Crisis y reproducción social. Claves para repensar lo común
Entrevista a Silvia Federici
MINA LORENA NAVARRO
Doctora en Sociología por el Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego” de la BUAP. Profesora de Sociología en la FCPYS, UNAM.
LUCIA LINSALATA
Estudiante del doctorado en Estudios Latinoamericanos en la UNAM. Profesora de asignatura en la carrera de Sociología de la FCPYS, UNAM.
Traducción y transcripción: Fermín Valenzuela Franco
Resumen
En esta entrevista se exponen una serie de reflexiones en torno a la noción de crisis de reproducción social y a la idea de lo común. De acuerdo con Federici, la crisis actual del capitalismo implica, a su vez, una crisis de las formas de reproducción social, reflejada en la vida cotidiana de nuestras sociedades, cuyos signos más evidentes son la explotación y el despojo. Al mismo tiempo, esta pugna por la base material de la reproducción social abre las
puertas para nuevas posibilidades de organización en la sociedad, basadas en la solidaridad y en la lucha por lo común que es, al mismo tiempo y en palabras de Federici, la lucha por la comunidad. Desde esta mirada se enfocan diversas experiencias en diferentes partes del mundo, resaltando el papel de las mujeres y de los pueblos indígenas.
Abstract
In this interview we present a
series of reections surrounding
the notion of crisis of social
reproduction and the idea of the
common. According to Federici,
the current crisis of capitalism
entails, at the same time, a crisis of
the modes of social reproduction,
reected in everyday life in
our societies and whose more
evident signs are exploitation and
deprivation. At the same time,
this struggle for the material base
of social reproduction opens the
doors for new possibilities of
organization in society, based in
solidarity and the struggle for the
common which is, at the same
time and in the words of Federici,
the struggle for the community.
From this look we approach
several experiences in different
parts of the world, highlighting
the role of women and indigenous
people.
16 Crisis y reproducción social. Claves para repensar lo común
Palabras clave
Reproducción social, producción de lo común, comunidad, acumulación originaria,
autonomía, capitalismo.
Keywords
Social reproduction, production of the common, community, primitive accumulation,
autonomy, capitalism.
Con motivo de su visita a México, después de una apretada agenda de charlas,
conferencias y encuentros por Puebla, Oaxaca y ciudad de México, nos encontramos
con Silvia Federici, reconocida feminista, autora de Calibán y la bruja: mujeres,
cuerpo y acumulación originaria. En este encuentro nos expuso algunos de
los planteamientos que ha trabajado desde hace tiempo en torno a la importancia
de la reproducción, como ámbito invisibilizado y poco atendido por el marxismo
y en general por las luchas sociales. En este sentido, lo común aparece como una
relación social basada en el principio de reproducción de la vida, y como ámbito
fundamental de resistencia y construcción de alternativas ante las ofensivas neoliberales
y la catástrofe capitalista.
¿Puedes explicarnos en qué consiste la idea, que has desarrollado en tus trabajos,
de “crisis de la reproducción” y los parecidos que esta crisis actual guarda con
el periodo de la acumulación originaria en la transición del feudalismo al capitalismo?
Hoy podemos hablar de crisis de la reproducción en un sentido muy amplio, porque
con el despliegue de la agenda neoliberal esta crisis afecta al mundo entero.
Se trata de una crisis que tiene sus bases en el hecho de que la gente es desposeída
de los bienes más básicos para su reproducción, ya sea la tierra, los servicios,
el trabajo o cualquier forma de ingreso. El neoliberalismo se ha traducido en un
proceso masivo de cercamiento que, en un sentido, es muy similar al proceso
que hizo crecer al capitalismo en el siglo XVI y XVII; proceso que también estaba
basado en la expropiación de la población entera, en Europa así como en el llamado
Nuevo Mundo, de sus bienes de subsistencia y de reproducción.
