Ciudades rebeldes. Del derecho de la ciudad a la revolución urbana. Libro completo. Parte II

El sistema no sólo está descompuesto y al descubierto, sino que parece incapaz de ninguna otra respuesta que no sea la represión. Por eso nosotros, el pueblo, no tenemos otra opción que luchar por el derecho colectivo a decidir como reconstruir el sistema y con que hechuras. El partido de Wall Street tuvo su oportunidad y ha fracasado miserablemente. La construcción de una alternativa sabre sus ruinas es tanto una oportunidad como una obligación insoslayable que ninguno de nosotros puede ni querría siquiera evitar.



CAPITULO CUATRO El arte de la renta

El mimero de trabajadores dedicados a las actividades y producciones culturales ha aumentado considerablemente durante las ultimas decadas (de unos 1 50.000 artistas registrados en Ia region metropolitana de Nueva York a principios de Ia decada de 1980 a mas del doble en este momenta), y sigue creciendo. Constituyen el nucleo creativo de lo que Daniel Bell llama «la masa cultural» (no los creadores, sino los transmisores de Ia cultura en los medias y otros lugares)1, y su actitud polftica ha ido cambiando con los afi.os. Durante la decada de 1960 las escuelas y talleres de arte eran un vivero de discusiones radicales, pero la pacificacion y profesionalizacion subsiguiente ha menguado notablemente su capacidad subversiva. Por mas que Ia estrategia y el pensamiento socialista necesiten una reconfiguracion, revitalizar tales instituciones como centros de compromiso politico y movilizar la capacidad polftica y agitadora de los productores culturales es con seguridad un objetivo valioso para Ia izquierda. Aunque hoy dfa dominan incuestionablemente Ia comercializacion y los incentivos de mercado, entre los productores culturales hay muchos descontentos y corrientes disidentes que pueden fertilizar ese campo, abriendolo a Ia expresion crftica y a Ia agi­tacion polftica para Ia produccion de un nuevo tipo de bienes comunes.

1 Daniel Bell, The Cultural Contradictions of Capitalism, Nueva York, Basic Books, 1978, pp. 20; David Harvey, The Condition of Postmodernity, cit., pp. 290-291, 347-349; Brandon Taylor, Modernism, Postmodernism, Realism: A Critical Perspective for Art, Winchester, Winchester School of Art Press, 1987, p. 77.
La cultura es un bien comun y es innegable que se ha convertido en una especie de mercancia. Aun asi, tambien es general la creencia de que en ciertos productos y acontecimientos culturales (ya sea en las artes plasticas o en el teatro, la musica, el cine, la arquitectura o mas en general en ciertas formas de vida, tradici6n, recuerdos colectivos y comunidades afectivas) hay alga especial que los diferencia de las mercancias ordinarias como las camisas o los zapatos. Aunque la frontera entre unos y otros tipos de mercandas sea muy porosa (quiza cada vez mas), hay todavia razones para mantener entre ellos una distancia analitica. Puede suceder, par supuesto, que distingamos los artefactos y acontecimientos culturales porque no podemos sino pensarlos como autenticamente diferentes, situados en un plano mas elevado de la creatividad y la sensibilidad humana que las mercancias producidas y consumidas en masa; pero aun si prescindimos de cualquier residua de quimeras ilusorias (a menudo respaldadas por poderosas ideologias), todavia queda alga muy especial en esos productos denominados «culturales». Los estudios y galerias de arte y los cafes y bares donde los musicos se encuentran para tocar no son lo mismo que las tiendas de ropa aunque para seguir existiendo tengan igualmente que obtener beneficios suficientes para pagar el alquiler del local. Como se puede reconciliar entonces el estatus mercantil de tantos de esos fen6menos con su caracter especial?
RENTA DE MONOPOLIO Y COMPETENCIA
A los propios productores culturales, habitualmente mas interesados par las cuestiones de estetica, los valores afectivos, la vida social y los sentimientos (a veces dedicados ellos mismos incluso al arte par el arte, como se solia decir), un termino como «renta de monopolio» les puede parecer demasiado tecnico y arido como para incluir alga mas alia que los posibles dlculos del financiero,
el promotor, el especulador inmobiliario y el propietario de tierras, pero espero mostrar que tiene una importancia mucho rnayor; que, adecuadamente planteado, puede generar ricas interpretaciones de los muchos temas practicos y personales que brotan del nexo entre la globalizacion capitalista, los desarrollos politicoeconomicos locales y Ia evolucion de los significados culturales y los val ores esteticos2•
Toda renta se basa en el monopolio de alglin bien por determinados propietarios privados. La renta de monopolio surge porque ciertos agentes sociales pueden obtener una mayor corriente de ingresos durante un tiempo dilatado en virtud de su control exclusivo sabre alglin articulo directa o indirectarr..ente comercializable que es en ciertos aspectos cruciales unico e irreproducible. Hay dos situaciones en las que esa categoria cobra mayor importancia. La primera es aquella en que determinados agentes sociales controlan alglin recurso, mercanda o Iugar con cualidades especiales, lo que les permite, en relacion con cierto tipo de acti­
vidad, extraer rentas de monopolio de quienes desean usarlo. En el campo de Ia produccion, argumenta Marx, el ejemplo mas ob­
vio es el de los vifiedos que producen un vino de extraordinaria calidad que se puede vender con un precio de monopolio. En esas
circunstancias, «el precio de monopolio crea Ia renta»3• La version relacionada con la ubicacion vendria dada por su centralidad (para el capitalista comercial) con respecto, digamos, a Ia red de transportes y comunicaciones, o su proximidad (en el caso, por ejemplo, de una cadena hotelera) a alguna actividad muy concentrada (como puede ser Ia de un centro financiero). El capitalista comercial y el hotelero estan dispuestos a pagar un suplemento por el uso de determinado terreno que les ofrece esas ventajas.
Esos son casas indirectos de renta de monopolio, en los que no es la tierra, el recurso o el Iugar con cualidades unicas lo que se negocia, sino la mercanda o el servicio producido mediante su uso. Pero tambien puede monopolizarse directamente la tierra, el

2 La teorfa general de Ia renta a Ia que apelo Ia expuse en David Harvey, The Limits to Capital, cit., cap. 1 1.
3 Karl Marx, El Capital, volumen 3, tomo 3, Madrid, Aka!, 2000, p. 2 14.
recurso o activo en cuesti6n (como cuando se venden viiiedos 0 propiedades inmobiliarias a capitalistas y financieros multinacionales con prop6sitos especulativos). Se puede generar escasez apartando esa tierra, recurso o activo de su uso corriente y especulando sobre su valor futuro. La renta de monopolio de ese tipo se extiende a la propiedad de obras de arte, como un Rodin o un Picasso, que se pueden comprar y vender (como se hace cada vez mas) como inversiones. Es la unicidad del Picasso o de determi­
nado Iugar la que constituye a este respecto la base para el precio del monopolio.
Las dos formas de renta de monopolio a menudo se solapan. Un viiiedo (con su ch!iteau y su situaci6n geografica tinicos) famoso por sus vinos puede cotizarse directamente con precio de monopolio, como lo pueden hacer los vinos de sabor unico producidos en ese terroir. Se puede comprar un Picasso para obtener un beneficia y luego arrendarlo a algtin otto que lo exhibe cobrando un precio de monopolio. La proximidad a un centro financiero puede dar Iugar a un provecho directo o tambien indirecto, arrendando el terreno a una cadena hotelera que lo utiliza para sus propios prop6sitos. Pero la diferencia entre esas dos formas de renta es importante. Es poco probable (aunque no imposible) ob­
tener una renta directa de la abadia de Westminster o del palacio de Buckingham (hasta los mas ardientes privatizadores podrian mostrarse reacios a ello ); pero con ellos se pueden hacer negocios,
y se hacen, mediante las practicas comercializadoras de la industria turistica ( o en el caso del palacio de Buckingham, por la propia reina).
La categoria de la renta de monopolio encierra dos contradicciones, ambas importantes para el argumento que sigue. En primer Iugar, aunque Ia unicidad y Ia particularidad son cruciales en Ia definicion de «cualidades especiales», el requisito de comercialidad implica que ninglin articulo puede ser tan unico o tan especial como para quedar enteramente fuera del calculo monetario. Un Picasso tiene que tener un valor monetario, como lo deben tener un Monet, un Manet, un producto de arte aborigen, un arrefacto arqueol6gico, un edificio hist6rico, un monumento antiguo, un templo budista o la experiencia de descender en canoa
por el Colorado, de visitar Estambul o de escalar el Everest. Como evidencia esa lista, puede haber cierta dificultad con respecto a la «formaci6n de mercado» en esos negocios, ya que aunque se han formado mercados en torno a las obras de arte, y en alguna medida en torno a los objetos arqueol6gicos, hay en esa lista varios articulos dificiles de incorporar directamente a un mercado (ese problema afecta, por ejemplo, a la abadia de Westminster). Muchos articulos pueden no ser faciles de comercializar ni siquiera indirectamente.
La contradicci6n a ese respecto es que cuanto mas facilmente comercializables son esos articulos, menos Unicos y especiales resultan. En algunos casas la propia comercializaci6n tiende a destruir sus cualidades Unicas (particularmente si depend en de factores como su inaccesibilidad o lejania, la pureza de algunas experiencias esteticas y casas parecidas). Mas en general, cuanto mas facilmente comercializables son tales articulos o acontecimientos (sometidos a la reproducci6n mediante capias, plagios, imitaciones o simulacros), menos base ofrecen para una renta de monopolio. Recordare aqui al estudiante que se quejaba de su experiencia en Europa, comparada con una visita a Disney World.
En Disney World todos los paises estan muy cerca unos de otros y ofrecen lo mejor de cada uno de ellos. Europa es en cambio muy aburrida. La gente habla extrafias lenguas y las cosas estan sucias. A veces no ves nada interesante alii durante dias, mientras que en Dis­
ney World sucede algo diferente cada minuto y Ia gente es feliz. Es mucho mas divertido. Est:i bien disefiado4•
Aunque pueda parecer un argumento ridiculo, vale la pena reflexionar sabre la forma en que Europa esta tratando de redisefiar-

-+ Citado en Douglas Kelbaugh, Common Place, Seattle, University of Washington Press, 1997, p. 5 1 .
se siguiendo los estandares de Disney (y no solo en beneficia de los turistas estadounidenses); pero -y ahi esta el nucleo de Ia contradicci6n- cuanto mas se «disneyfica» Europa, menos linica y excepcional es. La insulsa homogeneidad que acompafia a Ia pura comercializaci6n borra las ventajas del monopolio; los productos culturales se diferencian cada vez menos de otras mercancias. «La avanzada transformaci6n de los bienes de consumo en productos empresariales o “articulos con marca registrada” que mantienen un monopolio sabre los valores esteticos -escribe Wolfgang Haug- ha des­
plazado a los productos elementales o “genericos”, [de forma que] Ia estetica mercantilizada [se extiende] cada vez mas hacia los sectores culturales»5• Reciprocamente, todo capitalista trata de persuadir a los consumidores de las cualidades linicas e irreproducibles de sus productos (de ahi las marcas, Ia publicidad, etcetera). Las presiones desde ambos Iadas amenazan exprimir las cualidades Unicas que subyacen bajo las rentas de monopolio. Asi pues, para sostener y realizar estas ultimas debe hallarse alglin media para mantener como suficientemente linicos y particulares algunos articulos o lugares (mas adelante reflexionare sabre lo que esto podria significar) a fin de mantener una ventaja monopolista en una econornia mercantilizada y a menudo ferozmente competitiva.
(Pero por que se toleran, e incluso se consideran deseables en un mundo neoliberal donde se supone que dominan los mercados competitivos, monopolios de ninglin tipo? Aqui encontramos Ia segunda contradicci6n que resulta ser en su raiz una imagen especular de Ia primera. La competencia, como observ6 hace mucho tiempo Marx, tiende siempre al monopolio (u oligopolio), simplemente porque Ia supervivencia de los mas h:ibiles o mejor dotados en Ia guerra de todos contra todos elimina a las empresas debiles6•

5 Wolfgang Haug, Commodity Aesthetics, Working Papers Series, Department of Comparative American Cultures, Washington State University, 2000, p. 13.
6 Las ideas de Marx sobre la renta de monopolio estan resumidas en D.
Harvey, The Limits to Capital, cit., cap. 5.
Cuanto mas feroz es Ia competencia, mas rapida es Ia tendencia hacia el oligopolio o el monopolio. Por eso no es ninguna casualidad que Ia liberalizaci6n de los mercados y Ia apologia de Ia competencia de mercado durante los ultimos afi.os haya producido una increfble centralizaci6n del capital (Microsoft, Rupert Murdoch, Bertelsmann, servicios financieros y una oleada de absorciones y fusiones en las lfneas aereas, el pequefi.o comercio e incluso en sectores mucho mas antiguos como los del autom6vil, el petr6leo y otros). Esa tendencia se reconoce desde hace tiempo como un rasgo preocupante de Ia dinamica capitalista, y de ahi Ia legislaci6n antitrust en Estados Unidos y el trabajo de la Comisi6n de Monopolios y Fu siones en Europa; pero son defensas muy deb iles frente a una fuerza abrumadora.
Esa dinamica estructural no tendria la importancia que tiene de no ser por el hecho de que los capitalistas fomentan activamente los poderes monopolistas, con los que obtienen un control de gran alcance sobre la producci6n y la comercializaci6n y la estabilidad de sus negocios que les permite un calculo racional y una planificaci6n a largo plazo, Ia reducci6n del riesgo y Ia incertidumbre, y mas en general les garantiza una existencia relativamente pacifica y sin grandes perturbaciones. La mano visible de la empresa, como la denominaba Alfred Chandler, ha tenido por tanto mucha mas importancia para la geografia hist6rica del capitalismo que la mano invisible del mercado tan alabada por Adam Smith, elogiada ad nauseam durante los Ultimos afi.os como principio rector de la ideologia neoliberal de la globalizaci6n contemporanea7•
Pero es ahi donde aparece mas claramente la imagen especular de la primera contradicci6n: los procesos de mercado dependen decisivamente del monopolio individual de capitalistas (de todo tipo) sobre la propiedad de los medios de producci6n, incluidas las finanzas y la tierra. Toda renta, recordemos, es la retribuci6n del poder de monopolio de la propiedad privada de alglin bien

7 Alfred Chandler, The Visible Hand: The Managerial Revolution in American Business, Cambridge, Harvard University Press, 1977.
crucial, desde Ia tierra hasta una patente, que resulta por tanto el punta de partida y de llegada de toda actividad capitalista. En Ia propia base de cualquier comercio capitalista existe un derecho juridico no comercializable, que convierte en un importante problema para los mercados capitalistas Ia opci6n de no comerciar (acaparar, retener, cicatear). La pura competencia de mercado, el intercambio libre de mercancias y Ia perfecta racionalidad del mercado son pues instrumentos bastante raros y cr6nicamente inestables para coordinar las decisiones de producci6n y consumo. El problema es mantener suficientemente competitivas las relaciones econ6micas al mismo tiempo que se mantienen los privilegios de monopolio individuales y de clase de Ia propiedad privada que constituyen el fundamento del capitalismo como sistema politicoecon6mico.
Esta ultima cuesti6n exige mayor elaboraci6n para profundizar en el tema. Se suele suponer, err6neamente, que Ia mayor capacidad de monopolio es Ia que resulta de Ia centralizaci6n y con­
centraci6n del capital en las megacorporaciones, mientras que el predominio de Ia pequeiia empresa caracterizaria supuestamente a un mercado competitivo. Seglin ese criteria el capitalismo, en otto tiempo competitivo, se ha ido monopolizando cada vez mas con el tiempo. Este error deriva en parte de una aplicaci6n me­
canica de los argumentos de Marx con respecto a la «ley de la tendencia a Ia centralizaci6n del capital», que ignora el contraargumento de que la centralizaci6n «traeria pronto Ia ruina de la producci6n capitalista si no fuera por tendencias que Ia contrarrestan y que tienen un continuo efecto descentralizador»8• Pero tambien se ve apoyado por una teoria econ6mica de Ia empresa que ignora en general su contexto espacial y localizado, aunque acepta (en las raras ocasiones en que se digna considerar el problema) que Ia ventaja de la localizaci6n supone una «competencia monopolista».

8 Karl Marx, El Capital, Volumen 3, tomo 1, Madrid, Akal, 2000, p. 324.
Vease tambien D. Harvey, The Limits to Capital, cit., cap. 5.
Durante el siglo XIX, por ejemplo, el cervecero, el panadero y el fabricante de candelas estaban todos ellos protegidos en buena medida frente a Ia competencia en los mercados locales por los
elevados costes de transporte. Por todas partes y en todos los sectares, desde Ia energia al abastecimiento alimentario, habia poderes de monopolio local (aunque las empresas fueran de pequeiio tamaiio) muy dificiles de quebrantar. En ese sentido, el capitalismo a pequeiia escala del siglo XIX era mucho menos competitivo que el actual. Es en este punto en el que entran, como variables determinantes, los cambios en Ia situaci6n del transporte y las comunicaciones. A medida que se debilitaban las barreras espaciales debido a Ia inclinaci6n capitalista a «aniquilar el espacio mediante el tiempo» [die Vernichtung des Raums durch die Zeit}, muchas industrias y servicios locales perdieron su protecci6n local y sus privilegios de monopolio9• Se vieron obligadas a competir con productores de otras localidades, al principios relativamente pr6ximas pero mas adelante mucho mas lejanas.
La geografia hist6rica del comercio de Ia cerveza es muy instructiva a este respecto. Durante el siglo XIX la mayoria de la gente consurnia cerveza local porque no tenia otra opci6n. A finales del siglo XIX Ia producci6n y el consumo de cerveza en Inglaterra se habia regionalizado en una medida considerable, y asi permaneci6 hasta la decada de 1960 (las importaciones del extranjero, con excepci6n de Ia Guinness, eran practicamente inexistentes). Pero luego el mercado se hizo nacional (aparecieron en Londres y en el sur Newcastle Brown y Scottish Youngers), antes de hacerse intemacional (se pusieron de moda de repente las cervezas im-

9 Karl Marx, Grundrisse, Harmondsworth, Penguin, 1973, pp. 524-539 [orig. en aleman, en MEW Band 42, pp. 430-43; en cast.: Elementos fondamentales para Ia critica de Ia economia politica, Volumen 2, Mexico, Siglo XXI,
1972 y 2005, «Castes de circulaci6n . . . », pp. 12-24]. Para una exposici6n general de este argumento, veanse D. Harvey, The Limits to Capital, cit., cap.
12, y David Harvey, The Condition ofPostmodernity, cit., parte 3; y para una aplicaci6n concreta del concepto vease William Cronan, Nature’s Metropolis, Nueva York, Norton, 1991.
portadas). Si uno hebe cerveza local ahara es par su propia decision, habitualmente par una combinacion de adhesion localista y alguna cualidad especial de Ia cerveza (basada en Ia tecnica, el agua o cualquier otra cosa) que Ia distingue de otras. jPero en Manhattan hay bares donde uno puede heber diferentes cervezas locales del mundo entero!
Para decirlo simple y llanamente, el espacio economico de la competencia ha ida cambiando con el tiempo de forma y de escala. La reciente marea globalizadora ha reducido significativamen­
te las protecciones a los monopolios otorgadas historicamente par los elevados castes de transporte y comunicaciones, al tiempo que Ia remocion de barreras institucionales al comercio (proteccionismo) ha disminuido parecidamente las rentas de monopolio que se podian obtener obstaculizando Ia competencia extranjera; pero el capitalismo no puede funcionar sin monopolios y discurre nuevas medias para renovarlos; asi pues, Ia cuestion a resolver es como restablecer los poderes de monopolio en una situacion en la que las protecciones ofrecidas par los llamados «monopolios naturales» del espacio y Ia ubicacion, y las protecciones politicas de las fronteras nacionales y las aduanas, se han vista seriamente debilitadas, si no eliminadas.
La respuesta obvia consiste en centralizar el capital en megacorporaciones o establecer alianzas mas laxas (como en los sectares de las lineas aereas y del automovil) que dominan los mercados, y hemos vista mucho de eso. La segunda via consiste en asegurar atin mas finnemente los derechos de monopolio de la propiedad privada mediante leyes comerciales internacionales que regulen todo el comercio global. Las patentes y los llamados «derechos de propiedad intelectual» se han convertido asi en importantes campos de batalla en los que se pretende afianzar los poderes de monopolio. La industria fannaceutica, par mencionar un ejemplo paradigmatico, ha adquirido extraordinarios poderes de monopolio, en parte mediante colosales centralizaciones de capital, y en parte mediante Ia proteccion de las patentes y acuerdos sabre licencias y concesiones, y aspira a aumentarlos tratando de establecer derechos de propiedad sabre el material genetico de todo tipo (incluido el de plantas raras de los bosques tropicales, tradicionalmente aprovechadas por los habitantes indigenas). A medida que disminuyen determinados privilegios de monopolio, vemos una amplia variedad de intentos de preservarlos o renovarlos por otros medias.
No puedo detallar a qui todas esas tendencias, pero quiero considerar mas de cerca los aspectos de ese proceso que atafien mas directamente a los problemas del desarrollo local y las actividades culturales. Pretendo mostrar, en primer Iugar, que se mantienen las luchas sabre Ia definicion de los poderes de monopolio que podrian corresponder a determinados parajes y localidades, y que Ia idea de «cultura» esta cada vez mas vinculada con los intentos de reafirmar tales poderes de monopolio, precisamente porque las pretensiones de unicidad y autenticidad se pueden articular mejor como alegaciones referidas a bienes culturales distintivos y no reproducibles. Comenzare con el ejemplo mas obvio de renta de monopolio dado por «los vifiedos que producen un vino de extraordinarias cualidades que se puede vender con un precio de monopolio».
AVENTURAS EN EL COMERCIO VINfCOLA
El comercio del vino, como el de Ia cerveza, se ha intemacionalizado cada vez mas durante los ultimos treinta afios, y Ia presion de Ia competencia intemacional ha producido algunos efectos curiosos. Bajo Ia presion de Ia Union Europea, por ejemplo, los productores intemacionales de vino han acordado (tras largas batallas legales e intensas negociaciones) renunciar al uso de «expresiones tradicionales» en las etiquetas que podian incluir terminos como «chateau» y «domaine», asi como de terminos genericos como «champan», «borgofia», «chablis» o «sauternes». De esa forma el sector europeo del vino, encabezado por los productores franceses, trata de preservar sus rentas de monopolio insistiendo en las virtudes unicas de la tierra, el clima y la tradicion (aglutinados bajo el termino frances «terroir») y la peculiaridad de su producto certificado por un nombre. El comercio vinatero frances, reforzado por controles institucionales como el de la «denominacion de origen», insiste en la autenticidad y originalidad de su producto, fundamento de la unicidad sobre la que se puede basar la renta de monopolio.
Australia es uno de los paises que aceptaron esa iniciativa. La firma Chateau Tahbilk de Victoria, obligada en 2000 a quitar e1 «Chateau» de sus etiquetas, proclamo con displicencia que «somos orgullosamente australianos y no necesitamos utilizar terminos heredados de otros paises y culturas del pasado». Como compensacion seiialaron dos factores que, combinados, «nos dan una posicion linica en el mundo del vino». La suya es una de las seis regiones vitivinicolas del mundo en las que el mesoclima se ve muy influido por la masa acuatica interna (los abundantes lagos y lagunas moderan y refrescan el clima). Su suelo es de un tipo unico (que solo se encuentra en otto lugar en Victoria), descrito como una marga
rojo/arenosa coloreada por el alto contenido de oxido ferrico, que «tiene un efecto positivo sobre la calidad de la uva y aiiade un caracter regional peculiar a nuestros vinos». Esos dos factores se unen para definir los «lagos N agambie» como una region viti cola Unica ( certificada presumiblemente por el Comite de Identidades Geograficas de la Corporacion Australiana de Vinos y Brandies creado
para seiializar las regiones viticolas de toda Australia). Tahbilk establecia asi una contrarreclamacion de la renta de monopolio sobre la base de la combinacion unica de condiciones medioambientales en la region donde tiene su sede, y lo hacia de forma analoga y en competencia con las pretensiones de unicidad del «terroir» y el «do­
maine» patrocinados por los productores franceses de vino10•
Pero ahi encontramos la prim era contradiccion: cualquier vino es comercializable, y por tanto comparable en cierto sentido, pro-

