La izquierda italiana en ruinas y en curso de reconstrucción

El autor ve la posible solución de la crisis de la izquierda italiana en la transferencia de parte del electorado de la antipolítica del Movimiento 5 Estrellas, sin entender que la izquierda se está acabando en todas partes y el destino de la antipolítica no es ayudarla, sino contribuir a su desmantelamiento para avanzar al no partido y al no estado basándose en el despliegue de la potencia del protagonismo social.



La izquierda italiana en ruinas y en curso de reconstrucción

Romaric Godin
08/12/2018
Sin Permiso

La izquierda italiana constituye apenas una quinta parte del electorado y está muy dividida. A falta de espacio político, la reconstrucción se presenta llena de escollos.

El 10 de noviembre de 2018, una gran multitud, en gran parte llegada en autobús desde toda Italia, se aprieta alrededor de la fuente de la Plaza de la República en Roma. Habrá más de 100,000 personas que desfilarán hacia San Juan de Letrán contra los decretos de Salvini sobre la inmigración. Estos decretos, votados por la mayoría en el Senado unos días antes, establecen la restricción del derecho de asilo y de las estructuras de recepción de los migrantes. Esta concentración de los “indivisibles” se inspira en una protesta del mismo nombre, que tuvo lugar en Berlín el 13 de octubre y está respaldada por más de 450 asociaciones, principalmente de apoyo y asistencia a migrantes, y por movimientos antirracistas.

Desde el principio los organizadores advirtieron: “No instrumentalizar” la movilización. El único político aceptado es el alcalde de la ciudad de Riace, Calabria, Domenico Lucano, detenido durante algún tiempo por su apoyo a los migrantes. Pero mientras que seis de cada diez italianos dicen apoyar al gobierno de Giuseppe Conte, una pregunta inquieta al observador de la manifestación, una pregunta que ahora es constante en el campo más amplio de la política italiana: ¿dónde está la izquierda?

En la manifestación de los “indivisibles”, se ven sin embargo, muchas banderas rojas, las de los partidos que se han sumado a la manifestación, como el Partido de la Refundación Comunista (PRC), Potere al Popolo, (PaP) o el movimiento del alcalde de Nápoles, Luigi de Magistris, Democracia y Autonomía (DemA). También hay algunos representantes de los otros partidos de izquierda. Pero las fuerzas son débiles y dispersas. Y nadie en la manifestación quiere reclamarse abiertamente de la izquierda política.

Mario viene de Cesena, en Romaña, para “defender a los migrantes con quienes trabaja y que sufren”. Se opone ferozmente al gobierno y no encuentra palabras lo suficientemente duras contra Matteo Salvini, el líder de la Liga y ministro del Interior. Pero piensa que el movimiento “no debería perderse en la política porque se perdería en las peleas” y por lo tanto, rechaza cualquier politización. Paola viene de Apulia, votó al M5S el 4 de marzo y se declara “desesperada” por la política migratoria del gobierno. Pero no quiere ni oír hablar de la izquierda. Se enfurece: “La izquierda? Cuál ? ¿La de Minniti [el ex ministro del Interior de Matteo Renzi] que perseguía a los migrantes? ¿La de quienes han apoyado todas las políticas de austeridad durante años? La discusión se detendrá ahí. La movilización antirracista ha sido un éxito. Pero su traducción política es inexistente.

Y de hecho, después de las elecciones del 4 de marzo la izquierda italiana está destrozada. Las encuestas de opinión le otorgan apenas algo más de una quinta parte de las intenciones de voto. Y su división es total. Refundación comunista (abandonada) y Potere al Popolo, aliados el 4 de marzo, se han dado la espalda. Liberi e Uguali (LeU) - la formación constituida por los rebeldes del Partido Demócrata (PD) y de otro partido a la izquierda del PD, la Izquierda ecología y libertad (Sinistra Ecologia e Libertà, SEL) - está en camino de explosión.