Hoy, este proceso de desposesión tiene elementos comunes, pero las consecuencias
y formas varían de localidad en localidad. Ciertamente, hay una continuidad
en el ataque a los medios de reproducción en Estados Unidos, México
o África; pero también hay formas muy específicas enraizadas en el contexto y
la peculiaridad de las relaciones sociales de cada localidad. El mundo colonial
ha sido, por lo general, el epicentro de este ataque. A lo largo de las últimas tres
décadas, hemos visto aquí niveles de expropiación y desposesión sin precedentes,
aún en relación al período colonial. Por ejemplo, en África, desde hace diez
Mina Lorena Navarro y Lucia Linsalata 17
18 Crisis y reproducción social. Claves para repensar lo común
años, la gente está perdiendo tierra; la tierra se está comercializando a un grado
que no tiene precedentes para dejar paso a los intereses de las compañías mineras,
del agribusiness, de la producción de agrocombustibles, etcétera. Se trata de un
proceso mayor de devastación.
Creo que tanto hoy como en el pasado, el capitalismo está intentando crear las
condiciones para impulsar procesos de explotación más intensos. A veces, veo los
ataques a las distintas formas de subsistencia como una suerte de contrarrevolución,
como un intento de poner el reloj antes de los años setenta, de los sesenta,
de los cincuenta, antes de la guerra anticolonial, antes de la lucha de los obreros
industriales y de las feministas. Pues el movimiento de la década del sesenta fue
muy especial, fue un tiempo en que muchas formas de revueltas de masas llegaron
a un pico. La lucha anticolonial podría, quizás, considerase la médula de estas
revueltas; de este espíritu de rebelión que prácticamente se extendió a todas las
partes de la población mundial, moviendo a estudiantes, indígenas, feministas,
movimientos antibélicos…
La globalización es un intento de echar para atrás estas luchas, de disciplinar a la
población e institucionalizar nuevas formas de explotación. Los procesos actuales
de desposesión representan en este sentido un gran retroceso. La desposesión, en
efecto, no sólo abarca la tierra, sino que se extiende a toda forma de ingreso. Aquí
quiero mencionar un proceso que solemos definir como la financiarización de la
reproducción. Es el hecho de que en el pasado, hasta los años sesenta, tenías una
inversión del Estado en la reproducción de la fuerza de trabajo. En las décadas
del setenta y ochenta, en particular, todos esos servicios, todas esas formas de reproducción
han sido cortadas. Ahora tenemos que pagar por la educación, por el
servicio médico, por muchos servicios sociales a los que en el pasado podíamos
acceder gratis. Esto implica un empobrecimiento generalizado. En Estados Unidos,
por ejemplo, hoy en día mucha gente sobrevive a través de las tarjetas de crédito.
Hay mucho más que decir de la crisis de reproducción, como por ejemplo,
las formas en las que se manifiesta en cada aspecto de la vida cotidiana. Pero en
lo general diré que es una crisis que nos afecta, que afecta a los trabajadores de
todo el mundo; es una crisis enfocada a producir una fuerza de trabajo más dócil,
a quitarle las formas de subsistencia, a desplazar a millones de personas fuera de
sus tierras a través de la migración; es otra forma de ataque que se conecta con el
pasado. Pues hoy como antes, es el capitalismo amenazado en sus elementos fundacionales;
un capitalismo que está en crisis por las luchas que tiene que enfrentar
“Ciertamente, hay una continuidad en el ataque a los
medios de reproducción en Estados Unidos, México
o África; pero también hay formas muy especícas
enraizadas en el contexto y la peculiaridad de las
relaciones sociales de cada localidad”
Mina Lorena Navarro y Lucia Linsalata 19
y que, por lo mismo, tiene que re-instituir su supremacía a través de la fuerza, la
guerra y, sobre todo, a través del despojo de los medios de reproducción.
Con respecto a lo que acabas de comentar, ¿podrías detenerte más en la relación
entre la crisis del capital y la existencia de economías de subsistencia? ¿Cuál es la
importancia de estas economías de subsistencia y, en general, de las luchas por los
medios de subsistencia para construir una alternativa al capital?
