponencial de las actividades de cuidado; 2) por otra parte, el resto de las FRCM caracterizadas apuntan al acceso a dinero ya sea en forma de salarios, bonos, reventas legales e ilegales, operaciones financieras, entre muchos otros, todas ellas persiguen el acceso a renta para pagar mercancías que permitan la reproducción de la vida.
Consideramos fundamental hacernos algunas preguntas: ¿cuáles deben ser los usos prioritarios del tiempo de los venezolanos y las venezolanas? ¿Cómo debe ser la distribución de las cargas en las familias y en la comunidad? ¿Tiene sentido que en nuestro país nombremos como trabajo solo aquello que genera ingresos de dinero, es decir, acceso a rentas? ¿Lo fundamental en nuestra sociedad es producir bienes y servicios o garantizar la reproducción social de la vida? ¿Son estas perspectivas mutuamente contradictorias?
4.5 Las trinidades: agrupación de las formas de administración de lo común
Mirando las formas de resolución de las condiciones materiales de la vida y las relaciones entre el Estado, el mercado y la comunidad, hemos identificado dos andamiajes concretos que engranan esfuerzos entre varias formas de administración de lo común. Hemos agrupado estas estructuras en trinidades:
La primera trinidad es la componenda entre los circuitos concentrados de la importación y el comercio (distribuidores, intermediarios y comercios), prácticas corruptas de sectores del Estado (especialmente dentro de la fuerza pública y otras instituciones de control) y las mafias organizadas (redes de bachaqueo en manos de malandros). Estas tres formas actuando como una sola representan la forma histórica de acceso a mercancías en nuestro país.
La segunda trinidad es una débil componenda entre el Estado (distintos sectores del poder ejecutivo incluso fuerza militar), la organización comunitaria (sobre todo el CLAP en los últimos dos años, aparte de consejos comunales y comunas) y las comunidades populares (vocerías por cuadra, calles y edificios más las familias en general). Esta segunda trinidad es muy joven y poco estable, ha sido consecuencia de la crisis en distribución de alimentos, aun cuando podríamos decir que desde 1999 ha habido otros ejercicios parciales de trabajo de esta trinidad.
¿Cuál será el modelo de distribución de alimentos en Venezuela en los próximos años? ¿Cuál debería ser la trinidad predominante? ¿Alguna de las dos debería desaparecer o convivir? La respuesta a estas preguntas no son definiciones abstractas, se trata del futuro concreto del país y será resultado de su receta frente a la crisis, de sus definiciones políticas en términos de Dussel . En esa misma línea, y según los tres principios dusselianos que guiaron nuestro análisis, como enunciamos al inicio del documento, podemos ilustrar la disputa actual en torno a dicho futuro:
1) El principio material supone que la reproducción de la vida debe ser el fin fundamental de la política, si partimos de allí podemos diferenciar la primera trinidad como aquella que garantiza materialidad solo en la medida en que la población accede a mercancías especulativas en el mercado, es decir, que la concentración de capital en manos de los circuitos de distribución y comercialización es el objetivo primario, mientras que la segunda trinidad tiene como objetivo central el consumo de la población eliminando el mercado intermediario, pero hay que advertir que no está exento de contribuir a la concentración de capital en manos de los circuitos de importación, distribución y comercialización, el costo lo cubre el Estado y no la población de manera directa.
2) El principio democrático o de legitimidad supone que la trinidad debe ser legítima frente a la comunidad a la que se debe, si partimos de allí habría que decir que la primera trinidad ha operado siempre con no poca legitimidad en la población, el mayor oligopolio nacional ha logrado posicionar sus productos como referencias culturales nacionales, sin embargo, este último período ha abierto fisuras importantes en el rol de cada uno de los actores que la componen, la operación de la primera trinidad se ha hecho visible, antes no lo era. Por otro lado, la segunda trinidad no cuenta con la misma historia y se presenta como una medida coyuntural frente a la crisis, la expectativa general es poder restablecer el consumo vía mercado, sin embargo, hay un nivel de legitimidad que se ha gestado en los sectores populares, pero hay dos grandes factores que conspiran contra ello: la pobre articulación con la organización comunitaria de mayor consolidación de estos años que son los consejos comunales y las comunas, el paralelismo y desconocimiento genera confrontaciones y luego está la poca claridad sobre los mecanismos de asignación de la política, así como los precarios mecanismos de rendición de cuentas a la comunidad.