10 Tahbilk Wine Club, Wine Club Cirrnlar 1 5 (junio de 2000), Tahbilk Winery and Vineyard, Tahbilk, Victoria, Australia.
venga de donde provenga. Consultense por ejemplo las referencias de Robert Parker en el bimensual The Wine Advocate. Parker evalua los vinos por su sabor y no dedica particular atenci6n al «terroir» o cualquier otra referencia hist6rico-cultural. Es notoriamente independiente (la mayoria de las demas guias de vinos son patrocinadas por influyentes sectores de la industria vinicola). Valora los vinos en una escala seglin su propio gusto. Tiene muchos seguidores en Estados Unidos, que es un mercado importante. Si valora un vino de Burdeos con 65 puntos y un vino austra­
liano con 95 puntos, los precios se ven afectados. Los productores bordeleses estan aterrorizados. Han presentado una demanda contra el, lo han denigrado, insultado e incluso asaltado fisicamente.
Pone en peligro las bases de sus rentas de monopolio11•
Las reivindicaciones de monopolio, podemos concluir, son tanto «efecto del discurso» y resultado de la competencia como reflejo de las cualidades del producto. Pero si hay que abandonar el lenguaje del «terroir» y la tradici6n, que tipo de discurso se puede emplear en su lugar? Parker y muchos otros han introducido recientemente en el sector un lenguaje en el que los vinos son descritos con terminos tales como «sabor a melocot6n y ciruela,
con notas de tornillo y grosella». Ese lenguaje puede sonar extrano, pero el desplazamiento discursivo, relacionado con la creciente competencia internacional y la globalizaci6n del comercio del vino, asume un papel distintivo que refleja la mercantilizaci6n del consumo siguiendo lineas estandarizadas.
Pero el consumo de vino tiene muchas dimensiones que abren vias a su explotaci6n rentable. Para muchos es una experiencia estetica. Mas alla del puro placer (para algunos) de un buen vino con Ia comida adecuada, en el se insertan toda una serie de referencias ligadas a la tradici6n occidental que se remontan a la mitologia (Dionisos y Baco), la religion (la sangre de Jesus y el ritual de la comuni6n), y tradiciones celebradas en festivales, poesia, cancio-

1 1 \Villi am Langewiesche, «The Million Dollar Nose>>, Atlantic Monthly 286/6 (diciembre de 2000), pp. 1 1-22.
nes y literatura. El conocimiento de los vinos y su valoracion «co rrecta» son a menudo marcas de clase analizables como una forma de capital «cultural» (como diria Bourdieu). Ofrecer el vino ade cuado ha ayudado a sellar mas de un trato en negocios importantes (confiaria usted en alguien que no supiera elegir un vino?). El estilo del vino esta relacionado con la cocina regional y queda asi inserto en las practicas que convierten la regionalidad en una for rna de vida marcada par estructuras distintivas del sentimiento (re sulta dificil imaginar a Zorba el griego bebiendo un Mandavi cali fomiano, aunque este se venda en el aeropuerto de Atenas).
El negocio del vino tiene que ver con el dinero y el beneficia, pero tambien con la cultura en todas sus acepciones (desde la cultura del producto a las practicas culturales que rodean su consumo y el capital cultural que puede evolucionar junto a el, tanto entre los productores como entre los consumidores). La perpetua
busqueda de rentas de monopolio implica buscar criterios de especificidad, unicidad, originalidad y autenticidad en cada uno de esos campos. Si la unicidad no se puede establecer apelando al «terroir>> y Ia tradicion ni mediante una descripcion directa del sabor, hay que recurrir a otros metodos de distincion para defender las pretensiones de monopolio y elaborar discursos destinados
a garantizar la veracidad de esas proclamaciones (el vino que garantiza la seduccion o el vino que acompafia la nostalgia frente al fuego en la chimenea son metaforas publicitarias habituales en Estados Unidos). En la practica, lo que encontramos en el negocio del vino es un manton de discursos en competencia, todos ellos con diferentes pretensiones de verdad sabre la unicidad del producto; pero volviendo a mi punta de partida, todos esos desplazamientos y giros discursivos, asi como muchos de los que se han producido en las estrategias para dominar el mercado internacional del vino, tienen sus raices en la busqueda, no solo de beneficia, sino tambien de rentas de monopolio, ocupando un Iugar muy destacado el lenguaje de la autenticidad, originalidad, unicidad y cualidades especiales e irreproducibles. La prevalencia de un mercado globalizado produce, de forma coherente con la segunda contradicci6n que especifique antes, una poderosa fuerza que trata de garantizar, no solo la prolongaci6n de los privilegios de monopolio de la propiedad privada, sino las rentas de monopolio derivadas de presentar las mercancias como incomparables.
LAS EMPRESAS URBANAS Y LA BUSQUEDA DE RENTAS DE MONOPOLIO
Las recientes pugnas en el sector vitivinicola nos ofrecen un modelo util para entender una amplia variedad de fen6menos en Ia fase actual de la globalizaci6n. Tienen una importancia particular para entender como se integran las tradiciones y los desarrollos culturales locales en los calculos de la economia politica a fin de obtener rentas de monopolio. Tambien plantean en que medida esta vinculado el interes actual por la innovaci6n cultural y la resurrecci6n e invenci6n de tradiciones locales al deseo de extraer
y apropiarse de tales rentas. Dado que capitalistas de todo tipo (incluidos los financieros internacionales mas acaudalados) son tacilmente seducidos por la perspectiva de lucrarse de alglin poder de monopolio, apreciamos inmediatamente una tercera contradicci6n: que los mas avidos globalizadores apoyaran los desarrollos locales capaces al menos potencialmente de ofrecer rentas de monopolio, incluso si el efecto de tal apoyo es generar un elirna politico local enfrentado a la globalizaci6n. Insistir en la unicidad y pureza de la cultura balinesa local puede ser vital para el sector hotelero, las lineas aereas y la industria turistica, pero que
ocurre si eso alienta un movimiento balines que se resiste violentamente a la «impureza» de la comercializaci6n? El Pais Vasco puede parecer una configuraci6n cultural potencialmente rentable debido precisamente a su singularidad, pero ETA, con su exigencia de independencia y su disposici6n a realizar acciones violentas, puede ser un obstaculo para la comercializaci6n. En cualquier caso, las distancias que estan dispuestos a recorrer los intereses comerciales pueden ser muy sorprendentes. Tras la presentaci6n de la pelicula Cidade de Deus, que presentaba con un realismo descamado (que algunos considerarian exagerado) la violencia y las batallas relacionadas con la droga en las favelas de Rio de Janeiro, varias empresas del sector turfstico comenzaron a ofrecer visitas a algunos de los barrios mas peligrosos (cad a uno podfa elegir e1
nivel de riesgo preferido). Sondeemos un poco mas profundamente esa contradicci6n que afecta a la politica de desarrollo urbano, aunque para hacerlo debamos examinar brevemente la relaci6n de esa politica con la globalizaci6n.
La actividad empresarial urbana ha cobrado importancia nacional e intemacional en las tiltimas decadas. Con ese concepto me refiero a la pauta de comportamiento en la gobemanza urbana que combina los poderes ptiblicos (locales, metropolitanos, regionales, nacionales o supranacionales) con una amplia variedad de formas organizativas de la sociedad civil (camaras de comercio, sindicatos, iglesias, instituciones educativas y de investigaci6n, grupos comunitarios, ONGs, etcetera) e intereses privados (indivi­
duales o de grupos empresariales) para formar coaliciones a fin de promover o gestionar el desarrollo urbano o regional de un tipo u otro. Existe una abundante literatura sobre ese tema que muestra que las formas, actividades y objetivos de esos sistemas de go bierno (conocidos con diversos nombres como «regfmenes urbanos», «motores de crecimiento» o «coaliciones para el crecimiento regional») varfan mucho segtin las condiciones locales y la combinaci6n de fuerzas en su seno12• Se ha examinado tamb ien con detalle el papel de ese empresariado urbano en relaci6n con la forma neoliberal de globalizaci6n, habitualmente bajo la rtibrica de las

1 2 Bob Jessop, «An Entrepreneurial City in Action: Hong Kong’s Emerging Strategies in Preparation for (lnter-)Urban Competition>>, Urban Studies 37/12 (2000); pp. 2, 287-3 1 3; David Harvey, «From Managerialism to Entrepreneurialism: The Transformation of Urban Governance in Late Capitalism>>, Geograjiska Annaler 7 1B (1989), pp. 3-17 [en cast.: «De la gestion al empresarialismo: la transformacion de Ia governanza urbana en el capitalimo tardio>>, cap. 16 de Espacios del Capital, Madrid, Aka!, 2007]; Neil Brenner, Spaces of Neoliberalism: Urban Restucturing in North America and Western Europe, Oxford, Wiley-Blackwell, 2003.
relaciones entre lo local y lo global y la Hamada «dialectica espacio-plaza». La mayoria de los ge6grafos que han examinado el problema han concluido acertadamente que es un error categ6rico considerar la globalizaci6n como una fuerza causal en relaci6n con el desarrollo local. Lo que esta en cuesti6n, argumentan con raz6n, es una relaci6n bastante mas complicada en diversas escalas en las que las iniciativas locales pueden difundirse a escala global y viceversa, al mismo tiempo que los procesos en una escala particular -Ia competencia interurbana e interregional son los ejemplos mas obvios- pueden remodelar las configuraciones locales y regionales sobre las que influye la globalizaci6n.
Asi pues, Ia globalizaci6n no se deberia considerar como una unidad indiferenciada, sino como una pauta geograficamente articulada de actividades y relaciones capitalistas globales13• Pero que significa exactamente una «pauta geograficamente articulada»? Hay, por supuesto, muchas pruebas del desarrollo geografico desigual (a diversas escalas), y al menos cierta teorizaci6n con­
vincente con respecto a su l6gica capitalista. Parte de ella se puede entender en terminos convencionales como una aspiraci6n por parte de capitales m6viles (en los que el capital financiero, comercia! y productivo tienen diferentes capacidades a este respecto) a obtener ventajas en Ia producci6n y apropiaci6n de plus­
valor desplazandose de un !ado a otro. De hecho se pueden discernir tendencias que se adecuan a modelos bastante simples de «Carrera hacia el abismo», en las que Ia fuerza de trabajo mas barata y mas facilmente explotada se convierte en el faro que guia Ia movilidad del capital y las decisiones de inversion; pero hay muchas pruebas en contrario que sugieren que esa es una enorme simplificaci6n cuando se proyecta como explicaci6n monocausal de Ia dinamica del desarrollo geografico desigual. El capital fluye en general tan facilmente hacia regiones de altos salarios como bacia las de salarios bajos, y a menudo parece estar geografica-

13 Vease Kevin Cox (ed.), Spaces of Globalization: Reasserting the Power of the Local, Nueva York, Guilford Press, 1997.
mente orientado por criterios muy diferentes a los que convencionalmente predominan tanto en la economfa polftica burguesa como en la marxista.
El problema deriva en parte del habito de ignorar la categoria del capital en bienes raices y la considerable importancia de las
inversiones a largo plaza en el entorno construido, que son por definicion geograficamente inmoviles. Tales inversiones, particularmente cuando son de tipo especulativo, suscitan invariablemente nuevas oleadas de inversion si la primera se demuestra rentable (para llenar el centro de convenciones necesitamos los hoteles, que requieren mejores transportes y comunicaciones, que crean la posibilidad de ampliar la capacidad del centro de convenciones . . .) . Asf pues, en la dinamica de las inversiones en el area metropolitana se da cierta circularidad acumulativa (considerese por ejemplo todo el desarrollo en el area de las darsenas [Docklands] en Londres y la viabilidad financiera del distrito Canary Wharf, que gira en torno a nuevas inversiones, tanto publicas como privadas, en esa zona). Esa es normalmente la funcion de los llamados «motores del crecimiento urbana»: la orquestacion de procesos dinamicos de inversion y la asignacion de inversiones publicas clave en el lugar y el momenta adecuado para promover su exito en la competencia interurbana e interregionaP4•
Pero esto no serfa tan atractivo de no ser por la posibilidad de captar ademas rentas de monopolio. Una estrategia bien conocida de los promotores, por ejemplo, consiste en reservar las parcelas mejores y mas rentables en cada proyecto para extraer de elias rentas de monopolio despues de que se haya realizado el resto del proyecto. Gobiernos espabilados con los poderes precisos pueden acometer las mismas pr:icticas. El gobierno de Hong Kong, seglin tengo entendido, se financia en gran medida mediante las ventas controladas de parcelas de suelo publico con precios de monopolio muy elevados, que dan Iugar a su vez a rentas de monopolio

14 John Logan and Harvey Molotch, Urban Fortunes: The Political Economy of Place, Berkeley, University of California Press, 1988.
sobre los inmuebles, lo que hace a Hong Kong muy atractivo para Ia inversion financiera internacional especializada en los mercados inmobiliarios. Hong Kong tiene por supuesto otras muchas ventajas dada su ubicaci6n unica, que aprovecha vigorosamente. Singapur, dicho sea de paso, tambien acometi6 de forma similar la captaci6n de rentas de monopolio y tuvo mucho exito, aunque sus medios politico-econ6micos fueran muy diferentes.
La gobernanza urbana de ese tipo se orienta principalmente a Ia elaboraci6n de pautas para las inversiones locales, no solo en infraestructuras fisicas como el transporte y las comunicaciones, instalaciones portuarias, alcantarillado y abastecimiento de agua, sino tambien en las infraestructuras sociales de educaci6n, tecnologia y ciencia, control social, cultura y calidad de vida. Su objetivo es crear suficiente sinergia en el proceso de urbanizaci6n para que se creen rentas de monopolio y para que estas sean aprovechadas por los intereses privados y los poderes estatales. No to­
dos esos esfuerzos tienen exito, por supuesto, pero incluso los fracasados pueden entenderse en buena medida en relaci6n con las rentas de monopolio, cuya busqueda no se limita en cualquier caso a las practicas del desarrollo inmobiliario, las iniciativas econ6micas y las finanzas publicas, sino que cubre un ambito mucho mas amplio.
CAPITAL SIMBOLICO COLECTIVO, MARGAS DE DISTINCION Y RENTAS DE MONOPOLIO
Si las pretensiones de unicidad, autenticidad, particularidad y especificidad sostienen la capacidad de captar rentas de monopolio, (que mejor terreno para plantearlas que el de los artefactos y pnicticas culturales hist6ricamente constituidos y las caracteristicas medioambientales especiales, incluido, por supuesto, el entorno construido, social y cultural? Al igual que en el comercio del vino, todas esas proclamaciones, por muy enraizadas que esten en
Ia realidad material, son tambien resultado de construcciones y pugnas discursivas, basadas en narraciones hist6ricas, interpretaciones de memorias colectivas, significados atribuidos a detenninadas practicas culturales y cosas parecidas; existe siempre un fuerte componente social y discursivo en la elaboraci6n de tales
causas para extraer rentas de monopolio, ya que no habra, al menos en la mente de mucha gente, mejor lugar que Londres, El Cairo, Barcelona, Milan, Estambul, San Francisco o cualquier otro, en el que acceder a las caracterfsticas supuestamente unicas de tales lugares.
El ejemplo mas obvio es el turismo contemponineo, pero creo que seria un error limitarse a ese ejemplo, porque lo que esta en cuesti6n es el poder de atracci6n del capital simb6lico colectivo, de las marcas especiales de distinci6n que atribuye a determinado lugar, sobre los flujos de capital. Bourdieu, a quien debemos el uso generico de esos terminos, los restringe desgraciadamente a individuos (como atomos que flotasen en un oceano de juicios esteticos estructurados), cuando a mi me parece que podrfan ser de mucho mayor interes las formas colectivas (y la relaci6n de los individuos con ellas)15. El capital simb6lico colectivo adherido a nombres y lugares como Paris, Atenas, Nueva York, Rio de Janeiro, Berlin o Roma es de gran importancia y da a tales lugares grandes ventajas econ6micas comparados, digamos, con Baltimore, Liverpool, Essen, Lille o Glasgow. El problema para estos ultimos lugares es elevar su coeficiente de capital simb6lico e incrementar sus marcas de distinci6n para fundamentar mejor sus pretensio­
nes de una singularidad que de lugar a una renta de monopolio. La «marca» de las ciudades se ha convertido en un gran negocio16. Dada la perdida general de otras fuentes de monopolio debido a la mayor facilidad en los transportes y comunicaciones y la

15 Pierre Bourdieu, Distinction: A Social Critique of the Judgement of Taste, Londres, Routledge & Kegan Paul, 1984 [ed. cast.: La distinction. Criteria y bases sociales del gusto, Madrid, Taurus, 2000].
16 Miriam Greenberg, Branding New York: How a City in Crisis Ttas Sold to the World, Nueva York, Routledge, 2008.
reduccion de otras barreras al comercio, esa lucha por el capital simbolico colectivo ha cobrado mayor importancia como base para las rentas de monopolio. Como podemos explicar de otro modo el revuelo provocado por el museo Guggenheim en Bilbao, con Ia arquitectura caracterfstica de Gehry? Como podemos explicar de otro modo Ia buena disposicion de importantes instituciones financieras, con considerables intereses intemacionales, a financiar un proyecto tan peculiar?
El nuevo auge de Barcelona en el seno del sistema de ciudades europeas, por poner otro ejemplo, se ha basado en parte en su continua acumulacion de capital simbolico y de marcas de distincion, en Ia que han desempeiiado un gran papel la tenacidad en recalcar Ia historia y tradiciones propias de Catalunya, Ia comercializacion de sus grandes logros artfsticos y su herencia cultural (Ia arquitectura de Gaudf, por ejemplo), asf como los rasgos distintivos de su modo de vida y tradiciones literarias,
respaldados por un aluvion de libros, exhibiciones y acontecimientos culturales que celebran esas peculiaridades. Todo esto ha sido realzado por nuevas omatos arquitectonicos (como Ia Torre de Comunicaciones de Collserola diseiiada por Norman Foster y el brillante Museo de Arte Contemponineo en el barrio de El Raval, una zona centrica muy degradada junto a Ia Ciutat Vella) y grandes inversiones para abrir el puerto y Ia playa, recuperar zonas muy deterioradas para la Villa Olimpica (con una bonita referencia al utopismo de los icarianos), y convertir lo que hasta hace pocos aiios era una vida noctuma bastante turbia e incluso peligrosa en un panorama abierto de espectaculos urbanos. A todo esto contribuyeron los Juegos Olimpicos, que abrieron enormes oportunidades para obtener rentas de monopolio (dicho sea de paso, Juan Antonio Samaranch, presidente del Comite Olimpico lntemacional, posefa grandes intereses inmobiliarios en Barcelona)17•

1 7 Donald McNeill, Urban Change and the European Left: Tales from the New Barcelona, Nueva York, Routledge, 1999.
Pero el exito inicial de Barcelona parece insertarse profundamente en la primera contradiccion. A medida que crecen las oportunidades de embolsarse grandes rentas de monopolio sobre la base del capital simbolico colectivo de Barcelona como ciudad (el precio de la vivienda ha aumentado vertiginosamente desde que el Royal Institute of British Architects le concedio a toda la ciudad su medalla por sus logros arquitectonicos), su irresistible fas­
cinacion atrae una mercantilizacion multinacional cada vez mas homogeneizante. Las ultimas fases del desarrollo urbanistico frente al mar parecen identicas a las de cualquier otra ciudad del mundo occidental; la monstruosa congestion del trafico induce a abrir bulevares en la Ciutat Vella, grandes almacenes multinacionales sustituyen a las tiendas locales, Ia gentrificacion desplaza a los antiguos residentes y destruye el viejo tejido urbano, con lo que Barcelona pierde parte de sus marcas de distincion. Hay incluso muestras mas groseras de disneyficacion.
Esa contradiccion da pabulo al cuestionamiento y la resistencia. c:Cual es la memoria colectiva a preservar? c:La de los anarquistas, como los icarianos, que desempeii.aron un papel tan im­
portante en la historia de Barcelona? c:La de los republicanos que combatieron tan valientemente contra Franco? c:La de los nacionalistas catalanes, muchos de ellos inmigrantes andaluces? c:O la de los franquistas acerrimos como Samaranch o el alcalde Porcioles? c:Cual es la estetica que realmente cuenta, la de los famosos arquitectos de Barcelona como Bohigas? c:Por que aceptar ninglin tipo de disneyficacion? Los debates de este tipo no se pueden acallar facilmente, precisamente porque para todos esta muy claro que el capital simbolico colectivo que ha acumulado Barcelona depende de valores de autenticidad, singularidad y cualidades par­
ticulares no reproducibles. Tales marcas de distincion local son diffciles de acumular sin plantear Ia cuestion del empoderamiento local, incluido el de los movimientos populares y de oposicion. En ese momento, por supuesto, los guardianes del capital simbolico y cultural colectivo -los museos, las universidades, la clase de los benefactores y el a para to estatal- suelen cerrar sus puertas e insistir en mantener fuera a la chusma (aunque el Museu d’Art Contemporani de Barcelona, a diferencia de la mayoria de las instituciones de ese tipo, ha quedado sorprendente y constructivamente abierto a la sensibilidad popular). Y si eso falla, entonces el estado puede intervenir con alglin tipo de «comite de decencia» como el creado por el alcalde Giuliani de Nueva York para controlar el gusto cultural, cuando no con la represi6n policial directa. Lo que esta en juego ahi es muy importante, ya que se trata de determinar que sectores de la poblaci6n se van a beneficiar mas del capital simb6lico colectivo al que todos han contribuido, en su propia forma peculiar, ahora y en el pasado. Por que consentir que la renta de monopolio vinculada a ese capital simb6lico sea captada unicamente por las multinacionales 0 por un pequefi.o y poderoso sector de la burguesia local? Hasta en Singapur, que cre6 y se apropi6 tan despiadadamente y con tanto exito de rentas de monopolio durante muchos afi.os (debidas principalmente a sus ventajas en cuanto a su situaci6n y entorno), se procur6 distribuir ampliamente los beneficios mejorando el alojamiento, la atenci6n sanitaria y la educaci6n.
Por las mismas razones que ejemplifica la reciente historia de Barcelona, los sectores del conocimiento y el patrimonio hist6rico, la vitalidad y fermento de la producci6n cultural, la arquitectura de firma y el cultivo de juicios esteticos peculiares se han convertido en poderosos elementos constitutivos del empresarialismo urbano en muchos lugares (en particular en Europa). Se trata de acumular marcas de distinci6n y capital simb6lico colec­
tivo en un mundo altamente competitivo. Pero esto trae como consecuencia todo tipo de cuestiones locales sobre cuales son la memoria colectiva, la estetica y los beneficios a priorizar. Los movimientos vecinales de Barcelona reclaman su reconocimiento y empoderamiento sobre la base del capital simb6lico, y como resultado pueden afianzar su presencia politica en la ciudad. Son sus bienes comunes urbanos los que son apropiados con demasiada frecuencia, no solo por los promotores inmobiliarios, sino por el sector turistico. Pero la naturaleza selectiva de tales apropiaciones puede inducir nuevas luchas politicas. El intento de eludir de toda mencion de la trata de esclavos en la reconstruccion de la Darsena Albert de Liverpool genero protestas de la poblacion excluida de origen caribeiio y clio lugar a nuevas solidaridades politicas entre la poblacion marginada. El memorial del Holocausto en Berlin ha resucitado viejas controversias. Hasta monumentos antiguos como la Acropolis de Atenas, cuyo significado uno habria creido bien establecido, pueden verse sometidos a un cuestionamiento con notables consecuencias politicas, aunque sean indirectas18• La produccion popular de nuevos bienes comunes urbanos, la acumulacion de capital simbolico colectivo, la movilizacion de memorias y mitologias colectivas y la apelacion a tradiciones culturales especificas son importantes facetas de todas las formas de accion politica, ya sean de izquierdas o de derechas.
Considerense, por ejemplo, las disputas que se produjeron en tomo a la reconstruccion de Berlin tras la reunificacion alemana. Todo tipo de fuerzas divergentes se enfrentaron en aquella contienda por definir el capital simbolico de Berlin, ciudad que evi­
dentemente puede reclamar cierta singularidad con respecto a su potencial para la mediar entre el este y el oeste de Europa. Su posicion estrategica en relacion con el desarrollo geografico desigual del capitalismo contemporaneo (con la apertura de la antigua Union Sovietica) le confiere ventajas obvias; pero tambien se da otto tipo de batalla por la identidad centrada en la historia, cultura, estetica, mitologias, recuerdos y tradiciones colectivas. Mencionare solo una dimension particularmente perturbadora de esa lucha, que no es necesariamente dominante y cuya capacidad para fundamentar pretensiones de renta de monopolio en la competencia global no esta del todo clara o asegurada. Algunos arquitectos
y planificadores locales (con el apoyo de parte del aparato administrativo local) trataban de reivindicar las formas arquitectonicas del