Creo que la crisis del capital viene cuando no puede controlar nuestro trabajo,
cuando no puede explotarnos. Creo que la medida del éxito de las economías de
subsistencia y de nuevas formas de cooperación es resistir e inhabilitar la explotación.
Creo que las economías de subsistencia son importantes porque crean la
autonomía. La autonomía no puede ser sólo una palabra, tiene que tener una base
material. La base material de la autonomía respecto al Estado, al mercado, está en
la creación de formas de subsistencia.
Sé que en México hay comunidades enteras, como las zapatistas, que han
luchado mucho para crear esa autonomía material. Para nosotros es más difícil,
porque estamos inmersos en las relaciones monetarias capitalistas. Pero hay un
gran impulso para crear otras formas de economía, incluso en centros urbanos de
los Estados Unidos la gente está experimentando mucho. Tenemos los bancos de
tiempo, cambio de servicios, intercambios creativos fuera del mercado, monedas
locales. Es difícil decir qué tanto estas formas particulares de subsistencia están
realmente afectando al capitalismo. Aquellos que están involucrados en la producción
de estas formas siguen en una etapa inicial. No creo que estemos ni a la
mitad del camino, pero hay un deseo, un deseo e intención enorme, de crear otras
formas de subsistencia, y esto es nuevo en relación a hace treinta, cuarenta años
atrás. Estamos en una situación en la que vemos el comienzo de algo nuevo, pero
sigue en gestación.
¿Qué papel juegan las luchas contra el despojo de los bienes comunes naturales
en la creación de esa autonomía material y en frenar la vorágine capitalista? Y en
especial, ¿cuál es la importancia del rol de las mujeres dentro de estas luchas?
Las luchas por la tierra son muy importantes. Hablo de tierra en un sentido muy
amplio: la tierra es el bosque, es el mar, son las zonas costeras, los bienes naturales
que hoy están en peligro, es el acceso al espacio en los centros urbanos. Las
luchas por la tierra son luchas por el espacio. Son luchas fundamentales, pues son
las luchas que ponen un freno, un alto, al avance de las relaciones capitalistas. Si
“La autonomía no puede ser sólo una palabra, tiene
que tener una base material. La base material de la
autonomía respecto al Estado, al mercado, esté en la
creación de formas de subsistencia”
20 Crisis y reproducción social. Claves para repensar lo común
estas luchas se pierden, nos enfrentaremos a un futuro muy duro. Nos enfrentaremos
a un futuro donde no sólo no tendremos acceso a los bienes del mundo, sino
que además no tendremos ningún control sobre nuestras formas de reproducción,
como por ejemplo, sobre lo que comemos.
Esto ya está pasando hoy en día a causa los inmensos monopolios que tienen
las compañías del agro sobre la producción de alimentos. Si tienen la tierra, tienen
la producción de los alimentos. De hecho, ya estamos en una situación en que
no sabemos si lo que comemos nos va a alimentar o nos va a matar. Y esto es así
porque las grandes compañías tienen el control sobre el agua que bebemos, sobre
el aire que respiramos, sobre la posibilidad de que tengamos una relación con el
mundo natural. Sin embargo, hay que estar conscientes del hecho de que cuando
estamos separados, alienados de la naturaleza, estamos extremadamente empobrecidos
en cada aspecto de nuestra vida.
En este sentido, sostengo que estas luchas no son las únicas que pueden ponerle
un freno al capitalismo, pero son realmente fundamentales ya que su éxito
es una condición para el éxito del resto de las luchas. Y las mujeres juegan un rol
mayúsculo en ellas. A donde vayamos, leemos que las mujeres juegan un papel
central en las luchas en contra del despojo. Por ejemplo, en la India, las mujeres
han tenido un papel importantísimo contra la construcción de presas. En México
también, hay tantos casos de mujeres que luchan para salvar los bosques, el agua,
básicamente el acceso a los recursos naturales.