3) El principio de factibilidad plantea que la política debe no solo responder a la materialidad de la vida y ser legítima para la comunidad sino que además debe ser posible de realizar, esto es, factible, y desde ese punto de vista, la primera trinidad encuentra posibilidad en la medida que se trata de reproducir el mismo esquema de importación, distribución y comercialización especulativa, esa es la forma rentista histórica en Venezuela; por lo tanto, la segunda trinidad se enfrenta a un dilema para garantizar su factibilidad, seguir subsidiando desde el Estado el mismo esquema de importación, distribución y especulación –en época de declive de la renta petrolera y de cerco comercial internacional– o apalancar la producción, procesamiento y distribución nacionales.
5. A modo de conclusión
En medio de un momento tan complejo, es claro que se han agudizado de manera acelerada múltiples contradicciones vinculadas al modo de vida nacional, la dinámica económica nacional y la situación de Venezuela en la economía global, al punto de que muchos de los fenómenos económicos y relacionales que sostienen los análisis contenidos en este trabajo seguramente han sufrido modificaciones en los últimos meses, generando a su paso nuevas dinámicas, agravando o aliviando otros puntos de presión para los venezolanos y las venezolanas que padecemos la crisis.
Las reconfiguraciones importantes en el ámbito de la reproducción social de la vida en los sectores populares urbanos en Venezuela de las que da cuenta este trabajo no son resultado de un gran salto intencionado de transformación social, son producto de la crisis como factor que posibilita e impone cambios.
En este sentido, podríamos encontrar en el libro La Doctrina del Shock de Naomi Klein (2007) una referencia de lo que una crisis puede imponer sobre una sociedad en términos de transformaciones severas. Ahora bien, en el trabajo de Klein solo podemos identificar giros neoliberales y autoritarios, pero ¿pueden las crisis abrir también la posibilidad a giros liberadores y contrahegemónicos? El caso venezolano nos lleva a ratificar una de nuestras premisas de partida: si queremos superar la crisis actual debemos profundizar en su estudio y reflexión, fundamentalmente, desde la perspectiva del sujeto popular que la padece.
En ese particular, nos parece vital subrayar que estos posibles giros son expresiones de sujetos que disputan el futuro del país, que tensionan el desarrollo de la crisis en función de sus intereses y lo instrumentan en distintas formas. Esos actores, que más arriba agrupamos en trinidades, no están necesariamente disputando la superación del esquema de reproducción capitalista rentista y sus circuitos de concentración, están disputando más bien si el rol del Estado se centra en ser subsidiante del consumo de las mayorías o en ser subsidiante exclusivo de los circuitos concentrados, del capital trasnacional y de la hegemonía estadounidense en la región.
Cerramos este escrito con una hipótesis en relación con las interrogantes anteriores: la crisis abre posibilidades de cambios importantes en la sociedad venezolana. Esos cambios no son en un solo sentido, pueden ser giros plenamente restauradores del orden originalmente cuestionado por el proceso bolivariano, puede tratarse también de la profundización del capitalismo rentista como funcionalidad a la reproducción de la modernidad o pueden ser giros que contribuyan a la apertura de un nuevo período de construcción de alternativas contrahegemónicas al modelo civilizatorio. Lo más sensato es pensar que ocurrirán cambios profundos en todos estos sentidos, marcando un quiebre en la vida del país, pero dando continuidad a una historia reciente que ha estado marcada por grandes contradicciones y grandes apuestas. ¿Cuáles son los sujetos que disputan una alternativa civilizatoria que trascienda el capitalismo rentista? ¿Cuáles son los sujetos que pueden tensionar las posibilidades que abre la crisis hacia transformaciones severas en torno a lo que definimos como trabajo, a la pérdida de valor del dinero y el posicionamiento del valor de uso, al uso del tiempo, al patrón de consumo, al modo de vida y a las formas de reproducción social? ¿Qué sujetos pueden disputar nuevas formas de administración de lo común que trasciendan las trinidades del mercado y el Estado? Estas respuestas se forjarán en las batallas por venir en Venezuela en los próximos meses, pero sin duda solo instrumentaciones de poder desde el pueblo pueden pelear por giros liberadores y contrahegemónicos; solo las y los comunes pueden batallar por formas de autogestión y control social de lo común, por giros comunales.
6. Bibliografía
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