1 8 Argyro Loukaki, “Whose Genius Loci: Contrasting Interpretations of the Sacred Rock of the Athenian Acropolis>>, Annals of the Association of American Geog;raphers 87/2 (1997), pp. 306-329.
Berlin de los siglos XVIII y XIX, y en particular de poner de relieve Ia tradicion arquitectonica de Karl Friedrich Schinkel con exclusion de muchos otros. Esto podia verse como una simple cuestion de preferencia estetica elitista, pero estaba cuajado de todo un conj unto de significados que tienen que ver con Ia memoria colectiva, los monumentos, el poder de Ia historia y Ia identidad politica de Ia ciudad. Tambien esta relacionado con determinado clima de opinion (articulado en una variedad de discursos) que define quien es o no es berlines y quien tiene derecho a la ciudad en terminos estrechamente definidos de tradicion o adhesion a valores y creencias particulares, poniendo de relieve una historia local y una herencia arquitectonica cargada de connotaciones nacionalistas y romanticas. En un contexto en el que el mal trato y la violencia contra los inmigrantes es alga generalizado, puede ofrecer incluso una legitimacion tacita a tales acciones. La poblacion de origen turco, en buena parte nacida en el propio Berlin, ha sufrido muchas discriminaciones y se ha vista expulsada del centro de Ia ciudad. Su contribucion a Berlin como ciudad es ignorada. Ademas,
el estilo arquitectonico romantico/nacionalista encaja en un enfoque tradicional de la monumentalidad que reproduce en general, en terminos contemporaneos (aunque sin una referenda especifica, y quiza incluso sin saberlo) los planes elaborados por Albert Speer al servicio de Hitler durante la decada de 1930, para dar un trasfondo monumental al Reichstag.
Mortunadamente, eso no es todo lo que se ha planteado en Ia busqueda de un capital simbolico colectivo en Berlin. La reconstruccion por Norman Foster del Reichstag, por ejemplo, o el con­
junto de arquitectos modernistas intemacionales (en buena medida opuestos a los arquitectos locales) aportados por las multinacionales para reconstruir Ia Potsdamer Platz, iban en direccion muy distinta; y la respuesta romantico/nacionalista local a Ia amenaza del dominio multinacional podia, por supuesto, acabar siendo meramente un elemento inocente de interes en una estructuracion compleja de diversas marcas de distincion para Ia ciudad (Schinkel, despues de todo, tenia un considerable merito arquitectonico, y un castillo del siglo XVIII reconstruido podria prestarse facilmente a la disneyficacion).
Pero quiza lo mas interesante de esta historia es que su lado negativo subraya lo facilmente que pueden agravarse las contradicciones de la renta de monopolio. Si unos planes acartonados y su estetica y pr:icticas discursivas exclusivistas llegaran a ser dominantes, el capital simbolico colectivo creado serfa de dificil comercializacion, porque sus cualidades tan especiales lo situarfan en gran medida fuera de la globalizacion y dentro de una cultura polftica excluyente que la rechaza, replegandose hacia un nacionalismo estrecho de miras, como poco, y un violento rechazo de los extranjeros e inmigrantes en el pear de los casas. Los poderes de monopolio colectivo de los que puede disponer el gobierno urbana pueden orientarse hacia la oposicion al cosmopolitismo banal de la globalizacion multinacional, pero tambien fundamentar un nacionalismo local estrecho de miras. Los terminos culturales con los que la opinion publica alemana rechazo la ayuda a los griegos para resolver el problema de su deuda sugieren que el fomento de tal nacionalismo localista puede tener consecuencias globales muy serias. El exito de las marcas de distincion de una ciudad puede requerir la expulsion o erradicacion de cualquier persona o cosa que no se amolda a la marca.
El dilema -entre aproximarse tanto a la pura comercializacion que se pierdan las marcas de distincion que subyacen bajo las rentas de monopolio, o establecer marcas de distincion tan especiales que sea muy dificil comercializarlas- esta perpetuamente presente; pero como en el comercio del vino, siempre hay estratagemas discursivas bajo la definicion de lo que es o no tan especial en un producto, un lugar, una forma cultural, una tradicion, una herencia arquitectonica . . . Las batallas discursivas se convierten en parte del juego y sus adalides (en los medias y en las instituciones acade­
micas, por ejemplo) obtienen audiencia asf como apoyo financiero en relacion con esos procesos. Hay mucho que ganar, por ejemplo, apelando a la moda (dicho sea de paso, convertirse en un centro de moda es un media por el que las ciudades acumulan un considerable capital simbolico colectivo). Los capitalistas son muy conscien­
tes de ello y deben por tanto participar en las guerras culturales y en el farrago del multiculturalismo, Ia moda y la estetica, porque es precisamente ahi donde pueden obtener rentas de monopolio, aunque sean temporales. Y si, como mantengo, la renta de monopolio es siempre objeto del deseo capitalista, los medios para obtenerla mediante intervenciones en el campo de la cultura, historia, tradicion, estetica y significados cobran necesariamente gran importancia para los capitalistas de cualquier tipo. Surge asi la cuescion de como pueden convertirse tales intervenciones culturales en una potente arma en la lucha de clases.
RENTA DE MONOPOLIO Y ESPACIOS DE ESPERANZA
Los lectores criticos se quejaran quiza del aparente reduccionismo economico de mi argumento; diran que parezco afirrnar que el capitalismo produce las culturas locales, configura los significados esteticos, y asi domina las iniciativas locales impidiendo el desarrollo de cualquier diferencia que no este directamente inserta en la circulacion del capital. No puedo evitar tal interpretacion pero seria una perversion de rni mensaje, ya que lo que espero haber mostrado mediante el concepto de renta de monopolio dentro de la logica de la acumulacion de capital es que este tiene forrnas de extraer excedentes de las diferencias locales, las variaciones culturales locales y los significados esteticos de cualquier procedencia, y de apropiarse de ellos. Los turistas europeos pueden ahora disfrutar de excursiones comercializadas al barrio de Harlem en Nueva York (incluido el disfrute de un coro de gospel), del mismo modo que las agencias de «turismo de la pobreza» promocionan visitas a las villas-rniseria de Sudafrica, a Dharavi en Bombay o a las favelas de Rio. La industria musical estadounidense ha tenido gran exito en la apropiacion de la increible creatividad de los musicos aficionados locales de todo el pais (casi invariablemente en su propio beneficia y no en el de ellos). Hasta la musica polfticamente explfcita con Ia que se da cuenta de una larga historia de opresi6n (como algunas formas de rap, el reggae 0 los dance halls jamaicanos) se ha mercantilizado. La mercantilizaci6n y comercializaci6n de todo es de hecho una de las marcas distintivas de nuestra epoca.
Pero Ia renta de monopolio es de por si contradictoria. La pretension de obtenerla lleva al capital global a valorar iniciativas locales peculiares; de hecho, en ciertos aspectos, cuanto mas peculiares -y en esta epoca cuanto mas transgresoras- sean esas iniciativas, mejor para el. Tambien lleva a valorar la singularidad, autenticidad, particularidad, originalidad y muchas otras dimensiones de Ia vida social que son incompatibles con Ia homogeneidad implfcita en Ia producci6n de mercandas. Y si el capital no
destruye totalmente Ia singularidad que es Ia base de Ia apropiaci6n de rentas de monopolio (aunque hay muchos casos en que lo ha hecho y ha sido rotundamente condenado por ello), tiene que permitir y aun promocionar Ia diferenciaci6n y desarrollos culturales locales divergentes y en cierta medida incontrolables, que pueden ser antag6nicos a su propio funcionamiento disciplinado. Puede incluso apoyar (aunque cauta y nerviosamente) practicas culturales transgresoras, precisamente por su originalidad, creati­
vidad y autenticidad, que es lo que las hace linicas.
Es en esos espacios donde se pueden constituir movimientos de oposici6n, aun suponiendo que no esten ya firmemente enraizados en ellos, como suele suceder. El problema para el capital es hallar formas de integrar, subsumir, mercantilizar y monetizar tales diferencias y bienes culturales comunes lo bastante como para extraer de ellos rentas de monopolio. Al hacerlo, el capital genera a menudo alienaci6n y resentimiento entre los productores culturales, que experimentan de primera mano Ia apropiaci6n y explotaci6n de su creatividad y su compromiso politico en beneficia econ6mico de otros, de modo muy parecido al resentimiento experimentado por poblaciones enteras al ver explotadas sus historias y culturas mediante Ia mercantilizaci6n. El problema para los movimientos de oposici6n es enfrentarse a esa apropiaci6n generalizada de sus bienes culturales comunes y aprovechar la validaci6n de su particularidad, singularidad, autenticidad, cultura y significados esteticos para abrir nuevas posibilidades y altemativas.
Eso significa, como minimo, resistencia a la idea de que la autenticidad, creatividad y originalidad son un producto exclusivo de la geografia hist6rica burguesa, y no de la clase obrera, los campesinos u otras clases no capitalistas. Tambien implica tratar de persuadir a los productores culturales actuales de que reorienten su c6lera hacia la mercantilizaci6n, la dominaci6n del mercado y el sistema capitalista en general, ya que una cosa es ser transgresor con respecto a la sexualidad, religion, habitos sociales y convenciones artisticas y arquitect6nicas, y otra muy distinta serlo en relaci6n con las instituciones y practicas del dominio capitalista insertas hasta lo mas hondo en la esfera cultural. Las luchas generalizadas -aunque habitualmente fragmentadas-entre la apropiaci6n capitalista y la creatividad cultural pasada y presente, pueden impulsar a un sector de la comunidad preocupada por las cuestiones culturales a situarse de parte de una politica opuesta al capitalismo multinacional y en favor alguna altemativa mas convincente basada en otto tipo de relaciones sociales y ecol6gicas.
Pero eso no significa que la adhesion a valores «puros» de autenticidad y originalidad y a una estetica de las peculiaridades de una cultura sea fundamento suficiente para una politica progresista de oposici6n. Tambien puede virar facilmente hacia una politica identitaria local, regional o nacionalista de tipo neofascista, de las que ya hay demasiados signos perturbadores en gran parte de Europa y otros lugares. Esta es una contradicci6n crucial a la que la izquierda debe hacer frente. Los espacios para una politica transformadora estan ahi, porque el capital nunca puede permitirse cerrarlos. Ofrecen oportunidades para una oposici6n socialista. Pueden servir de vivero para cultivar formas de vida o incluso filosofias sociales altemativas (del mismo modo que Curitiba, en el estado brasilefio de Parana, ha promovido ideas de sostenibilidad ecol6gica urbana cosechando una fama considerable por sus iniciativas). Pueden constituir, como la Comuna de Paris de 1781 o los numerosos movimientos politicos de base urbana en todo el mundo en 1968, un elemento decisivo en ese fermento revolucionario que Lenin llam6 hace mucho tiempo «El Festival del Pueblo». Los fragmentados movimientos de oposici6n a la globalizaci6n neoliberal, tal como se manifestaron en Seattle, Praga, Melbourne, Bangkok y Niza, y luego mas constructivamente en el Foro Social Mundial de 2001 en Porto Alegre, apuntan a ese tipo de politica alternativa. No es totalmente antag6nica a la globalizaci6n, pero pretende que se de en terminos muy diferentes. El esfuerzo en pro de cierto tipo de autonomia cultural y el apoyo a la creatividad y diferenciaci6n cultural es un poderoso elemento constitutivo de esos movimientos politicos.
No es casual, desde luego, que haya sido Porto Alegre, mas que Barcelona, Berlin, San Francisco o Milan, la que se haya abierto a tales iniciativas de oposici6n19, ya que en esa ciudad las fuerzas de la cultura y de la historia estan siendo movilizadas por un movimiento politico (impulsado por el Partido dos Trabalhadores brasileiio) de forma muy diferente, buscando un tipo de capital simb6lico colectivo distinto al que ostentan el museo Guggenheim de Bilbao o el Tate Modern en Londres. Las marcas de distinci6n acumuladas en Porto Alegre proceden de su lucha por configurar una alternativa a la globalizaci6n que no se base en las rentas de monopolio particular ni ceda ante el capitalismo multinacional en general. Concentrandose en la movilizaci6n popular, esta construyendo activamente nuevas formas culturales y nuevas definiciones de autenticidad, originalidad y tradici6n. Es un camino dificil de seguir, como demostraron ejemplos anteriores del estilo de los notables experimentos de la Bolonia Roja en las decadas de 1960 y 1970. El socialismo en una sola ciudad no es un concepto viable, pero es en las ciudades donde se concentran las condiciones para la producci6n y apropiaci6n de rentas de monopolio, en

19 Rebecca Abers, ««Practicing Radical Democracy: Lessons from Brazil», Plurimondi 112 (1999), pp. 67-82; Ignacio Ramonet, «Porto Alegre», Le Monde Diplomatique 56211 (enero de 2001).
terminos de inversiones ffsicas y de movimientos culturales. Desde arriba no nos vendra ninguna alternativa a la forma actual de globalizaci6n; tendr:i que llegar de multiples espacios locales -en particular espacios urbanos- conjuntandose en un movimiento mas amplio, y es ahi donde las contradicciones que afrontan los capitalistas en su busqueda de rentas de monopolio asumen cierta importancia estructural. Al tratar de hacer negocio con los valores de autenticidad, localizaci6n, historia, cultura, memoria y tradi­
ci6n colectiva, abren un espacio para el pensamiento y la acci6n politica en el que se pueden concebir y mantener alternativas socialistas. El espacio de esos bienes comunes merece una intensa exploraci6n y cultivo por los movimientos de oposici6n que acogen a los productores culturales y la producci6n cultural como un elemento clave de su estrategia politica. Hay abundantes precedentes hist6ricos para movilizar en ese sentido a las fuerzas de la alta cultura (el papel de los constructivistas en los aiios creativos de la revoluci6n rusa, de 1918 a 1926, solo es uno entre muchos ejemplos hist6ricos instructivos). Pero tambien es crucial la cultura popular tal como se produce en las relaciones comunes de la vida cotidiana. Ahi reside uno de los espacios de esperanza claves para la construcci6n de un tipo de globalizaci6n alternativo y una politica decidida contra la mercantilizaci6n de todo, en la que las fuerzas progresistas de la producci6n y la trasformaci6n cultural puedan tratar de apropiarse y socavar las fuerzas del capital, en lugar de lo contrario.

SEGU N DA PARTE CIUDADES REBELDES

CAPITULO CINCO Reclamar la ciudad para la lucha anticapitalista
Si la urbanizacion es tan decisiva para la acumulacion del capital, y si las fuerzas del capital y sus innumerables aliados deben movilizarse incansablemente para revolucionar periodicamente la vida urbana, esto conlleva inevitablemente alg-Un tipo de lucha de clases, se reconozca o no explfcitamente como tal, aunque solo sea porque las fuerzas del capital tienen que esforzarse energicamente por imponer su voluntad a un proceso urbano y a poblaciones enteras que nunca estanin, ni siquiera en las circunstancias mas favorables, totalmente bajo su control. De ahf se sigue una importante cuestion polftico-estrategica: En que medida deben centrarse y organizarse explfcitamente las luchas anticapitalistas en el amplio terreno de la ciudad y el medio urbano? Y si de ben hacerlo, como y exactamente por que?
La historia de la lucha de clases de base urbana es impresionante. Los sucesivos movimientos revolucionarios en Parfs desde 1789 hasta la Comuna de 1871, pasando por 1830 y 1848, constituyen el ejemplo mas obvio del siglo XIX. Posteriores aconteci­
mientos incluyen el soviet de Petrogrado, las comunas de Shanghai de 1927 y 1967, la huelga general en Seattle en 1919, Barcelona en la Guerra Civil espanola, el cordobazo argentino en 1969, las batallas urbanas en Estados Unidos durante la decada de 1960, las movilizaciones urbanas de 1968 (Parfs, Chicago, Ciudad de Mexico, Bangkok y otras, incluidas la Hamada «Primavera de Praga» y el auge de las asociaciones de vecinos en Madrid a la cabeza del movimiento antifranquista en aquella misma epoca); en tiem­
pos mas recientes hemos sido testigos de ecos de aquellas luchas en las protestas contra la globalizacion en Seattle en 1999 (seguida por protestas similares en Quebec, Genova y muchas otras ciuclades, como parte de un movimiento general contra la globalizacion), y mas recientemente a lin hemos vista protestas de masas en la plaza Tahrir de El Cairo, en Madison (Wisconsin), en la Puerta del Sol en Madrid, en la Plaa de Catalunya en Barcelona y en la plaza Syntagma en Atenas, asi como rebeliones revolucionarias en Oaxaca en Mexico, en Cochabamba (2000 y 2007) y en El Alto (2003 y 2005) en Bolivia, junto con otras movilizaciones polfticas muy diferentes pero igualmente importantes en Buenos Aires en 2001-2002 y en Santiago de Chile (2006 y 201 1).
Y como demuestra la historia, esos acontecimientos no se han producido unicamente en centros urbanos aislados; en varias ocasiones el espiritu de la protesta y la rebelion se ha extendido contagiosa y notablemente a traves de las redes urbanas. Puede que el movimiento revolucionario de 1848 naciera en Paris, pero el espiritu de la rebelion se propago en pocas semanas a Viena, Berlin, Milan, Budapest, Francfort y muchas otras ciudades europeas. La revolucion bolchevique en Rusia se vio acompafiada por la formacion de consejos obreros y «soviets» en Berlin, Viena, Varsovia, Riga, Munich y Turin, y en 1968 fueron Paris, Berlin, Londres,
Ciudad de Mexico, Bangkok, Chicago y muchas otras ciudades las que experimentaron «jornadas de rabia» y en algunos casas vio­
lentas represiones. El desarrollo de la crisis urbana en Estados Unidos durante la decada de 1960 afecto simultaneamente a muchas ciudades; y en un momenta asombroso pero muy subestimado de la historia mundial, el 1 5 de febrero de 2003 varios millones de personas se manifestaron simultaneamente en las calles de Roma (en la que fue, con alrededor de 3 millones de personas, la mayor manifestacion contra la guerra en toda la historia de la humanidad), Madrid, Londres, Barcelona, Berlin y Atenas, y en numero bastante menor (aunque imposible de precisar debido a la represion policial) en Nueva York, Melbourne y casi doscientas ciudades de Asia (a excepcion de China), Africa y Latinoamerica, en una manifestacion a escala mundial contra la amenaza de guerra contra Iraq. Ese movimiento, descrito entonces como una de las primeras expresiones de la opinion publica global, se desvanecio r:ipidamente, pero dej6 tras de sf la sensaci6n de que la red urbana global esta repleta de posibilidades politicas que no han sido toda­
via aprovechadas por los movimientos progresistas. La actual oleada de movimientos juveniles en todo el mundo, desde El Cai­
ro hasta Madrid o Santiago de Chile -por no hablar de la rebeli6n callejera en Londres, seguida por el movimiento Occupy Wall Street iniciado en la ciudad de Nueva York y que luego se extendi6 a innumerables ciudades estadounidenses y de todo el mundo- sugiere que hay algo politico en el aire de las ciudades que se debate por expresarse1•
De este breve repaso de los movimientos politicos de base urbana brotan dos preguntas: Es la ciudad (o un conjunto de ciudades) un sitio meramente pasivo o red preexistente, el lugar donde aparecen y se expresan corrientes mas profundas de la lucha politica? A primera vista podrfa parecer asf; pero tambien esta claro que ciertas caracterfsticas ambientales urbanas son mas propicias a las protestas rebeldes que otras, tales como la centralidad de plazas como Tahrir, Tiananmen y Syntagma, la mayor facilidad para erigir barricadas en Paris comparada con Londres o Los Angeles, o la situaci6n de El Alto que le permite controlar las principales rutas se abastecimiento a La Paz.
El poder politico suele tratar por eso de reorganizar las infraestructuras y la vida urbana atendiendo al control de poblaciones levantiscas. El caso mas famoso es el de los bulevares diseiiados por Haussmann en Paris, considerados desde el primer momento como un medio de control militar, pero no es el unico. La remo­
delaci6n del centro de las ciudades en Estados Unidos a rafz de los disturbios urbanos de la decada de 1960 tenia como fin crear importantes barreras fisicas -de hecho, fosos por los que discurrfan

1 El refnin «ei aire de Ia ciudad Iibera>> [Stadtluft machtfr ei} es una conocida sentencia medieval, de cuando las ciudades con una carta de derechos a modo de Constituci6n podfan funcionar como «islas no-feudales en un oceano feudal>>. La exposici6n chisica a! respecto es Ia de Henri Pirenne, Medieval Cities, Princeton, Princeton University Press, 1925 [ed. cast.: Las ciudades de Ia Edad Media, Madrid, Alianza, 1972].
autopistas- entre las ciudadelas de gran valor inmobiliario en el centro y los empobrecidos barrios perifericos cercanos. Los violentos combates de las Fuerzas de Defensa Israelies con el fin de someter a los movimientos de oposicion palestinos en Ramala o mas tarde por el ejercito estadounidense en Faluya (Iraq), han desempefiado un papel crucial en el replanteamiento de las estrategias militares para pacificar, vigilar y controlar las poblaciones urbanas. A su vez, movimientos de oposicion como Hezbollah y Hamas promueven nuevas estrategias de rebelion urbana. La militarizacion no es, por supuesto, la unica solucion (y como demostr6 Faluya, puede estar muy lejos de ser la mejor). Los programas de pacificacion planificada en las favelas de Rio de Janeiro suponen un enfoque urbanizado de la guerra social y de clases mediante la aplicacion de diversas politicas publicas a los barrios mas turbulentos. Hezbollah y Hamas, por su parte, combinan las operaciones militares desde dentro de la densa red de emplazamientos urbanos con la construccion de estructuras alternativas de gobernanza urbana, que incluyen desde la recogida de basuras a los subsidios y ayudas sociales y la administracion de los barrios.
Lo urbano funciona pues, obviamente, como un ambito relevante de accion y rebelion politica. Las caracteristicas propias de cada lugar son importantes, y su remodelacion fisica y social asi como su organizacion territorial son armas para la lucha politica. A1 igual que en las operaciones militares la eleccion y conformacion del campo de batalla desempefia un papel destacado en su resultado, lo mismo sucede con las protestas populares y los mo­
vimientos politicos en el entorno urbano2•
El segundo punto importante es que se acostumbra a estimar la eficacia de las protestas politicas seglin su capacidad para trastornar la economia urbana. Durante la primavera de 2006, por ejemplo, la poblacion inmigrante en Estados Unidos desarrollo una agitacion general a partir de una propuesta al Congreso para

2 Stephen Graham, Cities Under Siege: The New Military Urbanism, Londres, Verso, 2010.
criminalizar a los inmigrantes indocumentados (algunos de los cuales llevaban decadas en el pais). Las protestas masivas se convirtieron en algo asi como una huelga de trabajadores inmiantes que interrumpi6 de hecho Ia actividad econ6mica en Los Angeles y Chicago y tuvo un serio impacto en otras ciudades. Aquella impresionante demostraci6n de poder politico y econ6mico de los inmigrantes (tanto legales como ilegales) para perturbar los flujos de producci6n y circulaci6n de bienes y servicios en importantes centros urbanos contribuy6 notablemente a dejar sin efecto Ia legislaci6n propuesta.
El movimiento por los derechos de los inmigrantes surgi6 de Ia nada y se vio marcado por un alto grado de espontaneidad; pero tambien se desvaneci6 r:ipidamente, dejando tras de si dos logros menores pero quiza significativos, ademas del bloqueo de Ia iniciativa legislativa: Ia formaci6n de una alianza permanente de los trabajadores inmigrantes y Ia instauraci6n en Estados Unidos de Ia costumbre de celebrar el 1 de mayo como jornada de afirmaci6n de las reivindicaciones obreras. Aunque esto ultimo pueda parecer puramente simb6lico, recuerda no obstante a los trabajadores estadounidenses, organizados y no organizados, su potencialidad colectiva. La rapida disipaci6n del movimiento tambien dej6 clara una de las principales barreras para Ia materializaci6n de esa potencialidad, en concreto Ia gran distancia entre sus adhe­
rentes, principalmente hispanos (latinoamericanos), y los dirigentes de Ia poblaci6n afroamericana, que permiti6 un intenso bombardeo propagandistico de los medias de derechas, repentinamente anegados en lagrimas de cocodrilo sabre las penalidades de los afroamericanos despojados de sus empleos por los inmigrantes ilegales latinoamericanos3•
La rapidez y volatilidad con que han surgido y desaparecido durante las ultimas decadas movimientos de protesta masivos exi-

3 Kevin Jonson and Hill Ong Hing, «The Immigrants Rights Marches of 2006 and the Prospects for a New Civil Rights Movement», Harvard Civil Rights-Civil Liberties Law Review 42, pp. 99-1 38.
ge algiln comentario. Ademas de Ia movilizacion planetaria con­
tra Ia guerra en 2003 y el ascenso y caida del movimiento por los derechos de los trabajadores inmigrantes en Estados Unidos en 2006, hay innumerables ejemplos del curso erratico y desigual arraigo geografico de los movimientos de oposicion; podemos mencionar aqui la rapidez con que las revueltas en los suburbios franceses en 2005 y los estallidos revolucionarios en muchos paises latinoamericanos, desde Argentina en 2001-2002 a Bolivia en 2000-2005, fueron controlados y reabsorbidos en las practicas capitalistas dominantes. Tendran mayor arraigo las protestas de los indignados en el sur de Europa en 201 1 y el reciente movimiento Occupy Wall Street? Entender la politica y el potencial revolucionario de tales movimientos constituye un serio desafio. La fluctuante historia y fortuna del movimiento contra la globalizacion o alterglobalista desde finales de la decada de 1990 tambien sugiere que nos encontramos en una fase muy particular y quiza radicalmente diferente de la lucha anticapitalista. Ese movimiento, formalizado en el Foro Social Mundial y sus vastagos regionales y cada vez mas ritualizado en manifestaciones periodicas contra el Banco Mundial, el FMI, el G-7 (ahara G-20) o casi cualquier encuentro intemacional con el tema que sea (desde el cambia elimatico al racismo o la igualdad de genera) es tremendamente maleable y escurridizo, porque mas que una organizacion coherente es «un movimiento de movimientos»4• Eso no quiere decir que las formas tradicionales de organizacion de la izquierda (partidos
politicos y grupos militantes, sindicatos y movimientos ecologistas o sociales como el de los maoistas en la India o el de los campesinos sin tierra en Brasil) hayan desaparecido; pero ahara todos parecen flotar en un oceano de movimientos opositores mas difusos, carentes de una coherencia politica global.