Lo anterior se debe a dos hechos en particular. Primero, las mujeres son ligeramente
más responsables en cuanto a los procesos de reproducción. Ellas son
las que están en primera línea, tienen que ver qué van a comer los niños, que sea
algo bueno, que no los vaya a matar. Segundo, las mujeres han tenido tradicionalmente
menor acceso al salario que los hombres. Entonces para ellas, el acceso a
los bienes naturales es particularmente importante y estratégico. No es accidental
que en muchos casos sean las mujeres las primeras en movilizarse para reclamar
la tierra. Por ejemplo, en muchos países de África, en contraste con la tendencia
privatizadora y de la construcción de un mercado de tierras (land market), muchas
mujeres han tomado tierras, ocupando espacios públicos para cultivar comida. Lo
que hace que sea una lucha mayor, porque no sólo tienen que hacerlo en condiciones
muy precarias, sino que tienen que defenderlas de la policía para que no
destruyan los cultivos. Pero este tipo de actividad, está relacionada con esta doble
situación en la que se encuentran las mujeres, la situación de proveer a las familias
y la situación de no estar en posibilidades de acceder a un ingreso monetario.
En esta lógica de recuperación de los medios de subsistencia ante el despojo capitalista,
¿qué papel juega aquello que llamas “la producción de lo común”?
No es un accidente que las zonas del mundo donde están las resistencias más fuertes
a la expropiación sean las zonas en donde las relaciones comunitarias son más
fuertes. En otras palabras, no es casual que en el centro de la lucha contra la desposesión
y exigencia de tierras y bosque, esté la gente indígena, porque son ellos
quienes todavía tienen lazos comunitarios fuertes. Con eso no quiero decir que los
lazos comunitarios no sean también problemáticos, pero de cualquier forma son
Mina Lorena Navarro y Lucia Linsalata 21
muy importantes para crear comunidades en resistencia.
Para nosotros, que vivimos en zonas urbanas, en las entrañas de la bestia, la
pregunta de cómo construir lo común es crucial. Quiero decir que, antes que
nada, la idea de los comunes fue introducida por el ejemplo de la lucha que vino
de Latinoamérica y África. Por ejemplo, la lucha zapatista tuvo un impacto enorme
en la transformación de nuestro imaginario colectivo; hizo a la gente consciente
no sólo del tema de la tierra, sino del tema de lo comunitario. Y la pregunta en
torno a lo comunitario surgió entre nosotros por un interés muy práctico. En los Estados
Unidos, mucha gente tiene medios de reproducción muy escasos. Se calcula
que 50 millones de personas van a dormir con hambre (¡y dicen que es el país más
rico del mundo!). Cada vez tenemos menos acceso a los medios de reproducción
y a los servicios, al mismo tiempo nuestras comunidades y formas de organización
están siendo destruidas por la estructura económica que toma su lugar. Gente que,
por ejemplo, ha tenido que moverse en busca de empleo y abandonar los barrios
en los que ha vivido. Como resultado hay disgregación. Y esto va en detrimento de
cualquier posibilidad de lucha. Para nosotros la cuestión de introducir lo común es
un asunto político que tiene que ver con la posibilidad de reconstruir cierto tejido
social y, con ello, de reconstruir posibilidades de resistencia.
Al mismo tiempo, tiene un lado socioeconómico. La producción de bienes comunes
es en muchos sentidos un tema de sobrevivencia. La promoción de formas
de apoyo mutuo, de cooperación, la creación de actividades fuera del mercado,
proveen a mucha gente que no tiene otra forma de subsistencia.
¿De qué manera asocias lo común, como horizonte de transformación radical y
reapropiación de la reproducción social con la idea de revolución?
Revolución es una palabrota, creo que mucha gente debería utilizarla con más
cuidado. Para mí -y no soy la única- el concepto está asociado a una sociedad que
no explota, a una sociedad sin desigualdades. Como dicen los zapatistas: un no,
muchos sí. Esos sí, son las diferentes formas de sociedad que pueden ser creadas,
el no es a la explotación y a la desigualdad. Esa es mi concepción de revolución.
