El extractivismo minero en Chile: una crítica a la ideología del crecimiento económico

El extractivismo minero es reconocido mundialmente como una actividad económica que presenta grandes impactos ambientales en los ecosistemas. Sin embargo, pese a la gravedad de los problemas socioambientales que ha generado en Chile, éstos se nos presentan como “costos necesarios para el crecimiento”.



El extractivismo minero en Chile: Una crítica a la ideología
del crecimiento económico.
Espinoza, M. *1; Ramírez, C. 2; Ferrando, R. 2; Álvarez, J. 2
(1) Departamento de Ciencias de la Tierra, Facultad de Ciencias Químicas, Universidad de Concepción, Casilla 160-C,
Concepción.
(2) Servicio Nacional de Geología y Minería. Avda. Santa María 0104, Providencia, Santiago.
*Mail: mauricespinoza @udec.cl
Resumen. El extractivismo minero es reconocido
mundialmente como una actividad económica que presenta
grandes impactos ambientales en los ecosistemas. Sin
embargo, pese a la gravedad de los problemas
socioambientales que ha generado en Chile, éstos se nos
presentan como “costos necesarios para el crecimiento”.
Ello implica la imposición de un concepto de desarrollo
que precariza sistemáticamente el empleo, vulnera los
territorios, los ecosistemas y la vida de quienes habitan en
las regiones del país.
Se postula que el modelo extractivista minero es inviable
en el mediano plazo ya que presenta un nivel de producción
que no tiene sustento en la realidad material de la
naturaleza. El fin último de esta producción no es otro que
el beneficio económico de un grupo humano pequeño
mientras que las graves conflictividades socioambientales
generadas son externalizadas a las comunidades periféricas
violando la Justicia Ambiental. Por otro lado, este modelo
es incapaz de entregar un bienestar duradero a la sociedad
en general, toda vez que tiende a reproducir la inequidad y
relega a las generaciones futuras a enfrentar situaciones
críticas a nivel ambiental.
Este trabajo intenta establecer un espacio de reflexión que
permita preguntarnos acerca de las bases que fundamentan
el modo extractivista minero.
Palabras clave: Extractivismo, minería, justicia ambiental
I. Introducción
Desde hace más de una década, América Latina se ha
convertido en uno de los epicentros de la expansión minera
a nivel global a través de la inversión transnacional. Esta
expansión se desarrolla a través de un modo de producción
conocido como extractivismo (OCMAL, 2015). Se
considera extractivismo en sentido amplio, a las
actividades productivas que remueven grandes volúmenes
de recursos naturales, los cuales no son procesados (o lo son
limitadamente), y pasan rápidamente a ser exportados
(Acosta, 2011). En Chile, la exportación de materias primas
corresponden a un 86,1% de las exportaciones totales
(CEPAL, 2014). Un 40% corresponden al sector minero a
través de la producción de concentrado de cobre sin refinar.
(COCHILCO, 2013; Consejo Minero, 2014).
Si bien en América Latina este modelo de producción ha
sido desarrollado desde la conquista del continente, una
intensificación de este proceso se desarrolló después de las
reformas neoliberales de la década de los 80’ y 90’
(Veltmeyer, 2012). El caso pionero tuvo lugar en Chile,
donde durante la dictadura militar se desarrollarían, por
ejemplo, reformas claves para la progresiva privatización de
la gran minería del cobre, la cual continuó y se agudizó con
los sucesivos gobiernos de la Concertación de Partidos por
la Democracia (Machado, 2009).
El extractivismo minero es reconocido mundialmente como
una actividad económica que presenta grandes impactos
ambientales en los ecosistemas (Acosta, 2011). En Chile,
esta actividad ha generado graves efectos al bienestar,
autonomía y sustentabilidad de comunidades aledañas a
proyectos mineros (Escalona et al., 2011). Estos conflictos
se asocian a la contaminación ambiental, escasez de o
elementos básicos para la vida (agua y desterritorialización
(Urkidi, 2010; Vergara, 2011; OCMAL, 2015). Asimismo,
se produce un desequilibrio de los ecosistemas intervenidos
sin una comprensión de los efectos en la ecología de las
especies. Por otro lado, a nivel macroeconómico, se tiende
a desestructurar la economía, generando una pobreza
asociada a la redistribución regresiva del ingreso y la
concentración de la riqueza (Acosta, 2011).