4 Thomas Mertes (ed.), A Movement of Movements, Londres, Verso,
2004; Sara Motta y Alf Gunvald Nilson (eds.), Social Movements in the Global South: Dispossession, Development and Resistance, Basingstoke, Hants, Pal grave Macmillan, 201 1 .
CAMBIOS DE PERSPECTIVA DE LA IZQUIERDA SOBRE LAS LUCHAS ANTICAPITALISTAS
La cuestion mas relevante que quiero dilucidar aqui es esta: son las manifestaciones urbanas de todos esos diversos movimientos algo mas que meros efectos colaterales de las aspiraciones humanas globales, cosmopolitas o universales, sin ninguna relacion espedfica con las peculiaridades de Ia vida urbana? 0
hay algo en el proceso y Ia experiencia urbana -en las cualidades de Ia vida urbana cotidiana- bajo el capitalismo que tenga de por si potencial para servir de base a luchas anticapitalistas? Si es asi, que es lo que constituye ese fundamento y como se puede movilizar y servir para desafiar los poderes politicos y economicos dominantes del capital, junto con sus pnicticas ideologicas hegemonicas y su poderoso yugo sobre Ia subjetividad politica (cuestion esta ultima que en mi opinion es decisiva)? Con otras palabras, t.’eberian considerarse fundamentales para Ia politica anticapitalist las luchas en y sobre Ia ciudad, y sobre las cualidades y perspecu\as de Ia vida urbana?
N dire que Ia respuesta a esas preguntas sea «obviamente afirmativa», pero creo que vale Ia pena reflexionar sobre elias.
Para buena parte de Ia izquierda tradicional (con lo que me refiero principalmente a los partidos politicos socialistas y comunistas y Ia mayorfa de los sindicatos), Ia interpretacion de Ia geo­
grafia historica de los movimientos politicos de base urbana se ha visto trabada por suposiciones politicas y cicticas a priori que han llevado a una subestimacion e incomprension de Ia capacidad de esos movimientos para impulsar un cambio no solo radical sino tambien revolucionario. Los movimientos sociales urbanos se consideran con demasiada frecuencia como algo separado o subordinado a Ia lucha de clases anticapitalista enraizada en Ia explo­
tacion y alienacion del trabajo vivo en Ia produccion. En caso de valorarlos positivamente, los movimientos sociales urbanos son tipicamente imaginados como meros subproductos derivados de esas batallas mas fundamentales. En Ia tradicion marxista, por ejemplo, las luchas urbanas suelen ser ignoradas o menospreciadas como desprovistas de capacidad o importancia revolucionaria,
ya que afectan a cuestiones de reproducci6n mas que de producci6n, o a los derechos, Ia soberania y Ia ciudadania, y no al valor y al plusvalor del que se apropia Ia clase capitalista. El movimiento de los trabajadores inmigrantes no sindicados en 2006, segU.n esa argumentaci6n, se limitaba a reivindicar Ia igualdad de derechos y no tenia como prop6sito una revoluci6n social.
Cuando una batalla a escala de toda una ciudad adquiere un estatus revolucionario simb6lico, como en el caso de Ia Comuna de Paris de 1871, se suele presentar (como hizo primero Marx, y aun mas enfaticamente Lenin) como un «levantamiento proletario»5 mas que como un movimiento revolucionario mucho mas complejo, animado tanto por el deseo de reivindicar la propia ciudad frente a su apropiaci6n burguesa, como por la deseada liberaci6n de los trabajadores de las fatigas y Ia opresi6n de clase en el puesto de trabajo. A mi me parece simb6lico que las dos primeras decisiones de la Comuna de Paris fueran abolir el trabajo nocturno en las panaderias (una cuesti6n laboral) e imponer una moratoria sobre los alquileres (una cuesti6n urbana). Los grupos de izquierda tradicionales pueden pues encabezar con exito luchas de base urbana, aun cuando las interpreten desde su estrecha perspectiva tradicional obrerista. El Socialist Workers Party britanico, por ejemplo, dirigi6 a finales de los afios ochenta una batalla victoriosa contra el impuesto de capitaci6n [poll tax] de Margaret Thatcher (una reforma impositiva igualitaria que golpeaba muy duramente a los mas pobres). La derrota de Margaret Thatcher en aquella contienda desempefi6 probablemente un papel determinante en su renuncia a seguir dirigiendo el gobiemo.
La lucha anticapitalista, en el sentido marxista formal, se plantea fundamentalmente en relaci6n con Ia abolici6n de Ia relaci6n

5 Karl Marx y Vladimir Lenin, The Civil War in France: The Paris Com­
mune, Nueva York, International Publishers, 1989 [ed. cast.: La Comuna de Paris, Madrid, Aka!, 2010).
de clase entre capital y trabajo (en Ia producci6n) que permite Ia apropiaci6n del valor por el capital. Su objetivo ultimo es Ia abolici6n de esa relaci6n de clase y de todo lo que Ia acompaiia, no importa donde ocurra. A primera vista ese objetivo revolucionario parece no tener nada que ver con Ia urbanizaci6n en si; incluso cuando esa lucha se expresa, como suele suceder, en conflictos interetnicos, raciales o de genera de base urbana, en los espacios vitales de Ia ciudad, el criteria fundamental para los marxistas es que una lucha anticapitalista debe en ultimo termino referirse a Ia propia esencia del sistema capitalista, aspirando a extirpar el tumor canceroso de las relaciones de clase en Ia producci6n. Aunque supondria una caricatura decir que el movimiento obrero ha privilegiado siempre y en todas partes a los obreros industriales como agentes de vanguardia para el cumplimiento de esa misi6n, lo cierto es que en las versiones marxistas revolucionarias esa vanguardia debe dirigir Ia lucha de clases a traves de Ia dictadura del proletariado hacia una tierra prometida en Ia que se desvanecen el estado y las clases.
Las casas se han planteado pues a veces de manera un tanto estrecha. Marx argumentaba que las relaciones de dominaci6n de clase en Ia producci6n tenian que ser destruidas por los obreros asociadas controlando su propio proceso y planes de producci6n,
opinion que reproducia y resurnia una larga historia de aspiraci6n politica al control obrero, Ia autogesti6n, las cooperativas obreras
y otros conceptos parecidos6, sin que esos planteamientos surgieran necesariamente de ninglin intento deliberado de seguir las prescripciones te6ricas de Marx (de hecho era casi a Ia inversa, reflejando estas ultimas los primeros) ni tampoco se imaginaran necesariamente en Ia pnictica como una estaci6n intermedia en el recorrido hacia una completa reconstrucci6n revolucionaria del arden social. Casi siempre surgieron de una intuici6n basica, a Ia que los propios trabajadores llegaron en muy diversos sitios y mo-

6 Mario Tronti, «Workers and Capital», en libcom.org, publicado originalmente en italiano, 197 1 .
mentos, de que seria mucho mas justo, menos opresivo y mas acorde con su propio sentido de autovaloracion y dignidad personal, regular sus propias relaciones sociales y actividades productivas, en Iugar de someterse a los dictados de un patron a menudo despotico que les exigia una entrega infatigable de su capacidad para el trabajo alienado. Pero los intentos de cambiar el mundo mediante el control obrero y otros movimientos analogos -tales como los proyectos de propiedad comunitaria, la Hamada economia «moral» o «solidaria», sistemas locales de comercio o trueque, la creacion de espacios autonomos (el mas famoso de los cuales seria hoy dia el de los zapatistas mexicanos)- no se han demostrado hasta ahora viables como modelo para construir soluciones anticapitalistas mas globales, pese a los nobles esfuerzos y sacrificios para mantener en pie esos proyectos frente a feroces hostilidades y represiones implacables7•
La razon principal del fracaso a largo plazo de tales iniciativas para constituir una alternativa global al capitalismo es bastante simple. Todas las empresas que operan en una economia capitalista estan sometidas a «las leyes irrefragables de la competencia» que afianzan las leyes capitalistas de la produccion y realizacion de valor. Si alguien ofrece un producto similar al mio con un coste mas bajo y no quiero quedarme sin clientes, tengo que modificar mis practicas de produccion para aumentar mi productividad o reducir mis costes de trabajo, bienes intermedios y materias primas. Aunque haya empresas pequefi.as y localizadas que puedan eludir por un tiempo esa coercion y trabajar mas alla del alcance de las leyes de la competencia (adquiriendo, por ejemplo, el estatus de monopolios locales), la mayoria no pueden hacerlo; por eso las empresas cooperativas o controladas por los trabajadores acaban reproduciendo en algtin momento el comportamiento de sus competidores capitalistas, y cuanto mas lo hacen menos se distin-

7 Immanuel Ness and Dario Azzelini (eds.), Ours to ]\!laster and to Own: Workers’ Controlfr vm the Cvmmune to the P7·esent, Londres, Haymarket Books, 201 1.
guen sus pnicticas. De hecho, puede muy bien suceder que los trabajadores acaben cayendo en un estado de autoexplotacion colectiva tan represivo como el que impone el capital.
Ademas, tal como exponfa Marx en el segundo volumen de El Capital, la circulacion del capital comprende tres procesos particulares, el del dinero, el productivo y el de las mercancfas8• Ninglin proceso de circulacion puede sobrevivir, ni siquiera existir, sin los demas: se entrelazan y codeterminan mutuamente. El con­
trol de los trabajadores o de colectivos comunitarios en unidades de produccion relativamente aisladas diffcilmente puede perdurar -pese a la esperanzada retorica autonoista, autogestionaria y anarquista- frente a un entorno financiero y un sistema de cn!dito hostiles y a las pnicticas depredadoras del capital mercantil. El poder del capital financiero y del capital mercantil (el fenomeno Wal-Mart) han resurgido con fuerza en los ultimos afios (este es un tema muy poco tratado en la teorizacion de izquierdas contemponinea). Que hacer con respecto a esos otros procesos de circulacion y a las fuerzas de clase que cristalizan en torno a ellos se convierte asf en una parte muy importante del problema. Se trata, despues de todo, de las fuerzas primordiales a traves de las que opera la ferrea ley de la determinacion capitalista del valor.
La conclusion teorica que se deduce de esto es evidente. La abolicion de la relacion de clase en la produccion depende de la abolicion del poder de la ley capitalista del valor para dictar las condiciones de la produccion mediante el libre comercio en el mercado mundial. La lucha anticapitalista no debe organizarse y reorganizarse unicamente en el proceso de trabajo, par fundamental que sea este. Debe tambien tratar de hallar una alternativa polftica y social al funcionamiento de la ley capitalista del valor en el mercado mundial. Par muchos movimientos comunitarios y de control obrero que puedan surgir de las intuiciones concretas de la gente

8 Karl Marx, El Capital, Volumen 2, tomo 1 , Madrid, Aka!, 2000; pp.
3 1-12 3. David Harvey, A Companion to Marx’s Capital, Volume 2, Londres, Verso, de proxima publicaci6n.
que se ocupa colectivamente de la produccion y del consumo, cuestionar el funcionamiento de la ley capitalista del valor a escala mundial requiere una comprension teorica de las relaciones macroeconomicas ademas de una gran sofisticacion tecnica y organizativa. Esto plantea el dificil problema de desarrollar una capacidad politica yorganizativa para movilizarycontrolar la organizacion de la division intemacional del trabajo y de las practicas y relaciones de intercambio en el mercado mundial. El «desacoplamiento» que proponen algunos ahora es practicamente imposible por diversas razones. En primer lugar, incrementaria la vulnerabilidad frente a las hambrunas locales y a las catastrofes sociales y «naturales». En segundo Iugar, la gestion eficaz y la supervivencia dependen casi siempre de la disponibilidad de medios de produccion sofisticados. Por ejemplo, la capacidad de un colectivo de trabajadores para coordinar los flujos a lo largo de una cadena productiva (desde las materias primas hasta los productos acabados) depende de la disponibilidad de fuentes de energia y tecnologias, como la electricidad, telefonos moviles, ordenadores e internet, que proceden de ese mundo en el que predominan las leyes capitalistas de creacion y circulacion del valor.
Frente a esas dificultades obvias, muchas fuerzas de la izquierda tradicional preconizaron historicamente como principal objetivo la conquista del poder estatal, que a continuacion se podria utilizar para regular y controlar el flujo de capital y dinero, para instituir sistemas de intercambio fuera del mercado (y no mercantilizados) mediante una planificacion racional, y para establecer una altemativa a las leyes capitalistas de determinacion del valor mediante reconstrucciones organizadas y conscientemente planeadas de la division intemacional del trabajo. Los paises comunistas creados a partir de la Union Sovietica, incapaces de hacer funcionar globalmente ese modelo, prefirieron aislarse tanto como fuera posible del mercado mundial capitalista. El final de la Guerra Fria, el colapso del imperio sovietico y la adopcion por el gobiemo chino de un modelo economico que acepta plenamente la ley del valor capitalista, dieron Iugar a un abandono generalizado de esa estrategia anticapitalista particular como via factible para Ia construcci6n del socialismo. Las ideas de Ia planificaci6n central -incluso Ia socialdem6crata- de que el estado podria proteger a Ia sociedad frente a las fuerzas del mercado mundial mediante el proteccionismo arancelario, Ia sustituci6n de importaciones (como en Latinoamerica durante Ia decada de 1960, por ejemplo), polfticas tributarias redistributivas y otros dispositivos de bienestar social, fueron abandonadas poco a poco a medida que los movimientos contrarrevolucionarios neoliberales ganaban fuerza en el dominio de los aparatos estatales desde mediados de Ia decada de
1970 en adelante •
La experiencia hist6rica, bastante decepcionante, del estalinismo y el comunismo centralmente planificado tal como se practic6 realmente, y el fracaso en ultimo termino del reformismo y el proteccionismo socialdem6cratas en cuanto a contrarrestar el creciente poder del capital para controlar el estado e imponer sus planes politicos, han llevado a gran parte de Ia izquierda contemponinea a concluir, bien que el «aplastamiento del estado» es una condici6n necesaria para cualquier transformaci6n revolucionaria, bien que organizar la producci6n y aut6nomamente fuera del estado es la unica via posible hacia el cambio revolucionario. La tarea pollrica se ha desplazado asi a cierta forma de control obrero, comunitario o local, suponiendo de que el poder opresivo del estado puede «decaer» a medida que movimientos opositores de diverso tipo -ocupaciones de fabricas, economias solidarias, movimientos aut6nomos colectivos, cooperativas agrarias, etcetera- cobran fuerza en Ia sociedad civil. Esto equivale a lo que se podria Hamar una «teoria termitera» del cambio revolucionario: roer los apoyos institucionales y materiales del capital hasta que se derrumbe. No es un termino despectivo; las termitas ocultas pueden infligir un daiio terrible sin ser detectadas facilmente. El problema no es la carencia de eficacia potencial; es que tan pronto como hace demasiado obvio y amenazador el daiio producido, el capital esta dispuesto y decidido a Hamar a los exterminadores (poderes del estado) para neutralizarlo. La unica esperanza entonces es que los exterminadores se vuelvan contra sus amos (como ha sucedido a veces en el
pasado) o sean derrotados -un resultado bastante improbable excepto en circunstancias tan particulares como las de Mganistanen el curso de una contienda militar. Desgraciadamente no existe ninguna garantia de que el tipo de sociedad que emerja a continuacion sea mejor o menos barbaro que aquel al que reemplaza.
En el amplio espectro de la izquierda se defienden fieramente (y a veces tambien ciega y dogmaticamente) las distintas opiniones sobre lo que puede funcionar o no. La critica hacia cualquier tipo particular de pensamiento o accion provoca a menudo respuestas injuriosas. Toda la izquierda esta hechizada por un «fetichismo de la forma organizativa» que lo impregna todo. La izquierda tradicional (de orientacion comunista y socialista) defendia genericamente alguna version del centralismo democratico (en los partidos
politicos, sindicatos, etcetera). Ahora, en cambio, suelen predominar principios como la «horizontalidad» y «ausencia de jerarquia», o visiones de democracia radical y gobemanza de los bienes comunes, que pueden funcionar bien en grupos pequefi.os pero son imposibles de aplicar a escala de toda una region metropolitana, por no hablar de los siete mil millones de personas que habitan actualmente el planeta. Se formulan dogmaticamente prioridades programaticas como la abolicion del estado, como si no fuera necesaria o valiosa ninguna otra forma altemativa de gobemanza territorial. Hasta el venerable anarquista y antiestatista Murray Bookchin, con su teoria del confederalismo, defiende energicamente la necesidad de alguna gobemanza territorial, sin la que los zapatistas, por poner un ejemplo reciente, no habrian encontrado sino la muerte y la derrota: aunque su estructura organizativa se suela presentar -falsamente-como totalmente ajerarquica y «horizontalista», toman de­
cisiones mediante delegados democraticamente elegidos10• Otros

10 Murray Bookchin, Urbanization Without Cities: The Rise and Decline of Citizenship, Montreal, Black Rose Books, 1992.
grupos concentran sus esfuerzos en la recuperacion de nociones antiguas e indigenas de los derechos de la naturaleza, o insisten en que deben prevalecer, por encima de la puesta en practica de una politica anticapitalista, las cuestiones de genero, raza, anticolonialismo o indigenismo. Todo esto entra en conflicto con la autopercepcion dominante dentro de esos movimientos sociales, que tiende a descartar una guia o teoria organizativa general en nombre de un conjunto de practicas intuitivas y flexibles que surgen «naturalmente» de la situacion dada, algo en lo que, como veremos, no escin totalmente equivocados.
Ademas de todo esto, se da una notoria ausencia de propuestas concretas ampliamente acordadas sobre como reorganizar la division del trabajo y las transacciones economicas (monetizadas?) en el mundo entero para mantener un nivel de vida razonable para todos. De hecho, este problema se elude demasiado a menudo. Como explica el pensador anarquista David Graeber, haciendose eco de las dudas de Murray Bookchin mencionadas mas arriba,
Burbujas temporales de autonomia deben convertirse gradualmente en comunidades libres permanentes. Sin embargo, para que eso suceda, esas comunidades no deben estar totalmente aisladas, ni tampoco pueden tener una relaci6n de pura confrontaci6n con todo su entorno. Tienen que hallar alguna forma de relacionarse con los sistemas econ6micos, sociales o politicos mas amplios que las rodean. Esta es Ia cuesti6n mas espinosa, porque se ha demostrado extremadamente dificil para Ia gente organizada sobre lfneas radicalmente democraticas integrarse de ninglin modo significativo en estructuras mas amplias sin tener que realizar infinitas cesiones con
respecto a sus principios fundamentalesll.