Hoy de alguna forma la reproducción de lo común conlleva en sí el embrión
de una nueva sociedad, una sociedad que se va gestando en nuestro presente; una
sociedad cooperativa, que no explota, que no está basada en desigualdades. La
pregunta por lo común para nosotros es un ir más allá de las formas en las que el
capitalismo nos ha dividido. Y eso es revolución. Cada que podemos contrarrestar
las divisiones por sexo, por raza, por edad, por nacionalidad, de forma tal que
“…no es casual que en el centro de la lucha contra
la desposesión y exigencia de tierras y bosque, está
la gente indígena, porque son ellos quienes todavía
tienen lazos comunitarios fuertes”
22 Crisis y reproducción social. Claves para repensar lo común
podamos reconstruir otra manera de reproducir la vida. Creo que de ese modo
estamos involucrados en un proceso revolucionario.
Esto último, Silvia, tiene que ver precisamente con pensar los nuevos comunes
como nuevas formas de reproducción social, y con la pregunta sobre el cómo
podemos superar la separación capitalista entre producción y reproducción. ¿Qué
puedes comentar al respecto?
Creo que hoy día esta separación se está ya intentando superar en muchos lados.
Y América Latina, para todos nosotros, es un gran ejemplo de ello. El ejemplo
argentino, el ejemplo de los zapatistas con sus escuelas autónomas, sus formas
organizadas no sólo de producción, sino también de reproducción. Cuando produces
para ti, para tu sobrevivencia, para tu subsistencia, estás produciendo y
reproduciendo al mismo tiempo. La separación entre producción y reproducción
toma lugar sólo cuando separas, cuando tienes una economía de mercado. Pero
en muchos de estos territorios tienes formas de subsistencia en las que la producción
y reproducción no están separadas. Pueden producir para el mercado, pero
creo que esa pared entre las dos ya se ha roto en muchas comunidades agrícolas.
También tenemos el caso de las fábricas recuperadas y autogestivas en Argentina.
Estos son ejemplos, pero claro, deben de generalizarse y estar conectados. Esto
también es un gran asunto, ¿cómo coordinar todas estas actividades cooperativas?
¿Cómo conectarlas para que realmente se puedan apoyar unas a otras? ¿Cómo conectar
comunidades que se sostienen por la agricultura con fábricas autogestivas?
En muchos casos, por ejemplo, las fábricas autogestivas han colapsado porque no
tenían un entorno que las apoyara. Puedes tomar la fábrica y empezar a producir,
pero si no tienes gente que va a usar tu producto, algo que recibir a cambio de lo
que produces, corres el riesgo de colapsar. La pregunta es cómo crear estas formas
de reproducción y conectividad para que no sean islas, y se pueda organizar algo
que tenga muchos centros enlazados.
¿Y cómo te imaginas esas maneras o esos mecanismos de coordinación, relación,
articulación entre estas múltiples experiencias?
Oh, que cómo me lo imagino. Me lo he imaginado a partir de lo que ya está. He
leído de experimentos y prácticas que han sucedido en muchas partes del mundo.
Por ejemplo, me inspiraron mucho las experiencias cooperativas que las mujeres
crearon en Chile y en Argentina; cuando tenían un estado de terror y empobrecimiento
masivo, un estado de parálisis con gente desaparecida. Ahí, las mujeres
dieron un paso adelante, crearon formas de cooperación como los comedores
populares. Se trató de una experiencia que duró de 20 a 30 años a lo largo de
Latinoamérica. En Perú, en Lima, se llegó a un punto en que hubo 7 mil comités
de mujeres organizadas para poder dar -de una forma u otra- un vaso de leche a
los niños.
Trato de aprender de estas experiencias. En particular, mi imaginación está muy
interesada en torno a la pregunta por crear nuevas formas de reproducción, nue-
Mina Lorena Navarro y Lucia Linsalata 23
vas formas de trabajo doméstico, del cuidado de personas. La forma en que estas
actividades están organizadas actualmente nos mata. Afecta particularmente a las
mujeres, pero no sólo a ellas. Afecta a los niños y a los hombres. Vivimos todos separados
en nuestras pequeñas casitas; además de estar generando un desastre ecológico,
la forma en que organizamos la reproducción nos mata, particularmente
cuando hay niños en la familia o gente con lesiones o adultos mayores que no son
autosuficientes, se vuelve una amenaza, porque ese trabajo es de los más intensos.