En el seno del Partido Demócrata debería celebrarse un congreso a principios de marzo (pero todavía no hay nada seguro) para determinar la nueva línea de un partido dividido entre la búsqueda de la visión centrista de Matteo Renzi, liderada por Marco Minniti (aunque él lo niega) ex ministro del Interior que acaba de publicar Seguridad y Libertad, donde se jacta de haber multiplicado las expulsiones de migrantes, y un ala más “socialdemócrata antigua” dirigida por el presidente de la región del Lacio, Nicola Zingaretti. Pero más allá de estas dos tendencias hay una “multiplicación ridícula de candidaturas”, dice el director de L’Espresso, Marco Damilano. Las divisiones dentro del la PD son tan profundas que no se puede descartar una nueva escisión.

¿Y entretanto? Mientras que el gobierno de Conte despliega sus medidas y ocupa el terreno; mientras que Matteo Salvini ocupa un lugar creciente en la vida política; mientras que la dirección del M5S intenta asegurarse el apoyo de su electorado popular, la izquierda política “no dice nada, no hace nada, no tiene nada que ofrecer y ha desaparecido del debate público “, resume Gianfranco Pasquino, politólogo y profesor emérito de la Universidad de Bolonia. Andrea Mastandrea, periodista del diario de izquierda Il Manifesto, admite que “la izquierda tiene una gran dificultad para decir algo frente al gobierno”. En el Parlamento, los 18 diputados LeU son muy poco audibles y están muy divididos, mientras que el PD, el principal partido de la oposición, se contenta con transmitir las críticas de Bruselas contra el déficit presupuestario y se muestra discreto sobre el resto, especialmente sobre la seguridad y la inmigración, temas que lo dividen profundamente.

A lo largo de la manifestación de los “indivisibles”, varias paredes de carteles recuerdan las divisiones de la izquierda italiana. El Partido Demócrata (PD) apela a votar sí en el referéndum local sobre la apertura del transporte público romano a la competencia. Ante la desesperación de otros partidos de izquierda, que piden votar no para defender la corporación local, la Atac, ya muy deficiente.

Una izquierda dividida y paralizada, frente a una población que ya casi no quiere ni oír hablar de ella. La situación es apocalíptica. Y paradójica para un país que, entre 1946 y 1992, tenía uno de los partidos comunistas más poderosos de Europa Occidental y fue un laboratorio de la izquierda radical durante la década de 1970. ¿Qué sucedió? ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Para entenderlo hay que retroceder en el tiempo. La descomposición de la izquierda italiana es el resultado de un doble proceso.

El primero es bien conocido, incluso fuera de Italia, pero en Italia es particularmente vivo. Es la crisis de la socialdemocracia, que golpeó duramente al sucesor del Partido Comunista Italiano (PCI). Este último, cuando se transforma en PD en 2007, ya se ha convertido en gran parte a las tesis blairistas y se situa, con la absorción de elementos de la antigua Democracia Cristiana (DC), con la que está aliado desde los años 1990, en posiciones muy centristas. Este posicionamiento se acentuó aún más con el apoyo, en 2011, al gobierno austericida de Mario Monti y la llegada al poder, a finales de 2013, de Matteo Renzi. Lógicamente, las víctimas de las “reformas” de esta política apoyada o animada por el PD, a menudo votantes tradicionales de izquierda, se han alejado de él. El PD ha pasado en diez años del 33,2% al 18,7% de los votos.

Esta crisis, sin embargo, no se tradujo en un fortalecimiento de la izquierda radical. Y es el segundo proceso el que explica las dificultades actuales de la izquierda italiana. A principios de la década del 2000, Italia experimentó un fuerte movimiento altermundialista, que se afirma durante los disturbios al margen de la cumbre del G8 en Génova en 2001. En 2006, la izquierda radical agrupa entre un10 y un 13% del electorado que se agrupa esencialmente en torno a los dos partidos postcomunistas, Refundación comunista y los Comunistas italianos. En ese momento, el ex-PCI también incluye un ala izquierda mucho más fuerte que la actual.

