Amos Oz: la prudencia es subversiva
Con la desaparici?n de Amos Oz no solo se pierde a un narrador excepcional, sino a un perfil intelectual multifac?tico y genuinamente humanista, cada vez m?s escaso y necesario en estos tiempos.
Armando Gonz?lez Torres
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Con la desaparici?n de Amos Oz no solo se pierde a un narrador excepcional, sino a un perfil intelectual multifac?tico y genuinamente humanista, cada vez m?s escaso y necesario en estos tiempos. Amos Oz (1939-2018) fue un narrador capaz de manejar con maestr?a diversos estilos, un ensayista que arropaba su erudici?n con la sencillez y el humor y un intelectual p?blico due?o de una inusual moderaci?n y equilibrio para intermediar entre posiciones antag?nicas. Su obra y trayectoria reflejan, a la vez, la historia milenaria de un pueblo y el conflictivo parto de una naci?n contempor?nea.
Amos Oz se manejaba con fluidez en muy distintos tonos y distancias narrativas desde el relato breve hasta la novela de formaci?n o la reconstrucci?n hist?rica. En su narrativa pueden encontrarse al mismo tiempo el trazo v?vido y animado de frescos hist?ricos y la evocaci?n autobiogr?fica m?s desgarradora, matizada por el decoro literario y la sabidur?a vital, como en su aclamada Una historia de amor y oscuridad, donde describe la incomunicaci?n matrimonial, los abismos de la depresi?n y la tragedia del suicidio, junto con la gestaci?n del estado israel?. O, para pensar en otro matiz, la m?s demorada descripci?n de estados de ?nimo y culpa moral, como en Conocer a una mujer que explora la doble vida de un miembro del servicio secreto israel? y sus secretos y patolog?as familiares. Puede pensarse tambi?n en la mezcla de historia de amor, intriga psicol?gica y perquisici?n teol?gica en torno a los actos del amor, el perd?n y la traici?n de su Judas. Tambi?n puede aludirse al intenso lirismo de su par?bola moral e hist?rica de una cruzada medieval en busca de lo absoluto en su noveleta Hasta la muerte.
Como ensayista, Amos Oz demostr? que la amenidad no se ri?e con el rigor. As?, por ejemplo, Los jud?os y las palabras, escrito en colaboraci?n con su hija Fania, es la deslumbrante y divertida historia de la relaci?n del pueblo jud?o con la palabra y el valor ?tico y teol?gico que adquieren la claridad y la verdad, as? como el ?nimo dial?gico que anima lo mejor de la tradici?n intelectual jud?a. Porque, como sugiere Oz, la reverencia a la palabra no consiste en su transmisi?n inercial, sino en su depuraci?n cr?tica, a trav?s del debate, el disenso y hasta la risa. ?Consid?renlo de este modo: la tradici?n jud?a no solo permite, sino que estimula al alumno a levantarse contra el maestro, a estar en desacuerdo con ?l y, hasta cierto punto, demostrarle que est? en un error. Esta es una coyuntura freudiana muy rara en culturas tradicionales. Es, al mismo tiempo, de alguna manera, una clave para la innovaci?n intelectual?. Contra el fanatismo constituye, precisamente, una peque?a obra maestra que describe los s?ntomas (el sentimiento de predestinaci?n y superioridad moral) y consecuencias (la polarizaci?n entre buenos y malos, la divisi?n tajante entre progreso y retroceso) de esta actitud. Con perspicacia, Oz define las principales caracter?sticas del esp?ritu intolerante y es certero cuando define el rasgo definitorio del fan?tico: la ausencia de sentido del humor y la incapacidad de re?r de s? mismo.
Si sus piezas narrativas y ensay?sticas resultaban inc?modas y pol?micas para los fundamentalistas, mucho m?s lo eran sus actitudes pol?ticas, como su idea de que pod?an convivir un estado jud?o y uno palestino o su activismo pacifista que se estableci? m?s s?lidamente despu?s de su experiencia en el frente en algunos de los momentos m?s ?lgidos (la Guerra de los Seis D?as y la del Yom Kipur) de la batalla entre Israel y sus vecinos. Sus columnas de opini?n, pese a su equilibrio anal?tico, o quiz? precisamente por esa caracter?stica (porque la prudencia desenmascara los discursos pol?ticos polarizantes y se vuelve subversiva), desataban la furia de muchos radicales y lo convert?an en un eje de la discusi?n p?blica de su pa?s.
Queda la impresi?n de que Amos Oz, un temperamento m?s bien libresco y reservado, no asum?a su papel estelar de intelectual p?blico por vocaci?n, pues no parec?a disfrutar con las c?maras, la atenci?n medi?tica y la pol?mica, sino por obligaci?n, por responsabilidad intelectual y moral. En efecto, muy pocos escritores pod?an tener la visi?n hist?rica y la experiencia vital para entender y repudiar la presencia de los fanatismos como este autor, cuya familia huy? de la intolerancia y el genocidio pol?tico que devast? Europa y quien, luego, habit? una buena parte de su vida en una ciudad donde se re?nen algunos de los m?s intensos y desbordados fervores y odios de las tres grandes religiones del mundo. De modo que Oz fue superviviente del suicidio de su madre, soldado en guerras cruentas, participante de la experiencia semiut?pica del kibutz, novelista prol?fico, laico con profundo conocimiento de la tradici?n religiosa y hondo sentido de la compasi?n y controvertido pacifista en una tierra donde condenar la violencia suele considerarse traici?n.
Su ubicaci?n azarosa en un centro de los enfrentamientos internacionales y la congruencia y consistencia de sus posturas lo volv?an, acaso sin que ?l lo buscara, un intelectual de ascendencia global. As?, partiendo de sus circunstancias y dilemas m?s ?ntimos y locales, Amos Oz se convirti? en un escritor de resonancia universal. Por la ambici?n, variedad y representatividad de su obra narrativa, por el rigor e inteligencia de su ensay?stica, por la congruencia y verticalidad de sus actitudes pol?ticas, Amos Oz era uno de los representantes m?s completos de la figura del hombre de letras y solo la miop?a o frivolidad de algunos miembros de la Academia Sueca lo priv? del Premio Nobel, al que su nombre hubiera honrado. Como lector de Oz, me consuela pensar que hay piezas de su extensa obra que aun no he disfrutado y que me permitir?n prolongar el di?logo con una de las voces m?s profundas y entra?ables que ha producido la literatura contempor?nea.