El trabajo reproductivo y el cuidado de personas son trabajos muy pesados, tal vez
sacar oro de las entrañas de la tierra se le compare.
Muchas mujeres tienen que hacer estos trabajos solas. También hay hombres que
hacen estos trabajos, y cada vez más. En Nueva York, los niños trabajan como enfermeros
en la familia, con 11 o 12 años, poniendo inyecciones porque la madre
está en un lugar, el padre está trabajando en otro, o no está.
Mi sueño, de cómo me gustaría que fueran las cosas, está en imaginar el vecindario
reorganizado de forma cooperativa, de forma tal que el cuidado de los niños
o de los ancianos, o simplemente el trabajo doméstico de la reproducción no sea
llevado en aislamiento, sino en colectivo; que sea llevado incluso en la forma en
que se hacía en la Edad Media como cuando las mujeres se juntaban a lavar, a
bañarse. Esa es mi perspectiva, repensar las relaciones del hogar y el vecindario;
reinventar la calle, tirar paredes. Vivimos en una sociedad que construye paredes,
creo que hay un mundo más allá de esas paredes.
En el marco de los nuevos debates y experiencias que apuntan a que las periferias
urbanas pueden ser espacios estratégicos para la construcción de alternativas,
¿no crees que podamos considerar que en esas espacialidades se estén empezando
a gestar estos tipos de transformaciones?
Indudablemente, si vemos el escenario mundial, las periferias urbanas por muchos
años han estado en el centro de la producción de comunes. Por ejemplo,
muchos movimientos de asentamientos urbanos han sido producto de luchas comunes
por construir casas, demandar y forzar a los gobiernos locales a proveer a
sus barrios de servicios, agua, electricidad, etcétera. Muchas de estas luchas han
sido conducidas por mujeres, que han marchado a las municipalidades para demandar
agua, asegurarse que haya escuelas, que el suelo sea seguro, que la calle
no se inunde cada que llueva. De hecho, como mencioné antes, en la lucha de
las mujeres de Chile y Argentina surgieron estas nuevas formas de cooperación,
“Esa es mi perspectiva, repensar las relaciones del hogar
y el vecindario; reinventar la calle, tirar paredes.
Vivimos en una sociedad que construye paredes, creo
que hay un mundo más allá de esas paredes”
24 Crisis y reproducción social. Claves para repensar lo común
que en 1973, se dieron precisamente en estas zonas, en las periferias urbanas, en
asentamientos urbanos como La Victoria.
Al mismo tiempo, desde otro ángulo, en los Estados Unidos tenemos muchas
formas diferentes de producción de lo común. No hay tantos asentamientos urbanos,
porque la cuestión de la ocupación del territorio es más fácil, más efectiva.
De cualquier manera, las comunidades inmigrantes y no migrantes tienen muchas
formas. Primero, recuperar tierras con los huertos urbanos, una importante forma
de producción urbana de lo común. Se está expandiendo y proveen no sólo comida
para las familias fuera de la lógica del mercado, sino socialidad. El reunirse
a trabajar juntos en un huerto urbano implica una gran actividad social en donde
viene gente también de distintos países, y se conocen. De hecho, muchos huertos
urbanos se vuelven centros sociales, lugares donde la gente va a conocerse. Pero
también tenemos otras formas.
Por ejemplo, en Nueva York la gente está tratando de hacer conocimientos
en común. ¿Qué son los conocimientos en común? Básicamente es la idea de
crear estructuras funcionales de producción y circulación de conocimiento, fuera
del mercado y de las escuelas. Y muchas veces también dentro de las escuelas,
porque con el avance de la comercialización de la educación, ahora tienes que
pagar cada vez más. Es claro que las escuelas son cada vez más inviables como
centros de aprendizaje y para la producción de conocimientos. Ahora tenemos
universidades gratuitas, lugares donde la gente se enseña sobre temas y problemas
que han escogido y son importantes para sus vidas, así que experimentan también
con nuevas formas de aprendizaje, más cooperativas, donde no tienes nada más
al experto. Eso es un ejemplo de un común urbano. En muchos lugares, hay gente
que está formando este tipo de cosas, ya sea adentro o fuera de instituciones. Hay
muchos colectivos de artistas que están trabajando cooperativamente. Estas experiencias
en un contexto urbano son un buen ejemplo.