Pero este potencial colapsará después de la experiencia del último gobierno de Romano Prodi (2006-2008), apoyado por toda la izquierda, incluida la radical. Los postcomunistas ingresan en el gobierno, el líder de Refundación Fausto Bertinotti ocupa la presidencia de la Cámara de Diputados. El efecto es devastador: la izquierda radical aparece como parte del sistema y ayuda a derribar a Prodi y a devolver a Berlusconi al poder. Está ampliamente desacreditada por la opinión pública. Angelo Mastandrea recuerda el impacto de esta experiencia en la izquierda radical: “Il Manifesto ha perdido 10,000 ejemplares al día en un año y el discurso de la izquierda ha dejado de responder a las preocupaciones de los jóvenes y de las víctimas de la austeridad”. En las elecciones de 2008, la izquierda radical se une y obtiene el 3,1% de los votos, tres veces menos que el porcentaje de estos partidos en 2006.

Sobre estas ruinas nació el Movimiento Cinco Estrellas (M5S), que floreció a partir de los años 2008-2010 sobre los temas clásicos de la izquierda radical: la ecología, la retirada de los servicios públicos, el empleo precario. El vacío dejado por los partidos de izquierda fue llenado por este movimiento, percibido como mucho más auténticamente antisistema. Así se convirtió en el primer partido entre los trabajadores, los precarios y los desempleados. “El M5S ha capturado la rabia de los votantes que podrían haber ido a la izquierda”, resume Angelo Mastandrea.

Mientras el M5S ampliaba su base electoral y aparecía como una alternativa política real, la izquierda radical tradicional, a pesar de las numerosas divisiones de la PD y un contexto socioeconómico favorable, se sintió ahogada, incapaz de responder a este desafío. “En los últimos años, la izquierda se ha equivocado en toda la línea, no ha sabido representar una alternativa al sistema”, dice Giacomo Russo Spena, autor y periodista especializado en la izquierda italiana y europea. La ruptura con las clases populares se ha consumado. La acusación de “radical chic”, el equivalente italiano de “gauche- bobo” o “izquierda caviar”, se ha convertido en algo común. Así pues, la izquierda radical ha vegetado. El 4 de marzo, LeU y Potere al Popolo obtuvieron el 4,5% de los votos. Es, para Salvatore Cannavò, subdirector del diario Il Fatto Quotidiano, una “derrota histórica” de la que la izquierda italiana sale “en ruinas”.

¿Cómo reconstruir la izquierda?

“¿Por quién votar cuando se es de izquierdas?” se pregunta Giacomo Russo Spena. Para él, LeU tenía “poca credibilidad”: “¿Se puede esperar seriamente cambiar el sistema con personas como Massimo d’Alema [ex ejecutivo de ICH, elegido diputado en 1987, presidente del Consejo en 1998 y uno de los fundadores de LeU? - Nota del editor] que lo han mantenido durante tanto tiempo? En cuanto a la izquierda más radical representada por Potere al Popolo, se muestra, según Giacomo Russo Spena, “demasiado cerrada sobre sí misma, sobre sus luchas militantes y sobre posiciones ideológicas alejadas de los problemas cotidianos de la gente”. “Estamos huérfanos de representación política”, concluye.

No es el único. En los movimientos sindicales, por ejemplo, se insiste actualmente en romper cualquier vínculo orgánico entre las autoridades centrales y la política. En un país donde, bajo la primera república (1946-1992), cada partido importante tenía “su sindicato”, Michele de Palma, líder nacional de Fiom-Cgil, una de las principales centrales industriales del país, insiste en “la independencia del movimiento sindical”. “Estamos dispuestos a abandonar los lugares de trabajo, las empresas, para construir nuestra acción, al mismo tiempo que seguimos defendiendo nuestros valores humanistas”, añade, advirtiendo que su sindicato “no participará en la reconstrucción de la izquierda italiana”. No es de extrañar, ya que muchos miembros del sindicato, especialmente en la industria, defienden al gobierno actual. Pero además, como nos recuerda Giacomo Russo Spena, “los sindicatos son parte del sistema y del desprestigio de la izquierda, son parte del problema, no de la solución”.

Esta solución, ¿cual puede ser? “La pregunta a la que debemos responder es cómo reconstruir una izquierda popular de gobierno”, dice Arturo Scotto, un ex miembro del SEL que se unió a LeU y que ahora considera necesario retomar la problemática del trabajo para responder a las preocupaciones de las clases populares. Para Giacomo Russo Spena, se trata de “definir un sujeto político creíble, que sale de una izquierda política que pierde el tiempo rompiéndose en discusiones auto-referenciales”. No estoy seguro de que todos estén de acuerdo. En cualquier caso, todos están de acuerdo en un punto: el proceso será largo, muy largo. Y la tarea, inmensa.