Sin embargo, pese a la gravedad de los problemas
socioambientales que ha generado la industria minera, éstos
se nos presentan como “costos necesarios para el
crecimiento”. Esta mistificación, intenta asociar de forma
incuestionable el concepto de un crecimiento económico
exponencial con el de desarrollo. Se concibe que éste se
logra aumentando las exportaciones y maximizando las
inversiones (Gudynas, 2009).
Lo anterior crea un “paradigma del crecimiento” donde se
invisibilizan preguntas básicas acerca del modo extractivista
de la producción minera: ¿qué necesidades son resueltas a
través de la producción minera?, ¿es viable este modo de
producción con respecto a las fronteras de la biosfera?,
¿dónde se acumulan los “beneficios” de esta actividad y
quiénes concentran las “externalidades negativas”?. A la luz
de estas preguntas, este trabajo intenta establecer un espacio
de reflexión que permita abordar las consecuencias que
tiene en el bienestar social la producción extractivista de la
minería, particularmente el caso chileno. Se analizan
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SIM 6 CIENCIAS DE LA TIERRA, EDUCACIÓN Y SOCIEDAD
además los límites de este modo de producción en Chile en
relación a la conflictividad que presenta con las
comunidades aledañas y el entorno ambiental.
II. El paradigma del crecimiento
La llamada “economía del desarrollo” obtuvo su sustento
teórico, a finales de la década del 50` (Gudynas, 2011). Se
distinguieron así los países desarrollados y subdesarrollados
y se estableció la idea de que los países del sur
“subdesarrollados” debían seguir los pasos de las naciones
industrializadas (Esteva, 2009). La idea de desarrollo quedó
atada al crecimiento económico en desmedro del bienestar
humano y se la presentó como la solución a la pobreza y la
distribución de la riqueza (Gudynas, 2011). La concepción
moderna del desarrollo consiste en un proceso lineal,
esencialmente económico, mediado por la apropiación de
recursos naturales orientado a emular el estilo de vida
occidental (Bustelo, 1998). De esta manera, en la economía
capitalista en general y en el modo extractivista minero en
particular, se establece una búsqueda vertiginosa hacia una
producción exponencial. Esta visión presupone la errónea
idea de que los “recursos naturales” del planeta son infinitos
y se encuentran a plena disposición para el desarrollo.
Por otro lado, el paradigma del crecimiento necesita un nivel
de consumo altísimo. De esta forma, las relaciones sociales
son atravesadas por un incentivo al consumo vertiginoso.
Esto se realiza de manera indirecta a través de un aparato
publicitario que mistifica lo nuevo (obsolescencia
percibida) y de manera directa a través del diseño efímero
de las mercancías (obsolescencia programada).
II.1 Crecimiento en el extractivismo minero chileno
La industria minera en Chile se constituye por la extracción
de metales (Cu, Mo, Ag, Au) y otros recursos minerales no
convencionales (Re, nitratos, Li y I), siendo ampliamente
encabezada por la producción de cobre. Esta industria ha
registrado un aumento en la participación del mercado
mundial del cobre desde un 18% en 1990 a un 32% en 2013,
con una producción cercana a los 5,8 millones de toneladas
métricas para 2013 y una tasa de crecimiento de 7,2% en
este mismo año, la más alta en la última década (Consejo
Minero, 2014). Estos cuantiosos niveles de producción
constituyen a Chile como el principal exportador de cobre
del planeta. Por otra parte, esta carrera ciega que emprende
la industria minera en torno al crecimiento, es incapaz de
observar una serie de problemas instalados al interior del
modo de producción, los cuales determinan la inviabilidad
de mantener este ritmo de producción irracional.
Límites propios del modelo: Las proyecciones de
crecimiento de la industria del cobre esperan que se
alcancen la cuantiosa cifra de 8.5 millones de toneladas
métricas en 2025, constituyendo un crecimiento máximo de
47% en 11 años. Sin embargo, el pico de crecimiento para
la producción de cobre se proyecta para el año 2030 (Fig 1;
Kerr, 2014). En tal escenario, se proyecta que se
intensificará la presión sobre el uso de energía y agua, junto
con la emisión de gases de invernadero (Northey et al.,
2014b). De esta manera, la percepción de que este modelo
es capaz de generar un “desarrollo” sostenido, guarda poca
relación con la abrupta caída de la producción en el futuro
cercano y la intensificación del daño socioambiental.
Figura 1: Producción histórica de cobre y proyectada (Northey et
al., 2014b).