Hay grupos en Estados Unidos (y son ejemplos que conozco bien, por eso
quiero hablar de ellos) que están creando formas comunitarias de responsabilidades,
para que no tengan que llamar a la policía en caso de algún abuso, si pasa
algo, si hay amenazas, si un hombre le pega a una mujer, o una mujer le pega a
quien sea. Se han organizado programas sobre dominación masculina y maltrato
a la pareja. Se han organizado para que la gente esté motivada a no ser violenta,
a ser cooperativa, a ser sensible ante las necesidades de otros, a ser parte de una
comunidad.
Esta inspiración también viene de la experiencia de los zapatistas y otras comunidades
indígenas de distintas partes de América Latina. Gente que viajó a América
Latina y conoció comunidades que llevan la justicia por ellas mismas, sin tener
que recurrir al Estado y sin tener que llamar a la policía cuando pasa algo. Dijeron:
“¡Ah! ¿Por qué no hacemos algo parecido? Bueno, pero tenemos un problema, no
tenemos una comunidad”. Para nosotros, la producción de lo común es la producción
de la comunidad. ¿Qué significa producir una comunidad? Significa empezar
a ver el territorio; a preguntarse: ¿cuáles son las fuerzas que tenemos?, ¿quién está
organizado?, ¿cómo los juntamos? Podemos decir: “Aquí está un problema de gente
sufriendo abusos, ¿cómo creamos una red que lo discuta?”. Entonces, empiezas
Mina Lorena Navarro y Lucia Linsalata 25
a partir de gente que se junta y se pregunta cómo resolver problemas. A eso lo
llamamos construir comunidad.
Hay también una gran batalla librada por las trabajadoras domésticas en Estados
Unidos y en todo el mundo. Las trabajadoras domésticas se están moviendo.
Es un fenómeno muy interesante. Estas mujeres, en su mayoría desplazadas de sus
zonas de origen por las políticas de ajuste estructural, tienen que llegar a otro país,
enfrentar a las autoridades, encontrar alguna documentación y, si no la encuentran,
buscar alguna forma para sobrevivir sin ella. Con los años se han organizado
y han iniciado un movimiento. En Estados Unidos, llevan un movimiento de costa
a costa que ha podido ganar -en varios estados, como Nueva York y California- el
derecho a ser consideradas trabajadoras. Sé que parece muy pequeño, pero lo ven
como superar el escalón de la esclavitud. Hasta hace dos años ni siquiera eran
consideradas trabajadoras. Han conquistado este derecho.
La pregunta ahora es, ¿cómo hacerlo valer? Se han pensado formas de negociación
colectivas, diferentes a las creadas por los sindicados. ¿Por qué no quieren ser
subsumidos por el sindicato? Porque saben que perderían toda su autonomía y formarían
parte de la burocracia, por eso lo han hecho desde abajo. ¿Cómo se hace
desde abajo? De nuevo, tienes que construir comunidad, organización, actuar de
muchas formas; tener presencia, para que el empleador sepa que si cometen un
abuso o si no pagan lo que deben, hay una organización del mismo trabajador que
puede llevar apoyo.
Estas son diferentes formas en las que veo cómo producir lo común en nuestros
contextos urbanos. Para nosotros es producir comunidad, lazos de solidaridad, que
es muy difícil. Ustedes lo saben aquí en la ciudad de México, un lugar tan grande,
donde la vida está tan fragmentada, mantener lazos, incluso familiares es muy
difícil. Necesitamos mucha creatividad, pero también mucho coraje para romper
las formas de la vida cotidiana.