Sin embargo, hay quien entrevé una esperanza a través de una doble oportunidad que podría reabrir un espacio político en la izquierda. La primera sería que el PD se comprometiera claramente con una oposición de izquierda rompiendo, con ocasión de su congreso, con la tendencia centrista y renzista. A partit de ahí se podrían hacer acuerdos con LeU y otros partidos de izquierda para construir una oposición a la izquierda del actual gobierno y romper con la práctica del poder de los gobiernos de Renzi y Gentiloni. “Parte de la izquierda, incluida LeU, está esperando este punto de inflexión del PD”, dice Salvatore Cannavò. “Hace falta que el PD abandone las recetas de Renzi, que no son más que las recetas recalentadas de una tercera vía aplicadas durante los últimos veinte años”, continúa Arturo Scotto, para quien, en este caso, la izquierda de gobierno podrá comenzar a hablar nuevamente a quienes se unieron al M5S.

Es precisamente la segunda oportunidad la que podría surgir: el abandono del M5S por parte de sus electores más izquierdistas. Este éxodo parece haber comenzado, ya que en las encuestas de opinión, el M5S pierde de 3 a 5 puntos respecto al 4 de marzo. Es poco, de momento, y concierne efectivamente a quienes, como Paola, de la manifestación de los “indivisibles”, rechazan directamente la alianza con un partido xenófobo como la Liga.

Pero Arturo Scotto cree que esto es solo el comienzo. “La crisis del M5S es inevitable”, dice, aunque advierte que será progresiva. Si el movimiento continúa su alineación progresiva con la Liga, permanece en una alianza cada vez más dominada por Matteo Salvini y no hay resultados a la vista, se podría crear un nuevo espacio. Recordemos que el 48% del 32.5% de los votantes del M5S se definen como de “izquierdas”. Para Arturo Scotto, las cartas se juegan principalmente en el sur, el bastión de los “Pentastellati” que se han impuesto en dos temas: la lucha contra los privilegios y la corrupción y la justicia. Dos temas donde las decepciones podrían ser vivas.

Pero en el Mezzogiorno, habrá que contar con un competidor temible: la Liga. Porque si, hasta ahora, este partido aún no está presente en esta región, las cosas están cambiando y esto explica la casi duplicación de las intenciones de voto para este partido. “La Liga está ganando terreno en el sur”, dice Angelo Mastandrea. Para Arturo Scotto, diputado de la Campania, la rebelión en el Sur a menudo va seguida de la búsqueda de un hombre providencial que podría beneficiar a Matteo Salvini.

Nada estará garantizado, pues. Será necesario, y podemos imaginar la dificultad de la maniobra, recuperar una imagen antisistema que la izquierda ha perdido y que la Liga ha logrado mantener a pesar de su larga participación en los gobiernos de Berlusconi.

Esta es la razón por la que muchos ahora se dirigen a Luigi de Magistris, el alcalde de Nápoles. El hombre tiene las características requeridas a priori. No es un cacique de la izquierda radical. Es un ex juez que se oponía a la ‘Ndrangheta, la mafia de Calabria, y fue desplazado por el estado. Fue elegido brillantemente en 2009 en las elecciones europeas en la lista de La Italia de los Valores(IdV), el partido de centro- izquierda del juez anticorrupción Antonio di Pietro. En 2011, conquistó, al margen de cualquier partido, la alcaldía de Nápoles en base a su proximidad a los ciudadanos y un programa de cambio moral profundo en la administración de la ciudad. Fue reelegido con el 67% en 2016 en una ciudad que votó 53% M5S el 4 de marzo.

