Disyuntivas de América Latina

El progresismo al no plantearse un horizonte de superación del capitalismo y quedarse solo en las reformas –con mayor o menor intensidad según los casos- y en una actitud conservadora en cuanto a la autonomía de las masas, encontró allí sus propios límites.



Eduardo Lucita
Integrante del colectivo EDI –Economistas de Izquierda. Argentina.
06/11/2018
Disyuntivas de América latina

Ya en el 2013 comenzó un intercambio de opiniones entre analistas e intelectuales comprometidos con los procesos progresistas acerca de si era posible una reversión de los mismos. Estos debates se incrementaron desde el 2016 y se pasó a discutir si estábamos frente a un fin de de ciclo. Ahora lo que se discute es el avance de las derechas y el cambio de clima político. Sin dudas hay una involución en la región, es la respuesta a la pregunta que nos hace el Espacio-Público.com para iniciar el intercambio.

1. América latina ha sido la región donde mayores resistencias se opusieron al neoliberalismo y de donde surgieron alternativas políticas y sociales que en varios países dieron origen a los gobiernos progresistas. Claro está que esta denominación es un genérico porque hay diferencias entre estos gobiernos. De una u otra manera todos se inscribieron en el neodesarrollismo pero algunos con una impronta mucho más socio-liberal (Brasil, Uruguay) y otros con una mayor presencia estatal (Venezuela, Ecuador, Argentina), en tanto que otros para el logro de sus reformas avanzaron en rupturas parciales con el imperialismo y en un discurso y ciertas prácticas orientadas al anticapitalismo (Bolivia, Venezuela).

En la llamada década larga la mayoría de estos gobiernos se beneficiaron ampliamente de los nuevos términos del intercambio favorables a los países productores de materias primas. Contaron así con recursos para expandir la acción del Estado y hacer políticas sociales activas con avances importantes en lo social y en el manejo de las principales variables económicas, así como han buscado posicionamientos autónomos en el plano internacional. Lograron reducir los índices de pobreza aunque la región sigue siendo la más desigual del planeta. En general el ascenso en las condiciones más elementales de vida no fue acompañado por un rápido acceso a los servicios esenciales –salud, educación, comunicaciones, vivienda- lo que generó tensiones de nuevo tipo.

El desarrollismo de los años ’60 del siglo pasado estaba más centrado en el desarrollo de las fuerzas productivas al interior de los Estados-nación, por el contrario el neodesarrollismo de los últimos 15 años necesitaba de la integración de ahí los esfuerzos por construir organismos como la UNASUR y la CELAC (que por primera vez excluían la participación de EEUU y Canadá) o el ALBA (que aún en muy pequeña escala mostró que otra forma de comerciar y de relacionarse eran posibles). La relación con los BRICS y jugar en el marco de la multipolaridad son también muestras de la búsqueda de autonomía ya señalada. Todo quedó a mitad de camino, por no hablar de las frustradas iniciativas del Banco del Sur, Petrosur o la moneda única, entre otros. Sin embargo son experiencias que no deben dejarse caer en el vacío.

De conjunto puede decirse que modificaron la relación de fuerzas sociales pero no lograron modificar el patrón de acumulación y la inserción subordinada al mercado mundial, ni distribuir la riqueza. Así el extractivismo y la primarización crecieron, mientras descendía la manufactura. “Si en 1998 todos tenían al menos el 15 por ciento de su PBI explicado por la industria, en 2012 solo quedaba Argentina superando ese porcentual”. (Le Monde Diplomatique, Mayo/junio 2014). En 2018 ese porcentaje también es menor en Argentina.

2. Sea por la situación económica, por las maniobras desestabilizadoras de EEUU, por los intentos re-reeleccionarios, por las corruptelas o por las prácticas desmovilizadoras, el consenso policlasista que les permitió lograr cierta hegemonía se quebró y los gobiernos terminaron apoyándose en el clientelismo y el electoralismo para garantizar gobernabilidad.
De conjunto han mostrado que el progresismo al no plantearse un horizonte de superación del capitalismo y quedarse solo en las reformas –con mayor o menor intensidad según los casos- y en una actitud conservadora en cuanto a la autonomía de las masas, encontró allí sus propios límites.

