Río que suena

La poesía moderna está de guardia, en las barricadas, y se propaga sin cesar.



Río que suena
Hermann Bellinghausen
La Jornada

La poesía no tiene la culpa de nada, salvo de ser mala, cuando lo es. Ello no significa que sea inocente, ni siquiera cuando es ingenua. La modernidad avasallada que vivimos y nos rodea con potentes medios y plataformas a escala masiva, o al menos abundante, ha llevado a la poesía por cauces inauditos donde se canta, musicaliza, grita, se rima sincopada y ripiosa sin ningún pudor, o se desmiembra en lírica ignorancia de las formas y de la lengua que la origina. Al mismo tiempo protagoniza los más imaginativos libros y revistas en tiempos que, dicen, la letra impresa, la página física y el idioma propio se extinguen. Pero la poesía moderna está de guardia, en las barricadas, y se propaga sin cesar.

La revista Blanco móvil, editada en Ciudad de México durante más de 30 años, erige una barricada hospitalaria y contundente para la buena literatura, mediante dosis constantes de poesía, relato, ensayo, reseña y gráfica (en ese orden de importancia) con apertura y variedad incomparables. Eduardo Mosches, editor en jefe, taza de café en mano ha conducido el trayecto con el pulso y el compromiso de un poeta. Resultado de la aventura es el libro Del río que corre (Libros del Marqués, México, 2017), apenas una probadita de lo aparecido en Blanco Móvil desde 1988.

Hoy día las antologías están condenadas a la insuficiencia. Se ha vuelto impracticable una selección estricta, siempre parcial según el formato de cofradía que dominó la poesía mexicana del siglo XX, con la antología de Jorge Cuesta y Poesía en movimiento como sus modelos inapelables. Para prueba, véase la selva de autodenominadas antologías que se vienen publicando. Jorge Fernández Granados enumera más de 60 antologías contemporáneas mexicanas posteriores a 1980 (De los pioneros a los epígonos, América sin Nombre número 23, 2018). Es un hecho que se ha perdido el centro (¿estamos ante una liberación?), y el llamado canon hace agua, entre lo viejo que pierde vigencia (la posteridad siempre es ruda) y lo nuevo que lo desborda. Las generaciones mayores se aferran a una brújula herrumbrosa, y los nuevos autores, dispersos y, en creciente número, dispersas, usan geolocalizadores de bolsillo y no necesitan brújula.

Son días de cambio. Su pronóstico es difícil pero, al menos en poesía, promisorio. Porque la poesía siempre es la misma, y como repetía el fluvial Luis Cardoza y Aragón, es la única prueba concreta de la existencia del hombre (hoy la corrección política añadiría: y de la mujer). Del río que corre resulta una travesía que, entre el azar y la necesidad, busca y descubre pequeños tesoros de una tradición marcadamente latinoamericana que no se interrumpe.

Siguiendo itinerarios móviles, como su nombre indica, Blanco móvil ha recogido y dado creativo lugar a poemas y poetas muy diversos. En cuanto a México, el aporte es incalculable: dio lugar a poetas jóvenes y no tanto de muchas entidades federativas, fue pionera en la difusión de la escritura en lenguas originarias y es la fecha que hospeda a las generaciones vivas. Su registro nos confirmó que en Argentina hay vida después de Borges, que los autores del portugués (Portugal, Brasil y Angola), de Cuba, Chile, Uruguay, Venezuela, Puerto Rico, las latitudes del hebreo y el yidish, el catalán, el rumano o el italiano, pueden vivir entre nosotros sin la pretensión clasista y de capilla burguesa a las que nos han querido someter las editoriales y revistas inmanentes durante las décadas pasadas. Donde éstas escriben arrogancia y cerrazón Blanco móvil escribe curiosidad y generosidad; además de ser móvil, ejerce un sólido gusto literario, algo que tampoco tiene dueño en México, y menos ahora que todo se reaprende. No son pocos los jóvenes que se entusiasman con el Siglo de Oro, los clásicos griegos y las vanguardias. El conocimiento y el canto no desaparecerán. No morirá la flor de la palabra, pues.

Por los cauces del río que corre van versos que nos hacen compañía, concatenando en libertad a Montejo, Gelman, Zurita, Chihuailaf, Cardoza, Juarroz, Pizarnik, Amijai, Bañuelos, Peri Rossi, Deniz, Seligson, Milán, Ibargoyen, Bracho, Eliseo Diego, Kozer, Martins y el hermoso etcétera de una barca que nos invita a navegar río abajo.