1 1 David Graeber, Direct Action: An Ethnography, Oakland, CAK Press,
2009, p. 239. Vease tambien Ana Dinerstein, Andre Spicer y Steffen Bohm, «The (lm)possibilities of Autonomy, Social Movement in and Beyond Capital, the State and Development>>, Non-Governmental Public Action Program, Working Papers, London School of Economics and Political Science, 2009.
En este momento de Ia historia, los procesos caoticos de destruccion creativa capitalista han reducido evidentemente a Ia izquierda colectiva a un estado de incoherencia fragmentada, por energica que se muestre y por mas que erupciones periodicas de movimientos masivos de protesta y Ia amenaza recurrente de Ia «politica de termita» sugiera que las condiciones objetivas para una ruptura mas radical con Ia ley capitalista del valor estan mas que maduras para Ia cosecha.
En el micleo de todo esto se da un dilema estructural muy simple: como puede fusionar Ia izquierda Ia necesidad de comprometerse activamente, pero tambien de crear una altemativa a las leyes capitalistas de determinacion del valor en el mercado mundial, al tiempo que promueve Ia capacidad de los trabajadores asociadas para gestionar y decidir democratica y colectivamente lo que tienen que producir y como producirlo? Esta es Ia tension dialectica central que ha escapado hasta ahora al anhelo de los
movimientos altemativos anticapitalistas12•

1 2 La Corporacion Cooperativa Mondragon (MCC) es uno de los casos mas instructivos de autogestion obrera que han resistido el paso del tiempo. Fundada en el Pais Vasco bajo el fascismo, en 1956, agrupa ahora alrededor de 200 empresas. En Ia mayoria de los casos Ia diferencia de remuneracion entre los cooperativistas no supera la relacion 3 : 1 (aunque en los ultimos aiios esa proporcion haya subido en algunos casos basta 9: 1 ), frente a una relacion de 400: 1 en Ia mayor ia de las empresas estadounidenses. El conglomerado empresarial opera en los tres circuitos del capital, disponiendo de instituciones de credito [Caja Laboral] y una cadena de establecimientos de venta al publico [Eroski, fruto de Ia fusion de nueve cooperativas de consumo locales], ademas de las unidades de produccion. Esta puede ser una de las razones que le han permitido sobrevivir. Los criticos de izquierda le reprochan su falta de solidaridad con luchas obreras mas generales, asi como algunas pdcticas explotadoras de subcontratacion y las medidas de eficiencia interna consideradas necesarias para mantener Ia competitividad de la corporacion; pero si todas las empresas capitalistas fueran de este tipo, viviriamos en un mundo muy diferente, de forma que no se puede minusvalorar su ejemplo. George Cheney, Values at Work: Employee Participation Meets Market Pressure at Mondragon, Ithaca, ILR Press, 1999.
ALTERNATIVAS
Para que pueda surgir y afianzarse un movimiento anticapitalista viable, hay que reevaluar las estrategias anticapitalistas pasadas y presentes. No solo es vital mirar hacia atras y pensar sobre lo que se puede y se debe hacer, quien va a hacerlo y d6nde, sino que tambien es vital conciliar los principios organizativos y practicas preferidas con la naturaleza de las batallas politicas, sociales y tecnicas que habra que librar y veneer. Cualesquiera soluciones, formulaciones, formas organizativas y agendas politicas que se propongan deberan ofrecer respuestas a tres cuestiones principales:
1) La primera es la del lacerante empobrecimiento material de buena parte de la poblaci6n mundial y la consiguiente frustraci6n de la posibilidad del pleno desarrollo de las capacidades y la potencia creativa humana. Marx fue ante todo un eminente fil6sofo del ilimitado progreso humano, pero reconoci6 que este solo era posible en «el reino de la libertad que comienza cuando queda atras el reino de en la necesidad». Los problemas de la acumulaci6n global de pobreza no se pueden afrontar, deberia ser obvio, sin poner freno a la obscena acumulaci6n mundial de riqueza. Las organizaciones contra la pobreza deben comprometerse a una politica contra la riqueza y a la construcci6n de relaciones sociales alternativas a las que dominan en el capitalismo.
2) La segunda cuesti6n deriva de los claros e inminentes peligros de degradaci6n ambiental y transformaciones ecol6gicas descontroladas. Esto tampoco es una cuesti6n solo material, sino tambien espiritual y moral, que exige un cambio en el concepto humano de la naturaleza asf como de la interacci6n material con ella. No existe una soluci6n puramente tecnol6gica para esta cuesti6n. Tiene que haber importantes cambios en el modo de vida (y resarcir los impactos politicos, econ6micos y ambientales de los ultimos setenta aiios
de colonizacion periurbana) asi como en el consumismo, productiviismo y dispositivos institucionales.
3) El tercer conjunto de cuestiones, que subyace bajo las dos primeras, deriva de una comprension historica y teorica de la inevitable evolucion del crecimiento capitalista. Por diversas razones, el crecimiento exponencial es una condicion absoluta para la continua acumulacion y reproduccion del capital. Esta ley de la acumulacion sin fin del capital, socialmente construida e historicamente especifica, tiene que ser cuestionada y finalmente abolida. El crecimiento acumulativo (con una tasa minima anual, digamos, del 3 por 1 00) es sencillamente imposible. El capital ha llegado ahora a un punto de inflexion (lo que no quiere decir a un callejon sin salida) en su larga historia, en el que se esta empezando a percibir esa imposibilidad inmanente. Cual­
quier alternativa anticapitalista tiene que abolir el poder de la ley capitalista del valor para regular el mercado mundial. Esto requiere la abolicion de la relacion dominante de clase que sostiene y ordena la perpetua expansion de la produccion y realizacion de plusvalor y que es la que produce la distribucion cada vez mas desigual de riqueza y poder, jun­
to con el perpetuo sindrome de crecimiento que ejerce una presion destructiva tan enorme sobre las relaciones sociales
y los ecosistemas globales.
Como se pueden organizar entonces las fuerzas progresistas para resolver estos problemas y como se puede gestionar la dialectica hasta ahora evasiva entre los imperativos duales del control obrero localizado y la coordinacion global? En este contexto quiero regresar a la pregunta fundamental de esta investigacion: Pueden desempeii.ar un papel constructivo los movimientos sociales de base urbana e imprimir su sello a la lucha anticapitalista en esas tres dimensiones? La respuesta depende en parte de algunas reconceptualizaciones fundamentales de la naturaleza de las clases y de una redefindicion del terreno de la lucha de clases.
La concepcion del control obrero que ha dominado hasta ahora el pensamiento politico de Ia izquierda altemativa es confusa. El foco principal de la lucha se ha situado en el taller y la fabrica como Iugar primordial de la produccion de plusvalor. Tradicionalmente se ha dado Ia primada a la clase obrera industrial como vanguardia del proletariado, su principal agente revolucionario; pero no fueron los obreros fabriles los que generaron la Comuna de Paris, por ejemplo, lo que ha dado Iugar a una vision disidente e influyente de la Comuna segU.n Ia cual no fue un levantamiento revolucionario ni un movimiento basado en la clase, sino un movimiento social urbano que reclamaba los derechos de ciudadania y el derecho a la ciudad. Por lo tanto, se dice, no era anticapitalista 13•
Pero yo no veo razon por la que no se pueda entender a la vez como una lucha de clases y una lucha por los derechos de ciudadania en el habitat propio de los trabajadores. Para empezar, la dinamica de la explotacion de clase no se limita al lugar de trabajo. Conviene tener en cuenta toda una serie de practicas predadoras y de desposesion del tipo descrito en el capitulo 2 con respecto al mercado de la vivienda. Estas formas secundarias de explotacion, que son y siempre han sido vi tales para la dinamica general global de la acumulacion de capital y Ia perpetuacion del poder de clase, quedan principalmente a cargo de los comerciantes, propietarios y financieros y sus efectos se dejan sentir principalmente en el habitat y no en Ia fabrica. Las concesiones salariales a los trabajadores pueden, por ejemplo, ser recuperadas para el conjunto de Ia clase capitalista por los propietarios y comerciantes capitalistas, y en las condiciones actuales mas despiadadamente alin por los prestamistas, banqueros y financieros. Las practicas de acumulacion por desposesion, la apropiacion de rentas por diversos ex-

1 3 Manuel Castells, The City and the Grassroots, Berkeley, University of California Press, 1983; Roger Gould, Insurgent Identities: Class, Community, and Protest in Paris from 1 848 to the Commune, Chicago, University of Chicago Press, 1995. Para mi refutaci6n de esos argumentos, vease David Harvey, Paris, Capital of Modernity, cit.
tractores de dinero y beneficia, son causa de Ia pesadumbre de buena parte de Ia poblaci6n con respecto a Ia calidad de Ia vida cotidiana. Los movimientos sociales urbanos suelen organizarse precisamente en torno a esas cuestiones, derivadas de las manifestaciones del poder de clase en torno a la forma de vida, y no solo a Ia explotaci6n del trabajo; pero eso no les quita su contenido de clase, aunque se articulen primordialmente en terminos de derechos, ciudadania y protesta contra las penalidades asociadas a la reproducci6n social.
El hecho de que esas protestas se manifiesten en la esfera de la circulaci6n del dinero y las mercandas mas que en el de la producci6n no importa; de hecho constituirfa una gran ventaja te6rica reconceptualizar esas cuestiones dedicando mas atenci6n a los aspectos de la circulaci6n del capital que tan frecuentemente obstaculizan los intentos de control obrero de la producci6n. Dado que lo que importa en conjunto es la circulaci6n del capital (y no solo lo que ocurre en el circuito productivo), 2que le importa a la
clase capitalista en su conjunto si el valor se extrae de los circuitos comercial y monetario y no directamente del circuito productivo? La distancia entre el lugar donde se produce el plusvalor y aquel donde se realiza es tan crucial en la teorfa como en Ia practica. El valor creado en la producci6n puede ser recuperado par la clase capitalista mediante los elevados alquileres que los propietarios de viviendas cobran a los trabajadores par su alojamiento.
En segundo Iugar, la propia urbanizaci6n es el resultado de una producci6n en la que participan millones de trabajadores generando valor y plusvalor. 2Por que no centrarse pues en Ia ciudad mas que en la f:ibrica como Iugar primordial de la producci6n de plus­
valor? La Comuna de Paris se puede entonces reconceptualizar como una lucha del proletariado productor de la ciudad que recla­
maba el derecho a poseer y controlar lo que habfa producido. Es (y en el caso de la Comuna de Paris fue) un tipo muy diferente de proletariado al que gran parte de Ia izquierda ha asignado tfpicamente el papel de vanguardia. Se caracteriza par la precariedad, par un empleo epis6dico, limitado temporalmente y espacialmente difuso, y muy dificil de organizar sobre Ia base del Iugar de trabajo; pero en este momenta de Ia historia y en los paises considerados de capitalismo «avanzado», el proletariado fabril convencional ha disminuido radicalmente, lo que no nos deja mas altemativa que lamentar Ia perdida de Ia posibilidad de revolucion porque ese proletariado ha desaparecido, o cambiar nuestra concepcion del proletariado para incluir en el ias hordas de productores no organizados de Ia urbanizacion (del tipo de los que se movilizan en las manifestaciones por los derechos de los inmigrantes), y explorar sus peculiares capacidades y poderes revolucionarios.
Asi pues, (quienes son esos trabajadores que producen Ia ciudad? Sus edificadores, los obreros de la construccion en particular, son el candidato mas obvio aunque no constituyan la Unica, ni siquiera la mayor parte de la fuerza de trabajo dedicada a ello. Como fuerza politica, los obreros de Ia construccion han apoyado muy a menudo en los ultimos tiempos en Estados Unidos (y posiblemente en otros lugares) el desarrollismo clasista a gran escala que les da de comer, pero no tiene por que ser siempre asi. Los alarifes y albafiiles que Haussmann llevo a Paris desempefiaron un papel importante en Ia Comuna. El Green Ban [Veto Verde] decretado por Ia Builders Labourers Federation en Nueva Gales del Sur en Ia decada de 1970 prohibia a sus afiliados trabajar en proyectos que juzgaba medioambientalmente dafiinos, y tuvo mucho exito en sus iniciativas aunque aquel movimiento sindical acabara siendo destruido por una confluencia con el poder estatal de su propia direccion nacional maoista, que despreciaba las cuestiones medioambientales como una manifestacion de sentimentalismo burgues14•
En cualquier caso, existe una conexion innegable entre Ia extraccion de hierro de las minas, su conversion en acero, la utilizacion de este en Ia construccion de puentes, el transporte sobre estos de mercancias y el destino final de estas, ya sean fabricas a

14 John Tully, «Green Bans and the BLF: The Labour Movement and Urban Ecology>>, International Viewpoint IV 357 (marzo de 2004).
las que llegan como bienes intermedios u hogares donde se con­
sumen. Todas esas actividades (incluido el movimiento espacial) producen valor y plusvalor. Si el capitalismo se suele recuperar de las crisis, como vimos antes, «construyendo casas y llenandolas de
cosas», esta claro que todos los que participan en la actividad urbanizadora desempeiian un papel decisivo en la dinamica macroeconomica de la acumulacion de capital; y si el mantenimiento, reparaciones y sustituciones (a menudo dificiles de distinguir en la practica) forman parte, de una forma u otra, de la corriente de produccion de valor (como explicaba Marx), tambien esta claro que el vasto ejercito urbano de trabajadores participantes en esas actividades contribuye igualmente a la produccion de valor y de plusvalor, como los miles de trabajadores neoyorquinos que cada dia erigen andamios para desmontarlos despues. Si, ademas, el flujo de mercancias desde su lugar de origen hasta su destino final produce valor, como tambien insistia Marx, igualmente lo hacen los trabajadores empleados en la cadena alimentaria que va desde los productores rurales hasta los consumidores urbanos. Miles de camiones de reparto atestan a diario las calles de Nueva York, y quienes los conducen tienen la capacidad de estrangular el metabolismo de la ciudad. Las huelgas de los trabajadores del transporte (ya sea en Francia durante los ultimos veinte aiios o ahora en Shanghai) son armas politicas extremadamente eficaces (usadas malignamente en Chile en la preparacion del golpe de 1973). El sindicato de conductores de autobus en Los Angeles y la organizacion de taxistas de Nueva York son ejemplos de organizacion en las tres dimensiones15• Cuando la poblacion sublevada de El Alto corto las principales lineas de abastecimiento a La Paz, obligando a la burguesia a sobrevivir de lo que pudiera tener guardado

1 5 Michael Wines, «Shanghai Truckers ‘ Protest Ebbs with Concessions Won on Fees>>, New York Times, 23 de abril de 201 1; Jacqueline Levitt y Gary Blasi, «The Los Angeles Taxi Workers Alliance>>, en Ruth Millanan, Joshua Bloom y Victor Narro (eds.), Working for Justice: The LA Model of Organizing and Advocacy, Ithaca, Cornell University Press, 2010, pp. 109-124.
en su despensa, pronto obtuvo su objetivo politico. Es de hecho en las ciudades donde las clases acomodadas son mas vulnerables, no
individualmente sino en terminos del valor de los bienes que controlan; por eso el estado capitalista no deja de prepararse para luchas urbanas militarizadas como frente avanzado de Ia lucha de clases en los pr6ximos afios.
Consideremos los flujos, no solo de alimentos y otros bienes de consumo, sino tambien de energia, agua y otros articulos necesarios, asi como su vulnerabilidad frente a eventuales disturbios. La producci6n y reproducci6n de Ia vida urbana, aunque parte de ella pueda ser «desestimada» (un termino desafortunado), como «improductiva» en el canon marxista, es sin embargo socialmente necesaria como parte de los < La historia de las luchas obreras convencionales -y esta es mi tercera tesis importante- tambien debe ser reescrita. La mayoria de las luchas emprendidas por obreros fabriles resulta tener, inspeccionada mas de cerca, una base mucho mas amplia. Margaret Kohn, por ejemplo, se queja de que historiadores de izquierdas del movimiento obrero exalten los consejos de fabrica de Turin a prin-

16 Excluded Workers Congress, Unity for Dignity: Excluded Workers Report, Nueva York, Excluded Workers Congress, do Inter-Alliance Dialogue, diciembre de 2010.
cipios del siglo XX, ignorando absolutamente sin embargo las «casas del pueblo» donde se configuraba gran parte de su polftica y desde donde afluian fuertes corrientes de apoyo logistico17• E. P. Thompson expuso como la constituci6n de la clase obrera inglesa dependia tanto de lo que sucedia en las capillas y en los barrios como en el Iugar de trabajo. Los consejos sindicales locales han desempeiiado un papel muy subestimado en la organizaci6n polftica britanica, y a menudo constituian en muchas ciudades y pueblos la base militante del incipiente partido laborista y otras organizaciones de izquierda que el movimiento sindical nacional a menudo ignoraba18• Que exito habrian tenido las sentadas de Flint (Michigan) en 193 7 de no haber sido por las masas de desempleados y organizaciones vecinales a las puertas de General Motors brindandoles incansablemente su apoyo moral y material?
Las organizaciones vecinales han sido tan importantes para el mantenirniento de las luchas obreras como la organizaci6n en el Iugar de trabajo. Uno de los bastiones de las ocupaciones de fabricas en Argentina tras el colapso de 2001 fue que las fabricas gestionadas de forma cooperativa se convirtieron tambien en centros culturales y educativos para los vecinos, estableciendo puentes entre la comunidad y en Iugar de trabajo. Cuando los antiguos propietarios trataron de expulsar a los trabajadores o de recuperar la maquinaria, todos los vecinos actuaron solidariamente con los trabajadores para evitarlo19• Cuando el sindicato de hosteleria UNI­
TE HERE decidi6 hace unos afios movilizar a los trabajadores de

17 Margaret Kohn, Radical Space: Building the House of the People, Ithaca, Cornell University Press, 2003.
18 Edward P. Thompson, The Making of the English Working Class, Harmondsworth, Middlesex, Penguin Books, 1968 [ ed. cast.: La formaci6n de Ia clase obrera en lnglaterra, Madrid, Capitan Swing, 2012].
19 Peter Ranis, «Argentina's Worker-Occupied Factories and Enterprises>>, Socialism and Democracy 19/3 (noviembre de 2005), pp. 1-23; Carlos Forment, «Argentina’s Recuperated Factory Movement and Citizenship: An Arendtian Perspective>>, Buenos Aires, Centro de Investigaci6n de Ia Vida Publica, 2009; Marcela Lopez Levy, We Are Millions: Neo-liberalism and New Forms of Political Action in Argentina, Londres, Latin America Bureau, 2004.
base en tomo al aeropuerto LAX de Los Angeles, recurri6 a «una amplia alianza con organismos polfticos, religiosos y comunales, estableciendo una coalici6n» que pudo contrarrestar Ia estrategia represiva de Ia patronaF0• Pero cabe tambien extraer otras moralejas precautorias: en las huelgas de los mineros ingleses durante las decadas de 1970 y 1980, los que vivian en areas urbanizadas difusamente como Nottingham fueron los primeros en rendirse, mientras que los de Northumbria, donde convergian las corrientes polfticas en el lugar de trabajo y en el lugar de alojamiento, mantuvieron su solidaridad hasta el finaF1• El problema planteado por
circunstancias de este tipo sera reexaminado mas adelante.
En Ia medida en que los lugares de trabajo convencionales escin desapareciendo en muchos lugares del llamado mundo capitalista avanzado (aunque no, por supuesto, en China o en Bangladesh), Ia organizaci6n no solo en tomo al trabajo, sino tambien en tomo a las condiciones del habitat, construyendo puentes entre los dos, se hace cada vez mas crucial; pero tambien lo era en el pasado. Durante Ia huelga general de Seattle de 1919 las cooperativas de consumo controladas por los trabajadores les sirvieron de apoyo, y cuando Ia huelga se vino abajo Ia militancia se desplaz6 muy marcadamente hacia el desarrollo del un sistema complejo y entrelazado de cooperativas de consumo controladas principalmente por los trabajadores22•
Cuando se amplia Ia lente para observar el medio social en el que se desarrolla Ia lucha, se transforma Ia perspectiva de quienes podrian ser los proletarios y cuales sus aspiraciones y estrategias. La composici6n de genero de la politica de oposici6n parece muy di-

2° Forrest Stuart, «From the Shop to the Streets: UNITE HERE Organizing in Los Angeles Hotels>>, en Ruth Milkman, Joshua Bloom y Victor
Narro (eds.), Working for Justice: The LA Model of Organizing and Advocacy, Ithaca, Cornell University Press, 2010.
21 Huw Beynon, Digging Deeper: Issues in the Miner’s Strike, Londres, Verso, 1985.
22 Dana Frank, Purchasing Power: Consumer Organizing, Gender, and the Seattle Labor Movements, 1919-29, Cambridge, Cambridge University Press, 1994.
ferente cuando se hacen entrar en el cuadro las relaciones fuera de la fabrica convencional, tanto en el lugar de trabajo como en el habitat. La dinamica social no es la misma en esos dos espacios; en el segundo, las distinciones basadas en el genero, la raza, la etnia, la religion y la cultura suelen estar mas arraigadas en el tejido social, y las cuestiones de la reproduccion social desempefi.an un papel mas destacado, incluso dominante, en la configuracion de la subjetividad y la conciencia politica. Reciprocamente, la diferenciacion etnica, racial y de genero practicada por el capital en la poblacion produce notables disparidades en la dinamica economica de la desposesion en el habitat (gracias a los circuitos de capital monetario y comercial). Durante el periodo 2005-2009, mientras que la perdida media de riqueza de los hogares estadounidenses fue del 28 por 100, la de los hispanos fue del 66 por 100 y la de los negros del 53 por 100, mientras que la de los blancos fue solo del 16 por 100. El caracter de clase de las discriminaciones etnicas en la acumulacion por desposesion y el efecto diferenciado de esas discriminaciones sobre la vida en unos u otros barrios no podria ser mas clara, en particular porque las mayores perdidas se debieron a la caida del precio de la vivienda23• Pero es tam bien en los espacios donde se vive donde profundos lazos culturales, basados por ejemplo en la etnia, la religion, patrimonies culturales y memorias colectivas, pueden tanto unir como dividir, creando la posibilidad de solidaridades sociales y politicas en una dimension totalmente diferente a la que surge tipicamente en el lugar de trabajo.
En 1954 guionistas y directores de la famosa lista negra (los llamados Diez de Hollywood), realizaron una maravillosa pelicula titulada La sal de Ia tierra. Basada en acontecimientos reales sucedidos en 1951, mostraba la lucha de los trabajadores mexicano-americanos duramente explotados en una mina de zinc en Nuevo Mexico y de sus familias. Los trabajadores mexicanos reivindicaban igualdad con los blancos, condiciones de trabajo mas seguras y ser tratados con

B Peter Whoriskey, «Wealth Gap Widens between Whites, Minorities, Report Says>>, Washington Post, Business Section, 26 de julio de 201 1 .
dignidad (un tema recurrente en muchas luchas anticapitalistas). Las mujeres se sentian irritadas por la poca atencion dedicada por el sindicato, formado casi exclusivamente por varones, a cuestiones «domesticas» como el alcantarillado y el agua corriente en sus viviendas. Cuando los trabajadores se pusieron en huelga por sus reivindicaciones, al tener prohibida la formacion de piquetes por una de las disposiciones de la ley Taft-Hartley, fueron las mujeres (pese a la oposicion de los varones) las que se encargaron de formarlos, mientras los hombres tenian que cuidar de los nifios y aprendian asi incomodamente lo importante que es el agua corriente y la evacuacion de residuos para una vida cotidiana razonable en el hogar. La igualdad de genero y la conciencia feminista surgian asi como armas cruciales en la lucha de clases. Cuando llegan los sheriffs para desalojar a los huelguistas y sus familias, el apoyo popular de otras familias (claramente basado en solidaridades culturales) no solo les proporciona alimentos, sino que tambien les permite seguir ocupando sus viviendas, propiedad de la empresa, a la que no le queda al final mas remedio que ceder. El enorme poder de la unidad entre genero, etnia, trabajo y vida no es facil de construir, y la pelicula muestra que las tensiones entre hombres y mujeres, entre trabajadores angl6fonos y mexicanos y entre perspectivas basadas en el trabajo y en la vida cotidiana son tan significativas como las que se dan entre trabajo y capital. Solo cuando se construye la unidad y paridad entre todas las fuerzas del trabajo, dice la pelicula, se podra veneer. El peligro que representaba este mensaje para el capital se refleja en el hecho de que fue la Unica pelicula sistematicamente proscrita por razones politicas en los cines comerciales estadounidenses durante muchos aiios. La mayoria de los actores no eran profesionales -muchos de ellos pertenecian al sindicato de mineros-; pero la mas brillante actriz profesional, Rosaura Revueltas, fue deportada a Mexico24•

24 James Lorence, The Suppression of Salt of the Earth: How Hollywood, Big Labor and Politicians Blacklisted a Movie in Cold Wtlr America, Albuquerque, University of New Mexico Press, 1999. La pelicula se puede descargar gratuitamente.
En un libro reciente Bill Fletcher y Fernando Gapasin argumentan que el movimiento obrero deberia dedicar mas atenci6n a las formas geograficas de organizaci6n y no solo a las sectoriales,
y que en Estados Unidos deberia dar poder a los consejos [comites] centrales de las ciudades junto a la organizaci6n sectorial.
En la medida en que las organizaciones obreras hablan de cuestiones de clase, no deberfan considerarse como alga separado de la comunidad. El termino /aboral deberfa aplicarse a todo tipo de organizaci6n enraizada en la clase obrera y cuyo programa plantea explfcitamente reivindicaciones de la clase obrera. En este sentido,
una organizaci6n comunitaria enraizada en la clase (tal como un centro obrero) que plantea cuestiones especfficas de clase es tan /aboral como lo puede ser un sindicato. Para decirlo aun mas clara, un sindicato que solamente defiende los intereses de un sector de la clase obrera (como un sindicato supremacista blanco) merece menos el nombre de organizaci6n obrera que una asociaci6n comunitaria que
ayuda a los desempleados o a los sin-techo25•
Por eso proponen un nuevo planteamiento de las organizaciones de clase que
cuestione esencialmente las actuates practicas sindicales para establecer alianzas y emprender acciones polfticas. De hecho, esta serfa su premisa central: si Ia lucha de clases no se restringe al Iugar de trabajo, tampoco deberian hacerlo los sindicatos. La conclusion estrategica es que los sindicatos deben procurar organizar las ciudades y no solamente los lugares de trabajo (o sectores industriales). Y organizar las ciudades solo es posible si los sindicatos buscan aliados en los bloques sociales metropolitanos26•

25 Bill Fletcher y Fernando Gapasin, Solidarity Divided: The Crisis in Organized Labor and a New Path Toward Social Justice, Berkeley, University of
Cali26fornia Press, 2008, Ibid. p. 1 74.
Y prosiguen preguntando: «como se organiza entonces una ciudad?» Me parece que esta es una de las preguntas clave a las que Ia izquierda debe responder para revitalizar en los pr6ximos afi.os
Ia lucha anticapitalista. Tales luchas, como hemos vista, tienen una historia meritoria. Las lecciones que dej6 Ia «Bolonia Roja» durante Ia decada de 1970 constituyen un capitulo sobresaliente, pero ha habido otros en Ia historia del «socialismo municipal» e incluso largos periodos de reformas urbanas radicales, como las que tuvieron Iugar en Ia «Viena roja» o los consejos municipales radicales en Gran Bretafi.a durante la decada de 1920, que deben recuperarse tanto desde el punta de vista del reformismo de izquierdas como de otros mas revolucionarios27• Una de las paradojas mas curiosas de esa historia es que desde Ia decada de 1960 hasta el presente el Partido Comunista frances se distinguiera mucho mas en Ia administraci6n municipal (debido en parte a que en ese terreno no recibfa instrucciones derivadas de una teoria dogmatica desde Moscu) que en otros aspectos de Ia vida polftica. Los consejos sindicales britanicos desempefi.aron parecidamente un papel decisivo en Ia polftica urbana que permiti6 enraizarse a los partidos de izquierda locales, tradici6n que se mantuvo en Ia lucha municipalista contra el thatcherismo a principios de Ia decada de 1980. No fueron unicamente acciones de retaguardia, sino, como en el caso del Consejo de Gran Londres [Greater London Councill] encabezado por Ken Livingstone durante ese periodo, potencialmente innovadores, hasta que Margaret Thatcher, reconociendo Ia amenaza que le suponfa Ia oposici6n de base urbana, aboli6 todos esos 6rganos de gobiemo municipales. En Estados Unidos Milwaukee tuvo durante muchos afi.os una administraci6n socialista, y vale Ia pena sefi.alar que el unico socialista elegido para el Senado estadounidense inici6 su carrera y se gan6 Ia confianza del pueblo como alcalde de Burlington (Vermont).