En la actualidad no pareciera existir mucho margen para los progresismos distribucionistas o capitalismos estatales que requieren cierta autonomía de los poderes mundiales, el aire del tiempo ha virado a derecha. Dicho esto no se puede ignorar que tanto en Venezuela como en Bolivia se sigue disputando con el imperialismo y las oligarquías locales espacios de poder y proyectos sociales, incluso el triunfo de López Obrador en México, aún con las limitaciones del caso, puede incluirse como contratendencia. Pero sospecho que cualquiera sea la resolución de estas disputas ya nada será igual a lo que pudo haber sido.

3. Casi dos décadas después del surgimiento del ciclo progresista la derecha se muestra a la ofensiva y dispuesta a recuperar el poder político perdido. Todo inició en 2011 con el nacimiento de la Alianza para el Pacífico; los golpes en Honduras y Paraguay; el triunfo parlamentario de la derecha en Venezuela; la pérdida del referéndum por la re-reelección en Bolivia y el golpe jurídico/institucional en Brasil, y todo lo que vino después en la región y especialmente en Venezuela. Por la vía electoral llegaron al gobierno Macri en Argentina, Piñera en Chile, Duque en Colombia y ahora Bolsonaro en Brasil. No hay dudas que EEUU ha jugado sus fichas en cada caso, al fin de cuentas la región sigue siendo su “patio trasero”, que ve disputado por Rusia y sobre todo por China, que ya tiene firmadas “Asociaciones Estratégicas Integrales” con ocho países. Las inversiones chinas en la región alcanzan a los 200.000 millones de dólares, mayoritariamente concentradas en Perú, Brasil y Argentina.

4. Este proceso no es ajeno a lo que está pasando en el mundo. La consolidación de nuevos centros capitalistas (China, Rusia, India); la llegada de Donald Trump a la presidencia de los EEUU; el Brexit en Inglaterra; el avance de las derechas neofascistas en Europa, son síntomas de que tanto los equilibrios geopolíticos como el orden estatal construidos a la salida de la 2da. Guerra Mundial bajo la hegemonía de los EEUU están en crisis y ya no alcanzan a contener la contradicción estructural -histórica pero exacerbada en la globalización- entre la mundialización de la acumulación y su territorialización estatal.

Estas contradicciones y tendencias se expresan también en América latina, por otra parte territorio en disputa interimperialista como se señaló más arriba. En este contexto las derechas que han alcanzado el poder político en varios países se dedican más, como bien señala Pedro Brieger, a desarmar los logros del período anterior, que a proyectar algún futuro. Es que los proyectos neoliberales encuentran serias dificultades para relanzar el proceso de acumulación y reproducción de capitales en una perspectiva de largo plazo. Necesitan del ingreso de capitales, pero hoy el crecimiento de la economía de EEUU y la reforma tributaria de la administración Trump hacen que el flujo de fondos se revierta sobre el país del norte y la IED en nuestros países es mínima y focalizada en nichos de alta productividad (Según la UNCTAD los flujos de inversión cayeron un 41% en el primer semestre de año, la causa principal son “las repatriaciones de las sedes centrales de las compañías estadounidenses de los ingresos acumulados en el exterior por sus subsidiarias, tras las reformas fiscales en EEUU”). Así los proyectos quedan atrapados por las contradicciones de la coyuntura, con la particularidad que la década larga progresista dejó un piso de derechos sociales y democráticos que los trabajadores y los sectores populares no parecen estar dispuestos a ceder sin pelea. Nada garantiza que los proyectos neoliberales se consoliden.

5. El reciente triunfo del fascista Jair Bolsonaro en las presidenciales de Brasil consolida la tendencia regresiva y agrega nuevos elementos a analizar en una coyuntura por demás crítica para nuestra América latina (algunos comentarios he avanzado en mis “Notas sobre el proto-fascismo en Brasil”, publicado semanas atrás en el portal de Viento Sur). Los ataques a los militantes del PT, a las personas negras y LGTTQ… a las feministas. Las amenazas de cárcel o exilio para los “rojos”, son muestras de que aunque hubiera ganado Haddad la situación política había cambiado y que para los militantes de izquierda y progresistas en general se les hará difícil la vida de aquí en más y que necesitarán de toda la solidaridad internacional.