Carácter suntuario de las necesidades a satisfacer: La
producción minera en Chile, se considera necesaria para
suplir el dramático aumento de la demanda de minerales
asociada al crecimiento de los países desarrollados del
hemisferio norte (Northey et al., 2013). Los principales
destinos de la exportación son China y Estados Unidos, los
que en 2013 representaron un 46,8% y 8,8% de la demanda
mundial de cobre respectivamente (Consejo Minero, 2014).
El principal destino de la exportación de cobre
manufacturado de China son los mercados asiáticos, los
cuales típicamente lo incorporan a componentes eléctricos
que son ensambladas nuevamente en China como productos
finales (Hammer and Jones, 2012). Estas mercancías
electrónicas, constituyen cerca del 50% de la exportación
china (Observatory of Economic Complexity, 2015). Sin
embargo, este tipo de productos trae aparejada una
obsolescencia programada que rápidamente los convierte en
basura electrónica, la cual es difícilmente reciclable y
produce una alta contaminación en el tercer mundo (Lebel,
2015). Por otro lado, aunque con una producción menor en
Chile, la extracción de oro es altamente superflua, toda vez
que el porcentaje destinado únicamente a joyería supera el
50% y otro porcentaje cercano al 25% se utiliza como
respaldo a las inversiones de quienes presentan los más altos
ingresos del mundo (World Gold Council, 2014).
Fronteras de la biosfera frente al crecimiento: La
explotación minera es indispensable para el desarrollo
industrial y el bienestar del Norte global (Acosta, 2011).
Esto se desarrolla sin importar la sustentabilidad de los
proyectos extractivistas, ni el agotamiento de los recursos
locales como lo indica la Huella Ecológica que generan los
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AT 4 Impacto de las GeocIencIas en la socIedad
distintos países (Figura 2B). Este índice da cuenta del
terreno necesario para mantener la producción, satisfacer las
necesidades de consumo y manejar los residuos de un
individuo o grupo humano (Galli et al., 2014). En términos
generales, los países del hemisferio norte presentan un alto
nivel de vida, sin embargo los recursos naturales necesarios
para sostener ese nivel de consumo superan con creces la
capacidad de regeneración del terreno que disponen. Por
otro lado, la tendencia de “desarrollo” de Chile muestra que
los modelos de producción y consumo cada vez se alejan
más de la capacidad que el territorio puede albergar.
Indicadores específicos para la minería del cobre (huellas de
agua, de emisiones de gases invernadero y energética)
indican una enorme presión sobre el medio ambiente, la cual
es particularmente alta en el uso y degradación del agua
(Figura 2A) y el consumo energético (Northey et al., 2013).
En Chile, para el período 2014-2025 se proyecta un aumento
de un 66% en el consumo de agua total en la minería del
cobre, pasando de 14,8 a 24,6 m3
/seg. Para este mismo
período se doblaría la energía eléctrica necesaria en esta
industria. Si bien se argumenta, que se aumentará el
consumo de agua de mar, esto no ataca la raíz del problema
ni tampoco se consideran las eventuales repercusiones en la
biodiversidad marina ni las consecuencias poco exploradas
de producir tal desequilibrio hídrico. Por otro lado, la
minería lidera el consumo eléctrico nacional con cerca de un
tercio del consumo, más del doble del total del consumo
residencial (Instituto Nacional de Estadisticas de Chile,
2008). Por ende, cuando se establece la idea de una crisis
energética, lo que se esconde es que lo que está en crisis es
el modo de crecimiento del extractivismo minero.
III. Justicia ambiental y conflictos
socioambientales en el extractivismo minero.
Los efectos negativos directos generados por el intenso
modo de extracción de la industria minera y la presión que
desarrolla en elementos vitales para el ser humano y otras
especies, genera conflictos concretos tanto con las
comunidades aledañas como también con aquellas que se
ubican en sectores de carácter estratégico para la generación
de energía. Es importante destacar que esta relación es
siempre asimétrica, generándose una opresión desde los
centros acumuladores de la riqueza hacia las periferias
pobres, hacia donde se “externalizan” los efectos negativos
del desarrollo (contaminación, escasez de recursos vitales,
pérdida del territorio, etc.). Además, se genera un
empobrecimiento en la autonomía de las comunidades
periféricas a las cuales se les impone la participación en un
modelo de desarrollo que las vuelve en extremo
dependientes y que les quita el control de territorios que
históricamente manejaban.