27 Max Jiiggi, Red Bologna, Littlehampton, Littlehampton Book Services, 1977; Helmut Gruber, Red Vienna: Experiment in Working-Class Culture, 1919-34, Oxford, Oxford University Press, 1991.
EL DERECHO A LA CIUDAD COMO REIVINDICACION POLfTICA BASADA EN LA CLASE
Si los participantes en la Comuna de Paris reclamaban su derecho a la ciudad que habfan contribuido colectivamente a producir, por que no se puede convertir «el derecho a la ciudad» en un eslogan movilizador clave para la lucha anticapitalista? El derecho a la ciudad es, como seiiale al principia, un significante vado lleno de posibilidades inmanentes pero no trascendentes. Eso no significa que sea irrelevante o polfticamente impotente; todo depende de que se de al significante un significado inmanente revolucionario o solo reformista.
Pero no siempre es facil distinguir entre las iniciativas reformistas y las revolucionarias en el contexto urbano. Los presupuestos participativos de Porto Alegre, programas ecol6gicamentes sensibles o campaiias por el salario mfnimo vital en muchas ciudades estadounidenses parecen reformistas (y bastante marginates); la iniciativa de Chongqing descrita en el capitulo 2 parece a primera vista una version autoritaria del socialismo paternalista n6rdico mas que un movimiento revolucionario. Pero a medida que se extiende su influencia, iniciativas de ese tipo sacan a la luz capas mas profundas de posibilidades para concepciones y acciones mas radicales a escala metropolitana. Una ret6rica revitalizada que se va extendiendo (nacida en Brasil en la decada de 1990,
pero que desde allf se transmiti6 a Zagreb, Hamburgo o Los Angeles) sobre el derecho a la ciudad, por ejemplo, parece sugerir que podrfa estar dando lugar a algo mas revolucionario28, y esa

28 Rebecca Abers, Inventing Local Democracy: Grassroots Politics in Brazil, Boulder, Lynne Reinner Publisher, 2000. Sobre el movimiento por un salario minimo vital, vease Robert Follin, Mark Brenner y Jeanette Wicks-Lim, A Measure of Fairness: The Economics of Living Wages and Minimum Wages in the United States, Ithaca, NY, Cornell University Press, 2008. Para casos particulares, veanse David Harvey, Spaces of Hope, Edimburgo, Edinburgh University Press, 2000 [en cast.: Espacios de esperanza, Madrid, Aka!, 2003]; Ana Sugranyes y Charlotte Mathivet (eds.), Cities for All: Proposals and Expe-
misma posibilidad sugieren los desesperados intentos de los po­
deres politicos existentes (por ejemplo, las ONGs e instituciones internacionales, entre ellas el Banco Mundial, reunidas en el Foro Urbano Mundial de Rio en 2010) por apropiarse del lexico en cuesti6n para sus propios prop6sitos29• Del mismo modo que Marx calific6 las restricciones a la duraci6n de la jornada de trabajo como una primera etapa en una via revolucionaria, reivindicar el derecho de todos a vivir en un domicilio y un entorno de vida decentes puede verse como una primera etapa hacia un movimiento revolucionario mas general.
Tampoco tiene sentido quejarse de ese intento de asimilaci6n por parte de los poderosos. La izquierda deberia tornado como un reconocimiento y combatir por mantener su propio significado inmanente: todos aquellos cuyo trabajo esta dedicado a producir y reproducir la ciudad tienen el derecho colectivo, no solo a disponer de lo que producen, sino tambien a decidir que tipo de
urbanismo se debe producir, d6nde y como. Hay que elaborar y poner en pie instrumentos democraticos alternativos (distintos a la democracia existente del poder del dinero), del tipo de las asambleas populares, si se quiere revitalizar la vida urbana y reconstruirla fuera de las relaciones de clase dominantes.
El derecho a la ciudad no es un derecho unicamente individual, sino un derecho colectivo concentrado. Incluye no solo a los trabajadores de la construcci6n, sino tambien a todos aquellos que facilitan la reproducci6n de la vida cotidiana: Los cuidadores y maestros, los reparadores del alcantarillado y el suburbano, los fontaneros y electricistas, los que levantan andamios y hacen funcionar las gruas, los trabajadores de los hospitales y los conductores de camiones, autobuses y taxis, los cocineros, camareros y animadores de los restaurantes y salas de fiesta, los oficinistas de los

riences Towards the Right to the City, Santiago de Chile, Habitat International Coalition, 2010.
29 Peter Marcuse, «Two World Forums, Two Worlds Apart>>, en www.
plannersnetwork.org.
bancos y los administradores de Ia ciudad. Reline una increfble diversidad de espacios sociales fragmentados con innumerables divisiones del trabajo, en las que caben muy diversas formas de organizaci6n, desde los centros obreros y asambleas regionales (como Ia de Toronto) a las alianzas (como las que se han formado bajo el sello del Derecho a Ia Ciudad [Right to the City Alliances], el Congreso de Trabajadores Excluidos [Excluded Workers Con­
gress] y muchas otras organizaciones de trabajadores precarios) que proclaman ese objetivo politico.
Pero, por razones obvias, tambien es un derecho complicado, en parte en virtud de las condiciones actuales de Ia urbanizaci6n capitalista, asi como de Ia naturaleza de las poblaciones que pueden aspirar activamente a ese derecho. Murray Bookchin, por ejemplo, era de Ia opinion (tambien atribuible a Lewis Mumford y muchos otros influidos por Ia tradici6n social del pensamiento anarquista) de que los procesos capitalistas de urbanizaci6n han destruido Ia ciudad como cuerpo politico operativo sobre el que se podria construir una alternativa anticapitalista civilizada30• Lefebvre podria estar en cierto modo de acuerdo, aunque el ponia mas enfasis en las racionalizaciones del espacio urbano por los bur6cratas y tecn6cratas estatales para facilitar Ia reproducci6n de Ia acumulaci6n de capital y de las relaciones de clase dominantes. El derecho a las urbanizaciones perifericas, en cambio, dificilmente se podria considerar un eslogan anticapitalista defendible.
Por esa raz6n el derecho a Ia ciudad tiene que plantearse, no como un derecho a lo que ya existe, sino como un derecho a reconstruir y recrear Ia ciudad como un cuerpo politico socialista con una imagen totalmente diferente, que erradique Ia pobreza y Ia desigualdad social y que cure las heridas de Ia desastrosa degradaci6n medioambiental. Para que esto suceda habra que interrumpir Ia producci6n de las formas destructivas de urbanizaci6n que facilitan Ia perpetua acumulaci6n de capital.

30 Murray Bookchin, The Limits of the City, Montreal, Black Rose Books, 1986.
Ese era el tipo de argumento que esgrimfa Murray Bookchin para impulsar Ia creacion de lo que llamaba un «libertarismo municipal» sumergido en una concepcion biorregional de asambleas municipales asociadas que regularan racionalmente sus intercambios mutuos, asf como con la naturaleza. Es en este punto en el que el mundo de la polftica pnictica se solapa fructiferamente con la larga historia del pensamiento utopico sobre Ia ciudad inspirado en gran medida en el anarquismo31•
HACIA LA REVOLUCION URBANA
De esa historia brotan tres tesis. Primera, que las luchas laborales, desde las huelgas hasta las tomas de fabricas, tienen mucha mayor probabilidad de triunfar cuando cuentan con un energico y solido apoyo de fuerzas populares asentadas en el entorno circundante al nivel comunitario (incluido el apoyo de lfderes locales
influyentes y de sus organizaciones polfticas). Esto supone que ya existen o se puedan construir nipidamente fuertes lazos entre los trabajadores y Ia poblacion local. Tales lazos pueden surgir «naturalmente» del simple hecho de que las familias de los trabajadores
constituyen Ia propia comunidad (como en el caso de muchas comunidades mineras del tipo representado en La sal de Ia tierra); pero en contextos urbanos mas difusos tiene que darse un intento polftico consciente de construir, mantener y reforzar tales lazos. Allf donde tales lazos no existen, como sucedfa en el caso de los mineros del carbon en Nottinghamshire durante las huelgas de la decada de 1980 en Gran Bretafia, habra que crearlos; de otro modo es muy probable que tales movimientos fracasen.

31 La historia de esta tendencia se inicia con Patrick Geddes, Cities in
Evolution, Oxford, Oxford University Press (publicado originalmente en
191 5), y pasa principalmennte por la influyente figura de Lewis Mumford en su The City in History: Its Origins, Its Transformations, and Its Prospects, Orlando, Harcourt, 1968.
En segundo Iugar, el concepto de trabajo tiene que ampliarse, pasando de una definicion estrecha ligada a las formas industriales 0 fabriles al terreno mas amplio del trabajo dedicado a la produccion y reproduccion de una vida cotidiana cada vez mas urbanizada. Las distinciones entre las luchas basadas en el Iugar de trabajo y en el que se vive comienzan a diluirse, al igual que la idea de que la clase y el trabajo estan definidos unicamente por el Iugar de produccion y no por el de la reproduccion social, principalmente el hogar32• Los encargados de la conducci6n de agua hasta nuestros hogares son tan importantes en la lucha por una mejor calidad de vida como los que fabrican las tuberias y grifos en la fabrica. Los que transportan los alimentos a la ciudad y los distribuyen (incluidos los vendedores callejeros) son tan relevantes como quienes los cultivan o crian. Quienes cocinan los alimentos (ya sea preparando palomitas de maiz o perritos calientes en las calles o dando el callo en cocinas caseras o a cielo abierto) tambien aiiaden valor a esa comida antes se que se digiera. El trabajo colectivo realizado en la produccion y reproduccion de la vida urbana debe por tanto insertarse mas profundamente en el pensamiento y organizacion de la izquierda. Distinciones que antes podian tener sentido -entre lo urbano y lo rural, la ciudad
y el campo- han dejado o van dejando de tenerlo ultimamente. La cadena de abastecimiento dentro y fuera de las ciudades supone un movimiento continuo, sin interrupci6n. Por encima de todo, hay que reelaborar y reformular adecuadamente los conceptos de trabajo y de clase. La lucha por los derechos colectivos de todos los ciudadanos (incluidos los trabajadores inmigrantes) tiene que contemplarse como parte integral de la lucha de clases anticapitalista.
Esta concepcion revitalizada del proletariado abraza e incluye a los sectores informales ahora masivos caracterizados por el trabajo temporal, precario y no organizado. Resulta ademas que los sectores de la poblacion de ese tipo han desempeiiado hist6rica-

32 Ray Pahl, Divisions of Labour, Oxford, Basil Blackwell, 1984.
mente un papel protagonista en las rebeliones y levantamientos urbanos. Sus propositos no siempre han sido de izquierdas (pero tampoco lo han sido siempre los de los sindicatos). A menudo se han dejado arrastrar por lideres carismaticos inestables o autori­
tarios, ya fueran seculares o religiosos. Por esa razon tales grupos desorganizados han sido a menudo menospreciados por la izquierda convencional como «Chusma urbana» (o aun mas desafortunadamente, en el vocabulario marxista, como «lumpenproletariado») , a la que habia que temer o integrar. Es imperativo que tales sectores de la poblacion sean ahora incluidos y no excluidos como decisivos para la politica anticapitalista.
Finalmente, si bien la explotacion del trabajo vivo en la produccion (en el sentido amplio ya definido) debe seguir siendo un concepto central para cualquier movimiento anticapitalista, las luchas de los trabajadores contra la recuperacion y realizacion del plusvalor en su espacio vital tienen que recibir un trato igual al de las luchas en los diversos puntos de produccion de la ciudad. Como en el caso de los trabajadores temporales y precarios, la extension de la accion de clase en esa direccion plantea problemas organizativos; pero como veremos tambien abre innumerables posibilidades.
«(.COMO SE ORGANIZA ENTONCES UNA CIUDAD?»
La respuesta mas honrada a la pregunta de Fletcher y Gapasin es que simplemente no lo sabemos, en parte porque no se ha pensado suficientemente sobre esa cuestion, y en parte porque no existe un registro historico sistematico de las practicas politicas en evolucion sobre el que basar las generalizaciones. Ha habido, por
supuesto, breves periodos de experimentacion en Ia administracion socialista del «gas y agua», o utopismos urbanos mas audaces como en la Union Sovietica durante la decada de 192033; pero en

33 Anatole Kopp, Ville et Revolution, Paris, Editions Anthropos, 1967.
su mayor parte se desvanecieron en el realismo socialista reformista o el modernismo paternalista social-comunista (del que quedan abundantes reliquias conmovedoras en Europa Oriental). La mayor parte de lo que sabemos ahora sobre la organizacion urbana proviene de teorias convencionales y estudios sobre la gobernanza y administracion urbana en el contexto de la gobernacion capitalista burocratica (contra la que Lefebvre clamaba con razon incansablemente), todo lo cual queda muy lejos de la organizacion de una politica anticapitalista. Lo mejor que tenemos a nuestro alcance es una teoria de la ciudad como forma empresarial, con todo lo que esto implica en terminos de posibilidades de que la toma de decisiones se realice siguiendo ese modelo (aunque a veces, asumida por fuerzas progresistas, pueda oponerse a las formas mas salvajes de desarrollo capitalista y comenzar a resolver las cuestiones mas paralizantes y flagrantes de desigualdad social y degradacion medioambiental, al menos a escala local, como sucedio en Porto Alegre e intento Ken Livingstone en el Consejo del Gran Londres). Tambien existe una abundante literatura (habitualmente en estos tiempos laudatoria mas que critica) sobre las virtudes del empresarialismo urbano competitivo, cuando las administraciones urbanas se valen de diversos incentivos para atraer (con otras palabras, subvencionar) la in­
version34.
Asi pues, como podemos empezar a responder a la pregunta de Fletcher and Gapasin? Una forma seria examinar ejemplos particulares de practicas politicas urbanas en situaciones revolucionarias. Por eso concluire con una mirada sucinta a los recientes acontecimientos en Bolivia, en busqueda de claves sobre como las relaciones entre las rebeliones urbanas y los movimientos anticapitalistas.

34 Gerald Frug, City Making: Building Communities without Building Walls, Princeton, Princeton University Press, 1999; Neil Brenner y Nik Theodore, Spaces of Neoliberalism: Urban Restructuring in North America and Western Europe, Oxford, Wiley Blackwell, 2003.
En 2000 las famosas «Guerras del Agua» dieron Iugar a una rebelion contra Ia privatizacion neoliberal en las calles y plazas de Cochabamba; los planes del gobierno fueron rechazados y se expulso a dos importantes corporaciones internacionales, Betchel y Suez. Poco despues fue en El Alto, una ciudad bulliciosa situada en una meseta 500 m por encima de La Paz, donde surgieron movimientos rebeldes que obligaron a dimitir al presidente neoliberal Sanchez de Lozada en octubre de 2003 y a continuacion a su sucesor, Carlos Mesa, en junio de 2005. Todo esto abrio la via a Ia victoria electoral a escala nacional de Evo Morales en diciembre de 2005. Fue tambien en Cochabamba donde se frustro Ia contrarrevolucion intentada por las elites conservadoras en 2007 contra Ia presidencia de Morales, cuando las autoridades conser­
vadoras de Ia ciudad se vieron obligadas a abandonarla frente a Ia colera de los pueblos indigenas que Ia habian ocupado.
La dificultad, como siempre, esta en ent ender el papel peculiar que desempeiiaron las condiciones locales en esos acontecimientos particulares, y en evaluar que principios universales (si es que los hay) podriamos deducir de su estudio. Este problema ha venido suscitando interpretaciones enfrentadas de los acontecimien­
tos que rodearon a Ia Comuna de Paris de 1871, pero Ia ventaja de concentrarse en El Alto es que se trata de una lucha todavia viva y que por lo tanto sigue abierta a continuos interrogantes y analisis politicos. Existen ya algunos estudios excelentes sobre los que basar ciertas conclusiones provisionales.
Jeffrey Webber, por ejemplo, ofrece una convincente interpretacion de lo sucedido en Bolivia durante Ia ultima decada, poco mas o menos35• Considera los aiios 2000-2005 como una epoca genuinamente revolucionaria en una situacion de profunda division entre Ia elite y las clases populares. El rechazo popular a las

35 Jeffrey Webber, From Rebellion to Reform in Bolivia: Class Struggle, Indigenous Liberation, and the Politics of Evo Morales, Chicago, Haymarket Books, 201 1. Varias fuentes en castellano aparecen citadas en Michael Hardt y Antonio Negri, Commonwealth, cit.
politicas neoliberales con respecto al uso de los recursos naturales atesorados por parte del estado, gobernado por una elite tradicional y respaldado por las fuerzas del capital internacional, se fusionaron con una larga lucha de liberaci6n frente a la opresi6n racial por parte de una poblaci6n indigena en gran parte campesina. La violencia del regimen neoliberal provoc6 levantamientos que llevaron a la elecci6n de Morales en 2005. Las elites de siempre (concentradas particularmente en la ciudad de Santa Cruz) desencadenaron a continuaci6n un movimiento contrarrevolucionario contra el gobierno de Morales exigiendo autonomia regional y local, una iniciativa curiosa porque el ideario de la «autonomia local» solo habia sido enarbolado hasta ahara en Latinoamerica por la izquierda, como parte de sus luchas de liberaci6n. En Bolivia solia ser una reivindicaci6n de las poblaciones indigenas, y te6ricos simpatizantes como Arturo Escobar la consideraban intrinsecamente progresista aunque quiza no estrictamente exigible para cualquier movimiento anticapitalista36• Pero el caso boliviano demuestra que la autonomia local o regional puede ser defendida por cualquier partido que pueda beneficiarse del desplazamiento de la toma de decisiones politicas a la escala particular que mas favorece sus intereses. Esto es lo que llev6 a Margaret Thatcher, por ejemplo, a abolir el Consejo del Gran Londres, porque era un centro de oposici6n a su politica, y es lo que incit6 a las elites bolivianas a buscar la autonomia de Santa Cruz frente al gobierno de Morales, hostil a sus intereses. Despues de perder el espacio nacional, trataba de declarar aut6nomo su espacio local.
Aunque la estrategia politica de Morales tras su elecci6n ha contribuido a consolidar el poder de los movimientos indigenas, seglin Webber ha abandonado la perspectiva revolucionaria de
clase surgida en 2000-2005 en favor de un compromiso negociado y constitucional con las elites terratenientes y capitalistas (asi

36 Arturo Escobar, Territories of Difrfe ence: Place, Movement, Life, Redes, Durham, NC, Duke University Press, 2008.
como un acomodo a las presiones imperiales exteriores). El resultado, argumenta Webber, ha sido un «neoliberalismo reconstituido» (con «rasgos andinos») a partir de 2005, mas que un avance hacia una transici6n anticapitalista. La idea de una transici6n socialista ha sido pospuesta para un futuro lejano. Morales ha asumido sin embargo un liderazgo global en cuestiones medioambientales adoptando la concepcion indigena de «los derechos de la madre naturaleza [Pachamama]» en la declaraci6n de Cochabamba de 2010 e incorporando esa idea a la Constituci6n boliviana.
Las opiniones de Webber han sido energicamente rechazadas, como cabia esperar, por los seguidores del regimen de Morales37• No estoy en condiciones de juzgar si el giro indudablemente reformista y constitucionalista de Morales a escala nacional es una opci6n politica deliberada, una cuesti6n de conveniencia o una necesidad impuesta por la configuraci6n de fuerzas de clase que prevalece en Bolivia, respaldada por fuertes presiones imperialistas. Hasta el propio Webber concede que, en el levantamiento campesino de 2007 contra el gobierno autonomista de derechas de Cochabamba, habria supuesto un aventurerismo desastroso que los radicales se enfrentaran al constitucionalismo del gobierno de Morales proscribiendo terminantemente a los funcionarios del gobierno conservador electo que habian huido de la ciudad y sustituyendolos por una asamblea popular con poderes ejecutivos38•
Que papel desempefiaron las organizaciones urbanas en esas luchas? Esta es una pregunta crucial, dado el papel clave de Co­
chabamba y El Alto como centros de repetidas rebeliones y el de Santa Cruz como centro del movimiento contrarrevolucionario. En el estudio de Webber El Alto, Cochabamba y Santa Cruz aparecen como meros lugares donde se enfrentaron, casi por ca-

37 Federico Fuentes, «Government, Social Movements, and Bolivia Today>>, International Socialist Review 76 (marzo-abril de 201 1); y la respuesta de Jeffrey Webber en el mismo mimero, «Fantasies Aside, It’s Reconstituted Neoliberalism in Bolivia Under Morales>>.
38 Webber, «Fantasies Aside>>, cit., p. 1 1 1 .
sualidad, las fuerzas opuestas de clase y los movimientos populares indfgenas; pero en determinado momento sefi.ala que «la ciudad informalmente proletaria de El Alto, en un 80 por 100 indfgena, desempefi.6 -con sus ricas tradiciones insurreccionales y marxistas revolucionarias de exmineros “reubicados”, y el radicalismo indfgena de los aimaras, quechuas y otros migrantes indfgenas del ambito rural al urbano- el papel mas importante en las confrontaciones a veces sangrientas con el estado». Tambien observa que
las rebeliones, en sus mejores momentos, se caracterizaron por movilizaciones desde abajo asambleistas, democniticas y de masas, recurriendo a los modelos organizativos de los mineros del estafi.o trotskistas y anarco- sindicalistas -Ia vanguardia de Ia izquierda boliviana durante gran parte del siglo XX- y diversas variantes de los ayllus indigenas -estructuras comunitarias tradicionales- adaptadas a! nuevo contexto rural y urbano39.
Pero el relato de Webber apenas nos explica nada mas. Ignora en general las condiciones particulares de las diferentes localidades (aunque proporciona un informe detallado de la rebeli6n de 2007 en Cochabamba) ofreciendo en su Iugar un informe generico de las fuerzas populares y de clase existentes en Bolivia, con el trasfondo de las presiones imperialistas extemas. Por eso vale la pena recurrir a los estudios de las antrop6logas Lesley Gill y Sian Lazar, que proporcionan descripciones en profundidad de las condiciones, relaciones sociales y formas organizativas que han prevalecido en El Alto en distintos momentos hist6ricos. El estudio de Gill [Teetering on the Rim], publicado en 2000, detallaba las condiciones prevalecientes durante Ia decada de 1990, mientras que el de Lazar [El Alto, Rebel City], publicado en 2010, se basaba en su trabajo de campo en El Alto antes y despues de Ia rebeli6n

