Valparaíso, el puerto, es tierra de poesía, bolero y valsecito peruano, y quizás después de La Boca, sea uno de los lugares donde más se valoriza el tango en su dimensión de sentimientos del arrabal. Con sus cerros hace un conjunto con los de Viña del Mar, así como un puente entre el océano y el interior.
Ingleses y alemanes se posesionaron del Cerro Alegre y algunas otras áreas, instalaron fastuosas casas que contrastan con la belleza y simplicidad de la mirada del pescador artesanal o del obrero portuario, o de las modestas casas una encima de la otra, atravesadas por elevadores y escaleras laberínticas o callejones romántico-misteriosos o las bandadas de volantines o los circos travestis o las mancomunales y sindicatos de oficios varios.
Valparaíso es como el Wallmapu, donde los dueños de haciendas y empresas madereras parecen convivir con el pueblo-nación mapuche, cuando en realidad les ponen el pié encima. Valparaíso ha sido declarado patrimonio de la humanidad, pero sólo la parte simbólica del lujo del pasado y la vergüenza del presente, las mansiones inglesas y templos de los cultos a señores en tronos, plazas de ricos y sinverguenzas. Es como que declararan patrimonio de la humanidad a los hacendados y empresas madereras del Gulumapu.
El verdadero Valparaíso es el conjunto de los cerros que se encadenan desde Achupallas-Viña del Mar hasta Playa Ancha, las caletas de pescadores desde Horcones hasta El Membrillo, y, particularmente, su gente, el porteño y la porteña, de manos y rostros curtidos por el viento y por la sal. Es un mundo donde conviven muchos mundos. De repente en un estrecho callejón perdido entre los cerros aparece una vieja placa que habla de la historia de una mancomunal, de la historia de hombres y mujeres que hacían y hacen su propia historia, su propia cultura, su idiosincrasia, su imaginario popular. Y de allí, de esas manos simples que tejen su mundo inmediato viene la identidad con otros mundos donde otros tejen el suyo. De allí la identidad con la gente del Wallmapu, la gente de la tierra, los mapuche (mapu=tierra, che=gente). De allí la identidad con la gente de los barrios pobres de Santiago, de Buenos Aires, de Sao Paulo, de Bogotá, de Ciudad de México, de Madrid, de muchas y todas partes. De allí la identidad (o la identificación) con la gente del campo, de la selva y de la montaña, de allí el puente entre Lacandona y los cerros de Valparaíso y los barrios de Santiago.
Y es allí que está la convocatoria del zapatismo, justamente a no ser zapatistas sino lo que cada uno es. Por eso tienen valor las Jornadas del Viento y la Palabra en homenaje a los 10-20 años del zapatismo que preparan diversos colectivos, personas y localidades de Santiago y Valparaíso de forma modesta pero cariñosa, donde la cultura, el cine, la canción, la poesía, los sueños, las realidades, se expresarán y entrecruzarán para enriquecer el arco iris que va hacia y desde Chiapas y hacia y desde todas partes donde brota la semilla de una flor que nadie conoce.
Antes se hacían discursos de flores diseñadas y artificiales, mustias y marchitas antes de nacer. Hoy ya ni tan siquiera quiere ser discurso, sino manos amorosas amasando las semillas, nutriéndolas y nutriéndose de afecto y ternura, extendiendo profundamente las raíces en la tierra y preparando las condiciones para abrir sus pétalos al sol de la emancipación desde su propio ser.
Santiago es una ciudad de barrios pobres donde la savia de estas semillas y raíces no se ha volcado sobre sí como que alguna vez hubiese estado afuera, sino que viene y sigue de sí misma, y ese proceso no tiene tiempos ni espacios, simplemente viene.
Los colectivos y personas que mostrarán en esas Jornadas como viven cantando y tomándose de las manos para mirarse a los ojos y descubrir allí el vellocino de oro, son apenas una pequeña muestra de la diversidad de maneras de entrelazarse y querer vivir los contactos cuerpo a cuerpo, corazón a corazón, y aún lógica a lógica, que existen en todas partes. Muchos, realmente muchos, colectivos, personas y experiencias no sabemos si estarán también haciendo estos días su homenaje silencioso mientras otros invitan en Valparaíso, Santiago y otras ciudades a todos y todas a participar de sus actividades o a generar otras, actividades abiertas a la luz de la convicción de que construyen nuevas relaciones y formas de darle valor a la palabra.
Simplemente bello.
Profesor J