En este contexto se acuña el término Justicia Ambiental,
entendido como el aseguramiento de que ningún grupo
social, étnico, racial, socioeconómico o de género, deba
Figura 2: A) Huella de agua en la producción de cobre para el
año 2011 (Northey et al., 2014a). Huella ecológica versus Índice
de Desarrollo Humano para el período 1980-2007 (Global
Footprint Network, 2012). Tendencia de Chile se marca en rosado.
soportar una mayor carga de las consecuencias ambientales
negativas que se generen en su territorio, derivadas de las
operaciones económicas (privadas o estatales) y la ausencia
u omisión de políticas relacionadas con estas temáticas
(Escalona et al., 2011). De esta manera, se observa que el
extractivismo minero chileno es altamente nocivo en su
relación con la comunidad en general. Según el Instituto
Nacional de Derechos Humanos, de 97 conflictos
socioambientales registrados en Chile, entre enero de 2011
y junio de 2012, un 34% guarda relación con minería y un
42% con energía (Escalona et al., 2011). Por otro lado, en el
Mapa de Conflictos del Observatorio de Conflictos Mineros
en América Latina, Chile encabeza la lista con 35 de 205
conflictos socioambientales (OCMAL, 2015). De esta
manera se genera un “desarrollo” que precariza
sistemáticamente el empleo, vulnera las prácticas culturales
ancestrales, los territorios, los ecosistemas y la vida de
quienes habitan en las regiones del país (OCMAL, 2015).
III.1 Falsas soluciones y el manoseo de la
sustentabilidad.
El empresariado minero, lejos de entender las demandas de
las comunidades, las observa como impedimentos o
“desafíos” para el crecimiento de la industria. Así, se
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SIM 6 CIENCIAS DE LA TIERRA, EDUCACIÓN Y SOCIEDAD
orientan las soluciones de los conflictos a compensaciones
económicas de las comunidades afectadas (Gudynas, 2011).
Además, la creación de los departamentos de
responsabilidad social es insuficiente y corresponde a un
mejoramiento cosmético a la hora de comprender la justicia
ambiental. Como indica el informe de OCMAL, (2015): “es
falso que las empresas mineras desarrollen infraestructura
para las comunidades, ya que hacen obras para que transiten
los equipos y el personal de las empresas mineras; que
atiendan el derecho a la salud o educación de las
comunidades, cuando lo que hacen es mercadeo con la
pobreza, deducible de impuestos, contaminando el ambiente
y desmejorando a corto, mediano y largo plazo la salud y las
condiciones de vida de la gente”.
Por otro lado, la industria minera ha acuñado para sí el
término de minería sustentable. Sin embargo, aquí el
concepto se ha vaciado del contenido original referente al
ambiente y, en cambio, se asocia a la mantención en el
tiempo de los beneficios económicos y el alargamiento de la
vida de los proyectos (Kirsch, 2010), o más simplemente,
un “crecimiento sostenido”. Por otro lado, un proceso es
sustentable cuando puede mantenerse en el tiempo, sin
ayuda externa y sin que se produzca la escasez de los
recursos existentes. De esta manera es impensable sostener,
a menos que se intente distorsionar la realidad, que la
minería es un proceso sustentable (Acosta, 2011).
IV. Ideas finales y preguntas abiertas
El enfoque utilizado se centró en analizar las razones
ideológicas que soportan el modelo extractivista de la
minería (ideología del crecimiento) y las consecuencias
socioambientales que genera éste. Se postula que el modelo
extractivista minero es inviable en el mediano plazo ya que
presenta un nivel de producción que no tiene sustento en la
realidad material de la naturaleza. El fin último de esta
producción no es otro que el beneficio económico de un
grupo humano pequeño mientras que las graves
conflictividades socioambientales generadas son
externalizadas a los grupos periféricos violando la Justicia
Ambiental. Por otro lado, este modelo es incapaz de entregar
un bienestar duradero a la sociedad en general, toda vez que
tiende a reproducir la inequidad y relega a las generaciones
futuras a enfrentar situaciones críticas a nivel ambiental.
Se considera que una verdadera preocupación por el
bienestar social comienza con rechazar la idea de un modelo
de producción que se justifique a sí mismo y no atienda a
problemas centrados en las necesidades básicas de la gente.
La sustentabilidad no está asegurada a priori y es una tarea
política resolver el cómo satisfacer nuestras necesidades de
una forma radicalmente distinta, acorde a los límites de la
biosfera, con equidad y justicia social.
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