39 Ibid., p. 48.
de 200340• Ni una ni otra anticipaban la posibilidad de la rebeli6n antes de que tuviera lugar. Aunque Gill registraba una intensa vida polftica de base durante la decada de 1990, las iniciativas eran tan fragmentadas y confusas (en particular dado el papel negativo de las ONG que habian desplazado al estado como principales proveedores de servicios sociales) que parecia imposible que llegaran a cuajar en un movimiento de masas cohesionado, si bien es verdad que la huelga de maestros que tuvo lugar durante su trabajo de campo se expresaba en terminos muy explfcitos de conciencia de clase. Lazar tambien se vio sorprendida por la rebeli6n de octubre de 2003 y regres6 despues a El Alto para tratar de reconstruir las circunstancias en que se habia desarrollado.
El Alto es un lugar muy especial y es importante sefialar sus peculiaridades41• Es una ciudad relativamente nueva (no dispuso de administraci6n propia hasta 1988) en el inh6spito altiplano, a unos 500 m por encima de La Paz, con una poblaci6n de aluvi6n formada principalmente por campesinos expulsados de sus tierras por la progresiva comercializaci6n de la producci6n agricola; por obreros industriales desplazados (particularmente de las
minas de estafio «racionalizadas», privatizadas y en muchos casos cerradas desde mediados de la decada de 1980); y por refugiados de bajos ingresos procedentes de La Paz, donde los elevados precios de la vivienda venian empujando desde hacia unos afios a la gente mas pobre a buscar acomodo en otro lugar. Asi pues, en El Alto no habia una burguesia arraigada como en La Paz y en Santa Cruz. Era, como dice Gill, una ciudad «donde muchas victimas del experimento neoliberal puesto en marcha en Bolivia con las reformas del libre mercado se debaten al borde de la supervivencia». La continua retirada del estado, desde mediados de

40 Lesley Gill, Teetering on the Rim: Global Restructuring, Daily Life, and the Armed Retreat of the Bolivian State, Nueva York, Columbia University Press, 2000; Sian Lazar, El Alto, Rebel City: Self and Citizenship in Andean Bolivia, Durham, Duke University Press, 2010.
41 Lo que sigue es un resumen extrafdo de L. Gill, Teetering on the Rim, cit., y S. Lazar, El Alto, Rebel City, cit.
Ia decada de 1980, de Ia administracion y el abastecimiento de servicios entregados a Ia privatizacion neoliberal, significaba que sus controles locales eran relativamente debiles. La poblacion tenia que ingeniarselas y autoorganizarse para sobrevivir o depender de Ia dudosa ayuda de ONGs complementada por donaciones y favores obtenidos de los partidos politicos a cambia del
voto en las elecciones. Pero tres de las principales rutas de abastecimiento a La Paz pasan por El Alto, y Ia posibilidad de bloquearlas se convirtio en una importante baza en las luchas subsiguientes. El continuo rural-urbana (dominado en gran medida por poblaciones campesinas indi’genas con tradiciones culturales
y formas de organizacion social propias, como los ayllus que menciona Webber) es un rasgo caracteri’stico del metabolismo de la ciudad, a medio camino entre la urbanidad de La Paz y la ruralidad de Ia region circundante, tanto geografica como etno-culturalmente. Los flujos de gente y de bienes de toda la region pasan por El Alto, y el transito diario desde El Alto hasta La Paz hace a esta ultima muy dependiente de la primera en cuanto a la mano de obra con bajos salarios.
Otros tipos mas antiguos o tradicionales de organizacion colectiva de los trabajadores bolivianos, que constitui’an «una de las clases obreras mas militantes de Latinoamerica», se vieron abandonados en Ia decada de 1980 con el cierre de las minas de estaiio42. Los min eros desempeiiaron un papel clave en la revolucion de 195 2, que llevo a Ia nacionalizacion de las minas de estaiio, e igualmente en las movilizaciones que culminaron con el derrocamiento del regimen represivo de Hugo Banzer en 1978. Muchos de los min eros desplazados acabaron en El Alto despues de 1985,
y seglin el estudio de Gill experimentaban grandes dificultades para adaptarse a su nueva situacion; pero mas tarde quedaria claro que su conciencia politica de clase, vertebrada por el trotskismo y el anarcosindicalismo, no habi’a desaparecido del todo e iba a con­
vertirse en un importante recurso (aunque cabe discutir su grado

42 L. Gill, Teetering on the Rim, cit., p. 69.

de importancia) en las luchas posteriores, empezando por Ia huel­
ga de los maestros en 1995 que Gill estudi6 en detalle; pero su polftica cambi6 en muchos aspectos importantes. Los mineros, sin otra posibilidad que «participar en el trabajo inseguro y mal pagado que realizaba Ia gran mayoria de los altefi.os», pasaron de una situaci6n en Ia que el enemigo de clase y su propia solidaridad estaba clara, a otra en Ia que tenian que hacerse una pregunta estrategica distinta y mucho mas dificil: «2C6mo podian construir una nueva solidaridad en El Alto a partir de una poblaci6n etnicamente diversa caracterizada por historias individuates muy diferentes, un complejo mosaico de relaciones de trabajo e intensa competitividad interna?»4 3•
Esa transici6n, impuesta a los mineros por la neoliberalizaci6n, no es en absoluto exclusiva de Bolivia o El Alto. Plantea el mismo dilema que se les presentaba a los antiguos obreros del acero en Sheffield, Pittsburgh y Baltimore. De hecho es practicamente universal en todos los centros sacudidos por la vasta oleada de desindustrializaci6n y privatizaci6n desencadenada desde mediados de la decada de 1970, poco mas o menos. Asi pues, Ia forma en que se afront6 en Bolivia tiene un interes algo mas que epis6dico.
Tal como escribe Lazar,
Han surgido nuevos tipos de estructuras sindicales, especialmente entre los campesinos y los trabajadores del sector informal en las ciudades [ . . .] Se bas an en coaliciones de pequeiios propietarios, incluso microcapitalistas, que no trabajan para un unico jefe en un Iugar cerrado donde pueden ser facilmente derrotados por el ejercito. Su modelo de producci6n domestico genera fluidez e inestabilidad en Ia vida asociativa, pero tam bien les ha permitido formar alianzas y organizaciones basadas en el emplazamiento territorial; Ia calle donde venden, el pueblo o region donde viven y cultivan, y con Ia adici6n de las estructuras organizativas de vecinos en las ciudades, su zona particular.

43 Ibid, pp. 74-82.
En esto, la asociacion entre gente y lugar ha cobrado gran importancia como origen de lazos comunes. Aunque esos lazos pueden ser a menudo tan antagonicos como armoniosos, los contactos cara a cara son frecuentes, lo que fortalece esos lazos.
Los sindicatos florecen en la economfa informal de El Alto y constituyen una parte decisiva de la estructura organizativa civil paralela al estado que configura escalonadamente Ia ciudadanfa, en un contexto en el que la competencia econ6mica interindividual se ve dolorosamente exagerada, por lo que cabrfa esperar que la colaboraci6n polftica fuera dificil, si no directamente imposible.
Aunque los movimientos sociales caen a menudo en un agudo faccionalismo y en luchas intemas, «estan comenzando a construir una ideologia mas coherente a partir de la particularidad de las diferentes reivindicaciones sectoriales»44• La conciencia de clase colectiva residual y la experiencia organizativa de los mineros del estaiio desplazados se ha convertido asi en un recurso decisivo. Engarzada con pr:icticas de democracia local basadas en las tradiciones indigenas de toma de decisiones en asambleas locales
y populares (los ayllus), las condiciones subjetivas para crear asociaciones politicas altemativas estaban en parte dadas. Como con­
secuencia, «la clase obrera boliviana se esta reconstituyendo como sujeto politico, aunque no lo haga en su forma tradicional» 45•
Hardt y Negri tambien destacan ese aspecto en su propia presentacion de la lucha boliviana para apoyar su teoria de las multitudes:
Todas las relaciones de hegemonfa y representaci6n de la clase obrera se ven asi cuestionadas. Para los sindicatos tradicionales no es

44 Lazar, El Alto, Rebel City, cit., pp. 252-254. La teorfa de las relaciones conflictivas en el seno de los movimientos sociales aparece desarrollada en Chantal Mouffe, On the Political, Londres, Routledge, 2005.
45 S. Lazar, El Alto, Rebel City, p. 178 [Ia cursiva es mfa, D. H.].
ni siquiera posible representar adecuadamente la compleja multiplicidad de sujetos y experiencias de clase. Este cambio no significa sin embargo un desvanecimiento de la clase obrera ni tampoco un declive de sus luchas, sino mas bien una creciente multiplicidad del proletariado y una nueva fisonomia de estas%.
Lazar esta en parte de acuerdo con esta reformulaci6n te6rica, pero ofrece un panorama mucho mas matizado de como se constituye un movimiento obrero de clase. Tal como ella lo ve, «la afiliaci6n anidada de una alianza de asociaciones, cada una de elias con formas locales de rendici6n de cuentas, es una de las fuentes de fuerza de los movimientos sociales en Bolivia». Esas organizaciones suelen ser jerarquicas y a veces autoritarias mas que democraticas, pero «si entendemos la democracia como la voluntad del pueblo, el aspecto corporativo de la politica boliviana tiene sentido como una de sus tradiciones democraticas mas importantes (aunque no necesariamente igualitarias)». Las victorias anticapitalistas como la que permiti6 expulsar a importantes enemigos empresariales como Bechtel and Suez «no habrian sido posibles sin las experiencias rutinarias de democracia colectiva que forman parte de la vida cotidiana de los alteiios»47•
La democracia se organiza en El Alto, seglin Lazar, siguiendo tres lineas peculiares: las juntas vecinales con base territorial no solo proveen bienes colectivos locales, sino que tambien median en los muchos conflictos que surgen entre los residentes. Esas juntas vecinales estan federadas, y la FEJUVE sirve como foro en el que se dirimen los conflictos entre distintos barrios. Se da asi una «jerarquia anidada» clasica, en la que existen todo tipo de mecanismos, que Lazar examina en detalle, para asegurar que sus lideres rotan o permanecen fieles a a su base (un principio que, hasta que apareci6 el Tea Party, seria anatema en la politica estadounidense).

% M. Hardt y A. Negri, Commonwealth, cit., p. 1 10.
47 S. Lazar, E/ Alto, Rebel City, cit., pp. 181, 258.
El segundo engranaje es el constituido por las asociaciones sectoriales de diversos grupos de Ia poblaci6n, como los vendedores callejeros, los trabajadores del transporte y muchos otros. Tambien ahi buena parte del trabajo de esas asociaciones consiste en mediar en los conflictos (por ejemplo, entre distintos vendedores
callejeros), pero es asi como se organizan los trabajadores precarios del llamado «sector informal» (lecci6n que deberia aprender el movimiento de «trabajadores excluidos» en Estados Unidos). Esa
organizaci6n posee tenciculos que llegan hasta la cadena de abastecimiento del pescado y otros alimentos, por ejemplo, desde las areas pr6ximas. Mediante esos lazos puede movilizar facil y rapidamente las capacidades insurreccionales de la poblaci6n campesina y rural circundante, u organizar respuestas inmediatas en la ciudad a las masacres y represiones en el campo. Esos fuertes lazos geograficos se solapan con los de las juntas vecinales que encuadran a muchas familias campesinas inmigrantes, al tiempo que mantienen vivos sus vinculos con sus aldeas de origen.
En tercer Iugar existen sindicatos mas convencionales, el mas importante de los cuales es el de los maestros, que desde la huelga de 1995 ha estado en primera linea de la militancia (como sucedia tambien en el caso de Oaxaca en Mexico). Los sindicatos tienen una estructura organizativa local, regional y nacional que sigue manteniendo negociaciones con el estado, aunque se vio muy debilitada por el asalto neoliberal al empleo regular y a las formas tradicionales de organizaci6n sindical durante los treinta ultimos afios.
Pero hay alga mas en el funcionamiento de El Alto que a Lazar le cuesta mucho integrar en su estudio. Los valores e ideales sub­
yacentes son particularmente fuertes y a menudo se mantienen y articulan mediante acontecimientos y actividades culturales populares -fiestas, ceremonias religiosas, danzas- asi como formas mas directas de participaci6n colectiva como las asambleas populares (en los barrios y en los sindicatos, formales e informales). Esa solidaridad cultural y memoria colectiva permiten a los sindicatos superar las tensiones «y promover una cohesion corporativa que a su

vez les permite actuar como sujetos politicos eficaces»48• La mas acusada de esas tensiones es Ia que se da entre los lideres y Ia base.
Tanto las formas de organizaci6n de base territorial como las sectoriales muestran caracterfsticas similares, en las que las bases populares «int en tan afianzar val ores colectivos frente al individualismo percibido en sus Hderes». Los mecanismos son complejos, pero en el estudio de Lazar aparecen multiples medias informales mediante los que se afrontan las cuestiones del colectivismo e individualismo o solidaridad y divisionismo. Ademas, las formas de
organizaci6n «sindicales» y «comunitarias» no responden a tradiciones distintas sino que a menudo se fusionan culturalmente mediante Ia «apropiaci6n sincn!tica de diversas tradiciones poli’ticas, entrelazando sindicalismo, populismo y valores y practicas democraticas indfgenas. Es Ia combinaci6n creativa de esas tradiciones diferentes Ia que ha permitido a El Alto superar su marginaci6n poli’tica a escala nacional y ocupar el centro de Ia escena»49• Fueron ese tipo de vfnculos «los que afloraron en determinados momentos, como en Cochabamba en 2000, los bloqueos campesinos del altiplano de abril y septiembre de 2000, febrero y octubre de 2003 en El Alto y La Paz y de enero a marzo de 2005 en El Alto».
El Alto se ha convertido en un foco tan importante para esta nueva poli’tica, tal como afirma Lazar, debido en gran medida a las formas en que se ha constituido en Ia ciudad el sentido de ciudadanfa. Esto cobra relevancia porque presagia Ia posibilidad de que Ia rebeli6n de clase e indfgena se organice a traves de solidaridades basadas en Ia ciudadanfa comun. Hist6ricamente, desde luego, esta ha sido siempre una caracterfstica central de Ia tradici6n revolucionaria francesa. En El Alto el sentido de pertenencia y solidaridad
se constituye como una relaci6n mediada entre ciudadano y estado configurada mediante las estructuras y organizaciones civicas colec-

48 Ibid, p. 178. 49 Ibid, 180.
tivas paralelas al estado al nivel de zona, ciudad y nacion. En 1999 el partido politico [ …] perdio su predominio sobre esas organizaciones y sobre la ciudad en general, lo que permitio que surgiera una actitud mas rebelde; esto coincidio con la radicalizacion de los alteiios debida a Ia creciente penuria economica. Las protestas de septiembre y octubre de 2003 y de los aiios subsiguientes recibfan su fuerza de Ia
coincidencia de esas circunstancias polfticas particulares con procesos muy anteriores de identificacion con el campo y Ia construccion de un sentirniento colectivo de pertenencia comun.
Lazar concluye que
La ciudadania en la ciudad indigena de El Alto incluye una combinacion de sentimiento urbano y rural, colectivismo e individualismo, igualitarismo y jerarquia. Las visiones alternativas de Ia democracia que se muestran han reforzado los movimientos indigenas nacionales y regionales en forrnas que combinan Ia conciencia de clase y Ia nacional con Ia politica identitaria, mediante Ia impugnacion de Ia propiedad de los medios de reproduccion social y Ia naturaleza del estado.
Las dos comunidades que juzga mas sobresalientes «Se basan en la residencia a escala zonal y de toda la ciudad, y en la ocupaci6n a escala urbana»50• Mediante la idea de ciudadania las relaciones de antagonismo en el lugar de trabajo y en el habitat se han convertido en una poderosa forma de solidaridad social.
Esos diversos procesos sociales (que Lazar se esfuerza por no idealizar al estilo de la izquierda academica) tuvieron un efecto singular sobre la consideraci6n que la ciudad tiene sobre si misma. Lazar dice:
Es pertinente preguntarse que es lo que hace de El Alto una ciudad mas que un barrio, un suburbio, un mercado o un nudo de trans-

50 Ibid, 260.
portes. Me respuesta es que distintos agentes, tanto en el sistema estatal como en lugares no estatales, estan construyendo una identidad propia y especffica para El Alto. Esa identidad no es por supuesto linica, pero se esta vinculando cada vez mas al radicalismo y al in­
digenismo politico.
Y fue «la conversion en accion politica de esa identidad y su emergente conciencia politica» en 2003 y 2005 la que atrajo sobre El Alto la atencion, no solo nacional sino tambien internacional, como «ciudad rebelde»51•
La leccion a extraer del estudio de Lazar es que es efectivamente posible rescatar una ciudad de los procesos debilitadores de la urbanizacion neoliberal, reivindicandola para la lucha anticapitalista. Aunque los acontecimientos de octubre de 2003 se de­
berian entender como «una confluencia altamente contingente de distintos intereses sectoriales que estallaron dando lugar a algo mucho mas serio cuando el gobierno orden6 al ejercito disparar
contra los manifestantes», no se pueden ignorar los aiios precedentes de organizacion de esos intereses sectoriales y de apropiacion de la ciudad como «centro de radicalismo e indigenismo»52• La organizacion de trabajadores informales en sindicatos tradicionales, la creacion de la Federacion de Juntas Vecinales, la politizacion de las relaciones urbano-rurales, la creacion de jerarquias anidadas y de estructuras de liderazgo junto con las asambleas igualitarias, la movilizacion de las fuerzas de la cultura y la memoria colectiva, todo ello proporciona modelos para pensar sobre lo que se podria hacer conscientemente para ganar las ciudades para una lucha anticapitalista. Las formas de organizacion que confluyeron en El Alto se parecen de hecho mucho a algunas de las formas adoptadas en la Comuna de Paris (los barrios, los sindicatos, las facciones politicas y el fuerte sentimiento de ciudadania y de lealtad a la ciudad).

5 1 Ibid, p. 63. 52 Ibid, 34.

FUTURAS INICIATIVAS
Si bien en el caso de El Alto todo esto se puede ver como resultado de circunstancias contingentes que confluyeron por casualidad, por que no podemos imaginar la construcci6n consciente de un movimiento anticapitalista a escala de toda una ciudad siguiendo esas lfneas? Imaginemos por ejemplo en la ciudad de Nueva York el resurgimiento de las juntas comunales, adormecidas durante mucho tiempo, como asambleas vecinales con poder de asignaci6n presupuestaria de recursos, junto con una confluencia de una Alianza por el Derecho a la Ciudad, un Congreso de Trabajadores Excluidos y un Consejo Laboral local revitalizado que emprendan la lucha por una mayor igualdad en los ingresos y en el acceso a los servicios de sanidad y alojamiento, tratando de reconstruir la ciudad y el sentimiento de ciudadania y de justicia social y medioambiental tras el desastre provocado por Ia
urbanizaci6n neoliberal al servicio de los capitalistas. La historia de El Alto sugiere que tal coalici6n solo funcionani si las fuerzas de Ia cultura con una tradici6n polfticamente radical (que ciertamente existe en Nueva York, pero tambien en Chicago, San Francisco o Los Angeles) pueden movilizarse para impulsar a los ciudadanos (por divididos que esten, como siempre sucede en Nueva York) en favor de un proyecto de urbanizaci6n radicalmente diferente al dominado por los intereses de clase de los promotores y financieros decididos a «construir como Robert Moses pero sin olvidar a Jane Jacobs».
Pero esas posibilidades tan prometedoras para el desarrollo de
Ia lucha anticapitalista pueden frustrarse y Ia montana que parecia amenazar una erupci6n volcanica puede parir solo un raton, ya que como tambien demuestra el caso boliviano, por poco acertado que este Webber, es que cualquier movilizaci6n anticapitalista manifestada en sucesivas rebeliones urbanas tiene que consolidarse en determinado momenta a un nivel mas alto de generalidad, so pena de estancarse al nivel del estado en un reformismo parlamentario y constitucional que no servira mas que para reconstituir el neoliberalismo desde los intersticios de la prolongada dominaci6n imperial. Esto plantea problemas mas generales, no solo sabre el estado y sus dispositivos institucionales del derecho, la administraci6n y el mantenimiento del arden, sino sabre el sistema interestatal en el que estan insertos todos los estados. Gran parte de la izquierda contemporanea se muestra renuente, desgraciadamente, a plantearse esas cuestiones, par mas que las luchas hagan surgir de cuando en cuando algU.n tipo de macroorganizaci6n como el «confederalismo» radical de Murray Bookchin o la «gobernanza policentrica» mas suave de Elinor Ostrom, que se parece sospechosamente a un sistema estatal, suena como un sistema estatal y casi seguramente actuaria como un sistema estatal fueren cuales fueren las intenciones de sus promotores53• Igualmente incoherente parece la alternativa de Hardt y Negri en Commonwealth, cuando en la pagina 361 demuelen el estado y este resurge indemne en la 380 como garante de un nivel de vida minima universal, asi como de
una sanidad y educaci6n universal54•
Pero es precisamente a ese respecto al que resulta crucial la forma en que se organiza toda una ciudad. Libera a las fuerzas progresistas del encierro organizativo al micronivel de los colecti­
vos obreros en lucha y las economias solidarias (par importantes que puedan ser), y nos impone una forma totalmente diferente de
teorizar y practicar la politica anticapitalista. Una perspectiva critica permite precisamente ver par que tienen que fracasar tanto el «gobierno policentrico» preferido par Ostrom como el libertarismo municipal «confederal» de Bookchin. «Si toda sociedad se organizara como una confederaci6n de municipios aut6nomos -dice Iris Young-, eso impediria el desarrollo de la injusticia y la desigualdad a gran escala entre comunidades [del tipo descrito en el

53 Murray Bookchin, Remaking Society: Pathways to a Green Future, Boston, South End Press, 1990; «Libertarian Municipalism: An Overview», Society and Nature 1 (1992), pp. 1-13; Elinor Ostrom, «Beyond Markets and
Status: Polycentric Governance of Complex Economic Systems>>, American Economic Review 100 (2010), pp. 641-672.
54 M. Hardt y A. Negri, Commonwealth, cit.
capitulo 3] y con elias de Ia opresion de los individuos no pertene­
cientes a las comunidades mas privilegiadas y mas poderosas?»55• La unica forma de evitarlo es que alguna autoridad mas alta obligue a determinadas transferencias entre municipios que igualen al menos los oportunidades, y quiza tambien los resultados. Esto es lo que el sistema confederal de municipios autonomos de Bookchin seria seguramente incapaz de conseguir, en Ia medida en que al pueblo se le niega Ia posibilidad de hacer politica y de gobemar a ese nivel, limitandolo a Ia administracion y el gobiemo de las cosas. La unica forma de establecer reglas generales para Ia redistribucion de Ia riqueza entre municipios seria, bien mediante el consenso democratico (que, por lo que nos ensefia Ia experiencia historica, es improbable que sea voluntario y que se llegue a el informalmente) o por sujetos democraticos con poderes de decision a distintos niveles dentro de una estructura de gobiemo jerarquica. Evidentemente, no hay ninguna razon para que todo el poder fluya hacia abajo en tal jerarquia, y seguramente se pueden ingeniar mecanismos para evitar Ia dictadura o el autoritarismo. Pero el
hecho es que ciertos problemas, por ejemplo el de Ia redistribucion de Ia riqueza, solo resultan visibles a cierta escala, a Ia que deben por tanto tomarse decisiones democraticas.
Desde ese punto de vista, las movilizaciones bolivianas podrfan quiza mirar hacia el sur en busca de inspiracion, viendo como el movimiento inicialmente concentrado en Santiago de Chile se ha transformado, pasando de Ia reivindicacion estudiantil de una ensefianza publica libre y gratuita, a una alianza antineoliberal de movimientos que exigen una reforma constitucional del estado, una mejora de las pensiones, nuevas leyes laborales y un sistema fiscal personal y empresarial progresivo para comenzar a invertir el deslizamiento hacia una mayor desigualdad social en Ia sociedad civil chilena. La cuestion del estado, y en particular del tipo de estado (o equivalente no capitalista), no se puede evitar ni si-

55 Iris Marion Young, Justice and the Politics of Difrfe ence, Princeton, Princeton University Press, 1990.
quiera desde el profunda escepticismo contemponineo, tanto en la izquierda como en la derecha del espectro politico, sabre la viabilidad o deseabilidad de tal tipo de instituci6n.
La esfera de la ciudadanfa y los derechos, en relaci6n con alglin cuerpo politico de arden mas elevado, no se opone necesariamente a la de las clases y la lucha entre elias. Conciudadano y camarada pueden avanzar juntos en una lucha anticapitalista, aunque a menudo trabajen a distinta escala; pero eso solo puede ocurrir si nos hacemos, como urgi6 hace mucho tiempo Robert Park, mas «conscientes de la naturaleza de nuestra tarea », que es construir colectivamente la ciudad socialista sabre las ruinas de la destructiva urbanizaci6n capitalista. Esa es la atmosfera ciudadana que puede liberar verdaderamente a la gente; pero exige una revoluci6n en el pensamiento y la practica anticapitalistas. Las fuerzas progresistas anticapitalistas pueden saltar mas facilmente a traves de las redes urbanas hacia coordinaciones globales que aun siendo jerarquicas no sean monocentricas, corporativas y aun asi democraticas, igualitarias y horizontales, sistemicamente anidadas y federadas (imaginemos una liga de ciudades socialistas al estilo de la antigua liga hanseatica que promovi6 el desarrollo del capitalismo mercantil), internamente discordante y cuestionada, pero solidaria frente al poder de la clase capitalista, y sabre todo profundamente comprometida en la lucha por socavar y finalmente derrocar el poder de las leyes capitalistas del valor en el mercado mundial para dictar las relaciones sociales bajo las que trabajamos y vivimos. Tal movimiento deberfa abrir la via a la prosperidad humana universal, mas alla de las restricciones de la dominaci6n de clase y de las determinaciones comercializadas del mercado. El mundo de la verdadera libertad solo puede comenzar, como insistia Marx, cuando se dejen atras tales restricciones materiales. Reivindicar y organizar las ciudades para la lucha anticapitalista seria un buen punta de partida.