Así pues, sobre el papel, Luigi de Magistris lo tiene todo para tener éxito: un perfil profundamente antisistema, la ausencia de vínculos con los partidos de izquierda y un anclaje en una ciudad que también vota M5S. Podría probar suerte en las elecciones europeas: ya a principios de noviembre lanzó una “llamada” y se da hasta el 1 de diciembre para evaluar si se cumplen las condiciones para lanzarse a la batalla de las elecciones europeas. Entre estas condiciones, tiene la intención de ofrecer un espacio a los partidos, pero prohibiéndoles dirigir la campaña. “Es un procedimiento similar al de Ada Colau en Barcelona y es su modelo en Nápoles”, dice Giacomo Russo Spena, que está preparando un libro sobre el magistrado y para el cual el enfoque de Luigi de Magistris es claramente “populista de izquierda” .

El hombre ha forjado su fuerza en Nápoles con su relación directa con la población. Este magistrado laico ha participado, por ejemplo (con Luigi Di Maio, el líder del M5S, que es muy religioso) en la famosa procesión napolitana del milagro de San Gennaro (”San Enero”) durante la cual se licúa la sangre del santo. “Quiere estar donde está la gente”, dice Giacomo Russo Spena. Pero, el milagro napolitano ¿es transponible a nivel nacional? Nada es menos cierto. Arturo Scotto duda: “No creo que la izquierda sea salvada por un hombre providencial, hay que recomenzar desde abajo”, insiste. Si decide el 1 de diciembre ir a las europeas, podría ser una prueba a escala real de la capacidad del alcalde de Nápoles para ser una de las posibles salvaciones de la izquierda. A partir del10%, se podría crear una dinámica.

Paradójicamente, uno de los apoyos de la izquierda podría provenir de uno de sus enemigos históricos: la Iglesia Católica. Varios círculos católicos están en contra de la política del gobierno sobre la inmigración y Europa. El diario de los obispos italianos Avvenire se ha convertido en uno de los más virulentos contra el M5S y la Liga y emitió, el 5 de noviembre, un llamamiento para “concretar una acción política” y proporcionar los criterios para un posible apoyo a los partidos políticos. Es cierto que todavía estamos lejos de un programa de la izquierda. Es cierto que esta oposición católica hay que enmarcarla en el contexto más amplio de la lucha de influencia que se desarrolla en el Vaticano alrededor del papa Francisco. Pero esta resistencia católica podría crear un nuevo espacio político para una izquierda “populista” más abierta, que se ocupara de la lucha contra las desigualdades y se preocupara de la suerte de los migrantes. Giacomo Russo Spena subraya, a este respecto, que Luigi de Magistris ha insistido mucho en que los representantes de la Iglesia aparezcan a su lado.

Una incertidumbre continua presente: la elecciones europeas ¿son las más apropiadas para una dinámica de este tipo? En un país que se ha convertido en el más euroescéptico de la UE y donde las críticas a la misma las lleva a cabo ahora un gobierno que está a punto de entrar en conflicto con la Comisión, ¿puede la izquierda reclamar su originalidad más allá de la alineación, por ahora sistemática, de la PD a Bruselas?

“La izquierda italiana es tradicionalmente muy europeísta”, señala Arturo Scotto. Ciertamente, el diputado electo en la lista de LeU en marzo, ex viceministro PD de economía, Stefano Fassina, creó en agosto un movimiento izquierdista de izquierda llamado Patria y Constitución. Pero su audiencia es mínima y sus posiciones se acercan cada vez más a las de la coalición gobernante. La vía es pues estrecha, aquí como en otras partes de Europa, entre lo que Arturo Scotto llama “el eurocretinismo” de algunos y el rechazo absoluto de la UE, que equivale a alinearse con el gobierno. La posición de la izquierda radical el 26 de mayo podría retomar la de la “Lista Tsipras” de 2014 que había adoptado una posición crítica pro-europea (y obtuvo el 4% de los votos). Luigi de Magistris cuenta con el apoyo del ex ministro griego de finanzas, Yanis Varoufakis. Pero esta posición también es oficialmente la del gobierno de Conte, del M5S y de parte de la Liga. Por lo tanto, habrá que ser más convincente para evitar el “voto útil” hacia los partidos gubernamentales.

La izquierda italiana es una obra en curso de construcción. La reconstrucción es ciertamente posible, pero será larga y difícil. En otro tiempo bastión de la izquierda europea, Italia podría buscarse todavía durante mucho tiempo una salida fuera de la oposición entre soberanistas de derecha y neoliberales.