Bolsonaro es un fascista pero eso no implica que mecánicamente pueda instalar un régimen fascista. Tiene que trasformar el apoyo electoral en un movimiento nacional con un programa y bases sólidas. La amenaza de estos días de desatar una guerra contra Venezuela –para lo que contaría con el apoyo de la administración Trump en EEUU- aún cuando fuera meramente declarativo busca darle consistencia a ese movimiento, no obstante tiene muchas contradicciones para resolver.

Todo indica que el nuevo gobierno combinará una política regresiva en lo social-político, y neoliberal en economía pero todo estará sometido a fuertes tensiones y contradicciones y se verá cómo evoluciona la relación entre dichos y hechos concretos. El peso social, político, económico y territorial del país frente a la debilidad de los liderazgos regionales y el estancamiento de los procesos integradores, empujará a Brasil a recuperar centralidad en la región y a ser el interlocutor válido frente a los EEUU, lo que puede modificar seriamente la geopolítica de la región. Bolsonaro ya ha anunciado una “Cumbre liberal-conservadora” destinada a reunir a líderes y grupos de derecha para discutir políticas para la región.

Un párrafo aparte merece el peso político que han tomado los evangélicos en la región (en especial los pentecostales), no solo en Brasil donde han sido decisivos en el apoyo a Bolsonaro, sino también en Chile, en Costa Rica, en Colombia y en Guatemala, donde han colocado al actual presidente. En Argentina se estima que entre el 10 y 12% de la población profesa el culto evangélico, tienen una fuerte inserción entre los pobres de donde han desplazado a la iglesia católica. Han mostrado todo su poder de movilización en la reciente lucha por el aborto legal, seguro y gratuito, y desde entonces han tomado una actitud mucho más agresiva, incluso contra la implementación de la Ley de Educación Sexual Integral. En un país donde la tasa de embarazo de niñas y adolescentes es de las más elevadas de América latina.

6. La posible recuperación de la economía brasileña genera expectativas en Argentina cuando el gobierno Macri atraviesa una crisis que lo ha llevado al FMI a solicitar el préstamo más grande concedido por el organismo en toda su historia (56.300 millones de dólares, de los que el 88% llegará en los próximos doce meses. Esta crisis es resultado de tendencias mundiales descriptas precedentemente y por el otro por problemas propios. Se trata de una crisis económico-financiera y política. El primer término de esta ecuación combina un nuevo eslabón en el largo encadenamiento de crisis producto de los límites estructurales del capitalismo nacional -límites que ninguna fracción burguesa pudo superar- con una vulnerabilidad extrema ante los cambios mundiales exacerbada por las políticas pro-mercado del gobierno Macri.

Para las concepciones neoclásicas bajo su forma neoliberal, en las que se sustenta el gobierno, en lo económico el mercado es el mejor asignado de recursos –por eso no hay plan de largo plazo- y en lo social es la medida de valor de todos los valores –por eso la individuación, la meritocracia y el emprendedurismo, es que para ellos el mercado es el regulador de las relaciones económico-sociales. Así la política queda reducida a su mínima expresión, agravada en este caso porque los principales funcionarios provienen del empresariado, especialmente del sector financiero y no tienen la menor idea del manejo de los asuntos del Estado

Provisoriamente podemos pensar que en estos términos el ciclo macrista está terminado, su razón de ser ha quedado prisionera del ajuste, no queda nada de su relato fundacional, de la nueva política, de un futuro promisorio. Lo que no necesariamente signifique una próxima derrota electoral. La nueva situación en el principal socio comercial de Argentina agregará nuevas tensiones y el MERCOSUR estará en la discusión.

7. Producto de la combinación de una economía mundial que marcha al estancamiento de largo plazo y de la recomposición de las derechas surge un nuevo escenario, el clima de época ha cambiado radicalmente y no para mejor. El futuro de nuestra región está en disputa en condiciones muy difíciles

Nos encontramos entonces en un momento bisagra en que vuelve el enfrentamiento abierto con el neoliberalismo. A diferencia de los ’90 hoy es posible y necesario darle a ese enfrentamiento una perspectiva anticapitalista e internacionalista.