CAPITULO SEIS Londres 20 1 1 : eL capitaLismo montaraz se Lanza a La calle
El Daily Mail los llamaba «adolescentes nihilistas y montaraces»: los encolerizados j6venes de todos los niveles y procedencias que recorrian arrebatadamente las calles de Londres arrojando ladrillos, piedras y botellas a Ia policia mientras saqueaban un establecimiento e incendiaban otto, llevando a las autoridades a emprender una persecuci6n encamizada mientras ellos y elias se tuiteaban el siguiente objetivo estrategico.
El termino «montaraz» lferal} atrajo mi atenci6n. Me recorda Ia descripci6n de los comuneros de Paris en 187 1 como animales salvajes, hienas que merecian ser sumariamente ejecutadas (y a menudo lo eran) en nombre de Ia sacrosanta propiedad privada, Ia moral, Ia religion y Ia familia. Pero evocaba tambien el ataque de Tony Blair a los «medios montaraces» tras haberse alojado confortablemente durante tanto tiempo en el bolsillo izquierdo de Rupert Murdoch, cuando este echo mano de su bolsillo derecho para sustituirlo por David Cameron.
Contemplaremos por supuesto el habitual debate histerico entre los m:is proclives a ver los disturbios como una cuesti6n de pura crirninalidad desenfrenada e inexcusable, y los que preferir:in analizar los acontecirnientos situ:indolos en un contexto de torpes medidas politicas, prolongado racismo e injustificada persecuci6n de los j6venes y las rninorias, desempleo masivo, privaciones sociales y una politica insensata de austeridad que no tiene nada que ver con Ia economia y si con Ia perpetuaci6n y consolidaci6n de Ia riqueza y el poder personal. Algunos pueden llegar incluso a condenar las cualidades alienantes y vacias de sentido de tantos empleos y de Ia vida cotidiana pese a Ia inmensa potencialidad existente para Ia prosperidad humana, tan desigualmente distribuida.

Con algo de suerte tendremos comisiones e informes que nos repetiran una vez mas lo que se dijo de Brixton y Toxteth durante el mandato de Margaret Thatcher. Y digo «suerte» porque los instintos montaraces del actual primer ministro britanico parecen inclinarlo mas a recurrir a los canones de agua, las granadas lacrim6genas y las pelotas de goma, mientras pontifica empalagosa­
mente sobre la perdida de sentido moral, el declive del civismo y el triste deterioro de los valores familiares y la disciplina entre los j6venes desnortados.
Pero el problema es que vivimos en una sociedad en la que el propio capitalismo se ha hecho cada vez mas montaraz. Los politicos montaraces engafian a sus votantes; los banqueros montaraces saquean los bolsillos publicos sin ninglin rubor; los directores generales, gestores de fondos de inversion y genios de las finanzas saquean riquezas sin denuedo; las compafiias telef6nicas y de tarjetas de credito cargan misteriosas cantidades en la cuenta de todo el mundo; las empresas y los ricos no pagan impuestos mientras succionan vorazmente las finanzas publicas; los tenderos suben desconsideradamente los precios; y a la menor oportunidad estafadores y profesionales del fraude llegan con sus timos hasta los escalones mas altos del mundo empresarial y politico.
Se ha puesto a la orden y a la luz del dia una economia de desposesi6n masiva y practicas depredadoras, en particular de los mas pobres y vulnerables, los mas indefensos y carentes de protecci6n legal. Cree alguien posible encontrar un capitalista honrado, un banquero honrado, un politico honrado, un tendero honrado o un comisario de policia honrado? Si, seguramente existen, pero no son mas que excepciones que todos los demas consideran estlipidos. jSe listo! jObten faciles beneficios! jDefrauda y roba! Las probabilidades de ser atrapado son escasas. Y en cualquier caso hay muchas formas de proteger la riqueza personal aun de los costes de la ilicitud empresarial.
Lo que digo puede parecer chocante. La mayoria de nosotros no lo vemos porque no queremos verlo. Lo cierto es que ninglin politico se atreve a decirlo y que los medios se encargan de ridicu-
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lizar a quien se atreve a hacerlo. Pero yo apostarfa a que todos y cada uno de los agitadores callejeros saben perfectamente de que estoy hablando. Y hacen lo mismo que todos los demas, aunque de una forma diferente, mas descarada y ruidosa, en las calles. Reproducen en las calles de Londres lo que el capital empresarial esta hacienda al planeta tierra. El thatcherismo desencadeno los instintos intrinsecamente montaraces del capitalismo (los «espiritus animales» de los empresarios, como los llamo timidamente
John Maynard Keynes), y nadie ha intentado detenerlos desde entonces. La roturacion temeraria a base de talar y quemar se ha convertido en consigna de la clase dominante practicamente en todas partes.
Esas son las nuevas nonnas bajo las que vivimos, y eso es lo que la proxima gran comision de investigacion deberfa analizar. Todos, y no solo los alborotadores callejeros, tendrfan que responder de ello. El capitalismo montaraz deberia ser juzgado por crfmenes contra la humanidad y por crimenes contra la naturaleza.
Desgraciadamente, eso es lo que los cegados alborotadores no pueden ver o exigir. Todo conspira para impedimos verlo y exigirlo. Por eso el poder politico se inviste tan apresuradamente de la tUnica de la moralidad y la razon, para que nadie pueda verlo tan
desnudamente corrupto y estlipidamente irracional.
Pero en muchos lugares del mundo hay atisbos de esperanza. El movimiento de los indignados en Espaiia y Grecia, los impulsos revolucionarios en Latinoamerica, los movimientos campesinos en Asia, todos ellos estan comenzando a ver a traves de la vasta bruma con la que un capitalismo global depredador y montaraz ha cubierto el mundo. Que hara falta para que el resto de nosotros lo perciba y actlie en consecuencia? Como podemos recomenzar mas eficaz y satisfactoriamente? Que direccion debemos tomar? Las respuestas no son faciles, pero algo sabemos con seguridad: que solo podemos llegar a las las respuestas acertadas hacienda las preguntas acertadas.

CAPITULO 7 #OWS [Occupy Wall Street]: el partido de Wall Street se tapa con su nemesis
El partido de Wall Street ha gobemado pnicticamente sin oposici6n Estados Unidos durante demasiado tiempo. Ha dominado abrumadoramente la politica de los sucesivos presidentes durante al menos cuatro decadas, si no mas, ya fueran o no sus agentes voluntarios cada uno de ellos. Ha corrompido el Congreso intimidando o sobomando a politicos de ambos partidos mediante el cohecho o la presion de los grandes medios de comunicaci6n que controla. Gracias a los nombramientos realizados y aprobados por los presidentes y el Congreso, el partido de Wall Street domina gran parte del a parat o gubemamental y judicial, en particular el Tribunal Supremo, cuyas sentencias favorecen cada vez mas sus intereses en campos tan diversos como las leyes electorales, laborales, medioambientales y contractuales.
El partido de Wall Street se rige por un principio universal: el desmantelamiento de cualquier desafio al poder absoluto del dinero. Ese poder se ejerce con un unico objetivo: los poseedores de riquezas no solo gozaran de privilegios para seguir acumulandolas indefinidamente a voluntad, sino que tendr:in el derecho a heredar la tierra, no solo ejerciendo su dominio directo o indirecto sobre el territorio y todos los recursos y capacidades productivas que residen en el, sino tambien asumiendo un mando absoluto, directo o indirecto, sobre los trabajadores y las potencialidades creativas de cuantos necesite, arrumbando como desechable al resto de la humanidad.
Esos principios y practicas no brotan de la codicia individual, la miopia o la mera injusticia (aunque tambien hay mucho de eso), sino que se han inserto en el cuerpo politico de nuestro mundo a traves de la voluntad colectiva de una clase capitalista alentada por las leyes irrefragables de la competencia. Si mi grupo de presion gasta menos que el tuyo, entonces obtendre menos favores. Si una institucion gasta en las necesidades del pueblo, se considerara poco competitiva.
Mucha gente decente se ve aprisionada por las cadenas de un sistema podrido hasta las raices. Para poder ganarse la vida y mantener un nivel de vida razonable no tiene otra opcion que vender su alma al diablo: no hacen mas que «cumplir ordenes», como declaro Eichmann, o «lo que el sistema exige», como dicen otros ahara, accediendo a los barbaros e inmorales principios y practicas del partido de Wall Street . Las leyes inapelables de la competencia nos obligan a todos, en mayor o menor medida, a obedecer las reglas de ese sistema desaprensivo y despiadado. El problema es sisternico, no individual.
Los esloganes preferidos de ese partido con respecto a la libertad supuestamente garantizada por el derecho de propiedad pri­
vada, el libre mercado y el libre comercio se refieren en realidad a la libertad para explotar el trabajo de otros, para desposeer a la gente corriente de sus bienes y para arrasar el media ambiente en
beneficia de algunos capitalistas y de su clase.
Una vez obtenido el control del aparato estatal, el partido de Wall Street acostumbra a privatizar sus bocados mas jugosos por debajo de su valor de mercado, abriendo con ello nuevas terrenos para la acumulacion de capital. Amaiian la subcontratacion (el complejo rnilitar-industrial es uno de los principales ejemplos) y los criterios de tributacion (con subvenciones a los agronegocios y bajos impuestos para las ganancias de capital) para saquear sin restricciones las areas publicas. F omen tan deliberadamente sistemas de regulacion tan complicados y una incompetencia administrativa tan asombrosa del aparato estatal (recuerdense la inoperancia de la Agencia de Proteccion Ambiental o el «trabajo fenomenal» [«heck-of-a-job», en palabras de Bush] de la Agencia Federal de Gestion de Emergencias durante el huracan Katrina) que la opinion publica, ya de por si esceptica, acaba convencida de que el estado nunca desempefiara un papel constructivo o de auxilio para mejorar la vida cotidiana o las perspectivas de futuro de nadie. Para concluir, se vale del monopolio de la violencia que reclaman como propio todos los estados soberanos, para excluir al pueblo de lo que supuestamente deberfa ser espacio publico y para acosar, poner bajo vigilancia y si lo juzga necesario criminalizar y encarcelar a quienes no acceden sumisamente a sus dictados. Sobresale en las pricticas de tolerancia represiva que perpetlian la ilusi6n de la libertad de expresi6n mientras esta no exponga desnudamente la verdadera naturaleza de su proyecto y del aparato represivo sobre el que descansa.
El partido de Wall Street desarrolla una incesante guerra de clases. Como decfa Warren Buffett, «por supuesto que hay guerra de clases, pero es mi clase, la de los ricos, la que Ia ha emprendido
y estamos venciendo». Gran parte de esa guerra se desarrolla en secreta, tras bajo una serie de mascaras y maniobras de ofuscaci6n con las que se disfrazan los prop6sitos y objetivos del partido de Wall Street.
El partido de Wall Street sabe muy bien que cuando las cuestiones polfticas y econ6micas profundas se transforman en cuestiones culturales, se hacen incontestables. Recurre regularmente a gran numero de opiniones expertas cautivas, en su mayor parte procedentes de «comites de sabios» y universidades que el mismo financia y que se difunden a traves de los medias que controla, para suscitar controversias sobre todo tipo de cuestiones ba­
nales y para proponer soluciones a problemas inexistentes. Ayer enarbolaban la austeridad que todos los demas debfan practicar para sanear el deficit y hoy proponen reducir sus propios impuestos, cualquiera que fuere el impacto que esto pueda tener sobre el deficit. Lo unico que nunca se puede debatir y discutir abiertamente es la verdadera naturaleza de la guerra de clases que llevan a cabo incesante y despiadadamente. Calificarla como «guerra de clases» es, en el ambiente politico predominante y para su sabio cacumen, situarla fuera del ambito de las consideraciones serias y exponerse a ser motejado de loco, cuando no de sedicioso.
Pero ahora existe, quiza por primera vez, un movimiento que se enfrenta explicitamente al partido de Wall Street y a su poder econ6mico-financiero. La «Calle» de Wall Street esta siendo ocupada -jhorror de los horrores!- por los desahuciados y desheredados del planeta. Las tacticas del movimiento Occupy Wall Street, extendiendose de una ciudad a otra, entrafian la ocupaci6n de un parque, una plaza o cualquier otro espacio publico central cerca de donde se asientan muchas de las palancas del poder, y al poner
cuerpos humanos en ese lugar convierten el espacio publico en un bien comun politico, un lugar para el debate y la discusi6n abierta sobre las maniobras del poder y como frustrarlas. Esa tactica, notablemente reanimada en las nobles luchas que se vienen desarrollando en la plaza Tahrir de El Cairo, se ha extendido por todo el mundo (Puerta del Sol en Madrid, Plaza Syntagma en Atenas, y ahora la escalinata de la catedral de San Pablo en Londres y la propia Wall Street). Nos muestra que el poder colectivo de los cuerpos en el espacio publico es todavia el instrumento mas eficaz de oposici6n cuando todos los demas medios de acceso quedan bloqueados. Lo que la plaza Tahrir mostr6 al mundo era una verdad obvia: que son los cuerpos en las calles y en las plazas, y no la
jerigonza de sentimientos en Twitter o en Facebook lo que realmente importa.
El objetivo del movimiento en Estados Unidos es muy simple. Dice:
Nosotros, el pueblo, estamos decididos a recuperar nuestro pais rescacindolo de los poderes que actualmente lo dirigen. Nuestro objetivo es demostrar que Warren Buffett se equivoca. Su clase, la de los ricos, no seguir:i dominando sin oposici6n ni heredani autom:iticamente la tierra; tampoco est:i destinada a veneer siempre.
Y tam bien:
Nosotros somos el 99 por 100. Somos la mayoria, y esa mayoria puede y debe prevalecer. Dado que todos los dem:is canales de expresi6n nos escin vedados por el poder del dinero, no tenemos otra opci6n que ocupar los parques, plazas y calles de nuestras ciudades hasta que se oigan nuestras opiniones y se atienda a nuestras necesidades.
Para veneer, ese movimiento tiene que alcanzar efectivamente el 99 por 100, algo que puede hacer y esta haciendo paso a paso. Primero estan quienes se ven arrojados Ia miseria por el desempleo y todos aquellos que han sido o estan siendo desposefdos de sus hogares y de sus bienes por las legiones de Wall Street. El movimiento debe forjar amplias coaliciones entre estudiantes, inmigrantes, subempleados y todos los amenazados por Ia polftica de austeridad totalmente innecesaria y draconiana que se inflige a Ia naci6n y al
mundo a instancias del partido de Wall Street. Debe concentrarse en el espeluznante nivel de explotaci6n en los lugares de trabajo, desde los trabajadores domesticos inmigrantes a los que los ricos explotan despiadadamente en sus hogares, hasta los semiesclavos de Ia hostelerfa en las cocinas de los restaurantes en los que ellos se regalan esplendidamente. Debe unir a los artistas y trabajadores creativos cuyos talentos se convierten tan a menudo en productos comerciales bajo el control de las grandes fortunas.
Por encima de todo, el movimiento debe llegar a todos los desposefdos, los insatisfechos y los descontentos, a todos los que reconocen y sienten en sus tripas que algo va rematadamente mal, que el sistema diseiiado por el partido de Wall Street no solo es barbaro, contrario a Ia etica y moralmente perverso, sino que tambien ha fracasado.
Todo esto debe aglutinarse democraticamente en una oposici6n coherente, que debe tambien proyectar libremente las pers­
pectivas de una ciudad alternativa, un sistema politico alternativo, y en ultimo termino una forma alternativa de organizar Ia producci6n, Ia distribuci6n y el consumo en beneficio del pueblo, ya que los j6venes no pueden admitir ese futuro que apunta a un aumento exponencial de Ia deuda privada y una agravaci6n de Ia austeridad publica, en beneficio exclusivo del 1 por 100 que suman los mas ricos.
Como respuesta al movimiento Occupy Wall Street, el estado, respaldado por el poder de la clase capitalista, ha realizado una proclamaci6n sorprendente: que el y solo el tiene el derecho exclusivo a regular y disponer del espacio publico. jEl pueblo no es sujeto de un derecho comun al espacio publico! Por lo que descaradamente nos dicen los alcaldes, jefes de policia, oficiales militares y altos funcionarios del estado, ellos tienen derecho a determinar lo que es o no es publico en «nuestro» espacio publico y quien puede ocuparlo y cmindo. Cuando decidieron expulsarnos a nosotros, al pueblo, de cualquier espacio que decidamos ocupar colectiva y pacificamente? Aseguran que toman esas decisiones en favor del interes publico (y mencionan leyes para demostrarlo). jPero nosotros somos el pueblo! D6nde esta «nuestro interes» en todo eso? Y dicho sea de paso, no es «nuestro» dinero el que los bancos y los financieros se embolsan tan desvergonzadamente en forma de «primas» y demas prebendas?
Frente al poder organizado del partido de Wall Street para dividirnos y vencernos, el movimiento que esta surgiendo debe tambien adoptar como principia fundamental que no se dejara dividir ni desviar hasta que el partido de Wall Street vuelva a la sensatez -admitiendo que el bien comun debe prevalecer sobre los estrechos intereses venales- o sea rotundamente vencido. Los privilegios empresariales que confieren derechos a ciertos individuos sin imponerles la responsabilidad que atafi.e a los autenticos ciudadanos deben ser abolidos. Los bienes publicos como la edu­
caci6n y la sanidad deben administrarse publicamente y estar a disposici6n de todos gratuitamente. Hay que acabar con los poderes monopolistas en los medios de comunicaci6n. El fraude electoral debe ser declarado inconstitucional. Debe prohibirse la privatizaci6n del conocimiento y la cultura, asf como debe reprimirse severamente y en ultimo termino ilegalizarse la libertad para explotar a otros y desposeerlos.
Los estadounidenses creen en la igualdad. Las encuestas muestran que creen (sea cual sea su preferencia polftica general) que podrfa estar justificado que al 20 por 100 mas rico de la poblaci6n le correspondiera el 30 por 100 de Ia riqueza total, pero que es inaceptable que controle, como ahora sucede, mas del 85 por 100, y mas atin que Ia mayor parte de esa riqueza este en manos del 1 por 100 mas rico. Lo que propane el movimiento Occupy Will/ Street es que nosotros, el pueblo estadounidense, nos comprometamos a revertir esa aberrante desigualdad, no solo en terminos de riqueza e ingresos, sino lo que es atin mas importante, en terminos del poder
politico que tal disparidad confiere y reproduce. El pueblo estadounidense esta legitimamente orgulloso de su democracia, pero esta ha estado siempre amenazada por el poder corruptor del capital. Ahora, cuando esta subyugada por ese poder, ha llegado seguramente el momenta, como hace mucho tiempo sugiri6 Jefferson que seria necesario, de hacer otra revoluci6n en Estados Unidos, basada en Ia justicia social, Ia igualdad y una atenta consideraci6n de cual debe ser nuestra relaci6n con Ia naturaleza.
La lucha que se ha iniciado -Ia del pueblo contra el partido de Wall Street- es crucial para nuestro futuro colectivo. Es de naturaleza tanto global como local. U ne a los estudiantes chilenos comprometidos en una lucha sin cuartel contra el poder politico por crear una educaci6n gratuita y de calidad para todos, acometiendo el desmantelamiento del modelo neoliberal impuesto brutalmente por Pinochet, con los agitadores de Ia plaza Tahrir, que entienden que Ia cafda de Mubarak (como el final de Ia dictadura de Pinochet) no es sino el primer paso de Ia liberaci6n frente al poder del dinero. Incluye a los indignados espafioles, los trabajadores en huelga en Grecia, Ia oposici6n militante que surge en todo el mundo, desde Londres a Shenzhen y Bombay pasando por Durban o Buenos Aires. El brutal dominio del gran capital y el puro poder del dinero estan en todas partes a Ia defensiva.
De que lado nos pondremos cada uno de nosotros? Que calle ocuparemos? El tiempo lo dira. Pero lo que sabemos es que ha llegado el momenta, que el sistema no solo esta descompuesto y al descubierto, sino que parece incapaz de ninguna otra respuesta que no sea Ia represi6n. Por eso nosotros, el pueblo, no tenemos otra opci6n que luchar por el derecho colectivo a decidir como reconstruir el sistema y con que hechuras. El partido de Wall Street
tuvo su oportunidad y ha fracasado miserablemente. La construecion de una alternativa sabre sus ruinas es tanto una oportunidad como una obligaci6n insoslayable que ninguno de nosotros puede ni querria siquiera evitar.

AGRADECIMIENTOS
Deseo agradecer a los editores de las publicaciones listadas a continuacion su penniso para utilizar material que aparecio previamente bajo sus auspicios.
El capitulo 1 es una version ligeramente modificada de un articulo publicado en el numero 53 de New Left Review [en cast., nov-die de 2008, pp. 23-39], titulado «The Right to the City».
El capitulo 2 es una version un poco ampliada de la primera parte de un articulo publicado en Socialist Register 201 1, titulado «The Urban Roots of Financial Crises: Reclaiming the City for Anti-Capitalist Struggle».
El capitulo 3 se basa en un articulo titulado «The Future of the Commons», publicado en Radical History Review 109 (201 1). Agradezco a Charlotte Hess que me seiialara algunas lamentables omisiones en el articulo original con respecto a la obra de Elinor Ostrom, asi como a los participantes en un seminario organizado bajo los auspicios del 16 Beaver Group en Nueva York, cuyas aportaciones sobre el tema de los bienes comunes me ayudaron mucho a clarificar mis ideas.
El capitulo 4 es una version ligeramente modificada de un articulo titulado «The Art of Rent: Globalization, Monopoly and Cultural Production», publicado originalmente en Socialist Regis­
ter 2002.
El capitulo 5 es una version ampliada de la ultima parte de un articulo publicado originalmente en Socialist Register 201 1 con el titulo «The Urban Roots of Financial Crises: Reclaiming the City for Anti-Capitalist Struggle».
Quiero agradecer por ultimo a los participantes en el grupo de lecturas sobre el «Right to the City» en Nueva York (en particular a Peter Marcuse) y a los miembros del seminario en el Center for Place, Culture and Politics de la Universidad de Nueva York muchas discusiones estimulantes durante los ultimos afi.os.  
fNDICE
PREFACIO. LA lcARIA DE HENRI LEFEBVRE …………………….. 5
PRIMERA PARTE
EL DERECHO A LA CIUDAD
I. EL DERECHO A LA CIUDAD …………………………………… 19
II. LAS RAicES URBANAS DE LAS CRISIS CAPITALISTAS…….. 5 1
Ill. LA CREACION DE BIENES COMUNES URBANO S …………. 107
rv. EL ARTE DE LA RENTA .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . ……………. 137
SEGUNDA PARTE
CIUDADES REBELDES
V RECLAMAR LA CIUDAD PARA LA LUCHA
ANTICAPITALISTA …………………………………………………. 171
VI. LONDRES 201 1 : EL CAPITALISMO MONTARAZ SE
LANZA A LA CALLE ……………………………………………….. 22 5
VII. #OWS {OCCUPY WALL STREET}: EL PARTIDO DE
WALL STREET SE TOPA CON SU NEMESIS . . . . . . . . ………… 229
AGRADECIMIENTOS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 237