26-10-2018
La hegemonía tiene hocico de lagarto
Alberto Acosta, John Cajas Guijarro
Rebelión
“El opresor no sería tan fuerte si no tuviese cómplices entre los propios oprimidos”
Simone de Beauvoir
La hegemonía puede verse como el “liderazgo político basado en el consentimiento de los dominados, un consentimiento que es asegurado a través de la difusión y la popularización de la visión del mundo de la clase dominante”¹. En el capitalismo, la hegemonía es vital para garantizar que los dominados no cuestionen las contradicciones propias de una sociedad de cuyo seno nacen desigualdades estructurales. Peor aún, en el capitalismo periférico, la hegemonía sostiene el poder de quienes concentran capital a la vez que lucran del extractivismo y de la dependencia de los países empobrecidos.
Tal capacidad se recoge en lo que Jürgen Schuldt llama la hipótesis del “hocico de lagarto” (reinterpretada en el caso ecuatoriano por los autores de estas líneas²), un hocico compuesto de:
a) una mandíbula superior que recoge la elevada desigualdad de la riqueza, la cual posee una rigidez (casi) estructural y solo se mueve ante cambios igualmente estructurales en las relaciones de propiedad de esa riqueza;
b) una mandíbula inferior que recoge la cambiante desigualdad del ingreso entre trabajadores, la cual disminuye gracias a la holgura de las etapas de auge (el “lagarto capitalista” afloja a sus presas) y aumenta por la escasez en las etapas de crisis (el “lagarto” aprieta a sus presas); todo en medio de un ciclo capitalista que se vuelve más volátil e inestable en sociedades extractivistas.
Si la holgura en la cual el “hocico de lagarto” baja su mandíbula inferior -es decir, disminuye la desigualdad del ingreso- se combina con instituciones que inducen a que los trabajadores se preocupen más de su posición relativa entre ellos³ y olviden su posición absoluta ante los dueños del capital, entonces la hegemonía se consolida (mucho más si la sociedad está embriagada -y corrompida- por las rentas extractivistas).
Fue justo ese ejercicio hegemónico el que se ejecutó en el Ecuador durante la década correísta, y se sigue ejecutando en el morenismo. Primero el gobierno del entonces presidente Rafael Correa –todavía solo aspirante a caudillo del siglo XXI– se concentró en combinar la holgura en la cual se redujo la desigualdad entre trabajadores con varias instituciones que buscaron desviar la atención de éstos de la elevada desigualdad de la riqueza. Así, los discursos grandilocuentes de un gobierno que promovía la equidad se combinaron con el silencio tras el cual grandes grupos económicos mantuvieron intacta su enorme concentración de la riqueza y medios de producción (como el agua, la tierra y hasta los activos) (ver figura 1).
Nota: Eje derecho (puntos de Gini de ingreso, “mandíbula inferior”) y eje izquierdo (puntos de Gini de activos de compañías, “mandíbula superior”) tienen igual amplitud (7 puntos) para evitar distorsiones por escala. Fuente: INEC (ENEMDUR), Superintendencia de Compañías (Ranking Empresarial). Elaboración propia.
Esos grupos económicos también obtuvieron -en silencio- millonarios beneficios y concesiones: la expansión financiera en favor del grupo Pichincha; la vorágine importadora en favor del grupo Eljuri; la intermediación del grupo Nobis en procesos privatizadores encubiertos bajo “alianzas público-privadas” (como en la concesión del puerto de Posorja a capitales de Dubai); la continuidad del lucro de las telefónicas Claro y Movistar aun cuando estaban a punto de irse del país en 2008; la entrega del campo petrolero Auca a Schlumberger; el entreguismo minero al capital transnacional; y hasta el retorno del país al neoliberalismo de la mano del propio Correa (quien incluso firmó el TLC con la Unión Europea)…
Luego, con Lenín Moreno como presidente, el ejercicio hegemónico continúa con discursos de diálogo que buscan sostener a un gobierno que se hace llamar “de todos”, pero que en su práctica demuestra un claro sesgo también hacia los grandes grupos económicos: el gabinete se llena de representantes directos de esos grupos; como con Correa, se les otorga el perdón de deudas tributarias y la exoneración de impuestos; se continúa con los beneficios a las transnacionales extractivistas, en especial mineras; se acelera la liberalización comercial con más TLC… de hecho, el morenismo ha acelerado la marcha neoliberal arrancada con el correísmo.
Aumento con una fuerza inusitada si se toma en cuenta el -fuerte- retorno neoliberal. Cuando la desigualdad sea evidente, las instituciones encargadas de transmitir mensajes de apoyo al sistema social actual se desgastarán, con lo cual podría también surgir una crisis de hegemonía: “lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer: en este interregno se verifican los fenómenos morbosos más variados” como diría Antonio Gramsci.
Ante tal dialéctica donde el propio lagarto capitalista limita las capacidades de construir hegemonía al cerrar su “hocico”, las salidas parecen pocas: las clases dominantes podrían enfrentar la crisis de hegemonía apelando a los elementos más putrefactos de la sociedad -como el fascismo o el autoritarismo , que en el Ecuador y en Latinoamérica tienen nombre y apellido-; mientras, las clases dominadas tarde o temprano tendrán que quitarse de encima los dispositivos hegemónicos y prepararse a enfrentar la realidad de que la equidad del ingreso no es lo más importante por lo que luchar. Pues mientras se viva en el dominio del capital, el conformismo a una mejor vida en el corto plazo puede implicar la complicidad con la barbarie que (más temprano o más tarde) parece estar por arribar.
http://opcions.ec/portal/2018/10/23/la-hegemonia-tiene-hocico-de-lagarto/
Referencias : [1] Ver la definición planteada en el artículo de Thomas Bates (1975): “Gramsci and the theory of hegemony”, Journal of the History of Ideas, 36(2), p.352.
[2] Ver el artículo de Alberto Acosta y John Cajas-Guijarro (2018): “El “hocico de lagarto” del correísmo: ricos muy bien, pobres (ligeramente) menos mal”, publicado en el libro de varios autores El gran fraude: ¿del correísmo al morenismo?
[3] Una idea similar la expuso John Maynard Keynes en su Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero (1936) al afirmar que “el efecto de la unión de un grupo de trabajadores consiste en proteger su salario real relativo” (p.24).